la voz no sale de mí

se encierra y quiere vivir
siendo adivinada
pero no puede ser
y escribo
para decir que estas malditas brujas
no paran de mirarme
que así está perfecto de café
que no tengo más fuerzas
que quiero estrangular un fichero de un giga
que nada tiene sentido
que no viví la guerra de vietnam
que nos seguimos matando
que me da miedo la policía de mi calle
que me da miedo entrar en una tienda que vende kebabs
que todo y nada y eso…
que sí y no
que puede
que no sé, sobre todo, no sé
(si siquiera escribir)
y estoy encerrado porque salir al mundo
supondrá asumir que no estoy solo
(y será duro
como la tiniebla
en la que
la ducha de piedras construye carreteras)
encerrado
(musgo que no se permite libertad)

cuánta frustración cabe en un verso
cuánta pena en un escalón del metro
donde suben
borrachos asesinos
suben a ritmo de caballos trotando
(yo también subo)
(aunque no quiera asumirlo)
yo también subo
y no escribo.
No me detengo unos segundos a escribir
aunque llevo como siempre el block de notas
y un bolígrafo bic
para no desperdiciar ese momento
en el que salen (imos) del metro
sin humor ni amor
y suben imos la escalera
borrachos asesinos
pisando vida
robando tiempo
frustrando futuro
inactuando devenires

… seguimos (igo) sin gritar.

la gente no para de pasar al otro lado del cristal
y yo estoy muy cómodo
a este lado
al lado de mi café (con leche
el vaso de agua
el libro de otro
que no soy yo
porque no me atrevo a estar expuesto
al otro lado del cristal
por donde pasa la gente con sus rostros de piedra
su tristeza sin fin
su soledad
– incomunicación –
al contrario que en esta ficción a este lado
del cristal
cálido y sereno
como este poema
que no se atreve a gritar.

Aliviar el dolor de vivir

ya que estoy aquí haré el trabajo –
¿y cuál es el trabajo?
Aliviar el dolor de vivir.
Allen Ginsberg

De plástico. Sabroso.
De carne fresca. Bien en su punto con un poquitito de
salsa roquefort
cortada con mantequilla
sabor a sal
a azulcantes canciones
que traen de vez en cuando
un ruido (melodía y todo lo demás)
hasta mí
que reposo el café
a punto de quedarme dormido
a punto de quedarme dormido
y otras escaseces
que da la vida.

encuentro

un tipo se me acerca
con la mano por delante
en plena Gran Vía.
yo iba manipulando en mi móvil
pensando porqué no tienen o no da más información
y me asusté.
casi retiré su mano
y luego le miré a la cara,
trajeado de gris junto un limpiabotas y un negro altísimo
que intentaba vender su mercancía grabada
sin derechos de autor.
por un segundo se me ocurrió abrazarle
(quizás, a modo de disculpa)
pero no lo hice
y nos miramos desviando la mirada
manteniendo una conversación intrascendente.
tampoco le invité a comer
y dejé que se fuese solo a comer una hamburguesa
tan triste como su traje y su mirada.
sin decir su nombre, le pregunté al despedirme
si aún vivía en colmenar
– si –
– igual nos vemos un día de estos en el autobús –
pero los dos sabemos que él tiene coche, que no lo venderá
que volveremos a vernos otra vez
sin querer vernos.

A Roberto

Dolor de plástico

lloraba anticipadamente un despido no ocurrido
me pre ocupaba
contra toda re comendación
llena de vida
acción acción
y recordaba a mi padre
diciéndome
hay que hacer
y yo pensando
pensando
en la vida que no viví
(o no quiero reconocer por algo así como
dolor de plástico de mis arterias)

Tras el estallido de la bomba
la libertad se abrió camino disfrazada de francesa
ilusionada (siempre)
hasta por una conexión a internet.

de lo que sé

removía el café con nudillos
marcados de pinchazos
A.Ginsberg

No me atrevo a escribir
de lo que sé
No me atrevo a escribir
desde la mesa en la que vivo
las mañanas
No me atrevo a escribir
y hoy, por un momento,
pensé sacar un boli y empezar
a garrapatear palabritas mientras
jose luis daba su charla
aburrida como todas las charlas
y yo ponía cara de circunstancias
para no dormirme
e incluso simulaba estar pasándolo bien
Sólo pensaba
¿qué pasaría si saco un boli
y empiezo a escribir
un poema?
Pero no me atreví.

Esto no es una broma