Transformaciones

AzulejosLas baldosas del cuarto de baño me recuerdan siempre la intervención que hicimos Carmen y yo para modificar algo que no nos gustaba ni mínimamente.

El color de fondo es de esos beige más o menos marrónicos que, en el retrete recuerdan qué se hace, pero también que son sufridos para con suciedades variopintas.

No nos gustaban.

Varias alternativas se plantearon, allá por el 2006:

  • Cambiar las baldosas (caro, muy caro…)
  • Mirarlas de otra manera
  • Hacerlas diferente para mirarlas de otra manera

Pero en realidad las 2 últimas opciones eran más o menos la misma: modificar la mirada para modificar la realidad. Aunque también puede ser visto al revés: modificar la realidad para modificar la mirada.

Yo creo que el primer lugar es preciso, al menos lo fue en este caso, modificar la mirada: darse cuenta de que las baldosas eran perfectas para soportar imágenes que nos pudieran gustar. Después, vino la modificación material, pero la conceptual ya estaba hecha.

Pintamos algunas de ellas y el cuarto de baño nunca más nos lo volvimos a cuestionar, al menos en ese tema. Parece que ya no vemos el feísimo color beige de las baldosas. Vemos cascadas de banderas cayendo en otras banderas, vemos amiguitos que se cuelan en nuestra bañera, vemos recuerdos amarillos de nuestro amor en lo que fue una mancha, vemos puntos y rallas de colores, vemos triángulos mágicos, sombras chinescas…

¿Qué ves tú?

patata-corazón

patata-corazón

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¿Por qué nos cautiva el corazón?

Si me hubiera encontrado una patata con forma de riñón no la habría fotografiado, seguramente, ni estaría escribiendo esta entrada de mi diario.

El otro día Carmen me regaló un azulejo blanco con un corazón rojo (como debe ser) inserto en el centro. Lo uso actualmente como alfombrilla de ratón. El ratón se mueve sobre mi corazón.

También el otro día les comenté a unas alumnas del taller de poesía que escribiesen sobre otros órganos vitales, como el hígado, el páncreas, los riñones, los pulmones, el cerebro, incluso… una escritura visceral no puede olvidar los intestinos, el estómago, la tráquea, el esófago, no se deben dejar de lado los genitales varios, etc…

Pero acaba ganando la batalla el corazón.

¿Por qué?

Está claro que, junto con el cerebro, es uno de los órganos más importantes para la vida humana. Esto hace que se le hayan ido achacando muchas fantasías más o menos mágicas sobre su capacidad, su función, bastante más mecánica que la cerebral, por ejemplo.

Te amo de corazón. Así: ¿a bombeos intermitentes?

¡Qué cosas!

Supongo que tiene que ver con la sangre, con el hecho de que vemos la sangre, es muy vistosa, roja y brillante, si fuese de un gris más o menos aburrido, seguramente perdería gran parte de interés. Incluso, hoy, imaginaba qué ocurriría y qué posición ocuparía en importancia el corazón si la sangre fuese transparente.

Sudamos todo el tiempo, pero nadie habla de las glándulas sudoríparas como algo más o menos vital, también respiramos y del aliento apenas se interesan los religiosos o los filósofos antiguos. Hasta Lavoisier nadie había pesado el aire. Pero pesa, sí, tiene cierta densidad, como la sangre y un «color» que no vemos, pero que no por ello es menos digno de ser llamado tal. ¿Qué importa en qué lugar se ubica la frecuencia de la radiación absorbida por el material en cuestión? Pues parece que más que la debida.

Sí, estoy seguro de que la sangre, roja, hace que sea protagonista el corazón de nuestros más románticos planteamientos, mezclada con el negro va muy bien, como en el tango, o con el blanco, como en las bodas, en muchas escenas de erotismo, en la virginidad y su desaparición.

Es el color de la violencia, la pasión, la vida… entendida de una manera tan superficialmente corpórea…

Y yo me pregunto ¿de qué color es una idea?

Yo la imagino, en la mayor parte de las veces, azul. De un bonito IKB; por supuesto, algunas parecen marrones, pero ese es su olor, no su color.

Porque puede que el olor tenga color. Aunque, paradójicamente, la palabra está contenida a la inversa. O ¿es que el color tiene olor?

La sangre es tan importante para los humanos que olvidan que, sin cerebro, no serían más que masas comestibles, muy ricas mezcladas con cebolla, una vez coaguladas convenientemente.

Importa al pensar en descendencias, en dinastías, en etnias y pertenencias a grupos consanguíneos, en identidad, como si el ADN únicamente se encontrase en ella.

Y de la sangre, en vena, volvemos al corazón. Pensamos en el pulso, en el latido, en el sonido primigenio, en el ruido grave que le llamó la atención a John Cage, y en su viaje al cráneo, a regar la fuente de ideas, la máquina que nos hace conscientes, que nos hace palabra, que nos convierte en seres medianamente interesantes. La máquina que produce sonidos agudos, que no late o late a tal velocidad que aún no se ha conseguido procesador de tal «herziaje».

Pero la mente no tiene un color tan vistoso, eso lo reconozco.

Vulgar mezcla de blanco y gris, más bien apagadillo, como sosete, diría yo. Pero ahí está… es y me hace ser. Y no solo me sujeta como si fuese una máquina, me hace pensar que soy una máquina, me complejiza y apalabra, me dice: eres. Aunque a veces, mis orejas, no le escuchan.

Prefiero esa máquina, fantaseo sobre sus capacidades con cierto patetismo, pero he de reconocer que me parece mucho, mucho más compleja… y creo que es algo objetivo, pero no quiero afirmarlo tan rotundamente.

Si fuera cardiólogo…

Nueva forma de afrontar manifestaciones

¿Qué tal si en las próximas manifestaciones, los manifestantes se parapetan tras este tipo de protecciones anti-anti-disturbios?

Es una idea la de sustituir las manidas cabeceras de las manifestaciones, esos textos que solo puede leer la prensa obsoleta, esa que está al otro lado de donde hay que estar, esas telas largas de un metro de anchura que sirven para identificar la cabeza de una serpiente que, quizá, ha llegado el momento de pensar en ser múltiple, como imagen, me viene a la cabeza, y nunca mejor dicho, la de Medusa.

¿Qué tal si cada cabeza de serpiente, de la cabeza de múltiples reptiles, llevase en su frente uno de esos protectores, una de esas barricadas móviles?


Una etiqueta para recordar

para recordar
Mi querida amiga María encontró esta etiqueta en el envoltorio de una lata de espárragos verdes. La tienen (ella y su chico, el simpático germano Jens, maravillosos padres de Pablo) sobre la puerta de su nevera, atrapada con imanes.

¿Dónde está la gracia?

Mi amiga es profesora de Filosofía y, de hecho, uno de sus preferidos, me consta, es ese I. Kant, a cuya memoria están dedicados estos espárragos. Espárragos que, para colmo, llevan de nombre «Sócrates».

¿Por qué unos espárragos verdes están tan intrincados con la filosofía occidental? ¿Cómo supieron elegir tan sumamente bien a los filósofos a los que dedicaban atención? Hay que recordar que podían haber sido William James o, incluso, Auguste Comte.

Me parece evidente que estos espárragos sabían bien lo que se hacían, pero, incluso, sabían con quién debían topar en una estantería de un comercio vallecano, para alumbrar un frigorífico tan apropiadamente.

Lo de que Espárragos Verdes esté escrito en 4 idiomas: Español, Inglés, Francés (con error, creo) y, por último, pero no por ello menos importante, en Alemán, hace aún más increíble esta coincidencia, pues esta amiga habla todos ellos. Y ni siquiera habría cometido el error en el francés, en el que podría decirse bilingüista.

Quise inmortalizar su etiqueta porque me pareció un sencillo resumen de ella misma. Me encanta esta fotografía, como me encanta mi amiga, por todo lo que sugiere… y lo poco que lo aparenta. Pero ella es más verdad que el pan y la tierra… que diría Serrat.

Esta entrada va, con todo mi cariño, dedicada a María.

Un bonito cumpleaños

Collage del cumple

Mi querida amiga Sylvia organizó un maravilloso cumpleaños (el suyo, por si quedaban dudas) en un restaurante japonés que, no dejando de ser una franquicia, nos sorprendió a todos con una calidez inusual.

Lo de calidez no solo va por el calor tremendo que pasé y que hizo que lamentase estar, en general, vestido, sino por el trato amable y simpático de las camareras, foráneas, posiblemente filipinas o extremo-orientales de enormes sonrisas y cuerpos menudos. El encargado o dueño es un amigo de Sylvia llamado Raúl, bastante guapete y, sobre todo, generoso en humor y cordialidad. Hace que su lugar, el Sushi Olé de la Calle Francisco Silvela, 71, sea un sitio más que recomendable para organizar fiestas de cumpleaños, o para ir a comer cualquier día, con unos platos riquísimos, servidos con una simpatía y unas salsas deliciosas.

Pero lo mejor, obvio, no fue el restaurante, aunque ayudó mucho, sino el amor que desprende Sylvia en todo lo que hace y que convierte un evento de desconocidos, pues entre nosotros los asistentes no todos nos conocíamos, en una fiesta de la que no quieres irte. Un espacio de corazones abiertos, donde todos queremos encontrarnos con otros, donde compartir el espacio no es solo compartir el espacio.

Súmale a esto que te encuentras con amigos a los que ves menos pero que quieres mucho, como Iván, mi querido Iván Araujo a quien debo tanto, Jose Eugenio Vicente Torres, el grande, Alicia, su chica, que mejora con los años, como el buen vino (que tanto le gusta ;-)) y la tierna pareja de divertidos Guzmán y Patricia, con quienes tenemos muchas cosas en común.

¡Qué delicia! Una fiesta que se te hace corta, que te quedas con ganas de más, como nosotros, que tuvimos que irnos porque la preciosidad de mi chica (¡ay, qué guapa que iba, la muy…!) tenía que ir a Ciudad Real al día siguiente a dar un curso de Tango. Me dijo que me quedara, pero quería dormir a su lado y apagar mis ojos contra su costado.

Le pedí a Sylvia que tuviera la decencia de celebrar su cumpleaños 3 o 4 veces cada año, para poder disfrutar de una noche tan bonita.

Me quedé con ganas de muchas conversaciones pendientes, como con su amiga Begoña, que tiene pinta de ser todo un cielo o un rato más con Jose, o haber podido cruzar más de una frase con Iván, pero sé que nos veremos más…

¡Qué afortunado soy de tener gente tan maravillosa a mi alrededor!

Y eso que no hablo de los otros muchos amigos (as/as/as/as) que tengo en la cabeza. Pero hoy quería hablar de ella, de su fiesta, de lo grato de su entrega, de su calidez, de su sonrisa… siempre, su sonrisa.

El mundo es un lugar tan bello…

Qué hacer con la basura

basuras
Hay huelga de barrenderos.

Sí, es algo obvio, incluso para quienes no leen la prensa. Se habla poco de ello en redes sociales, poco para lo que de verdad afecta.

Y es obvio porque lo tenemos delante de nuestras narices. Bajo nuestras ventanas. Ahí están, las basuras, recordándonos que somos una civilización despilfarradora hasta la extenuación.

Tiramos tantos desperdicios que se diría que no somos capaces de aprovechar ni la mitad de lo que adquirimos. Lo sabemos, pero pocas veces queda tan de manifiesto como cuando, después de una huelga de menos de 2 días (quizá ya durará más) las basuras de la ciudad se convierten en una seria amenaza para la salubridad urbana.

Con la revolución del paso del neolítico al establecimiento de las ciudades, se llevó a cabo un proceso de especialización, del que todavía estamos en los inicios, al paso que vamos. Se comienzan a apreciar los problemas derivados del extremismo de la especialización y esto es acuciante en las ciudades, donde el grado de formación específica nos convierte en unos analfabetos funcionales en la mayoría de las áreas que consideramos que no nos corresponden.

Hoy leía un artículo de wikipedia sobre la separación de las artes liberales en quadrivium y trivium y lo hacía de esta forma:

Trivium significa en latín «tres vías o caminos»; agrupaba las disciplinas relacionadas con la elocuencia, según la máxima Gram. loquitur, Dia. vera docet, Rhet. verba colorat («la gramática ayuda a hablar, la dialéctica ayuda a buscar la verdad, la retórica colorea las palabras). Así comprendían la gramática (lingua -«la lengua»-), dialéctica (ratio -«la razón»-) y retórica (tropus «las figuras»).

Quadrivium significa «cuatro caminos»; agrupaba las disciplinas relacionadas con las matemáticas, según la máxima Ar. numerat, Geo. ponderat, As. colit astra, Mus. canit. («la aritmética numera, la geometría pondera, la astronomía cultiva los astros, la música canta»); Arquitas (428 a. C. – 347 a. C.) sostuvo que la matemática estaba constituida por tales disciplinas también. Se estudiaba así la aritmética (numerus -«los números»-), geometría (angulus -«los ángulos»-), astronomía (astra -«los astros»-) y música (tonus «los cantos»).

Pero hay una separación previa y quizá más importante, que es la que se da entre Artes Liberales y Artes Vulgares, también llamadas serviles.

Desde hace un tiempo se nos ha inculcado la cultura del trabajo servil, en la que hemos ido adquiriendo como valor positivo el conseguir una habilidad en el manejo de una de estas artes serviles, importando cada vez menos las artes liberales.

Es posible que en estos tiempos la diferencia entre las artes no esté tan clara y que hayan aparecido otras que no sabría dónde clasificar, pero lo que es evidente es que sigue habiendo un interés notable en que no perdamos de vista la necesidad del trabajo para conseguir el pan.

Y sin embargo es una falacia. No deberíamos aspirar a trabajar servilmente, a trabajar en artes más o menos funcionales, puesto que la revolución industrial y su hijita la revolución tecnológica se están encargando de demostrarnos que somos más que sustituibles por máquinas que realicen trabajos mecánicos. Y no habría que verlo como un problema, sino como una posibilidad de verdadera liberación, una forma de alcanzar una vida mejor, un ser humano centrado en la poesía, en las matemáticas puras, en la retórica por el placer de la conversación, en la búsqueda de la felicidad y no en la búsqueda de una subsistencia que nos han conseguido convencer para que creamos que es el fin último de la existencia.

Se me ha escapado un impersonal: Lo siento. No tengo claro quienes son los que han conseguido convencernos, está claro que hablamos de «los ricos y poderosos» o la iglesia o los políticos o los bancos… vaya, simplezas, pero no sé realmente quienes son ellos.

Con la especialización, que comencé mencionando al principio de esta entrada ambiciosa y dispersa, hemos ido fabricando una cultura de esclavos, de siervos cuyo mayor objetivo es hacer bien su trabajo. Sí, dicho así suena verdaderamente patético.

Y en lugares como las ciudades, donde esa especialización se ha convertido en la base de la sociedad, permitiendo que unos ensucien para que otros limpien, que unos se encarguen de la gestión de residuos, pero solo de un tipo de residuos, mientras otros se encargan de la publicación de periódicos, otros de la comercialización del pan, otros de la gestión de los recursos de la ciudad asignados a medio ambiente, etc… en esos lugares, la fractura de una de esas tareas, la interrupción de una sola de esas pequeñas tareas, colapsa el funcionamiento normal, equilibrado (en un claro equilibrio inestable) del urbanismo y la convivencia asociada.

Todo se viene abajo si un solo ladrillo, más o menos fundamental, se rompe. Y se planta cara a esa inestabilidad subyacente a este falso status-quo en el que pensamos, ingenuos, que españa va bien. (Más allá de la crisis)

Y es que hemos ido trenzando una interdependencia, llamémosle matricial, que nos hace fundamentales los unos a los otros, pero sin darnos cuenta, casi como si no fuese importante lo que hacen los demás, como si todo trabajo que no fuese el propio fuese motivo de desprecio. Es lamentable. Al menos, yo lo lamento.

Pero, volviendo al tema (caso de que este blog y esta entrada en concreto tenga alguno), lo pone tan de manifiesto una pequeña huelga de barrenderos que es pasmoso, es indudable: el mundo puede colapsar tal como lo conocemos si esas reglas se rompen, si esas dependencias se cambian. Las huelgas sectoriales son muy eficaces, pero tenemos que superar el rechazo que genera en la opinión pública esa molestia que supone que el trabajo de otro, habitualmente menospreciado, sea interrumpido.

Por largar otro posible camino para este artículo, me gustaría saber o tener fotografías de barrios «pudientes» donde seguramente las basuras pueden estar siendo retiradas por empleados privados para que no se noten las molestias derivadas de la huelga. No sé por qué estoy convencido de que no habrá tanta basura en las calles de La Moraleja.

Y es en esto donde el modelo neoliberal se pone tan en evidencia, en ese injusto reparto de privilegios, que justifica a muchos a considerar beneficioso para ellos el apostar por esas propuestas de descomposición, privatización, mercadeo, de todo lo que está siendo gestionado por las administraciones públicas (sanidad, limpieza de zonas comunes, educación, infraestructuras de transporte, de telecomunicaciones…).

Es viendo la basura bajo la ventana cuando uno puede darse cuenta de lo que nos espera si seguimos por este camino.

¿Tendremos dinero para poder pagar nuestras propias necesidades? ¿Deberemos dejar de considerar necesidad a cosas como la salubridad ambiental, la higiene, la salud física, la educación básica, la defensa de nuestros derechos¿

Demasiadas reflexiones yuxtapuestas en un solo día. Me temo que no es muy pragmático, pero siempre he sido poco útil, poco servil… ¿o no?

Recursividad

Hoy, después de hablar un rato con mi amiga Ana Matey, le he comentado lo divertido que me resulta que la imagen sea tan importante que ahora se está utilizando incluso para mostrar textos: imágenes de textos. Lo que resulta una especie de contradicción, de absurdo.

Pero lo que resulta ya excesivo es que una de esas imágenes con texto sea incluida como imagen para ser respondida textualmente y se haga una captura de pantalla que la transforme en imagen, de nuevo, así hasta el infinito. Facebook tiene alguna de estas divertidas cosas que hacen que piense en seguir usándolo, aunque solo sea para criticarlo.

recursivo, va. (Del lat. recursus, part. pas. de recurr?re ‘recurrir’, e -ivo). 1. adj. Sujeto a reglas o pautas recurrentes. La capacidad recursiva del lenguaje.

recurrente. (Del ant. part. act. de recurrir; recurrens, -entis). 1. adj. Que recurre. 2. adj. Que vuelve a ocurrir o a aparecer, especialmente después de un intervalo. 3. adj. Anat. Dicho de un vaso o de un nervio: Que en algún lugar de su trayecto vuelve hacia el origen. 4. adj. Mat. Dicho de un proceso: Que se repite. 5. com. Persona que entabla o tiene entablado un recurso.

Esto no es una broma