Un email con Celia

El otro día, escribí un artículo sobre la gratuidad y el arte que me recordó a diversas personas con quienes quise compartirlo. No quería compartirlo en FaceBook, porque, como dice el propio artículo, es demasiado patio de vecinos y acaba siendo agotador comentarlo, defenderlo, debatirlo… es una asamblea interminable.

Entones le envíe un email a aquellas personas a quienes consideré que podía interesarles:
Mi amigo y corresponsal vasco Juan Carlos Etxebarria, la periodista de arte Celia Valenciano, la bailarina de danza contemporánea Simona Ferrar, el performer y organizador de eventos artísticos Paco Nogales, el coordinador de la Asociación cultural Círculo Ágora (por alusiones) y, obviamente, a mi amada Carmen por todo lo que le tocaba.

> El 31/05/11 15:07, «Giusseppe Domínguez» escribió:
>
>> https://giusseppe.net/blog/archivo/2011/05/31/sobre-la-gratuidad-y-el-amor-
>> al-arte/
>>
>> Porque cuando lo escribí me acordé de ti.
>> Giusseppe

Varios me han respondido diversas cosas, pero casi todos ellos están de acuerdo en lo esencial: la insostenibilidad de la actual situación.

La respuesta de Celia, en la misma línea, ha generado una mía:

El 02/06/11 20:22, Celia Valenciano Bono escribió:
> Hola Giuppe! ¿qué tal estás? Espero que muuuy bien. Al fin tuve tiempo
> para leer bien tu texto y sí es una pena contemplar como la cultura y, en
> concreto algunas manifestaciones, parece que la gente no les da ningún
> valor si no van asociadas a un nombre popular y conocido, pero yo sigo
> pensando que hay que seguir ahí y apostar por lo que te gusta y te hace
> feliz, aunque lo ideal sería que eso te reportara un beneficio económico,
> al menos para cubrir gastos. Espero que granito a granito la cosa vaya
> mejorando 🙂
>
> Muchas gracias:-)
>
> Un beso gordo!
>
> Celia

Y ahí va la mía, animándola a seguir con lo que creo que es el mejor camino para ella y para mí y para todos:

Me alegra que te gustase el texto. Sí, creo que son tiempos complejos para la cultura, pero también que hay que espabilar en lo que respecta a formas de vida/trabajo distintas de las habituales. Hay herramientas nuevas y hay que aprender a usarlas. Por eso me encanta lo que estás haciendo en PuntaFinaNews. Espero que sigas con ello como hasta ahora y que organices un servicio de subscripción a bajo coste que envíe, por ejemplo, artículos a uno diario o semanal con digests mensuales… me encantaría poder pagar por ello para que mantengas la calidad que hasta ahora caracteriza tu página.

Si puedo ayudar en la parte técnica para ver la manera de hacerlo, lo haré encantado. Será algo que me aportará experiencia para una forma de financiación de generadores de contenidos que pronto se debe extender…

Hay ha sido elegida la primera mujer para dirigir el New York Times en 160 años y una de las primeras medidas que va a tomar es la de hacer que exista un servicio de subscripción a su periódico para que no todo lo que ofrecen sea gratuito. Esto hay que implementarlo con mucho cuidado, puesto que hay muchas otras fuentes de información en Internet gratuitas, y debe aportar algo que justifique su no gratuidad. Es una exigencia más que razonable, y estar a la altura de ella es un reto para el nuevo periodismo.

Seguro que vas a saber hacerlo. Quiero aprender de lo que vas haciendo. Me encanta. Y, además, eres feliz haciéndolo, como debe ser: no hay que renunciar a la ilusión de trabajar disfrutando, la alienación es una consecuencia de una decisión personal.

Un abrazo grande y afectuoso,
Giusseppe

Entre el miedo y la bruma

Late mi corazón
desesperado
galopando

despacio
muy despacio

en un intento
desesperado
de calmarse.

Hoy visito al cirujano del aparato digestivo
que siempre sostiene que me estoy curando
desde hace casi un año
y
no
me
curo.

Hoy a las 12:20 tengo consulta
que siempre es puntual y diligente
para decirme si debo seguir más
tratamientos
o dejar que la naturaleza
haga el resto.

Hoy es otro día
desesperado
por no poder controlar
todo en mi vida
creyendo que se puede
que debería poder
que soy distinto
o que la vida debe ser perfecta
o no ser.

Hoy llevaré mi alma en la mano
para pedirle que sea muy concreto
porque no me valen sus frases optimistas
ni su aliento ambiguo en mi memoria.

Late mi corazón
desesperado
desde la planta de mis pies
a mi nariz
desde la uña de mano izquierda
al manguito rotador
de mi hombro diestro.

Soy todo corazón
(desesperado)
en espera de noticias
terminales.

Sobre la gratuidad y el amor al arte

Ya he escrito otras veces sobre la gratuidad en un artículo sobre contenido en internet, sobre software de código abierto, sobre espectáculos y muestras, e incluso en uno dedicado a la ley de oferta y demanda y su relación con la ley Sinde.

Por supuesto, no es un tema que piense por primera vez. Es más, casi diría que es una de mis obsesiones permanentes, si es que una obsesión puede ser de otro modo.

En mi proyecto Lejanías, incluí un texto específicamente dedicado al tema de la financiación, que procedo a citar completo aquí, para contextualizar lo que voy a decir.

Financiación

Lo he hecho por vicio, por puro vicio onanista. Podría decir que por necesidad o por capricho. Lo he hecho porque quise y de la manera que quise. Jamás pensé en reducir costes o en justificar gastos. Nunca pensé en su repercusión ni en su posible utilidad pública o social. Me llevó el tiempo que quise o el que le pude ir dedicando.

En algún momento me sugirieron hablar con el departamento de marketing de RENFE para contar con la compañia como patrocinadora, pero de alguna manera me resultaba contrario al sentido del proyecto: En primer lugar, no son los CERCANIAS los que nos mantienen cerca (ni lejos), así que el nombre y la referencia era sólo casual, aunque origina el proyecto; en segundo lugar, en varias estaciones tuve problemas de acceso para fotografiar e, incluso, escribir, sin autorización. Ahora, terminado el trabajo, no la quiero.

¿Por qué su gratuidad? ¿Es Lejanías un manifiesto en contra de la retribución del trabajo artístico o poético? Definitivamente, no. Contesto subscribiendo la frase de Isidoro Valcárcel Medina: El arte es una acción personal, que puede valer como ejemplo pero nunca tener un valor ejemplar.

Esto no es óbice para que me resulte interesante plantear una reflexión acerca de la subsistencia de los poetas y de su trabajo, que no veo mejor resuelto, hoy día, que en tiempos de Maiakovski. Parecemos abocados a vivir de la caridad institucional, de mecenazgos más o menos razonables (en ocasiones disacordes con la naturaleza misma del proyecto en cuestión) o a la autofinanciación más absoluta, lo que equivale a la desprofesionalización completa del artista o poeta.

Sé lo que es trabajar gratis, hacer donaciones a la sociedad del trabajo personal, como cuando la semana pasada organicé un Seminario sobre maquetación y autoedición, como cuando mes a mes coordino encuentros de lectura, recitales, etc…

Desde la Asociación Cultural Clave 53 estuvimos lanzando muestras gratuitas desde el 2002, dedicadas a la divulgación de la Danza, el Tango, la Poesía, la Performance, el Cine, el Teatro… con una acogida variable.

En ocasiones era difícil convocar, incluso siendo gratuito, a un número de gente interesado en el tema; en primer lugar, difícil conseguir que algunos profesionales ofreciesen su trabajo de manera gratuita, aunque nosotros ofrecíamos nuestro trabajo de coordinación, junto con el espacio (y su alquiler no gratuito) y toda la logística que fuese menester.

En otras ocasiones, como las prácticas de Tango, nos acabó ocurriendo algo divertido: la gente nos pidió pagar. Los asistentes se sentían incómodos ante la generosidad y el cuidado que poníamos en hacer que funcionase y acabaron por pedirnos que, al menos, pusiésemos un bote donde depositar, de alguna forma, su agradecimiento material.

Todo esto vaya por delante para decir que sé de qué hablo cuando hablo de gratuidad.

Por no hablar de las veces que he realizado performances y participado en recitales de manera no remunerada, e incluso en alguna ocasión, con un alto coste económico, como cuando hice la acción en Helsinki que requirió que el desplazamiento y manutención corriesen de mi parte.

He llegado a hacer cursos de Desarrollo de la Creatividad y Poéticas Objetuales gratuitamente, como cuando participé en el Encuentro de Piedralaves, del Círculo Agora. Tan gratis que me costó dinero. Y ya no puedo seguir participando en estas condiciones.

Y, seguramente, seguiré participando y promoviendo muchas de las acciones que hago de manera gratuita, filantrópica, quizá en un intento poco articulado de modificar el comportamiento social con respecto al hecho de intercambio de materias, productos o servicios mediante la retribución directa de dinero.

Claro que creo que otro mundo es posible, pero no exigible y aquí el meollo del artículo después de un laudo exagerado a mi generosidad.

El otro día, a Carmen le reprocharon que convocase en Facebook el evento que realiza desde hace casi 8 años de una práctica de Tango cada último fin de semana de mes por el hecho de que no fuese gratuito, mientras que, en otro lugar pero a esas mismas horas aproximadamente, un colectivo estaba promoviendo un evento similar pero gratuito.

Facebook implica que no puedes dejar de explicarlo, de explicar tu posición al respecto de todo lo que promuevas o divulgues, para evitar el riesgo de que quien lee tu muro sospeche que eres de los que lanza piedras y escondes la mano. Hay que defenderse de los desacuerdos, lidiar con la comunidad en un peligroso estado de vigilancia de tus opiniones por miles de personas con quien te unen distintos tipos de vínculos. Esta es la razón principal por la que no quise realizar este diario en esa plataforma (y su carácter privado es otra de las razones, pero esto es otra historia).

Así que Carmen hubo de contestar, también en alusión a otras cuestiones, como el hecho de evitar solapamientos entre convocatorias de similares características o la dedicación que los profesionales del sector del Tango han de dedicar a labores de divulgación siempre gratuitas.

Y entonces, yo ya un poco cabreado, me preguntaba si aquel que estaba haciendo las recriminaciones a Carmen trabajaba gratuitamente para divulgarse o para fomentar o estimular el crecimiento de la actividad a la que se dedica. Me consta que le dedica tiempo de esfuerzo y dedicación al Tango, pero no deja de ser una afición, algo a lo que se dedica en el tiempo libre y con los recursos que le deja su profesión, aquello de lo cual ingresará, seguramente, una nómina.

Por otro lado, como gestor que fui de un local en Madrid, sé los costes asociados a tener algo abierto en esta ciudad y lo poco que se agradece, la simpleza con la que, desde la mirada de los aficionados, se tiende a exigir más y más servicios a menores precios, incluso, a sugerir que debería ser todo gratis. Y no puede ser.

No es posible mantener un local, ni tampoco una dedicación plena a actividades artísticas o culturales (ni de ningún tipo), de manera gratuita. Como no es posible hacer cine o música gratuita de manera permanente, ni software gratuito y sostenible…

Se puede hacer todo gratis si existe un soporte económico que sustente este esfuerzo, ya sea mediante el trabajo remunerado en otras áreas para realizar este de manera gratuita o tener una renta más o menos nobiliaria que exima de la necesidad de recibir una compensación económica, o que esta renta sea un salario pseudo-funcionarial que sea pagado en concepto de subvenciones (provenientes de la administración pública o entidades privadas). Pero todos estos casos, especialmente los dos primeros, son acercamientos no profesionales al trabajo artístico o cultural. Algo que, sorprendentemente, jamás se plantearía para un vendedor de colchones, por poner un ejemplo.

En cuanto al software, que me fascina que se esté desarrollando fuera de las empresas más o menos especuladoras y monopolizadoras, hay una tendencia creciente a extender el modelo de donación, lo que yo llamo mecenazgo democrático. Cada vez son más los desarrolladores de pequeños paquetes de software que tienen en sus páginas un botón que admite micropagos mediante PayPal. (Yo plagié esta idea para el modelo de financiación de Lejanías y tuve pocos, muy pocos, ingresos, seguramente en breve añadiré esta opción también en este diario/blog).

He pagado por programas gratuitos para gestionar mi envío de correo electrónico a horas específicas, he pagado a Wikipedia para que pueda seguir existiendo, a Wikileaks, he pagado la suscripción Premium de Spotify varios meses, también Megaupload, incluso no necesitándolo, he pagado por algunos pequeños paquetes de software como plantillas para OpenOffice, etc… siempre según mis escasas posibilidades, pero siempre creyendo que es algo que debería extenderse como costumbre, porque forma parte del respeto al trabajo, el reconocimiento a la labor de la que puedo aprovecharme y que deseo que continúe existiendo. Forma parte del planteamiento de un consumidor responsable que debe asumir que sus actos tienen consecuencias: si paga, si aporta una retribución económica a un proyecto que tiene unos costes, este podrá ser mantenido en un futuro (porque, como él, otros también lo harán).

He intentado, incluso, pagar a cadenas de producción norteamericanas por la adquisición online de mis series preferidas, encontrándome con la negativa a aceptar el pago porque provenía de una IP española. He intentado contratar alguna película online española en portales que presumen de tener una buena filmoteca para su disfrute por streaming, pero nunca han tenido la película que andaba buscando. (Responsables de las distribuidoras de cine español y productoras asociadas, pónganse las pilas… que los tiempos han cambiado).

Si en el cine online, la cosa está en pañales, la música está bien resuelta por streaming, por proveedores como Spotify o iTunes (y sus tiendas) o por otros que llevaban más tiempo haciéndolo, como las emisoras de radio, algunas de las cuales han aprovechado formidablemente las posibilidades de Internet (con last.fm a la cabeza).

Pero cuando se plantea cobrar una performance, surgen problemas. Quizá su origen contra-mercantil sea su fosa, esa voluntad de acabar con los abusos que se llevaban a cabo (y se llevan) en el mercado del arte, sea algo que, llevado al extremo, intente convencer de que ha de ser siempre gratis… y no es posible. El lugar en el que se hace tiene un coste que nadie cuestiona que ha de pagarse, el tiempo que se le dedica a planificar, montar y realizar la acción es profesional, en muchos casos, y ha de tener una remuneración si queremos que sea sostenible. La cuestión será cómo realizar esta valoración que le asigne un precio (justo) ¿por horas? ¿por litros de sangre vertida? ¿por lágrimas derramadas o risas? ¿por simpatía, por emoción, por intensidad?… Se abre un difícil debate que intentaré tener en otro momento.

Y a esto sumamos el asunto de la competencia mal entendida, como solapamiento de actividades de similar sesgo. Pero es tan ridículo entrar en esto…

Que existan más de una actividad al mismo tiempo en un ámbito geográfico, lo único que significa es que hay más de una propuesta a la que unirse y ésto es tan interesante, tan sugerente que, aquel que solicite el intento por no solaparse es que no tiene muchas propuestas que hacer.

Amén de que nunca está claro cual de las diversas propuestas debe ser la sacrificada ni que criterio elegir para privilegiar una sobre otra: se habla de que hay que anteponer a las gratuitas y yo digo que no. Al menos, no solo por eso. Que su gratuidad es un interesante estímulo, pero no el único, que hay muchos más factores a tener en cuenta y que los piensa aquel que ha desarrollado o viene desarrollando su actividad en un sector que difícilmente se mantiene dentro de la profesionalidad, como es la gestión cultural.

Por ejemplo, volviendo a la discusión pública de Carmen en FB, si ella dejase de hacer su práctica, podría ocurrir que, después de un tiempo, quien mantiene el local en el que ella realiza su convocatoria no siguiese interesado en las propuestas tangueras por no aportarle un dinero que necesita para funcionar (en el modelo económico actual). Pasado ese tiempo, ese espacio sería un espacio menos a lo largo del año, además de que Carmen misma podría dejar de trabajar gratis (no saca un dinero que justifique su esfuerzo) en la divulgación del Tango entre sus alumnos y otros que están comenzando en el mundo del Tango. Flaco favor para el Tango en Madrid.

¿Por qué criterio o convocatoria decantarse?

Para mí es evidente que por apoyar todas las propuestas que se hagan, que tampoco son tantas para una ciudad como Madrid. Competir, en caso de que tenga que ser usada esta palabra, con otras acciones más pasivas o menos desarrolladoras de la creatividad y la convivencia del respeto a la cultura como es el ver acontecimientos deportivos en televisión o atontecimientos similares.

No hay nada como la efervescencia de propuestas similares para estimular un sector del mercado. Esto es algo que saben perfectamente los bares en Madrid, que tienden a estar cerca porque es más atractiva una zona llena de bares que un bar aislado. Las tiendas de ropa, las tiendas de bricolaje y otros múltiples ejemplos.

Pero siempre quedará quien piense en pequeño, quien no se dé cuenta de lo que cuesta trabajar (de trabajo) en un sector como este de la cultura (que se ha de hacer, parece, por amor al arte), quien se conforme con la gente que ya existe y no sienta que, para transformar los intereses de la sociedad hay que ver la gente que puede llegar a existir, no la que existe.

Y, esta lacra, además, se permiten el lujo de (desde sus humildes opiniones, eso sí) indicarle a los profesionales lo que deben hacer, quizá sin haberse parado demasiado a pensar en lo que realmente hacen ya. (No es el caso de quien mantuvo esta discusión con Carmen y que me ha servido de excusa para esta larguísima entrada en el blog de hoy. Vaya para él todo mi cariño y reconocimiento).

Lo que sí es evidente es que debe haber un debate (que me consta que existe en distintos sectores) sobre la gratuidad y la cultura como sector sostenible. Especialmente importante en época de crisis (no sé si el sector, pero sí su modo de financiación y sostenibilidad).

Nombre-Hombre

Esta mañana, escuchando los desayunos de la 1, algo bastante patético, por otro lado, me daba cuenta de que a Jose Luis Rodríguez Zapatero se le llama Zapatero, a Alfredo Pérez Rubalcaba se le llama Rubalcaba y a Carme Chacón se la llama Chacón, a Mariano Rajoy se le llama Rajoy. Es obvio que es porque la sencillez del primer apellido de los primeros (Rodríguez o Pérez) no haría muy identificable de quien se está hablando.

Me resulta interesante pensar porqué entonces, a Patxi López se le deja el apellido, aunque siempre se usa también el Patxi. Claro, es la forma más sencilla de decir que, dentro de ser claramente español (López, hijo de Lope), no deja de reconocerse vasco (Patxi, por Francisco Javier López Álvarez).

Mi nombre de carnet de identidad, por decirlo así, es Jose Manuel Domínguez Sabaté. Jose por mi abuelo paterno y Manuel por mi abuela materna. Es decir, soy un refrito de falta de originalidad familiar, sumado a un primer apellido tan vulgar (en el mejor sentido de la palabra) como Domínguez, hijo de Domingo.

Domínguez es un apellido patronímico el sufijo -ez significa hijo de Domingo. Al tratarse de un nombre propio muy común debido a la devoción a diversos santos, como Santo Domingo de Guzmán, fundador de los dominicos o Santo Domingo de Silos, no existe un origen común y existen múltiples ramas.

Es evidente que esto de los apellidos contiene toda una historia de la que a veces queremos librarnos.

Yo vendría a ser un hijo de Domingo, nieto de José y, también, de Manuela. Pero, sin embargo, Sabaté, ese segundo apellido no es tan convencional como lo demás y, aparentemente, no es patronímico.

¿Por qué, entonces, no asumí como nombre Giusseppe Sabaté?

La historia de cómo me empezaron a llamar Giusseppe es siempre preguntada y muchas veces no sé si me apetece contestarla con un simple: yo lo elegí. Así que ahí va:

Todo empezó allá por mis tiernos 19 añitos, hace más de 24 años. Yo salía con una muchacha a la que no dejaré de querer nunca que se llamaba Marta (tentado estuve de escribir Carmen, qué cosas), con la que mantuve una larga y feliz relación durante siete años. Ella, de familia numerosa, tenía 7 hermanos y hermanas, el menor de los cuales, se llamaba Alberto.

Alberto y Marta y sus amigos me hicieron asiduo de Alcobendas, donde entonces vivían. En aquella pandilla recuerdo que éramos varias parejas más o menos estables y algunos personajes un poco más, digamos, outsiders. Alberto tenía una novia llamada Cristina, estaban Jose y una chica cuyo nombre no recuerdo, Marta y yo y Raquelt y Queralt.

Como se puede observar, éramos dos en un grupo con tres chicos los que nos llamábamos Jose, y Queralt tuvo la genial idea o la sutil broma de comenzar a llamarme Josep, con un marcado acento catalán. Poco a poco, antes de tener los 20 años, ya me llamaban todos giusseppe.

Entonces a mí me era indiferente el tema del nombre y no le di mayor importancia que la de que sirviera para distinguirme de un (otro) Jose.

Pero el tiempo pasó y acabamos separándonos, Marta y yo, y Queralt y Raquelt y los demás. Queralt se fue a vivir a Alicante y yo comencé a salir con Raquelt. Fueron unos extraños tiempos en los que nuestra relación se aposentó sobre un delirio tras otro, negándonos la sencillez de la felicidad. Ninguno de los dos estábamos preparados y prefiero no entrar en detalles (quizá otro día). También acabé rompiendo con R, por una pasión algo incontrolada que sentía por Patricia… pero esto es otra historia.

Definitivamente, rompí con casi todo aquel grupo salvo para encuentros casuales o acordados para mantener un contacto cada vez más artificial.

Y en un momento en el que lo que necesitaba era romper, acabé por romper, incluso, con mi familia, con el resto de amistades, con todo lo que pudiera ser y me fui a vivir a Australia.

Y en poco tiempo regresé.

Pasados unos meses (yo buscando trabajo en EEUU, en Irlanda, en UK…) recibí una llamada de Beatriz, la hermana pequeña de Raquelt, con quien alguna ocasión había flirteado. Me pedía que volviéramos a vernos, que retomáramos el contacto, que siguiéramos siendo amigos a pesar de que ya no quisiese, por su bien, ver a su hermana. Y eso hicimos.

Para Beatriz yo era, simple y llanamente, giusseppe.

Y me animó, maravilla de las maravillas, a que me apuntase a Teatro, en un grupo en el que, según sus palabras, había 18 mujeres y sólo 2 hombres. No dudé mucho en apuntarme, aunque el primer día recuerdo mirando los ojos azules-violetas de mi amiga Ruth, que pensé: «Pero si yo estoy aquí para ligar, ¿por qué me está gustando tanto esto de jugar a actuar?». Y me acabé olvidando de que a lo que había ido era a otra cosa.

Ya para todos mis nuevos amigos, yo era, simple y llanamente, giusseppe.

Jose (Eugenio Vicente Torres), el profesor de Teatro a quien tanto debo que nunca podré pagarle, me presentó a mi amiga del alma, mi querida Sylvia, a Aída, a Elena, a Rafa… para quienes yo seguía siendo, simple y llanamente, giusseppe.

Incluso, Sylvia llegó a fabricar el primer recorte, la modificación natural del nombre (artificial), que fue giuppe. Aún me llama así.

Y esa parte de mi vida, ese entorno, siguió creciendo mientras los demás mermaban. Cada vez eran más para quienes yo era, simplemente, giusseppe.

Y fui giusseppe para mí por primera vez cuando, animado por Jose, me decidí a registrar mi primer libro de poemas. Una vieja recopilación de poesía adolescente, titulado, finalmente, El SinSentido de la Vida. Y lo firmé como, simplemente, giusseppe.

Elegí una minúscula intencionada y carente de apellido, simbólicas de mi humildad (pretendida) y mi creación ex-nihilo: giusseppe, sin más.

Pero poco a poco fue abriéndose una inevitable confrontación entre Jose Manuel Domínguez Sabaté y giusseppe. El primero era al que le correspondía el lado analítico, científico, tecnológico, de la vida, mientras que al segundo le tocaba el lado sintético, creativo, artístico. El primero estrechaba manos, el segundo abrazaba. El primero era serio, el segundo era irreverente. El primero era maduro y pragmático, el segundo era adolescente y utópico idealista. El primero era contenido, el segundo era desbarrado. El primero tenía trabajo en unas importantes empresas, el segundo consideraba importantes empresas aquello en lo que deseaba trabajar.

Hasta que, poco a poco, se fueron haciendo amigos. Y en el nombre tenía que quedar algo de ambos, en el nuevo nombre: Giusseppe Domínguez

Quedó el gusto por las mayúsculas de los adultos, el apellido que marcaba parte de mi origen que, de esta manera, reconocía, pero quedó la elección personal de un nombre procedente de una amistad, que servía para distinguirme que contenía una pequeña trampa barroca como era el tener 2 eses y 2 pes.

¿Pero por qué no Sabaté?

Giusseppe ya es bastante característico, como para elegir además el minoritario Sabaté para que lo acompañe. Se trataba de que para reconocerme no me llamasen Sabaté, sino Giusseppe.

Y parece que lo voy consiguiendo.

A parte de algunos familiares, reticentes a llamarme Giusseppe, aunque ya se les escapa alguna vez un Giuppe, como a Carmen que siempre me llama así, cuando no otras cosas más cariñosas que no voy a repetir en este espacio, ya nadie me llama Jose. Ah, sí, algunos de mis alumnos; cuando tiene que haber un contrato de por medio, acaban llamándome Jose porque es lo que ven en los papeles. Me gusta dejar salir a pasear esa parte de mí, de cuando en cuando, pero ya están tintados ambos el uno del otro: ese Jose viste como giusseppe y a ese giusseppe no le avergüenza reconocer que le encantan los ordenadores.

Poco a poco, voy logrando ser sólo una persona, variada, casi federal por dentro, pero una única persona.
Y me encanta.

Adoro ser Giusseppe Domínguez, adoro construirme, no ya de la nada, pero sí a cada mañana, aunque algunos días resulte cansado.

Giusseppe aclarando cosas….

Ya he votado

Creía que habría más
gente
pero estaba yo
solo
delante de la funcionaria
de correos
que se congratulaba de que no hubiera
nadie
no sé si se congratulaba de que no hubiera
nadie votando
o simplemente
de no trabajar.
Así que voté.
No sé si servirá para algo
pero voté.

Quizá me acostumbre a votar de esta manera.

Mi hermana

He de reconocer que he tenido una relación con mi hermana algo basada en el resentimiento. He estado resentido con ella durante años porque en la infancia y adolescencia no solo no sentí apoyo por su parte, sino que sentí que era mi enemigo natural. Desee su muerte varias veces, pero parece que el destino tenía reservado otro futuro.

Después de que naciese mi sobrino, mi querido David, ella pasó a ser, hace más de 13 años, la madre de mi sobrino y, desde ahí, poco a poco, fui intentando olvidar lo malo y reconstruir una relación inexistente en el mejor de los casos. Con el paso del tiempo me doy cuenta de que ahora ya es más cercana, es la hija de mis padres, con los que también me he encontrado (con el paso del tiempo) en un lugar afectivo, familiar, pero elegido, al menos, por mi parte.

Un día me dijo que no escribía nada sobre ella y la verdad es que pensé que era preferible no hacerlo porque no creía tener nada bueno que decir de ella. Pero me va sorprendiendo con los acontecimientos y con su generosidad, su entrega, su sentido del humor, va logrando lo que siempre conseguía con otros que le perdonaban su histerismo, va logrando ganarse mi afecto, mi cariño, casi como si tuviésemos un relación directa. Algún día puede que llegue a ser mi hermana.

Ahora y cada vez más está pasando a ocupar el lugar central de mi familia sanguínea, mis padres se apoyan en ella porque siempre está dispuesta a ayudar, siempre está para lo que necesiten, no como yo que siento que estoy borrado en una distancia que sé que es sana para ambos pero bastante cómoda para mí. Mantengo las distancias de colmenar a madrid como les dije una vez: jamás viviría en Colmenar Viejo mientras viváis allí. No es nada personal… y lo es completamente. Se trata de que opino que padres y otros seres de la misma especie deben estar a la distancia que exija un golpe de voluntad para encontrarse. Lo siento así y me congratula que nos vamos encontrando. No por casualidad les dediqué el proyecto más ambicioso sobre el que he trabajado hasta ahora en mi vida: Lejanías.

¿Llegará el día en que le dedique a mi hermana un texto, un relatillo, un poemita?
Seguro que sí, pero de momento, vaya para ella este cordial pensamiento.

Hoy es el cumpleaños de mi amada

Y no tengo un regalo para darle.

No he pensado en ella en varias semanas
solo pienso en mí
en mis afecciones de salud
en mis depresiones por mis afecciones de salud
en la vida que llevo por culpa de mis depresiones por mis afecciones de salud
en que a veces terminaría con la vida que llevo por culpa de mis depresiones por mis afecciones de salud
en lo deprimente que es pensar que a veces terminaría con la vida que llevo por culpa de mis depresiones por mis afecciones de salud
y, ocasionalmente, en ella.

No he pensado en ella para
que no se preocupe por lo deprimente que es pensar que a veces terminaría con la vida que llevo por culpa de mis depresiones por mis afecciones de salud
que no se preocupe por pensar que a veces terminaría con la vida que llevo por culpa de mis depresiones por mis afecciones de salud
que no se preocupe por culpa de mis depresiones por mis afecciones de salud
que no se preocupe por mis afecciones de salud
que no se preocupe por mí.

La amo
hoy
como hace ya más de 140 meses y 3 días.
La amo
mucho
y lo importante:
la amo
bien.

Debería bastarme para ser feliz.

Me operan esta tarde

Sólo puedo pensar en cómo cagaré mañana
en cómo llevaré el postoperatorio
en cómo estaré la semana que viene
y la siguiente
y la siguiente a la siguiente
y no puedo creer pero quiero creer
que estaré bien, que esto será un recuerdo,
un mal recuerdo
y que haré un tachón en el 2011 como cuando se quiere olvidar algo
mal escrito
en la línea de mi vida
en este poema inacabado
al que no sé qué palabra
última
ponerle.

Unidad del Dolor

el miércoles estuve en la Unidad del Dolor
me estuvieron haciendo pruebas
para ver si podía ser operado
anestesiado
y qué hacer
en caso de una necesaria
reanimación cardio-pulmonar

yo no paraba de pensar en qué es eso de la
unidad del dolor
si era una unidad de medida
que pudiera determinar objetivamente
cuánto duele algo
y no acababa de entender la dimensión medida
no sabía si medía masas
volúmenes
longitudes
áreas
tiempos
potencias
energías
o qué

pero sí que sabía que me dolía
en la unidad del dolor
me dolía
me dolía
y no podía casi estar sentado
y quería que se terminara
y que me anestesiasen durante un par de meses o un par de años
y que me dejasen morir en paz
en la unidad
del dolor

¿habrá una unidad del placer?

Esto no es una broma