Te oolong

En las reuniones que organizamos en torno al Té y la Poesía una vez al mes, siempre suelo decir que les ofrezco, entre otros un té azul como opción curiosa, pero leyendo con atención veo que el paquete que suelo usar es en realidad té verde, lo que no quita placer a la infusión.

No obstante, el té azul o té oolong no es el que tengo, aunque alguna vez lo he probado (lo he tenido) y no encuentro demasiado placentero.

El té oolong, también conocido como té azul, es una de las variedades de té más valoradas en la actualidad. La importancia de este té chino se debe, sobre todo, a sus muchas propiedades, especialmente a las antioxidantes, pero también a su singular sabor, muy reconocible y apreciado. De hecho, algunas de sus variedades están entre las más apreciadas de las muchas que produce China.

Como cualquier té, éste también procede del árbol del té (Camellia sinensis), pero se cosecha, especialmente, en la provincia china de Fujian, donde se produce la variante denominada Ti-Kuan-Yin, que es reconocible por conservar la mayoría de las características del té verde. Otra variante muy conocida es la denominada Formosa Oolong, que procede de Taiwan y es más fuerte de sabor que la producida en Fujian.

(Fuente: https://www.teashop.com/blog/todo-sobre-el-te-oolong)

Hay algunas infusiones por descubrir que son cada día más variadas y al alcance de cualquiera… pero mi preferida sigue siendo el té verde de jazmín que no volví a encontrar jamás.

Échame unas monedillas

Hoy
ante la abundancia de fotografías
rodeándome en la Gran Vía
y en las calles aledañas
que es donde vivo y trabajo
me dieron unas ganas terribles
de poner un puestecillo
con una cajita metálica
que rece:
«por unas monedillas
hago cosas típicas de madrileño
para que tu fotografía
sea más auténtica».

Sentirse como un mono en el zoo
es algo natural
en un ambiente tan poco natural
como es el centro de una ciudad
de más de tres millones de habitantes
y otros millones de turistas
que vienen a recoger
en sus cámaras hábidas de safari
un pedacito de esta realidad
que para mí es tan cotidiana
como ir al vater cada mañana
así que igual un día
deba instalar una cámara en el baño
que retransmita mi vida
como experiencia urbana inenarrable.

Hoy
casi digo:
«échame unas monedillas
y hago el madrileño«.

Una fotografía enmarcada enmarcando

La fotografía de tonos rojizos es una que realicé dentro de mi periplo por estaciones de Cercanías de Madrid, llamado Proyecto Lejanías y esta en concreto es una que me gustó y procedí a imprimir y regalar a alguien. Tiempo después la recuperé para exponerla en la presentación del proyecto, de lo que ha pasado casi una década, en un espacio en el que estuve involucrado un tiempo (El Manantial, situado entonces en la Calle Carranza, junto a la Glorieta de Bilbao, Madrid).

Esta fotografía, titulada Flor de la Basura fue tomada el día 04/12/2003 en Estación de Laguna, Madrid. Pertenece al libro Multimedia de Lejanías.

Ha sido impresa en Imprenta de Loreto y Chicote, 13, 28004, Madrid el día 20/12/2006 con formato A3 Horizontal.

No la he devuelto a su poseedora, pues estaba en préstamo, y la he querido colocar en el estudio que ahora tengo en Costanilla de los Ángeles, 2. Ni más ni menos que en la compañía (casi bajo el ala) del ínclito Jaime Vallaure a quien tanto admiro y aprecio.

En casa se rompió el marco barato con el que estaba inserta. Así que procedí a adquirir un marco económico pero más resultón y compré un modelo Ribba de Ikea, por menos de 10€. Este tipo de marcos tiene un diseño que considero «endiablado», pues tiene una caja profunda pero el cristal y la parte de atrás del cuadro queda muy alejado de la pared, no siendo trivial su colocación con una simple alcayata.

Tuve que hojear manuales para ver cómo había otra gente resuelto este pequeño problema. Hasta que decidí ignorar el enganche que trae en la parte posterior y ceñirme al borde del marco, donde tendí un cordel de cáñamo de lado a lado prendido a los laterales con grapas. Si quedaba lo suficientemente tenso, podía servir de sujeción con una sencilla escarpia.

Así lo he hecho y ha quedado razonablemente bien, colgando encima de donde debe estar: el cubo de basura. Al fin y al cabo, la fotografía es del interior de una papelera pública, introduciendo la cámara sin saber cuál iba a ser el resultado. Por fortuna, salió esa foto que he de calificar de colorida y sorprendente.

Probando rotuladores de gel blanco sobre cartulina negra

El sábado estuve buscando rotuladores de gel blanco para escribir sobre cartulina negra gofrada de 300 gramos que había comprado el viernes en la histórica papelería La Riva. Por supuesto, pregunté si tenían allí, pero se les habían agotado.

Después de varios intentos frustrados, en diversas tiendas de minoristas y alguna que otra franquicia (Carlin), llegué a la conclusión de que iba a gastar mucho más en buscar los bolígrafos que si lo hacía por Amazon y esperaba a que me llegase el lunes. Así que eso hice.

Ahora estoy ilusionado con cómo escriben y quiero escribir toda pequeñez en blanco sobre negro… hasta he buscado cartuchos blancos para la impresora… pero sé que es sólo una fase en mi vida. Supongo.

He escrito esta tontería en homenaje a ese día tan simpático en el que el 0 y el 2 son los únicos dígitos necesarios para escribir la fecha.

Así es la pantalla principal de mi móvil

Una primera pantalla de un móvil dice bastante de su poseedor, algo como si es ordenado (yo lo soy en exceso) o si es desordenado, qué aplicaciones son sus más usadas, a qué le da importancia… y a qué no se la da.

Obviamente yo no tengo instalado Facebook en el móvil, aunque se me cuela en forma de Instagram y, además, por Whatsapp que no está en un botón directo, sino que he de entrar en la carpeta de comunicaciones para poder usarlo.

El calendar es algo que uso más que casi ninguna otra aplicación y wikipedia mi pasatiempo preferido. Uso una herramienta algo desconocida para gestionar ordenadores remotamente que me permite manejarlos como si fuese un mando a distancia (eso significa remotamente).

La fotografía que uso de fondo de pantalla es una que realicé por fortuna en un murete de una estación del FEVE mientras recorríamos (Carmen y yo) Asturias y Lugo hace ya casi tres años. Tuve problemas en el pie y casi no pude disfrutar ni un segundo de aquel viaje, y sin embargo guardo bellos recuerdos, como el momento en el que me acerqué con mi teléfono (entonces un BQ de menos calidad que el actual) y realicé esta fotografía azarosamente buena que también tengo de fondo de mi pantalla de ordenador de trabajo. Quizá para recordarme que la vida puede ser lenta y placentera, que no hay tanta prisa como nos quieren (¿quiénes?) hacer creer y que apreciar los pequeños detalles del entorno puede ser la más placentera de las actividades.

Caja de luz para La Romántica

Después de mucho darle vueltas al regalo de reyes para Carmen, me decanté por hacerle una caja de luz para su Milonga Romántica, aunque no me puse manos a la obra hasta que encontré una manera de hacerlo que me resultase bonita y no una cutrez de cartón, como inicialmente iba a hacerle, ni una muy trillada cajita con letras para que se lo haga ella misma, que parece que están de moda.

Pensé inicialmente en un marco ribba de los de Ikea para darle un fondo con un contrachapado y unas luces led que iluminasen una lámina translúcida. Tenía que hacerle un poco de «manualidades», pero parecía sencillo, aunque resultaría muy pesado para su transporte.

Curioseando diferentes soluciones, me encontré con esta solución sencilla (algo más cara), muy ligera y bastante elegante: comprar uno de esos dispositivos lumínicos que usa la gente de diseño gráfico para copiar plantillas a mano e incluso usando un lápiz conectado a un PC traspasar ese diseño a digital de una manera muy curiosa.

La plancha de luz tenía dimensión de DinA3. La compré por Amazon y la tuve disponible en menos de 2 días.

Ahora tenía que diseñar e imprimir el cartel.

En el diseño, a partir de material que ya tenía para otras ocasiones en que le había hecho ese trabajito, tardé muy poco. Apenas un par de horas.

Pero imprimir el cartel, que parecía ser la parte más sencilla, se había convertido en la más difícil. Entre otras cosas porque el led blanco de la plancha lumínica era «demasiado blanco», así que pregunté en diversas imprentas para imprimir sobre papel vegetal y en varias de ellas tuve el mismo resultado negativo. Imprimir sobre papel vegetal estropea los rodillos de las fotocopiadoras o impresoras. En una imprenta (la de mi propia calle) me dijeron que habían tenido incluso altercados pues el papel vegetal una vez pasa por la imprenta es «muy agresivo» y corta. Así que no lo querían usar.

Una de mis imprentas preferidas, la de la calle San Bernardo, (por teléfono) me dio una solución que podía usar si no conseguía imprimir sobre vegetal: imprimir sobre transparente y adherirlo a un papel vegetal. El resultado podía ser más o menos el mismo, así que así lo hice en otra imprenta, comprando 2 papeles vegetales A3 y, a su vez, imprimiendo otro par de láminas sobre papel transparente A3. (Hice dos de cada porque suponía que mi torpeza podría estropear alguna de ellas).

De camino al estudio, donde tenía la plancha lumínica, pasé por la imprenta familiar ServiPrint, lugar donde, dicho sea de paso, comencé a pensar que dar clases particulares podía ser más interesante para generar ingresos en mi día a día que seguir trabajando en trabajos como teleoperador o profesor para ancianos en Centros DIA de la Comunidad de Madrid.

Allí Teo me confirmó que sí, que podía imprimir en papel vegetal, así que le pedí un par (por la misma razón esgrimida un par de párrafos por encima) y llegué al estudio con todas las impresiones.

Adherirlas a la lámina retroalimentada parecía sencillo aunque creo que es lo que ha quedado peor, con algo de celofán para fijar dos carteles A3 (sobre vegetal) conjuntamente sobre el material delicado, soporte de leds. Pero pegarla con cualquier pegamento que pudiera arrugar el pijotero papel vegetal estaba descartado.

Fijar 2 carteles sobrepuestos proporcionaba un aspecto como de «negrita» reforzado al cartel y atenuaba más aún la luz blanca demasiado blanca.

El resultado fue de gran agrado para Carmen, así que me quedé satisfecho, pero aún pienso en esa lámpara posible realizada con un marco con mucho fondo… y quizá uno de estos días me haga con ello para otro proyecto.

7 sellos

Tener unos sellos con los que puedo escribir todo lo que desee es una auténtica maravilla, una joya de regalito que me hizo mi alumna de talleres de Poesía, Andrea Vidal Escabí, con ocasión del juego navideño de «poeta invisible».

Otro regalo menos objetual fue la frase que Andrea le atribuye a su madre y que es otra auténtica maravilla:

Lejos de mí tan repugnante acción

que parece que le decía tras cada vez que se mordía las uñas, pero que también puede usarse tras ser acusado de cualquier cosa, sea la que sea. Es una expresión preciosa.

Ahora necesito sellos con los dígitos (ya me he hecho con un sello para fechar), así como un sello para las tildes que recorté de un sello que me habían regalado los compis de Estudio Mamífero.

Esto no es una broma