Nombre-Hombre

Esta mañana, escuchando los desayunos de la 1, algo bastante patético, por otro lado, me daba cuenta de que a Jose Luis Rodríguez Zapatero se le llama Zapatero, a Alfredo Pérez Rubalcaba se le llama Rubalcaba y a Carme Chacón se la llama Chacón, a Mariano Rajoy se le llama Rajoy. Es obvio que es porque la sencillez del primer apellido de los primeros (Rodríguez o Pérez) no haría muy identificable de quien se está hablando.

Me resulta interesante pensar porqué entonces, a Patxi López se le deja el apellido, aunque siempre se usa también el Patxi. Claro, es la forma más sencilla de decir que, dentro de ser claramente español (López, hijo de Lope), no deja de reconocerse vasco (Patxi, por Francisco Javier López Álvarez).

Mi nombre de carnet de identidad, por decirlo así, es Jose Manuel Domínguez Sabaté. Jose por mi abuelo paterno y Manuel por mi abuela materna. Es decir, soy un refrito de falta de originalidad familiar, sumado a un primer apellido tan vulgar (en el mejor sentido de la palabra) como Domínguez, hijo de Domingo.

Domínguez es un apellido patronímico el sufijo -ez significa hijo de Domingo. Al tratarse de un nombre propio muy común debido a la devoción a diversos santos, como Santo Domingo de Guzmán, fundador de los dominicos o Santo Domingo de Silos, no existe un origen común y existen múltiples ramas.

Es evidente que esto de los apellidos contiene toda una historia de la que a veces queremos librarnos.

Yo vendría a ser un hijo de Domingo, nieto de José y, también, de Manuela. Pero, sin embargo, Sabaté, ese segundo apellido no es tan convencional como lo demás y, aparentemente, no es patronímico.

¿Por qué, entonces, no asumí como nombre Giusseppe Sabaté?

La historia de cómo me empezaron a llamar Giusseppe es siempre preguntada y muchas veces no sé si me apetece contestarla con un simple: yo lo elegí. Así que ahí va:

Todo empezó allá por mis tiernos 19 añitos, hace más de 24 años. Yo salía con una muchacha a la que no dejaré de querer nunca que se llamaba Marta (tentado estuve de escribir Carmen, qué cosas), con la que mantuve una larga y feliz relación durante siete años. Ella, de familia numerosa, tenía 7 hermanos y hermanas, el menor de los cuales, se llamaba Alberto.

Alberto y Marta y sus amigos me hicieron asiduo de Alcobendas, donde entonces vivían. En aquella pandilla recuerdo que éramos varias parejas más o menos estables y algunos personajes un poco más, digamos, outsiders. Alberto tenía una novia llamada Cristina, estaban Jose y una chica cuyo nombre no recuerdo, Marta y yo y Raquelt y Queralt.

Como se puede observar, éramos dos en un grupo con tres chicos los que nos llamábamos Jose, y Queralt tuvo la genial idea o la sutil broma de comenzar a llamarme Josep, con un marcado acento catalán. Poco a poco, antes de tener los 20 años, ya me llamaban todos giusseppe.

Entonces a mí me era indiferente el tema del nombre y no le di mayor importancia que la de que sirviera para distinguirme de un (otro) Jose.

Pero el tiempo pasó y acabamos separándonos, Marta y yo, y Queralt y Raquelt y los demás. Queralt se fue a vivir a Alicante y yo comencé a salir con Raquelt. Fueron unos extraños tiempos en los que nuestra relación se aposentó sobre un delirio tras otro, negándonos la sencillez de la felicidad. Ninguno de los dos estábamos preparados y prefiero no entrar en detalles (quizá otro día). También acabé rompiendo con R, por una pasión algo incontrolada que sentía por Patricia… pero esto es otra historia.

Definitivamente, rompí con casi todo aquel grupo salvo para encuentros casuales o acordados para mantener un contacto cada vez más artificial.

Y en un momento en el que lo que necesitaba era romper, acabé por romper, incluso, con mi familia, con el resto de amistades, con todo lo que pudiera ser y me fui a vivir a Australia.

Y en poco tiempo regresé.

Pasados unos meses (yo buscando trabajo en EEUU, en Irlanda, en UK…) recibí una llamada de Beatriz, la hermana pequeña de Raquelt, con quien alguna ocasión había flirteado. Me pedía que volviéramos a vernos, que retomáramos el contacto, que siguiéramos siendo amigos a pesar de que ya no quisiese, por su bien, ver a su hermana. Y eso hicimos.

Para Beatriz yo era, simple y llanamente, giusseppe.

Y me animó, maravilla de las maravillas, a que me apuntase a Teatro, en un grupo en el que, según sus palabras, había 18 mujeres y sólo 2 hombres. No dudé mucho en apuntarme, aunque el primer día recuerdo mirando los ojos azules-violetas de mi amiga Ruth, que pensé: «Pero si yo estoy aquí para ligar, ¿por qué me está gustando tanto esto de jugar a actuar?». Y me acabé olvidando de que a lo que había ido era a otra cosa.

Ya para todos mis nuevos amigos, yo era, simple y llanamente, giusseppe.

Jose (Eugenio Vicente Torres), el profesor de Teatro a quien tanto debo que nunca podré pagarle, me presentó a mi amiga del alma, mi querida Sylvia, a Aída, a Elena, a Rafa… para quienes yo seguía siendo, simple y llanamente, giusseppe.

Incluso, Sylvia llegó a fabricar el primer recorte, la modificación natural del nombre (artificial), que fue giuppe. Aún me llama así.

Y esa parte de mi vida, ese entorno, siguió creciendo mientras los demás mermaban. Cada vez eran más para quienes yo era, simplemente, giusseppe.

Y fui giusseppe para mí por primera vez cuando, animado por Jose, me decidí a registrar mi primer libro de poemas. Una vieja recopilación de poesía adolescente, titulado, finalmente, El SinSentido de la Vida. Y lo firmé como, simplemente, giusseppe.

Elegí una minúscula intencionada y carente de apellido, simbólicas de mi humildad (pretendida) y mi creación ex-nihilo: giusseppe, sin más.

Pero poco a poco fue abriéndose una inevitable confrontación entre Jose Manuel Domínguez Sabaté y giusseppe. El primero era al que le correspondía el lado analítico, científico, tecnológico, de la vida, mientras que al segundo le tocaba el lado sintético, creativo, artístico. El primero estrechaba manos, el segundo abrazaba. El primero era serio, el segundo era irreverente. El primero era maduro y pragmático, el segundo era adolescente y utópico idealista. El primero era contenido, el segundo era desbarrado. El primero tenía trabajo en unas importantes empresas, el segundo consideraba importantes empresas aquello en lo que deseaba trabajar.

Hasta que, poco a poco, se fueron haciendo amigos. Y en el nombre tenía que quedar algo de ambos, en el nuevo nombre: Giusseppe Domínguez

Quedó el gusto por las mayúsculas de los adultos, el apellido que marcaba parte de mi origen que, de esta manera, reconocía, pero quedó la elección personal de un nombre procedente de una amistad, que servía para distinguirme que contenía una pequeña trampa barroca como era el tener 2 eses y 2 pes.

¿Pero por qué no Sabaté?

Giusseppe ya es bastante característico, como para elegir además el minoritario Sabaté para que lo acompañe. Se trataba de que para reconocerme no me llamasen Sabaté, sino Giusseppe.

Y parece que lo voy consiguiendo.

A parte de algunos familiares, reticentes a llamarme Giusseppe, aunque ya se les escapa alguna vez un Giuppe, como a Carmen que siempre me llama así, cuando no otras cosas más cariñosas que no voy a repetir en este espacio, ya nadie me llama Jose. Ah, sí, algunos de mis alumnos; cuando tiene que haber un contrato de por medio, acaban llamándome Jose porque es lo que ven en los papeles. Me gusta dejar salir a pasear esa parte de mí, de cuando en cuando, pero ya están tintados ambos el uno del otro: ese Jose viste como giusseppe y a ese giusseppe no le avergüenza reconocer que le encantan los ordenadores.

Poco a poco, voy logrando ser sólo una persona, variada, casi federal por dentro, pero una única persona.
Y me encanta.

Adoro ser Giusseppe Domínguez, adoro construirme, no ya de la nada, pero sí a cada mañana, aunque algunos días resulte cansado.

Giusseppe aclarando cosas….

Ya he votado

Creía que habría más
gente
pero estaba yo
solo
delante de la funcionaria
de correos
que se congratulaba de que no hubiera
nadie
no sé si se congratulaba de que no hubiera
nadie votando
o simplemente
de no trabajar.
Así que voté.
No sé si servirá para algo
pero voté.

Quizá me acostumbre a votar de esta manera.

Mi hermana

He de reconocer que he tenido una relación con mi hermana algo basada en el resentimiento. He estado resentido con ella durante años porque en la infancia y adolescencia no solo no sentí apoyo por su parte, sino que sentí que era mi enemigo natural. Desee su muerte varias veces, pero parece que el destino tenía reservado otro futuro.

Después de que naciese mi sobrino, mi querido David, ella pasó a ser, hace más de 13 años, la madre de mi sobrino y, desde ahí, poco a poco, fui intentando olvidar lo malo y reconstruir una relación inexistente en el mejor de los casos. Con el paso del tiempo me doy cuenta de que ahora ya es más cercana, es la hija de mis padres, con los que también me he encontrado (con el paso del tiempo) en un lugar afectivo, familiar, pero elegido, al menos, por mi parte.

Un día me dijo que no escribía nada sobre ella y la verdad es que pensé que era preferible no hacerlo porque no creía tener nada bueno que decir de ella. Pero me va sorprendiendo con los acontecimientos y con su generosidad, su entrega, su sentido del humor, va logrando lo que siempre conseguía con otros que le perdonaban su histerismo, va logrando ganarse mi afecto, mi cariño, casi como si tuviésemos un relación directa. Algún día puede que llegue a ser mi hermana.

Ahora y cada vez más está pasando a ocupar el lugar central de mi familia sanguínea, mis padres se apoyan en ella porque siempre está dispuesta a ayudar, siempre está para lo que necesiten, no como yo que siento que estoy borrado en una distancia que sé que es sana para ambos pero bastante cómoda para mí. Mantengo las distancias de colmenar a madrid como les dije una vez: jamás viviría en Colmenar Viejo mientras viváis allí. No es nada personal… y lo es completamente. Se trata de que opino que padres y otros seres de la misma especie deben estar a la distancia que exija un golpe de voluntad para encontrarse. Lo siento así y me congratula que nos vamos encontrando. No por casualidad les dediqué el proyecto más ambicioso sobre el que he trabajado hasta ahora en mi vida: Lejanías.

¿Llegará el día en que le dedique a mi hermana un texto, un relatillo, un poemita?
Seguro que sí, pero de momento, vaya para ella este cordial pensamiento.

Hoy es el cumpleaños de mi amada

Y no tengo un regalo para darle.

No he pensado en ella en varias semanas
solo pienso en mí
en mis afecciones de salud
en mis depresiones por mis afecciones de salud
en la vida que llevo por culpa de mis depresiones por mis afecciones de salud
en que a veces terminaría con la vida que llevo por culpa de mis depresiones por mis afecciones de salud
en lo deprimente que es pensar que a veces terminaría con la vida que llevo por culpa de mis depresiones por mis afecciones de salud
y, ocasionalmente, en ella.

No he pensado en ella para
que no se preocupe por lo deprimente que es pensar que a veces terminaría con la vida que llevo por culpa de mis depresiones por mis afecciones de salud
que no se preocupe por pensar que a veces terminaría con la vida que llevo por culpa de mis depresiones por mis afecciones de salud
que no se preocupe por culpa de mis depresiones por mis afecciones de salud
que no se preocupe por mis afecciones de salud
que no se preocupe por mí.

La amo
hoy
como hace ya más de 140 meses y 3 días.
La amo
mucho
y lo importante:
la amo
bien.

Debería bastarme para ser feliz.

Me operan esta tarde

Sólo puedo pensar en cómo cagaré mañana
en cómo llevaré el postoperatorio
en cómo estaré la semana que viene
y la siguiente
y la siguiente a la siguiente
y no puedo creer pero quiero creer
que estaré bien, que esto será un recuerdo,
un mal recuerdo
y que haré un tachón en el 2011 como cuando se quiere olvidar algo
mal escrito
en la línea de mi vida
en este poema inacabado
al que no sé qué palabra
última
ponerle.

Unidad del Dolor

el miércoles estuve en la Unidad del Dolor
me estuvieron haciendo pruebas
para ver si podía ser operado
anestesiado
y qué hacer
en caso de una necesaria
reanimación cardio-pulmonar

yo no paraba de pensar en qué es eso de la
unidad del dolor
si era una unidad de medida
que pudiera determinar objetivamente
cuánto duele algo
y no acababa de entender la dimensión medida
no sabía si medía masas
volúmenes
longitudes
áreas
tiempos
potencias
energías
o qué

pero sí que sabía que me dolía
en la unidad del dolor
me dolía
me dolía
y no podía casi estar sentado
y quería que se terminara
y que me anestesiasen durante un par de meses o un par de años
y que me dejasen morir en paz
en la unidad
del dolor

¿habrá una unidad del placer?

Encontrar una mirada o un objeto

Me gusta dejar vagabundear mi mirada por los objetos que encuentro alrededor. Cuando me sorprende uno intento recordarlo, a veces, incluso, fotografiarlo. No tanto por la necesidad de plasmar su recuerdo como por el de premiar mi acto de descubrimiento, mi mirada consciente, mi mirada de niño que descubre, otra y otra y otra vez, el mundo.
Hay pocas cosas que me gusten tanto como esto, como reencontrarme con mi niño interior, con ese que dicen que todos tenemos dentro. Hoy he pasado horas con las hijas de la prima de mi amor, que me llaman tímidamente tío, disfrutando de sus miradas a las cosas, aprendiendo de ellas, viendo cómo se puede disfrutar de un alfabeto inventado (cómo no haberlo propuesto en mi taller de poesía china!!!) o con una colección de piedrecillas que guardar en una bolsa de plástico o descubrir champán en una botella de agua de la fuente de la plaza.
Hay quien sostiene que sería un buen padre, pero no se dan cuenta de que en realidad lo que me gusta es ser buen hijo, bueno jugando con otros niños, con otras niñas, con sus descubrimientos, los más importantes, los que sólo se pueden hacer una vez en la vida… salvo que se siga siendo niño por siempre. ¿Significa que no me gusta crecer? No. Me gusta tener los años que tengo, me gusta ser capaz de ver con su mirada y también con la de sus madres y padres; y quizá algún día también con la de sus abuelos y abuelas.
Es variado y sabroso, es caleidoscópico y polifacético, es encontrarse con una realidad llena de objetos que son más que objetos, con piedras que son dinero, con arena que sirve para hacer una crema, con hormigas que se pueden comer para que la caca salga con patitas negras y caiga por una cascada de agua amarilla.
O un candado que encierra el aire, que encarcela al universo sin que este lo sepa, haciendo que la naturaleza toda sea una cárcel de la que no es posible escapar, salvo por el hueco dejado para la llave imaginaria. Un retrovisor que refleja lo que no debería, que refleja el cielo por el azar de la destrucción.

ANAL+

Viendo en la tele mi serie preferida, por supuesto, bajada de Internet, Weeds, me encontré con que la imagen estaba cortada perdiéndose la C de un famoso canal de pago.
Me sentí mensajeado de manera oculta. ¿Quién sabe lo de mi culo?
Ahora es algo público, al menos para todos los interesados en leer este blog casi impúblico, impúdico, inodoro e insípido.
Comencé con timidez a hablar del tema, a contar sólo a algunos amigos escogidos esta información que hace que se me pueda comprender mejor, pero poco a poco fue extendiéndose, fui notando que hablar de ello no me reconfortaba, pero sí me hacía sentirme más próximo a mi entorno, del que sentía que me estaba alejando inexorablemente.
Ha pasado tiempo y comienzo a sentir el polo contrario: mi entorno está saturado (como yo mismo) del tema y quieren que les deje de hablar de algo que, no obstante, mediatiza todo, puesto que mi estado de ánimo es absolutamente dependiente de la situación de mi famosa y pública fisura anal.
¿Qué me dirá el médico este miércoles?
¿Qué haré si me repite que se está curando?
No sé, pero sí sé que cada día aguanto menos.
Ayer ingerí un ibuprofeno por primera vez en mi vida.
No es que no me doliesen antes cosas, pero no creo que paliar el dolor cuando duele algo sea una solución a nada, aunque es cierto que sufrir por sufrir tampoco tiene sentido.
¿Me gusta que me duelan las cosas?
NO
Definitivamente no. Odio el dolor. No quiero sufrir. No lo soporto y estoy por apastillarme cada día hasta que olvide el dolor y si he de llegar a la sobredosis… pues sea.
Pero no creo que eso evite ciertos dolores…
No lo creo.
Creo que enmascara algunos. Y bien, a veces ¿por qué no?
Pero normalizar el uso de medicamentos como Ibuprofeno o Paracetamol hasta el punto de que la fisioterapeuta que me trató el sábado de una dolencia muscular, cuando terminó me dijo: Si te duele, tómate lo que acostumbres tomarte en esos casos. Yo le dije que no acostumbraba a que me doliesen las cosas y que, en caso de que algo me doliese, acudía a un médico para que me diagnosticase y me prescribiese lo que correspondiese.
¿Por qué se ha normalizado el consumo de estos fármacos?
Más allá de lo obvio: el interés de la industria farmacéutica, lo que no acabo de comprender es cómo y en qué momento hemos aceptado como normal ingerir drogas para evitar el dolor. Recuerdo, en películas incontables, como el protagonista pregunta: ¿qué se puede hacer? y le responden: Ya nada, sólo le ayuda la morfina.
Ahora estamos en esa situación en la que aceptamos que no tenemos solución, que ya sólo nos ayudan los paliativos del dolor. Y claro, inmediatamente surgen también los paliativos de otros dolores, más… digamos… espirituales o psíquicos. Aunque (y estoy de acuerdo con mi amiga Susana) no son tan distintos: todo el dolor ocurre en la materia blanquecina que tenemos bajo el cráneo, en la casita de la mente. No me duele el brazo: me duele el cerebro. No me duele el culo: me duele el cerebro. No me duele que se borren mis alumnos: me duele el cerebro. No me duele no ver a mis amigos: me duele el cerebro. No me duele sentirme feo tan a menudo: me duele el cerebro.
Maldito cerebro!
Supongo que por eso es tan tentador el suicidio: es la forma de acabar con el cerebro, con el órgano del dolor por antonomasia.
Menos mal que también es el órgano del placer.
¡Qué bien lo pasé ayer con mi amor!
Amo con el cerebro. Follo con el cerebro. Creo con el cerebro (en todos los sentidos de la palabra Creo). Como con el cerebro. Vivo con el cerebro.
Celebro tener cerebro.
(Qué tonto juego de palabras obvio)
Es un juego, tan tonto como sentir que ese ANAL+ tenía algo que ver con mi fisura y su incremento.

La intimidad y la rutina

Estar a su lado y permitirme lamentarme es todo un único movimiento.
Me hago el fuerte o simplemente resisto el dolor sin mostrarlo, pero no puedo aguantar mucho y en la relajación de su compañía dejo que el dolor vuelva a aparecer en mi cara, en mi casa.
Cara y casa tienen casi las mismas letras.
Qué curioso.
Así que no me sorprende que las parejas acaben por agotarse, por saturarse de sus miserias. Lo estoy leyendo tal cual en un libro que me recomendó Jose Eugenio Vicente Torres, titulado «La Bella del Señor», escrito por un sorprendente Albert Cohen. La seducción tiene mucho que ver con el mito de Don Juan y Don Juan no llegó a tener (o mostrar) hemorroides, fisuras, cefaleas, cólicos, ni siquiera una misericorde luxación.
Pero yo no soy Don Juan. Soy, tan solo, giusseppe.
Con minúscula y sin apellido, como me gustaba escribirlo antes de ser Giusseppe Domínguez por motivos publicitarios, marketinianos, de imagen.
Ahora sólo giusseppe en la web
giusseppe.net
Pobre Carmen.
Aguanta impasible mi autoflagelación, mi extraño apego al dolor, mi resistencia o reticencia a ingerir medicamentos no prescritos por el facultativo de turno.
Pero quizá no tan impasible, quizá se está hartando de mí, quizá llegue el momento en que no quiera reirse conmigo, en que quiera pasar más tiempo fuera de casa que conmigo, que tenga ganas de divertirse y no de penar a mi lado, oyéndome lamentarme todo el tiempo, todo el tiempo…
¿O soy yo quien no me aguanto?
Siempre he sostenido que para estar bien con alguien tienes que estar, primero, bien contigo mismo o contigo misma. O contiga mismo o contiga misma. Y yo ahora no lo estoy. No me gusto. No me gusta mi cuerpo maldito que está torturándome y mi cuerpo soy yo. Es álgebra pura y dura, el álgebra del dolor.
Capital de la tortura: mi propia mente.
Quiero viajar hacia las afueras de mi cerebro, hacia la enajenación, como cantaba Prada, el soneto de Lorca:

Huye de mi, caliente voz de hielo,
no me quieras perder en la maleza
donde sin fruto gimen carne y cielo.

Así que igual es momento de huir, tú, querida, o yo.
Pero… ¿Hacia dónde?

Esto no es una broma