Hoy he ido de compras

Es casi un acontecimiento único que celebrar.

Yo creo que hoy es el día
que más ropa
he comprado en mi vida
en un sólo día.

Ni más ni menos que
siete pantalones
(no sé por qué se llaman pares de pantalones),
siete camisetas
(tres de manga corta y tres de manga larga)
lisas
de algodón
sin ningún adorno
más allá de su mero color
cuando no han sido blancas o negras
que suelen ser colores
que no se consideran colores,
dos pijamas
y una camisa de lo que
podríamos decir
vestir.

Ha sido una locura.
El consumismo me embargaba.
Una hora seguida comprando
en una cadena llamada Lefties
cuyas etiquetas me gustaban más antes
cuando eran meros «Lfts»
y después en otra cadena
llamada Primark
pues ambas están
al lado de mi casa
y son presuntamente
de lo más económico (barato)
que puedo encontrar.

No me gusta ir de compras.
Aborrezco ir de compras.
Me asquea ir de compras.

Hoy he comprado para no tener que volver
a comprarme un pantalón vaquero
en más de 10 años.

He tenido que guardar mi ropa
recién adquirida
en el metro cúbico
que digo tener
de espacio dedicado a almacenarla
y ha sido bastante complicado
pero no imposible.

Ahí están
con sus etiquetas
probando que aún no han sido estrenadas
todas las prendas
colgando en perchas
excepto un par de pares de pantalones
vaqueros
que he reservado doblados
en el suelo del armario
para futuro por llegar.

El viernes había recogido
de la tienda de arreglos
de la calle Ballesta
los dos últimos pantalones (pares)
que estaban siendo reparados
de sendas roturas y que han de durarme
otros cuantos años.

Ahora siento cierta opulencia
con tanta ropa
pendiente de ser estrenada
acuciando tras las puertas
correderas
con espejo de un metro de alto
por setenta centímetros de ancho
a modo de pliego de papel
pero mucho más pesado.

Mañana
lo habré olvidado
pero sentiré
cierta tranquilidad
sabiendo
que no tengo que ir a comprar ropa
en los próximos lustros.

(me olvido del hecho de que
puedo (no como todo el mundo)
ir a comprarla)

Disponible

Me cuesta no estar disponible.

No disponer de mi tiempo.
No disponer de energía.

Me cuesta no estar disponible
para mí
para Carmen
para otras personas
para amistades
para familiares
para gestiones burocráticas
para trabajos editoriales
para nuevos proyectos
para arte postal
para creación con acción
para preparar mejores talleres
para programar eventos
para cocinar
para escribir
para leer
para ser.

Me cuesta no estar disponible
pero no sé en qué moneda
se paga la indisponibilidad
o indisposición.

Acción: Los Pies (Vídeo)

Los pies

En Estudio 53, para II Encuentro Internacional de Arte de Acción MUCHO en la modalidad de vídeo-performance, los días 25 y 26 de marzo de 2022. Se emitió en Galería Arrabal & Cia (Barrio del Realejo, Granada) y La Moebius (Centro Cultural Callejón del Gallo, Albaicín, Granada).

La convocatoria dice que el tema central es “el olvido”. Yo suelo olvidarme de mis propios pies.

Y a partir de ahí… un bonito poema sobre los pies.

Nota: Actualizada la información de las partituras de acción en la web de giusseppe.net

puedo esperar

claro que sí

puedo esperar

no tengo prisa
el restaurante tiene prisa
la compañía del gas tiene prisa
la comunidad de vecinos tiene prisa
el bar tiene prisa
el autobús tiene prisa

el mundo entero tiene prisa

pero puedo esperar
claro que sí

yo puedo

la poesía se hace por amor al arte
el arte no come en restaurantes
el arte nunca tiene frío
el arte vive solo
el arte no disfruta en bares
el arte vuela de sitio en sitio
montado en caballos alados
a los que llama pegasos

claro que sí

puedo
y espero

porque tengo esperanza
tengo esperanza
esperanza
cada vez menor
pero tengo
lo único
que puedo permitirme tener

Mal soldado

Recuerdo que antes de la adolescencia, si alguna vez estaba relajadamente apoyado sobre una sola pierna, mi padre me gastaba una broma consistente en que se ponía detrás mío sin que yo me percatase y adelantando su rodilla contra la corva estirada o jarrete provocando su flexión, a lo que sucedía su afirmación: «mal soldado».

Quizá por ello decidí no serlo, así que desde muy temprano supe que no haría esa «mili» que «tanto te formaba como hombre», y que es posible que acabase en prisión por ello, pues en aquellos años era obligatoria. Tuve la suerte o desgracia de ser de los últimos objetores de conciencia antes que pasase a ser voluntaria la labor de soldado, que desde un punto de vista etimológico es el único verdadero nombre de soldado (el que cobra un sueldo).

Curiosamente, hoy he estado leyendo sobre la etimología de la palabra soldado, que tiene que ver con sólido, con holocausto, con soldar, con sueldo…

El campo semántico/etimológico de la partícula ProtoIndoEuropeo del que proceden todas *sol- es:

Griego Latín Castellano
ὁλος
[holos]
todo, entero
holocausto, hologénesis, holografía,
holograma
salus salud, saludo, saludar, salubre
saldare saldar
salvare salvar, salvador,
salvia, salvedad
sollicitus solícito, solicitar
solidus sólido, sueldo,
saldo, soldar, soldado,
consolidar, solidaridad
sollus
(entero)
solemne

Hacer el argentino

Cada mañana me ducho, ahora especialmente porque además el calor del agua sobre mi cuerpo relaja la musculatura de la espalda que ha estado en tensión durante la noche.

Desde que tenemos la nueva y flamante ducha con su plato negro antracita y el grifo de ducha permite el «efecto catarata» tan lujurioso (de lujo), resulta que tengo que terminar el proceso de ducha con un movimiento de pies que escurran en la medida de lo posible la mayor cantidad de agua residual hacia el sumidero pues el plato no tiene la curvatura o la pendiente suficiente para arrastrarla rápidamente tendiendo a la formación de charcos que eventualmente acabarían por desaguar, pero tan despacio que podrían llegar a favorecer el nacimiento de, si no renacuajos, sí algún que otro indeseable hongo.

A ese arrastrar con los pies el agua del suelo es a lo que, hasta ahora, llamaba mentalmente «hacer el argentino«, pues es allí donde vi con frecuencia algo que me parecía insólito y que, sin embargo, no era visto como algo extraño en aquellos lares: baños cuya ducha estaba en el centro de la estancia y bajo la cual había un desagüe, es decir, una «ducha sin fronteras» que inundaba todo a su alrededor cada vez que alguien se daba una ducha. Así que tras estar completamente limpito tenías que estar un rato «limpiando» el desaguisado que se había formado al limpiarse.

Ahora, tras las votaciones de las últimas elecciones presidenciales en aquel país de mis entretelas, ese «hacer el argentino» ha cobrado un significado mucho más sombrío, diría. Espero que el futuro depare nuevos usos para esa expresión.

Nota: Antes de estar en Argentina jamás me había parado a pensar que el único país al que se le ocurre poner el interruptor de la luz de un cuarto como el baño es España, costumbre que alguna amiga mía llamaba «gallegada«. 😉

Fuego o señales de humo

Ayer por la mañana nos asustamos bastante al ver desde la ventana de nuestra habitación al levantarnos esta escena que auspiciaba un infierno bajo la misma.

Carmen no veía, desde otra de nuestras ventanas, el reloj de Telefónica que solemos poder usar a modo de reloj de pared y pensó que había una niebla muy rara que lo opacaba todo. Así que se acercó a la de nuestro dormitorio y se asustó (no era para menos) ante la dantesca humareda que escapaba de un par de chimeneas justo frente a nosotros.

El cielo se teñía de gris cada vez más oscuro y llamó al 112 a informar de la situación, pero nos dijeron que ya estaban avisados y que pronto llegaría la asistencia precisa.

Habíamos pensado pasar una agradable mañana en casa: ella estudiando inglés y yo leyendo una novela de Francis Picabia, pero no podíamos concentrarnos, así que decidimos irnos y que pasase lo que tuviera que pasar.

Al salir al portal apenas nos dejaron salir, pues ya estaba inundada de policía y dos camiones de bomberos que parecían confirmar nuestros augurios. Efectivamente, parece ser que el incendio se había provocado (iniciado) en la cocina del restaurante que tenemos justo delante de la puerta de nuestro edificio.

Agradecí inmensamente no vivir en un bonito barrio de casas de madera.

El día, después, fue muy bonito y al volver a casa después de comer un menú del día con cocido completo por 12€ (en uno de los pocos lugares cuyo precio no se ha disparado por encima de los 15€), parecía que no hubiera sucedido nada y tan solo si te acercabas a las ventanas a nivel del suelo que tiene el local, antiguo lupanar de los que abundaban en la zona hace tan solo una década, podías apreciar los destrozos que el fuego había producido en el restaurante al que cada vez íbamos menos y, a partir de ahora, casi seguro que no iremos más.

Me dio por pensar (sin demasiados datos, así que es pura especulación) que las condiciones en las que muchos locales están funcionando en esta Comunidad donde la hostelería es intocable puede no ayudar a la seguridad de los mismos, por más que generen movimiento económico. Así que habrá, de cuando en cuando, quien muera rico.

Daños colaterales

Te duele un hombro
y ese dolor despierta
dolor del cuello por las posturas del sueño.

Te duele la garganta
y ese dolor despierta
dolor del pecho por la sequedad.

Te duele un pie
y ese dolor despierta
dolor de las lumbares por correcciones al caminar.

Te duele el estómago
y ese dolor despierta
dolor del ano por la deposición.

Te duele la vida
y ese dolor despierta
dolor del alma por no hallarse en tu cuerpo.

Esto no es una broma