El Demonio de Maxwell

Supongamos que afirmo que creo en la existencia de un ser invisible que lleva a cabo milagros termodinámicos, es decir, contradice los fenómenos habitualmente observables, realizando lo que, según cualquier modelo terrenal consideraría imposible.

Supongamos que afirmo que ese demonio de Maxwell me pide que le dé dinero a unos que sí que afirman haberlo visto. Esos, además, establecen una serie de normas según las cuales me he de regir y mi conducta se ha de conducir. Por ende, debo pagarles por ello también. Y ellos (alguna ella puede que también, pero menos) me piden que crea, no ya en la existencia de ese ser invisible, sino directamente en el hecho de que ellos son elegidos o sí que lo han visto. Como testimonio, me piden que crea… lo cual es algo fácil, si es que estoy dispuesto a creer en la existencia de un ser invisible que lleve a cabo contradicciones espaciotemporales varias.

Supongamos que en otro rincón de la ciudad otro grupo de personas también afirma haber visto a ese ser invisible, o que lo han oído, esta vez, con una voz clara y distinta. Y supongamos que esa voz les dice que los que ven a ese ser invisible son unos estafadores, unos embaucadores, unos mentirosos. Que esa voz les dice que deben ir a la guerra contra ellos y demostrarles, así, que ellos sí que tienen el apoyo de ese ser invisible que lleva a cabo milagros termodinámicos.

Supongamos que esos milagros, entre otras cosas, implican la configuración espacial de los átomos formando moléculas, formando macroestructuras a las que llamamos cuerpos. Podríamos llegar a afirmar que es un dios creador, aunque también sería un dios destructor puesto que se afirma que esas formas se remodelan para dar lugar a otras estructuras. Podemos decir que no, que el dios destructor es otro, es un dios distinto al que no se le deben tributos, así que solo tenemos que pagar al dios «bueno» que crea las estructuras.

Supongamos que otra panda de seres humanos, creados, naturalmente, por esas fuerzas demoníacas, recupera a ese dios «malo» como un dios con mala fama y lo eleva a los altares y pide o reclama, también, diezmos para el mismo.

Supongamos que ya hemos olvidados que seguimos hablando de seres invisibles de dudosa existencia, cuya única prueba de existencia consiste en que no se pueda probar su existencia. Y supongamos también que ya no nos acordemos de que hay varias agrupaciones variopintas que ven, oyen, tocan, huelen, a esa divinidad termodinámica sin habernos dado ninguna prueba de su existencia salvo el hecho de que debemos creer porque no hacerlo sería cuestionar la misma esencia de nuestra forma humana, hecha a raíz de una estructuración macromolecular varia.

Supongamos que formamos, en torno a esta deidad, un culto rentable y propagamos nuestra idea más o menos similar a las anteriores, por medios pacíficos o no… ¿acaso importa?

Supongamos que existe alguien que cuestiona la necesidad de esa creencia primera en la existencia inverificable de un dios invisible.

Hummm…

Me cansan las suposiciones: ¡a creer y punto en boca!

.gl

TLD (Top Level Domain) de Groenlandia.
Tiene la curiosa casualidad fonética de pronunciarse con el final de goo-gle. Y casi la misma grafía.
Así que lo utiliza para sus acortamientos de URL (Uniform Resource Locator)
Me gusta especialmente para los mapas:
Donde
https://maps.google.es/maps?q=groenlandia+dinamarca&client=ubuntu&channel=cs&hnear=Groenlandia&gl=es&t=m&z=3
se queda en
http://goo.gl/maps/q9Vuz

La tecnología internáutica es tan diversa que permite incrustar cositas como:

Ver mapa más grande

Y hacerme recordar que hubo un tiempo en el que deseaba ir a vivir a Groenlandia, a vivir de una mina de Wolframio, que ahora se denomina, en muchos lugares, Tungsteno y que castellanizadamente se escribe Volframio. Hay que ver, la de vueltas que da el planeta… y yo casi sin enterarme. Pasan tantas cosas…

El elemento químico 74 es denominado de dos maneras diferentes: Volframio y Tungsteno.

Del mineral wolframita compuesto químicamente por una proporción iónica de calcio, volframio y cuatro partes de oxígeno, fue donde se descubrió originariamente este elemento químico, y de ahí su nombre, adoptado por la IUPAC en su 15ª conferencia, celebrada en Ámsterdam en 1949.

No obstante, en 1758 Axel Fredrik Cronstedt lo denominó como Tungsteno que significa en sueco «piedra pesada» en alusión al mineral que lo contiene, esto hizo que en el mundo anglosajón fuese adoptado el nombre de Tungsten en detrimento de Wolframium a pesar que el símbolo químico es W.

El nombre Wolframio fue suprimido en favor de Tungsteno en la Nomenclatura de Química Inorgánica. Recomendaciones de la IUPAC de 2005. Los miembros hispanohablantes de la IUPAC, entre otros, han impugnado esta recomendación y abogan por la adopción del nombre de Wolfram en inglés y su correspondiente Volframio en español, acorde con el símbolo químico que lo representa W.

Cuando digo que soy cuántico

Es gracioso ver la reacción de mucha gente cuando, en mitad de una conversación, surge el tema y comento que soy licenciado en Química Cuántica.

He de reconocer que hay algo de pedantería en la afirmación. Es más, la mayoría de los químicos jamás puntualizan la especialidad en la que se licenciaron. Quizá porque no aporta un apellido tan ilustre. Y es que, de un tiempo a esta parte, la máxima cúpula del intelecto se le atribuye a quien sabe mecánica cuántica.

En innumerables ocasiones, en televisión, en conversaciones casuales, en facebook, en todo contexto inimaginable, surge alguna vez la palabra cuántica como el cumun de lo in. Así, se han ido desarrollando todo tipo de cosas con el mismo apellido, muchas de ellas absurdas: Terapias cuánticas, limpiezas cuánticas, negociaciones cuánticas… vaya, cualquier cosa.

Tras la afirmación, reafirmación, en la que digo haber estudiado esa cosa tan inextricable, tan extraña, tan ajena para el común mortal, apunto que además estudié matemáticas y el doctorado en inteligencia artificial. Si da tiempo y ocasión, incluso, menciono que versaba sobre lógica difusa.

Vaya, repaso mi curriculum escolar pavoneándome como si aquello que hube estudiado me convirtiese en mejor persona, en más grande o admirable. Despliego las plumas al máximo. A veces, según el contexto, cuento que trabajé de «experto» de seguridad de redes en grandes empresas… para acabar dejándolo para escribir poesía.

Me vendo estupendamente. Aunque solo vendo el nombre. Luego se me olvida cobrarlo.

Y muchas de esas veces me avergüenzo, en algún lugar, de saber que no continué muchas de esas disciplinas que comencé, me avergüenzo de saber que ya no sé tanto de ellas, que he olvidado tanto… y me avergüenzo del pavoneo, de la necesidad de exaltarme, de hacerme ver más grande, más importante… como cuando me cambia la voz y se agrava, se vuelve seria y formal, se hace adulta, digamos. Me avergüenzo de saber que estoy manipulando la opinión que se tiene sobre mí. Volverme inalcanzable. Pero oculto esa vergüenza en risas, en tópicos, diciendo que al fin y al cabo he dedicado mi vida a «lo inútil». Pero subyace otra altanería más sutil, la medieval de sentir que dedico mi tiempo a las artes liberales, que soy un noble que vive aparentemente pobre. Pero sé que es todo apariencia. Muy superficial.

¿Por qué todo esto, esta necesidad de afirmación a través de la mirada de los otros?

Inseguridad. En el fondo, algo de esta acción me dice que me siento inseguro. Quizá es la edad. Quizá. Quizá el tiempo invertido intentando conseguir despegar como coordinador de talleres de poesía o creatividad sin mucho éxito. Quizá. Quizá algo más antiguo, algo más primigenio, de origen infantil… quizá.

Ya no recuerdo cómo me enfurecía y entristecía ser tratado de «interesante» o «inteligente» en mi adolescencia, cuando deseaba ser deseado, sin más, sin filtros. Quizá me da tranquilidad a ese respecto el saber que, de una u otra forma, Carmen sí me desea. Quizá.

Ya no recuerdo cómo me avergonzaba ser conocido como administrador de sistemas en empresas bancarias o de telecomunicaciones. Cómo afirmaba tener cualquier tipo de profesión para que nadie pudiera saber de mi «formación académica». Para que el trato se normalizase, para que nadie pusiese caras raras ni me preguntase si era verdad. Apenas recuerdo a mi amiga Olga y el tiempo que estuvo pensando que yo era policía. Ni cuando afirmaba ser fontanero, teleoperador (que sí fui), barrendero, etc.

Ayer, de hecho, me preguntaron que si había estudiado química cuántica de verdad. Contesté que sí, que no sabía que hubiese una química cuántica de mentira, pero que también me habría gustado estudiarla, pensé en si era algo que tendría que ver con la ficción, con las narrativas contemporáneas al estilo investigador de Paul Auster, pero de eso no quise hablar.

En otros contextos me promociono como artista, poeta, performer, qué se yo. Tengo una sensación de querer ser el raro, el diferente, lo que durante tanto tiempo odié, ahora reivindicarlo. Soy de lo que no hay. Viene a ser mi lema.

Quizá por todo esto, entre otras cosas, supongo que me enorgullece (en el mal sentido de la palabra orgullo) cuando colaboro y leo, comprendiéndolo, el blog de mi amigo Xabi, Función de Jota. Quizá.

Dualidad o no dualidad, esa es la cuestión.

Pero establecer la cuestión de esta manera, tan dual, no deja de ser un contrasentido. Otra vez vuelvo a dejarme influir por mi amigo Xabi, quien ha realizado una magnífica descripción de lo que supone la naturaleza dual de la luz.

dualidadCon esta imagen, tan inteligente para mostrar lo que significa la dualidad de la luz, pero también de la materia (quedaba extender ese comportamiento ondulatorio a quienes estaban establecidos como partículas, en sentido contrario a lo que había hecho Einstein, completando de ese modo el ciclo), me he acordado inmediatamente del mito de la Caverna de Platón.

A bote pronto, y sin salir de mi casa mental, puedo decir que esto conlleva una conclusión inmediata, que es el hecho de que los experimentos solo son análisis de proyecciones de una presunta realidad existente. Pero de la que no sabemos nada, ni siquiera, y esto se presume en esta imagen, la manera en la que se proyecta ni el lugar sobre el que lo hace.

¿Cuál es el espacio en el que la Realidad existe (¿si es que existe?)? ¿Cuál es el espacio en el que la Realidad se proyecta? Podemos llamar al segundo espacio de lo experimental, pero no deja de ser un espacio por definir. Si bien la palabra espacio, de por sí, ha perdido su absoluto, su visión cartesiana, en aras de una visión más relativa, tanto que fue también Einstein, entre otros, quien la puso en jaque, llevándola a un concepto tan interesante como el de la mecánica cuántica: la relatividad.

El espacio dependía de la materia que lo ocupaba. Es como en el principio de incertidumbre, el objeto observado es afectado por el observador.

Ambas frasecitas se las traen, porque dejan a la ciencia algo más indefensa que antes, cuando podían afirmar con tajante claridad cómo eras las cosas, cómo se comportaban… y pueden hacer caer en explicaciones acientíficas de las que es mejor cuidarse, pues al menos, las primeras, tienen algún tipo de metodología y escapan o buscan escapar de dogmatismos fanáticos: que haya sido capaz, la ciencia, de cuestionarse su poder, es algo que pocas otras logias se atreven a hacer, demostrando que sí, que el método es lo que de verdad importa.

Pero volviendo a la dualidad… no hago más que plantearme si la metodología más acertada no podría ser la de la redefinición de los conceptos con los que nos hemos movido hasta ahora: objeto, partícula, onda, mundo…

En su día, mundo era sinónimo de universo; átomo significaba indivisible. Las cosas cambian, al cambiar las circunstancias, podemos cambiar la manera en la que se entienden los textos. Yo creo que sobra hablar de dualidad, lo que es necesario es entender que las partículas no son lo que eran, que las ondas no son lo que eran. (Y no quiero decir qué significaba desahucio, antes de que lo pretendan redefinir)

En varios de mis talleres de creatividad he jugado con esta idea de expandir el concepto de, por ejemplo, la palabra objeto, haciendo que signifique objeto textual, sonoro, visual, acción, tridimiensional, y que la creación poética pase a ser una labor de composición de objetos (en ese sentido extendido). Estoy preparando un taller de Haikus Conceptuales donde, en el fondo, la idea es la misma: ¿Qué es un haiku? Si extendemos lo que entendemos por tal, intentando captar la esencia del mismo, igual nos hallamos ante la posibilidad de crear una acción o un dibujo o un texto… o algo completamente multimedia, al más puro estilo Fluxus.

Me interesa mucho la idea de cómo las palabras son la base, la verdadera base de aprehensión de la realidad (que no deja de ser una palabra) y de cómo somos lenguaje, que diría Ludwig Wittgenstein, de quien debo leer más. En su día no me interesó, pero es que yo era demasiado pesimista como para despegarme del existencialismo. Ahora creo que puedo buscar un complemento interesante en este alemán magnífico.

Alguna de sus ideas, extraídas de una web poco cuidadosa:

Wittgenstein opina que el lenguaje es ideal, pero que es necesario buscar su lógica interna. Escribe un libro (Tractatus) con siete proposiciones para buscar esa lógica interna del lenguaje.

  1. Parte de la idea de que el mundo es todo lo que acaece (hechos), por lo que podemos decir que el último dato del mundo son los hechos.
  2. ¿Cómo se nombran los hechos? Nos hacemos imágenes, dibujos, representaciones del lenguaje. No está intentando referir cada palabra a un elemento de la realidad como hacía Russell. Cada proposición del lenguaje es ya un hecho, es “algo”, y hay unas ciertas relaciones entre lo figurado y la figura. Para nombrar los hechos se hacen figuras de ellos.
  3. La Isomorfía Semántica se estructura en una relación de isomorfía o de representación, lo que supone que la relación de isomorfía ya no es simétrica entre dos conjuntos iguales, sino que es una relación de forma, de figuración. Si esto es así, entre lo representado y la representación hay un mínimo lógico. Esta forma mínima es inalterable ! FORMA LÓGICA. Todo el mundo es lógico (incluido el lenguaje). Por ello no hace falta crear un lenguaje ideal porque éste ya es lógico de por sí.
  4. Russell dice que el lenguaje no es ideal porque hay cosas que no tienen referencia, pero Wittgenstein no habla de referencia. Cuando una oración es falsa, si tiene sentido no debe rechazarse porque pinta algo de un mundo posible.
  5. Wittgenstein opina que pensamiento, lenguaje y realidad son la misma cosa.
  6. En la realidad y el lenguaje se distinguen cinco niveles:
    1. NIVEL DE LOS OBJETOS: Aquellos que nombramos con los nombres, éstos pueden formar parte de un estado de cosas.
    2. NIVEL DE LOS ESTADOS DE COSAS: Composición mínima de objetos que queda nombrada por la función o proposición.
    3. NIVEL DEL HECHO: El conjunto de todos los hechos componen el mundo.
    4. NIVEL DEL MUNDO: Queda nombrado por todas la proposiciones verdaderas.
    5. NIVEL DE LA REALIDAD: Conjunto de todos los mundos posibles (incluyendo el que verdaderamente existe).
  7. Hay cuatro tipos de oraciones, podemos hablar de cuatro maneras distintas de dibujar la realidad:
    1. Lenguaje representativo, declarativo, descriptivo, lenguaje de la ciencia que da información.
    2. Oraciones de la lógica, estúpidas, porque son evidentes y no dicen nada, ej: a = a (tienen sentido, pero no dicen nada).
    3. Oraciones sin sentido, oraciones típicas de la filosofía, que parecen que dibujan algo pero no, ni siquiera en un mundo posible. Este tipo de oraciones no deben utilizarse y deben ser rechazadas.
    4. Oraciones que sirven sólo para saber cómo funciona el lenguaje, porque cuando lo sabes ya no sirven para nada. (Éste tipo no lo dijo Wittgenstein, fueron los críticos del Tractatus que escribió).

Según Wittgenstein, en su Tractatus logico-philosophicus:

  • Filosofía no es una teoría, sino una actividad.
  • Una obra filosófica consiste esencialmente en elucidaciones.
  • El resultado de la filosofía no son “proposiciones filosóficas, sino el esclarecerse de las proposiciones”.
  • La filosofía debe esclarecer y delimitar con precisión los pensamientos que de otro modo serían, por así decirlo, opacos y confusos.

Es curioso saber que el denominado neopositivismo ha sido prácticamente abandonado, sin embargo no ocurre lo mismo con la filosofía analítica, también corriente del movimiento analítico, que continúa en vigor en importantes áreas culturales del mundo occidental. Tanto es así, que el mismo Wittgenstein abandona el primero y con sus “Investigaciones filosóficas” crea esta segunda corriente, pudiendo hablarse incluso de Wittgenstein I y Wittgenstein II.

El principio de máxima multiplicidad de Hund y el llenado de los asientos del Metro

Que los electrones son verdes y llevan minifalda, como decía mi amigo y compañero (por no decir camarada) Alberto Luna Fernández, es algo más que dudoso, pero divertido de imaginar.

Imagine usted que por un momento le convirtieran en electrón.

Imagine, por imaginar, que hubiera de meterse dentro de un átomo, que, por imaginar, podríamos visualizar como un vagón de metro.

Imagine, seguimos, que cada orbital fuese una pareja de asientos (vamos a suponer que los asientos están dispuestos de 2 en 2, lo cual no siempre es así. Podríamos haber imaginado un autobús, pero he visto algunos con filas de 1 asiento + 2 asientos. No sirven tampoco para imaginar la restricción de no más de 2 personas por pareja de asientos).

Imagine, que entra en el autobús y que la primera fila tiene una persona sentada en cada par de asientos. No una persona en cada asiento. ¿No le sorprende? Uno podría pensar que la gente no desea estar cerca, que se separan lo más posible por evitar el contagio, o algo parecido. Pero no, parece ser que la mecánica cuántica tiene un símil para explicarlo: El principio de la máxima multiplicidad de Hund.

Cuando varios electrones están descritos por orbitales degenerados (es decir, con el mismo nivel energético, no me entienda mal), la mayor estabilidad energética del total es aquella en donde los espines electrónicos están desapareados (correlación de espines).

¿Y cuál es el espín de una persona?

Pues mire usted, por seguir imaginando que usted era un electrón, podría imaginar su espín como la necesidad que tiene de moverse al encender su móvil, al manejar su tablet, al leer un libro, al recogerse el pelo, al colocarse la ropa, siempre sobrante en esos ambientes artificiales de los supuestos orbitales…

Así que a usted no le gusta tener a alguien cerca porque «se choca». Si no puede evitarlo, lo hará, pero sólo si no puede evitarlo. En principio, usted buscará primero un orbital, es decir, un par de asientos, que esté desocupado, para sentar sus posaderas, para moverse a gusto. Y no solo usted lo hará por su propio bienestar, sino también la otra persona, la que esté semiocupando ese orbital lo agradecerá.

En resumen: ambas personas, si no todas las del autobús o el vagón del metro, serán mucho más felices (en realidad simplemente estarán más cómodas) si se sientan ocupando, semiocupando, el máximo de pares de asientos, lo que les facilita la movilidad, lo que les reduce los conflictos, generando una configuración óptima desde el punto de vista energético, incluso cuando haya requerido un pequeño esfuerzo, generalmente pequeño, el desplazamiento a filas posteriores para buscar un orbital vacío completamente.

A veces el salto que hay que hacer es demasiado grande (poca gente va a cambiar de vagón para buscar un par de asientos libres, conformándose con compartir un par con otra persona). No es que no puedan darse estos saltos, pero requerirían de una excitación provocada por algún tipo de estímulo.

Sobre el efecto fotoeléctrico y la salida de los viajeros de los autobuses lo dejaré para otra entrada, pero no será hoy. Que por ello le dieron el Nobel a Einstein y no es para tomarlo a broma.

Hay ocasiones, podríamos decir, en las que se vulnera el principio de exclusión de Pauli, y, de hecho, suele resultar molesto, incluso, verlo.

Dos electrones en un átomo no pueden tener al mismo tiempo los mismos números cuánticos.

Por ejemplo, imagine, usted electrón, que ha llegado a un vagón bastante ocupado y se ha sentado en el último hueco libre, al lado de otra persona-electrón, que está intentando moverse para otro lado, para no molestarle y para que usted, a su vez, no le perturbe con su espín.

Enfrente, tiene sentada a una mujer mayor que comparte el par de asientos con una pareja (sí, ha oído bien), una pareja, que están casi amalgamados sobre un único asiento, sentados ocupando un único asiento, sí, como si sus movimientos no alteraran a nadie, pero no es así: la pobre mujer mayor no sabe cómo moverse, está harta de tener a una pareja vulnerando el principio de exclusión de Pauli impunemente, como si no fuesen con ellos las leyes de la mecánica cuántica.

Todos nos compadecemos de la pobre mujer mayor (si hubiese sido un emigrante rumano, otro gallo cantaría) aunque nadie está dispuesto a ceder su confortable ubicación orbitalícea para la expansión de la pareja infractora de leyes mecanocuánticas.

¿Cómo es posible? Pues porque intenta, la pareja, reducir su par de espines a uno solo, es algo así como si esos electrones quisiesen convertirse en unidades menores, porque las hay y a los quarks les remito (que son de igual tamaño que usted, pero juguetean con sus espines en inverosímiles combinaciones que a muchos pueden parecer inapropiadas).

Quarks

Me dejo por explorar lo que significa un asiento ocupado por una madre (suele ser del género femenino, ese tipo de electrones, así que la previsión de mi amigo Luna no es tan desacertada) y su retoño, pues aún no he logrado imaginar a dos electrones copulando, procreando, pariendo, un electroncillo menor, un subelectrón que tenga que aprender a desarrollarse en esa jungla de fuerzas electromagnéticas, débiles, fuertes, que le tendrán su vida entera ocupado. Cuando lo logre, lo haré saber.

(Dedicado con todo mi cariño a Jose Luis Sanz Vicario, Alberto Luna Fernández y a Xabier López Pestaña, sin quienes mis años de carrera no hubieran sido, jamás, lo mismo)

¿Se pregunta una gota de agua si está en una nube?

Nube: espacio (fractal) de frontera difusa.

(Lógica difusa, grado de pertenencia continuo y no binario)

Y de esa gota
¿se lo preguntan
las moléculas,
los átomos,
los electrones,
los protones,
los neutrones,
los quarks?

En última instancia
son solo palabras
las que construyen
las fronteras (otra palabra)
o los límites
que podemos usar para definir/modelizar
comunicar/aprehender
la realidad (que es
otra palabra de
posiblemente
límites difusos)

Modelos de la realidad

Cada día me gusta más el fantástico blog de mi amigo Xabi, sobre Química Cuántica. En esta ocasión, ha realizado una entrada sobre el surgimiento de las teorías de campos de Maxwell y la concepción unificada de los fenómenos eléctricos y magnéticos en la Teoría de Campos Electromagnéticos.

Ha sabido destacar, de ello, de ese pedacito de historia de la ciencia, lo más notable, que es, como bien dice, la concepción del modelo de la realidad como mero útil, utensilio y no visión o representación de la realidad.

Por alusiones, lo vinculo con la idea de separar la re-presentación de la presentación que se lleva a cabo en el arte conceptual, especialmente en el arte de acción, pero también con la «gestualidad» de un Marcel Duchamp presentando un urinario y no re-presentándolo. Trayendo la realidad al arte, y no simplemente una aproximación más o menos subjetiva de la misma. Este cambio de paradigma tenía que ver, obviamente, con la irrupción de la fotografía, también en el SXIX, que trastocaría la idea de aproximación a la realidad a base de representaciones intencionadamente fidedignas. Pero esta cuestión la dejo para otro día… o remito a Walter Benjamin (La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica) o, más adelante, al maravilloso ensayo de Roland Barthes, (que dejo aquí para posteriores consultas), titulado La Cámara Lúcida.

Un interesantísimo párrafo es el de:

Sin embargo con Maxwell, los físicos empezaron a tomar los modelos no como la esencia de la realidad, sino como representaciones útiles para llegar a las fórmulas que nos permiten describir los fenómenos sensoriales. Los modelos eran tan sólo una “muleta” en la que apoyar nuestra imaginación, un andamiaje necesario para levantar el edificio del formalismo matemático, pero que una vez levantado, era tan poco necesario como un andamio al finalizar una construcción. Desde entonces, y cada vez con una tendencia mayor en física, los científicos empezarían a hablar de los modelos con frases de tipo “la realidad es como si…” , y no “la realidad es…”.

En el que, como bien apunta Xabi, se habla de una realidad que deja de ser, por primera vez, aprehensible, es decir, no puede capturarse, no puede obligarse a ser de una manera. Es, de una manera más o menos misteriosa, y tan solo nos quedarán aproximaciones más o menos acertadas, visualmente acertadas. En el fondo, es como si la poesía hubiera ganado la guerra contra la prosa: la metáfora es la mejor representación posible para describir la prosaica realidad, inapresable, mistérica, utópica.

Ya se anticipaba algo cuando Hume defendía el experimento, el fenómeno, en tanto manifestación de la realidad, no como realidad misma, pero esto va más allá, unos cuantos pasos más allá, afirmando la ciencia que no tiene capacidad para hablar de La Realidad, sino de los modelos que la describen. Y, al fin, esa realidad vuelve a la metafísica, al lugar que Aristóteles le tenía reservado más allá de sus textos de física. Cerca, ya, de la teología.

Efectivamente, otra cuestión importante, es la de la lejanía entre el lenguaje metafórico que todo el mundo puede acercarse a comprender y el lenguaje matemático, riguroso, que exige del lector un conocimiento iniciático, pitagórico, creando una especie de desfase entre los que saben y los que no saben cómo funciona el universo. Correctamente, ninguno lo sabe, pero unos saben que no lo saben, otros creen que saben porque pueden visualizarlo… pero no es el universo lo que visualizan, pero les vale… y ese divorcio lleva asociada la dificultad de enseñar en estos tiempos abstractos, rigurosos, matemáticos, en los que, por ende, se ha renunciado a que esa enseñanza lleve asociada, en última instancia, un verdadero conocimiento de La Realidad, sino de un modelo vigente y cuestinable (en que pueda ser puesto en cuestión radica una de las bondades del método científico) de la realidad observable… que no ha de coincidir con La Realidad, si es que esta puede afirmarse que existe y es única.

Pero que este rigor sea despreciado porque ha reconocido su impotencia (ya lo hará aún más Heisemberg y su Principio de Incertidumbre), no debería lanzar a la gente a respuestas fáciles que pretenden superar esa impotencia, como todas aquellas más o menos místicas y antirracionales que, no solo no responden más que con suposiciones inverificables, sino que ponen en tela de juicio nuestra metodología de razonamiento. Y queda tan poco sin esa metodología para que seamos supersticiosos neanthertales…

Pirámides

Pirámides

Recuerdo un ejercicio que propuse en un taller de Creatividad en Riaza: Construir algo entre todos sin saber qué iba a ser. Teníamos piedras y estábamos en un cortafuegos en mitad de la montaña. Al ir apilando las piedras, sin ninguna jerarquía que tomase decisiones sobre qué forma construir, edificamos, sin quererlo o querido por la gravedad y algunas otras cosas más o menos entrópicamente explicables, una pirámide.

No es tan sorprendente como para imaginar como explicación de esta semejanza internacional o intercultural ni más ni menos que unos extraterrestres que han venido de otros planetas a levantar pirámides.

Es una forma bastante simple. Apila tu ropa desordenadamente y acabarás obteniendo una pirámide en una habitación, como hizo (o hacía) mi querida amiga Sylvia. Si fuesen pirámides invertidas, otro gallo cantaría… pero esto…

¡Ay! ¡Qué necesidad de explicaciones complejas cuando se tienen sencillas a mano! Si Ockham levantase la navaja…

Nocicleta

Nocicleta. 1.- Dícese de la bicicleta estática sin ruedas o con ruedas imaginarias. 2.- Medio de transporte ideado para recorrer distancias imaginarias sin consumir energía imaginaria. Lamentablemente, las versiones actuales consumen energía bastante real y poco imaginaria, tanto eléctrica como mecánica.

Problema para este tipo de vehículos inmóviles:

A 105 rpm, durante 11 minutos, he recorrido 4.1 km.
¿Cuál es el radio de la rueda imaginaria?
105 x 11 x 2 PI x r = 4100
Despejar r.
Resultado en metros imaginarios.

Continúa el debate sobre los límites del Siglo XX

Unos cuantos comentarios han surgido a raíz del texto que Xabi escribió en su blog. Quería compartirlos en el mío. (La primera parte, ya la compartí)

Leonardo Espinosa dice:

(Nota: tildes omitidas “gracias” a este teclado finlandes)

“There is nothing new to be discovered in physics now. All that remains is more and more precise measurement.” Lord Kelvin (1900).

Al fin me he animado a comentar, la verdad Xabi es que tu blog abre debates muy, pero muy interesantes, y creo que la mayoria de las veces son necesarias para la buena salud mental de la comunidad cientifica. Abro mi comentario con esa famosa frase de Lord Kelvin, porque como es bien sabido (afortunadamente) no fue muy acertada. No creo que quede mas que agregar a esta completisima discusion, solo me gustaria mencionar que como consecuencia de los aspectos estadisticos de la mecanica cuantica, ese dolor de cabeza que puede ser la interpretacion de la funcion de onda, surgen nuevas corrientes de pensamiento derivadas a partir de las interpretaciones dadas por las escuelas de Bohn y Copenhaguen (entre otras menos ortodoxas), como en un libro de Agatha Christie: Variables ocultas (locales y no locales), velocidad infinita de transmision de informacion, desigualdades de Bell, el colapso de la función de onda, etc. Pero dejando a un lado este tema, ya un poco entrado el siglo XX ocurrio algo en matematicas que hizo temblar los propios cimientos del sistema: Los teoremas de incompletitud de Gödel. Aqui el superpoderoso metodo axiomatico de Hilbert queda demostrado como incompleto para ciertas estructuras, en particular para aquellas que definan los numeros naturales como un conjunto (Nuestro universo montado sobre los numeros no es autoconsistente!!!), No me atrevo a profundizar en este aspecto debido a mi ignorancia total del tema, pero al lector interesado le puedo recomedar una demostracion bastante didactica en la “Enciclopedia Sigma: El mundo de las matematicas”.

Hasta la proxima y espero poder seguir echando mas lena al fuego en la proxima entrada.

Saludos,

Y Xabi contesta:

Gracias Leonardo por tu comentario. Muy acertado lo de Gödel, a mí tambien me gustaría saber más de este teorema, y por favor sigue echando leña al fuego, nunca mejor dicho desde Finlandia


Gödel y Eistein
Gödel y Eistein

Por mi parte, yo añadí el siguiente comentario/reflexión, hoy mismo, como si fuese a modo de trabajo diario de reflexión ordenada:

Más información sobre el interesantísimo aporte de Leonardo en Teoremas de incompletitud de Gödel

Sí (con tilde de afirmación, no de hipótesis (yes, but not if) :-))), como él dice, la importancia de la revolución en las matemáticas de comienzos del SXX aún no parecen bien comprendidas… (he de reconocer que yo tampoco las comprendo tan bien como querría, y esto lo hago extensible a otros enormes campos de dispares disciplinas).

La redefinición, por decirlo así, del concepto de infinito (la locura de G. Cantor), así como la idea de conjunto… revolucionaron la lógica, base del pensamiento racional.

También el lenguaje con el que la ciencia se expresa.

Pero, de alguna manera, aún no ha llegado al público. Es como si la gente aún siguiera pensando que la tierra es plana.

Lo cual abre una nueva compuerta al tema: cambian las ciencias, pero su cambio no se ve reflejado en la sociedad a «corto plazo» (ha pasado un siglo!!). ¿No debería también cambiar la manera en la que se enseña? ¿No debería cambiar la tipología de cualificación que se le exige a un docente? Por ejemplo, un profesor de secundaria, ¿puede permitirse el lujo de no estar al tanto de los avances de la ciencia y la filosofía de la ciencia con las múltiples repercusiones que ello conlleva?

Pero, insisto en algo que tan solo apunté brevemente en mi primer comentario: también hace falta esto mismo en las disciplinas, digamos, humanistas, como la literatura (basta ya de que se enseñe como último avance en género literario a la generación del 27!!!) o en historia del arte, donde, a duras penas, se llega a ver a Picasso, y porque es (pretendidamente) español, que si no, ni eso. ¿Dónde queda el analizar la trascendencia en arte de los inicios de la abstracción de un Malevich, por ejemplo?

¿Cuánto tiempo más ha de pasar para que consideremos que podemos comprender los conceptos que, podríamos llamar, contemporáneos?

¿No ha provocado esta desinformación una desconexión entre la comunidad «científica» o «artística» o «literaria» o «matemática» con la comunidad de «usuarios» o «consumidores»? ¿Puede estar relacionada esta forma de relacionarse con la cultura con la forma en la que entendemos la política, como algo meramente representativo y no participativo? Desde mi punto de vista, sí.

¿Qué conocimientos necesita un ser humano actual para poder ser llamado contemporáneo? ¿Es consciente de que, en caso de no tener esos conocimientos, está viviendo una vida que siente que no domina, que no tiene aprehendida, en el sentido de agarrada por los cuernos y que, de ahí, se deriva eventualmente cierta sensación angustiosa a la que podríamos llamar angustia existencial? ¿Es inevitable dada la enorme complejidad a la que ha llegado la explicación del sistema o es evitable ayudada, como antes decía, por nuevos métodos de enseñanza?

Sinceramente, no creo tener respuestas para casi ninguna de las preguntas que formulo. Espero que, al menos, alguno que las lea pueda decirme que, cuando menos, no soy el único que las piensa.

Un abrazo y seguimos el debate.

Esto no es una broma