El jersey rojo apenas lo albergaba porque su cuerpo informe necesitaba amarras.
Las puertas del refugio están abiertas y no se admiten derrotas contra el frío. Se me hielan los dedos, se congela la tinta con que escribo y el vaso, para colmo, tiene hielos.
Hoy voy a escribir poco por factores climáticos. Son curiosos factores con linternas de epidermis, crisis abierta en la sangre fría del destino.
Hay dos placeres subyugados al gozne del vidrio de su pena, un teléfono gris sobre mi almohada y algunos libros por comprar.
Tengo que leer en voz alta para no tener miedo de mi propia voz, para no herirme con mis propias heridas, usando el cáliz de mis lágrimas para cauterizar la soledad, la imposible sempiterna de palabras caracol.
El café se ha convertido en túnel del tiempo a mi pasado, a un frío glacial que ennegrece el fondo de mi esencia tan negada.
Repentinamente, la mecánica, reino de efebos y repúblicas hebreas, reparó mi emergencia y se corrió la base de mi huida. Aún así, hoy no quiero escribir más.
Relatos del Olvido
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Café Galache, M-20001229
A veces tengo miedo a escribir. No sé qué va a salir. No es que me asuste dejar una hora en blanco o en azul, es mas bien que las historias que salen de mí provienen de algo que no conozco y no controlo. Ya sé que sería más relajado no intentar controlar, dejar ir el boli como lo hago, pero, a veces, sólo a veces, tengo miedo a escribir.
Hoy es uno de esos días.
No he visto nada en la calle que detone las bombas de mi grisedad y temo hacer yo mismo un explosivo plástico como la belleza de sus cejas plata.
Me levanto temprano, madrugo, nunca la disciplina será suficiente para destruir las normas, vivir en la anarquía del escrito, libertad suprema hecha a mi imagen y semejanza.
Ya me saluda en este local de tres manzanas, burdel de mis ideas que restallan látigos azuzados hombres de paja. Es el pecho hendido de misericordia que abduce la diccionario y sin género cobarde en cenicero obtuso azul y gualdo, la locura se apodera adocala de mi mano y la dirige al mundo invernal en vacaciones donde los árboles crecen hacia abajo para hallar sus raíces entroncadas con el sujeto, con especies de mamones celulares a la sombra de su seno, su busto enarbolado en camiseta de tela vegetal. Por eso no soy vegetariano, sufro sensible el cruel asesinato, juicio sin testigos de los minidioses que juegan a ser hombres, humanidad alcaloide vertedero.
Música salvando mi resuello sin escape ascalaperca con busñuelos de cine en azulejos sin sin sirenas al abrigo del pasmo y tres miradas café que se ensortijan alzando panegírico de ausencias en tu nombre.
Todo
Siempre
Lector
es para ti.
Y aún así, puede que no te guste, puede que sientas como yo, que esto no es sincero siempre cuardo algo que no digo, que no menciono la relación de mis historias con la realidad pero es que no lo sé.
Una mujer me abraza en la distancia gozando de su roce con mis ojos, bebiendo un cubalibre matutino colgada de un reloj y de una espera. Mira y mira y no viene nadie. Yo decido que él nunca va a llegar porque le atropelló un camión a la salida de su apartamento. Ahora mismo le están entibando una vía abierta, se llena de sales minerales, gotea poco a poco el caldo de su vida. Algo entra y algo sale. Su sangre no coagula. No hay forma de detener la hemorragia interna.
Ella está empezando a cabrearse, siempre le hace esperar y está empezando a hartarse. De momento, le queda licor, aún, sobre los hielos. Está completamente vuelta mirando hacia la puerta sin apartar la vista.
No hay quirófanos vacíos, tendrán que intervenirle en un pasillo donde dosmil leprosos escupen pus y se acercan a tocarlo pues necesitan socios en su club de la muerte. Sus pupilas apagadas crepitan entre lágrimas una canción de navidad.
Se restriega las manos. No aguanta más. Pero sigue esperando.
La primera incisión ha sido extremadamente larga pero no es un buen momento para preocuparse por la estética. Su sangre no coagula y el suero insuficiente se agotó.
– ¡Cámbienlo! ¡Cámbienlo! – pero en el pasillo no hay más material. El paciente se desangra por los ojos y su piel pálida dice a las máquinas lo que tiene que hacer.
Ya no hay nada que hacer.
La impaciencia desespera. Ha terminado su trago y el reloj hace vueltas que no tiene respuestas.
– ¡Oxígeno! – Hurgan el fondo de su alma que, casualmente, cae cerca del bazo, completamente destruido, quemado en un golpe seco.
Luis debía llevar el reparto de azulejos a la constructora. Hoy era la última oportunidad de no perder su empleo, pero este accidente…
Resultaría trágico si ella fuese su hermana y se odiasen desde antes de poder forjar recuerdos. Sería acusado de un asesinato casual, mal vestido, con un mono azul de grueso paño áspero como la tierra, como el grosero insulto que recibe cada día con la mirada desdeñosa de Lucía.
No le quiso nunca pero quedarse embarazada era una estupidez que Socuellos no perdona. Ahora era la concuñada de la víctima de su marido.
Sus labios profieren injurias apestosas. Labios duros como el corazón de los hombres, como el puño cerrado del general.
Un petardo estalla en la mesa de al lado y ella presiente desdicha. Su ventrículo galopa al primer teléfono y marca su casa sin tener respuesta.
Lo descubrirá y no podrá levantar las plantas del suelo, no podrá dormir en seis años y querrá que la guerra termonuclear barra todos los restos de su familia extinta.
Sus labios se cerraron, oscuros y granates granadas obsoletas de polvo con metralla. República en la noche sin estrellas. Bandera ajada bajo la luz morena de la muerte.
Morirá en la sombría celda de su manicomio, en el ancho colchón que fue su tumba, en la pared blanca llena de inscripciones manuscritas con huellas de sangre que mordisquea y lame. No puede dormir. Es la corrección de un mundo iluminado, el más allá de hoy que no queremos ver. La muerte, la tragedia, nos acecha bajo la cálida protección de nuestras mantas.
Café Galache, M-20001227
Estoy de espaldas a un mundo que no me da la espalda. Es un mundo lleno de color sonrisas y miradas que se acercan cabreados bajo el manto azul intimidatorio de unas botas que se abandona para promover manifestación escrita que se eleve a queja.
No emito juicios rápidos. A veces creo que esta virtud me hace adaptable al índigo párpado del universo viviendo la pluma blanca de su nombre.
Si camino despacio al lado de la vida puedo paladear mi calidez tan discutida y anegar de aire mis pulmones arrancando el dolor de mis costillas. Camino despacio para ver ojos que ven, miradas que se miran y comprender que encima de mí mismo,
está la poesía escribiendo un
culo de mujer.
De espaldas a la luz proyecto sombras alzadas hipotálamo desde el ferrocarril a su diadema. Entré despacio, caminando, sutil tras dos ancianos y recordé un olvido. Necesitaba fotocopiar su vida.
En Japón al abrigo de la cámara de gas, revelé el clon que proclama mi mujer. Testigo sobrio del amor inexpresable día a día, luna a luna.
Volví a la sociedad ferroviaria y descorché el vidrio de mi atención. Aún estaban allí los dos ancianos y ella era paciente; dulce hasta el punto de resultar insinuante y mi mano en el aire dibujaba su contorno de lomo adobado, miel, cera de estrellas azulesgrises. Deseé su cuerpo de mujer, su alma y su voz pero tenía delante otro viejo que tropezaba con sus propios pasos y caía torpe hacia ambos lados. Era una serpiente sin carne, funda vacía de paraguas, capricho de la pena y la miseria que, en ocasiones, deja con vida monstruos sin cabeza, hombres sin piernas, gatos de ojos saltones, ratas de dientes agujereados. Yo quería ayudarla porque quería hacer algo que la implicase en una relación conmigo y no podía pedirle matrimonio porque casi no nos conocíamos.
La ventanilla enorme dejaba barrer su silueta con el discreto encanto de la burguesía, la mía, la del desarraigado arañazo de la soledad al reino del hades. Y me supo a miel, caracolillos de azahar, té de menta hierbabuena su mirada, su pregunta, su palabra. Quise poseerla entre los muros del entendimiento y me contenté con responder a sus cuestiones, me contenté con ser tranquilo para suavizar su garganta aún más. Llegó el instante del papel en mano, compromiso férreo en el tren hecho social y recordé el amor indescifrable con clave PGP: Really Pretty.
Así, llorando silencios vivos balón de baloncesto, acariciando discordante mi añoranza, fui consciente en su risa de que la amaba.
Pero ella era otra y otra era ella como si no tuviese casa y sin anillos en los dedos, sin aros en las orejas besase mi capricho de conocerla. Semáforo ámbar y un recuerdo para verter tinta.
En cuanto pienso en el tiempo entro en barrena y sumo en el silencio, en un vacío oscuro como la calle estrecha donde ayer murió ella.
Hoy los tigres del cubo de patatas son feroces amos de ceniceros que albergan mi desconocimiento y un poco de agua. Tigres mugrientos rugientes salvajes amarillos y negros, pequeñas abejas comehombres.
Salió con la cartera, la billetera asomando la panza en su trasero pidiendo una violación a la espera del hambre. Le arrebataron su dinero en un choque funesto. Albo se enfrentó a él que, sorprendido, gritó – déjame en paz – cuando Eustaquio agarró la tentación y huyó. Tan sólo dos segundos y Albo chilló gorrino degollado asustando al policía que disparó. Temblaron los cristales y me llené de sangre diciendo en un susurro – Eustaquio –. El se volvió aún con la pistola envuelta en humo y escupió odio contra un pobre animal de pelo blanco y largo como alfombra sorpresa que derramó su cráneo. Los ojos se espesaron con el ocre olor a pólvora quemada.
El incremento gris en el cristal fue miserable. Eustaquio yacía inmóvil con un monedero negro, tentador, colgando entre sus dedos que vestían, anticipados, el luto de su entierro.
Una viejita quieta señalaba con su uña el objeto del deseo que causase dos muertes.
El se agachó solemne como quien arranca cabelleras y escupió a su ladrón un gargajo de espuma que recorrió la mejilla en busca de sustento.
Recogió pertenencias e irguió su henchido pecho, prusiano y orgulloso. Bigotes a lo Bismark y una sonrisa hiel se me clavó en el alma.
Ante ese callejón, nunca encontré salida.
Eres, en la distancia,
Antifaro.
Guía de mi perdición.
Cuando margarita supo que eustaquio había palmado, no sintió su dolor, sintió la vida que llevaron, sintió el doloroso recuerdo de tanta cebolla, de vino quemando su garganta, de la entrada en la calle en la que vive, el recuerdo olvidado de su infancia, la ilusión perdida adolescente, frustración ya frustrada y olvidada, sepultada viva y muerta, con el olor también ocre del semen de violación, violencia en botas negras y un armazón con ojos de tiniebla violeta y amarilla, siempre con dibujitos que no tienen contorno, no tienen forma, impresión de luz en el final del párpado. Otro más, dame otro más, un poco para hoy y ya te lo devuelvo, no seas perro, joder, que siempre estoy dispuesta a hacerte un favor. no, no me jodas, no quiero, ahora no quiero, no puedo, no, ¿por qué no mañana?, ¿no puedes esperar?, por favor, tronco, que el taqui se me ha muerto, no me jodas, déjame un poco más y mañana te vas a enterar, puedo hacerte cosas… sí, son cosas nuevas, no sé, por ahí, las aprendí con él, ¡joder!, con él y ahora está muerto pero era gilipollas, si ya se lo decía que una vez le pateó a un madero y lo frieron a ostias, si es que el taqui era gilipollas, me cago en la ostia puta, era tonto, un gilipollas, eso es lo que era pero tronco, no sé, hoy no puedo, déjame en paz, ¡déjame! ¡suéltame! ¡ostias! ¡Suéltame!. Por favor, por favor, que no quiero estar mal, quiero ser buena, ser la mejor para ti, yo puedo ser la ostia, de verdad y me olvidaré del hijoputa del taqui para siempre de verdad, pero ahora dame un poco más, sólo un poquito más. Lo necesito ¡coño!. Si no te lo podías meter por el culo y con la calentura follarte a tu puta madre. ¡No!. Déjame. ¡Suéltame!. ¡No!. ¡No!. ¡Basta!. Por dios, tronco, por lo más sagrao, tío, déjame, déjame… hoy no, hoy no… no… no… deja mi ropa, déjame la ropa, ¡no la rompas hijoputa que no tengo otra cosa!. Déjame, perdona, perdona… de verdad que mañana haces lo que quieras conmigo, como si quieres que se lo haga a tu padre. ¡Coño!. Me duele. ¡Ay!. Me duele. ¡Déjame!. No puedo seguir. No quiero que me duela. Por favor, despacio, despacio… no seas bestia, ¿es que no sabes tratar a una mujer?. Aunque sea una puta, ¡cabrón!, trátame como una mujer, te va a gustar, venga, que te va a gustar.
¿Lo ves?, ¿lo ves?… No me gusta si me duele ¿y a ti? ¿te gusta?. Sí, creo que te gusta. ¡No!. Ahora no. Eso no… ¡ostias!. Deja eso. Suéltame, no, no me ates no puedo hacer nada así y te puedo dar mucho placer, venga cachorrito, venga mi bestia, venga córrete de una vez, venga que quiero que me llenes toda, quiero ser tuya, quiero ser tuya, sí, ya me he olvidao del gilipollas ese, venga, deja de hablar y córrete. Sé que puedes correrte. Estás caliente, me gusta sí, me gusta… no pares… así, sí, no pares… ¡Hijo de…! ¡No! ¡No! ¡Eso duele! ¡Para! ¡Para Animal! Dios…
y su garganta se fue quebrando, dolor insoportable la sumió en sombras y al despertar tenía en sus bragas mojadas una bolsa de jaco extra, tal como quería. Lo había logrado y casi era feliz, casi.
Ella jamás habría matado a Eustaquio pero a ese hijodeputa…
ya veremos.
Café Jamaica, M-20001221
Me vuelvo a sentir tentado por la puerta abierta ante mi espíritu redondo. Quiero saber el fondo de mi alma, esncia de alcanfor y porcelana. Frágil hembra de crin dorada avanza en la lluvia de sol que se vierte en las orillas de mi pecho.
Vienes a mí al alba a buscar un pan siniestro que vulnera tu silencio, viola mata arranca los pelos de mi barba negra jabalí cuando la gente cretáceo enamorado abraza religiones arañando vistas de sisontes.
En medio de tus dedos late la inexperiencia de masturbaciones notándose camaleón de bruces azucareando otro vuature que rombea las arcadas del vómito final.
¡Es noche vieja!
Venía caminando y me sobresalté porque abelardo estaba apoyado en la pared del parking y no entiendo porqué mi sobresalto, no entiendo mi miedo a un nombre de muñeca gritado bajo rojo patxarán que trina y trina. Sonrisas de niña apuntan con balas de mercurio envenenado, balas de puerta abierta, de mundo por descubrir y pómulos prominentes se clavan en sus pezones circunspectos de torso sirena cieloprimavera cuando empieza el invierno empieza todo empieza por un verano tórrido.
Las lágrimas de abelardo mojaban la pelliza tras un ancho traje verde incienso entre su barba gris. Esqueleto de mariposa bailando al ritmo de flauta sin agujeros, un símbolo de ncsa y sobrecogedor paraguas a la espera del aire por respirar.
Vorágine de culos me persiguen mientras eremita pliega garfios en torno a su cigarrillo. Son culos abrazables, culos de orgasmo sobre pantorrillas brillantes, brillan de cera y avecrém y brillan, brillan luna llena de sibilante penicilina que salvará mi tinta salvará mi encanto violador.
Llegué a su lado y le dije que los euros no son algo para asustarse y me miró como habiéndolo esperado toda su vida, como esperando en casablanca aviones en la niebla.
Rubios culos sin sexo y sin secretos, esfinges verdes venenosas que se enlazan el día d a mi ventana para contarme tres despidos y un rayo de ópalo abriéndose camino el día de la lotería cuando todos volvemos a ser pobres.
Vanesa está sentada frente a mí
pero me da la espalda
aunque si ella supiera
todo lo que me da
no me daría
ni una mala sonrisa amarillenta
llena del verde de su cara
bronceado su contoneo
una baranda metacarpio
para navegar
hasta el puerto de sus labios.
Vanesa habla despacio vapuleando el misterio
creando aire de orgasmo acumulado
cargado de semen, agrio y conectado
al brillo intencionado de su pelo.
Se sienta como si nada
siento anhelo brutal intolerable
por rodearla de bolígrafos enhiestos
que salpiquen de tinta su mirada
y no pueda olvidarme
y quiera darme la espalda
sin dármela siquiera
abrazar un instante
un silencio, una palabra
independiente
serena en la distancia
pero me da la espalda
aunque si ella supiera
que se llama vanesa
que su nombre ahora es mío
que la he robado el alma
fotografía india en la penumbra
del pliegue de sus ropas que caen en el vacío
que bajan mis ojos llenos de terciopelo
adorado y caliente
roce de mis dedos en su cuelo
bals de sexo que rompe en mil pedazos
universo de plumas
camas azules en la niebla
en la nieve en vapor
bajo su ropa que cae,
despacio
en el vacío
se quema sostén de fuego en sus rodillas
mil lenguas penetran sus sentidos
y ella, como si nada,
sentada enfrente mío
ignorándome
me olvida y no me olvida
con crisis de milenios
rompiendo el corazón
y mis pelotas
acariciándome
vanesa
toca el ratón de árboles binarios
quiero matar la tienda de la esquina
para poder decirle todo suyo
gritarle al oído un dinosaurio
con solidaridad de vidrio que se oxida
verde lejano
al tiempo que se escapa,
palabra,
por mis labios.
Quiero escanearte con ojos cargados de libido asesina
enamorarme del roce de tus labios
beber contigo la miel de tu misterio
hasta que tus dientes me despedacen vivo
y me convierta
contigo
en un pasado.
Árbol de navidad que sin guirnaldas luce
vente a mi casa y llena mis vacaciones
con el marco de tus ojos atrapado en mis ventanas
la metralleta de tus dedos en mi espalda
tu sexo y el mío
tocando
las doce campanadas.
Café Galache, M-20001226
Me tiemblan las piernas desde el centro del mundo donde adquirí un lado del verso entristecido. Son lágrimas que indican: también el hombre rico mea y pide algo a medias para anochecer menos solo que el amargo olor a mostaza, mistela quemada plata del río de janeiro.
Te sientes observada porque saber que escribo sobre ti, pero ¿por qué no te das cuenta de que tú sabes de mí que yo escribo sobre ti pero yo de ti no sé nada?. Soy inferior. Soy un poeta inferior e inferiorizado, soy pequeñito como una bomba de relojería escondida en un reloj de pared que no funciona, mis ojos de maquinaria vigilándote, violando tu camino.
Viene un niño picando por un duro y con la dureza de mi corazón le digo que no, no sé a qué le digo que no, pero se lo digo sin vacilar, sabiendo que es la mejor forma y me miento diciéndome a mí mismo que es ilegal la mendicidad infantil. Por un segundo me pasa por la cabeza decirle que soy policía y verle salir corriendo, asustado para certificar que el miedo es siempre subjetivo.
No sabe que hablar de eso es una crisis profunda, es un crack que se esnifa en los bolsillos de la miseria. Un ganglio ha acariciado mi codo y siento un calor que no es normal.
Catalina ha muerto esta mañana. Yo estoy de vacaciones a ritmo de cafés y panecillos dulces… ¡Qué bonita está la vida!.
Tenemos pendiente una mirada que inunde en paralelo nuestros pechos nos abrace, sublime, nos alcance en la esencia psicológica que escribe y diga: estáis enamorados.
Voy a volar a Buenos Aires. Es un nuevo continente de mi espíritu, un nuevo reto que viaje en british airways al son she loves you de sesentaydos. Es un cambio, inflexión en la pena, un paraíso lleno de cafés y ausencias, movimiento de huecos que se fueron, hablo de desaparecidos en el seno del sueño. Psicoanálisis azul grito de canario en la amargura de los peniques. Soy un poeta ínfimo y mediocre al mismo tiempo en la hipótesis del poder adquisitivo cuando te compras una casa tiempo libre de clases por teléfono esporádicas aleluyas de navidades terrenas con corporaciones enteléticas.
Lancé al aire la pregunta y se cayó. No hablo inglés y entre tus paredes viajaría al mundo nuevo del sexo en el análisis del alambre. Huevos fritos con langosta a la orilla de un despido. Hay que asumir un despido procedente de la luna, despedida alma vital pasión de miel.
Amor de mis amores, amor mío, hablo de un casablanca terminado y yo colgado de la droga escrita lanzándote un poema en las ventanas conectadas de tus ojos. Lazos tendidos por los cables de tus pestañas.
Un funcionario obsoleto asume su naturaleza y encuentra la calle oscura de la realidad, oscura y estrecha, canal de humo, tráquea embarrada en grasas de caballo mientras dos lágrimas de oro son clientes añil pilar futuro con valoración bastarda al negocio terminal y un faltón de porcelana con mentalidad conservadora.
Lo sabe.
Catalina se ha muerto esta mañana.
Yo quiero intervenir y ella se preocupa, ella se ocupa de la bolsa y del capital riesgo, habla del mango de la polla y no tiene sexo. Es una mujer de plástico quemado. Agujero valiente sin reintegro ni treces llena de decisiones sin tomar. Ella vive en mi subconsciente al lado del unicornio, en la misma calle, en la misma nube que la aurora dora de la misma balsa sin motor recauchutada para no hundirse, para abrir las barbas y poblar chabolas de inquina. Soy un poeta que no sabe qué es la poesía.
Sin embargo yo sé tanto que lamento saber y no puedo olvidar aunque se convierta en volcado y si la gente joven tienen más de treinta y cinco años éramos muy jóvenes de becas y sueldos sin cariño. Algo va mal y no está funcionando. Adoro la sota de fugas y carnaval de mierdavergüenza al fundar la guerra sin alimentos, sin medicinas, sin derechos humanos cuando la mentalidad se va al carajo y los 70 se convierten en desproducción interesante llena de bastones.
La calle es una vía, una vía sabemos qué es y amenazamos con abrir las calles y llenarlas de polvo blanco encontrado en un cubo de basura.
Condiciones amortizadas sobre la esfera estelar que tiene bolígrafos danzantes con formación y restos de tiempo. Tiempo de vida que se seca y pasa, se seca y vuela sexual entre los ideales y un cuadro que me mira mostrándome su faz de vías, de arterias.
Aún necesito una foto de vías perforadas, hálito de desesperación por mi esperanza y producción atrevida que vuele a buenos aires, se lance a calles nuevas, rompa cristales de futuro y acabe con la concepción del trabajo que nos rige.
Soy un poeta lamentable y, sin embargo, sé que soy el mejor poeta del mundo y puedo afrontar la calma del futuro. Puedo vivir mil años con deportes por hacer, régimen de ocio a pocas pesetas por minuto. Es tan triste que desaparezcan los dinosaurios como el hecho de ver un oscuro amanecer sin que brille en tu espalda y encontrar una novia en una mentalidad conservadora que necesita. Necesita una reencarnación, un mundo nuevo exige que se acabe el mundo antiguo y como no puede ser, los hermanos del pasado crispan la pena, mueven las sillas y se van, se van desaparecen cucarachitas bajo lluvia pertinaz de carcajadas canto de cisne. Sus cuellos blancos erguidos alzan la voz por entre láminas oro llenas de tarjetas de crédito y ojos pintados. Se va y desaparece cucarachita.
Catalina ha muerto esta mañana.
Rapes heridos alzan un llanto común y rasgan la cortina del atardecer que brilla en tu espalda quemándote, arañando el perfil marmóreo que te esconde, te encubre y atenaza, materia de otro mundo, de otro tiempo, espacio que se va cucarachita, pobre catalina que nunca conoció mi Margarita.
Barrido arácnido del templo, palabras que se van, rígidos versos sin sentido emitidos bloque sobrando comos.
Llueve en la calle. En la vía gotea un líquido viscoso y blanco que se funde al lado del agujero de hojalata, de latón con sangre casi sólida piedra cristal grito de muerte beso de plomo entrando, calando despacio el subterráneo, teledirigido al centro mismo del poema, donde fluyen sueños losa, sueños pómez de lava no extinta, caen en orillas de cemento adoquinado e izan alaridos de desesperación. Crisis sin tiempo y bolsa, saludos de marfil, ébano triste, arces de barro idolatría hasta arribar a buenos aires y matar sin ojos la desidia, matar un mundo que se extingue, caparazón de media tonelada barco pirata explorador de noches con salsa de silencios y palabras, versos de norte, norte y sur entre albatros almendra sórdida cuadros rupestres alma de pleno sol, de sol serrano y bravo, lleno de vino y quintales de bondad.
Hablo de una guía amarilla que se llena de símbolos y llamo proesía por no llamar mi vida. Esto, lector, es la verdad. Al fin hoy te he encontrado oculto en la maleza de tus pechos, junto al escaparate pezones en lo oscuro, lo oscuro de una calle con salida estrecha y miserable más bella que cada espejismo formulable, más linda que los pies y el alma, sorteo de lotería que todos vendemos y ganamos y cobramos y tresmil pesetas ganadoras en la ducha japonesa que me encanta.
Quiero besar tu piel de porcelana, romper el hielo que nos une y decirle a la lápida del miedo: ¡no!.
Sin embargo, me pido otro café, hoy, que catalina ha muerto.
Llueve en la vía ejércitos de paraguas en guerra permanente no evitan que la sangre riegue la base de los versos y se nublen los ojos blanquecinos, se pueblen las encías de sonrisas y balbuceen un documento que jamás será leído, poema verité atado y doliente, crisis vital en pleno augurio, a punto de nieve, a punto de nieve, a punto de morir.
Catalina.
La han recogido esta mañana, un funcionario reciclado, moderno y hasta guapo, con internet en casa y doce gatos, un crío en la nevera del que va desgajando cachitos congelados. Para eso existe el microondas.
Pero no catalina
o sí,
yo ya no sé, yo sé que soy
poeta y me dejo ir, sin ir
me dejo llevar, sin llevar
me dejo todo lo demás
en el vacío impotente de mi pluma
que ni siquiera lo es
y procuro olvidarme de esa sidosa yonki que se murió esta mañana, bajo mi ventana, con una sobredosis de realidad.
Son miedos subjetivos.
Pero no me agarran, no me limitan y por eso vuelo de Iberia a la Argentina, en busca de la plata, la plata en la mirada veneno de serpiente verde y rigurosa, un sarpullido de pelo por un cuerpo manchado sudoroso que no alcanza a entender silencios y palabras. Pobre poeta autocompasivo. No vale una peonza de ruido arturo en alto escollo contra la honestidad de su estirpe. Es un pobre poeta que canta, ruido molesto de aires acondicionados, condiciones favorables para engullir el tiempo de los asesinos y melena alterada como el pulso sin aliento, sin crisis y sin ideales, real a calle oscura estrecha desengaño que llena de poesía mi proesía, de palabras mi silencio, lava todos los pecados del mundo, los olvidos sin garra abrazaderas de 747 con Felipe mostrándome el camino, una tabla de horas y los quesos bajo la pituitaria ensangrentada…
La sangre es un bonito elemento en la lista de tales y cuales, de homero y la insidia, la guerra de los mundos, honores que se fueron donde ya nunca cuecen lentejas y vigilan el paso del vapor besando vidrios protectores. Funcionarios muy guapas ballenas de musgo y clín desarrollan sirenas para no poder follarlas y reír, reír bajo su influjo otro gris amanecer, otra mañana azúcar de asumpción en babilonia ciega, sin ojos, sin barbarie que abra la mirada que nos ha de llevar mañana a buenos aires, pasado a granadina en los dedos ligeros del guante que me estranguló. Es un tiempo perfecto para no serlo, es una palabra y sólo eso, soy un poeta y escribo lo que quiero; ya tengo menos miedo, ya te siento lector próximo y cierto versando y verdeando un pequeño-pequeño gorgojeo que rima y se atribuye mitad de mi victoria en la estación de la duda, donde la desdichada era arrastrada bajo una mesa a golpes de zapato. Allí la violaron seis hombres a cual más paternal y le obligaron a beber humo de su propio pecho, humo de su propio sexo y bebió y se embriagó y quiso olvidar el tiempo de los asesinos y no pudo, nunca pudo y la calle la absorbió, la calle inevitable, la calle de sus vías, arterias sin foto para una portada triste, vestida de miseria. Allí alcanzó la duda, la eterna solución a un problema que no existía. Catalina no pudo evitar su violación. No pudo. No pudo y lamentó tanta impotencia, le dolió la vida a aquella hora, crisis de muerte sin fin, crisis de alma, sus labios se cerraron y funcionarios obsoletos llenaron de locura y lágrimas un pecho acribillado sin paraguas.
Ellos escaparon a su destino y ríen entre ellos el sida contraído, ríen sin parar de soltar dientes al suelo. La mesa era azul.
Con una balandra blanca en la espalda, cajón simulando vetas de magro, un cartel de la sociedad protectora de animales que no evitó los golpes. Su padre la estrechó a patadas contra un fondo sin fondo y la violó. El era seis hombres y escapó a su destino. Ella murió esta mañana y aún rezuma gotas de desesperación su codo amoratado.
La primera ceja se quebró en tres zanjas y la cálida lágrima se tiñó bermellón mejilla ajada. Las uñas se clavaron en sí mismas, se volvieron suicidas y cerradas, mordieron el hueco de sus palmas y el silencio se hizo su palabra. Murió y no lo supo su inocencia de niña con seis años. El zapato vistió eclesiástico costado. Se mordió la lengua y la sangre tragada se tornó derrota, se volvió amarga hiel y atravesó su esófago para residir en su alma. La mesa era azul.
Era azul y su mirada blanca ya nunca era blanca, ni su voz fue su voz. No gritó y se acabó su vida en tanto silencio perforado por una polla sucia, envenenada de mierda y de rudeza. Grafito arañado en la semenilidad precoz de un padre sin nombre. Arrugas en mi voz me impiden seguir relatando el fondo de la miseria.
Catalina se ha muerto esta mañana.
¿Qué te parece?
Yo quiero gritar el grito que no grito, quiero limpiar la calle y no ser un funcionario obsoleto, repleto de galones, que le diga al pueblo su función y cante por detrás de un derribo por abuso un motivo azul, azul mesa veteada de magro y sangre, veteada de vejación y de silencio, semen azul, lágrima azul, vida azul en la calle estrecha y oscura de la realidad.
Estoy loco por tus huesos y no olvido, no existe el olvido, no existe el perdón porque dios está muerto y sus ojos en blanco llenos de recuerdos y miedos subjetivos se cierran por manos obsoletas y escupen su fútil rebelión al fondo de una morgue que no protege del sol del verano en buenos aires.
La american express ha pagado mi deuda. El tiempo de los asesinos es un libro curioso y yo sigo siendo un poeta a punto de escribir la historia de mi vida o mi primera novela y contarte, lector, porqué margarita no conoció a nadie, ni a sus querido eustaquio de la calle del carmen ni a catalina ni al resto de personajes que no son míos, no son míos no yo suyo. Ni siquiera quiero recordar a Miguel, basko solemne rehecho y contrahecho, soy sólo un gran poeta queno sabe casi nada y lo que sabe le estorba. Me siento tecnólogo avanzado en mar de peces de colores. Me muerden en el estómago pequeños-pequeños ruibarbos amarillos en el submarinismo de un coral desde la luna, submarinismo de huida, encuentro y recuperación, esbozo de escape sin alfileres clavándose en mis ojos.
Catalina se ha muerto esta mañana.
No termino de ver la forma de actuar y activos de clientes adoran dioses de nata y canelones. Sacaré un carrillo rosado del bebé del frigorífico y lo freiré. Lo asaré al jugo de mi no-olvido, mi miseria miseria social que no perdona mi vuelo a buenos aires en british solicitando no fumador junto a las alas para salir primero en caso de emergencia.
Te confieso que no tengo bebés congelados, que me da miedo guardar una bolsa maría en el armario del que no sé salir y sus abrigos largos cubren las pruebas que dejan sus perfumes asesinos.
Cosas del tiempo: ha dejado de llover. Ya no hay paraguas y tiemblo. Me tiemblan las piernas y las manos, la incertidumbre me absorbe y lloro. Son palabras de otro entonces, las pieles brillaban bajo el atardecer y sus miradas rompían mis ojos inocentes, arañaban mi espalda intacta con su risa, desprecio nazareno en busca de un belén. Me estoy volviendo navideño mientras se alejan dos picos de ceremonia impía en la cabeza diminuta muñecagafassonrisasilueta en un avión a londres, en una cafetería, en el fondo de un subsuelo… donde absorbo lecturas y farolas, abro mi pecho y reviento miserable en Letras, llenando de aire y condiciones el misterio.
La materia prima se perfila, el diamante bruto se dibuja, tengo temperamento y herramientas, horror cauterizado, un alma por comprar para llenar Ivanes, tengo anas y sueños de calles, de arterias, sonetos sin versos, tonterías que no vienen a cuento y relojes acariciándome, tratándome bien, queriéndome, regalándome su tic-tac imparable despertándome con sonrisa de luz con luz de niña entusiasmada, levantándome con un villancico mantequilla y luna entre dos medias, entre su sexo y su risa, sobre las estrellas de su alegría, los tintineantes terremotos de su abrazo, su mirada sin hielo, sin esa distancia que abrasa mis ojos sin distancia, sin hielo y lloramos la felicidad en el olvido y el perdón inexistente, alzamos un dios de fuego y algodones, izamos bandera iluminada, piadosa de miseria y de misterio, colacao ivanzado entre los dedos que calzan el amor en flor. Palabra que llena mis silencios y me puede, me derrota y me arrastra, me abalanza al día sin sueños, sin cristales, olvido del azul y un mar de dicha invade mi pecho y mi mañana, visito el Galache y no te olvido, no olvido su quererme incomprensible, su masa de pasión tan divertida, no olvido su verdad, su beso en la escalera, su mensaje abanico de azahares, su olor tacto suave voz de terciopelo, no olvido que todos mis sentidos ya son suyos y no tiene ya más.
No olvido que, también, esta mañana ha muerto Catalina.
¿y tú?.
Café Jamaica, M-20001218
Hoy me ha sorprendido la locura del futuro. He leído en un periódico argentino que un alemán en Nebraska ha decidido conectar sus nervios a Internet. Sí, su sistema nervioso va a chatear conmigo mientras vas a dormir con el culo estrecho y una figura de pluma con borbotones de sangre azul.
Hoy he leído la locura del sinsentido y no ha sido el apéndice de un desayuno desnudo.
No puedo comprender a los humanos y creía que había sido capaz de renunciar a intentarlo. Ya ves, me equivocaba.
Me ahorcas con una bufanda que rapta tu cuello. Soy un fantasma que espera ser devuelto a la muerte y a la vida, ser arrancado de la cárcel mis huesos, mis huesos fríos de barro, grises como la nieve, tus ojos de llamas lejanas que ríen, ríen… barcos de niebla en casablanca.
Te estás yendo de mi lado porque esta noche he soñado que volábamos al país del siempresnife, donde la luna se raya, las nubes se fuman y tú, querida opiácea, te nombras poesía brillo de candil.
Eustaquio ha vuelto de barcelona donde nunca estuvo y en su carmen 12 sigue jugando a vivir con unos ojos que miran hacia adentro.
– ¿unos duritos, chico?
Pero yo estoy pensando en el olor en mi aliento del trago de orujo que te enamora. Me cruzo con su mujer, la bella Margarita del Toboso, la de las trencas azules de añil violento. Camina erguida sobre sus hombros hombreras de hembra que olvidó un hombre que… la amaba.
Y hoy, el pobre Eustaquio, con sus ojos en blanco, causando desconcierto pidiendo cinco duros, tiene hambre.
Margarita de tergal y roble tiene tela y madera cubriendo con su paso un rostro que le ciega. Huele su olor esencia de mujer y muere un poco más.
Ella está muerta.
Ha caminado esta tarde las dunas del tiempo y nos cruzamos una mirada, y no hemos cruzado una mirada. Le habían gritado “guapa” y había bajado la vista. Al alzarla, yo verificaba y nos encontramos. He verificado la he encontrado. Sus ojos sin fin se me hicieron pasadizo del medievo. Yo no quise andarlos y se resbaló mi lengua por sus oros delgados hasta llegar al miedo.
Por eso estoy ahora aquí, escribiendo esta pavada de alguien que no existe y estoy convirtiendo en algo que aborrezco. Símbolo metáfora historieta de una realidad fingida orgasmo de puta.
Vamos a vomitar las minitarras
de butano
de orgullo
que en el bigote rumian
silencios.
Café Jamaica, M-20001211
¿Qué podemos hacer con tanto dinero? pues nos dicen pollas records que vayamos a la mierda todos y no lloremos cuando veamos al ir a trabajar un ramo de vómitos poblar la acera bien dispuesto a ir a la guerra cotidiana de computador o búsqueda de algo no calloso donde poder pincharse la esperanza.
No me gusta burroughs. Estridente y cárnico, poético y denso pero de imágenes que resultan inverosímiles para un potito rosado que sale de marcha los fines de semana y sin pasarse.
Tenemos centros culturales culturetas que visito con fruición ficción y un diccionario on-line que me dice cómo he de escribir. ¡Será capullo! www.lenguaje.com.
y ¿cómo no?, no quiero dejar de mezclar vidas inmiscibles. Porque son inmiscibles, ¡dejémonos de coñas!. No puedo hacer compatibles dos mundos disjuntos. Motivos topológicos de los cojones, separados por vergara incalculable en el barrio de Salamanca.
Seguro que está lloviendo al otro lado del azul del cielo. Seguro que está lloviendo hacia arriba desde nubes invisibles.
Soy niño bueno, pueril y asustadizo que vago por mis calles con un boli colgando en el bolsillo. He perdido el gas con el que incendiar mi barrio para limpiarlo de la peste blanquiazul que lo somete. Me someto a todo… todo en el tiempo que respeto. Respeto todo. ¡Qué bueno soy!.
Soy la gallina caponata, un huevo colgando de la luna cortada en pedacitos encima de la barra.
Miro su sonrisa.
– hola.
– hola – con acento andino y sigo caminando por mi calle con un boli cobarde colgando en un bolsillo.
– hola.
– hola – con acento madrileño y subo despacio, calmado pero con ganas de quemar mis dedos en la pista de aterrizaje del boli que, colgando, desparramo en líneas rápidas, sin fuerza, sin gas, sin luz, sin ruido…música celestial a ritmo a.sanz. punto raya punto.
Un tren se aleja en la distancia, en la noche y se lleva mi recuerdo interrumpido.
Me atrevo a cosas tan osadas como comprometer mi vida regalando un poema.
¡putos móviles!
Me registran el tiempo, estamos condenados a vivir un futuro cargado de botones. Nos deberían asustar más que los dos botones de la guerra fría. Es un hocus pocus que mata nuestro día a día sin que seamos conscientes.
Quizás lo han inventado los psicoanalistas. Este humor visceral, viral, ha sido introducido por el recto del mundo y lo ha organizado mientras las punto com se hunden en la mierda. Parece que no hay relación, que todo esto es absurdo y, sin embargo…
Hoy tengo una visión. Tengo la claridad de esos ciegos protohistóricos que abundaban en Grecia adivinando susurros de hades. Veo qué va a pasar y porqué todo tiene relación. Todo ES la relación.
Esto es la jodida globalización, la que nos hace decir que todos somos iguales… ¡iguales por mis cojones!… como un puto centro cultural de acceso gratuito a la cultura… Somos gilipollas. Y esto no es el manifiesto comunista segunda parte. ¡¿Qué le vamos a hacer?!.
Navidad, navidad, dulce navidad… y seguimos cantando como si este mundo no tuviese vulnerabilidades que lo hacen indefendible. Tiene un grave tumor pero podemos hacer algo aunque sea volarlo por los aires o follarle el polvo interestelar que abraza universos, los comprime, los oprime, los reprime, los exprime y me digo… ¿qué significa prime?. Tendré que consultarlo en la Bomba Atómica.
Vendrá una guerra que acabará con todas las antenas de UMTS y con todas las conexiones a Internet. Vendrá una guerra que nos recordará (y eso duele) que somos mucho más humanos de lo que quisiéramos, lo siento mucho, amigos, pero esta es la verdad. Alguien ha debido olvidar incluirlo en el noticiero de la mañana pero pende sobre nosotros la venganza de abel.
Me estoy volviendo muy simbólico, tanto que ni yo mismo me entiendo pero tampoco creo que sea importante; seguramente, no tengo tantas cosas importantes que decir y no haya dicho.
Soy un poeta condenado por mí mismo al ostracismo de mi grandeza, un extintor de incendios en el vacío. No cabe una palabra con sentido en mi poesía pero se me cuela el puto contenido por las branquias laterales de besugo sin adjetivos.
Madrid está en obras y, como dicen que decía mi abuelo, “esta ciudad será bonita… cuando la acaben”. Yo no quiero que la acaben. A mí me gusta así, a medio hacer, como a medio camino siempre entre el prado y el Prado, a medio hacer con gente medio hecha, que no se comprenden. Yo no me comprendo y no sé si quiero comprenderme. La verdad es que comprendo pocas cosas y sé menos. Mi desconocimiento se está haciendo el líder en la maratón de mi aprendizaje.
Ella gira la cabeza y aspira un sorbo de la marihuana que le dejan. El resto lo devuelve sin ganas, sin ganas y con la cobardía de su raza. ¡Mátales con detergente si sigues aislada en la cocina!.
Margarita está pidiendo un hombre para follar con él al ritmo del frenesí provocado por el margarita sin fin, sin fin, sin fin y tan reiterado como el estómago soporte. Una licencia a la fecha del destilar en unos ojos de sangre sus antonios con el consuelo árabe del miedo a ser racista.
Margarita no quiere que la den por el culo pero un aparato enorme va a ensartarla como perro caliente. Dos perros gritan, aúllan sin parar mientras sus culos se restriegan. Babean y sus dientes parecen engrasados mecanismos de la carrocería de un Rolls Royce. No sé porqué me he acordado de una vez que vi dos perros en pleno acto sin parar de aullar y tuve la sensación de que el dolor era para los animales.
No quiero que me duela.
Margarita no quiere que le duela.
Queremos gozar queso de burgos, sin sal para que no engorde y casi vegetariano para no pecar.
Margarita es una puta pero aún no lo sabe. No sabe que en sus arterias limpitas podría vivir la mayor cantidad de linfoprotos que se haya visto jamás. Claro que los linfoprotos no se ven porque no existen. Que nadie se confunda: no existen pero no porque no se vean.
Me veo rodeado de linfoprotos a la salida del cole y amortiguan los golpes a mi sensibilidad que me propugnan los valores superiores del puto ordenamiento jurídico.
Nadie parece creer en España. Ni siquiera Margarita cuando veo cómo le clavan una aguja en la vena virgen de su codo izquierdo. Sus ojos inmediatos se visten de novia y bailan un bals al ritmo de una mamada al hombre que le desabrochó la goma en el brazo.
La ceremonia sucia se llena de cerezo en flor, jerte de mis primaveras, fulgor nuclear, azul ceniza y semen saliendo por la comisura de su labio inerte.
Margarita no se sabe la marsellesa.
Margarita es tonta, pero sabe que no quiere que le duela.
Yo también.
Por eso trago y trago la mierda cotidiana. Por eso no pongo lejía en los cafés de la mesa de la lado, no mato con hachas merecidas a parlantes intolerantes que no respetan ni lo más sagrado. Hijos de puta crueles que prefieren ignorar que margarita no sabe dónde va a dormir esta noche. No sabe si va a dormir y no para el carro de la vida para bajarse en la próxima estación.
¡Margarita, no sabes nada!. Pero por no saber, no sabes que no sabes. Muy listo el sócrates ese que sirvió de tanta ayuda.
Yo sirvo de menos.
Yo siempre yo.
La coronaria tienen una chica con una niña cargada de cemento bajo el brazo desquiciado de la ausencia. Tanta ausencia que no me atrevo a recordar.
Hoy se ha quedado frío el café pero puede ser un buen síntoma. Recupero mi creatividad y el café se enfría. Son mundos requetejuntos, adjuntos y descifrados en la visión irredenta de un cambio inesperado.
Margarita firma una fotocopia en un cubo de basura de un restaurante japonés. Sushi como blade runner, pescado frío. Cobarde escurridizo de verdades claras. Enmascarado en rejas con forma de metáfora. Me da una carta de presentación y sé que todo es mentira pero leo y leo y miro sus párpados violetas rozar sus mejillas con batidos de nostalgia. El grito del silencio nos aproxima y mi escritura se interioriza. ¡Qué cosas!, ¿verdad?.
¿Cómo voy a hablar del proceso creativo?. No sé qué decir, no sé y esa es la verdad, por más que me empeñe en hablar de mi amigo, mi maestro y me aprendiz, por más que pueda escribir los versos más tristes esta noche, pueda ser contradictorio y no, por más que haga por hacer que sé, no sé.
Soy Margarita llorando en un rincón abrazando un cartón marrón y sucio. Ayer se usó en akelarre doméstico de ratas que pasaban frío desengañado. Frío en la calle, frío en la sangre. Frío Exp. Expeditivo como frío sin efe, agencia internacional. Soy la compañía que me asola, llanto que me reavienta, grito que me silencia para que un boli cobarde cause espasmos al brazo al que está atado, colgando y colgando sin parar de rodar desodorante rodeado de ladillas al día siguiente, siguiente de simiente.
Fresca, fresca, fresca.
Llama de ojos que buscan en la penumbra un resto harapiento de miseria para hincarle los seis dientes que aún resisten. Hoy no estaba en el suelo, debajo del andamio, el hedor con forma humana que duerme con la osa, sólo estaba su guante, verde, de lana vieja, roído por el frío y las llamas del cartón que hoy usa Margarita.
Margarita del sueño, opio de ombres que no saben escribir su nombre, x en una ecuación que intenta despejar las incógnitas al otro lado para que salgan las cuentas, para que salga todo como en los libros de poemas bien escritos, a lo borjes, a lo paz, sean seres soberbios y llenos de verdad, hombres que saben escribir sus nombres y vuelos de aleluyas al amanecer por los nuevos y limpios ingenieros de sanidad pública al ser el hueco muerto de una barba tan sucia que recuerda la sopa que mancha los bordes del harapo arrastrado en el suelo bajo el andamio frío. Frío expeditivo.
Margarita se vende por una dosis, por un puñado de duros, por doce euros, raja su cuerpo al gordo baboso de canas escasas.
Un intelectual se dice a sí mismo que las putas son prostitutas, son reflejos de una sociedad con errores y no se da ni cuenta (ni Margarita) que él también lo es.
El baboso gordo le de calva prominente escupe un gargajo verde y el intelectual se ríe sintiéndose superior. ¡Él nova de putas!. Ya no son prostitutas y el gordo y Margarita arreglan una raja por 2000.
A la salida del pains an compani se come un arroz chino en un papel albal que acaba de reciclar. Hay que reciclar. ¡Jodido intelectual!. A ver si te enteras de algo de una puta vez y abrazas a tu amigo y le besas, le comes la lengua, le sacas los ojos y te escapas para que no te escupa el gordo baboso cuando acabe de aplastar la flor de mi secreto. Mueve las manos, mueve los dedos y vete a vivir a Mallorca con tus patillas de guay y tu melena regurgitada por una vorágine de almohadas más blanditas y mullidas que la camaadoquín que hoy estaba deshabitada.
Pasé a su lado, miré el vacío y pensé “¿qué habrá pasado?” y pensé “igual le encuentro en la plaza, como otros días, en un semáforo o apoyado en un árbol y puedo incluso sonreírle” y pensé “¡pero qué estupidez! Ni siquiera sabe quien soy. Me mirará con el odio antiabélico de su estirpe que es la mía y beberá otro trago del cartón de vino que le acompaña. Su barba se moja. Se mojará. Jodidos tiempos verbales. Y yo seguiré andando y seguí andando porque no le vi.
Crucé al otro lado de la calle y me encontré con un hombre pidiendo dinero cuyas piernas apenas le sostenían. Le miré como quien mira al vacío y la ecuación no me cuadraba. ¡No quiero despejar la incógnita!. Álgebra y topología para los cálculos en un riñón. Puedo seguir alimentando amigos con sus referencias, con sus intelectos no-folladores-de-putas-callejeras y seguir comiéndome mis propias babas que engordan bistec con patatas.
Y resulta gracioso que bonilla en el toulouse sólo meta dos goles en la temporada – está hecho para el gol – y vosotros para el comercio electrónico y los periódicos. ¡Mierda!. La sociedad.
La suciedad de sus dedos no le causarán la muerte pero su limpieza podría suponerle la vida.
Quizás lo sepa. ¡Ay! Margarita…
Llevo los pantalones desde que me desperté. Son los mismos. Soy un ser íntegro porque tengo el pellejo oscuro y virgen. Me atrevo a hablar de mí mismo siempre que no diga nada. Esto es algo, es un humilde, por no decir miserable, principio, pero claro, ¿cómo habría de ser?.
Yo soy tan humilde que parezco el inventor de la hache.
Un sobresalto me saca de mí mismo (ya era hora) para volcarme el pulso que estaba fuera.
Crispo los nervios enrejados, el alma ahijada que vomita versos en la orilla aborregada de una luna sin estrellas. No hay cascabeles sobre la cama. No hay osos, no hay sexo, sólo restos humanos volando bajo, una visera de plata, del plata, que ciega en lindez por azulejos, una presencia fina y elegante, un miedo reventado, reglas quebradas, óxido, óxido que un borbotón de ozono trajo al mundo, llenó de verde fondo y las baldosas flojas que se confunden con ratas
bajo la lluvia
la lluvia
la lluvia
que no cesa
no cesa
no cesa
de mojar su guarida:
la de ella, de nuevo, Margarita, mojándose sin fin hasta que una tuberculosis sin rodeos la mate por una sobredosis de una jeringa herida.
Y mientras sus ojos se visten de franela, se arrastra su memoria en camiones que retiran los contenedores, se puebla su vida de alquitrán, de negrura, se puebla su vida de muerte y se vende por 6 euros a cambio de notar cómo sus venas abiertas absorben el goteo del último suspiro. el último suspiro.
Ni siquiera sangre roja empapará la acera, un arco de su aorta emite un ruido mudo, existencia de plomo desde el primer amor. sangre coagulada empapará el cartón sucio de akelarre quemado por la noche. Y al alba la retiran despejando una incógnita adecuada, descubriendo que se trata de una ecuación de varias variables.
Se sigue el juego. Topología, álgebra y geométricas. Rompiendo las pelotas, quemando sueños, enterrando esperanzas en el fondo blanquecino de quien se sabe los jodidos recursos psicológicos. Cretino tiempo el de quienes nos excluimos de esa labor tan linda de hacer hogueritas en los jardincillos del corazón de los hombres, de los ombres.
Es viernes y es martes y es lunes y es todos los días en un día, un único día, el día de todos los días. Es lo imposible porque lo imposible es. Y luego se rompe la cadena por un segundito para sacar otro cuerpo fuera del cementerio.
Hoy estoy un poco triste. Creo que estoy un poco triste pero por mi impotencia, por no ser capaz de hacer otra cosa que escribir esta mierda y llenarme de orgullo, de vana gloria en la que zambullirme, nadar en mi propio excremento de nada-nada, en mi silencio asceta, en mi pacifismo injustificado. Hoy estoy un poco triste.
Me siento al lado del ordenador y todo es muy mecánico, Tengo la ilusión un poco deshinchada. Cojo la bomba y me inflo rueda que tiene algo en el bolsillo. Pañuelo para secar sudor de mis dedos asustados, pueriles.
El patito de la progresión es ecológico. Es un trabajo que producen los hombres educados. Miran sus senos malvas pletinas de misterio y ríen a carcajadas opiáceo bambalínicas rayito de crisantemos odiando el amanecer que se va a eyacularles rocío. Es un rojo con mechones latinos y ladinos sustituciones a la luz de la luna y la filosofía del siglo 21 que tiene una importancia clara amartillada por comparaciones sin freno que llegan a chupar el fondo de tu sexo, eso sí, llamándole coñito para no molestar.
El patito de la progresión es eco-lógico con un guioncito en medio para ser más in, para brillar desde más lejos y más alto, para oler un perfume de channel sin ni siquiera saberlo y pensar en ti sin que ni siquiera lo sepas pues de eso se trata, de no saber para poder soportar esta existencia.
Así no acabamos en manicomios de sabios, no nos llenamos de diablos en inglés ni navegamos por el júcar hasta que una guitarra española se derrumbe en cuerdas, crines de muertos, estrellas de polvo, de sueño, de sueño…
y una discoteca YMCA que nos añora, que añoramos en un grado de dependencia útil para libar el olvido con un reloj de cadena metido en el bolsillo.
No tiene brazos y se aman en silencio, sin que una palabra patxarán alce su cuerpo que sigue en la fuga, como ceniza ascendiendo en los campos de Auschwitz. Y el río de lava de la historia ha borrado las guerras. Sólo existen en hojas blanquitas de navegadores, en portales verticales llenos de un contenido azul, verde, naranja que alimenta bocas en 3D y una paz infinita, utopía sin drogas, un cable de cables inalámbricos para oler su cuerpo heces humanas: no estaba. No estaba. ¿Habrá muerto?.
Caracolillo, caracolillo, lluvia de trigo maduro manto de pez con silueta de pompones alimentando imaginación repleta de cafés.
Se lastima su ignorancia por no estar en mi mente. Babas hechas para llenar su ausencia y una caja de nada que se cae al suelo. Es un pobre fascista de marca, invierno y no te sienta bien la camiseta ni con la miel en los labios ni con la dinámica ni con la idea, la única, posiblemente, que has tenido en tu vida.
¡Qué pena que la mala suerte te ha roto un brazo!. Me caes mal. No te voy a dedicar ni una línea más.
Puedo ver crecer la yerba
en tus ojos
cazar leopardos
en tus ojos
puedo ver
y quiero pedirte un favor:
déjame tus ojos
una noche más.
Desplazamiento.
las latas de cerveza
se gastan,
hay que comprar más
esta noche
antes de llegar a casa
con un poco de crema de afeitar
gel de baño
y dormir
esta noche
entre las latas de cerveza
y tus brazos.
Me he caído al ritmo del plato
al suelo
y he resucitado
perfectamente
para no ofender a los puristas
que me clavan su mirada muerta
en la nuca
de trabajador
escritor aprendiz irreverente
que se ha caído
al suelo
y resucitó
imperfectamente.
Nuestros dedos se chocan en el infinito
miradaespejo
en ángulo de 0 grados
frialdad rompe estos versos
huecos
al lado de nuestra cama
sin sonrisas
hoy
que te me has muerto.
Café Jamaica, M-20001212
La virgen del palentino es una aparición que ha venido al mundo a resucitar a Margarita para que yo pueda escribir una novela que no es una novela porque no rima ni juega a culos calientes en sillas llenas de esperma.
Veo sus brazos de cálida plata como cochinillo rosado y groso. Hablo entre dientes de un futuro próximo que me revuelve el estómago televisivo en uno de estos cuadernitos marrones que me miran.
Venía y se me escapó una mirada cargada de libido a nalgas de hembra morena. Una negra delgada labios de Michael Jackson pegados en su frente y yo no puedo hablar de esto porque me da mucha vergüenza oro de sus aranceles inocentes agitando dependencia abrazada a la pared.
Golpeó mi espalda indiferente en los enganches que se queman con los dedos enganchados afromatadores en una coquetería infinita garantizando certeza. Yo estoy aquí por un duro en la rodilla a la luz de otro café que me llene de mierda líquida el cerebro.
Su risa
Dios
su risa.
Y guiño a mi pasado un beso lleno de balas entre sus piernas largas y abiertas, mechas de ayahuasca en las cataratas del niágara.
Margarita disfruta una conversación estrambótica a la luz de tus ojos. Eres capaz de decir: “tócame el pelo” en medio de una erección que escupe tu semen y tu miembro en el arco de la aorta que se rompe vertical contra cimiento de nuestra confianza croata.
Me parto el culo por escribir tantas txorradas anodinas pero sabiendo que he sido capaz de despertarla.
Margarita ha vuelto a la vida para cobrarnos las deudas que tenemos.
Ya me conocen, ya me conoces y no soy el padre de nadie ni tú eres el hijo de los amantes frustrados que están sentados a un lado. Parece que fuma lo que hace lo que puede, fuma y se convierte en humo y se proyecta en un cuaderno que tiene agujeros muy guapos en los que aventar un grito necesario.
Son las historias de su vida y la vida de cada uno, es la vida de cada uno, aunque yo estaba con él a la sombra de un porro sin alcohol.
Margarita se olvidó poner su verdadero nombre en el registro de la propiedad intelectual y está esperando que sus tarjetas de crédito no caduquen como caducó su vida de cerezo en flor. Para mí es normal pues las premisas eran muy sencillas y llenas de un halo negro denso que me golpeó la espalda indiferente.
No quise volverme y regalarle a esa silueta otra esnifada ni abalanzarme al rojo de mis mofletes y corrí. Sin correr para no tropezar con sus ojos de lata, fondo de melocotón y pimiento verde, color de moho sobre las fresas pasadas.
Su padre esta flipado con las naranjas moradas que no existían en otros tiempos y yo me pregunto si él existía, si existía otra cosa que naranjas moradas vistiéndose un jersey de lana enamorada.
Si paran de hablar los llena la lujuria y se besan (voyerismo estado puro) por todas partes en una vorágine de focas y conexiones a Internet.
Margarita ha conocido al hombre de su vida en un chat de #bucanovios y no atiende a razones ni a otros miramientos. Ha puesto un cirio a la virgen Palenti y espera que en la próxima romería le caiga un arabesco a la cabeza para poder ahorrarse la operación de cirugía estética que viene requiriendo objetivo palestino de preproducción en el territorio vaquero del honor virtual.
Escondía el dinero para la droga en un pequeño botín que tiene bajo el coche seguro de la consideración social. Lo guarda y lo guarda pero lo perdió todo y ya no lo guarda porque se comió un kilo de pastillas y el tratamiento psicológico se fue a tomar por culo y no está incluido en la seguridad social que era lo que había escrito en primer lugar. Pues muy bien, de nuevo queda claro que volverse loco es todo un lujo.
Estoy tan nervioso que un rayo fulgurante cruza mis efes haciéndose eternas en un uniferso de siete dimensiones donde no cabe todo el mundo pero qué se le va a hacer. Cogemos un agarrón de baile independiente y una manga en aranjuez que tiene una chica con clase. Su clase y el motocrós bajo la manta del olvido.
Mis nervios no pueden controlar
mis nervios.
Soy de los que quieren dormir contigo para lanzar mis dedos sobre ti y llenarte de caricias y abrazarte enredando en mi censura el pensamiento de tu ausencia.
¿Tú qué crees? ¿puedo escribir contigo? ¿puedo besarte el culo y llorar al mismo tiempo? Soy capaz de arrancarle el cráneo a margarita para fabricar un cenicero en sus ojos, disfrutar de la vida y nada me importa, ni siquiera los santos del budismo que no comen carne para estar puros sin sin sin sin
¡No soporto que se me escapen las palabras!
Le he dicho que eres muy guapo y baboso pero que tenemos la vida por delante y me meo de risa porque te abrazo y te voy a decir una cosa: Tu padre era hippy, ¿no?. Pues una de las chicas es pequeña pero a la mayor ya la conoces, se llama Margarita y es una yonki de la calle desengaño y digo de la kalle porque vive entre paredes de edificios armados por seguratas agresivos de americana azul calada hasta las cejas.
No es una película de Buñuel, ni de Fassbinder o como coño se escriba. Somos todos judíos alemanes casi polcelanes a la salida de clase de filosofía, cuando un avión aterrizó y otro avión aterrizó entre sesiones y sesiones.
Alza sus brazos ramas de olivo erguidas de pánico olmo. Se desata su mar iguazú que llenan mi rollo de papel higiénico.
Las papeletas de Florida perforadas son una muestra de que el sistema está podrido, de que necesitan un movimiento humanista que nos llene de sectas el orto y joda hasta las llagas de las encías de los profetas.
Nadie piensa que soy gilipollas, lo cual es casi prodigioso en vista de lo visto cinturón de caballero atando mis pestañas que apenas pueden descoserse de una cintura eterna. Dios está en tu ombligo pasando la primavera dentro de un pijama fucsia bomba atómica o mejor, bomba de neutrones neutrales que no pueden matar, no quieren.
Tomando pastillas mañana y noche.
No me atreva a revelar lo gordo que me encuentro en mi derrota.
Froto mis manos en mis muslos y la erección es inminente. Se rompe mi pantalón porque no queiro entrar en el estanco donde el otro día margarita compró unos papelillos para disimular mientras eustaquio robaba un artón de fortuna. Sin embargo, nunca tendrán fortuna. Van a pasar diez días en viaje de novios a benidorm y después diez años en la cárcel; ella le espera, le espera y desespera. Es una rubita guapa con piel de porcelana. Pide dinero a sus padres que la pegan pide dinero a sus amigos que la ignoran pide dinero a su exnovio que la folla contra las vallas publicitarias puntiagudas del viejo instituto.
Margarita no estudió cómo se logra la suerte y va a sufrirlo. Acabará en un jodido manicomio quemándose a lo bonzo o abrazando la cruz incandescente y tirándose pedos delante del televisor apagado mientras una amiga de la caridad saca su silla de ruedas en el ascensor.
La puta silla de ruedas y el jodido ascensor ¿pero es que nadie lo entiende?. Un beso de carmín azul en su mejilla. Una vieja lesbiana que la viola cada tarde quemando su piel de porcelana con palillos ardiendo que calienta en el microondas piñones al azar y me cuentas lo que has desayunado para participar en tu muerte desgarrada.
No estoy hablando en serio. Sé que no estoy hablando en serio. Sé que nunca seré publicado y hablo en serio y nunca hablaré en serio ni me reiré de cristo cuando, desnudo, camine sobre las aguas que te salen del útero donde nunca engendrarás un hijo por parte de padre y de madre cuando en Salamanca sale el sol por antequera a la orilla del Guadalquivir pues lo importante soy yo.
Hoy he terminado mi tercer libro de notas comprado en un todo a cien chino. Proesía se terminó y le fui infiel quemando el último cuaderno. He comprado este nuevo de anillas blancas y pasta de ositos y honoypots presentaciones de seguridad mientras se cae un edificio sin plan de contingencia.
Espero que me den y no me dan todo. Por quien yo sí lo daría y ella está así, así, borboteando flujo menstrual bajo la almohada de su sexo. Es el típico descanso de la creatividad y nos sentamos al hablar no me preguntó qué tal estaba me dejó morir de hambre de su amor.
Margarita cree en el amor a primera vista aunque de tanto buscar se ha quedado miope y no ve una mierda. No ve que está tirando su vida por la borda de ese barquito que sale del peurto deportivo en el levante.
Te tengo que contar algo:
Margarita está empezando a hartarme y no me gusta su nombre así que puede que decida librarme de ella y contarte la historia de eustaquio.
Es un pobre viejo que pide en la esquina de la calle del Carmen. Es un pobre tipo que murió la semana pasada sin que nadie lo sepa, por eso aún sigue pidiendo. Ha muerto asesinado y le mató margarita. Esto es un puto lío.
Es un jodido cuento de hadas con la virgen Palenti a la cabeza.
Es una ninfómana con alma de poetisa. Su cuerpo escaso no tolera otra sustancia que café con azúcar. Parece un suspiro de cobra. Joya de la corona del reino de los muertos. Parece que va a caer entre los pelos de su propio pubis y se va a perder relajada en la niebla sin encontrar una salida. Pero la luz la ilumina y su diadema se convierte en culebra antepasada en el cine Rialto a las ocho de la tarde y se aparece improvisada al probre Diego, el salvador de espíritus que conoció pepito cuando le mataron sus padres como regalo de reyes.
Todo el mundo es Matrix y yo soy un código binario cifrado en arameo y ahora pues no.
Y para evitar la invasión del talco voy a escribir una historia interminable en las cuatro hojas que quedan sobre el último cuaderno de franela, de pana marrón que alfombra mi mesa para que un brazo escriba esta letra a a a a a y nada más. –
Mentí.
Café Galache, M-20001207.
He vuelto a mi sitio, hoy, como templo en el que observar reglas de protocolo. Esto es un rito. Mi tostada, mi café, mi vaso de agua y los nervios al pensar en darle a Paloma el libro que le debo.
Nunca en la vida he dedicado un libro completo a alguien, excepto al pedazo de mi piel que a veces llamo Carmen. Lágrimas de hielo que me abrasan todo, que me gozan, son sus ojos de amor, su cara triste, su voz de nieve por delicada.
¿Me atreveré?.
No me concentro y escribo porquerías. Estoy engañando al mundo pero no puedo engañarme. Si la tía dice algo, yo reviento y no me parece un grito que incomode el rato en el que leo.
No, todo va dejando notarse y la confianza afincada en la central de mis arterias crispa el aire que aventa mis pulmones.
No me gusta.
No me encuentro.
Esta mesa es muy pequeña. Mis codos cuelgan a ambos lados como amazona a horcajadas sobre un caballo que no va a ninguna parte, sin ritmo, sin camino…
Intento hallar la pista del silencio y me pierdo en la oscuridad del bosque de palabras.
Hace frío. Hace un día frío. En la calle se mueve un árbol como en una queja, como protestando y las puertas se niegan a cerrarse. Entran dos viejos muy viejos, cargados de historia y de amargura. Ella se va. Espero que vuelva pronto porque tengo que darle el libro que le debo.
Van al colegio de la pena, van al campo de lágrimas absorbidas por sábanas manchadas. Todos sabemos que es semen de un mamarracho hijodeputa que además de correrse sin respeto, le pegó una paliza de muerte. No ha salido a hacer de su esquina su oficina. Hoy no. Pero todo es tan rutinario que a los niños les quitan caramelos, se caen, se rompen un diente y lloran. Rutinario, lamentablemente.
Me noto oxidado. ¿Me notas oxidado?. Creo que tengo que escribir continuamente. Hace demasiado tiempo que no cumplo la promesa que le hice a Buko, aunque en realidad me la hice a mí mismo, acerca del número de hojas al día que hay que escribir. Estoy atascado en mil excusas que sé que no son más que eso, pero esto de explicar y explicar y explicar no lleva a ningún sitio, no es de gran ayuda y para lo único que sirve es para saber (una vez más) que la explicación distrae la solución. Presa avisada que hubiera podido olerme y se ocultara bajo el manto de la complejidad.
No me gusta este block, ni por fuera ni por dentro. Sé que esta no es una profunda reflexión. Sé que parece otra excusa, demasiado estúpida para ser falsa, pero tengo que terminarlo como el cocido de sus manos, el dulce tuétano viscoso anochecido, gelatina de terminaciones neurales. Lo terminaré y compraré un bonito cuadernito de anillas con tapas azules.
Ha vuelto. Cuando sonríe me recuerda porqué elegí este local, porque fue una elección, no más que una elección, por el precio y por la calma, por simpatía y autobús amarillo que frena en el semáforo. Unos locos viajan en el techo congelándose en el aire congelado, que no gélido, de mi ciudad. Voy perdiéndole apego, no me siento enamorado y veo caer las noches en su rostro urbano sin esperar hacerle el amor. Entonces, porque siempre hay un entonces, recuerdo el tiempo austral dónde la conocí, porque fue más un lugar en el tiempo que un momento en el mundo.
Fue una ciudad abierta a mis sentidos y viví sus mieles hasta enloquecer. Bebí también sus ubres saturadas de maldad, muy a lo baudelaire, así como suena, para reírme del absurdo y de la evolución. Un ritmo sin t fue conocido con cocido y a la anochecida nos volvimos a encontrar bajo la ducha. Ducha buena y eterna que en Bostwana se festeja con gritos en los campos, sabana cargada de los últimos dinosaurios.
Una bandeja plata rompe mi silencio.
Sil encio.
Me planteo si vuelvo al psicoanálisis y no sé qué hacer. Me da miedo su fuerza pero ante la posibilidad de debilitarme con cantos en rima de compañeros lacónicos (ay!, pobres…) no sé qué hacer.
Abierta
te miro
descarado
desafiante, incluso,
insolidario
con el llanto que puebla tus ojeras
con la forma imborrable de tus senos
en una lana que dibuja con deleite cada curva
pero estás lejos y yo soy muy cobarde
estás lejos
y yo
yo no sé
si volver al psicoanálisis.
He pensado en los precios, en lo que podría o querría pagar y tengo claro que me convendría pero tengo miedo. Más miedo que nunca de verme vulnerable, de saber que he de confiarme a ella, a Paula, pues la pobre tiene nombre en mi vida aunque ella no sepa manejarlo.
Casi no puede caminar
dos pasos son mil pasos
suda mear
como quien caga miedo
porque ella está muy cerca
tan cerca que se huele
se ven sus cuernos amarillos
su hálito
su mal
porque casi no puede caminar
para volver al lado de su amante
abrazarse a la tumba de su esposa
y llorar
llorar su pérdida,
la de él
la de ella
funesta separación en la tiniebla
que le llama
cada día más fuerte
gritándole su nombre en el oído
gritándole
llamándole
ensordeciéndole hasta que
casi no puede caminar.