¿El grande o el pequeño?

Empecemos el años con una tontería:

Siempre me debato pensando en si tengo que pulsar el botón grande o el botón pequeño cuando micciono.

¿Por qué?

Podría pensar que el pequeño corresponde a una pequeña cantidad de agua que es más que suficiente en la mayoría de los casos en tal caso.

Pero…

Podría pensar que el pequeño corresponde a una menos cantidad de veces utilizado, lo que suele ser antónimo de una meada comparada con aguas «mayores».

Con lo cual…

Cada vez que expulso orina por la uretra quedo un poco meditabundo pues la memoria (podría aprendérmelo sin razonamiento asociado) no suele funcionarme en estos casos.

Así que unas veces uso uno y otras veces uso otro… aunque siempre, eso sí, con la tapa bajada completamente, con lo que me sigue quedando la duda de si es el que tenia que haber usado o podía usar otro que no utilizase tanta agua para una labor tan nimia.

Y sí, esta foto es mía y la realicé el jueves 5 de enero en Daimiel. Cosas que pienso en vísperas de reyes magos…

Presentación de La palabra dormida

Este es el precioso cartel que han hecho Dora y Guille para la presentación de esta tarde en su espacio: Covington Gallery que presume de tener, entre otras cosas, un dominio de primer nivel (TLD) de Internet como «gallery».

Yo había hecho este otro (a continuación) que está basado en la cubierta del libro que edité para Eva Obregón. Está clara la diferencia… Es un poco vergonzoso que me atreva a hacer carteles habiendo diseñadores gráficos en el tablero.

Vergüenza

Fun Games. Publicidad. A Stunning Fantasy Role-Playing Game. It Is So Beautiful It’s Worth Installing Just To See.

De un tiempo a esta parte me aparece recurrentemente en la publicidad de una red social esta «fotografía» de una mujer muy bella (absurdamente carente de ropa apropiada para luchar en los juegos que invita a participar) que me hace sospechar que es una fabricación pseudo-tridimensional a modo de personaje de vídeo-juego creado artificialmente.

Más allá de lo vergonzoso que pueda ser utilizar ese gancho (sexo obvio) para que se pinche en el subsiguiente enlace independientemente de lo que «se venda», reconozco que la vergüenza es más debida a mi propio comportamiento pues soy consciente de que me detengo mucho más de lo razonable en la imagen. No sé evitarlo. No pincho el enlace, por supuesto, pero no puedo levantar los ojos de su mirada (sí, de su mirada). Me quedo algo extasiado durante, pongamos, 10 segundos, y luego sigo navegando por la infinita muralla de tonterías que abundan en la red social en cuestión.

Algún día dejará de aparecer esta imagen y lo habré olvidado, pero por unos días habré estado sintiendo una punzada de deseo y, también, de vergüenza por ese deseo.

Esto no es una broma