Recuerdos de Taramundi

Llegar a casa y recibir esta postal escrita con tanto cariño por unas personas de un pueblo en el que veraneamos desde hace tres años me hace especial ilusión porque me hace sentir que estamos haciendo algo bien al dejar huella, no solo en el paisaje, sino en la gente.

Personas que seguramente nunca le han escrito una carta a un turista de los incontables que visitan su bonito pueblo deciden escribirnos, poner un sello, lanzar esa botella de agua al océano que hoy en día es escribir postalmente.

Y nos llega.
Y nos llega.

Dos frases para dos acepciones diferentes de la palabra llegar.

Nos llega a casa.
Nos llega al corazón.

Llegamos y no acabamos de llegar:

Algo se nos ha quedado en los bosques de Taramundi, algo se nos ha enredado en sus cuestas inefables, algo se nos ha enganchado en las sonrisas de los parroquianos, algo se nos ha detenido en el reloj de la iglesia, algo…

Hubo un tiempo…

Hubo un tiempo en el que organizaba talleres al aire libre, talleres de creatividad en la naturaleza, talleres de fin de semana de convivencia… y eran tan bonitos…

Esta foto, cuya fecha exacta es irrelevante, es de aproximadamente el año 2009, creo que en Riaza, o la comarca de la Vera extremeña, donde organicé diversas jornadas dedicadas a la experimentación creativa. Yo era 15 años más joven. Bueno, todo el mundo era 15 años más joven.

Convivir con un equipo de mentes con ganas de crear generaba un ambiente único, intelectual y afectivamente hablando.

Quizá no por casualidad la totalidad de las personas de esta foto siguen siendo mis amistades, algunas de ellas muy próximas.

A veces añoro aquellos tiempos por la energía de la que yo disponía. La falta de problemas físicos que me simplificaban la vida…

Pero sigo rodeado de personas, eso sí, cuyo calor me reconforta y me hace crecer.

Estoy deseando ver en qué evoluciona la relación con las más de 30 personas que actualmente asisten a los Talleres de Poesía Contemporánea que defiendo desde hace ya tanto tiempo.

Este curso, si no estoy mal de salud, propondré alguna que otra excursión más o menos convivencial para generar, aún más si cabe, ese vínculo que lleva, en algunos casos, más de 10 años fraguándose a fuego lento.

Buscar salas para presentaciones en Madrid es un infierno

Nada que debiera sorprendernos en este mercado ultraliberal de alquileres de espacio para turismo masivo…

Madrid está perdiendo toda posibilidad de hacer cultura a nivel de calle, pues las salas que quedan, cada día menos, son elitistas pues pueden elegir a quién y qué ofrecen su espacio cotizado a precio de oro.

Las bibliotecas municipales muchas veces ni responden a las propuestas y tienes que acabar tirando de amiguetes o gente a quien conoces que, de momento, aguantan algún local más o menos alternativo con poca esperanza de continuar vivos y aforos reducidos.

Eso sí, siempre con la sonrisa de quien sabe que ofrece todo lo que puede y, muchas veces, a precios asequibles, irrisorios, gratuitos… Y entonces me reconcilio con este rincón del mundo por el mero hecho de encontrarme a estos seres generosos y valientes.

Gracias a Dora por prestarnos, otra vez, su espacio Covington Gallery para la presentación del próximo libro que la editorial Edita Clave 53 va a presentar el 11 de octubre de 2024.

¿Por qué el cielo es azul?

No es que este artículo de la BBC lo explique con sencillez, entre otras cosas porque no es una explicación sencilla, pero me encantó encontrármelo y leerlo para conocer la historia detrás de este experimento de John Tyndall (1820-1893):

Cuando quiso saber por qué el cielo se ve azul en el día y rojo al atardecer, los instrumentos que usó fueron sencillos:

Armó un simple tubo de vidrio para simular el cielo y usó una luz blanca en un extremo para simular la luz del Sol.

Descubrió que cuando llenaba gradualmente el tubo de humo, el haz de luz parecía ser azul desde un costado pero rojo desde el otro extremo.

Se dio cuenta de que el color del cielo es el resultado de la luz del Sol dispersándose por las partículas en la atmósfera superior, en lo que ahora se conoce como el «efecto Tyndall».

Lo fascinante es que, con los conocimientos teóricos que tenían a mediados del siglo XIX fuese capaz de explicarlo, teniendo en cuenta que no conocían como hoy en día la naturaleza de la luz, ni tenían claro el concepto de molécula y ni hablar de su relación con la radiación electromagnética.

No obstante, ya había tímidos intentos de hacer comprensible (comprehensible) la materia, por parte de Bernoulli, de Dalton, de Avogadro… y otros pioneros del principios del S XIX.

Para mí, ha sido una obsesión permanente el comprender la naturaleza de la materia, la naturaleza del universo, de mí mismo… la naturaleza… y ¿todavía queda alguna duda de que la naturaleza es lo que más me importa en este mundo?

¿Gente? ¿Qué gente? ¿Qué es gente?

Nunca me convencen estas frases que hablan de «la gente» sin incluirse.

Hay un sujeto de la oración (nosotros, omitido) que menciona a esa otredad llamada «gente» que bien podría leerse en clave de «gentuza».

Me resultan de una superioridad moral engolada, pero no es material apto para contestar en una red social, abriendo un debate insolicitado, así que me limito a escribir esta pequeña entrada en mi diario personal sobre esa acción de insulto camuflado a esas otras personas a quienes, de alguna manera, se despersonaliza, deshumaniza, siguiendo uno de los principios de propaganda negra de Goebbels.

No me gusta no incluirme y cada vez que se pronuncia ese tipo de sentencias en mi presencia afirmo con rotundidad: ¡Yo soy gente!

Ternura, delicadeza

no sé si será ternura
o delicadeza
la palabra que estoy buscando
para incluirla en un eslogan
que diga:

ternura es revolución

o

delicadeza es revolución

o quizá
matizándolo
afirme que la actitud más valiente
y revolucionaria
que se puede tener en estos días
en estos años
es la ternura
es la delicadeza

cualquiera de las dos palabras
seguramente
dicen lo que quiero decir

piden
al mundo
un imposible
una utopía
un sueño
una ambición
un cambio
radical
revolucionario

tanto
como para hacerme llorar
como para hacerme reír
como para hacerme feliz
como para hacerme vivir

ternura
o
delicadeza
son cualidades
que no cultivamos
con la debida diligencia
porque les damos poca importancia
no dan dinero
no dan prestigio

pero
si el universo
se llenase de repente
de ternura
se llenase de repente
de delicadeza
sería mucho más agradable
vivir en él

¿o no?

Aniversario

Hoy, Carmen y yo, estaremos (este futuro es bastante extraño) en Donosti celebrando nuestro 25 aniversario.

No sé exactamente dónde nos pillará (hoy 6 de septiembre de 2024) a las 21:00, hora en la que, oficialmente (jijiji) comenzamos a salir desde aquel encuentro en el Achuri.

Calculando en alguna de estas páginas web que saben hacer estas cosas sin reflexionar sobre el sentido de un año, de un día, de un segundo… obtengo los siguientes resultados de la diferencia entre esos dos momentos de mi vida:

789004800 segundos
13150080 minutos
219168 horas
9132 días
1304 semanas, 4 días
300 meses
25 años

Y me encantaría llegar a multiplicar todas estas cantidades por 2, pero teniendo en cuenta el calendario gregoriano en vigor, es poco probable que ocurra, pues 50 años no serán 2609 semanas y 1 día, sino tan sólo 2609 semanas.

¿Avanzamos?

A veces no sé si avanzamos
o no.

Tengo una extraña sensación
de estancamiento social
de parálisis permanente
de insana quietud
de calma chicha
de mar muerta
de paz gélida
de guerra fría
de vida gris
de tormenta sorda
de ilusión apagada
de papel mojado
de lápiz romo
de palabras mudas
de amanecer opaco
de adjetivo inútil
de verbo pasivo
de enumeración nula
de rosa negra
de piedra pómez
de viento inane
de brisa cálida
de botijo roto
de libro huero
de texto ignoto
de tierra yerma
de llanto anquilosado
de llanta desinflada
de pulmones lacios
de pelo calvo
de cuero nuevo
de azulejos descascarillados
de tantas
tantas
tantas
pausas
no solicitadas…

como puntos suspensivos
para cerrar un poema.

Polaroid

Ayer «enmarqué» esta bonita fotografía Polaroid ® en la que se me veía contento rodeado de la gente del grupo que comenzó los talleres conmigo hace ya 2 años. El tiempo pasa rápido y su cariño va en aumento.

En la cena que organizamos a finales de junio de este curso pasado (2023-2024), Carla Aurelia trajo consigo una cámara Polaroid y un «carrete» para hacer fotografías esa misma noche y nos regaló una a cada persona de las que asistimos. Fue un precioso detalle.

Yo me quedé con el paquete gastado de las fotografías instantáneas y decidí usarlo de marco para la imagen que me correspondía.

Después de mucho pensar cómo fabricarle un soporte a esta cajita para que adquiriese la posibilidad de mantenerse verticalmente, me encontré en uno de los cajones de la mesa del estudio, el típico soporte de fotografías de mesa y no hube de hacer nada más, quedando la caja-marco de la polaroid encajada a la perfección.

Volver a la rutina

Volver a la rutina es un proceso largo, que pasa por momentos de desorden inquietante hasta acomodarse en un aterciopelado devenir de los días entre el calor y la calma, entre la soledad y el bullicio, entre la espalda y la pared.

Volver a la rutina me gusta tanto como volver a la runita.

Volver a la rutina es una forma de volver al norte, a la brújula, a la guía, a la orientación, al camino…

Volver a la rutina es un proceso largo, que pasa por momentos de desorden inquietante en los que parece que nada va a volver a ser como era, sin saber cómo era.

Volver a la rutina es jugar otra vez con los juguetes rotos de cada día, recordándome que soy otro juguete roto con el que algo que no soy yo parece no divertirse.

Volver a la rutina me gusta tanto como volver a la vida después de haberla dejado en suspenso durante unas semanas en las que habité un silencio monacal acompañado. Muy bien acompañado.

Volver a la rutina es un proceso largo, que pasa por momentos de desorden alimentario en los que parece que ya he olvidado cocinar, que no lo disfruto como antaño.

Volver a la rutina es teclear esta entrada en un diario desactualizado y desacralizado terminando a las a las 13:35, después de haber pensado muy mucho qué decir sobre la rutina e incluso después de haber publicado un hallazgo inesperado en una red social para aparentar más intelectualidad de la que realmente siento.

Volver a la rutina es mentir una y otra vez o errar y no herrar al comentar que había terminado esta entrada a las 13:35, siendo ya las 13:36.

Esto no es una broma