Un hombre atravesó el desierto

la plaza infinita se extendía hacia los lados
donde unos ríos vertían su flujo de miseria.
intentó atravesar la inmensidad.
reventó el caballo en sus rodillas
y tropezó
en el epitafio de su propia tumba
atado al carro del sol
sin más ayuda
que sus piernas
demasiado finitas, concretas.

la plaza infinita se extiende hacia los lados
y sigue definiendo el universo.

un hemisferio azul de luces rojas
vuela sin perdón

A Malena

Un día me desperté
y allí estaba
como si yo no hubiese hecho nada,
ella no hubiese roto nunca un himen,
ambos no hubiésemos
amado
aquel destino por venir,
aquella mano pequeñita
que allí estaba
como si me mirase
aún, que no miraba
y me sentí nacer
con ella
que nacía
como si nada
como si todo
al mundo que ya, sin conocerla,
la quiere, se enamora
como yo como ella
y nuestras palabras se vierten
se divierten
se convierten
en un nombre eterno
de tristeza
de alegría
de vida y de futuro
junto a nuestra cama de estrellas
ha nacido un milagro
y ya puedo creer en Dios.

A Malena

Aún no has llegado y ya
me cuelgo de tu risa
que será su risa,
de tus ojos
que serán mis ojos
de tus labios
de cada uno de tus poros
en tus codos
en el eje de tu ser
que aún no es
y ya lo añoro.
Aún no has llegado y ya
vivo entre tus suspiros
entre tus dedos
al lado de tu llanto
bajo las angustias de tu cama,
en las alcantarillas del ático
que te alumbra
que te alumbrará
que te ha alumbrado.

Esto no es una broma