Educación Pública en Huelga

Estoy harto de hablar de educación pública y de sanidad pública.

Ahí radica el problema de fondo del porqué se dejan deteriorar, se comercializa con ellas, se desprestigian, etc.

¿Cuál sería el panorama si no existiese otra que la pública?

Para mí hay algo con lo que no se debería comercializar, que no debería ser manejado por un sector oportunista como lo es por naturaleza el mercadeo capitalista. Fue un avance social ingente lograr que la educación cubriese a la totalidad de la población de un país o que la educación tuviese una cobertura también completa, salvo algunos sectores nunca considerados de extrema necesidad, como la oftalmología o el cuidado dental.

Vale, asumamos unas limitaciones… vale, aceptemos que todo lo demás se compre y se venda… casi hasta los políticos… pero la educación y la sanidad deberían ser siempre públicos y exclusivamente públicos.

Aquí está el quid de la cuestión, la base del problema: mientras exista cohabitación entre lo público y lo privado, entre el bien público y el bien personal derivado del enriquecimiento de unos pocos a costa de algo que no debería ser rentable, sino beneficioso, estas prestaciones serán, como todas las demás, puestas en el juego peligroso de la especulación derivada de la adquisición y explotación de estos servicios básicos para el funcionamiento de una sociedad pretendidamente igualitaria

Mientras fomente la división de la sociedad en dos clases sociales de pudientes y no pudientes, lo que hará será fomentar una brecha que acabará generando conflictos inevitables y catastróficos, odios intrasociales, fragmentando a la población en los dueños y los adueñados, los amos y los esclavos, patricios y plebeyos, las castas que siglos de revoluciones sociales habían conseguido ir paliando seguirán siendo irreconciliables.

Está claro que se aducirá que la igualdad no es natural, que los seres humanos nunca han logrado la igualdad plena de oportunidades, pero lo que viene siendo habitual es que nos olvidemos, para lo que nos da la real gana, de que el ser humano vive de espaldas a lo natural en todo lo demás. También en esto, y no es necesariamente malo, tan solo es una prueba de que es un animal que genera un entorno demasiado sofisticado alrededor suyo como para dejarlo al libre fluir de su naturaleza: nos vestimos, viajamos en coches, llamamos con teléfonos, como si fuese natural… pero en lo referente a lo social, defendemos volver a una naturaleza, pretendidamente cruel y de la que nos libramos en cuanto nos hace la vida más incómoda.

Es mentira: no es natural al ser humano no buscar reducir la desigualdad social dentro de sus sociedades más o menos artificiales o culturales, es algo que se elige, que se elige como sociedad, pues estas se comportan como individuos más o menos conformados por células humanas más o menos unidas entre sí y que han ido encontrando su lugar especializado en estos cuerpos complejos que requieren un enmarañado manojo de relaciones intrasociales para mantenerse en pie.

Sí, se puede elegir otro modelo; sí, se puede apostar por una sociedad dividida en castas, sí, se puede fragmentar la sociedad en pudientes y no pudientes, en amos y esclavos…

Pero esta es la voluntad de los recortes en educación, en sanidad, no es ni más ni menos que la de privilegiar a los pudientes y desprivilegiar a los no pudientes. Se miente diciendo que de una casta se podrá pasar a otra, que después habrá igualdad de oportunidades, pero eso es una auténtica falacia que se cae por su propio peso en cuanto es analizada… por quien puede, y no quiere, claro.

Hay voraces tiburones a la espera de comerse el negocio que hemos pagado y puesto en pie a lo largo de décadas de pagos de impuestos que no serán devueltos, puesto que no es gratis, la educación y la sanidad públicas no son gratuitas, cuestan mucho dinero y se mantiene de tasas que, presuntamente, se reparten de manera solidaria y equitativa, pagándose proporcionalmente a la renta de cada cual (idealmente).

Se aduce que es necesario el efectivo que ahora mismo cuesta mantener esas prestaciones, pero se olvida que es dinero que se logra mediante impuestos directos que podrían incrementarse para lograr esa mayor cobertura, reduciendo lo que tendrían que pagar las clases pudientes por mantener segregados a sus hijos en caros colegios, pero se perdería la ventaja que obtienen de la propia segregación. Es un modelo que apostaría por reducir la brecha social… pero no se quiere hacer!

¿Qué pasaría si la educación privada y la sanidad privada no existiesen?

Si estuviese prohibido especular con estas materias, movimiento social que no se acabó de dar correctamente, nadie desearía que se desprestigiaran, nadie en absoluto. Si los hijos de los políticos, de los banqueros, de los monarcas, de los curas… se sentasen en las mismas aulas que los hijos de los informáticos, de los teleoperadores, de los obreros de la construcción, de los camareros (y todas sus correspondientes formas femeninas), todos desearían que fuesen de la más alta calidad.

Y aún así no existiría igualdad plena de oportunidades: yo doy clases particulares a pudientes, claro está que esto ya hace diferencias, pero además, sus puestos de trabajo serían más accesibles por los contactos de sus ancestros, pues el nepotismo es, casi, inevitable (al menos en un sistema económico que la necesita para su funcionamiento)… pero la brecha se reduciría, se potenciaría la solidaridad, como si fuese un valor no solo de salón, no solo para desgravar en la declaración de la renta…

E igualmente en sanidad, si el más alto mandatario tuviese que seguir los trámites que todos tenemos que seguir para ser tratados en la asistencia pública, desearía que fuesen los más livianos posibles y trataría de mejorarlos y jamás en reducir su calidad ni en desprestigiarla para que fuese materia deseada por los buitres carroñeros (con todo mi respeto para los buitres) de los especuladores que, una vez dirigiendo la prestación correspondiente (sanitaria o educacional), tienen como único interés su enriquecimiento personal.

No lo olvidemos: no es una cuestión de público o privado, sino de modelo igualitarista frente a modelo segregador.

El problema del abusón

Sé que he escrito sobre este tema hace algún tiempo en el blog, pero no consigo encontrar la entrada en la que lo menciono. Hoy, hablando con mi querida amiga Susana, de quien valoro enormemente su opinión, le comentaba que tenía un tema no resuelto y que me abocaba a pensamientos que justificaban o, cuando menos, se mostraban comprensivos con la violencia y la resolución de problemas de violencia mediante el empleo de la misma.

Hablábamos de política, de cómo unos cuantos parecen estar imponiendo a los demás su dictado por la fuerza. Hablábamos de una posible élite de dirigentes del mundo en la sombra que hacen y deshacen a voluntad y de si había o no forma de evitarlo, revertirlo… Pero, de una manera simple, podía verse como lo que yo llamo «el problema del abusón»:

Una persona se cuela en una fila delante del lugar que ocupo y no está dispuesta a dialogar.

(Si estuviese dispuesta a dialogar, la cuestión sería argumental, casi incluso retórica. No entro en ese caso en esta ocasión: No está dispuesta a dialogar).

Opciones que veo como reacción a esa acción:

1.- Ponerse delante de esa persona. (Sin entrar a valorar que quizá con ello también me esté poniendo delante de otros que no habían vulnerado los derechos asumidos por mi ubicación). Sitúa el problema en:
1.1.- Vuelve a colarse (y entro en un bucle).
1.2.- No vuelve a colarse. ¿Se habría resuelto el problema?

2.- Recurrir a una autoridad que organice filas. Depositando en un tercero la capacidad para dirimir conflictos, algo en lo que se basa el contrato social, la fundación de estados de derecho y que, usado en demasía, lleva a eliminar la capacidad de los seres humanos para fomentar el diálogo (y la tolerancia) para afrontar la resolución de conflictos. En ausencia de esa autoridad reconocida por ambas partes, el problema permanece inalterado y volvemos a empezar.

3.- Dejar que lo resuelva la violencia.
3.1.- Suponer que soy más fuerte. Obligando a someterse a mis dictados. No me gusta someter.
3.2.- Suponer que no soy más fuerte. Someterse. No me gusta someterme.

(Los puntos 3.1 y 3.2, en principio, me parecen absolutamente equivalentes, simétricos, simplemente son las 2 caras de una misma moneda: resolverlo a ostias, donde gana el más fuerte físicamente… En resumen: una animalada incivilizada).

4.- Abandonar la fila y desistir de aquello que anhelaba lograr. Responsabilizando, en parte, a los organizadores de la fila de su falta de autoridad para dirimir problemas derivados de su estructura.

Aunque parezca increíble, no se me ocurren muchos más puntos. Como decía Susana, esto no es un indicativo de que no haya más soluciones, sino de que no las vemos. Estoy de acuerdo. Pero por más que las pienso, no se me ocurren y me angustia no tener una solución para un problema que parece estar bien definido.

Lanzaría un cuestionario en FaceBook a ver si alguien tiene alguna idea, pero tener que responder a todos los que responderán, así como temer que muchas de esas respuestas me puedan parecer tan desagradables como para romper alguna que otra relación, me desaniman de intentarlo.

Se lo preguntaré (enviando este texto por email) a algunos allegados…

Se cree que los elefantes sienten pena

¿Qué mejora evolutiva ha llevado a algunos animales, entro otros, los humanos, a sentir pena?

Hoy estaba viendo un documental sobre la fauna africana, en la que hablaban de la eterna historia de la supervivencia, en la que los depredadores depredan y los depredados sirven de alimento. Como humano, siento estar más cerca de los depredadores que de los depredados, pero es incorrecto, no soy ni uno ni otro. Debería ser recolector, debería ser racional consumidor de recursos. Eso es lo que nos ha permitido, para bien y/o para mal, crecer como especia hasta aniquilar tantas otras que da miedo pensarlo.

Sé que los elefantes tienen famosos cementerios, lo que indica una especie de comprensión del concepto de muerte, incluso, podríamos pensar en si existe una conciencia del ser, pero que además sientan pena por el fallecimiento de uno de su especie es algo más… ¿humano? Qué pocas palabras tenemos para expresar la ternura.

¿Por qué la pena? ¿qué avance como especie resulta de llorarle a un cadáver? ¿y la risa? Sé que Bergson escribió un aburridísimo tratado sobre la risa, que recuerdo con pavor, como una de las lecturas más áridas que haya leído nunca, pero no recuerdo haber encontrado un libro en el que se explique porqué la pena es buena para la especie. Seguro que lo hay, simplemente, aún no lo he encontrado, salvo manadas de poemas…

Hoy no quería escribir (hacer puente sanis(h)ídrico), pero no quería dejar de contar esta reflexión elefantiana en estos tiempos en los que los elefantes son noticia monárquica…

Curso gratuito para enseñar a decir NO

(Para mayores de 18 años: personas responsables últimas de sus actos)

Cuando quieras decir NO
di NO.

No grites.
No hace falta.
Solo di NO.

Si no…
Di no.

Si alguien no te gusta
No te quedes a su lado.

Si no…
Di no.

Si no quieres matar a nadie nunca, en ninguna situación
No te hagas soldado o militar (ni policía

Si no…
Di no.

Si algo no te hace bien
No lo soportes.

Si no…
Di no.

Si en una empresa no estás a gusto (a tu gusto
No te aguantes.

Si no…
Di no.

Si no crees en Dios
No entres en una iglesia
No formes parte de ritos que asumen su existencia
No eduques a otros para que sí crean o crean que creen.

Si no…
Di no.

Si no crees que debe primar la educación privada sobre la pública
si no crees que deba primar la sanidad privada sobre la pública
No vayas a un colegio privado a dar o recibir clases
No lleves a tus hijos a un colegio privado
No vayas a un sanatorio privado
No pagues un colegio privado
No pagues un servicio sanitario privado

Si no…
Di no.

Si un tipo grita en un lugar donde no debe hacerlo
Dile que No lo repita.

Si no…
Di no.

Si no te hace caso
No le vuelvas a invitar a unirse a esa fiesta.

Si no…
Di no.

Si no puedes hacer eso porque la fiesta no es tuya
No vayas.

Si no…
Di no.

Si no te pagan
No pagues.

Si no…
Di no.

Si eres periodista y no te dejan escribir lo que quieras sobre alguien (o algo
No escribas nada sobre ese alguien (o algo
Y si no te dejan estar sentado
No te quedes de pie
No te quedes.

Si no…
Di no.

Si no quieres hacer el amor con alguien (o algo
Di que no quieres
y No lo hagas
Salvo que no te importe ser violado por alguien (o algo

Si no…
Di no.

Si no te gusta una relación que mantienes
No gastes más energía en ella.

Si no…
Di no.

Y punto.

No le temas a que te llamen radical
No te agobies por romper lo que no quieres
No pierdas tiempo ni esfuerzo en mantener lo insostenible

Si no…
Di no.

Y si después de todo esto, no dices (nunca) no…
No digas (nunca) que no te advertí.

De los funcionarios

Hoy he visto publicada una noticia sobre las medidas contra los funcionarios que se están aprobando sin la repulsa de ningún otro trabajador de la empresa privada, como si no fuese con ellos. La noticia está en el País.com.

Del tópico del cafetito a mediodía al de que los funcionarios se ponen enfermos mucho más que el resto de los ciudadanos. Estos y otros lugares comunes han servido a los sucesivos Gobiernos para añadir argumentos a varias iniciativas que penalizan a los trabajadores públicos: bajadas de sueldo, aumento de la jornada laboral, suplencias y contratos interinos sin cubrir. La última, la propuesta de que estos empleados no cobren su salario íntegro durante los primeros 90 días de baja por enfermedad, ataca una de las partes más sensibles y más incontrolables: la salud. Y además lo hace sin una base estadística que acredite que los funcionarios, en su conjunto, abusen del sistema.

Cada día me encuentro a más gente que ataca a otros colectivos en un intento de focalizar su ira sobre algún culpable que no sean ellos mismos. Incluso queridos amigos que creen este tipo de patrañas, o que los inmigrantes son unos aprovechados o que las mujeres se benefician de tratos especiales o que los jóvenes, o que los ancianos o que los parados o que los que tienen trabajo fijo o los que no lo tienen…

Y es un error. Un error bien planificado por los que ostentan el poder, para deprimir a sus posibles adversarios enfrentándolos entre ellos. Ya lo decía Marx, «paz entre pueblos y guerra de clases». Alguien tuvo la sabiduría de ver que era un problema esa paz y había que conseguir un enfrentamiento permanente dentro del pueblo que le impida unirse. Sin ponerse decimonónico, lo que sí es evidente es que ese tipo de estrategias se siguen usando para desenfocar del punto de mira a causantes de crisis como la actual o para, sencillamente, poder operar sin ser visto, puesto que se atiende a otros conflictos.

Con respecto al mito de que los funcionarios no trabajan, el otro día, en una cena con unos amigos, me encontré defendiendo que eso no es más cierto que en otros sectores. Recuerdo cuando trabajaba en Rural Servicios Informáticos (bancario, privado, muy privado) y varios de los que tenían más de 50 años, más de 20 años trabajando en esa empresa, eran una panda de vagos, de tipos que se juntaban para hacer comidas de empresa que se extendían por encima de la media de una comida normal, gastando barbaridades que, por cierto, pagaba la empresa que no subía sueldos de los que sí trabajábamos, y volvían casi ebrios, con un aroma a cognac y puro caro que daba asco.

Pero no solo no se les podía echar, sino que eran los dueños (o gestores) de la empresa, con lo que ellos mismos se ponían los sueldos millonarios que hacían inviable su despido, puesto que las indemnizaciones alcanzaban cantidades que justificaban tenerlos en nómina hasta que decidieran jubilarse. Por supuesto, además, ocupaban las más altas jerarquías de la compañía y paralizaban cualquier intento de renovación porque les supondría tener que trabajar y dejar de reunirse en absurdas reuniones de sesgado corte machista, con comentarios tan desafortunados como groseros para con gran parte del personal, así como fuera de horarios laborales acordados. Al fin y al cabo, el resto del día no tenían ni siquiera que hacer acto de presencia por sus puestos de trabajo, siempre en despachos de cuero de alta gama negro, con buenas vistas…

Y eso era solo la punta de un iceberg que dominaba la filosofía de la empresa privada en cuestión. Lo viví así en todas las empresas que tuve el gusto o disgusto de conocer.

Recuerdo a mi padre, honrado donde los haya, diciendo que él ya no era un trabajador competente, que era mejor que le jubilasen, que, lógicamente, estaba cansado y no iba a proponer iniciativas (que seguro que luego era exagerado, conociéndole…), y que, en la empresa privada era necesaria la entrada de gente joven, nueva, con ganas de trabajar, de cambiar cosas…

Es natural, en la privada y en la pública (funcionarial) que ese cansancio llegue. Es normal que uno se agote de dar clase siempre o se agote de programar o se agote de hacer una determinada tarea más o menos vocacional, más o menos deseada o más o menos alienante, pero en la empresa privada, además, a esa gente cansada, cada vez con menos ganas de trabajar, se la asciende por el tiempo, se la sitúa en puestos de mayor importancia, en parte por los contactos que, con el tiempo, ha ido haciendo. Es una especie de nepotismo absolutamente asumido como natural. Así que nadie lo critica.

Pero acaban siendo trabajadores que no trabajan o, en el mejor de los casos, que no están capacitados para sus nuevas responsabilidades, que han llegado allí como sargentos chusqueros, sin más mérito que el de aguantar en un lugar sometiéndose a lo que sea necesario. Y esto no ocurre con los funcionarios.

Que hay funcionarios que se agotan de su trabajo es normal, es natural, ya lo he dicho, pero a estos no los ascienden por seguir allí, no les suben el sueldo en un grado tan alto, sino de una manera mucho más razonable, sin llegar a cobrar 30 o 40 veces su sueldo inicial… Y no se hacen dueños de un sistema que quedaría anclado en la inacción.

Pero se sigue diciendo que son vagos, que se enferman con frecuencia (no hablo de lo que ocurre entre muchos compañeros a los que conocí y que no van a trabajar por una resaca, diciendo que tienen gastroenteritis) que atienden mal, que no hacen bien su trabajo… ¡Y en la privada tampoco!

¿Qué se oculta tras esa campaña de desprestigio?

Ya anticipé que se ocultan intenciones tan perversas como enfrentar a la sociedad consigo misma, a los trabajadores contra los trabajadores, en lugar de los trabajadores contra los dueños de las empresas, o contra los mercados… sin entrar muy en detalle a juzgar a estos (hay muchos empresarios honrados y trabajadores, pero otros no lo son y nadie dice que hay que eliminar a los empresarios por ellos).

Además, sabemos que la sanidad y la educación son dos sectores que se pueden poner a subasta, se están vendiendo al mejor postor, a empresas ambiciosas que acabarán por ocupar la posición del estado en la administración de estas labores, con lo peligroso que esto pueda resultar, dejándolos fluctuar a precio de mercado, un mercado que ha demostrado su incapacidad para regularse, para regirse por criterios humanitarios, solidarios o sociales.

¿Y qué pasará cuando esto sea así?

Esas empresas harán lo que quieran, sin control, teniendo a unos profesores, por ejemplo, que también se cansarán cuando lleven años dando clases pero que habrán ido consiguiendo otros puestos de trabajo, aunque estuvieran cualificados para dar clase y no para gestionar un departamento, que les llevará asociados unos sueldos que harán difícil su sustitución, salvo por personal cada vez peor cualificado, becarios, etc, recién salidos de la universidad que podrán dar clase y que durarán unos poquitos años antes de agotarse, buscarse otro trabajo, irse a donde sean más valorados… quedando en el profesorado aquellas personas menos ambiciosas, menos cualificadas, que realizarán ese trabajo por dinero, únicamente por dinero.

Pero eso sí, los comerciales de esas empresas tendrán grandes sueldos, los directivos de esas empresas tendrán grandes sueldos, los marketing de esas empresas tendrán grandes sueldos, los jefes de personal de esas empresas tendrán grandes sueldos… y no serán despedibles, porque no compensará hacerlo, cayendo en una suerte de funcionariado de alto estanding que los alejará de los mortales que no los verán como alguien que ha conseguido una plaza mediante un examen de cualificación, sino que lo han logrado por la sumisión, la permanencia, la ambición… y un nepotismo indetectable y fuera de control.

Mientras tanto, la privatización paulatina llevará a la aparición de una separación más definitiva de las clases sociales, derivada del acceso a la educación que será, definitivamente, segregacionista, basada exclusivamente en los ingresos, de modo que, los de mayor poder adquisitivo tendrán acceso a una educación de mayor calidad y, a la postre, podrán conseguir mejores puestos de trabajo para mantener la separación que les garantice esa mejor situación: Feudalismo!

¿Por qué se acepta por todos como verdadera?

Envidia. Vemos en el funcionariado la ansiada seguridad de un puesto fijo, puesto al que podemos optar, preparándonos, porque siempre ha sido así, no es un puesto inaccesible, como ser rey, o como ser director ejecutivo de una gran empresa, sino que podemos optar a ello y no lo hacemos.

Así que nos acabamos creyendo que son unos vagos porque como tienen un puesto fijo (después, en la mayoría de los casos, de larguísimos años de espera), sin posibilidad de ser despedidos, y que no tienen porqué hacer nada en sus empleos para conservarlos. No es que lo hagan, es que creemos que lo hacen, creemos que tienen más bajas laborales, cuando no hay datos que lo confirmen, creemos que tienen menos ganas de trabajar, que se toman sus tiempos para hacer cualquier cosa… ¡pero en la empresa privada también es así! Hay trabajadores honrados en uno y otro sector, pero nunca se pone en cuestión el sector privado, el modo de contratación que garantiza que alguien, tras 3 años o 4, acabe siendo contratado con un puesto «fijo», del que le tienen que indemnizar para despedirle, sin más prueba de acceso que una entrevista de trabajo arbitraria y realizada por un criterio absolutamente particular: el de la empresa en cuestión.

Entiendo la frustración de muchos los que hablan contra los funcionarios vagos, que claro que existen, pero no entiendo porqué les molesta más que lo que ocurren con los trabajadores de la empresa privada que también los hay. Y también el otro día me aclaró algo de esta incomprensión, mi querido amigo Jens, que dijo que a los funcionarios los pagamos todos…

¡Y a los trabajadores privados también! – añadí. Al fin y al cabo, que los productos o servicios de una empresa sea menos baratos que lo que podrían ser se debe a que hay que pagar a aquellos que, en su mayoría, además, cuadros superiores, se tocan los huevos a dos manos, pero hacen creer que son los más importantes y, por ello, reciben sueldos millonarios y tienen puestos de trabajo mucho más blindados que casi cualquier funcionario.

Pero esto no lo vemos… o no queremos verlo.

Ver que esta campaña de difamación es una falacia significaría asumir que la responsabilidad de lo que ocurre es de todos y cada uno de nosotros, que no podemos seguir echando balones fuera y culpando a los funcionarios, a los inmigrantes, a los jóvenes, a los ancianos, a las mujeres, a los empresarios, a los becarios, a… otro.

Imágenes para el olvido

¿Pero cómo una web sobre la desnutrición y la pobreza en el mundo puede tener una publicidad tan poco seria sobre otras cosas? ¿A nadie se le ha ocurrido pensar en el contexto de las imágenes que muestran, en las ofertas que hacen frente a frases como la que acabo de publicar en FaceBook?

Según las estadísticas de la Organización Mundial de Salud entre 3 y 5 millones de niños menores de 5 años mueren por año en el mundo por causas asociadas a la desnutrición.

Junto a unos cálculos sencillos (dividiendo niños en fracciones, para que se entienda que no se piensa en ellos como humanos, sino como simples datos estadísticos, fríos, lejanos, hasta llegar a cuestionar su existencia.

?

10958,9 niños por día.
456,6 por hora.
?7,6 por minuto.
y ahora, háblame de crisis.

Y esto, después del otro texto del día, el que he escrito sobre caprichos y crisis y por el que acabo de discutir con Carmen. Consiguen (un impersonal que no nos debería excusar) que no creamos la realidad, que olvidemos que existe, para poder seguir con nuestras ideas de niños caprichosos…

Caprichos y crisis

Sigo oyendo hablar de crisis económica sin parar y de problemas graves acuciantes por todas partes y también, cada vez que me encuentro con algún niño o alguna niña y sus progenitores (papás y mamás) les preguntan constantemente cosas como ¿te gusta esta comida o te pedimos otra?, pienso que esta crisis es una crisis de niños pijos, de lujo, de paraísos…

No puedo concebir que se siga derrochando comida por capricho, por el mero hecho de «no me gusta» esto o aquello, como si fuese una razón suficiente. Y recuerdo la frase que me decía mi padre de «piensa que hay gente que se muere de hambre». Y claro que pensaba en ello y no se me ocurría nunca plantar cara a mi madre que hacía milagros estirando la comida, de manera que comíamos lentejas y luego lentejas con arroz y por último puré de legumbres… y así acabábamos de comernos todo lo que fuera necesario comerse.

No teníamos innecesarias videoconsolas, ni varios televisores en la casa, no teníamos ropa de marca y podíamos apañarnos con ropa zurcida una y otra vez, como yo ahora con los pantalones vaqueros, cuyos arreglos cada día son más caros en proporción al precio de una prenda nueva.

Sé que las cosas han cambiado y que, por ejemplo en este último tema, se nota la influencia de la globalización, haciendo más rentable (aún) el consumo irresponsable por encima del arreglo o, incluso, el cuidado de los bienes.

Voy en el metro y veo iPods, iPhones, smartphones de distinto pelaje, eBook-readers, ropitas de marca, refrescos de diseño y dulces envasados al vacío. Todo esto es absolutamente prescindible. Y sin embargo, el endeudamiento sigue y sigue.

Sé que hay gente en verdaderas situaciones de exclusión social, pero también veo que hay muchos que no saben que van a estarlo en breve si no evitan seguir por el camino por el que van. Y aquí me excluyo, por una vez, hablo en tercera persona del plural y no en primera persona: yo no soy así.

Estiro la vida de un PC todo lo que puedo (claro que el PC podría no ser necesario, pero ahora mismo digamos que es mi herramienta de trabajo), estiro la comida hasta que se agota toda (gracias, mamá, por enseñarme economía doméstica), nunca tiro una bolsa de plástico sin haberla utilizado varias veces antes, nunca tiro un frasquito de conservas, así me ahorro comprar innecesarios tuperwares, reutilizo toda hoja de papel hasta que su reciclado se hace casi superfluo.

Y es que el reciclado, en gran parte, me parece un defecto de nuestros hábitos de consumo: consumimos tanto y tan irresponsablemente que tenemos que pensar qué hacemos con los deshechos. Pues consumanos más responsablemente, disminuyamos los residuos, reduciendo la adquisición de ridiculeces, reutilizando todo lo que ya hayamos adquirido, echémosle un poco de imaginación a la vida de los objetos que nos rodean, acostumbrémonos a valorar, como antaño, cada pequeña cosa que tengamos como si fuese importante, como si nos tuviese que durar toda la vida, como si no pudiésemos comprarnos otra cuando nos empieza a dar problemas o nos queda «fea«.

De unos vaqueros rotos se puede obtener un portamandos de televisión. Es simple, es barato, es anticrisis. No nos hace falta uno que cueste 2 euros en Ikea. Son 2 euros… y una filosofía de derroche. Del bolsillo de esos vaqueros podemos hacer una funda para un móvil… y seguimos!

Veo pijerío sin parar en un mundo en descomposición y me dan ganas de vomitarles un volcado de palabras que comience con el vocablo más utilizado de este lustro.

Si no te gusta la sopa, no comes. ¡Y punto pelota!
Ya verás cuando tengas hambre….
porque la vas a tener.

Pijerío

Sin entrar en detalles, para que nadie se dé por aludido ni ofendido…

Hay pijos.
Hay quien sublima lo pijo.
Y quién sublima la sublimación.

Me siente muy próximo a estos últimos. No llevo muy bien a los segundos y a los primeros no los aguanto. Pero el pijerío campa a sus anchas por la postmodernidad.

Extraído de una página de retrospectiva de la obra de Alex de la Iglesia en Donosti:

En el año 2012 el mundo está dominado por pijos y niños bonitos. Sólo un grupo de minusválidos físicos llamados «Acción mutante» lucha contra el sistema, para acabar con la sociedad que les ha marginado. Yarritu, el líder, vuelve de la cárcel con un magnífico plan: secuestrar a Patricia, hija del señor Orujo, industrial, millonario y famoso. Tras algunos tropiezos, la operación es un éxito. El punto señalado para la entrega será el bar «La Mina Perdida», en el planeta Axturias, remoto paraje habitado solo por mineros. En el trayecto, a bordo de su nave espacial, la envidia y la traición harán que los héroes se enreden en una lucha fratricida de la que solo se salvarán los más fuertes.

[youtube_sc url=http://youtu.be/6wS_7UokU0Y]
Accion Mutante (fragmento)

Cotidianos

Desde hace tiempo vengo reflexionando sobre el perfil que mis performances (y la de muchos) están tomando. Van derivando a cierta espectacularidad que, no llegando a ser el bochornoso despliegue más o menos bonito de Marina Abramovich, no deja de ser notoria.

¿Qué ha motivado esta deriva hacia lo espectacular en el arte conceptual por antonomasia?

A mi entender, la aparición de encuentros más o menos subvencionados que pagan un dinero al performer en cuestión (alguna vez he participado en alguno de ellos) tienta a elevar el número de asistentes, realizando fotografías llamativas, acciones llamativas, fabricando un simulacro de espectáculo con una disciplina que, en rigor, debería huir de tales artificios.

Algunos hay que no caen en la tentación, como el inigualable Isidoro Valcárcel Medina, pero se lo puede permitir después de más de 50 años nutriéndonos y educándonos en la coherencia más absoluta, pero habiendo sido de los primeros, tiene garantizada su entrada en los libros y, de ahí, en la fama que le granjea un buen número de seguidores, entre los que me cuento, por supuesto. Él no tiene que «justificar» su «performismo«: se le da por hecho.

Otros, a los que a veces llamo cariñosamente ortodoxos, también siguen líneas parecidas, muy discretas, en ocasiones, muy póvera, como Hilario Álvarez o Joan Casellas, pero que, estando dentro de los mismos que organizan y convocan, tienen fácil su posible exhibición en los encuentros y en los lugares donde se ha venido institucionalizando la aparición de este género. Para ellos mi máximo respeto.

Este texto no es una crítica a los performers que no buscan esa esencia de lo conceptual, sino más bien una autocrítica por el tiempo que llevo arrastrándome a lugares cada vez más espectaculares, hasta reconocerme sabiendo que algo va a producir un cierto efecto; o sea, siendo capaz de anticipar la respuesta de un público a quien ubico pasivo, contemplativo, diría, incluso, clásico asistente a un espectáculo más o menos vistoso, pero del que se espera una emoción, una conmoción, una huella visual o auditiva, que apele a los sentidos y creando algún tipo de alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que vaya acompañada de cierta conmoción somática.

Desde hace unos meses, en particular desde que vi a IVM realizando su acción «Una Mala Acción», en el marco del Encuentro Acción10Mad, vengo sintiéndome un pequeño estafador cuando concibo performances muy vistosas, grandilocuentes, espacialmente preocupadas… y he decidido apartarme, al menos en un tiempo, de esa línea de acciones espectáculo, recurriendo a algo que sé hacer y nunca hago: actos cotidianos, como el de instalar un sistema operativo, o el de ver una serie de televisión, o hacer un plato de macarrones con pimientos…

Voy a desarrollar estas acciones casi al margen de lo que son los encuentros de arte de acción o performances, en los márgenes, más bien, como este sábado, dentro del Encuentro de Arte de Acción convocado por Artón, en el que proponen realizar acciones con la excusa del Trueque. Yo les he propuesto instalar linux a todo aquel que lo desee y que se lleve el portátil.

Les adjunté un texto extraído de este mismo diario, en el que afirmo que Instalar Linux es un acto Político. Pero, ahora, con esta nueva aproximación, también se convertirá en un acto artístico.

No sé si se entenderá como arte de acción o como pago retribuyendo a los organizadores, a los performers y a unos asistentes que espero que sean (lo serán) activos. Sinceramente, me importa un pito cómo se entienda.

En esta línea un tanto radical y ortodoxa voy a seguir trabajando en los próximos tiempos mi aproximación a la performance, mediante actos tan cotidianos y marginales que sean puestos en cuestión como trabajo artístico. A su vez, iré buscando nuevos lugares «expositivos» como realizar acciones para una única persona, o en momentos no considerados hasta ahora contextos adecuados. Pensaré en ello.

Intentaré, no obstante, recuperar la poesía…

Quiero Ser Rey

Nunca los fantásticos temas de La Polla Record han estado tan vigentes como en los últimos tiempos, pero, sin dudarlo, de una rabiosa actualidad es este tema divertido y feroz al mismo tiempo:

Escúchalo:
[audio:https://giusseppe.net/blog/wp-content/uploads/2012/04/La-Polla-Carne-Para-La-Picadora-02-Envidia-Cochina.mp3|titles=La Polla – Carne Para La Picadora – 02 – Envidia Cochina]

ENVIDIA COCHINA

Soy un hombre insatisfecho
y la envidia me corroe
si la ley es para todos y todos somos igual
y si todos somos libres pa elegir ocupación
quiero vivir sin currar y que lo pague el pais
y quiero veranear en el palacio real
seguir así no es para mí
condenar la corrupción
sin pagar contribución
quiero ejercer de gorrón
y vestido de general ver desfilar la juventud
Y hablar a la nación por Navidad vuelvo al hogar.
Quiero besar a los niños
despreciando el terrorismo
quiero aprender a esquiar
sin pisar un hospital
pedir a la población más fe en el pais
jódete tú, yo vivo bien
Tapar la situación, para el calor gafas de sol.
Tener lujo y placer, aprovechar mi sangre azul
Jugar a visitar a desgraciaos, en la miseria.
Quiero vivir sin currar y que lo pague el pais.
Seguir así no es para mí
y quiero veranear en el palacio real
¡Joder! Quiero ser rey. Quiero ser rey.

Esto no es una broma