Hombro-codo

He pasado esta tarde por delante de la Unidad de Hombro y Codo de Madrid y no he podido evitar acordarme de que me duele el hombro derecho.
Y después he estado profundizando en esto de hombro-codo: A parte de tener sólo letras oes, no sé si con algún tipo de restricción médico-literaria al modo de Lipograma, o si era una restricción médico-espacial y me he preguntado si admitirían a alguien con trastorno en el omóplato. Quizá queda un poco desplazado de su centro de aplicación. Me he imaginado a alguien entrando con dolor en el antebrazo y siendo rechazado de la unidad por su inapropiada dolencia para el lugar.
Esto me ha recordado a cuando, objetor, haciendo el servicio civil en el puesto de Cruz Roja de Colmenar Viejo, no quise proporcionarle asistencia sanitaria (una aspirina) a una persona que venía a pedirla recomendándole que visitase el centro sanitario abierto correspondiente.
Me había negado a ser socorrista, objetando dentro de mi objeción, y realizar el examen fraudulento que a todos aprobaban sistemáticamente en las oficinas centrales. Pasé la prestación como técnico de radio, viendo (y no) cómo la mayor parte de las salidas las organizaban los voluntarios para entretenerse paseando y luciendo la ambulancia, intentando no llorar porque algunos de ellos tuviesen la estúpida costumbre de marcar los muertos encontrados en carretera con muescas en las suelas de sus botas.
Sin ser especialista médico o sanitario, no tenía autoridad para proporcionar medicamentos a nadie, así que hice lo que tenía que hacer, según los cánones, según la ley, según la estúpida ley que me obligaba a estar allí. A estar. Estuve.
Volvería a objetar. No acepto la violencia como solución de los conflictos, pero, sobre todo, no estoy dispuesto a aceptarla como solución de los conflictos de otro que, dentro de una jerarquía militar, puede considerar que se trata de un conflicto mío. Jamás agrediré a nadie a quien no quiera yo (y solo yo) hacerlo sin que pueda encontrar una sola razón para hacerlo ahora mismo. Y tener que objetar a algo así me parecía tan ridículo que me parecía objetable (y sigue pareciéndomelo) la propia objeción. Ahora, con ejército profesional e impuestos, quedaría la cuestión de si es razonable una objeción fiscal, una desobediencia civil al más puro estilo Thoreau.
Sin embargo, sí creo que son precisos y preciosos unos impuestos que hagan viable un modelo de estado social en el que la solidaridad sea bandera y no sé cómo vincularlo con el hecho de que la gestión de la hacienda pública no se está haciendo cómo a mí me gustaría. Quizá tan solo reclamo de vez en cuando, una votación de un partido político u otro en función de su comportamiento con respecto a su programa de asignación del presupuesto general del estado. Es limitado, pero ahora mismo, salvo esto y no marcar la casilla de la Iglesia, poco más puedo hacer. Y lo de la casilla de la iglesia es otro tema… porque…

Cada quien es cada cual

Y no pretendo que sea de otra manera. Me encanta que cada uno de mis alumnos tenga y mantenga su idiosincrasia, su estilo, su forma de leer y de escribir, su personalidad que les hace únicos por encima de cualquier intento de originalidad convencional.
Subscribo palabra por palabra, letra por letra, la frase siguiente:

Yo no enseño a mis alumnos, sólo les proporciono las condiciones en que puedan aprender.
Albert Einstein.

Y no podía ser de otro modo: esa frase es de un científico. En mis talleres prima la idea del experimento, del ensayo y error, o ensayo y ensayo, más bien. Me encanta cuando, después, evolucionan y me doy cuenta de que tienen poco de mí, tan sólo el reconocimiento de esas condiciones proporcionadas.
A veces resulta extraño apartarse para que puedan encontrarse a sí mismos, a veces caería en la tentación de darles mi interpretación de quienes son para ayudarles a encontrarse, pero acabarían por encontrar una ficción, mía, pero ficción. A veces es difícil estar intentando no estar, pero sin dejar de estar. Ser un lugar y no un faro, ser, tan sólo, una puerta a un espacio, una transición, un lugar de tránsito… quizá es por eso que sueño que me dejan, que me abandonan, que siguen su camino y yo me quedo atrás, sirviendo de puerta a otros y otras que vendrán. Son sueños algo desasosegantes, pero supongo que inevitables. Quizá esos sueños son síntomas de otras cosas… seguro. Pero es tan cansado eso de la interpretación de los sueños…
De momento, me quedo con la belleza, concisión y sugerencia de esa frase de Einstein.

Abandonado

He visto este paraguas que se encontraba como yo, agotado, exhausto, abandonado…
Yo no estoy abandonado!!!
Pero me siento tan cansado… será que he dormido mal, que mi garganta me ha hecho toser sin parar, que la salud se resquebraja por mil sitios y empiezo a tener la maldita sensación de estar envejeciendo mal.
Hoy una de mis mejores amigas, mi querida María, marie, cumple años. Tenía muchas ganas de ir. Tenía muchas ganas de ir aunque fuese sólo a darle un abrazo. Un abrazo que le recuerde que es una de las personas más importantes de mi vida. ¡Ay! ¿quién lo iba a decir? Y no me siento con fuerzas para ir y no acabar lamentándolo mañana.
Según escribía el artículo esta mañana, me daba cuenta de lo mucho que quiero establecer un grupo de debates sobre historia, filosofía, ciencias sociales varias, humanidades, podríamos decir, y siempre que pienso en esto me acuerdo de María. Ella estaría siempre en este grupo. Es una de esas personas cuya opinión me importa y, sobre todo, su capacidad de argumentación. Adoro conversar con ella y resolver esos irresolubles problemas del mundo.
Y ahora me tengo que ir…
pero no a su cumpleaños…
vaya.

El secreto del éxito

La ONU alerta del consumo excesivo de analgésicos en los países industrializados.
Y me pregunto si no es momento de saber cuál es la verdadera enfermedad de las sociedades industrializadas. Aunque habría que matizar que no son sólo las industrializadas, sino aquellas en las que la riqueza es tan elevada que estar a esa altura puede ser difícil.
¿No será que van por ahí los tiros?
El problema es el éxito.
En una civilización en la competencia ha llegado a todos los ámbitos de la vida, no queda más alternativa que ser el mejor, siempre el mejor, como me decía mi padre, incluso aunque seas ladrón, sé el mejor ladrón. Y claro, pasa lo que pasa, que tenemos que doparnos, tranquilizarnos tras el dopaje o el exceso de velocidad (sin irónica mención a los 110 km/h), o para olvidar, o relajarnos artificialmente, en un entorno en el que hemos aceptado que todo es artificial.
La siesta… me acuerdo del libro de Helena que voy a presentar en breve…
Y me voy a trabajar.
Me tomo algo para que no me moleste la garganta hoy que está mal,
la ignoro,
vivo casi como si mi cuerpo fuese prescindible,
vivo por encima de mis posibilidades físicas,
ignoro que existen límites o pienso que están ahí para otros
porque yo lo puedo todo
y si necesito ayuda…
lidocaína o alguna otra cosa
que termine en ina.
Ya no ismos, ahora inas.
Pero el fin sigue siendo no parar
de avanzar en una carrera cuyo final no existe
porque la muerte se niega con lujuria.
Viviremos siempre
y siempre jóvenes
porque lo contrario sólo le ocurre
a los fracasados.
ay… tengo que tomar otra pastilla
que me recuerde que tengo corazón.

O, si no, a Terapia.

Epojé

El poeta, si no es un poeta de verdad, tiene que repetirse sin descanso “no sé”
Wislawa Szymborska
(Discurso de recepción del premio Nobel de Literatura)

Con todo mi respeto para la gran poeta polaca, me pregunto:
¿Ella como sabe lo que ha de repetirse el poeta?

Yo, por mi parte, tan sólo me pregunto ¿soy un poeta de verdad? ¿soy de verdad? ¿soy? ¿?

No soy fotógrafo

Ayer no escribí mi entrada en este blog. En parte porque estuve haciendo fotos de Tango a Carmen con su pareja actual, Robert. No creo que salieran muy bien. Es más, tengo la sensación de que les hice perder el tiempo haciéndoles creer que tengo capacidad para hacer algo como eso.
Comencé por hacerle fotos a Carmen sola, pero no sabía muy bien qué sugerirle para obtener los mejores resultados. Sí sé que le indiqué que por favor se estuviese quieta, yo me movería por el espacio alrededor de ella buscando mirar de maneras diferentes a algo que se mantenía estático.
Obtuve algunos buenos detalles, pero poco más. Tampoco tenía una buena cámara, ni una buena iluminación, ni una modelo profesional. La sala era bastante neutra, con mi querido fondo de telón negro, que tan suculentos resultados da habitualmente.
Tarde llegó Robert.
Seguí haciéndoles fotos proponiéndoles posturas, abrazos, vestuario. Pero por la tarde vi las fotos. La mayoría de ellas están mal. La inmensa mayoría. Quemadas. Queda patente mi desconocimiento de la técnica fotográfica mínima para no hacer perder a la gente el tiempo pensando que van a obtenerse resultados dignos.
Yo creía que podía, creía que iban a aprovecharse un promedio del 5% de las fotos realizadas. Salvo las de detalles, apenas son aprovechables el 1%. Quizá manipulándolas, editando los originales y reduciendo los brillos… o sea que perdiendo más tiempo mío y, quizá, algo del suyo puedo conseguir llegar al 3% de fotos dignas. Hice más de 400 fotos. Quizá puedan obtener 10 fotos útiles.
No sé porqué me meto en camisas de once varas. Frase, entre otras cosas, tan divertida!

Matemáticas es el lenguaje en el que se expresa el universo

Hoy le he dicho a una alumna de clases particulares de la ESO esta expresión y la he atribuido equivocadamente a Einstein. Ya me extrañaba. Es una paráfrasis de una cita de Galileo Galilei que dice, completa:

El Universo está escrito en el lenguaje de las matemáticas y sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin las cuales es humanamente imposible entender una sola de sus palabras. Sin ese lenguaje, navegamos en un oscuro laberinto.

Y luego me quedé pensando que habría que corregirla un poco, tan sólo un poco, quizá matizando qué entendemos por Universo, pero al mismo tiempo qué entendemos por Lenguaje y, por último, qué son las Matemáticas.
Este Universo del que habla Galileo es poco menos que un mecano más o menos montado por un desconocido demiurgo y que no nos habla, pero que sí podemos intentar leer o decodificar. Pero aquí aparece otro factor a tener en cuenta: somos nosotros quienes lo necesitamos entender o traducir. El universo no necesita ser traducido ni entendido por nosotros. ¿O sí? Pero puede que el universo sea una entelequia que hemos construido con el lenguaje de las matemáticas. De ahí que esté escrito en ese idioma. Es más, si no tuviésemos las matemáticas, cabría cuestionarse en qué lenguaje funcionaría nuestra mente.
Lenguaje y matemáticas son dos de mis aficiones, afectos, a los que dedico y he dedicado mi vida. Con ellos quiero aprehender el universo, el uni-verso, el poema… y con esto llegamos al quit de la question.
La Poesía la entiendo como una extensión de las matemáticas que permiten no solo explicar el universo, sino construirlo. Universos poéticos en los que el lenguaje pueda desarrollarse hasta ser libre absolutamente, feliz, sin fronteras, sin trabas, incluyendo todo lo que existe y lo que puede existir alguna vez, en las mentes, en los espíritus, en las almas, más allá de las físicas, las químicas, expandiendo las exactas para abarcar la inexactitud, la lógica no bi-evaluada, la lógica ilógica, la lógica del amor, de la pasión, del odio, de la vida no genética, de la vida más allá de la materia, la energía y otros conceptos físicos más o menos definidos con lo limitado de unas matemáticas que no han incluido aún los números poéticos.
Para mí, la Poesía y los números poéticos vendrán a ser algo así como la inclusión de los números reales en el más grande conjunto de números complejos que incluyen una bonita parte imaginaria. ¡Qué bellos números! Ya los Reales incluyeron racionales e irracionales.
Ha llegado la hora de incluir todo número en la Poesía, en el conjunto denso de los números Poéticos, incluir los Complejos y los sentidos, los números no expresables en dígitos, dando una tercera dimensión al conjunto para poder representarlos. Pero una dimensión no lineal, una dimensión ilusoria, imaginara, fantástica, que permita tener infinitos infinitos de infinitos.

El 3 es un poema.
El 3.12 es un poema.
El √(3.12) es un poema.
El 3 + √(-1) es un poema.
El A – i + 3.12 es un poema.
El √Amor – 3.12 es un poema.
Tu y yo. Somos sendos poemas.
El Universo… ahora sí, es mi poema favorito.

No me lee nadie

Esto tiene parte del encanto de lo que andaba buscando. No me gusta la excesiva publicidad que dan las redes sociales a un mensaje que, en ocasiones, está pensado para ser digerido con calma, con sosiego, con ganas.
Hace tiempo Google se comió Internet después de su batalla con MicroSoft por controlar o dominar la red. Ahora le está tocando el turno a FaceBook. Me duele ver cómo la gente confunde y confundía Internet con una minúscula parte de ella, con un único servicio.
Buscan en Google una dirección que conocen. Microsoft apostó (y sigue) por un modelo que no va a ninguna parte: sus programas de oficina y sus sistemas operativos serán del pasado en unos pocos años, pronto la gente tendrá como página principal de sus navegadores a FaceBook (otra empresa privada queriendo capitanear una nave pública) y lo que no esté en FaceBook no está “conectado”.
Ni siquiera muchos parecen saber que Internet y Web no son en absoluto sinónimos. Internet es una red (basada en un determinado protocolo de asignación de direcciones). Web es un protocolo que sustenta aplicaciones (HTTP). (Ay, mis queridas capas del modelo TCP/IP) Pero como a muchos no les importan las palabras, se producen confusiones. Está bien, no es necesario ser preciso… salvo si vas a legislar, claro.
Volviendo al tema, casi nadie está leyendo este blog porque no le he dado publicidad y quizá también porque quiero que sea más un libro que un blog. No es casualidad que esté tecleando estas entradas antes en un programa de edición de textos y luego copiando y pegando en el formulario correspondiente de la gestión del blog. Lo que, entre otras cosas, me permite una revisión adicional ortográfica, gramatical, de contenido. Este cuaderno de bitácora, antes que bitácora es cuaderno. Y como tal quiero que se lea con calma, con dedicación, con atención a las palabras. Y es que hay muchas palabras, pero así es… soy escritor, no soy publicista, ni hacedor de imágenes. Y no voy a disculparme por ello. Lo más grave que puede ocurrir es que, dada la nueva manera de procesar información, mucho más visual, me quede obsoleto. No importa mucho. Pero quiero seguir defendiendo mi sector. ¿No es lo que hacen los hacedores de objetos conteniendo películas o música?
Esta falta de atención de los demás es importante, es necesaria para gestar algo con independencia, con libertad de palabra, sin tener que preocuparse por la corrección política, sin tener que ocuparse en responder a conocidos en exceso. Es un poco como lo de apagar el teléfono o el telefonillo para poder trabajar en casa. Es difícil concentrarse atendiendo todas las interrupciones de la vida social. Esto lo sabe cualquier empresa que procura tener a sus trabajadores en un lugar más o menos aislado del mundo exterior. Pero ¿cómo se hace cuando se trabaja en casa? Y más aún, ¿cómo se hace en una red que presume de ser Social?
De momento, me vale con recordar que Internet es una red, que hay muchas más cosas que FaceBook o similares (que uso, no estoy criticándolo) en la misma que pueden sernos útiles para fomentar la creación y la publicación sin un exceso de publicidad (carácter público).
Me alegra haber apostado por este formato de blog incrustado en mi propia web, alojado en mi propio espacio de hosting. Es una forma discreta, pero pública, carente de publicidad mientras no quiera dársela y con un grado máximo de personalización estética, facilitando, al mismo tiempo, una interfaz sencilla para introducir textos diariamente sin tener que editar páginas web. Seguiré haciéndolo. Me está gustando.

Los bombardeos de correo electrónico

Cada cierto tiempo nos toca (a Carmen o a mí) enviar mensajes publicitando nuestros cursos, monográficos o algunos eventos que consideramos interesantes. Es la parte más pesada de mi trabajo en esto de la divulgación de la poesía en talleres de enseñanza no formal. Me gusta esto de lo de enseñanza no formal. Parece dar una buena descripción a lo que son: algo que ocurre dependiendo de las circunstancias, de la gente que acude a ellos, de los vaivenes de la vida, no aferrados a un programa rígido preestablecido. Sin embargo, con el paso del tiempo, voy estableciendo una especie de estructura más y más fija, más y más predecible y noto que es algo que agradecen los asistentes. Siento que se apoyan en esta idea de que lo conocido es seguro.
Y me acuerdo de la crisis internacional financiera de los países conocidos y que, por ello y sólo por ello, nos parecen más seguros. Nos forjamos falsas ideas de seguridad para no tener que estar protegiéndonos constantemente, para poder relajarnos, para poder olvidar la fragilidad de la vida, la proximidad inevitable de la muerte.
Pero ahí está. Y todo se nos viene abajo cuando empiezan a surgir a nuestro alrededor palabras como Cáncer, Metástasis, Colonoscopia, Diverticulitis, Infartos, Alzheimer, Párkingson, vejez.
Tengo la curiosa teoría de que las etapas de la vida se corresponden con lo de tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor… de manera que a lo largo de la primera etapa se prioriza el amor, después, la edad adulta, da prioridad al dinero, a la posición social, a la seguridad económica y, por último, se empieza a dar importancia a la salud.
No es que las otras no estén presentes en otras fases de la vida o que este esquema tenga unas reglas válidas para todos por igual, pero sí recuerdo que cuando tenía 14 años no se me ocurría hablar de hipotecas, créditos, planes de pensiones, seguros de responsabilidad civil, por no hablar de lo inmensamente lejano que me parecía la posibilidad de morir de una muerte (salvo la autoinfligida), de la jubilación. Ni siquiera la muerte de mis padres era algo que estuviera en mi horizonte. Con esa tranquilidad que da la ignorancia, la falsa seguridad, vivía pensando sólo en amor y amor y desamor y tristeza por no ser amado por nadie… en soledad, en aislamientos, en amistades que no tenía, que envidiaba tener.
Pasé por la etapa del dinero con paso rápido, como si no fuese conmigo. Quizá porque llegué tarde y mal a ella. Porque sin una adolescencia bien desarrollada tenía que volver a hablar de amor, amor, amor… y me hice poeta.
Nada peor para madurar que la poesía. Te mantiene en un absurdo estado de infantilismo, inmadurez, que te obliga a no creer en la realidad del sentido común. No es común ser poeta. No es razonable ni sensato. No es adulto. De ahí que los poetas sean principalmente jóvenes o ancianos. De ahí que los poetas sean amados por jóvenes o ancianos.
Pero ahora veo que ese paso, ese correr por encima de la etapa del dinero, de la madurez, de la sensatez, del equilibrio, me está llevando demasiado rápido a una etapa para la que no estoy preparado. Vengo de la infancia a la vejez sin detenerme a pensar en la seguridad, en la solvencia, en la estabilidad. Me caía porque no había aprendido a caminar y ahora me caigo porque no me sostengo.
Cuando era joven decía de mí que era un viejo antes de tiempo. Quizá por esa añorada fase de la adolescencia escamoteada. Ahora siento que me acerco a la vejez sin haber crecido, ingenuo aún, a pesar de la presunta experiencia, naïf, idealista, un poco idiota.
¿Qué me está pasando?
Me voy a jubilar a los 200 años. No tengo ni idea de si tengo derecho a cobrar ningún tipo de subsidio, vivo al margen de una economía que se supone que es la del sistema en el que estoy inmerso, quiera o no, lo cambie o no. Sigo necesitando que alguien hable con mi director de la Caixa (que es mi primo) para que me devuelva unas comisiones mal cobradas, soy incapaz de ir al médico sin sentir casi la necesidad de una madre a mi lado. Es ñoño, pero es cierto.
Y, lo peor de todo, sigo sin encajar en mi entorno. Todo a mi alrededor cambia, evoluciona, crece, no a saltos sino de manera gradual, madurando como frutos al sol suave del otoño. Yo doy saltos. Y en ellos no acabo de soltarme de la adolescencia, de esa que no tuve y en la que, curiosamente, me estanqué. Me aferro a la idea de la libertad absoluta, hasta el punto de confundirla con el control, el falso control, obvio, pero el que me sigue haciendo decir rotundamente que prefiero morir de pie a vivir arrodillado. Y la inclinación que viene a continuación es la de la senilidad, la de las enfermedades, la del declive orgánico del cuerpo.
Ahora ya se ha enviado la primera tanda de correos electrónicos. A lo largo de la mañana irán saliendo otros tantos. Quiero poner en marcha el curso de Poesía Objetual, porque es algo que quiero compartir: la ilusión que supuso para mí descubrir la posibilidad de expresión que hay a mi alrededor, la posibilidad de jugar con la realidad al juego serio de la poesía. Construir la realidad con la mirada, reconstruirla para que, finalmente, pueda encajar en ella. ¡Qué iluso!

La Sexta Hora

Es el título de un libro de Helena Fernández-Cavada. Me la presentó una amiga para ver si podía ayudarla con la presentación, en Madrid, de su libro. Un libro artista de dibujo, aunque ha terminado por revelarse un poema, más que un libro de imágenes… claro que, puede ser que un libro de poemas también sea un libro de imágenes… pero esa es otra cuestión, incluso podría pensar en si los signos no son también imágenes. ¿Me estará influyendo mi propio monográfico de iniciación a la Poesía China?
Helena es una artista mexicana a quien apenas conozco y, sin embargo, me ofrecí a ayudarla. ¿Por qué?
El sábado 12 de febrero tengo la presentación de la primera novela de mi querido Chema Vega. Participo también como presentador. Le escribí el prólogo. ¿Por qué?
Bueno, en el caso de Chema, habitual alumno y exalumno de mis talleres de escritura, podría contestar que quizá me beneficia su crecimiento, que me nutre, que me retroalimenta, por decirlo así.
También estoy metido en la puesta en pie de la obra El Aumento, de George Perec, con varios de mis alumnos de un monográfico que organicé sobre OuLIPO. ¿Por qué?
No sé, la verdad es que no tengo ni idea de porqué es tan fácil que me apunte a cosas que no suelen ser remuneradas y que, en ocasiones, tan sólo me aportan un mínimo de prestigio. Podría vincularme con espacios o iniciativas como las que hace La Piscifactoría que coordinan eventos de gran envergadura en FNAC y sitios parecidos, podría dedicarme más focalmente a prepararme un material vendible, hacer que mis cursos fuesen competitivos, atractivos para el gran público, o buscar un público para ellos. Debería, quizá, olvidarme de tantas causas y generosos actos. Debería pensar más en mí.
Pero siento que pienso en mí cuando accedo a escribir el prólogo de Chema, cuando accedo a presentar la obra de Helena, cuando me lanzo a coordinar o dirigir el texto de Perec. Siento que crezco cuando hago esto. Y siento que es un crecimiento sincero, quizá pequeño, crecimiento pequeñín, casi imperceptible, pero seguro, desenfocado, disperso, pero crecimiento. Algo, por dentro, me dice que lo que hago mola. Sí, después de tantas palabras, es así de simple el tema: lo que hago, mola.
He disfrutado con el libro que me ha regalado Helena. Ha sido un gran placer y me siento honrado de haber sido elegido. Ah! Ahora no soy yo el que hace favores: me ha hecho el favor de permitirme ayudarla.
Disfruté ayer el ensayo de las lecturas de Perec. A veces me impaciento, a veces me pongo nervioso porque siento que no se lo toman en serio, como yo… y me olvido que no hay porqué tomárselo “en serio”. Se trata de disfrutar, de dejarse llevar, de hacer que el mundo sea un lugar mejor, sintiendo que el mundo es un buen lugar.
Sí, vivo algo disperso, pero se corresponde con mi forma de aprehender el mundo. Vivo disperso como el mundo. Vivo disperso porque sin dispersión, me resultaría aburrido vivir. Vivo disperso porque me interesan demasiadas cosas y otras que aún no conozco. Vivo disperso porque forma parte de mí, de mi mente, de mi idiosincrasia, de mi carácter. Vivo disperso y, al mismo tiempo, siento que ahí, justo ahí, decidí hace muchos años poner mi foco. Quizá, poco a poco, lo estoy consiguiendo.

Esto no es una broma