Hay pies que andan sobre mi cerebro

exprimiendo el mosto de mis ideas
dando el vino torpe que estrangule mi garganta
vinagre en mi interior
amargo pus de hiel que dice
que no debí leer aquel retrato

y por eso me duele la cabeza
tambores en las sienes
síntomas típicos
de un constipado incipiente.
me enfadaré.
otra vez estaré enfadado
con la realidad
como cuando descubro que soy el único Imbécil del mundo que desprecia regalos porque ocupan espacio.
sé que no es sólo por eso:
¿quiero explicarlo?

taconean mis ojos bailes flamencos
el pecho fuera
mucha tensión en sus figuras
y mi cara tiene
musculatura en tensión.
músculos:
atenazan voraces mis fauces
que no pueden gritar.
músculos:
contraen mi risa en una mueca absurda
que duele como el perdón,
duele como la ausencia de vida
ausencia de ganas de vivir.

mi cabeza no soporta mi cerebro y mi cerebro no soporta más mi vida. necesito de una vez por todas dar la vuelta a la tortilla y que mis rodillas se sostengan sobre mis talones,
en ellas mi columna yerga
mi encéfalo
vivo y fuerte, pleno de frescor, capaz potente
para soportar el dolor
que tengo entre las cejas

    llanto perpetuo
    muela sin juicio
    juicio son castigo
    castigo sin amor.

Atravesé la puerta tambaleándome

y miré a mi derecha,
la cama,
ella tendida ¿o no?
estaba despierta pero no quería mostrarlo
así que aproveché para pasar al baño
y orinar.
salí y me quité la ropa
salvo los calzoncillos; era agradable
sentir el frío en las plantas de los pies.

me tendí a su lado y no pude abrazarla
porque el calor de su cuerpo
me habría hecho vomitar.
me di la vuelta y noté que lloraba
y no pude abrazarla…
tan sólo acerté a acariciar su hombro izquierdo
desde su espalda.
el contacto con su cuerpo tembloroso
me hizo llorar sin lágrimas
(llanto introspectivo)
y me mareé.

había estado vomitando en el último bar
eterno gallego
y había limpiado los restos enrojecidos por el vino en la taza
con mi brazo desnudo.
en el suelo, de rodillas
abrazando el sueño y el frío
como un compañero bueno.

al salir de aquel retrete de sótano
Isa me había preguntado si algo me había sentado mal
y pensé que no tenía sentido mentir
– espero haberlo dejado todo limpio.

Paloma y Adolfo entendieron todo mi dolor
y supe que lo habían entendido
cuando les dije que me iba a casa.

no recuerdo el camino de vuelta. llegué.

me levanté de la cama con la horrible sensación
de urgencia que provoca
la necesidad de vomitar.
llegué al baño y me costó abrir la puerta
me dolía el alma y el estómago
que se contraía
en cada bocanada de desesperación
que se vertía
arrancándome las lágrimas de mi impotencia.
la pena limpió mi depresión
e intenté dormir
sin atreverme a decir te quiero
a la presencia que llora las lágrimas de mi dolor.

Quiero partir en 2 lo indivisible

arañar el infinito con pétalos de dolor
batir el plumaje del miedo
quiero huir de mi sombra con la negrura de la muerte
y no dejar
ni un momento
de escribir.
Soplar la vida en sus dientes de basalto
apalabrar la misoginia con lavabos de mortecina palidez
quebrando las astillas de plástico del bolígrafo
que es libre
escribiendo
soñando con alcanzar la inmortalidad
porque sabe que es posible
está en la meta absurda del placer
en la hombría que se endurece
horadando el sexo impenetrable
hasta romper en 2 lo indivisible.

Presentación

fui a hacer una presentación
con transparencias
en el portátil
y el tipo que se llamaba pedro
fumaba puros.
el sol entraba a mi espalda
en el recinto ferial
lleno de industrias
y yo recordaba que mi padre
nunca fumó puros y
había trabajado allí.
me molestaba la luz y tuve que agacharme
para que el tipo que fumaba puros y se llamaba pedro
pudiese bajar las venecianas
mientras yo encendía mi portátil
bajo sus pies y
temblaba
porque el chisme biométrico
no iba a funcionar
porque sudaban mis manos
porque temblaba.
mientras el tipo encendía otro puro
yo soplaba la yema de mi dedo como si no lo estuviese haciendo
y pensaba
¿qué coño hago yo aquí?.
justo antes de que
se pudiese verificar mi huella
pedro el de los puros seguía hablando sin parar
con mis compañeros
comerciales
y pensé si mi padre alguna vez había pensado en qué coño hacía él ahí a lo largo de sus años de trabajo.
todo fue como tenía que ir
pero muy rápido.
no tuve tiempo para pensar
en mi padre ni en mis dudas ni en el humo.
salí de allí con la voz grave de la seguridad en on
batiendo verdades
esgrimiendo argumentos
y había olvidado
a mi padre
mis dudas
y los puros de aquel tipo.

la realidad y el deseo

bajo de casa sin saber
qué hacer,
camino entre mujeres que se venden,
son cuerpos de alquiler,
madres de la inexistencia
que, cuando giro a la izquierda,
olvido.

quedan atrás,
en la misma calle en la que vivo
en el centro del universo,
en el vacío de un sueño
cayendo en la noche
mientras me acerco al paraíso
como tantos días
y veo
carteles prometedores de evasión,
me detengo en el detalle de las horas,
recojo el pasaporte
al haz multicolor.

entro en la sala para recordar
todo lo que soy capaz de olvidar,
verter lágrimas
hacia la pielpantalla de delirio ajado
y me pierdo,
me pierdo en fotogramas incansables,
en el ruido
de un proyector en la sombra
detrás de las cortinas,
en búnkeres de irreflexión
donde me atrinchero
para no desgastarme,
no dejarme afligir por el cruz blanca,
mostazas inauditas,
bombas de ceguera sin dueño y sin destino.

parapetado en hileras de confort
dejo pasar
el tiempo de los asesinos.

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Vagidos de la noche

Nuestros nudillos se golpearon
volviendo de la derrota;
aún había sangre,
pequeños hilillos de coágulos superficiales
fibrosos, enredados.

Mis manos cansadas lloraban muerte
vacío de palabras infinito:
perfil aguileño,
novedades
como dos nudillos que chocan en la noche
y aún los cristales rotos me queman los ojos,
imágenes de pánico ordenado,
silencios de terror luciendo gris
franela ensangrentada con humo de cadáveres.

Más allá del impensable olvido sólo quedan
vagidos en la noche.

Esto no es una broma