sin la palabra
el silencio se agosta
fundido a negro
silencio terco
negro como esa nube
sin horizonte
ciudad dolida
llueve todo el asfalto
sobre el silencio
una mañana
el silencio me espera
para vengarse
Diario
Colección de libros publicados mediante blog. Más información en la sección Libros de la web www.giusseppe.net
sin la palabra
el silencio se agosta
fundido a negro
silencio terco
negro como esa nube
sin horizonte
ciudad dolida
llueve todo el asfalto
sobre el silencio
una mañana
el silencio me espera
para vengarse
tras la ventana
se esconde tu silencio
que es mi palabra
luz cegadora
la palabra se torna
silencio gris
mudo silencio
el silente silencio
que se repite
bajar persianas
es una acción rebelde
por el silencio
oscuridad
impura palabra
silencio negro
en el silencio
la oscuridad fallece
por ostracismo
papel en negro
oscuridad reinante
texto en silencio
la rama rota
amarga referencia
desde el silencio
haiku invisible
en negro sobre negro
casi no existe
desaparece
el silencio en el negro
se desvanece
roto el silencio
tormenta de palabras
cae desde el cielo
negro y más negro
un haiku y otro haiku
silencio incierto
sin ser esdrújula
la palabra silencio
tiene elegancia
cuando te olvido
el hueco en la memoria
ruge silencio
formas opacas
ocultan del silencio
su lado amable
negritud muda
necesito silencio
para expresarme
silencio negro
sepultando palabras
innecesarias
tras la llamada
el silencio se impone
a la palabra
acariciando
silencio terciopelo
la luna muge
soy el carbunco
que arranca del silencio
último llanto
soy el silencio,
el negro sobre negro
hábito ciego.
tras la palabra
el silencio aterriza
en el misterio.
baja la noche
sobre cada rincón.
Silencio muerto.
cierro los ojos
al borde del abismo
silencio denso.
Ayer, mi querida Andrea Vidal Escabí me regaló (a mí y a varias personas que habíamos participado con unos cuantos haikus en su proyecto) esta preciosidad editada por ella y su madre con todo su cariño. Es tan bello el regalo que me quedé sin palabras.
Le pregunté si conocía el famoso libro de Raimond Queneau titulado Cien mil millones de poemas del que llevo usando una imagen desde que lo descubrí para anunciar mis temáticos de OuLIPO.
El bordado, dice Andrea, que lleva la portada está realizado con una técnica japonesa que yo no conocía:
La cubierta es un bordado japonés llamado kogin que usaron las clases bajas durante la dinastía Edo, pues tenían prohibido usar algodón o seda. Debían usar cañamazo que no sólo era muy duro, sino también muy poroso, así que bordaban las telas para hacerlas más gruesas
Me encanta saber que parte de mi trabajo consiste en inspirar creaciones como esta que hacen, claramente, del mundo un lugar mejor.
La Diputación Provincial de Málaga tiene una editorial llamada Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (CEDMA) con una buenísima selección de libros de poesía, algunos de los cuales ya he tenido tiempo atrás y usado en los Talleres de Poesía y Escritura Creativa de Clave 53.
En esta ocasión me he hecho con dos libros de Poesía (a unos precios increíbles, por otra parte), como son una antología de Poesía Mapuche y otra antología de 10 poetas portugueses, para complementar otro de 17 poetas mujeres contemporáneas de la poesía portuguesa que adquirí en Vaso Roto.
Mi colección preferida para los talleres es la denominada MaRemoto que «pretende abrir un espacio en el que pueda respirar libremente la poesía de las otras culturas del mundo» y es algo que ofrezco en los grupos de Poesía, donde solemos, tras cada inmersión poética en una de sus culturas, degustar también su gastronomía.
Marida muy bien la poesía con la comida…
Siguiendo la estela a un camión tuve el pensamiento vagabundo de que otra oscura noche (¿por qué no aquella?) un inevitable adelantamiento segaría mi vida; era trigo del reino; semilla de muerte y llegará un tiempo en que la cosecha haya de ser recolectada – ¿por qué aquella noche? – ¿qué diría la madura espiga teñida de oro?
El tiempo pasa y el destino mueve sus hilos invisibles y yo realicé la maniobra.
Nada pasó. Solo el tiempo. Y otro vehículo vino a interponerse en mi sendero. Y yo, confiado, ya repetía el proceso…
Mis ruedas notaron un bulto, mi coche lo franqueó zarandeado y mis ojos me gritaron, pero ¡no!, no era eso; no, no podía ser un cadáver; sin embargo, sí, lo había visto, claro y distinto. No cabía confusión.
Mi veloz mente, mucho más que el coche, disparada recordó la forma impresa.
No parecía un cadáver. Además cómo suponer que aquella masa ensangrentada debía de ser humana y, empero, sus ojos inyectados aún hablaban.
Sí. Sin duda había sido un ser humano, aunque la piel en algunos lugares de su delgado cuerpo huesudo y estirado ya no le cubriese.
Era la imagen misma del holocausto, del exterminio. Pedazos sanguinolentos de su carne descompuesta y verdosa esparcidos alrededor del despojado semiesqueleto con una cabeza carente ya de pelo, casi intacta, que parecía mirarme con suplicantes ojos saltones.
El ruido sugirió a mi imaginación cómo su cráneo vencido estalló dejando escapar una informe mezcla roja, blanca y gris que corrió a unirse con la que le circundaba y de qué manera sus rodillas crepitantes se quebraron en mis astillas dispersas.
Debí parar. ¡¿Qué podía hacer?! No importa, el código dice…
El de atrás no paró. Quizá todo ha sido una pesadilla. Sí, claro. Después de dos horas bajo lluvia turbadora y en aquella oscura carretera… perfectamente podía haber imaginado todo. Me sonreí orgulloso: ¡Qué gloriosa imaginación! Lo que era capaz de hacer a partir de un trozo de cartón. Sorprendente.
Por fin llegué a mi ansiado destino y me tranquilicé con un templado vaso de leche que me empujó a la cama.
Días después dos policías llamaron a mi puerta.
– ¿Es usted Fulano de Tal?
– Sí, lo soy. – Lo era, respondí.
– ¿Circulaba usted con su vehículo el día tal sobre las tal por la carretera tal?
– Pues… – vacilé – sí. ¿Por qué?
– Queda usted detenido en virtud del artículo…
Ya no oía nada. Qué tontería. Que pesadilla tan extraña o que broma tan pesada.
Es gracioso que, aún hoy pasados siete años, cuando me despierto en esta habitación blanca de paredes acolchadas pienso: ¡Todo es un sueño!
Sí, pero una pesadilla.