Navíos junto a tu boca

en la que anidan los cuervos y te deshacen de soledad
los dientes azules alzan la voz
de llamaradas críticas,
un llamamiento al orden:
la crisis está entre nosotros
y los navíos…

los navíos siguen, incólumes, el ritmo de tus labios,
siguen en tu boca la marea de tus besos,
siguen silbando tu respiración,
tus gestos
mientras despacio me descalzo y voy hacia ti
despacio me cerco y te sostengo en vilo
nuestros cuerpos alcanzan la serena figura
de un mástil infinito que abraza eternidades
nos anidan los cuervos
en el sexo
y tu mirada incandescente me somete:
nos besamos
nos amamos sin fin junto a la playa
y un rayo de luz dice que nos debemos
la vida
el uno al otro
por no hacer caso de tanta soledad
por ser capaces de vivir felices
soportarlo
mientras mi cuerpo se crispa entre las olas
las olas de tu pelo que bate la almohada
y dices
te quiero
como si solamente estuvieses despertando de entre mis brazos
llenos de sangre circulando
llenos de vida
son navíos que ya no son navíos
son alucinaciones de nuestro amor eterno
que siguen trenzando su danza mortal alrededor
del fuego de tus dientes.
¡Grítales a ellos que les quieres!
¡Mátalos! A golpes de soplidos.
y dime una vez más que no te deje…

Navíos junto a tu boca

Eliminamos la posibilidad de escribir
con letras de mi propia sangre
y no
no vamos a dejar escapar
la ocasión
(que podría ser posibilidad)
de estar de nuevo entre tus labios.
Volamos a la altura de dios
y se nos queman las alas para volvernos mitológicos
y arder,
arder por siempre,
por siempre entre tus besos.
La cúpula se desploma y no soy nadie
el que está envuelto en los plurales
divirtiéndose,
jugando a ser mayor, a ser un hombre
para matar a dios, a mi dios padre
y salir de casa para nunca volver,
para poder decir:
¡Lo he conseguido!
Eliminé la posibilidad de no escribir.

Esto no es una broma