Fotografía
Fotos de líneas, composiciones…
Me encantan las fotografías como esta, de límites claros, de líneas y composiciones espaciales tan definidas, bien enmarcadas, con la luz adecuada, con una equilibrada mezcla de colores y conteniendo texto, por casualidad. Los edificios son tan bellos cuando se piensa en ellos como geometría espacial…
Esta foto está realizada en nuestra estancia en Basel, durante el encuentro de arte en el que fuimos programados, en el off del mismo.
Carmen y yo teníamos un billete para viajar por la ciudad durante tres días en todos los transportes públicos que deseasemos usar y llegamos hasta el lugar en el que se montaría la feria, casi por casualidad. Me gustó el edificio, claro, diseñado por Vom Herzog & de Meuron, que me recordaba la impactante belleza del edificio que había visto de Frank Gehry.
Libros Agotados
¿Agotados por cansados o por terminados?
¿Cómo un libro está cansado? ¿De qué? ¿De ser leído? ¿De no serlo? ¿De aguantar tantas letras en sus lomos? ¡Ay, que no doy con una respuesta convincente!
Si están terminados… ¿Cómo es que los tienen? ¿No se trata de una contradicción? ¿Una broma?
No pude dejar de fotografiar ese pequeño estante de libros en la calle. Un misterio insondable había tras las palabras del rótulo.
2 momentos cerca de las torres de Madrid
Esta primera fotografía la realicé desde el tren, cerca de la estación de cercanías de Colmenar Viejo, recordando mi lejano proyecto. Eran las 10:30 del 1 de abril de 2013.
Ese mismo día, 1 de abril de 2013, acercándome al lugar en el que imparto clases de Química (y matemáticas) a mi alumna preferida, en el Barrio del Pilar, desde el Hospital Universitario de La Paz, donde me había bajado del autobús 725 proveniente de Colmenar Viejo. Eran las 18:45. Estaba al comienzo de la Avenida de Monforte de Lemos.
No te rindas
Soy un poco excesivamente crítico: veo este mensaje en una fotografía en una reputada red social y lo único que se me ocurre pensar es: sobra el nunca.
Sé que es deformación profesional, quizá, de escuchar, en mis talleres de poesía, calidad muy superior a la media de la expresión convencional, pero tampoco es para olvidar lo bonito del mensaje sin tanto análisis.
No sé dominar o apaciguar mi hemisferio racional, analítico y dejarlo dormir un rato mientras veo estas imágenes con eslóganes más o menos trillados y, además, redundantes. Pero creo que eso es justo lo que me convierte en buen coordinador de talleres literarios: este hemisferio trabaja dejando de lado el sintético o creativo, usándolo para cuando es estrictamente necesario, permitiendo que otros y otras lo desarrollen sin tener que atender a sus análisis.
Y esta deshumildad la afirmo hoy, después de que ayer estuviese en depresión (una bastante cíclica) por las bajas de mis alumnos de talleres de escritura que siempre (también innecesario, salvo por su valor enfático) me hacen cuestionarme, cuestionar si merece la pena defenderlos, si tiene sentido seguir luchando, si no sería más fácil y más cómodo rendirse, por fin, rendirse por algo que parece, en ocasiones, evidente: no interesan.
O no interesan los talleres que imparto o coordino o no interesa la forma en la que los hago o no interesa la manera de apuntarse, de inscribirse, de comenzarlos… desde hace casi 10 años me pregunto esto una y otra vez sin encontrar respuesta y sin que, en el fondo, me preocupe: los hago porque me apetece, los lucho y defiendo tal y como son porque es como desearía que fuese aquel al que apuntarme. Pero no todo el mundo es como yo.
Algunos días, el bajón es tal que casi me rindo… pero luego, después de una clase, una alumna/amiga me dice: «me cuesta salir del taller, me cuesta irme sin ti» y entonces todo vale la pena. En el fondo de mi corazón (o alguna otra víscera) se me arranca una lagrimita que me ilusiona de nuevo.
No, no me rindo. (¿Nunca?)
Carteles e imágenes subliminales
No sé si es que estoy muy salido (que creo que no) o que la publicidad sigue jugando con lo más básico de la sexualidad para resultar captora. El otro día, caminando por el metro, me encontré con este cartel y no pude evitar fijar mi atención en ese detalle que, espero, resulte evidente. Buscándolo ahora en internet, para esta entrada, me encontré otra imagen de no menos carga erótica… Es fuerte, ¿no?
Después de esto, recuerdo unas fechas en que di clases de diversas materias a una alumna que, según ella, quería ser policía para pegar a los negros. Le mostré, en una de las clases, esto de la publicidad subliminal, de la potencia de las imágenes, de la capacidad de generarlas o modificarlas, como cuando la llevé a ver una exposición de Chema Mádoz en la Fundación Telefónica y salió tan emocionada, tan conmocionada, diría, que decidió cambiar de futuro y dedicarse al diseño gráfico. Ahora trabaja en la imprenta de su familia como tal. Me da miedo pensar que debajo del cambio, siguió siendo la que deseaba pegar a los negros… Pero sonríe más y eso, siempre, me parece muy buen síntoma.
Milonga Excepcional
Ayer estuve trabajando para Carmen como diseñador gráfico. No es algo que tenga entre mis profesiones más remuneradas, teniendo en cuenta que nunca he cobrado por ello, pero alguna vez sí me he ahorrado un poquito. En este caso, se lo he ahorrado a alguien a quien quiero.
Convoca Asociación Cultural Clave 53 | Música por Carmen de la Rosa
Eso sí, el diseño se hizo con la estricta utilización de herramientas de software de código abierto, (en este caso GIMP, sobre Linux Mint) gratuitas, generosamente desarrolladas por gente que no cobra por ello, en la mayoría de los casos, y que permite ahorrar dinero a muchas personas a quienes quieren. ¡Qué maravilla de gente hay por el mundo!
(Se nos olvida a veces, viendo la televisión, pero preciso es recordarlo cada día: la mayoría de la gente es «buena«)
Ayer fue romántico
Como casi todos los días a su lado
y los que forman parte del sospechoso casi es porque no estoy a su lado.
Un miércoles más
nos fuimos a desayunar por ahí
(es una forma de salir muy barata, pero placentera)
y encontramos el Museo Romántico
aunque íbamos a encontrarnos con él
así que no es muy propio decir que lo encontramos
(¿o sí?)
y desayunamos en su cafetería
romántica
como no podía ser de otra manera
un par de desayunos
cada uno.
Dos fotos de ese momento lo atestiguan
y dos fotos posteriores
en nuestra casa
viendo una serie tras la comida
nos atestiguan
que el romanticismo
no se quedó en el museo
sino que lo llevábamos puesto
ayer
hoy
y mañana (seguramente).