Por fin llegó el libro colectivo del 2024

El jueves pasado llegaron los primeros 370 ejemplares de una tirada de 460 que se estaba retrasando en la imprenta y que apremié para que me los enviaran. Esta vez llevan por título «La luna es igual en todas partes» tras un proceso electoral no sencillo.

Cada vez que llega un pedido de libros de la imprenta tengo que hacer el mismo procedimiento:

Primero extiendo en montones de 10 ejemplares (esta vez fueron de 20) el total del pedido.

Después compruebo los de la parte superior para verificar que está correctamente impreso, cortado, que no faltan páginas…

Y por último fotografío el total, por un lateral, por arriba, por dentro, fotos de macro, fotos de alta resolución, alguna foto con algún efecto o filtro… con el fin de registrarlos y, por supuesto, poder divulgar el material.

Mis fotos preferidas son aquellas en las que se ve un motivo pequeño de la cubierta en modo «macro», lo que en ocasiones permite, incluso, saborear la textura del papel.

Estadísticas y la historia de la Ciencia

Esta es una fotografía de 1927 sobre una Conferencia sobre electrones y fotones en el 5º Congreso de Solvay, es decir, sobre el origen de la mecánica cuántica, en los albores de la comprensión profunda de la estructura de la materia.

Pero claro, hoy en día publicarla supone un reto a las estadísticas y las revisiones:

Hay una única mujer (la doblemente galardonada con el Premio Nobel, Marie Curie) en un grupo de 29 personalidades de la ciencia. Aproximadamente 3,5%.

Eran tiempos difíciles para la mujer en la ciencia, entre otras cosas. Siguen siéndolo y son importantes las reflexiones como la que está realizando la prima de Carmen de la Rosa: Mujeres Ingeniosas.

No obstante, también podemos destacar otros datos:

0% Personas negras.
0% Personas asiáticas.
0% Otros colectivos étnicos y/o geográficos

Hay un elevado número de personas carentes de pelo en la parte superior de la cabeza.

Hay un elevado número de personas con pelo en la cara, ya sea en la parte superior como en la inferior de la boca.

Hay un elevado número de personas vestidas con traje. Me atrevería a decir que la totalidad de las personas de sexo masculino.

Hay un elevado número de personas vestidas de colores oscuros (a pesar de que la fotografía no permite especificar mucho más, debido a que fue tomada en blanco y negro, como era habitual en la época).

Hay un elevado número de personas sentadas y lo habrían estado todas si no fuese por la necesidad o conveniencia de caber dentro de un enfoque bastante más cuadrado que horizontal.

Hay un elevado número de personas serias, no sonrientes, si bien sería algo habitual de la fecha en la que se tomó la instantánea pues no solía ser «instantánea» y era más fácil mantener la postura sin sonrisas.

Hay un elevado número de personas con zapatos, aunque no se adivinan los calzados de las personas que están en segundo o tercer plano.

Las estadísticas ponen acentos allá donde desean ponerlo y ese acto es tan poderoso como habitualmente ignorado.

Hoy, no quiero más que guardar esta fotografía de personas (un elevado número de ellas) a quienes he admirado (a su pensamiento y obra) muchísimo a lo largo de mi vida y por quienes hoy comprendo el mundo de una manera mucho más analítica y racional que si no se hubiesen reunido en este 1927 en un congreso sobre electrones y fotones en un lugar llamado Bruselas.

Horror culinario anaranjado

Me consta que hay personas que comen esta guarrería gastronómica que, en alguna ocasión, ponen de «tapa» en los bares madrileños. Es algo cuya composición nutricional prefiero no conocer, amén de poseer una textura y un sabor inclasificables dentro de lo que llamaríamos habitualmente «comida».

Hace unos cuantos viernes le hice esta fotografía a un bol conteniendo algunas de estas cosas (llamarlas delicias me da escalofríos) y probé alguna mojada en cerveza. Mejoraba un poco su textura, algo menos cavernosa y áspera como lengua de gato muerto. Su sabor, no obstante, no demasiado. Como se dice ahora: sus propiedades organolépticas, no solo no tienen mucha forma de mejorar, sino que pueden acabar por demostrar su naturaleza plastificada y arder en el infierno.

Pensar que esa masa informe, globular, vaporosa, acabó depositada en las paredes de mi estómago me causa algo de desasosiego, pero no tanto como para preocuparme.

Las películas de terror cada día me dan menos miedo; especialmente desde que soy autónomo y me toca pagar las mensualidades de la seguridad social.

Los ojos, poema objeto

Hace unos días Ernesto Pentón me regaló unas gafas que iba a tirar porque estaban algo deterioradas. Yo tenía guardada una caja de bombones que no sabía cómo ni cuándo usar. El poema de los ojos con un lipograma fuerte lo acababa de releer por el taller de poesía dedicada a OuLiPo que estamos realizando los miércoles a las 19:00.

Estos elementos se combinaron como por arte de magia para dar lugar a este pequeño objeto que ha resultado ser un obsequio para Pepe Buitrago en su setenta cumpleaños al que fui invitado la semana pasada.

Me gusta pensar que ha caído en buenas manos, manos de alguien que sabe apreciar lo poético de regalarle unas gafas en una caja que contiene un poema titulado «los ojos» a una persona que se dedica a la poesía visual realizada con hologramas.

Dudé si imprimir el poema sobre un papel especial (tenía unos restos de papel plateado), pero terminé por hacer una versión más sencilla y al mismo tiempo más legible y duradera: impreso sobre papel blanco con una lámina de papel cebolla superpuesta. La transparencia algo translúcida que se genera evoca, de alguna forma, esa evanescencia de un holograma.

¿Ahorro energético? ¿Quién?

Cada día que veo cómo se va electrificando innecesariamente la publicidad y se nos sigue pidiendo contención en el consumo energético, me irrito y siento que hay un mundo que cada día va más a dos velocidades, la de quienes pretendemos mejorarlo y la de quienes pretenden mejorar. Sin lo.

Es terrible que para mejorar haya que empeorarlo. Este síntoma obvio de enfermedad sistémica no parece desatar enojo en la población que pasea junto a los carteles retroiluminados de marquesinas, de fachadas de centros comerciales, etc…

Y se nos repite que «el calentamiento global…» como si fuese cosa nuestra o estuviese en mi mano, gracias a tener 3 cubos de basura de colorines en mi casa, arreglar un desaguisado claramente estructural.

A veces, yo también quiero «mejorar», así, sin más, sin «lo». Sencillamente, vivir mejor. Y parece ser que no me queda otra que aguantarme con mi moral de sacrificio, moral cristiana, casi diría, subyugado al deber, al categórico kantiano, negándome a permitirme ser parte de ese otro mundo que, a otra velocidad, cada día se aleja más.

Calendario de Dalí

Obviamente, el calendario es mío, pero las ilustraciones que lo poblaban mensualmente eran representaciones de obras de ese pintor, que no me cae especialmente bien.

Me lo regaló Carmen allá por los comienzos de nuestra relación sentimental, conteniendo el calendario correspondiente al año 2000.

Lo usé poco, porque jamás había usado un calendario de papel y tendía perderlos o ignorarlos pues nunca tenía un lugar en el que apuntar que tenía que consultar el calendario. Incluir esa tarea en el calendario es bastante absurdo, aunque interesante propuesta conceptual.

Es bonito el recuerdo de los eventos que en esos años mozos (yo tenía entonces 33 añitos) me interesaban, viendo cómo abundaban las citas con amistades y eran ignoradas las actividades laborales.

También es cierto que hay que tener en cuenta que mi trabajo era tan monótono desde el punto de vista horario que era absolutamente superfluo tener que consulta qué actividad tenía cada día. Además de que no me importaba personalmente lo más mínimo.

Mucho teatro y ya en aquella época instalaba Linux (entonces era bastante engorroso) en algún PC en el que convivía con un Windows 95 e incluso un Windows 3.11 (que no era un sistema operativo propiamente dicho, sino un mero gestor de ventanas de MS-DOS).

Fue pasando el tiempo pero el calendario cayó en desuso y lo tuve abandonado durante un par de décadas en casa. Hasta que decidí ir arrancando las ilustraciones para proponer ejercicios del Taller de Poesía y Escritura Creativa basados en las mismas.

Ahora uso un mucho más práctico google calendar cediendo mi información en aras del pragmatismo, que descubrí en el 2007 trabajando en un proyecto de gestión de un espacio expositivo en el depósito del Canal de Ysabel II.

Hoy lo he tirado a la basura, pero quería quedarme con algunas de las páginas a modo de recuerdo electrónico y no físico y compartirlas en esta especie de diario que tampoco es físico (aunque sí que lo sea) sino virtual y poco virtuoso.

Tipografías con «bimbos»

He terminado de publicar en Instagram la colección de las mayúsculas realizadas con alambres del pan bimbo, así que he creado este banner para darle punto final a la serie, dejando abierta la posibilidad de continuar con la colección de imágenes de las minúsculas que también tengo acabada, pero no publicada.

Creé una entrada en la cuenta visual de Meta, con este texto a modo de explicación o disculpa, no lo tengo muy claro:

Terminada la primera parte de crear letras con cables de pan de molde. Realicé también las minúsculas, números, acentos… e incluso llegué a generar una «poco usable» tipografía true-type font llamada «bimbos».

Todo bastante ridículo, bien pensado. Pero me divertí. No le cedo ese placer a ninguna inteligencia artificial. 😉

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Otras aproximaciones al proyecto tipografías son publicadas en mi página web, donde ahora mismo hay problemas de reproducción de las «galerías de imágenes» pues tuve que borrarlas (no las imágenes, sino el gestor de las mismas) para limpiar el servidor.

Café de Colombia

Mi querido amigo José Luis Sanz Vicario tiene a bien traerme, cada vez que nos visita desde su Medellín elegido, algún regalo típicamente colombiano, como en la última visita que nos obsequió con este paquete de estupendo café de Colombia que el domingo estrené con la familia de Carmen para la sobremesa en nuestra casa.

Mencioné que nos lo habían traído especialmente desde Colombia, pero debió de ser inaudible; en cualquier caso inapreciable.

Quise que se oyese allende los mares y le envié un mensaje de agradecimiento explícito a mi amigo que no tardó en devolverme el agradecimiento.

Chimenea

Enciendo la chimenea de una casa rural
haciendo turismo y pensando
que es lo menos ecológico que pueda haber
que es lo menos cuidadoso
con el entorno rural
al que verter los resultados
de una combustión innecesaria
en aras
(quería escribir «en aras»)
de un romanticismo irracional
que no tiene en cuenta
que ese árbol
no necesitaba
mi excursión
ni mi turismo
en un vehículo
también de combustión
necesario para acceder a una casa rural
con chimenea
para que yo
absoluto inexperto en estas lides
gaste 4 pastillas de queroseno
y 4 fragmentos de rama
de un árbol
que no tengo ni idea de reconocer
incluso después de haberlo usado
para calentar casi innecesariamente
la casa rural
en la que estuve alojado
casi innecesariamente.

La foto es simpática.
(Que se lo pregunten al árbol).
La vida no.

Esto no es una broma