Cámaras de Teléfonos

Sobre la mesaMe encuentro casualmente con un móvil de hace tiempo porque el actual ha dejado de funcionar. Aunque en realidad los móviles sé que están pensados para no funcionar nunca mucho tiempo, me empeño en intentar que su vida sea larga y me acompañen a todas partes a donde voy. Estoy llegando a tener un grado de dependencia de los móviles algo atroz.
Sé que saberlo es el primer paso para poder desprenderse del mal hábito, pero no es suficiente.
He de reconocer que aglutinar en un sólo dispositivo o chisme un teléfono, el correo electrónico, una cámara de fotos, un reproductor de música, un transistor de radio, una grabadora, un vídeo, un pendrive, una agenda de contactos, con datos de direcciones postales, electrónicas, teléfonos, agenda de eventos y actividades, un recordatorio de tareas… es una maravillosa navaja suiza de la tecnología. Siempre me han gustado y con estos móviles de hoy en día he de reconocer que estoy cautivado.
Pero claro, me olvido de que están pensados para no durar.
Recuerdo un documental fantástico de TVE2 sobre la obsolescencia programada y sé que lo sabía. Pero me olvido. Me olvido y me engancho y los uso no tirándolos, claro, así que acumulo dispositivos deliberadamente obsoletos pero que cuando menos te lo esperas te salvan la papeleta y te permiten no tener que ir a una tienda con urgencia a comprar y comprar y comprar un nuevo móvil.
Hoy se me ha estropeado, después de muchos avisos, el Sony-Ericcson que acostumbro a usar y que viene durando ya casi 3 años, cifra record en un teléfono nuevo. Después de probar a hacer distintos encendidos, he dado por terminada su capacidad de reconocer la tarjeta de memoria que me es fundamental para usarlo con todas esas propiedades extra que ahora le pido a un aparatito de estos. Así que puedo decir que está estropeado.
Cambiar de teléfono no es muy traumático, especialmente si tienes la precaución de no cambiar de marca y además haces copias en el PC de los datos que tienes en el aparato. Esto es algo que no me preocupa. Pero claro, te vas acostumbrando a tener una cámara de más pixeles, una gestión del correo electrónico más sencilla e integrada y cuesta deshacerse de esa buena vida. Qué cosas valoramos.
Supongo que por eso hoy no me ha importado nada lo de la mierda de los móviles: me duele mucho más que habitualmente mi fisura anal y tengo que volver a ir al médico.
¿Quién nos ha diseñado con una obsolescencia programada tan malvada?
Me acuerdo de los replicantes de Blade-Runner y no puedo evitar sentirme como uno de ellos preguntándome: ¿Cuánto me queda?
Pero no sé si yo podré aguantar a que me alcance mi destino.
Y no digo más.

Habilidades del educador en la enseñanza no formal

Ayer estuve en una reunión de una empresa en la que trabajo unas 200 horas al año impartiendo cursos de Informática a jubilados en centros DIA de la Comunidad de Madrid. Era una reunión informativa a cerca de las modificaciones de la metodología de la enseñanza que se iba a seguir a partir de la siguiente convocatoria.
Yo no podía parar de reírme hacia dentro por el despropósito, no dudo de su buena intención, que supone un cambio semejante sin tener en cuenta una suma de factores que afectan, incluso, al perfil del docente.
Esencialmente, lo que se modifica es que los, hasta ahora llamados, profesores, nos pasamos a denominar dinamizadores. Y, como bien informó el coordinador de los, ahora llamados, dinamizadores profesionales, las palabras importan. Claro que importan, me dije, hasta el punto de que me acaban de cambiar el puesto de trabajo, que no el salario.
¿Eso me molesta? No me molesta necesariamente, pero sí que se considere que las habilidades que demostré tener como formador o profesor sean las mismas que se requiere para ser un dinamizador profesional o educador de un curso de enseñanza no formal.
Obviamente, esto me molestaba a mí especialmente por el hecho de que, en mis talleres de Poesía, en los de Creatividad, etc, soy un coordinador que me empeño en diferenciar de profesor o maestro. Y, porque sé lo importante de las palabras en la significación, no se me ocurre pensar que tengo que usar la misma manera de impartir la clase.
Entendiendo educación no formal como la segunda de las definiciones dadas en el enlace.
pienso que se habla de la educación en sí, pero no de las habilidades especiales que ha de tener un educador de enseñanza no formal y que no son en absoluto las mismas que las que ha de tener un educador de enseñanza formal.
Esto hace que, si hubiesen pensado bien el cambio, lo primero que tendrían que haber hecho en la empresa en cuestión es una nueva entrevista de trabajo para cualificar la capacidad de los actuales docentes para afrontar las exigencias de la nueva metodología.
Y aquí surge un primer problema: ¿es posible evaluar objetivamente las habilidades psicológicas y sociológicas requeribles en un docente de enseñanza no formal? ¿No se estaría, de algún modo, formalizando en el mismo momento del proceso de selección?
A partir de la convocatoria siguiente de los cursos de Informática, ya no enseñaré informática, sino apoyaré en el desarrollo de proyectos de grupos de personas que generarán un resultado presuntamente informático, ayudándoles a desarrollar las capacidades que puedan ir necesitando desarrollar. O sea, el ámbito educacional se abre hasta hacerse casi infinito y me supondrá una capacidad casi infinita de adaptación. Afortunadamente, llevo años haciéndolo en otro tipo de talleres y no creo que me suponga el más mínimo problema, aunque sé que es más (mucho más) exigente y procuraré no acarrear tareas como el seguimiento de los proyectos al ámbito no profesional, puesto que ni el sueldo ni el cargo lo exigen en lo más mínimo.
A partir de la siguiente convocatoria voy a ser un dinamizador de grupos que van a contar sus “Historias de vida”. Esto es tan ambiguo como imposible de acotar. Esto hace que también tenga más libertad (y la responsabilidad asociada) en las materias a impartir, hasta el punto de que me han regalado, sin darse cuenta, el famoso derecho de libertad de cátedra.
Creo que se están equivocando completamente, pero no me pagan para pensar la eficacia de las metodologías de enseñanza. Es más, estoy convencido de que esta empresa, después de dos o tres convocatorias, se verá obligada a acotar este papel tan libre del docente y fabricar un guión más o menos rígido que los profesores (perdón, dinamizadores) deban seguir día a día, sesión por sesión, como hasta ahora venía siendo hecho con los convencionales cursos de informática que se impartían.
Entre otras razones, porque la mayoría de los profesores que hasta ahora podían impartir los cursos que impartían (y me incluyo, pero sólo en parte) no tienen el perfil adecuado para las exigencias que les va a demandar la nueva metodología.
¿Qué necesita un formador para ser un buen educador de enseñanza no formal?
Para empezar: no saberlo. No saber. Es esencial que parta de la base de que lo que enseña ya no es lo que sabe, sino lo que puede que los alumnos puedan aprender, que ya no se trata de enseñar, sino de fomentar el autoconocimiento, el desarrollo personal, o, como traté recientemente en otro artículo dejar de creer que se puede hacer otra cosa que no sea la de dinamizar al colectivo para que sus individuos evolucionen según sus propias necesidades y confiar ciegamente en que saben lo que quieren aprender.
El coordinador de un grupo semejante, ha de entender que no existe una verdad única, que debe autocuestionarse constantemente puesto que no hay una forma fijada a la que atenerse y ha de consensuarse en función del correcto equilibrio entre enseñanza y aportación de condiciones para el autoaprendizaje,
Sus habilidades principales entran en relación con la característica de la libertad y su ejercicio en la educacional no formal: ha de ser capaz de gestionar grupos con flexibilidad, habilidad relacionada con un alto conocimiento de protocolos sociales del colectivo en el que se desarrolla la actividad, ha de ser capaz de ser inflexible con cortesía, sabiendo poner límites para no dejar que el exceso de libertad bloquee la capacidad de creación de los asistentes, ha de ser capaz de tener un vocabulario cuidadoso y preciso, que también ha de ser comprendido con precisión por los educados. Ha de tener una capacidad de empatía con quien no necesariamente comprende, saber respetar la expansión inevitable de los egos con los que trata. Ha de dispersarse en cierta medida pero no demasiado y esto es tan ambiguo y poco mensurable que es uno de los puntos críticos de la enseñanza no formal.
Me dejo muchas y, como dije, innumerables que no sé ni puedo saber. Cualquier habilidad, diría, en resumen, es útil para un buen educador no formal con capacidad (insustituible) de relacionar conceptos o inteligente funcional y creativamente. Para profundizar en este asunto, remito al libro de Jose M. Marina, “Teoría de la Inteligencia Creadora”.
Nos pueden hablar de que han de ser buenos comunicadores, buenos líderes, amables y firmes, pero no nos pueden contar cómo puede ser alguien un buen comunicador o un buen líder. Es demasiado subjetivo porque todas estas palabras (que siempre importan) son claramente poco definidas. Ni la comunicación es algo perfectamente delimitado (teniendo en cuenta que existe la verbal, la no verbal, la implícita, la explícita, y las por venir) ni el liderazgo, ni, mucho menos, ese pequeño apócope que es “buen”.
En resumidas cuentas: no se sabe qué hace falta para ser un buen pedagogo de educación no formal y esto es inherente al hecho de que, como no formal que es, no hay forma de saberlo.
Eso sí, dudo mucho que esta empresa haya pensado en esto. ¡Ay! Qué poco saben de estas cosas. Me da que no han hecho ni una sola vez la aparición por un curso de enseñanza no formal aquellos que han decidido cambiar la metodología repentinamente. Pero no me pagan por resolverles estas dudas.
Sé, y cada vez tengo más claro, que no sé enseñar.
Sé que la enseñanza no formal es una parte integrante esencial de la nueva forma de aprender. Que la enseñanza formal es demasiado rígida para las necesidades de infinidad de cosas (incluso puede que esta misma para la que me contratan) y que se adecúa poco a, por ejemplo, cualquier materia que diga ser o tener algo que ver con la contemporaneidad.
Pero hablar de la contemporaneidad es algo que tendré que dejar para otra ocasión, aunque cada día me tienta más la idea de preparar un pequeño seminario en el que aclarar conceptos de cuándo y porqué surge y en qué se caracteriza.

Hombro-codo

He pasado esta tarde por delante de la Unidad de Hombro y Codo de Madrid y no he podido evitar acordarme de que me duele el hombro derecho.
Y después he estado profundizando en esto de hombro-codo: A parte de tener sólo letras oes, no sé si con algún tipo de restricción médico-literaria al modo de Lipograma, o si era una restricción médico-espacial y me he preguntado si admitirían a alguien con trastorno en el omóplato. Quizá queda un poco desplazado de su centro de aplicación. Me he imaginado a alguien entrando con dolor en el antebrazo y siendo rechazado de la unidad por su inapropiada dolencia para el lugar.
Esto me ha recordado a cuando, objetor, haciendo el servicio civil en el puesto de Cruz Roja de Colmenar Viejo, no quise proporcionarle asistencia sanitaria (una aspirina) a una persona que venía a pedirla recomendándole que visitase el centro sanitario abierto correspondiente.
Me había negado a ser socorrista, objetando dentro de mi objeción, y realizar el examen fraudulento que a todos aprobaban sistemáticamente en las oficinas centrales. Pasé la prestación como técnico de radio, viendo (y no) cómo la mayor parte de las salidas las organizaban los voluntarios para entretenerse paseando y luciendo la ambulancia, intentando no llorar porque algunos de ellos tuviesen la estúpida costumbre de marcar los muertos encontrados en carretera con muescas en las suelas de sus botas.
Sin ser especialista médico o sanitario, no tenía autoridad para proporcionar medicamentos a nadie, así que hice lo que tenía que hacer, según los cánones, según la ley, según la estúpida ley que me obligaba a estar allí. A estar. Estuve.
Volvería a objetar. No acepto la violencia como solución de los conflictos, pero, sobre todo, no estoy dispuesto a aceptarla como solución de los conflictos de otro que, dentro de una jerarquía militar, puede considerar que se trata de un conflicto mío. Jamás agrediré a nadie a quien no quiera yo (y solo yo) hacerlo sin que pueda encontrar una sola razón para hacerlo ahora mismo. Y tener que objetar a algo así me parecía tan ridículo que me parecía objetable (y sigue pareciéndomelo) la propia objeción. Ahora, con ejército profesional e impuestos, quedaría la cuestión de si es razonable una objeción fiscal, una desobediencia civil al más puro estilo Thoreau.
Sin embargo, sí creo que son precisos y preciosos unos impuestos que hagan viable un modelo de estado social en el que la solidaridad sea bandera y no sé cómo vincularlo con el hecho de que la gestión de la hacienda pública no se está haciendo cómo a mí me gustaría. Quizá tan solo reclamo de vez en cuando, una votación de un partido político u otro en función de su comportamiento con respecto a su programa de asignación del presupuesto general del estado. Es limitado, pero ahora mismo, salvo esto y no marcar la casilla de la Iglesia, poco más puedo hacer. Y lo de la casilla de la iglesia es otro tema… porque…

Cada quien es cada cual

Y no pretendo que sea de otra manera. Me encanta que cada uno de mis alumnos tenga y mantenga su idiosincrasia, su estilo, su forma de leer y de escribir, su personalidad que les hace únicos por encima de cualquier intento de originalidad convencional.
Subscribo palabra por palabra, letra por letra, la frase siguiente:

Yo no enseño a mis alumnos, sólo les proporciono las condiciones en que puedan aprender.
Albert Einstein.

Y no podía ser de otro modo: esa frase es de un científico. En mis talleres prima la idea del experimento, del ensayo y error, o ensayo y ensayo, más bien. Me encanta cuando, después, evolucionan y me doy cuenta de que tienen poco de mí, tan sólo el reconocimiento de esas condiciones proporcionadas.
A veces resulta extraño apartarse para que puedan encontrarse a sí mismos, a veces caería en la tentación de darles mi interpretación de quienes son para ayudarles a encontrarse, pero acabarían por encontrar una ficción, mía, pero ficción. A veces es difícil estar intentando no estar, pero sin dejar de estar. Ser un lugar y no un faro, ser, tan sólo, una puerta a un espacio, una transición, un lugar de tránsito… quizá es por eso que sueño que me dejan, que me abandonan, que siguen su camino y yo me quedo atrás, sirviendo de puerta a otros y otras que vendrán. Son sueños algo desasosegantes, pero supongo que inevitables. Quizá esos sueños son síntomas de otras cosas… seguro. Pero es tan cansado eso de la interpretación de los sueños…
De momento, me quedo con la belleza, concisión y sugerencia de esa frase de Einstein.

Abandonado

He visto este paraguas que se encontraba como yo, agotado, exhausto, abandonado…
Yo no estoy abandonado!!!
Pero me siento tan cansado… será que he dormido mal, que mi garganta me ha hecho toser sin parar, que la salud se resquebraja por mil sitios y empiezo a tener la maldita sensación de estar envejeciendo mal.
Hoy una de mis mejores amigas, mi querida María, marie, cumple años. Tenía muchas ganas de ir. Tenía muchas ganas de ir aunque fuese sólo a darle un abrazo. Un abrazo que le recuerde que es una de las personas más importantes de mi vida. ¡Ay! ¿quién lo iba a decir? Y no me siento con fuerzas para ir y no acabar lamentándolo mañana.
Según escribía el artículo esta mañana, me daba cuenta de lo mucho que quiero establecer un grupo de debates sobre historia, filosofía, ciencias sociales varias, humanidades, podríamos decir, y siempre que pienso en esto me acuerdo de María. Ella estaría siempre en este grupo. Es una de esas personas cuya opinión me importa y, sobre todo, su capacidad de argumentación. Adoro conversar con ella y resolver esos irresolubles problemas del mundo.
Y ahora me tengo que ir…
pero no a su cumpleaños…
vaya.

El secreto del éxito

La ONU alerta del consumo excesivo de analgésicos en los países industrializados.
Y me pregunto si no es momento de saber cuál es la verdadera enfermedad de las sociedades industrializadas. Aunque habría que matizar que no son sólo las industrializadas, sino aquellas en las que la riqueza es tan elevada que estar a esa altura puede ser difícil.
¿No será que van por ahí los tiros?
El problema es el éxito.
En una civilización en la competencia ha llegado a todos los ámbitos de la vida, no queda más alternativa que ser el mejor, siempre el mejor, como me decía mi padre, incluso aunque seas ladrón, sé el mejor ladrón. Y claro, pasa lo que pasa, que tenemos que doparnos, tranquilizarnos tras el dopaje o el exceso de velocidad (sin irónica mención a los 110 km/h), o para olvidar, o relajarnos artificialmente, en un entorno en el que hemos aceptado que todo es artificial.
La siesta… me acuerdo del libro de Helena que voy a presentar en breve…
Y me voy a trabajar.
Me tomo algo para que no me moleste la garganta hoy que está mal,
la ignoro,
vivo casi como si mi cuerpo fuese prescindible,
vivo por encima de mis posibilidades físicas,
ignoro que existen límites o pienso que están ahí para otros
porque yo lo puedo todo
y si necesito ayuda…
lidocaína o alguna otra cosa
que termine en ina.
Ya no ismos, ahora inas.
Pero el fin sigue siendo no parar
de avanzar en una carrera cuyo final no existe
porque la muerte se niega con lujuria.
Viviremos siempre
y siempre jóvenes
porque lo contrario sólo le ocurre
a los fracasados.
ay… tengo que tomar otra pastilla
que me recuerde que tengo corazón.

O, si no, a Terapia.

Epojé

El poeta, si no es un poeta de verdad, tiene que repetirse sin descanso “no sé”
Wislawa Szymborska
(Discurso de recepción del premio Nobel de Literatura)

Con todo mi respeto para la gran poeta polaca, me pregunto:
¿Ella como sabe lo que ha de repetirse el poeta?

Yo, por mi parte, tan sólo me pregunto ¿soy un poeta de verdad? ¿soy de verdad? ¿soy? ¿?

No soy fotógrafo

Ayer no escribí mi entrada en este blog. En parte porque estuve haciendo fotos de Tango a Carmen con su pareja actual, Robert. No creo que salieran muy bien. Es más, tengo la sensación de que les hice perder el tiempo haciéndoles creer que tengo capacidad para hacer algo como eso.
Comencé por hacerle fotos a Carmen sola, pero no sabía muy bien qué sugerirle para obtener los mejores resultados. Sí sé que le indiqué que por favor se estuviese quieta, yo me movería por el espacio alrededor de ella buscando mirar de maneras diferentes a algo que se mantenía estático.
Obtuve algunos buenos detalles, pero poco más. Tampoco tenía una buena cámara, ni una buena iluminación, ni una modelo profesional. La sala era bastante neutra, con mi querido fondo de telón negro, que tan suculentos resultados da habitualmente.
Tarde llegó Robert.
Seguí haciéndoles fotos proponiéndoles posturas, abrazos, vestuario. Pero por la tarde vi las fotos. La mayoría de ellas están mal. La inmensa mayoría. Quemadas. Queda patente mi desconocimiento de la técnica fotográfica mínima para no hacer perder a la gente el tiempo pensando que van a obtenerse resultados dignos.
Yo creía que podía, creía que iban a aprovecharse un promedio del 5% de las fotos realizadas. Salvo las de detalles, apenas son aprovechables el 1%. Quizá manipulándolas, editando los originales y reduciendo los brillos… o sea que perdiendo más tiempo mío y, quizá, algo del suyo puedo conseguir llegar al 3% de fotos dignas. Hice más de 400 fotos. Quizá puedan obtener 10 fotos útiles.
No sé porqué me meto en camisas de once varas. Frase, entre otras cosas, tan divertida!

Matemáticas es el lenguaje en el que se expresa el universo

Hoy le he dicho a una alumna de clases particulares de la ESO esta expresión y la he atribuido equivocadamente a Einstein. Ya me extrañaba. Es una paráfrasis de una cita de Galileo Galilei que dice, completa:

El Universo está escrito en el lenguaje de las matemáticas y sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin las cuales es humanamente imposible entender una sola de sus palabras. Sin ese lenguaje, navegamos en un oscuro laberinto.

Y luego me quedé pensando que habría que corregirla un poco, tan sólo un poco, quizá matizando qué entendemos por Universo, pero al mismo tiempo qué entendemos por Lenguaje y, por último, qué son las Matemáticas.
Este Universo del que habla Galileo es poco menos que un mecano más o menos montado por un desconocido demiurgo y que no nos habla, pero que sí podemos intentar leer o decodificar. Pero aquí aparece otro factor a tener en cuenta: somos nosotros quienes lo necesitamos entender o traducir. El universo no necesita ser traducido ni entendido por nosotros. ¿O sí? Pero puede que el universo sea una entelequia que hemos construido con el lenguaje de las matemáticas. De ahí que esté escrito en ese idioma. Es más, si no tuviésemos las matemáticas, cabría cuestionarse en qué lenguaje funcionaría nuestra mente.
Lenguaje y matemáticas son dos de mis aficiones, afectos, a los que dedico y he dedicado mi vida. Con ellos quiero aprehender el universo, el uni-verso, el poema… y con esto llegamos al quit de la question.
La Poesía la entiendo como una extensión de las matemáticas que permiten no solo explicar el universo, sino construirlo. Universos poéticos en los que el lenguaje pueda desarrollarse hasta ser libre absolutamente, feliz, sin fronteras, sin trabas, incluyendo todo lo que existe y lo que puede existir alguna vez, en las mentes, en los espíritus, en las almas, más allá de las físicas, las químicas, expandiendo las exactas para abarcar la inexactitud, la lógica no bi-evaluada, la lógica ilógica, la lógica del amor, de la pasión, del odio, de la vida no genética, de la vida más allá de la materia, la energía y otros conceptos físicos más o menos definidos con lo limitado de unas matemáticas que no han incluido aún los números poéticos.
Para mí, la Poesía y los números poéticos vendrán a ser algo así como la inclusión de los números reales en el más grande conjunto de números complejos que incluyen una bonita parte imaginaria. ¡Qué bellos números! Ya los Reales incluyeron racionales e irracionales.
Ha llegado la hora de incluir todo número en la Poesía, en el conjunto denso de los números Poéticos, incluir los Complejos y los sentidos, los números no expresables en dígitos, dando una tercera dimensión al conjunto para poder representarlos. Pero una dimensión no lineal, una dimensión ilusoria, imaginara, fantástica, que permita tener infinitos infinitos de infinitos.

El 3 es un poema.
El 3.12 es un poema.
El √(3.12) es un poema.
El 3 + √(-1) es un poema.
El A – i + 3.12 es un poema.
El √Amor – 3.12 es un poema.
Tu y yo. Somos sendos poemas.
El Universo… ahora sí, es mi poema favorito.

Esto no es una broma