Diccionario Personal de la Lengua Española

Por Isidoro Valcárcel Medina.

DPLE

No puedo dejar de agradecer el haber participado en este maravilloso proyecto «isidoriano«, del que tanto he aprendido (de el y de él).

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Fue divertido, como cuando programé un pedacito de código para organizar listas de palabras por número de letras y distribuirlas en diferentes ficheros, o como cuando estuve tecleando el pasado curso en distintas enumeraciones las palabras del diccionario, o cuando charlábamos sobre la absurdidad del proyecto… y quizá, por ello mismo, su necesidad.

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Pero, sin duda alguna, lo que recordaré con más cariño el resto de mi vida serán las charlas intrascendentes sobre nuestras preocupaciones, el té a media mañana, con una cucharada de miel de tomillo o de romero, a las que me he hecho adicto, si eso es posible.

Afortunadamente, la persona perdura más allá de sus proyectos y la relación con Isidoro ha cambiado para siempre, para convertirse en uno de mis amigos, aunque las circunstancias mutuas hagan complejo el encuentro tan frecuente.

Portada para el próximo libro del taller de poesía

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Editar gráficamente con GIMP no es la mejor manera de hacerlo, lo sé, al menos desde un punto de vista puramente técnico. Si embargo, se pueden hacer buenas composiciones si no queremos hacer cosas demasiado sofisticadas o no las necesitamos.

Es la aplicación que pretende emular las habilidades de Photoshop más extendida en las distribuciones linux y eso ya es una buena razón para usarla. Pero claro… recuerdo que usar linux es un acto político.

Actualmente, me encuentro en mitad del proceso de maquetación/edición del libro de fin de curso 2015-2016 de los Talleres de Poesía y Escritura Creativa de la Asociación Cultural Clave 53 y no sé entre cuál de estas dos opciones decantarme.

Tengo la impresión de que siempre termino eligiendo el negro de fondo, quizá por la «mala» influencia de Visor, pero en parte también porque sobre negro todo tiende a quedar «mejor», incluso aunque no sea una gran composición gráfica y, no lo olvidemos, soy un intruso en estas lides, como en tantas otras.

Vaporetto

vaporettoCierro los ojos
y siento que el suelo se mueve
bajo mis pies.

Cierro los ojos
y la cama parece moverse
mientras sueño
que estoy en Venecia
navegando por el Gran Canal
en un vaporetto
y despierto
navegando
por una ciudad de granito y asfalto
que me recibe ruidosa
con todo el duro cariño
que puede demostrar.

Cierro los ojos
y formo tras de mí una estela de espuma
entre blanca y verdosa
que me recuerda que el pasado
queda en el fondo del mar
o de la laguna
o del pozo.

Cierro los ojos
y veo
mis ojos
abiertos a la memoria corporal
de un bamboleo
de máscaras y helado
con humedad
calada en la osamenta.

Cierro los ojos
o no los cierro.

Los ojos, sí, los ojos.

Que cada uno recapacite

lactancia o ropa

Recapacitando:

Se trata de defender la lactancia pública (en público) mediante la comparación con la natural lactancia de una vaca. Supongo que no lleva implícita la comparación de una madre con una vaca.

Pero el argumento de lo natural es un argumento vacuo en relación al ser humano, pues no hay humano sin lenguaje, sin constructo social…

Recapacitando, no me sobra, si se ha de mantener el paralelismo naturalista, el acto público de lactancia, pero entonces sí que me sobra la ropa de la mujer y el bebé, así como los tatuajes.

No veo ningún problema y sí muchas ventajas (me encanta verlo) en la lactancia en público, pero no admito el argumento que se pretende dar para defenderla. No es un tema de género, por supuesto, sino de lógica.

Regalo de mi cumpleaños (y del de Carmen)

Góndola Venecia

Ha llegado el momento de retornar a Venecia. Con Carmen, será un viaje nuevo, con mi nuevo yo será un viaje nuevo. Siempre se vuelve y nunca se vuelve… la frente marchita no se ha marchitado porque he vivido bien, sabiendo elegir, pudiendo elegir… y he elegido la vida, la alegría, la búsqueda incansable de felicidad, a toda costa.

Apagando Fuegos

Como en la vida misma

Oficina de Ideas Libres

Con motivo de la vigésima edición de la revista caminada convocada por Hilario Álvarez y su Oficina de Ideas Libres, a la que fui invitado a participar mediante un correo electrónico el 9 de mayo, respondí diciendo que contase conmigo y que me diese un tiempo estimado de duración de la acción como máximo a lo que me contestó diciendo que, entre otras cosas, si elegía que durase en continuidad, podía ser todo el tiempo que durase la revista.

Me acabé inclinando por esta modalidad, pensando en mi situación actual y en cómo se pasa la vida, como se viene la muerte, que diría Manrique: apagando fuegos.

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Esta expresión, que muy bien simboliza ese tiempo en el que parece que no se hace otra cosa que ir sometiendo las dificultades, apagándolas antes de que se puedan convertir en incendios, si bien, desde su nacimiento, son pequeños incendios que queman nuestras vidas.

Decidí apagar fuegos, para lo que dispuse de una cajetilla de cerillas grande, de las utilizadas en la cocina de gas, con fósforos de unos 3 centímetros de longitud. Había pintado el exterior de la caja con rotulador negro.

El número de cerillas que debía apagar era de 81, pues la vida la podemos medir en «alfabetos» o sus múltiplos.

A lo largo del recorrido debía ir encendiendo y apagando las cerillas, con soplidos, o como fuese menester, sin dramatismo, sin mayor cuestión que la de ir devolviendo las cerillas apagadas a su caja, de la que partieron, pero cabeza abajo, es decir, con la parte ennegrecida en sentido contrario al sentido en el que la parte roja estaba inicialmente.

El obvio final de la caja debía ser el entierro, aunque bien podría servir el abandono en un contenedor, pues los alcorques de los árboles del centro de la ciudad no son adecuados para este menester.

Afortunadamente, en un momento dado del recorrido a punto de terminar la revista caminada, encontramos una saca con tierra para poder llevar a cabo el apropiado entierro de la caja que contenía el conjunto completo de fuegos apagados a lo largo del camino.

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Inmediatez

El organizador de Contenedores, uno de los eventos más importantes de arte de acción en España, llamado Ruben Barroso me ha pedido (junto a otros 100 participantes) una fotografía de la inmediatez y me pregunto si eso es posible.

He agarrado mi móvil, que no estaba a mi lado, así que no era inmediato, y me he dispuesto a hacer una fotografía de casa, sin pensar mucho (pero inevitablemente pensando) y lo primero que me encuentro es que mi sobrina Jimena ha estado trasteando con la cámara y la ha dejado en «modo selfie», es decir, captando lo que estaba en frente del objetivo frontal, valga la redundancia.

Me he visto a mí mismo, self, self, self… y no he querido que fuese esa la fotografía enviada. Podía haber dado la vuelta al objetivo y apuntar antiselfimente hacia lo que quisiera fotografiar, pero eso no me acababa de gustar porque la calidad de la misma iba a ser peor, incluso cuando había sido advertido de que la calidad de la imagen no tenía la más mínima importancia.

Obviamente, no me he puesto a recoger la casa para fotografiar lo fotografiado. He huido (más o menos conscientemente) de captar objetos artísticos o similares para intentar parecer más natural… pero eso no ha dejado de ser una contradicción, pues de manera natural están en mi casa.

La fotografía en cuestión ha sido:

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Capturas de pantalla

He encontrado la manera de capturar la pantalla de mi nuevo y flamante teléfono móvil, lo que en realidad no sirve de mucho, salvo para demostrar que todo lo que puedo ver puedo copiarlo…

De momento, es una utilidad inútil, paradójica, por tanto, que me permite saber de qué manera tengo ubicados los iconos en la pequeña pantalla… lo que no tiene la más mínima importancia, por otro lado.

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Esto no es una broma