(Extraído de El País, 12 de Julio de 2009)
La situación de la Cañada Real Galiana ha sido obviada durante años: paraiso terrenal para unos, posibilidad de conseguir un pedazo de tierra para otros como si de una ciudad latinoamericana se tratase. La Cañada Real es un curioso experimento urbano azaroso: opulentos chalets se codean con edificaciones construidas originariamente en una noche, como en los poblados de chabolas de los setenta.
Por todo esto, la Cañada está de moda entre los arquitectos. Atractiva experiencia de crecimiento urbano no controlado. Foco de debate entre los profesionales de la construcción. Pero también objetivo de crítica de los partidos de la oposición e incómoda vergüenza para los gobernantes de la marca Madrid, de la futura ciudad olímpica.
Las noticias sobre una de las mayores aglomeraciones alegales se multiplican en los medios. Mientras las administraciones pertinentes buscan liberar al territorio madrileño de la zona enferma, amputarla, los arquitectos desarrollan todo su ingenio para cambiar el rumbo de la Cañada, aprovechando su potencial.
Cinco décadas arrastrando un problema generado por un urbanismo a la deriva. 40.000 personas instaladas en una senda que un día fue ruta de la trashumancia. La inmigración y la pobreza extrema agarradas de la mano en unas 2.000 edificaciones, todas ellas ilegales. Cada mañana, españoles -gitanos y payos-, marroquíes, búlgaros, rumanos, croatas, bosnios y serbios se saludan por las calles del asentamiento, embarradas y sin alcantarillado. A pocos metros, junto a la incineradora de Valdemingómez, se erige el mayor hipermercado de la droga de España. En todo el asentamiento residen unos 1.000 niños sin escolarizar.
Pero todo eso, por primera vez, tiene fecha de caducidad. No se sabe a qué precio ni cuándo. La ley cuyo borrador ha sido consensuado por todas las administraciones la semana pasada tiene ese espíritu. La desafectación de la zona como dominio público implica que los terrenos pasen a ser de los ayuntamientos. Y ahí cada municipio tiene la llave para transformar el infierno en un lugar habitable. Pero costará.
De momento, el Ayuntamiento de Madrid ya ha dejado entrever su intención de convertir la senda en un parque lineal. Los terrenos colindantes, que hasta ahora no eran urbanizables, pasarían a serlo y se construirían ahí todo tipo de desarrollos: viviendas, empresas o equipamientos. Además, los moradores que demuestren que sólo tienen esa vivienda y que carecen de dinero para marcharse serán realojados.
Cinco arquitectos de lo más alto del panorama nacional proponen sus soluciones: Parque de la equidad (Andrés Jaque), Laboratorio de ciudad (Diego Barajas), Un lugar donde no hay lugar (José María Ezquiaga), Distintas realidades (Carlos Sánchez Casas), No hay una sola cañada (Ecosistema Urbano).
La utopía de transformar la Cañada
El País — Daniel Verdú — 12/07/2009
Pero se abre un gran abanico de opciones para hacer urbanismo en la Cañada. Por eso, EL PAÍS ha preguntado a cinco urbanistas y arquitectos acerca de su impresión sobre el lugar y las posibilidades que tiene su transformación.
«No existe una solución única. La Cañada está conformada por una sucesión de realidades demográficas, urbanas, sociales y ambientales diferentes que requieren soluciones distintas», opina el arquitecto Carlos Sánchez Casas.Esa opinión tiene también José María Ezquiaga, que asegura: «La transformación puede ser no sólo la oportunidad de regenerar un enclave socialmente deteriorado, sino también ocasión de mejorar las condiciones ambientales del entorno».
Andrés Jaque se atreve a imaginar una suerte de parque de la equidad y propone que se amplifique el poder que tienen algunos líderes naturales de dicha comunidad para comandar los cambios.
Se abre ahora el momento de aportar ideas. Los ayuntamientos tienen un año para aportar sus proyectos de ordenación y alcanzar un acuerdo social para las miles de familias que viven en la Cañada.
Se aceptan sugerencias.
En ABC publican una noticia sobre los detalles técnicos del plan de legalización de los terrenos de la Cañada.
Los ayuntamientos implicados en el desmantelamiento de la Cañada Real tendrá dos años como máximo para pactar los realojos de sus habitantes. Así lo fija el proyecto de ley que ayer se aprobó en el Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid. Se trata, según reconoció ayer el vicepresidente regional, Ignacio González, de establecer un límite para que este problema no se eternice y acabe enquistándose.
Transcurridos estos dos años, el Ejecutivo regional procederá a enajenar los terrenos afectados por la desafectación. El plazo comenzará a contar una vez que el proyecto de ley acordado por las administraciones se apruebe definitivamente en la Asamblea autonómica. Ayer, el Gobierno madrileño aprobó su remisión al Consejo Económico y Social. Presumiblemente, no será hasta septiembre cuando el documento pueda ser aprobado.
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Parque de la equidad
ANDRÉS JAQUE 12/07/2009
Igual que tenemos una isla para Ikea o Telefónica, tenemos una -menos visible- para yonquis y un Sector V para inmigrantes. La calidad de vida de toda la población es menor en ciudades que pacifican su centro, segregando parte de sus realidades a localizaciones poco visibles. El planeamiento nació para redistribuir la riqueza que la ciudad genera. Oslo -que ha reducido en gran medida la desigualdad social de sus tejidos- ofrece mayor calidad de vida que Río de Janeiro. La seguridad, la prosperidad y el capital social de una comunidad no dependen tanto de sus barrios ejemplares, como de que no sean tan diferentes de ellos sus barrios no tan ejemplares.
Existen 40.000 personas que deben ser normalizadas como ciudadanos
Madrid no puede conformarse con desplazar el proxenetismo a la Casa de Campo, ni el mercado de heroína al Poblado de Valdemingómez. Existen 40.000 personas en la Cañada Real que deben ser normalizadas como ciudadanos. A los hechos consumados los poderes públicos no deberían contestar con nuevos hechos consumados, sino con un proceso detallado y garantista. Propongo cuatro estrategias:
1) Contar con los protagonistas. Hay que implantar la legalidad en el uso del suelo y en la organización del día a día. Pero no es posible conseguirlo de la noche a la mañana, ni sin contar con los directamente afectados. Las demoliciones inmediatas desplazarían población marginal a nuevos barrios donde se reproduciría la misma situación. Un tejido social problemático debe implementarse allí donde al menos cuenta con una proto-organización. Detectando a los líderes locales que podrían ser sensibles a las ventajas de trabajar por el bien común, que podrían convertirse en el canal para negociar a pie de calle los pactos sociales al tiempo que se instalan las preocupaciones de la población en la mesa de los técnicos.
2) Construir la desocupación. Cualquier desocupación debe estar asistida. Separando delincuencia, pobreza y enfermedad. Cualquier desalojo debe sincronizarse con la habilitación de suelo de acogida en un entorno muy próximo y con fórmulas imaginativas para que sus inquilinos paguen por ellas: por ejemplo, autoconstrucción programada o mini-viviendas que podrán crecer a medida que el ahorro sea posible.
3) Equipar al tiempo que se realoja. Todo el proceso gana viabilidad económica y temporal si las edificaciones asociadas al realojo contienen las obras necesarias para la normalización infraestructural. Por ejemplo: edificios híbridos de pequeña escala (seis viviendas con una guardería) o edificios que hacen de muro de contención previniendo inundaciones.
4) Explotación del potencial. El sureste de Madrid contiene un potencial único en una comunidad que prácticamente ha agotado su suelo. Las vías ferroviarias, los vertederos o las canalizaciones de gas que antes estigmatizaban la zona podrían ser el material para construir un gran parque que mostrase las implicaciones medioambientales de nuestras acciones cotidianas. La posibilidad de imbricarlo en un tejido de testigos históricos -de las esclusas de Eiffel a las trincheras de la guerra civil- y un entorno natural singular, hacen del sureste la oportunidad para que Madrid use su urbanismo como herramienta de innovación social. Y en esto la reconversión de una población problemática en el germen de una comunidad, ocupada en el uso y vigilancia de un Parque Natural de Infraestructuras Transparentes, probablemente sería el primer modelo urbano de la era poscolonial.
Andrés Jaque dirige la oficina Andrés Jaque Arquitectos y la plataforma de pensamiento asociada Oficina de Innovación Política.
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Laboratorio de ciudad
DIEGO BARAJAS 12/07/2009
¿Y si pensamos en la Cañada no como un problema sino como laboratorio para repensar la ciudad en su conjunto? Frente a otras formas de urbanismo recientes, ¿qué alternativas subyacen en el urbanismo de un sector como la Cañada? ¿Qué formas de belleza inteligente están latentes en este lugar en parte generado a través de estructuras de auto organización comunal, construido por agregación de partes y no de grandes operaciones unitarias, y donde conviven múltiples formas de coexistencia interculturales? ¿Qué potencial hay en hechos como el de que la propiedad del suelo no sea privada?
Para aproximarnos a los posibles valores de este fragmento de ciudad, cuyo patrimonio más preciado reside quizás en muchas de sus formas de organización y socialización cotidianas, no son suficientes las herramientas y metodologías ortodoxas. Hace años, ante otro caso de sector degradado, esta vez en el barrio del Cartucho de Bogotá, decidimos que la forma más directa de investigar su realidad propositivamente era trabajando como urbanistas-peluqueros. Nuestra oficina y despacho de reuniones se convirtió en la única peluquería del Cartucho. Allí no sólo se cortaba el pelo, sino que se compartían historias, se establecían con los vecinos relaciones cercanas no sólo físicas, con el champú y las tijeras, sino imaginadas, por medio de las conversaciones. Entre urbanistas y gente corriente del barrio se construían imágenes y sueños de visiones alternativas de ciudad. Allí se detectaban microrealidades específicas presentes en el día a día, que tras ser clasificadas hacían visible un potencial social que desde las instituciones-bulldozer no se llegó a reconocer a tiempo.
Frente a la nueva legislación y la posibilidad de nuevas demoliciones, parece necesario formular un plan urgente de trabajo sobre la Cañada Real Galiana. Sería prioritario institucionalizar e impulsar plataformas de diálogo y participación ya existentes o constituir nuevas allí donde sea necesario; fomentar aquellos procesos donde el estudio de las múltiples realidades de la Cañada sea asumido como una actividad continuada y conjunta entre profesionales del urbanismo y vecinos. Estos procesos serían evaluados principalmente a partir de su capacidad de identificar y visualizar los potenciales que subyacen en las realidades específicas de la Cañada y por tanto de promover directa o indirectamente escenarios futuros de ciudad que emerjan a partir de lo que allí existe.
Diego Barajas y Camilo García forman la Plataforma Husos.
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Un lugar donde no hay lugar
JOSÉ MARÍA EZQUIAGA 12/07/2009
La insólita fisonomía de la Cañada Real es un registro de la convulsa conformación del Madrid metropolitano. Su transformación precisará una combinación innovadora de políticas de integración social, recuperación del paisaje deteriorado y ensayo de nuevas formas de reciclaje del territorio.
El descubrimiento de la Cañada constituyó el inesperado momento estelar del seminario Piensa Madrid, celebrado en La Casa Encendida hace algunos meses. Imaginando que nos embarcábamos en un recorrido por los nuevos iconos arquitectónicos del Madrid metropolitano, los estudiantes, profesores y periodistas participantes en el encuentro nos encontramos sin previo aviso entre los niños rumanos que chapoteaban en las cárcavas inundadas del Gallinero o ante el crisol de actividades inclasificables de La Cañada. El impacto fue violento y duradero. Vinieron a mi memoria las imágenes de la Metrópolis imaginada por Fritz Lang en 1926. Probablemente la metáfora que mejor refleja el secreto de la ciudad contemporánea: bajo la superficie armoniosa de la ciudad de la luz se esconde el infierno subterráneo donde la máquina desnuda devora a sus esclavos.
Madrid se parece a Metrópolis, por cuanto crece en su periferia un mundo subterráneo cada vez más extenso y proteico, pero la verdad del nuevo Madrid se encuentra probablemente más cerca de la visión de Los Ángeles en otro filme de culto más reciente. En Blade runner, Ridley Scott dibuja un futuro en el que la tecnología impregna todo lo real, infiltrándose con naturalidad entre las grietas de una metrópoli fragmentada, pero no es capaz de generar nuevas formas de organización social ni espacial.
El efecto Cañada sugiere que la idea de ciudad dispersa es ya insuficiente para entender la lógica del Madrid posmetropolitano. El Madrid emergente se caracteriza por un extraordinario incremento de la diversidad y la complejidad. A diferencia de los tejidos urbanos tradicionales, densos, mixtos y marcados por una gran intensidad de la interacción social en la pequeña escala y a diferencia, también, de la extensión ilimitada del espacio carente de cualidad de las nuevas periferias residenciales de baja densidad, el territorio posmetropolitano se organiza como un mosaico cuyas piezas tienden a reproducir la complejidad funcional del territorio a gran escala.
Una de estas piezas es la Cañada: espacio público colonizado a espaldas de la ley como vivero de economía sumergida, asentamiento residencial irregular, gueto de las últimas olas migratorias y santuario de marginalidad. Diseñar su transformación como un problema de realojo masivo y tabla rasa no solo sería irreal, sino inconveniente. Será necesario tiempo y sutileza para desentrañar el microcosmos social y económico decantado a lo largo de tantas décadas a la deriva y será necesario actuar desde la perspectiva del reciclaje promoviendo la complejidad, mestizaje de usos y ensayo de tipologías alternativas a las que han conformado las extensas y frecuentemente anodinas periferias residenciales.
José María Ezquiaga es profesor arquitecto y premio Nacional de Urbanismo.
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Distintas realidades
CARLOS SÁNCHEZ CASAS 12/07/2009
No existe una solución única. La Cañada está conformada por una sucesión de realidades demográficas, urbanas, sociales y ambientales que requieren soluciones distintas. A tramos apenas diferenciables de su entorno ciudadano les suceden periferias degradadas. A poblaciones con trabajo fijo les siguen grupos marginados cuya inserción social se produce por la delincuencia. A okupas originarios con residencia consolidada les suceden compradores forzados por la miseria e inquilinos explotados por especuladores que llegan a tener 10 o 12 viviendas.
Cualquier intento de solución debe eliminar la ambigüedad en la administración responsable y ser consciente de que la integración no se consigue con soluciones urbanísticas. Los problemas sociales localizados en la Cañada acompañarán a sus habitantes allí donde vayan, y no podrán solucionarse sin medidas sociales. La Cañada no crea la marginación, es simplemente su escondite.
Las relocalizaciones mecánicas y dictadas por el azar producen guetos de marginación. Superado un determinado porcentaje, la población no integrada ocasiona la desintegración social y ambiental del barrio que la recibe.
Debe ser el entorno el que establezca las condiciones de recuperación. Hay que desechar la idea de una ciudad lineal. Su única continuidad posible es como itinerario no motorizado, que puede conformar un cordón verde que enlace diferentes núcleos creados en sus márgenes.
La edificabilidad necesaria para la reubicación o el mantenimiento de la edificación debe asignarse a la administración actuante, nunca a los propietarios de las edificaciones, y debe ser transferible a otras localizaciones cuando el suelo se destine a zona verde. Las expropiaciones para la relocalización pueden tener el carácter de fondo disponible para este tipo de red, recuperando así la inversión. Los tramos ocupados que se conviertan en ciudad deben ser costeados por los propietarios de las viviendas que se legalizan.
Carlos Sánchez Casas es arquitecto.
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No hay una sola Cañada
ECOSISTEMA URBANO 12/07/2009
La vaguedad jurídica del anteproyecto de ley propuesto por la Comunidad de Madrid supone un cheque en blanco a los ayuntamientos afectados, no precisando en sus objetivos el fin ni el uso que se dará a los terrenos de la Cañada Real. La situación legal vigente de protección de la Cañada, con la voluntad de las administraciones públicas implicadas, permitiría regenerar la zona para devolverle su carácter de vía pecuaria y el realojo de sus habitantes, sin ser necesaria la desafectación de los terrenos, que no hace más que aprovechar la situación conflictiva actual, generando un potencial aprovechamiento urbanístico. El destino de los terrenos desafectados en ningún caso debería ser su transformación en nuevos polígonos industriales, parques tecnológicos o grandes promociones de vivienda.
Entendemos imprescindible como primera aproximación al problema la elaboración de una radiografía de la zona, ya que existen muchas cañadas dentro de la Cañada Real con condiciones sociales, económicas y urbanas muy distintas. La intervención posterior deberá ser integral desde cuatro perspectivas: social, económica, medioambiental y urbana.
Proponemos una actuación de cirugía urbana que traslade la franja edificada de la Cañada más alejada de zonas urbanas y resuelva la necesidad de vivienda de las personas afectadas en continuidad con los núcleos urbanos consolidados. En estos puntos de conexión es donde la accesibilidad a las infraestructuras urbanas es mucho más lógica e inmediata, sin necesidad de extender ni consolidar la mancha edificada sobre el terreno protegido. Es imprescindible acabar con la actual situación de gueto diluyendo las diferencias en la diversidad social y económica de los municipios limítrofes.
Para estas situaciones de realojo en proximidad proponemos crear un nuevo modelo urbano-rural en el límite de la ciudad que crezca desde de la heterogeneidad social y cultural de la Cañada, que incorpore muchas de las condiciones rurales actualmente presentes en el tejido de la Cañada y que genere otra transición posible para el encuentro entre la ciudad y el campo. Pretendemos transformar una situación negativa en una oportunidad de experimentación urbana en el actual contexto de crisis de los modelos económicos y urbanísticos.
Esta nueva tipología de límite urbano diverso se apoyaría en un diseño participado que diese respuestas adaptadas a las distintas necesidades. Los barrios podrían ser parcialmente concebidos como proyectos piloto de autoconstrucción dirigida, como fórmula de participación colectiva en la que los vecinos tuviesen capacidad de proponer e involucrarse en todo el proceso, adquiriendo muchos de ellos habilidades profesionales de futuro.
Estos nuevos barrios limítrofes tendrían además la misión de generar un desarrollo económico a nivel local, preservando la actividad económica formal y regularizando la informal no delictiva.
Como elemento de conexión entre estos nuevos desarrollos locales se plantea la rehabilitación medioambiental de los terrenos liberados de la Cañada regenerando la vía pecuaria originaria.
Ecosistema Urbano es un estudio de arquitectura autor, entre otros, del Ecobulevar de Vallecas. Con la colaboración del sociólogo Andrés Walliser.