…para Carmen…

Cafés en cada esquina, a lo largo de Rivadavia pidiéndome que escriba, que escriba y pida refuerzos de palabras, de verbos para matar silencios, para apagar mi llanto y no escucharlo ya más. No escuchar la garganta que dice que estoy solo, que dice que me fui de su lado y la extraño. ¿Cómo puedo vivir sin su presencia?.
No recuerdo sus ojos, ni sus manos, ni su sexo, ni sus labios, ni sus piernas, ni sus tetas, ni su pelo, ni su culo, canela en flor pero algo abstracto e impensable me llena su presencia, me cura las heridas de la distancia, morriña hecha mujer, encarnación de la nostalgia, atrae el sexo de su amor al fondo de mi alma y siento que jamás, ya nunca más, estaré solo pues ella está conmigo, estará en donde vuele, allá donde me alcance la tentación encarnada en hembra porcelana y vea coños mojados, labios lubrificados, besos con sabores a fruta y costillar con tetas suaves duras de turgencia insana y piernas insolentes que me hacen querer volar.
Mas si tuviese alas, quebraría el atlántico para morir de besos al cabo de sus labios, remontaría, desde su pie hasta el alma, la cuesta de sus senos y querría romper, en una tempestad de guerra y semen, en un terrible maremoto, mi mar contra su sexo, clavando mi nombre en su misterio, vistiendo con su capa de pelo una cama de estrellas, horizonte curvo a ritmo de Piazzola, verso hecho pasión, mujer que vuela, puede volar y quererme, desearme en un sinfín de noches, hasta que la tempestad escampe, la efervescencia muera y yo no escriba ya más. Me haya muerto y me hayan enterrado en la fosa sin nombre del olvido.
Pero hoy y hasta entonces, acá, en esta Plata nuestra, deseo de ella que sea mi mujer.

Para Carmen.

Luis estará 2 años en la cárcel y el juicio que no llega aunque él ya se juzgó culpable. Lucía también.
Los pobres heredarán la tierra en la que podrán plantar mil crisantemos y no podrán regar más que con gotas de un sudor imposible, orín del tiempo, semen de violaciones en palabras vacuas. Verán descapullar las flores del averno, el reguero de crisis que no acercará la greva al infinito pesar que los poseerá.
Es la histeria del día a día del volver a empezar cada mañana cuando se desocupa el pensamiento y se sueltan las glándulas de escritor a vomitar en cuba.
Recogen los lirios y sé que esta historieta nunca será noticia y la vida de estos miserables jamás será narrada. A nadie le interesa esta tontería porque estamos todos interesados en saber qué pasa con los móviles con contrato y latinmail.com porque la bolsa puede bajar y aunque sea un poco vago quiero enriquecerme dormirme en la playa a la orilla de tus párpados, en la arena suave de tus mejillas… no me anegues de lágrimas cuando me vaya…
Un ruido de fondo me recuerda que he de hacer la compra. La cebolla no se vende a sí misma. Ni siquiera en Amsterdam, donde la gente tiene otra visión de los puntos de referencia y el tabaco que sufre en el fondo de los acuosos pozos, que son los túneles del humo por donde huyen sus pulmones.
Una gasolinera se ha incendiado pero no ha habido víctimas. Un camión de bomberos corre a apagar los contactos que aún funcionan para desconectar la red sin más protocolo que la familia que existe en la vereda de cada residencia.
Hace un milenio que tus ojos se clavaron en el ópalo brillante de la lápida. No cierres tu misterio al sol que nos acoge como país interestelar de sistemas policiales contra las colonias labiales alimentando el dólar norteamericano.
La noche ha salido en tu cabello.

Café Galache, M-20001228

El jersey rojo apenas lo albergaba porque su cuerpo informe necesitaba amarras.
Las puertas del refugio están abiertas y no se admiten derrotas contra el frío. Se me hielan los dedos, se congela la tinta con que escribo y el vaso, para colmo, tiene hielos.
Hoy voy a escribir poco por factores climáticos. Son curiosos factores con linternas de epidermis, crisis abierta en la sangre fría del destino.
Hay dos placeres subyugados al gozne del vidrio de su pena, un teléfono gris sobre mi almohada y algunos libros por comprar.
Tengo que leer en voz alta para no tener miedo de mi propia voz, para no herirme con mis propias heridas, usando el cáliz de mis lágrimas para cauterizar la soledad, la imposible sempiterna de palabras caracol.
El café se ha convertido en túnel del tiempo a mi pasado, a un frío glacial que ennegrece el fondo de mi esencia tan negada.
Repentinamente, la mecánica, reino de efebos y repúblicas hebreas, reparó mi emergencia y se corrió la base de mi huida. Aún así, hoy no quiero escribir más.

Café Galache, M-20001229

A veces tengo miedo a escribir. No sé qué va a salir. No es que me asuste dejar una hora en blanco o en azul, es mas bien que las historias que salen de mí provienen de algo que no conozco y no controlo. Ya sé que sería más relajado no intentar controlar, dejar ir el boli como lo hago, pero, a veces, sólo a veces, tengo miedo a escribir.
Hoy es uno de esos días.
No he visto nada en la calle que detone las bombas de mi grisedad y temo hacer yo mismo un explosivo plástico como la belleza de sus cejas plata.
Me levanto temprano, madrugo, nunca la disciplina será suficiente para destruir las normas, vivir en la anarquía del escrito, libertad suprema hecha a mi imagen y semejanza.
Ya me saluda en este local de tres manzanas, burdel de mis ideas que restallan látigos azuzados hombres de paja. Es el pecho hendido de misericordia que abduce la diccionario y sin género cobarde en cenicero obtuso azul y gualdo, la locura se apodera adocala de mi mano y la dirige al mundo invernal en vacaciones donde los árboles crecen hacia abajo para hallar sus raíces entroncadas con el sujeto, con especies de mamones celulares a la sombra de su seno, su busto enarbolado en camiseta de tela vegetal. Por eso no soy vegetariano, sufro sensible el cruel asesinato, juicio sin testigos de los minidioses que juegan a ser hombres, humanidad alcaloide vertedero.
Música salvando mi resuello sin escape ascalaperca con busñuelos de cine en azulejos sin sin sirenas al abrigo del pasmo y tres miradas café que se ensortijan alzando panegírico de ausencias en tu nombre.
Todo
Siempre
Lector
es para ti.
Y aún así, puede que no te guste, puede que sientas como yo, que esto no es sincero siempre cuardo algo que no digo, que no menciono la relación de mis historias con la realidad pero es que no lo sé.
Una mujer me abraza en la distancia gozando de su roce con mis ojos, bebiendo un cubalibre matutino colgada de un reloj y de una espera. Mira y mira y no viene nadie. Yo decido que él nunca va a llegar porque le atropelló un camión a la salida de su apartamento. Ahora mismo le están entibando una vía abierta, se llena de sales minerales, gotea poco a poco el caldo de su vida. Algo entra y algo sale. Su sangre no coagula. No hay forma de detener la hemorragia interna.
Ella está empezando a cabrearse, siempre le hace esperar y está empezando a hartarse. De momento, le queda licor, aún, sobre los hielos. Está completamente vuelta mirando hacia la puerta sin apartar la vista.
No hay quirófanos vacíos, tendrán que intervenirle en un pasillo donde dosmil leprosos escupen pus y se acercan a tocarlo pues necesitan socios en su club de la muerte. Sus pupilas apagadas crepitan entre lágrimas una canción de navidad.
Se restriega las manos. No aguanta más. Pero sigue esperando.
La primera incisión ha sido extremadamente larga pero no es un buen momento para preocuparse por la estética. Su sangre no coagula y el suero insuficiente se agotó.
– ¡Cámbienlo! ¡Cámbienlo! – pero en el pasillo no hay más material. El paciente se desangra por los ojos y su piel pálida dice a las máquinas lo que tiene que hacer.
Ya no hay nada que hacer.
La impaciencia desespera. Ha terminado su trago y el reloj hace vueltas que no tiene respuestas.
– ¡Oxígeno! – Hurgan el fondo de su alma que, casualmente, cae cerca del bazo, completamente destruido, quemado en un golpe seco.
Luis debía llevar el reparto de azulejos a la constructora. Hoy era la última oportunidad de no perder su empleo, pero este accidente…
Resultaría trágico si ella fuese su hermana y se odiasen desde antes de poder forjar recuerdos. Sería acusado de un asesinato casual, mal vestido, con un mono azul de grueso paño áspero como la tierra, como el grosero insulto que recibe cada día con la mirada desdeñosa de Lucía.
No le quiso nunca pero quedarse embarazada era una estupidez que Socuellos no perdona. Ahora era la concuñada de la víctima de su marido.
Sus labios profieren injurias apestosas. Labios duros como el corazón de los hombres, como el puño cerrado del general.
Un petardo estalla en la mesa de al lado y ella presiente desdicha. Su ventrículo galopa al primer teléfono y marca su casa sin tener respuesta.
Lo descubrirá y no podrá levantar las plantas del suelo, no podrá dormir en seis años y querrá que la guerra termonuclear barra todos los restos de su familia extinta.
Sus labios se cerraron, oscuros y granates granadas obsoletas de polvo con metralla. República en la noche sin estrellas. Bandera ajada bajo la luz morena de la muerte.
Morirá en la sombría celda de su manicomio, en el ancho colchón que fue su tumba, en la pared blanca llena de inscripciones manuscritas con huellas de sangre que mordisquea y lame. No puede dormir. Es la corrección de un mundo iluminado, el más allá de hoy que no queremos ver. La muerte, la tragedia, nos acecha bajo la cálida protección de nuestras mantas.

Café Galache, M-20001227

Estoy de espaldas a un mundo que no me da la espalda. Es un mundo lleno de color sonrisas y miradas que se acercan cabreados bajo el manto azul intimidatorio de unas botas que se abandona para promover manifestación escrita que se eleve a queja.
No emito juicios rápidos. A veces creo que esta virtud me hace adaptable al índigo párpado del universo viviendo la pluma blanca de su nombre.
Si camino despacio al lado de la vida puedo paladear mi calidez tan discutida y anegar de aire mis pulmones arrancando el dolor de mis costillas. Camino despacio para ver ojos que ven, miradas que se miran y comprender que encima de mí mismo,
está la poesía escribiendo un
culo de mujer.
De espaldas a la luz proyecto sombras alzadas hipotálamo desde el ferrocarril a su diadema. Entré despacio, caminando, sutil tras dos ancianos y recordé un olvido. Necesitaba fotocopiar su vida.
En Japón al abrigo de la cámara de gas, revelé el clon que proclama mi mujer. Testigo sobrio del amor inexpresable día a día, luna a luna.
Volví a la sociedad ferroviaria y descorché el vidrio de mi atención. Aún estaban allí los dos ancianos y ella era paciente; dulce hasta el punto de resultar insinuante y mi mano en el aire dibujaba su contorno de lomo adobado, miel, cera de estrellas azulesgrises. Deseé su cuerpo de mujer, su alma y su voz pero tenía delante otro viejo que tropezaba con sus propios pasos y caía torpe hacia ambos lados. Era una serpiente sin carne, funda vacía de paraguas, capricho de la pena y la miseria que, en ocasiones, deja con vida monstruos sin cabeza, hombres sin piernas, gatos de ojos saltones, ratas de dientes agujereados. Yo quería ayudarla porque quería hacer algo que la implicase en una relación conmigo y no podía pedirle matrimonio porque casi no nos conocíamos.
La ventanilla enorme dejaba barrer su silueta con el discreto encanto de la burguesía, la mía, la del desarraigado arañazo de la soledad al reino del hades. Y me supo a miel, caracolillos de azahar, té de menta hierbabuena su mirada, su pregunta, su palabra. Quise poseerla entre los muros del entendimiento y me contenté con responder a sus cuestiones, me contenté con ser tranquilo para suavizar su garganta aún más. Llegó el instante del papel en mano, compromiso férreo en el tren hecho social y recordé el amor indescifrable con clave PGP: Really Pretty.
Así, llorando silencios vivos balón de baloncesto, acariciando discordante mi añoranza, fui consciente en su risa de que la amaba.
Pero ella era otra y otra era ella como si no tuviese casa y sin anillos en los dedos, sin aros en las orejas besase mi capricho de conocerla. Semáforo ámbar y un recuerdo para verter tinta.

En cuanto pienso en el tiempo entro en barrena y sumo en el silencio, en un vacío oscuro como la calle estrecha donde ayer murió ella.
Hoy los tigres del cubo de patatas son feroces amos de ceniceros que albergan mi desconocimiento y un poco de agua. Tigres mugrientos rugientes salvajes amarillos y negros, pequeñas abejas comehombres.
Salió con la cartera, la billetera asomando la panza en su trasero pidiendo una violación a la espera del hambre. Le arrebataron su dinero en un choque funesto. Albo se enfrentó a él que, sorprendido, gritó – déjame en paz – cuando Eustaquio agarró la tentación y huyó. Tan sólo dos segundos y Albo chilló gorrino degollado asustando al policía que disparó. Temblaron los cristales y me llené de sangre diciendo en un susurro – Eustaquio –. El se volvió aún con la pistola envuelta en humo y escupió odio contra un pobre animal de pelo blanco y largo como alfombra sorpresa que derramó su cráneo. Los ojos se espesaron con el ocre olor a pólvora quemada.
El incremento gris en el cristal fue miserable. Eustaquio yacía inmóvil con un monedero negro, tentador, colgando entre sus dedos que vestían, anticipados, el luto de su entierro.
Una viejita quieta señalaba con su uña el objeto del deseo que causase dos muertes.
El se agachó solemne como quien arranca cabelleras y escupió a su ladrón un gargajo de espuma que recorrió la mejilla en busca de sustento.
Recogió pertenencias e irguió su henchido pecho, prusiano y orgulloso. Bigotes a lo Bismark y una sonrisa hiel se me clavó en el alma.
Ante ese callejón, nunca encontré salida.

Eres, en la distancia,
Antifaro.
Guía de mi perdición.

Cuando margarita supo que eustaquio había palmado, no sintió su dolor, sintió la vida que llevaron, sintió el doloroso recuerdo de tanta cebolla, de vino quemando su garganta, de la entrada en la calle en la que vive, el recuerdo olvidado de su infancia, la ilusión perdida adolescente, frustración ya frustrada y olvidada, sepultada viva y muerta, con el olor también ocre del semen de violación, violencia en botas negras y un armazón con ojos de tiniebla violeta y amarilla, siempre con dibujitos que no tienen contorno, no tienen forma, impresión de luz en el final del párpado. Otro más, dame otro más, un poco para hoy y ya te lo devuelvo, no seas perro, joder, que siempre estoy dispuesta a hacerte un favor. no, no me jodas, no quiero, ahora no quiero, no puedo, no, ¿por qué no mañana?, ¿no puedes esperar?, por favor, tronco, que el taqui se me ha muerto, no me jodas, déjame un poco más y mañana te vas a enterar, puedo hacerte cosas… sí, son cosas nuevas, no sé, por ahí, las aprendí con él, ¡joder!, con él y ahora está muerto pero era gilipollas, si ya se lo decía que una vez le pateó a un madero y lo frieron a ostias, si es que el taqui era gilipollas, me cago en la ostia puta, era tonto, un gilipollas, eso es lo que era pero tronco, no sé, hoy no puedo, déjame en paz, ¡déjame! ¡suéltame! ¡ostias! ¡Suéltame!. Por favor, por favor, que no quiero estar mal, quiero ser buena, ser la mejor para ti, yo puedo ser la ostia, de verdad y me olvidaré del hijoputa del taqui para siempre de verdad, pero ahora dame un poco más, sólo un poquito más. Lo necesito ¡coño!. Si no te lo podías meter por el culo y con la calentura follarte a tu puta madre. ¡No!. Déjame. ¡Suéltame!. ¡No!. ¡No!. ¡Basta!. Por dios, tronco, por lo más sagrao, tío, déjame, déjame… hoy no, hoy no… no… no… deja mi ropa, déjame la ropa, ¡no la rompas hijoputa que no tengo otra cosa!. Déjame, perdona, perdona… de verdad que mañana haces lo que quieras conmigo, como si quieres que se lo haga a tu padre. ¡Coño!. Me duele. ¡Ay!. Me duele. ¡Déjame!. No puedo seguir. No quiero que me duela. Por favor, despacio, despacio… no seas bestia, ¿es que no sabes tratar a una mujer?. Aunque sea una puta, ¡cabrón!, trátame como una mujer, te va a gustar, venga, que te va a gustar.
¿Lo ves?, ¿lo ves?… No me gusta si me duele ¿y a ti? ¿te gusta?. Sí, creo que te gusta. ¡No!. Ahora no. Eso no… ¡ostias!. Deja eso. Suéltame, no, no me ates no puedo hacer nada así y te puedo dar mucho placer, venga cachorrito, venga mi bestia, venga córrete de una vez, venga que quiero que me llenes toda, quiero ser tuya, quiero ser tuya, sí, ya me he olvidao del gilipollas ese, venga, deja de hablar y córrete. Sé que puedes correrte. Estás caliente, me gusta sí, me gusta… no pares… así, sí, no pares… ¡Hijo de…! ¡No! ¡No! ¡Eso duele! ¡Para! ¡Para Animal! Dios…
y su garganta se fue quebrando, dolor insoportable la sumió en sombras y al despertar tenía en sus bragas mojadas una bolsa de jaco extra, tal como quería. Lo había logrado y casi era feliz, casi.
Ella jamás habría matado a Eustaquio pero a ese hijodeputa…
ya veremos.

Café Jamaica, M-20001221

Me vuelvo a sentir tentado por la puerta abierta ante mi espíritu redondo. Quiero saber el fondo de mi alma, esncia de alcanfor y porcelana. Frágil hembra de crin dorada avanza en la lluvia de sol que se vierte en las orillas de mi pecho.
Vienes a mí al alba a buscar un pan siniestro que vulnera tu silencio, viola mata arranca los pelos de mi barba negra jabalí cuando la gente cretáceo enamorado abraza religiones arañando vistas de sisontes.
En medio de tus dedos late la inexperiencia de masturbaciones notándose camaleón de bruces azucareando otro vuature que rombea las arcadas del vómito final.
¡Es noche vieja!

Venía caminando y me sobresalté porque abelardo estaba apoyado en la pared del parking y no entiendo porqué mi sobresalto, no entiendo mi miedo a un nombre de muñeca gritado bajo rojo patxarán que trina y trina. Sonrisas de niña apuntan con balas de mercurio envenenado, balas de puerta abierta, de mundo por descubrir y pómulos prominentes se clavan en sus pezones circunspectos de torso sirena cieloprimavera cuando empieza el invierno empieza todo empieza por un verano tórrido.
Las lágrimas de abelardo mojaban la pelliza tras un ancho traje verde incienso entre su barba gris. Esqueleto de mariposa bailando al ritmo de flauta sin agujeros, un símbolo de ncsa y sobrecogedor paraguas a la espera del aire por respirar.
Vorágine de culos me persiguen mientras eremita pliega garfios en torno a su cigarrillo. Son culos abrazables, culos de orgasmo sobre pantorrillas brillantes, brillan de cera y avecrém y brillan, brillan luna llena de sibilante penicilina que salvará mi tinta salvará mi encanto violador.
Llegué a su lado y le dije que los euros no son algo para asustarse y me miró como habiéndolo esperado toda su vida, como esperando en casablanca aviones en la niebla.
Rubios culos sin sexo y sin secretos, esfinges verdes venenosas que se enlazan el día d a mi ventana para contarme tres despidos y un rayo de ópalo abriéndose camino el día de la lotería cuando todos volvemos a ser pobres.

Vanesa está sentada frente a mí
pero me da la espalda
aunque si ella supiera
todo lo que me da
no me daría
ni una mala sonrisa amarillenta
llena del verde de su cara
bronceado su contoneo
una baranda metacarpio
para navegar
hasta el puerto de sus labios.

Vanesa habla despacio vapuleando el misterio
creando aire de orgasmo acumulado
cargado de semen, agrio y conectado
al brillo intencionado de su pelo.
Se sienta como si nada
siento anhelo brutal intolerable
por rodearla de bolígrafos enhiestos
que salpiquen de tinta su mirada
y no pueda olvidarme
y quiera darme la espalda
sin dármela siquiera
abrazar un instante
un silencio, una palabra
independiente
serena en la distancia
pero me da la espalda
aunque si ella supiera
que se llama vanesa
que su nombre ahora es mío
que la he robado el alma
fotografía india en la penumbra
del pliegue de sus ropas que caen en el vacío
que bajan mis ojos llenos de terciopelo
adorado y caliente
roce de mis dedos en su cuelo
bals de sexo que rompe en mil pedazos
universo de plumas
camas azules en la niebla
en la nieve en vapor
bajo su ropa que cae,
despacio
en el vacío
se quema sostén de fuego en sus rodillas
mil lenguas penetran sus sentidos
y ella, como si nada,
sentada enfrente mío
ignorándome
me olvida y no me olvida
con crisis de milenios
rompiendo el corazón
y mis pelotas
acariciándome
vanesa
toca el ratón de árboles binarios
quiero matar la tienda de la esquina
para poder decirle todo suyo
gritarle al oído un dinosaurio
con solidaridad de vidrio que se oxida
verde lejano
al tiempo que se escapa,
palabra,
por mis labios.

Quiero escanearte con ojos cargados de libido asesina
enamorarme del roce de tus labios
beber contigo la miel de tu misterio
hasta que tus dientes me despedacen vivo
y me convierta
contigo
en un pasado.

Árbol de navidad que sin guirnaldas luce
vente a mi casa y llena mis vacaciones
con el marco de tus ojos atrapado en mis ventanas
la metralleta de tus dedos en mi espalda
tu sexo y el mío
tocando
las doce campanadas.

Esto no es una broma