No me lee nadie

Esto tiene parte del encanto de lo que andaba buscando. No me gusta la excesiva publicidad que dan las redes sociales a un mensaje que, en ocasiones, está pensado para ser digerido con calma, con sosiego, con ganas.
Hace tiempo Google se comió Internet después de su batalla con MicroSoft por controlar o dominar la red. Ahora le está tocando el turno a FaceBook. Me duele ver cómo la gente confunde y confundía Internet con una minúscula parte de ella, con un único servicio.
Buscan en Google una dirección que conocen. Microsoft apostó (y sigue) por un modelo que no va a ninguna parte: sus programas de oficina y sus sistemas operativos serán del pasado en unos pocos años, pronto la gente tendrá como página principal de sus navegadores a FaceBook (otra empresa privada queriendo capitanear una nave pública) y lo que no esté en FaceBook no está “conectado”.
Ni siquiera muchos parecen saber que Internet y Web no son en absoluto sinónimos. Internet es una red (basada en un determinado protocolo de asignación de direcciones). Web es un protocolo que sustenta aplicaciones (HTTP). (Ay, mis queridas capas del modelo TCP/IP) Pero como a muchos no les importan las palabras, se producen confusiones. Está bien, no es necesario ser preciso… salvo si vas a legislar, claro.
Volviendo al tema, casi nadie está leyendo este blog porque no le he dado publicidad y quizá también porque quiero que sea más un libro que un blog. No es casualidad que esté tecleando estas entradas antes en un programa de edición de textos y luego copiando y pegando en el formulario correspondiente de la gestión del blog. Lo que, entre otras cosas, me permite una revisión adicional ortográfica, gramatical, de contenido. Este cuaderno de bitácora, antes que bitácora es cuaderno. Y como tal quiero que se lea con calma, con dedicación, con atención a las palabras. Y es que hay muchas palabras, pero así es… soy escritor, no soy publicista, ni hacedor de imágenes. Y no voy a disculparme por ello. Lo más grave que puede ocurrir es que, dada la nueva manera de procesar información, mucho más visual, me quede obsoleto. No importa mucho. Pero quiero seguir defendiendo mi sector. ¿No es lo que hacen los hacedores de objetos conteniendo películas o música?
Esta falta de atención de los demás es importante, es necesaria para gestar algo con independencia, con libertad de palabra, sin tener que preocuparse por la corrección política, sin tener que ocuparse en responder a conocidos en exceso. Es un poco como lo de apagar el teléfono o el telefonillo para poder trabajar en casa. Es difícil concentrarse atendiendo todas las interrupciones de la vida social. Esto lo sabe cualquier empresa que procura tener a sus trabajadores en un lugar más o menos aislado del mundo exterior. Pero ¿cómo se hace cuando se trabaja en casa? Y más aún, ¿cómo se hace en una red que presume de ser Social?
De momento, me vale con recordar que Internet es una red, que hay muchas más cosas que FaceBook o similares (que uso, no estoy criticándolo) en la misma que pueden sernos útiles para fomentar la creación y la publicación sin un exceso de publicidad (carácter público).
Me alegra haber apostado por este formato de blog incrustado en mi propia web, alojado en mi propio espacio de hosting. Es una forma discreta, pero pública, carente de publicidad mientras no quiera dársela y con un grado máximo de personalización estética, facilitando, al mismo tiempo, una interfaz sencilla para introducir textos diariamente sin tener que editar páginas web. Seguiré haciéndolo. Me está gustando.

Los bombardeos de correo electrónico

Cada cierto tiempo nos toca (a Carmen o a mí) enviar mensajes publicitando nuestros cursos, monográficos o algunos eventos que consideramos interesantes. Es la parte más pesada de mi trabajo en esto de la divulgación de la poesía en talleres de enseñanza no formal. Me gusta esto de lo de enseñanza no formal. Parece dar una buena descripción a lo que son: algo que ocurre dependiendo de las circunstancias, de la gente que acude a ellos, de los vaivenes de la vida, no aferrados a un programa rígido preestablecido. Sin embargo, con el paso del tiempo, voy estableciendo una especie de estructura más y más fija, más y más predecible y noto que es algo que agradecen los asistentes. Siento que se apoyan en esta idea de que lo conocido es seguro.
Y me acuerdo de la crisis internacional financiera de los países conocidos y que, por ello y sólo por ello, nos parecen más seguros. Nos forjamos falsas ideas de seguridad para no tener que estar protegiéndonos constantemente, para poder relajarnos, para poder olvidar la fragilidad de la vida, la proximidad inevitable de la muerte.
Pero ahí está. Y todo se nos viene abajo cuando empiezan a surgir a nuestro alrededor palabras como Cáncer, Metástasis, Colonoscopia, Diverticulitis, Infartos, Alzheimer, Párkingson, vejez.
Tengo la curiosa teoría de que las etapas de la vida se corresponden con lo de tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor… de manera que a lo largo de la primera etapa se prioriza el amor, después, la edad adulta, da prioridad al dinero, a la posición social, a la seguridad económica y, por último, se empieza a dar importancia a la salud.
No es que las otras no estén presentes en otras fases de la vida o que este esquema tenga unas reglas válidas para todos por igual, pero sí recuerdo que cuando tenía 14 años no se me ocurría hablar de hipotecas, créditos, planes de pensiones, seguros de responsabilidad civil, por no hablar de lo inmensamente lejano que me parecía la posibilidad de morir de una muerte (salvo la autoinfligida), de la jubilación. Ni siquiera la muerte de mis padres era algo que estuviera en mi horizonte. Con esa tranquilidad que da la ignorancia, la falsa seguridad, vivía pensando sólo en amor y amor y desamor y tristeza por no ser amado por nadie… en soledad, en aislamientos, en amistades que no tenía, que envidiaba tener.
Pasé por la etapa del dinero con paso rápido, como si no fuese conmigo. Quizá porque llegué tarde y mal a ella. Porque sin una adolescencia bien desarrollada tenía que volver a hablar de amor, amor, amor… y me hice poeta.
Nada peor para madurar que la poesía. Te mantiene en un absurdo estado de infantilismo, inmadurez, que te obliga a no creer en la realidad del sentido común. No es común ser poeta. No es razonable ni sensato. No es adulto. De ahí que los poetas sean principalmente jóvenes o ancianos. De ahí que los poetas sean amados por jóvenes o ancianos.
Pero ahora veo que ese paso, ese correr por encima de la etapa del dinero, de la madurez, de la sensatez, del equilibrio, me está llevando demasiado rápido a una etapa para la que no estoy preparado. Vengo de la infancia a la vejez sin detenerme a pensar en la seguridad, en la solvencia, en la estabilidad. Me caía porque no había aprendido a caminar y ahora me caigo porque no me sostengo.
Cuando era joven decía de mí que era un viejo antes de tiempo. Quizá por esa añorada fase de la adolescencia escamoteada. Ahora siento que me acerco a la vejez sin haber crecido, ingenuo aún, a pesar de la presunta experiencia, naïf, idealista, un poco idiota.
¿Qué me está pasando?
Me voy a jubilar a los 200 años. No tengo ni idea de si tengo derecho a cobrar ningún tipo de subsidio, vivo al margen de una economía que se supone que es la del sistema en el que estoy inmerso, quiera o no, lo cambie o no. Sigo necesitando que alguien hable con mi director de la Caixa (que es mi primo) para que me devuelva unas comisiones mal cobradas, soy incapaz de ir al médico sin sentir casi la necesidad de una madre a mi lado. Es ñoño, pero es cierto.
Y, lo peor de todo, sigo sin encajar en mi entorno. Todo a mi alrededor cambia, evoluciona, crece, no a saltos sino de manera gradual, madurando como frutos al sol suave del otoño. Yo doy saltos. Y en ellos no acabo de soltarme de la adolescencia, de esa que no tuve y en la que, curiosamente, me estanqué. Me aferro a la idea de la libertad absoluta, hasta el punto de confundirla con el control, el falso control, obvio, pero el que me sigue haciendo decir rotundamente que prefiero morir de pie a vivir arrodillado. Y la inclinación que viene a continuación es la de la senilidad, la de las enfermedades, la del declive orgánico del cuerpo.
Ahora ya se ha enviado la primera tanda de correos electrónicos. A lo largo de la mañana irán saliendo otros tantos. Quiero poner en marcha el curso de Poesía Objetual, porque es algo que quiero compartir: la ilusión que supuso para mí descubrir la posibilidad de expresión que hay a mi alrededor, la posibilidad de jugar con la realidad al juego serio de la poesía. Construir la realidad con la mirada, reconstruirla para que, finalmente, pueda encajar en ella. ¡Qué iluso!

La Sexta Hora

Es el título de un libro de Helena Fernández-Cavada. Me la presentó una amiga para ver si podía ayudarla con la presentación, en Madrid, de su libro. Un libro artista de dibujo, aunque ha terminado por revelarse un poema, más que un libro de imágenes… claro que, puede ser que un libro de poemas también sea un libro de imágenes… pero esa es otra cuestión, incluso podría pensar en si los signos no son también imágenes. ¿Me estará influyendo mi propio monográfico de iniciación a la Poesía China?
Helena es una artista mexicana a quien apenas conozco y, sin embargo, me ofrecí a ayudarla. ¿Por qué?
El sábado 12 de febrero tengo la presentación de la primera novela de mi querido Chema Vega. Participo también como presentador. Le escribí el prólogo. ¿Por qué?
Bueno, en el caso de Chema, habitual alumno y exalumno de mis talleres de escritura, podría contestar que quizá me beneficia su crecimiento, que me nutre, que me retroalimenta, por decirlo así.
También estoy metido en la puesta en pie de la obra El Aumento, de George Perec, con varios de mis alumnos de un monográfico que organicé sobre OuLIPO. ¿Por qué?
No sé, la verdad es que no tengo ni idea de porqué es tan fácil que me apunte a cosas que no suelen ser remuneradas y que, en ocasiones, tan sólo me aportan un mínimo de prestigio. Podría vincularme con espacios o iniciativas como las que hace La Piscifactoría que coordinan eventos de gran envergadura en FNAC y sitios parecidos, podría dedicarme más focalmente a prepararme un material vendible, hacer que mis cursos fuesen competitivos, atractivos para el gran público, o buscar un público para ellos. Debería, quizá, olvidarme de tantas causas y generosos actos. Debería pensar más en mí.
Pero siento que pienso en mí cuando accedo a escribir el prólogo de Chema, cuando accedo a presentar la obra de Helena, cuando me lanzo a coordinar o dirigir el texto de Perec. Siento que crezco cuando hago esto. Y siento que es un crecimiento sincero, quizá pequeño, crecimiento pequeñín, casi imperceptible, pero seguro, desenfocado, disperso, pero crecimiento. Algo, por dentro, me dice que lo que hago mola. Sí, después de tantas palabras, es así de simple el tema: lo que hago, mola.
He disfrutado con el libro que me ha regalado Helena. Ha sido un gran placer y me siento honrado de haber sido elegido. Ah! Ahora no soy yo el que hace favores: me ha hecho el favor de permitirme ayudarla.
Disfruté ayer el ensayo de las lecturas de Perec. A veces me impaciento, a veces me pongo nervioso porque siento que no se lo toman en serio, como yo… y me olvido que no hay porqué tomárselo “en serio”. Se trata de disfrutar, de dejarse llevar, de hacer que el mundo sea un lugar mejor, sintiendo que el mundo es un buen lugar.
Sí, vivo algo disperso, pero se corresponde con mi forma de aprehender el mundo. Vivo disperso como el mundo. Vivo disperso porque sin dispersión, me resultaría aburrido vivir. Vivo disperso porque me interesan demasiadas cosas y otras que aún no conozco. Vivo disperso porque forma parte de mí, de mi mente, de mi idiosincrasia, de mi carácter. Vivo disperso y, al mismo tiempo, siento que ahí, justo ahí, decidí hace muchos años poner mi foco. Quizá, poco a poco, lo estoy consiguiendo.

Fisura Anal

En Agosto estuve con mi amada en Malta, país curioso donde los haya, pero que disfrutamos de una forma un tanto desagradable: al primer día presentamos síntomas de un cólico o algo similar. Fuimos a un médico que estaba en el trasfondo de una farmacia y nos diagnosticó gastroenteritis. Tres días en cama y sin ganas de. Tres días en cama visitando el baño cada 2 horas. Muy desagradable. El medicamento que nos recetó era un fuerte astringente que pretendía evitar la deshidratación.
Y llegamos a Madrid, casi sin haber disfrutado de Malta, salvo, afortunadamente, de la maravillosa compañía, que siempre es lo mejor en cualquiera de los viajes que realizamos juntos.
Y el medicamento seguía haciendo efecto, hasta el punto de que la primera vez que en Madrid acudí al baño a defecar sufrí unos dolores desgarradores. Dolores que perduraron unos días y que entendí como normales. Pero el tiempo pasó.
Llegó septiembre y Carmen se fue a Buenos Aires, como cada cierto tiempo, requiere y busca nuevas formas de impartir sus clases, es algo que admiro especialmente de ella, su interés por seguir creciendo como persona, como bailarina, como profesora…
Mi culo seguía molestándome. Poco a poco fue doliéndome de una forma más profunda, casi interna. Pero el miedo, mi hipocondría, hizo que tuviera ganas de esperar al regreso de mi amor. Diría que sentía que quizá su presencia me sanaría, pero no fue así. Regresó y seguía doliéndome.
Primer médico: siempre que puedo en la Seguridad Social, porque he de reconocer que soy de los que opinan que tanto la medicina como la educación deberían ser públicos en exclusiva. Me dijo que presentaba síntomas de unas hemorroides, también llamadas almorranas, palabra que me resulta sumamente desagradable. Hemorroide es algo más… ¿científico? No sé, pero me gusta más. Así que me contenté pensando que era algo extendido, que tenía más gente (mal de muchos…) y que, en el peor de los casos, tenía una intervención posible. Pero, para estar seguros, me pidió que volviese al cabo de un mes. Y volví, claro, siempre hago caso a mis médicos. Y el problema seguía y no parecía haber mejorado, así que me recomendó visitar a un especialista del aparato digestivo por si se trataba de algún problema más interno.
Segundo médico: el especialista. Tras una observación minuciosa, me dijo que tenía una fisura anal. ¡Se me ha roto el culo! Y que tenía que seguir un tratamiento de supositorios durante 3 semanas. Claro, siempre hago caso a mis médicos. Seguí el tratamiento pero no se acabó de cerrar la fisura. Este señor, además, indagando en los antecedentes familiares (las herencias genéticas) descubrió que mi abuelo había padecido cáncer de colon, así que me recomendó una colonoscopia. Además de ser dolorosa, una colonoscopia resulta una intervención parcialmente invasiva y he decidido no hacérmela de momento, pues tengo aún ciertos dolores que me hacen pensar que pueda la fisura haber resistido a la cicatrización.
Pero lo peor es que pienso que quizá me he equivocado, que quizá tendría que ir a realizarme la prueba y descartar posibles problemas más internos. Me da miedo afrontar que puedo tener cáncer, me da mucho miedo afrontarlo porque estoy seguro de que no quiero vivir de esa manera, con tratamientos duros, con una calidad de vida mermada, con dolor alrededor, con compasiones, incluso autocompasión. No quiero vivir de esa manera y no lo haría. ¿Me mataría? Bufff… pensarlo me hace temblar, me hace latir el párpado sin que pueda evitarlo, los músculos del muslo palpitan en cuanto relajo la pierna. No quiero pensarlo y no puedo evitar pensarlo. Mi pensamiento está como encerrado en un bucle absurdo del que la única salida es la muerte o el olvido. Olvidarme es la solución si todo va curándose de manera definitiva y morir puede ser la otra salida del bucle. Morir por voluntad propia o no tan propia. Pero bueno, morir es algo inevitable, ¿no? Alguna vez afirmé que era inmortal y puede que aún lo crea a veces, si pienso que el mundo es una concepción subjetiva, una especie de creación mental, con mi mente apagada se acaba el mundo y, sin mundo, no hay muerte.
Estoy muy asustado. Es un miedo infantil. Un miedo absurdo. Un miedo paralizante. Aplazo comenzar proyectos, aplazo encuentros, aplazo hasta citas con amigos que suelen ser amigas. Aplazo tantas cosas que tengo una sensación de haber dejado mi vida en stand-by.
Quizá eso es lo que más me gusta de haber comenzado este blog, la sensación de que salgo, de alguna manera, de ese estado de bloqueo ridículo, de parálisis injustificada, irracional, aunque ya sé que eso es comprensible, que entra dentro de la naturaleza humana, incluso animal, el tener miedo, el sentir pavor ante la idea de la muerte. ¿Acaso quiero ser un espíritu puro? ¿un ser sin cuerpo, sin las ataduras físicas del mismo? Hablé un día con una amiga a la que quiero mucho sobre esa sensación tan curiosa que es no pensar en que se tienen órganos dentro de la piel. Se sabe, sabemos, que están ahí, pero los ignoro como si no fuesen míos, los hago sufrir y los someto a mi voluntad (cerebral) y luego, claro, ellos protestan (digo ellos porque no son yo, son otros, son ajenos, por muy dentro de mí que parezcan estar). Especialmente el ano. Ese lugar por el que se expulsan las heces: mierda, mierda, mierda… y sigo teniendo miedo.
El ano, el culo… y sé que tiene terminaciones nerviosas que, incluso, pueden proporcionar placer, pero jamás, jamás, he sido capaz de imaginarlo de manera placentera, siempre como un lugar olvidable, ignorable, oscuro (sin chistes), un lugar ignominioso, sucio, feo… no quiero hablar de mi culo, no quiero comentar nada y menos aún de manera pública sobre mi culo, sobre mis almorranas que ya son otra cosa y puede que luego sean otra cosa. No quiero mencionarlo, no quiero… y es el asunto principal de mi cerebro desde hace casi medio año: lo ocupa como un hipopótamo en una plaza de garaje.
Fisura anal: ¿qué poema le dedicaría?

Tengo una fisura en el ano
desde hace tiempo
y mi mente
piensa sin cesar en ella
y mi mente
no me deja pensar en otra cosa
y mi mente
se atasca
me obliga a visitar médicos, hospitales, reposos, tratamientos…
y mi mente
hace latir mis músculos
nervios
tendones
y esas cosas que hacen que el cuerpo
sea un chisme físico
tridimensional, por lo menos, tridimensional
y mi mente
hace que mis conversaciones giren alrededor de un agujero
que no planifique sin recordar mi ano
que no viva con la intensidad que considero mínima
que no viva olvidando el dolor
el dolor de vivir
el dolor de ser
el dolor
y duela
el miedo
el angustioso miedo a morir
a matarme
a matar
a dejar de amar
a dejar de querer vivir
a no poder olvidar
una maldita
fisura
anal.

Esto no es una broma