¿Por qué vivo en Madrid aunque no es la mejor ciudad del mundo?

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Después de ver este monólogo en el comienzo del primer capítulo de la serie The Newsroom, creada por el formidable Aaron Sorkin, me quedé pensando en la pregunta que había hecho la muchacha.

¿Por qué creen que América (sic) es el mejor país del mundo?

Está claro que la pregunta es capciosa como poco, pues da por hecho que lo es. En lugar de preguntar, a priori, si verdaderamente lo es.

Pero también tiene algo de, digamos, verdad: si estás en un lugar, sea América o Madrid, es porque se supone que lo has elegido (tienes esa capacidad, al menos) y has decidido que es el mejor lugar del mundo en el que deseas estar.

¿Alguien elige a conciencia el mal? Por esta pregunta tuve un debate inacabado con mi profesor de Filosofía de COU, el ínclito Manuel Sánchez Ortiz de Urbina.

Entonces, debo hacerme esa pregunta: ¿Es Madrid la mejor ciudad del mundo?

Y no sé qué responderme.
Seguramente diría que depende de cómo se mida esa palabra «mejor», tan inocente…

Hace años, escribí un relato titulado Crónicas de una ciudad muy dura pero de la que sigo enamorado, en la que terminaba diciendo que la amaba aunque tuviera granos.

Hoy día, con una ciudad que desanima a cualquiera a ser diferente, ruidosa, con habitantes bastante irrespetuosos con sus vecinos en todos los aspectos, con difícil convivencia, una ciudad hostil para el emprendimiento, un gobierno elegido que da vergüenza por lo pazguato, lo fundamentalista religioso, la podredumbre moral de los políticos, en un país más preocupado por la siguiente victoria de Nadal que por cualquier evento cultural, en un país que rescata bancos sin que exista la más mínima repercusión sobre sus propietarios, los que arriesgaron jugando a la especulación en este sistema que alienta la ambición como soporte del mismo, en un país casi militarizado, con leyes que se aplican contra todos, para evitar que tengamos que ser capaces de llegar a acuerdos, en esta ciudad, capital de este país, vivo disfrutando, como hoy, de un paseo bajo la lluvia y sabiendo que esta tarde puedo ir a ver a mi amigo Jaime Vallaure, quien expone un trabajo cerca de casa, en esta ciudad que se viste de sol, de nubes, de agua y hasta de humo, sí, de humo, con sus mejores galas, esta ciudad en la que tomarse un café con leche es de lo mejor… también anima.

No es fácil caminar por unas aceras infectadas de ciclistas desaprensivos (no todos los ciclistas son desaprensivos, solo aquellos que lo hacen por las aceras), por mascotas maleducadas (no todas lo están), conviviendo con horarios dispares, con gente que no siempre piensa en que el espacio es compartido.

Pero hay alegría.

Sí, no sé cómo expresarlo, pero la gente suele, incluso cabreada, ser alegre. Y la luz de este azul metálico impacta en el pecho, lo abre y hace sentir que se está donde se quiere estar. Es desordenada y sucia, pero eso mismo da una cierta sensación de libertad inaprensible, un poco lo contrario a ciudades como Estocolmo, donde tenías la impresión de que se iba a romper si la mirabas demasiado. Es no demasiado cara. Hay ganas de hacer cosas, voluntad, por encima de las dificultades lo que no deja de despertar la creatividad, aunque vendría bien un poco de ayuda.

Es vital. Madrid es una ciudad viva, con gente en la calle hasta tarde, con negocios y ocios abiertos con frecuencia hasta la hora en la que toca despertarse. Llego de, por ejemplo, Colmenar Viejo, y lo primero que agradezco es que haya gente, mucha gente por la calle, gente que va y viene, gente que se mira, aunque no mucho, que procura no chocarse caminando por la estrecha acera mal compartida, gente que saluda y alguna que no lo hace, gente que tiene ganas de vivir y saben que están vivos.

Estaría bien que fuese perfecta… o no.

De momento, aunque tengo claro que, posiblemente, Madrid no es la mejor ciudad del mundo, sigo eligiéndola como lugar donde deseo vivir. Espero que no empeore.

A relaxing cup of café con leche in la Plaza Mayor

anabotellaEl discursito de Ana Botella el 7 de septiembre ante el Comité Olímpico Internacional ha generado una avalancha de mensajes más o menos divertidos haciendo leña de ese esperpento de árbol caído. Las redes sociales bullen de imágenes como esta de la izquierda, así como enlaces a noticias y vídeos donde se puede ver y oír el malísimo nivel de inglés de la alcaldesa de Madrid.

Que su nivel de inglés sea pésimo es grave, pero el contenido del mensaje, en cualquier idioma, debería haber avergonzado a más de uno, pero no parece que así sea. Es grave que su nivel de inglés sea malo, tanto como para pensar si tendría sentido que una representante de una ciudad como Madrid debería tener unos mínimos de exigencia académica o similar, tanto para su conocimiento de idiomas relevantes como otros mínimos de conocimientos técnicos, legales, conocimientos de cultura general, literatura (Sara Mago no es mujer…), artes, tecnologías varias, etc. O saber buscarse un buen equipo de asesores en quienes delegar determinadas decisiones y/o apariciones públicas explicativas.

Que su nivel de inglés sea pésimo es grave, pero que no se haya excusado ante la ciudadanía es lo verdaderamente triste, es más, puntualizando, lo verdaderamente triste es que no se exija por esta misma ciudadanía una disculpa, una explicación, una humildad de servidor público que es lo que no asumen ser nuestros políticos con nuestra complacencia.

Hay un punto que me resulta hiriente cada vez que lo leo y es el tocante al hecho de que esta señora no haya sido elegida democráticamente. Lo siento, pero no es correcto: Ana Botella concurrió a las elecciones municipales de Madrid de Mayo de 2011, como segunda de lista (cerrada) del Partido Popular. Y el Partido Popular (no el cabeza de lista) obtuvo mayoría absoluta, mal que me pese, en esas elecciones. Que unos meses después el primero de la lista fuese reubicado no es un incumplimiento electoral como muchos de los que vienen haciéndose: No hay compromiso en el mantenimiento por ninguna razón de los representantes del partido. En la democracia española (y muchas otras) se vota un partido político, lo que tiene sus ventajas (que algunas tiene, como la presunta dificultad de compra de votos derivada de la disciplina de partido) y también sus inconvenientes.

A mí siempre me ha resultado mucho más sencillo nuestro mecanismo de democracia representativa, puesto que se limita a tener que analizar líneas ideológicas (cuando las había) y programas electorales, en lugar de analizar o creer a personas físicas, con sus múltiples y variables vicisitudes, como cánceres, defunciones, destituciones, abdicaciones, etc.

Que Alberto Ruiz Gallardón dejase de ser alcalde de Madrid para dedicarse a otras labores que no están haciendo mucho bien por su imagen pseudoprogresista, tan solo tenía acarreado que le sucediese en el cargo aquella persona que estaba en la lista que el Partido Popular presentó a candidatura y que los votantes madrileños eligieron por mayoría absoluta.

Que los madrileños (y en las generales los españoles) no se responsabilicen de saber que una lista cerrada y un partido político es lo que están eligiendo es lo que más me preocupa: ¿Se puede tener una democracia representativa sin comprender su sistema de elección de representantes?

Algunas veces me he encontrado con gente que decía que Gallardón hacía que el PP no fuese tan malo… o tan retrógrado o tan conservador. Siempre he respondido con un sonoro: NO. El PP es rancio, retrógrado y conservador. Su ideología de base lo es. No va a dejar de serlo, pero eso no quiere decir que sean tan estúpidos como para no saber la maravillosa fuerza que se puede conseguir con un buen marketing. Venden la imagen de partido moderno, liberal (neo), salvapatrias, y la gente lo compra. Sí, es así, la gente lo cree.

Pero esta es la raíz del problema, esta es la pregunta que me haría:

¿Han de ponerse requisitos a los candidatos a puestos públicos representativos o han de ponerse requisitos a los votantes para que sepan elegir candidatos dignos de representar?

Si contestamos que han de ponerse requisitos a los candidatos, puede que algunos electos presidentes cayeran a la primera, como el, por otra parte buen gobernante, Evo Morales. Si contestamos que han de ponerse requisitos a los candidatos, muy posiblemente el mejor sistema posible sea una Tecnocracia, un sistema que parece que está funcionando en Italia, comparado con la elección que los votantes llevaban haciendo repetidas veces de un gobierno patético, xenófobo, machista, violento, simplón… pero televisivo.

Pero claro, es una forma de acabar con uno de los pilares de esta utopía llamada Democracia: cualquier persona (¡Cualquier persona, sin hacer pruebas de inglés, entre otras!) tiene derecho a representar a la ciudadanía. Quizá es hora de revisar este principio, pero soy más partidario de revisar también el otro principio, aún más básico: cualquier persona está capacitada para elegir a sus representantes y/o gobernantes.

Lo que me lleva a la segunda parte de la pregunta: ¿Por qué no se cuestiona si los votantes saben a quién o qué eligen cuando votan?

Recuerdo haber hojeado la candidatura de Equo durante las elecciones nacionales pasadas y, por supuesto, decantarme por votar su proyecto. Pero según lo hice, investigando para saber un poquito más quienes eran, me daba cuenta de lo imposible de que esa candidatura viese la luz en un país como este: demasiados licenciados. Es como cuando se tachaba ¡despectivamente! a Julio Anguita de «profesor», como para indicar que era demasiado aburrido. Y, aunque lo fuese, no por ello debería de haber sido desprestigiado, sino todo lo contrario. Pero no ocurre así en este país.

Que Ana Botella no sepa inglés no es un problema tan grave como el hecho de que los votantes de este país no sepan qué votan. Que el PP esté repleto de sinvergüenzas (y el PSOE, IU, PNV, CiU) y/o de incompetentes, no es ni más ni menos que el reflejo de una sociedad que tiene unos valores pésimos. Ese sí es un verdadero problema de fondo: no hay mucho que mejorar si no se desea mejorar. ¿Por qué van a hacerlo nuestros representantes?

Voy a tomarme una cup of café con leche in algún where… y a hablar de furbol, o de Nadal, o de Olimpiadas… que eso del arte es una chorrá, una ida de olla de unos caraduras… ¿y la ciencia? Va! ¿esos qué saben de la vida? ¿o del mundo? Si están siempre en un despacho, no como yo, que vivo en la calle y sé lo que es un buen coño… ¡No te jode! Y además, que ese café no me lo ponga un sudaca que me da por culo tanto puto inmigrante…

Pos eso…

Como para emigrar, pero no solo por los representantes, sino por los representados, electores de los primeros.

Taller de Conexión Quantica Espiritual Colectiva, Madrid 21 de Septiembre

Es que no sé qué hacer, si reír o si llorar.

Amén del hecho de que haya un taller con esta llamativa utilización de la palabra «Quantica» en su título, más que nada para decir que la conexión se produce de alguna manera, digamos, discreta, o será que es reactiva a un determinado y concreto haz de radiación electromagnética de una frecuencia exactamente cuantificable, amén de ello, repito, está el tema de la escritura:

Taller de Conexión Quantica Espiritual Colectiva, Madrid 21 de Septiembre

Se debería haber escrito Cuántica.

Quantica no tiene ningún sentido en español, además del tema del acento, que resulta ser un atributo ignorado pero que redunda en una conexión exagerada con un divertido diminutivo: cuantica (como en cuantica cerveza puedo beberme esta tarde soleada).

He hablado más de una vez sobre este despropósito de utilización ridícula de vocabulario científico con fines de publicidad, más que reales, en entornos esotéricos y de la New Age. No sé si merece la pena hacerlo de nuevo o remitir a la conversación sobre la crisis del pensamiento racional.

Bueno, de lo de espiritual y colectiva, sin hablar de conexión… es mejor no hablar. Este tipo de talleres, cada día más, me parecen, simple y llanamente, estafas.

Noticias de prensa

Los 10 titulares de las 10 noticias de «la primera página» de elpais.com, junto a las 10 más vistas en ese mismo momento. ¿Dice algo este contraste?

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Guerra civil en Siria

Como sigo con la costumbre autoimpuesta de no leer la prensa, no me acabo de enterar perfectamente sobre lo que está pasando en Siria, ni sobre esa guerra en la que vamos a estar involucrados. Lo sé por las redes sociales, que parece que hablan de esto ahora. No hablaban en los últimos 2 años, apenas, de que esta guerra civil está en marcha ni sobre los actos salvajes que se están cometiendo allí. Posiblemente, por ambos bandos.

Como cuando se trataba del tema de la intervención en Libia, no nos preocupamos demasiado si no tenemos que intervenir. Supongo que esta vez tampoco el rey tendrá nada que decir, salvo que se vaya de vacaciones a matar elefantes a Siria…

He de reconocer que veo a mis amigos más o menos progresistas protestar por la inferencia, por la entrada de tropas en Siria, y no sé si concuerdo con ellos. ¿Esto me hace menos progresista? Quizá (efectivamente) me hace mucho menos pacifista. Tampoco digo que esté a favor de la intervención.

¿Y entonces?

Pues no lo tengo claro. No sé qué responder. Sigo pensando que se trata de uno de esos casos del Problema del Abusón que no he logrado desentrañar.

Lo que sí tengo claro es que si Siria no fuese un lugar estratégicamente situado no habría el más mínimo planteamiento de resolución del conflicto. Nadie (a duras penas) hizo ni la más mínima intervención, ni crítica de las pocas, durante el conflicto en El Chad o en Darfur, por no hablar de Mali y Azawad. No conozco a nadie que me sepa decir el nombre de las capitales de ninguno de estos países.

Hoy todo es Siria: No a la entrada en la guerra de Siria. Sí a la destitución del pseudolaico presidente. Con un conflicto que puede ser el detonante de uno mucho mayor. Siria es quizá uno de los países más conflictivamente situados del mundo. Con apoyos diversos de Rusia, vieja aliada, China, complicadas relaciones diplomáticas con Irán, Irak, Israel, Turquía, Francia, Gran Bretaña, EEUU…

Está claro, no obstante, que prefiero seguir sin leer prensa, en la que pueda tener la ilusión, ya sea «amiga o enemiga» de que sé lo que pasa allí y la mejor manera de resolverlo.

Me estoy volviendo un ser muy muy pasivo…

Orwell VS Huxley – La explicación de por qué nadie hace nada

(Aunque nadie debería ser considerado un sujeto de la primera persona del plural y no de la tercera del singular)

Publicado en agosto 30, 2013 en pedacicosarquitectonicos

Aquí va una breve explicación de por qué a pesar de que cada vez el mundo va peor, la mayor parte de la sociedad no hace absolutamente nada por evitarlo. Puede que después de todo, haga mucho tiempo que vivimos en una distopía…

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Demostrarle algo a alguien

no compitasSiempre que oigo la expresión «No tengo que demostrar nada a nadie» o su versión sin dos negaciones que dice lo mismo: «No tengo que demostrar algo a alguien» (he de reconocer que, sobretodo, la primera versión) me viene a la cabeza la idea de que quien lo afirma (yo suelo hacerlo con frecuencia) cree estar convencido de que esa demostración dejaría convencido a ese alguien.

Por ejemplo: No tengo que demostrarle a nadie que soy el más rápido, parece llevar implícita la afirmación de que, verdaderamente, lo soy.

Si no tengo que demostrar nada a nadie, o, lo que es lo mismo, no tengo que demostrar algo a alguien, es porque realmente me importe un carajo si cumpliría con las expectativas de ese alguien, que, en última instancia, es quien estoy usando para que me sirva de baremo con el que medirme a mí mismo, valga la redundancia.

Es decir: No tengo que demostrarle a nadie que soy el más rápido, podría llevar asociado el íntimo pensamiento y convencimiento de que, verdaderamente, no lo soy (o no lo sea) y, lo más importante, me importa un pimiento… o menos que un pimiento, que, según el día, puede resultarme terriblemente importante.

En el fondo, retóricamente hablando, no deseo medir lo que no es medible: mi cualidad humana, mi valor, etc. Y los atributos físicos más o menos medibles, lo que físicamente llamaríamos magnitudes mensurables, no dejan de parecerme superficiales y de escasa, o incluso nula, valía informativa en cuanto a la medición imposible: cómo de humano soy.

Vaya, en román paladín: me la pela…

¿Qué se vende, la ropa o el hombre?

VentaHace unas semanas guardé esta foto en mi memoria (digital y neuronal) porque me ocasionó una especie de convulsión mental: ¿Qué se vende, la ropa o la humanidad?

Mi sensación es que con la oferta de comprar, quien se está vendiendo es, curiosamente, el comprador. Vendiéndose a un sistema que necesita engullir su demanda fabricada por la oferta, una demanda artificial, una demanda virtual, falsa, innecesariamente satisfecha, insatisfactoria por esencia para perpetuar el hábito de compra y mantener la cadena temporal de la adicción (que no adición (querida Aída)).

La imagen me parece tremenda, no sé por qué, pero me lo parece. Me indigna y me subleva, pero lo único que hago es (aunque quizá no es tan poco) huir: salgo corriendo de centros comerciales o tiendas como Zara, Lefties, etc… Me empieza a entrar una angustia similar a la que siento en una iglesia cristiana, ganas de volverme sociópata… no sé, pero algo en mí no acaba de encajar… ¿o soy de los pocos que sí encajan en algo que aún no existe? ¿soy un elegido? ¿un ser superior, a la manera Nietzschiana? ¿O solamente un marginal que ansía encontrar su lugar?

Lógica, brazo armado de la razón

logicala que produce monstruos
y la que los aniquila
de un razonamiento
con una duda
con una falsación
con un violento
bofetón de raciocinio
de sentido
semánticamente
lleno

lógica. (Del lat. log?ca, y este del gr. ??????). 1. f. Ciencia que establece las leyes, modos y formas del conocimiento racional. 2. f. Tratado de esta ciencia. Escribió una lógica que fue muy comentada. ~ borrosa, o ~ difusa. 1. f. La que admite una cierta incertidumbre entre la verdad o falsedad de sus proposiciones, a semejanza del raciocinio humano. ~ formal, o ~ matemática. 1. f. La que opera utilizando un lenguaje simbólico artificial y haciendo abstracción de los contenidos. ~ natural. 1. f. Disposición natural para discurrir con acierto sin el
auxilio de la ciencia. ~ parda. 1. f. coloq. gramática parda.

brazo. (Del lat. brach?um, y este del gr. ???????). 1. m. Miembro del cuerpo, que comprende desde el hombro a la extremidad de la mano. 2. m. Parte de este miembro desde el hombro hasta el codo. 3. m. Cada una de las patas delanteras de los cuadrúpedos. 4. m. Cada uno de los dos apoyos que salen desde la mitad del respaldo del sillón hacia adelante y sirven para que descanse o afirme los brazos quien está sentado en él. 5. m. En una araña u otro aparato de iluminación, candelero que sale del cuerpo central y sirve para sostener las luces. 6. m. En la balanza, cada una de las dos mitades de la barra horizontal, de cuyos extremos cuelgan o en los cuales se apoyan los platillos. 7. m. Pértiga articulada de una grúa. 8. m. Rama de árbol. 9. m. En una cruz, mitad de cada palo, especialmente del horizontal. 10. m. Valor, esfuerzo, poder. Nada resiste a su brazo. 11. m. Parte de una colectividad encargada de una función determinada. Brazo político. 12. m. Mar. Cada una de las partes del ancla que terminan en uña. 13. m. Mec. Cada una de las distancias del punto de apoyo de la palanca a los puntos de acción de la potencia y la resistencia. 14. m. Cuba. auricular (? del aparato telefónico). 15. m. Méx. Pan suave, alargado y relleno de mermelada. 16. m. pl. Protectores, valedores. Valerse de buenos brazos. 17. m. pl. peones (? jornaleros). ~ armado. 1. m. Grupo organizado para el uso de las armas. ~ de Dios. 1. m. Poder y grandeza de Dios. ~ de gitano. 1. m. Pastel formado por una capa delgada de bizcocho, con crema o dulce de fruta por encima que se arrolla en forma de cilindro. ~ de la nobleza. 1. m. Estado o cuerpo de la nobleza, que representaban sus diputados en las Cortes. ~ del reino. 1. m. Cada una de las distintas clases que representaban al reino junto en Cortes. ~ de mar. 1. m. Canal ancho y largo del mar, que entra tierra adentro. ~ derecho. 1. m. Persona subordinada y de la máxima confianza de otra, con la que colabora eficazmente. U. m. en la fr. ser el brazo derecho. ~ de río. 1. m. Parte del río que, separándose de él, corre independientemente hasta reunirse de nuevo con el cauce principal o desembocar en el mar. ~ eclesiástico. 1. m. Estado o cuerpo de los diputados que representaban la voz del clero en las Cortes o juntas del reino. ~ real, ~ secular, o ~ seglar. 1. m. En el antiguo derecho, tribunales ordinarios de justicia. abiertos los ~s. 1. loc. adv. con los brazos abiertos. a ~. 1. loc. adv. De forma manual, sin máquinas. a ~ partido. 1. loc. adv. Con los brazos solos, sin usar de armas. 2. loc. adv. A viva fuerza, de poder a poder. andar a los ~s con alguien. 1. loc. verb. venir a las manos. arrancar alguien el ~ a algo. 1. loc. verb. Cuba. Aceptar una proposición ventajosa. 2. loc. verb. Cuba. Aprovechar la oportunidad de adquirir, lograr u obtener algo. ~ a ~. 1. loc. adv. Cuerpo a cuerpo y con iguales armas. ~ por ~. 1. loc. adv. ant. brazo a brazo. caérsele a alguien los ~s. 1. loc. verb. Méx. desalentarse. con los ~s abiertos. 1. loc. adv. Dicho especialmente de recibir, admitir o acoger: Con agrado y complacencia. con los ~s cruzados. 1. loc. adj. Ocioso, inactivo. No sabe estar con los brazos cruzados. 2. loc. adj. Impasible, sin hacer nada para evitar algo. Contemplan con los brazos cruzados el atropello de sus derechos. cruzarse alguien de ~s. 1. loc. verb. Cruzar los brazos. 2. loc. verb. Quedarse ocioso. 3. loc. verb. No hacer nada para evitar algo. dar alguien su ~ a torcer. 1. loc. verb. Rendirse, desistir de su dictamen o propósito. U. m. con neg. dar el ~ a alguien. 1. loc. verb. dar la mano (? amparar). 2. loc. verb. coloq. Ofrecérselo para que se apoye en él. dar los ~s a alguien. 1. loc. verb. coloq. Abrazarlo. dar un ~ por algo. 1. loc. verb. coloq. dar una mano por algo. de ~s cruzados. 1. loc. adj. con los brazos cruzados. del ~. 1. loc. adv. Con el brazo asido al de otra persona. echarse en ~s de alguien. 1. loc. verb. ponerse en manos de alguien. en ~s. 1. loc. adv. Sostenido sobre un brazo o sobre ambos. Lleva a su hijo en brazos. en ~s de. 1. loc. prepos. Rodeado por los brazos de alguien. Dormía en brazos de su amado. 2. loc. prepos. En relación amorosa con alguien. Encontró la felicidad en brazos de Arturo. U. t. en sent. fig. entregar al ~ secular algo. 1. loc. verb. Dicho de la autoridad eclesiástica: Confiar a la autoridad civil la ejecución de las penas impuestas por sus tribunales. 2. loc. verb. coloq. Entregarlo a alguien que lo va a liquidar. entregarse en ~s de alguien. 1. loc. verb. ponerse en manos de alguien. hecho un ~ de mar. 1. loc. adj. coloq. Dicho de una persona: Ataviada con mucho lujo y lucimiento. Viene, está hecha un brazo de mar. ponerse en ~s de alguien. 1. loc. verb. ponerse en manos de alguien. quedar a alguien el ~ sabroso. 1. loc. verb. desus. Estar contento y ufano de alguna acción propia y con deseo de reiterarla. quedar el ~ sano a alguien. 1. loc. verb. Tener caudal de reserva después de haber hecho grandes gastos. soltar los ~s. 1. loc. verb. Dejarlos caer como miembros muertos. tener ~. 1. loc. verb. coloq. Tener mucha robustez y fuerza. venir a ~s con alguien. 1. loc. verb. venir a las manos. vivir por su ~, o sus ~s. 1. locs. verbs. coloqs. vivir de sus manos. V. ama de brazos huelga de brazos caídos madrina de brazos.

armado, da. (Del part. de armar). 1. adj. Provisto de armas. 2. adj. Provisto de un instrumento o utensilio. El jardinero apareció armado con la podadera. 3. adj. Que se desarrolla con la utilización de las armas. Insurrección armada. 4. adj. Dicho del cemento o del hormigón: Reforzado con barras metálicas. 5. m. Arg., Bol. y Par. Pez de agua dulce, de hasta 70 cm de longitud, con aletas dorsal y pectorales muy robustas, cuerpo oscuro desprovisto de escamas y carne comestible. 6. m. desus. Hombre vestido como los antiguos soldados romanos, que suele acompañar los pasos de las procesiones y dar guardia a los monumentos de Semana Santa.

razón. (Del lat. rat?o, -?nis). 1. f. Facultad de discurrir. 2. f. Acto de discurrir el entendimiento. 3. f. Palabras o frases con que se expresa el discurso. 4. f. Argumento o demostración que se aduce en apoyo de algo. 5. f. motivo (? causa). 6. f. Orden y método en algo. 7. f. Justicia, rectitud en las operaciones, o derecho para ejecutarlas. 8. f. Equidad en las compras y ventas. Ponerse en la razón. 9. f. Cuenta, relación, cómputo. Cuenta y razón. A razón de tanto. 10. f. coloq. Recado, mensaje, aviso. 11. f. Mat. Cociente de dos números o, en general, de dos cantidades comparables entre sí. ~ aritmética. 1. f. Mat. Diferencia constante entre dos términos consecutivos de una progresión aritmética. ~ armónica. 1. f. Mat. La razón doble que vale -1; p. ej., (8, 12, 9, 6) = -1. ~ de cartapacio. 1. f. coloq. razón que se da estudiada y de memoria sin venir al caso. ~ de Estado. 1. f. Política y regla con que se dirige y gobierna lo perteneciente al interés y utilidad de la república. 2. f. Consideración de interés superior que se invoca en un Estado para hacer algo contrario a la ley o al derecho. 3. f. Miramiento, consideración que nos mueve a portarnos de cierto modo en la sociedad civil, por lo que podrán juzgar o pensar quienes lo sepan. ~ doble de cuatro números. 1. f. Mat. Cociente de las razones simples formadas por cada uno de los dos primeros y los otros dos; p. ej., (8, 6, 4, 3) = (8, 4, 3) / (6, 4, 3) = 6/5. ~ geométrica. 1. f. Mat. Cociente constante entre dos términos consecutivos de una progresión geométrica. ~ natural. 1. f. Potencia discursiva del hombre, desnuda de todo matiz científico que la ilustre. ~ por cociente. 1. f. Mat. razón geométrica. ~ por diferencia. 1. f. Mat. razón aritmética. ~ simple de tres números. 1. f. Mat. Cociente de las diferencias entre el primero y cada uno de los otros dos; p. ej., (6, 4, 3) = (6-4) / (6-3) = 2/3. ~ social. 1. f. Com. Nombre y firma por los cuales es conocida una compañía mercantil de forma colectiva, comanditaria o anónima. ~ trigonométrica. 1. f. Mat. Relación entre los lados de un triángulo rectángulo; como el seno, el coseno, la secante y la tangente. alcanzar de razones a alguien. 1. loc. verb. Concluirle en la disputa, dejarle sin que tenga qué responder o replicar. a ~ de. 1. loc. prepos. Indica la correspondencia de la cantidad que se expresa a cada una de las partes de que se trata. A razón de tres por cabeza. U. en las imposiciones de censos y dinero a intereses. A razón de diez por ciento. asistir la ~ a alguien. 1. loc. verb. Tenerla de su parte. atender alguien a razones. 1. loc. verb. Quedar convencido por los argumentos que se le presentan. atravesar razones. 1. loc. verb. tener palabras. cargarse alguien de ~. 1. loc. verb. Tener mucha paciencia para proceder después con más fundamento. dar alguien ~ de sí, o de su persona. 1. locs. verbs. Corresponder a lo que se le ha encargado o confiado, ejecutándolo exactamente. dar la ~ a alguien. 1. loc. verb. Concederle lo que dice, confesarle que obra racionalmente. dar ~. 1. loc. verb. noticiar. en ~ a, o en ~ de. 1. locs. prepos. Con arreglo a, en función de. Se riegan las plantas en razón de la humedad del ambiente. 2. locs. prepos. Por causa de. Había grandes medidas de seguridad en razón de la amenaza terrorista. 3. locs. prepos. En lo relativo a, por lo que toca a. Tanto en razón del fondo como de la forma. entrar alguien en ~. 1. loc. verb. Darse cuenta de lo que es razonable. envolver a alguien en razones. 1. loc. verb. Confundirle de modo que no sepa responder sobre alguna materia. estar a ~, o a razones. 1. locs. verbs. Raciocinar, discurrir o platicar sobre un punto. fuera de ~. 1. loc. adv. Sin justificación. hacer alguien la ~. 1. loc. verb. Corresponder a un brindis con otro brindis. llenarse alguien de ~. 1. loc. verb. cargarse de razón. meter a alguien en ~. 1. loc. verb. Obligarle a obrar razonablemente. no atender alguien a razones. 1. loc. verb. No quedar convencido por los argumentos que se le presentan. perder alguien la ~. 1. loc. verb. Volverse loco. 2. loc. verb. Hacer o decir algo por lo que perjudica su causa o su derecho. poner en ~. 1. loc. verb. Apaciguar a quienes contienden o altercan. 2. loc. verb. Corregir a alguien con el castigo o la aspereza. ponerse alguien a razones con otra persona. 1. loc. verb. Altercar con ella u oponérsele en lo que dice. ponerse en ~, o en la ~. 1. locs. verbs. En los ajustes y conciertos, venir a términos equitativos. privarse alguien de ~. 1. loc. verb. Tener embargado el uso y ejercicio de ella por una pasión violenta o por otro motivo, especialmente la embriaguez. reducirse alguien a la ~. 1. loc. verb. darse a buenas. ser ~ algo. 1. loc. verb. Ser justo, razonable. ¿No es razón que llore su desamparo? tener ~. 1. loc. verb. Estar en lo cierto. tomar ~, o la ~. 1. locs. verbs. Asentar una partida en cuenta o hacer constar en un registro lo que en él debe copiarse, inscribirse o anotarse.

Fanático

Texto extraído de la web dechile.net dedicada a la etimología. Tal como sospechaba, fanático es inherente a templo, es decir, que la religión cristiana lo lleva en la raíz de su funcionamiento. Y otras religiones también, claro. Si se erradicaran, se acabaría con muchos fanum-áticos. Pero no con todos.

La palabra fanático viene del latín fanaticus, un derivado de fanum. El vocablo fanum, significa santuario o templo, y desde tiempos antiguos los romanos lo relacionaban con el verbo for, fari (hablar solemne y públicamente), y con la palabra fatum, pues parece que un fanum era un lugar sagrado por consagración o designación oracular, aunque esta etimología presenta ciertas dudas. Algunos indoeuropeístas sostienen que la palabra latina fanum contiene la misma raíz indoeuropea*dhēs– vinculada a conceptos religiosos que dio lugar en griego a la palabra θεός ("theos", dios).

El vocablo fanaticus designaba primero a un servidor de un templo o fanum, especialmente a los porteros o vigilantes nocturnos que velaban con gran celo por el santuario. Poco a poco el vocablo fue designando al adepto exclusivo de un templo, santuario o divinidad, situación poco corriente en principio para los romanos.

En efecto, en el mundo clásico, especialmente el romano, lo normal era el sincretismo y libre adopción de diversos cultos. Aparte de una religión tradicional cívica que constaba de diversos dioses, y en que cualquiera podía participar del culto de uno u otro, en el mundo de la antigüedad era gesto propio de la ley universal de la hospitalidad, participar de los cultos de todo aquel extranjero cuya tierra se visitaba, o de todo aquel pueblo que se incorporaba a otro. En ese sentido, los romanos construían templos en Roma o donde fuera, a todos los dioses de los pueblos incorporados (Isis, dioses orientales, dioses celtibéricos, etc.), juntamente con los suyos. Había sin embargo algún pueblo que consideraba un insulto que otros participaran en sus cultos, o les construyeran templos en otro lugar, o que en su tierra se edificaran templos a otros cultos (caso exclusivo del judaísmo). También se desarrollaron cultos mistéricos, para cuya práctica era necesario iniciarse y los cultores no admitían libremente a quienes no estuvieran iniciados y admitidos por un rito de ingreso. Algunas personas se iniciaban en varios y participaban en ellos, o cambiaban de uno a otro. Pero en ellos se desarrolló una cierta tendencia a ser cultor exclusivo de ese culto o ese dios solamente: es eso lo que designó la palabra fanaticus.

De hecho en el Imperio Romano la religión era absolutamente libre, y el único acto obligatorio de culto para todo ciudadano romano era un rito anual de culto al Estado y al emperador, realizado en los templos llamados capitolios, consistente en hacer una genuflexión ante la estatua imperial y paralelamente pagar el impuesto anual a la hacienda pública, según el porcentaje que correspondiera a cada cual con arreglo a su riqueza (la capitación), obligación cívica que los romanos refrendaban con una sanción religiosa (en eso consistía el llamado "culto imperial"). Si uno cumplía con ese rito podía después practicar el culto que deseara, todos, varios o ninguno. Y era frecuente practicar diversos cultos, tanto privados como públicos. Lo más raro era el cultor exclusivista o fanaticus.

Después, a partir de fanum, en el S. I a.C. se desarrolla un verbo fanor, fanari, con el significado de estar poseso por un fervor divino, delirante y frenético, que genera un nuevo sentido para fanaticus (delirante, lleno de furor religioso, frenético), que seguramente pudo sufrir también un influjo del φἀνος y φαινω griego, es decir, una especie de iluminado y exaltado religioso, que es el que acaba de dar su sentido completo a nuestra palabra "fanático".

Esto no es una broma