Límites del SXX

Otra vez, mi amigo Xabi me ha hecho pensar, con una entrada en su blog que, hoy, voy a reproducir íntegramente.

También la respuesta que le hice que, en esta ocasión, no hace referencias a varias de las entradas que he ido colocando en este diario al respecto de, por ejemplo, la crisis del pensamiento racional.

Siglo XX o cuando la Física encontró sus límites

Clasificación de la Mecánica
Pocas veces la humanidad y su pensamiento han sufrido un cambio tan grande como en la primera parte del siglo XX. Tan sólo en el año 1900 se descubren el electrón, el cuanto, el gen y el inconsciente, que vendrían a revolucionar nuestra visión de la física, de los componentes de la materia, de la herencia biológica y de nuestra psique. En Física, la maravillosa construcción Newtoniana y su visión mecánica de la Realidad encontraría sus límites, dando lugar a la revolucion relativista por un lado, y a la revolución cuántica por otro. La primera cambiaría nuestro concepto del espacio y el tiempo, y la segunda traería tantos quebraderos de cabeza, que haría honor a la letra de aquel Tango: “¡Siglo veinte, cambalache, problemático y febril!… “

Y es que la Física en el siglo XX, se encontró con dos límites, insospechados totalmente para la Física Clásica, y que conllevarían un cambio profundo de nuestra visión de la Realidad. Por un lado, se descubrió que la velocidad de la luz era un absoluto. ¿Que queremos decir con ésto? Imagínate que quieres medir la velocidad de un tren con respecto a tu posición. No obtendrás el mismo resultado dependiendo si tu posición es fija o no. La velocidad es la relación entre el espacio recorrido dividido por el tiempo, así que si te mueves hacia el tren, el tren se moverá más rápido con respecto a tu posición (le costará menos llegar hasta tí), que si te alejas. Dicho de otra manera, la velocidad del tren es relativa al sistema de referencia, tú en este caso. Sin embargo, no ocurre lo mismo con la luz. Imagínate el mismo tren, con un gran foco delantero. Si ahora mides la velocidad de la luz proyectada por el foco, el resultado es independiente(!) de tu movimiento. Da igual si vas hacia el foco de luz, o si te alejas, medirás la misma velocidad de la luz. En el vacío, esa velocidad es impresionante, 300000 km/s, pero por grande que sea, no es infinita. Pero aún más, esa velocidad es la máxima que puede ser alcanzada por cualquier objeto, partícula, información o lo que sea en el Universo. Es como si en las leyes de tráfico de la Naturaleza hubiera un límite máximo de velocidad de 300000 km/s. A este límite de velocidad le denominamos c, y para respetarlo, a medida que nos vayamos acercando a él no habrá más remedio que distorsionar el espacio y el tiempo, de acuerdo a las tranformaciones de Lorenz. El espacio y el tiempo dejan de ser así, las referencias absolutas indistorsionables de la Mecánica Clásica.

En el cuadro inferior, representamos este límite intrínseco de la Naturaleza en la vertical del diagrama. Todas aquellas velocidades por encima de c, es decir, todo lo que queda por encima de la raya azúl del gráfico inferior, está prohibido en nuestro Universo. A medida que te acerques a ese límite, tendrás que considerar ecuaciones relativistas para describir tu sistema físico.

El otro límite descubierto en el siglo XX, tiene que ver con el eje horizontal del diagrama, en el que hemos representado la acción, es decir, la energía implicada en un proceso por el tiempo que dura éste. En la mecánica clásica, se consideraba que no había ningún límite en la acción que se puede ejercer sobre un sistema físico, sin embargo, esto no es cierto: existe un límite inferior, representado por la línea roja vertical del diagrama. Este límite es ? = h/2?, donde h es la constante de Planck, un número pequeñísimo, pero no cero.

Para que te hagas una idea de lo que estamos hablando, coge una manzana (que me perdonen por este verbo, aquellas personas que me leen de Latinoamerica), y lánzala 1 metro hacia arriba. Habrás utilizado aproximadamente 1 Joule (J a secas, para los amigos) de energía para realizar esta acción. Pues bien, ? es tan sólo 1.05457 10-34 J·s , es decir, esta acción consistiría en aplicar durante un segundo, la energía que has gastado en lanzar la manzana dividida por un uno con 34 ceros. La diferencia de energía de la que estamos hablando es del mismo orden que la diferencia existente entre el diámetro de todo, absolutamente todo, el Universo, y el diámetro de un virus VIH. Si quieres visualizar estas diferencias de escala, te aconsejo que pinches aquí. En definitiva, estamos hablando de un límite mínimo de acción ? pequeñísimo. Puedes pensar que es tan pequeño que para todos los efectos es como si fuera cero. Pues no. No es cero, y esto tiene unas consecuencias muy importantes en el mundo microscópico.

Haciendo un poco de historia, hay que decir que las primeras señales de la existencia de este límite inferior tuvieron que ver con la luz. Para explicar la radiación del cuerpo negro, Planck propuso que la transmisión de energía entre materia y luz no se ejercía de forma continua, sino por paquetes, a los cuales bautizó con la palabra cuanto. Más tarde, Einstein descubrió que no sólo la transmisión, sino que la propia luz, estaba compuesta por cuantos de energía. Al final, esta propiedad se extendió a toda partícula microscópica, y decimos que el mundo microscopico, en general, tiene una energía cuantizada, y no continua. De ahí el nombre de Mecánica Cuántica, la nueva física que se creó para tener en cuenta la cuantización de los sistemas físicos.

Es como si nos hubieramos dado cuenta de que en el mundo físico existe una “moneda de energía”. Los céntimos de Euro serían nuestrar porciones o cuantos de ?, y es el mínimo precio que podemos pagar por algo. Por seguir con este símil económico, digamos que la Física Newtoniana se movía en el mercado de compra/venta de pisos. En un precio de 300000 Euros, un céntimo arriba o abajo, ni se nota. Pero a medida que compramos cosas más “pequeñas”, por ejemplo caramelos, un céntimo arriba o abajo empieza a notarse. Imagínate que vas a una tienda de golosinas, y miras el precio de los caramelos. Pongamos que un par de caramelos valen 1 centimo, pero tú sólo quieres comprar un caramelo. Vas al dependiente con tu único caramelo, y ¿que te cobraría? No te puede cobrar medio céntimo, porque los precios están “cuantizados” en base a 1 céntimo. La mínima “acción” que podrías ejercer en la tienda, sería la de comprar dos caramelos. Lo que nos dice la línea roja del diagrama superior, es que la energía en la Naturaleza está cuantizada en monedas de ?, y lo mínimo que podemos comprar/vender son unidades de ?, a las que llamamos cuantos.

La Física clásica newtoniana y su visión de la Realidad, es sólo aplicable a sistemas que se sitúen lejos del límite c y el límite ?, es decir, la parte inferior derecha del diagrama. Es ahí donde normalmente los humanos nos movemos en el día a día, y es ahí donde nuestra mente ha aprendido a generar sus intuiciones “imperfectas” sobre lo que es la Realidad. Así, no es de extrañar que a medida que nos acerquemos a los límites c y ?, a medida que vayamos hacia arriba y/o hacia la izquierda en el diagrama, la Realidad de los sistemas físicos choque con nuestro sentido común. El límite c modifica nuestros conceptos de espacio y tiempo, y el límite ? nos adentra en el mundo de lo pequeño, en el mundo de la mecánica cuántica, con su cambalache de interpretaciones problemáticas y febriles de la naturaleza de la Realidad.

Xabier López, Profesor de Química-Física de la Facultad de Químicas de Donostia (Euskal Herriko Unibertsitatea)

Y, a continuación, mi respuesta en su blog a modo de comentario.


Como de costumbre, acertadísimo enfoque y entretenido. Enhorabuena.

Un par de apuntes:

A principios del SXX ocurren otro par de cosas interesantes y novedosísimas, tanto como las relacionadas con lo que mencionas en Física, Psicología o Genética.

Señoritas de Avignon
Señoritas de Avignon

1.- Se decide, conscientemente, romper con la representación basada en la ilusión de la perspectiva. Surge el cubismo (Señoritas de Avignon, 1907, de P.R.Picasso), pero no es importante por sus imágenes, sino por la propuesta, por primera vez (no tanto, pero casi) puramente conceptual de representación de la realidad. E, incluso un paso más allá, la presentación y no la representación de la misma como objeto artístico, con el celebérrimo orinal de Duchamp (Fuente, 1913, R. Mutt // Marcel Duchamp)

2.- También se revoluciona la matemática. Surgen los inquietantes conjuntos fractales, al principio como monstruos de 1000 cabezas (infinitas, más correctamente hablando), que darán lugar a un nuevo concepto de dimensión: 1919: la dimensión de Hausdorff-Besicovitch. Sin embargo, en el clasicismo más habitual, se sigue ignorando que el espacio que habitamos puede no tener una dimensión entera. Incluso desde la ciencia más avanzada: la mecánica cuántica relativista, que incluye, pretendidamente, ambas consideraciones a modo de «corrección» o replanteamiento de la mecánica clásica, no se maneja, creo, la idea de que la dimensión del espacio pueda no ser, repito, entera.

Con esta segunda revolución, además, se abrirá, un poco después, la puesta en cuestión del determinismo desde el punto de vista matemático. La famosa Teoría del Caos, con su conocido Efecto Mariposa como emblema… pero no único.

Mezclado con el principio de incertidumbre de Heissemberg, supone un reto tremendo, que es el de tener que considerar que si hay una pequeña porción de algo que no conocemos y que ese algo puede desencadenar o llevar asociado otras «consecuencias» imprevisibles en gran medida, tenemos que asumir un terrible dilema: ¿Es la ciencia, tal como está concebida, un método válido para acercarnos al conocimiento de la realidad?

Que la respuesta fuese negativa no implicaría que hay otra disciplina que sí que lo fuese, así que no hay que lanzarse en brazos de profetas que dicen saber… Pero tenemos un problema… a lo más «Houston…»

Efecto Compton
Efecto Compton
3.- (cuelo un tercer apunte) Decir que un número es muy pequeño me recuerda a cuando me sentí epsilón, pequeño y despreciable… pero he de reconocer que me gusta pensar que en los números reales, entre cualquier par de ellos, hay, no uno o dos, sino infinitos números. Es decir, que lo de que algo sea pequeño es solo una cuestión de medida. Está claro que tenemos un límite a lo observable (¿tendría que puntualizar medible?) dado que, con las formas actuales de acercamiento experimental, obtenemos un nuevo conflicto: el observador afecta a lo observado. Esto, experimentado por primera vez (creo) en el Efecto Compton, no tendría toda su explicación hasta que De Broglie lo reformulara, hablando de elementos con naturaleza «dual» dependiendo del experimento… ¿No suena un poco como a solución de compromiso?

Entre 2. y 3. hemos dado la razón, por fin, a los no-deterministas, al menos, tal como está modelizada la realidad, desde el punto de vista racional.

En cualquier caso, matemáticamente hablando, un número no es grande o pequeño. Es (y punto). Físicamente hablando… bueno, lo acepto…

Pero hay otros límites que quiero discutir contigo, querido amigo Xabi, y son esas líneas entrecortadas con las que separas las cuatro mecánicas. Obvio que entiendes que no son clasificaciones o categorías de lógica tradicional, sino que habría que hablar de conjuntos de pertenencia difusos a una afirmación dada, es decir, de lógica difusa.

Otra de esas disciplinas que también surgen en el siglo XX revolucionariamente que son las «nuevas lógicas (PDF)«, que vienen a romper con el esquema clásico de la lógica bievaluada en la cual un objeto está en el conjunto A o está en el conjunto no-A. En 1917, el filósofo, lógico, Jan ?ukasiewicz, Desarrolla el cálculo proposicional trivalente y critica el principio del tercero excluido. Abriendo paso a lo que se llamarían Lógicas Plurivalentes.

De la relación de estas cuestiones, apasionantes, pero puramente teóricas, con la democratización de la sociedad, me gustaría hablar, pero no tengo tiempo. Pero a principios de SXX (cambalache…) también se reformula el concepto de estado, surge lo que durante un siglo denominamos política (con sus ismos, etc), y hay un vuelco económico que aventura que la economía del planeta está revisándose. Quizá es la primera vez que vemos, realmente, las consecuencias de la revolución industrial y el desplazamiento del esquema en el que el trabajo era asociado a producción de objetos. Bufff… no puedo seguir. ¡Qué pena!

Muchas gracias, amigo, otra vez, por hacerme pensar.
Vuelco en mi blog tu entrada y mi comentario.

Un fuerte abrazo,
Giusseppe


Agrego, por último, a modo de epílogo, la muy bien pensada respuesta que él me dio a este largo comentario en su blog:

Primero, gracias a ti por mejorar enormemente con tu comentario esta entrada. Como bien dices, hay muchos cambios en el siglo XX, y me gusta que traigas a colación a Picasso, porque también en las artes hay nuevas maneras de “mirar” la Realidad.

Lo de la teoría del Caos, fractales, dimensiones no enteras, etc. también tiene mucha importancia en Química, aunque no se enseñe en nuestros planes de Estudio. El tema de la “emergencia” del orden, cuyo ejemplo más sublime sería el surgimiento de la vida, a partir de una sopa caótica de reacciones e interacciones es clave para entender porqué surgió la vida, y aun así seguimos pensando sobre ésta, de una manera determinista. En otros temas, como el económico, me pregunto, si las supuestas “bondades/maldades” del Mercado, a partir de una multitud de caóticas decisiones individuales es un ejemplo de orden emergente, en cambio se sigue intentando entender la economía partiendo de modelos lineales.

Completamente de acuerdo con tu gran pregunta “¿Es la ciencia, tal como está concebida, un método válido para acercarnos al conocimiento de la realidad?” y con tu añadido “Que la respuesta fuese negativa no implicaría que hay otra disciplina que sí que lo fuese, así que no hay que lanzarse en brazos de profetas que dicen saber…” Yo últimamente me guio más por ver la ciencia desde un punto de vista instrumentalista, es un modelo que nos permite “gestionar” una serie de datos sensoriales, pero que no sé hasta qué punto puede darnos información última sobre la esencia de las cosas. Quizás esta pregunta no tenga sentido así planteada. Pero ya te digo, que depende de con qué pie me levanto lo veo así o tiendo a pensar que sí, que la ciencia nos puede decir algo sobre la realidad. Precisamente, me encanta que discutamos acerca de esto en este Blog, para eso lo creé 😉

Lo del compromiso de de-Broglie, está claro que la dualidad onda/partícula y que este carácter dependa del experimento que diseñemos, va a la línea de flotación de la mecánica clásica y profundizaré en entradas posteriores.

Determinismo versus no determinismo está en el centro del debate mismo. Yo creo que en un sentido la mecánica cuantica es determinista y en otro no.

En cuanto a la evolución temporal de la función de onda es determinista. No es determinista en cuanto al resultado de una medición. Es la medición la que tiene el carácter aleatorio, y claro jejeje, esto es también muy problemático desde un punto de vista de filosofía de la ciencia, porque al final lo que podemos conocer es lo que medimos. A parte de que, ¿Que quiere decir que la Función de Onda, objeto sin sentido físico, evolucione de una manera determinista? O dicho de otra manera, aquello que conocemos su evolución “perfecta”, no sabemos lo qué es. Vale, su cuadrado es una probabilidad de ser, pero eso no nos dice nada sobre su esencia. En ese sentido, el “apellido” de Onda es muy desafortunado.

Con respecto al infinito existente entre dos números cualesquiera por muy pequeños que estos sean, totalmente de acuerdo, y tambien las divisiones del diagrama no deben ser tomadas en cuenta como fronteras rígidas, sino como conjuntos que se solapan. De hecho, uno de los debates en este campo es ver hasta donde llega la frontera entre la “lógica” cuántica y la clásica.

Por cierto, sobre nuevas lógicas debería aprender más.

Gracias por tu comentario, este es el objetivo, que surja cierta discusión sobre estos temas y que anime a la gente a pensar sobre ellos, y creo que con tu comentario lo has conseguido. Gracias!!!

Xabi

M/T y la historia de las maravillas del bosque

365paginasEmpecé a leer el libro M/T y la historia de las maravillas del bosque, de Kenzaburo Oe el mismo día que lo tuve entre mis manos. Ansioso, el mismo día 1 de enero de este año, di comienzo a la lectura de esta maravilla de Oe, que, como tantas otras que ya he leído suyas, me cautiva desde el principio por una sensibilidad con la que empatizo desde el primer momento. Su lectura es amable, pero intensa y, en ocasiones, dura. Pero no me desanima. Este libro es quizá el más infantil de los que haya leído suyos, aunque me quedé pensando si la palabra infantil hacía honor a esta forma de escribir, como de cuentos, como de antaño, como de historias de una abuela que guarda leyendas que deben ser escritas para poder ser leídas.

Es obvia la semejanza semántica, la proximidad de las palabras leyendas y lecturas y sin embargo resulta extraño pensar que las leyendas, durante mucho, mucho tiempo, fueron orales, es decir, no para ser leídas.

Paréntesis filológico aparte, este librito contenía aproximadamente 365 páginas y lo comencé el 1 de enero del 2013. Tal como suponía, no lo leí a página por día, que era una bonita propuesta, sino que lo he leído devorándolo algunos días y otros dándome asueto, para tomar distancia, para albergar otras cosas en mi mente… no sé, el caso es que no he tardado ni 12 días, con lo que el ritmo de lectura ha sido de un promedio de unas 365/11=33 páginas/día.

No tengo en cuenta el tamaño del libro, y sin embargo, en ese cálculo tan tonto habría de tomarlo en consideración pues no es lo mismo páginas de DinA4 que estas cuartillas, de unos 12.5cm x 19cm, así como desprecio la información de que cada uno de los márgenes laterales y el inferior eran de 2cm mientras que el superior era de 1.2cm.

Tampoco considero el tamaño de letra (entre 2 y 3 mmm de altura), ni el interlineado, sencillo.

Por supuesto, ignoro las páginas en blanco o los retales entre capítulos, como si fuesen huecos llenos de nada.

En conclusión, no hay forma más estúpida de leer un libro que contando letras, sílabas, palabras… e ignorando imágenes, repercusiones, metáforas…

Psicométrico

La crisis del pensamiento racional

Que el pensamiento racional está en crisis no lo pone nadie en duda, creo que es de dominio público y seguro que hay estudios enjundiosos sobre el tema. Saber el porqué de esta crisis es difícil, aunque se apuntan históricamente algunos hechos.

Me gustaba pensar que Hegel (1770-1831) tuvo la osadía de afirmar que después de él no era posible hacer filosofía, y en parte era cierto, en el sentido como se había entendido hasta ese momento.

Y, tomando de la wikipedia algunas de las reflexiones que indujo, podemos ver la trascendencia que tuvo en otras áreas como la científica o la artística, amén de la lógica y con ello la matemática y la metafísica.

todo lo que es real es también racional y que todo lo que es racional es real

Tremenda afirmación que conlleva una fortaleza asociada al ser humano, ser racional por antonomasia, la verdadera gobernanza del mundo. Habrá que esperar a la fenomenología de Husserl para encontrarse afirmaciones tan poderosas, pero esta es, sin duda, una afirmación tremenda que no deja otra opción que la introspección más platónica para llegar al conocimiento. Y el pensamiento deductivo vive así su momento de gloria. Su cima, su cúspide. En cierto modo, sí que es cierto que más allá de esta afirmación, quedaba poco que hacer, salvo razonar, para conocer la realidad.

Es una aproximación que, en ocasiones, en ciencia, podría ser comparada con la más teórica de todas, aunque no descarta la racionalidad si se implementa un método de experimentación también racional. Y así el método científico tiene, desde Descartes, a su más firme adalid.

Sobre la filosofía de la historia que deduce de esta afirmación, me reservo mi opinión, pero la influencia directa en Marx-Engels es de tal magnitud, metodológicamente hablando, y con ello uno de los más lúcidos análisis de la historia de la humanidad que se haya dado, así como el nacimiento de las antropologías sociales y otros análisis que se hicieron posible gracias a esa afirmación, que no es pensable imaginar la sociedad actual, la economía actual, sin recordar con una sonrisa a este pensador oscuro.

El principio del tercero excluido, algo o es A o no es A, es la proposición que quiere rechazar la contradicción y al hacerlo incurre precisamente en contradicción: A debe ser +A ó -A, con lo cual ya queda introducido el tercer término, A que no es ni + ni – y por lo mismo es +A y -A. Una cosa es ella misma y no es ella, porque en realidad toda cosa cambia y se transforma ella misma en otra cosa.

En lógica, va a ser explosivamente revolucionario con esta famosa teoría del tercer excluido que armonizaba, por vez primera, a Heráclito y Parménides, superando sus inmovilistas teorías de esto es así, pues no, es asá… y va este y dice… pues no, se construye una nueva cada vez, a partir de «contrarios».

Aparenta ser algo que entroncase con el pensamiento tao (yin/yang), pero está absolutamente dentro del pensamiento occidental. Esto quiere decir, entre otras cosas, que ambos pensamientos no son tan divergente como quieren hacer creer algunos aduladores vacuos de todo orientalismo como si el pensamiento occidental, el pensamiento racional no tuviese herramientas para llegar a lugares donde otros han llegado.

Sin profundizar tampoco (no da para tanto una entrada de un blog que debo terminar en menos de dos horas), cabe apuntar que todo pensamiento que se precie de serlo es racional, aunque no todas las lógicas tienen los mismos axiomas. Hegel no cuestionó la existencia de un Dios, único y, a pesar de su pretendido panteísmo, parcialmente antromórfico, heredero de un substrato judeo-cristiano. Ya vendrá Marx a poner otro término en lid y sacar de la palestra lógica a Dios.

El método del conocimiento no es una forma meramente exterior, sino que es alma y concepto del contenido.

Como decía unos párrafos más arriba, fue el adalid por excelencia del método, tanto de pensamiento como el científico. Haciendo del pensamiento la forma para llegar a todo conocimiento objetivo. A partir de la metodología compartida, y esta es la maravilla del método científico, se puede convertir una serie de experimentos subjetivos en un conocimiento objetivo. Si ese método es ignorado, o no puede usarse, no puede realizarse una extrapolación a conocimiento objetivo a partir de experiencias individuales subjetivas.

En este error incurren los que usan de la ciencia solo algunas partes, aisladas, interesándose por un bonito título sin preocuparse por el hecho de que la metodología es a la ciencia lo que las letras al discurso.

Lo bello artístico es superior a lo bello natural porque en el primero está presente el espíritu, la libertad, que es lo único verdadero.

Pero si en ciencia o en lógica fue crucial, no lo fue menos en arte, donde una afirmación como esta va a hacer saltar por encima todo el clasicismo.

Y es que no olvidemos las fechas en las que se hace semejante proposición: principios del SXIX.

Surge el romanticismo, lo que muchos opinan que es el comienzo de la contemporaneidad, aunque bien habría que esperar, desde mi punto de vista a la maduración de este sentimiento hasta mediados de siglo, cuando Baudelaire exalte la búsqueda de esa belleza artística hasta el punto de hacerla su único objetivo y generar la estética que habría de gobernar el nacimiento de todos los ismos desde el simbolismo hasta la mitad del siglo XX, por lo menos. La intención, la voluntad del artista, va a ser, a partir de él (o de ellos) lo que pueda caracterizar a una obra como artística.

Aún quedaba más de medio siglo para que lo «demuestre» con un experimento el gran Marcel Duchamp con su orinal, llamado fuente. Y había pasado un siglo desde Hegel.

Pero la revolución más evidente, más directa, se produce en la eclosión de filósofos que bien podríamos agrupar como post-hegelianos en el sentido, la mayor parte de las veces, de suponer, como quizá él habría soñado, su antítesis o, mejor aún, sus antítesis. Como en el caso de Baudelaire, surgirán varias décadas después de su muerte, como si su pensamiento hubiese necesitado un tiempo de reposo, como si fuese el guano sobre la semilla, que iba a dar lugar a un nuevo mundo.

Y en parte, ese nuevo mundo, huiría de lo racional, intentaría escapar de esa cárcel tan bien diseñada que había realizado el arquitecto mental más prolijo que hubiera existido.

Buscaría vías tan diversas como los pensadores que las concibieron, de Schopenhauer a Nietzsche, pasando por Kiérkegaard o Compte, entre otros, innumerables, que jalonan el siglo XIX con, ya no soluciones, sino quizá, nuevos planteamientos del problema: el conocimiento de la realidad.

Y en ciencia, se van a seguir los cánones racionalistas hasta bien entrado el siglo XX, pero apareció la Cuántica y puso algunas cosas patas arriba: entre otras cosas, apuntaba, por primera vez, la importancia inolvidable del observador y la afectación que ocurría sobre un experimiento al ser observado, poniéndose en cuestión la propia esencia de la metodología.

Así como imponía, según los modelos existentes (los actualmente existentes), limitaciones al conocimiento de la realidad. El principio de incertidumbre viene a ser la patada más dolorosa que le hayan podido dar en los cojones mentales al esquema presuntamente omnipotente hegeliano.

La ciencia se reconocía, por primera vez en su historia, incapaz de conocer en detalle la realidad. O planteaba temas como la dualidad onda-corpúsculo que tendrían mucho que ver con la semántica. ¿Y si encontrásemos nuevas palabras? ¿Podríamos, quizá entonces, describir mejor la realidad y, de ese modo, aprehenderla, conocerla?

Pero no se puso en cuestión su metodología, que seguía siendo su verdadero fundamento. Si se pone en cuestión, quizá la ciencia deba dejar de llamarse ciencia. Y surgen las pseudociencias, más o menos bienintencionadas, que vienen a querer explicar lo inexplicable, desde las almas, sin Dios mediante, a presuntas apariciones, por no hablar de otras cuestiones que quedan completamente al margen de cualquier posible experimento tachable de científico. Solo se verifica en tanto exista fe. O sea, renuncia explícita a convertir una experiencia individual en una objetiva.

Teniendo en cuenta que también en ética se ha llevado a cabo una revolución que privilegia lo individual, y no estoy hablando del individualismo sino más bien de un cierto relativismo moral, fruto, en parte, de la globalización que ha conducido al reconocimiento de que algunas de las afirmaciones de Hegel eran claramente erróneas, como aquella de la superioridad moral centroeuropea (diga Merkel lo que diga) y cristiana, que no puede ser muy defendida después del holocausto nazi, y también a la influencia de pensadores que han radicalizado la innecesaria existencia de Dios como garante de la moralidad, nos encontramos tan perdidos que buscamos verdades que nos sirvan de brújula en un mundo cada vez más complejo y menos comprensible.

Así, nace el New Age y sus fáciles, populistas, soluciones a problemas que, cada vez, parecen más difíciles de plantear.

Y entre las muchas «herramientas» que deciden manejar, en una pretendida seriedad que les otorga una interpretación de la ciencia, está la Cuántica. Quizá por desconocida, es utilizada con prodigalidad hasta el ridículo. Se hacen afirmaciones que la relacionan con estados mentales, con sanaciones… vaya… es la panacea.

Menos mal que hay quien es capaz de hacernos comprender que es un error, como en esta ocasión mi gran amigo Xabi, doctor en Química Cuántica de la Facultad de Ciencias de Donosti. Espero que haya quien sea capaz de leer lo suficiente como para descubrirlo. Porque se trata de esto, hay que dedicar tiempo a conocer las herramientas: la mente se cultiva leyendo, pero no cualquier cosa, igual que no se trabaja la tierra con cualquier apero. ¿Qué leer? Hummm… ¿Quién decide esta cuestión?

Método, método, método.

Los 4 sonetos del apocalipsis

Quizá antes de mañana… que se acaba el mundo… Tengo que pensar una manera de recitar estos 4 poemas (o quizá solo uno):

Los 4 sonetos del apocalipsis
Nicanor Parra

1

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(De Hojas de Parra, 1985)

Estoy tentado de reescribir un shell

Es una de esas tonterías que me rondan la cabeza cada cierto tiempo.

Como la de sincronizar sin parar mis archivos… todos, todos, todos… y cada uno… y entre sistemas de archivos molestos que no dejan mantener datos adicionales del mismo, como su fecha de última modificación o su propietario y permisos.

Esta semana rehíce mi syncronizator.sh para que fuese utilizable por Carmen y su recientemente instalado Linux Tango Studio. Optimizándolo para que fuese más modular, lo desglosé en funciones más oportunas… y ahora no puedo dejar de pensar que el mío, el que estoy yo utilizando, no está optimizado… tengo que arreglarlo, aunque, si funciona, ¿qué es lo que hay que arreglar?

Puedo ahorrar, como mucho, 1024 bytes de código… y no creo que llegue… pero no puedo dejar de pensar en ello. No puedo pasar a nada más, estoy bloqueado y sé que no podré irme de vacaciones si no arreglo esto antes. ¿Es estúpido?

Por supuesto que es estúpido. Si funciona, dice el dicho en informática, no lo toques. Y quiero tocarlo. Pero ese dicho se inventó por algo: alguien tocó algo que funcionaba. Es más, sé que se hace con tanta frecuencia que asusta…

Y no tengo a quién contarle estas tonterías. Mi amiga Aída es la única que puede entender esta fijeza friki con la programación innecesaria, con un acercamiento a la informática desde la inutilidad poética. Ayer se lo contaba y ella se reía entre comprensiva y cómplice. Si le cuento esto a Carmen me mira con cara de no entender nada, y acaba por preguntarme que si eso va a ser mejor. ¿Mejor para qué? En realidad quiere decir más útil. Y yo tengo que reconocer que no, que no es más útil que lo que tenemos ahora mismo. Menos mal que, ella, mi compañera de vida, no necesita entenderme para aceptarme, para que le guste cómo soy y me dice: «pues si te apetece hacerlo, hazlo».

¡Qué maravilla! Para mí, esto es el sueño de una pareja ideal. Quien te alienta a hacer aquello que no comprende, pero que si ve que te puede apetecer, no se pregunta nada más. Su generosidad es ilimitada. Su amor es ilimitado. Me ama, aunque yo no pueda entenderlo, y lo demuestra de esta curiosa manera: me anima a hacer algo tan superfluo e inútil que un poema parece una obra de ingeniería civil.

Es la novia ideal de un poeta… pero no te la presto: búscate la tuya…

¡Qué insolidario!

Pues sí. Ya ves… voy a programar.

LAS MALAS PERSONAS

de Susana Espeleta, el jueves, 13 de diciembre de 2012 a las 12:55.


La mayoría de nosotros considera que las “malas personas” existen, pero raramente pensamos que formen parte de nuestro círculo más cercano. ¡Nosotros mismos desde luego no lo somos!, ¡y quizá no lo sea prácticamente nadie!…, todos tenemos nuestras luces y nuestras sombras, nuestros malos momentos y nuestros pecados. Así el concepto de “mala persona” cae en desuso, al fin y al cabo comprender al prójimo y ser capaz de relativizar poniéndose en el lugar del otro es un valor humano, y los psicólogos mismos nos encargamos de procurar su desarrollo. Entonces, ¿ya no existe “el mal”?

A mi modo de ver si prescindimos del concepto del mal la vida humana se desvirtúa y perdemos nuestra dignidad. Porque si no existe “hacer el mal” deja de existir “hacer el bien”, si no hay “malas personas” tampoco puede haber “buenas personas”, y si no existen los “villanos” nos quedamos de pronto sin “héroes”. Ahora que tanta falta nos hacen. Y me pregunto: ¿cómo se puede motivar a las personas a tener un comportamiento moral y arriesgado si no es para salvarnos del mal? Yo creo que “el mal” es sinónimo de destrucción y que está siempre a punto de suceder, ya que es una perpetua opción de comportamiento. La facilidad con la que se origina nos obliga a todos a hacer un esfuerzo constante de atención, reflexión y escucha.

Me gusta pensar que entre otras cosas mi trabajo está al servicio de “la lucha contra el mal”. En mi profesión “el mal” es la mayor parte de las veces fruto de la inconsciencia. La verdad es que no trato a personas que disfruten conscientemente del sufrimiento ajeno. En psicología esto recibe el nombre de perversión, son pacientes que padecen una psicopatía que les impide sentir compasión, empatía o amor. Nuestro mayor problema no son los psicópatas ni los sádicos, es cierto que desgraciadamente entre nuestros líderes hay una mayor proporción de la deseable de este tipo de personalidades, pero son muy pocos los que padecen este gravísimo trastorno. Erich Fromm (1900-1980) en su obra “El corazón del hombre: su potencia para el bien y para el mal” nos dice: “El hombre ordinario con poder extraordinario es el principal peligro para la humanidad y no el malvado o el sádico”. En este libro Fromm analiza los orígenes de la violencia y la destrucción en el ser humano, lo cual considera es la mayor amenaza para la supervivencia de nuestra especie. Así mismo nos habla de la pasividad que caracteriza al ser humano contemporáneo, y cómo tiene su origen en la identificación de este con los valores del mercado. Para Fromm nos hemos convertido en consumidores eternos e insatisfechos, devoradores de un mundo y una humanidad cada vez más agotada. El individuo orientado a la producción y el consumo que somos se siente único y libre, no sujeto a ninguna moral o líder visible, sin embargo está más dirigido y es menos libre que nunca, ya que sus deseos son subliminalmente programados y su inteligencia está atenazada por informaciones cada vez más vacías y mentirosas. Fromm considera que nuestro mayor peligro es convertirnos en “robots”, de esta manera el sistema quedaría en primera instancia protegido de una posible rebelión, pero como robots no seríamos capaces de mantenernos cuerdos, el sinsentido de nuestras vidas nos volvería cada vez más destructivos. Vemos pues que el tedio de una vida sin objetivos, autómata y “normal” es fuente de “maldad”, ya que genera una desesperación que es germen de crueldad y violencia.

Qué difícil resulta ahora entender los problemas de nuestro mundo, la mayor parte de las veces nos sentimos desorientados e impotentes, sin saber cómo juzgar las situaciones o qué posición tomar. A mi modo de ver la falta de pensamiento crítico genera la mayor parte de las “maldades”, y como decía, la inconsciencia es nuestro mayor peligro. Debemos hacernos responsables de nuestras inconsciencias, no basta con no tener mala voluntad, hay que tener la voluntad de tenerla buena y emprender iniciativas concretas que busquen el bien común, no solo el propio. Fromm en su obra “¿Tener o Ser?” nos dice: “Vivir correctamente ya no es una demanda ética o religiosa. Por primera vez en la historia, la supervivencia física de la especie humana depende de un cambio radical del corazón humano”. En otro momento asevera: “La avaricia y la paz se excluyen mutuamente”. Es muy fácil ser avaricioso inconscientemente, por ello siempre debemos preguntarnos si hacemos un uso responsable de nuestro poder, y tener en cuenta que cuanto mayor es este, mayor es nuestra responsabilidad. El “fuerte” debe cuidar del “débil”, el “sano” del “enfermo”, el “sabio” del “ignorante”, el “rico” del “pobre”.

Los ricos y los poderosos no solo deben pagar más impuestos, sino que deben ser doblemente cuidadosos con sus acciones y decisiones, pues afectan al destino de la mayoría. Pongamos un ejemplo que se me presentó recientemente, un empresario lamentaba tener que declarar en quiebra su empresa y no poder pagar a sus trabajadores, alguien dijo: “no es una mala persona”, sin embargo no pensaba responder con su patrimonio y sí emplear el dinero que hiciera falta en abogados que pudieran librarle de pagar alguna de sus numerosas facturas pendientes. Por descontado que su “patrimonio personal” era el producto de los beneficios que esa empresa ahora “quebrada” le había estado proporcionando durante los últimos años. ¿No es una “mala persona”?, quizá deberíamos preguntárselo a los trabajadores a los que debe varios sueldos y a sus familias. Otro ejemplo, una persona sumamente adinerada hereda entre otras muchas propiedades un gran piso en el centro de Madrid y decide dividirlo en “viviendas” que no llegan a los 50 metros y con menos ventanas de las deseables para sacar un mayor beneficio con su alquiler, y no son baratas, por supuesto. Esta persona no solo no necesita el dinero sino que vive en una casa de casi 500 metros también en el centro. ¿Es una “mala persona”? Pues es una persona muy agradable, sensible, educada, leída y hasta psicoanalizada… Qué miedo, porque lo que ha hecho lo ha hecho sin pensar, porque los que más pueden no piensan en nosotros, porque estamos solos, y debemos unirnos y ayudarnos más que nunca.


Con su expreso permiso, lo publico en mi diario. Le dije que me parecía una de las reflexiones más correctamente elaboradas que he leído en años. Y no miento. Ojalá se pensase mejor. Hace tanta falta…

Lo publicó en una nota en FaceBook. Poca gente usa eso de las notas de FB. Supongo que no está pensado para leer, sino para ver imágenes que pretendan valer lo mismo que mil palabras. Pero no, estas mil palabras de Susana son más que mil imágenes, en realidad, más que un millar de miles, así que, si los textos fuesen como este, si los pensamientos tuviesen esta profundidad, le daríamos sopas con ondas a las presuntuosas imágenes.

¿Cuánta gente lo leerá? ¿Importa?

Son otras preguntas…

Más Platón y menos Prozac

Ayer comencé a leer con interés un libro que había recomendado una alumna del taller de poesía. Es una alumna dulce, tierna, más poética de lo que ella misma cree y que está a punto de dar un salto cualitativo hacia una nueva forma de entender la vida. Ella lo ve, lo siente, lo está paladeando, pero aún está perdida. Un poco como todos lo estamos, pero un poco más. Quizá porque ha vivido más.

Recomendó este libro de un tal Lou Marinoff cuyo título contiene toda la sabiduría del mismo: la psicología es mala y la filosofía es buena. Es así, simple, simplista, reducido a un slogan vacío y sin más profundidad que la aparente.

Puedo estar de acuerdo en algunos de los análisis que hace sobre las falacias de las psico-pseudo-ciencias que han terapeutizado el mundo. Por supuesto que estoy de acuerdo con la observación que se hace hacia el tercer capítulo sobre que la sociedad está perdida, sintiendo un vacío permanente de valores que antes satisfacía la religión o, después, algunos ismos políticos que desencadenaron guerras de crueldad no vista anteriormente… ni, sobre todo, su tremendo grado de eficacia destructiva.

El subtítulo (Filosofía para la vida cotidiana) ya debía de haberme hecho sospechar que iba a tratarse de un libro sin la profundidad que es requerida en cualquier amante de la sabiduría, pretendiendo comparar la filosofía con el «saber» cotidiano que podríamos denominar sentido común.

Pero si eso no era suficiente, ya estuve a punto de cerrarlo y no continuar con el epígrafe que atraviesa la siguiente página:

Para quienes supieron que la filosofía
era buena para algo, pero nunca supieron
decir exactamente para qué.

Esto estaba excluyéndome de ser un lector potencial del libro, pues yo no sé si la filosofía es buena, pero quizá me planteaba si tenía que serlo, antes de seguir. Por ende, en más de una ocasión, he defendido que la bondad no reside en la utilidad, en si sirve o no para algo. Por último y no por ello menos importante: en caso de saberlo o sospecharlo, cómo suponer que no sé decirlo. ¡Ay, mi querido Gorgias!

En resumen: el libro no es para mí.

Y sigo.

Durante el primer capítulo el libro se centra en sí mismo tanto como puede hacerlo, de manera casi obsesiva, inculcándonos la idea, por repetición, de que ese libro tiene respuestas, tiene todas las respuestas a todas las preguntas que hasta ahora podamos habernos hecho. Ese libro es lo que necesitaba y no lo sabía, porque claro, yo no podía saberlo: no soy filósofo, aunque, por otro lado, afirman, todos somos filósofos. No sabe a qué atenerse y continúa insultando a la posible inteligencia o formación del lector, asumiendo que no sabe de historia de filosofía, del método científico, de sociología, ni de otras muchas cosas.

La filosofía está volviendo a la luz del día, donde las personas «corrientes» (sic) pueden entenderla y aplicarla.

Y esta es la siguiente cuestión que me hizo huir del libro al cabo de un par de horas, su intento de convertir una disciplina o una vocación de amor por la sabiduría en una herramienta a modo de prozac, para resolver problemillas cotidianos. ¿No sería más interesante ser capaz de visualizar problemas que aún no hemos imaginado?

El capítulo segundo arremete contra las terapias que, con la falsa creencia de ser científicas, tienden a dar respuesta a las distintas situaciones por las que atraviesa un humano, y ataca, con simpleza y energía, los eslóganes facilones de la New Age, además del consumo masivo e irreflexivo de antidepresores químicos, como el mencionado en el título, sobre todo, mediante el apunte al mercado que esconde y que, posiblemente, tiene motivos sobrados para intencionadamente incitarnos a ese consumo.

No puedo sino estar de acuerdo con este capítulo perogrullero, pero es lo que es: verdad verdadera, de esa que no dice más que lo que dicta el, llamémosle, sentido común.

Y desde entonces, se comienza a dejar de denominar filósofo para llamarse consejero filosófico, asesor mental, o similares apelativos que, por supuesto, le enaltecen y le convierten en un mesías con una, como afirma en el libro, misión por cumplir.

No sé cómo aún leí un poco más, aunque ya era evidente que no tenía ningún interés profundizar… porque no habría nada profundo, sino una sarta de simplezas aderezadas de lugares comunes, para hacernos creer que lo que decía el libro ya lo habíamos pensado nosotros, que somos tan, pero tan, listos, como ese filósofo que nos estaba ayudando a ver la luz al final del túnel de nuestra vida ignorante y presuntamente inconsciente.

Las varias referencias a filósofos como William James ya me tendrían que haber acabado por hartar, un señor que tiene como filosofía que lo bueno es bueno en tanto que es útil. Jo, qué bien… qué fácil… ¿Cómo no lo había pensado antes?

No quise ni siquiera pensar en lo absurdo de la contradicción que establecía que, ante la gravedad de que el mundo estuviese siendo terapeutizado, no propusiese otra alternativa sino otra terapia. De hecho, el capítulo segundo se titula «Terapias, terapias por todas partes, y ni pensar en pensar«. Pero pensar para curarse… ¡es una terapia! Me acordaba tanto de mis terapias

Las técnicas de marketing puestas al servicio de una nueva terapia, esta vez a través de la lectura de un libro que va a ser «la solución», la gran solución a nuestros problemas, resulta tan ridículo que impulsa a tirar el libro por la ventana.

Pero no es el único libro: hay tantos libros de autoayuda, que no son solo de autoayuda, sino en muchos casos publicidad directa de gurús más o menos bienintencionados que saben, ellos saben, sí, lo que nunca seremos capaces de comprender los seres humanos corrientes.

Intenté, de verdad, seguir leyendo. Sentí que se lo debía a mi alumna que, con todo su cariño, quiso compartir este libro con nosotros. Por ello le estoy agradecido, no obstante, pues lo importante no era el libro, sino su cariño, su intención de hacernos vivir mejor.

Pero el tercer capítulo ya era demasiado para pasar al cuarto. Se titula «El proceso PEACE: cinco pasos para enfrentarse a los problemas con filosofía» y lleva epígrafes oportunos de Epicuro y Wittgenstein, por supuesto, completamente fuera de contexto, situados como plidoritas, como pastillas de sabiduría válidas para todo momento.

PEACE, por supuesto, es un acrónimo que contiene, en cinco palabras, en solo cinco palabras, la clave para todo, la llave maestra del universo. Él lo ha descubierto. Claro. Aquí vuelvo al mesianismo que apunté párrafos arriba, y no fabrica un acrónimo cualquiera, no, sino PEACE. ¡Qué bonito! ¿Cómo no lo habíamos visto?

Ni me voy a molestar en poner las palabras que corresponden a esa sigla. No merece la pena. En realidad, casi cualquier combinación de cinco palabras podría servir, porque en realidad se reinterpretan como lo que le da la real gana al psudo-filósofo autor de este tomo infumable.

Ah, no, pero aquí va otra de las maravillas de este, me atrevo a decirlo, estafador: el libro es fácil de leer. Claro, no va a ser un ensayo aburrido, tedioso, que requiera poner mucha atención para procesar, que requiera de mí el llevar a cabo una investigación paralela para contrastar o completar la información presentada, no. Se trata de un libro que, siendo voluminoso, pueda ser leído y «comprendido» por una persona «corriente», como recuerda innumerables veces, para que no lo olvidemos mientras seguimos leyéndolo.

Tentado por seguir destrozándolo, comencé el cuarto capítulo, repaso en 30 páginas de toda la historia de la filosofía occidental y que viene a titularse «Lo que olvidó de las clases de filosofía del colegio y que ahora puede serle útil«. Donde, de nuevo, asume varias cosas en una sola frase, así, como si nada, a saber: que lo olvidamos, que lo estudiamos, que ahora y no antes, que pueda serme útil y que desee que lo sea. Vuelvo a un resumen expuesto: El libro no es para mí.

No me molesto en continuar. Sigue una descripción de casuística en la que desgrana las ventajas de esa terapia de filosofía aplicada sobre una serie de «pacientes» que le consultaron para resolver sus vidas y cómo, gracias a él, pudieron hacerlo.

No sigo empleando mi tiempo en criticar algo tan absolutamente fácil de desmontar.

Aún así, volveré a agradecer a mi alumna que me tendiera su mano, que me prestara este libro, que intentara hacerme partícipe de su utilidad, de su bondad: La intención, la intención y solo la intención.

Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques

Acabo de terminarme otra novela sobre la Beat Generation, en este caso sobre el acontecimiento que les marcó desde el comienzo: el asesinato de David Kammerer por parte de Lucien Carr.

Ninguno de los protagonistas pasaron a ser conocidos por sus méritos literarios, que no tuvieron. David murió a finales del 44. Lucien pasó su vida siendo otro diferente de quien había soñado ser, tras pasar tan solo 2 años en prisión. Fue reconocido en su trabajo en prensa, pero no viene al caso.

Jack Kerouac, William S. Burroughs y Allen Ginsberg pasaron a la posteridad como los fundadores del movimiento literario más importante de la literatura norteamericana hasta la fecha.

¿Qué hicieron a parte de ser unos aprovechados de estar en el lugar adecuado en el momento adecuado y tener los contactos adecuados para no acabar, entonces, también en prisión?

Escribir un libro.

Luego otro y otro y otro… algunos de gran valor literario, atrevidos, valientes, rompedores, creando una forma de entender la escritura en la línea de los sueños ambiciosos de Rimbaud o Verlaine.

He de reconocer que a pesar de que procuro no dejarme llevar por lo que conozco como personas a los autores de estos libros, poco a poco se va metiendo en mi cabeza la imagen de su incoherencia haciéndome odiar sus creaciones como frutos perversos rellenos de falsedades.

Pero no he de ser su amigo para apreciarlos, me digo. Sé claramente que no querría estar sentado a la misma mesa que Jack, ni Bill, ni, desde luego, el hipócrita Lucien. A Allen le perdono un poco más… como si mi perdón tuviese algún valor.

No obstante, su escritura ha contribuido a hacerme más libre, de una manera que no alcanzo a ver, pero sé que es así… quizá a través de la inspiración que supuso para el movimiento hippie, la influencia que este movimiento pudo haber tenido en la civilización occidental del último cuarto del SXX, a la herencia más o menos descafeinada que se recibió de ello… no sé, no lo alcanzo a ver pero sé que es así.

Por ello, quizá, solo por ello, puedo apreciar un trabajo como este libro de 1945, con su amigo en prisión, que escribieron a dos manos (cuatro, en realidad) Burroughs y Kerouac, a pesar de ver en los intentos desesperados de Jack de conseguir la fama y el reconocimiento con este episodio, aprovechando hasta el límite una anécdota de su juventud que quiso convertir en episodio casi trascendente.

Sin embargo, leo en esa desesperación, en la del yonki BB y quizá un poco ayudando a la de Ginsberg, la desesperación de la sociedad y la cultura occidental que, tras la 2ª Guerra Mundial, acabó por perder completamente el norte de su brújula, dejándose llevar por impulsos parcialmente hedonistas mezclados con un sadomasoquismo avergonzado, con sentimiento de culpa y huida hacia delante, como si el pasado no existiese y, por otra parte, como si solo pudiese pensar en el pasado.

Como dice el epílogo de la edición de bolsillo que compré recientemente, el existencialismo aún estaba por llegar a EEUU cuando se escribió esta novela. Hay que reconocer esa capacidad de anticipo. Llegaría también un rebelde sin causa, el extranjero, etc, etc, etc… que nos harían darnos cuenta de lo mal que estábamos y de la falta de explicación o de ayuda para nuestros problemas…

Pero no dejo de pensar que son problemas de niños pijos, problemas de burgueses ociosos que no hemos de trabajar para vivir. Se anticiparon a esta crisis en más de 60 años.

Y, por reconocerles algún mérito: sacaron partido volcándose a crear cuando otros podrían haberse dedicado exclusivamente a la autocompasión o el disfrute superficial de una vida colmada. Escribieron su dolor, dándole forma, una forma que no se conocía, una forma alocada y brutal, salvaje, desoladora, sin esperanzas, sin futuro… dándole forma a la expresión de la sensibilidad de nuestra alma postmoderna.

Algo les debo, después de todo.

Quiero desahuciar a mis vecinos

Sin ser exagerado, pero sí, soy la rama dura de esta comunidad de vecinos en la que parece que no ocurre nunca nada grave.

Hace un año fui nombrado presidente, de manera rotativa, me tocó serlo, y nos informaron entonces de que había algunos impagos en el inmueble porque algunos vecinos no pagaban las cuotas de comunidad correspondiente. Yo fui el único que dije que me parecía adecuado proceder con un juicio. Sé que suena muy duro, pero me parece terrible que se exijan responsabilidades a políticos, a banqueros, a empresas… y no empecemos por pedírselas a nuestros vecinos.

Si alguien adquiere un piso en propiedad, lo que no es en ninguna medida obligatorio sino voluntario, adquiere con él una responsabilidad, en realidad, un conjunto de derechos y obligaciones. Tiene el derecho a alquilarlo, por ejemplo, a venderlo, etc… pero también las obligaciones de hacer frente a algunos pagos como son los correspondientes impuestos (que podemos considerar excesivos, por supuesto, pero sin olvidar que contribuyen al mantenimiento de una estructura urbana, de unos recursos sociales como son la limpieza de las calles, la recogida de basuras, el alumbrado, etc).

Y es grave cuando alguien desea obtener solo los derechos sin las obligaciones.

Hace algunos meses hubo una reunión extraordinaria porque no se había ido a juicio y estábamos al borde de la quiebra como comunidad (lo que no dice mucho de nuestro administrador, a quien despediría inmediatamente, por ello entre otras cosas), debido a impagos sucesivos ya de tres de los diez propietarios del inmueble. El 30% de morosidad…

A pesar de la situación, el resto de mis vecinos seguía sin desear emprender acciones legales contra los que no están pagando y haciéndonos sufrir una lamentable irregularidad a los que sí pagamos.

En esa reunión, se propuso (el administrador destituible) que pagásemos un poco más para poder hacer frente a pagos como el de la recogida de basuras del portal y sacada del cubo cada día.

Ahí hice acopio de cabreo y aproveché mi curso para decir no y me planté en añadir que no subiría ni un céntimo mi contribución a nada de la comunidad de vecinos mientras existiese algún impago pendiente, antes bien, si se proponía algún tipo de aumento por vía democrática, ejercería mi derecho a negarme a pagar, pasando a engrosar la lista de morosos.

Tan solo se logró cancelar algún servicio, como este de recogida de basuras, para poder salir del atolladero en el que estábamos. No conseguí que se enjuiciara a nadie ni se iniciaran los más mínimos procesos de reclamación por vía jurídica.

La secretaria del administrador me informó de algunos de los problemas personales que estaba teniendo ella para localizar a los propietarios morosos, de algunos de los problemas personales que estaban teniendo algunos de los propietarios morosos, de algunos de los problemas personales que estaban teniendo algunos inquilinos de algunos de los propietarios morosos y yo, por mi parte, no le informé de los múltiples problemas personales que tenían muchos de los propietarios no morosos para hacer frente a los pagos correspondientes a sus responsabilidades.

No entienden que no se trata de nada personal. Se trata de algo, afortunadamente, regulado por normas que evitan que tengamos que llegar a convertir esto en algo personal. Si fuese personal, hace tiempo que habría empezado a «insultar» o tratar mal a algún vecino… No. No es personal. Son «negocios».

Quiero incluir una cláusula o norma adicional en las que rigen la comunidad para que ese enjuiciamiento, ese procesamiento legal se inicie automáticamente. No quiero que tengamos que ser consultados sobre algo que, directamente, no debería pasar.

Entiendo algún problema puntual, pero no una acumulación de más de 12 impagos sucesivos, adeudando la friolera, en total, de más de 3000 euros entre ellos. ¿No es posible tener un umbral (y me acuerdo del efecto fotoeléctrico al decir esto) a partir del cual se inicien acciones, se ponga en movimiento algo?

En esa reunión última asistió Carmen representando nuestra posición y defendiéndola muy bien, el administrador sugirió seguir esperando a ver si había resoluciones del conflicto sin llegar a lo jurídico. Carmen, como habíamos hablado, defendió lo contrario y el resto de vecinos, todos ellos tan buenos, casi naife, sonreían y asentían a ambas cosas… como buenos sumisos humanos.

Parece ser que uno de los morosos ha acordado una forma de pago, parece ser que otra ha prometido que va a pagar en breve, a un tercero no sabemos si aún es pronto… Y seguimos sin garantías de cumplimientos por su parte. Ni formas de exigirlas.

En paralelo, queríamos que el administrador incluyese la posibilidad de mantenernos informados a cuantos vecinos lo deseásemos, ahora que hay internet, que todo esto de comunicar parece más sencillo, mediante un email mensual, por ejemplo… y parece ser que contestó que eso era demasiado trabajo, que cómo iba a hacerlo si tenía unos 3000 clientes… ¿y si todos le pedían lo mismo?

Yo pensé, cuando me lo contó Carmen, que si tenía de verdad 3000 clientes, ¿cómo era que no se podía permitir el lujo de contratar a alguien que se encargara de esa gestión? Otra nueva razón para buscar otro equipo administrador de fincas. Pero en este país somos tan inmovilistas… Costará mucho convencer a otros vecinos de que debemos exigir más a quienes realizan para nosotros un servicio remunerado en un sistema en el que debería regir el libremercado nos encontramos atados por nuestra propia incapacidad. Por poner un ejemplo, Telefónica-Movistar sigue siendo en operador principal por falta de voluntad de los particulares para elegir uno diferente. Por no hablar de Windows o Internet Explorer frente a Linux. Hay alternativas, y algunas pasan por el hecho de tomar decisiones, y otras, incluso, por complicarnos algo la existencia, pero nos pueden hacer más libres.

Así que, como para pensar en alternativas en la gobernanza política.

En resumidas cuentas: soy el único que parece exigir que, si es preciso, desahucien a mis vecinos morosos. Si no pueden pagar un gasto comunitario, que se pongan en la piel de quienes pagamos a duras penas ese gasto común, esa aportación social, incluso, y me consta, desde situaciones duras como pareja con ambos miembros en el paro. ¿Qué necesitan estos últimos para, ya no revolucionarse, pero al menos para luchar exigiendo un cumplimiento de obligaciones igualitario?

Seguimos sin recogidas de basuras, seguimos con poco dinero en el fondo común de la, redundantemente llamada, comunidad y el administrador, neoliberal, claro, nos propuso bajar la recaudación… y mis vecinos, con la única objeción de Carmen en representación nuestra, aprobaron encantados esa reducción de contribución.

El cortoplacismo se manifiesta tan frecuentemente que es pasmoso darse cuenta de que lo que se produce a pequeña escala se reproduce a escala nacional e internacional. ¿No son conscientes de que no tendríamos dinero para hacer frente a una pequeña derrama que, en breve, acaecerá?

Me pasma.

Y yo afirmo y reafirmo: no subiré ni un céntimo (y si se baja, no subiré de nuevo) mi contribución, pase lo que pase, hasta que no haya ni un moroso en mi edificio. Quizá el problema estará cuando tengamos un problema de habitabilidad y nos demos cuenta de que, quienes no están llevando a cabo los pagos, curiosamente, no tienen estas viviendas como primera y única vivienda, que son especuladores en pequeña escala, que son propietarios que alquilan sus pisos, o dueños de una empresa que puede declararse en quiebra sin afectar al propietario del inmueble…

Confiemos en que no pase nada… confiemos en nuestra responsabilidad individual para salvarnos el culo, pasemos olímpicamente del hecho de poder beneficiarnos de formar una pequeña «comuna» o comunidad bajo la que guarecernos de posibles contingencias.

Y luego…

ufff… ¡no lo había pensado!

Nueva forma de afrontar manifestaciones

¿Qué tal si en las próximas manifestaciones, los manifestantes se parapetan tras este tipo de protecciones anti-anti-disturbios?

Es una idea la de sustituir las manidas cabeceras de las manifestaciones, esos textos que solo puede leer la prensa obsoleta, esa que está al otro lado de donde hay que estar, esas telas largas de un metro de anchura que sirven para identificar la cabeza de una serpiente que, quizá, ha llegado el momento de pensar en ser múltiple, como imagen, me viene a la cabeza, y nunca mejor dicho, la de Medusa.

¿Qué tal si cada cabeza de serpiente, de la cabeza de múltiples reptiles, llevase en su frente uno de esos protectores, una de esas barricadas móviles?


Esto no es una broma