La Aisa

Leo esto sobre metaversos y otras realidades virtuales desde Daimiel, Ciudad Real, donde nos ha traído un autobús de la compañía Aisa que ni tiene la tecnología ni el conocimiento necesario para estionar los billetes, no ya electrónicos sino en papel, adquiridos por Internet; ni conocer automáticamente el total de billetes emitidos, con lo que genera un overbooking de más de 30 personas que quedan en un limbo estacionario reclamando a voz en grito, cual verdulería incendiaria, sin intención de, tan siquiera, enviar un email… Y algo me dice que hay lugares donde eso del metaverso va a llegar con algo de retardo.

Y mientras, sigo insistiendo en hacer reclamaciones por el cauce apropiado, pero veo que nadie hace nada una vez que consigue que su sitio esté asegurado.

https://www.aisa-grupo.com/es/faqs/pregunta-2/-%09-como-puedo-poner-una-reclamacion-

Triste egoísmo que nos aísla y nos desprotege de abusos como este.

Yo, por mi parte, he hayado el tope de indignación que soporto y, después de varias incidencias parecidas, he decidido unánimemente no volver a ir montado en los asientos de esa infame compañía, salvo absoluta emergencia familiar e imposibilidad alternativa (pero no será por una cuestión de dinero).

Tontunas pseudomatemáticas

El otro día encontré en una red social este presunto test matemático que, carente de contexto, no está tan bien formulado como él mismo se cree: nadie ha afirmado previamente que la operación que se realiza sea constante, que se trate de una sucesión «regular» y no de unos números colocados al azar, sin embargo, nos gusta ver patrones, sentir que el mundo está ordenado, así que nos disponemos a lanzar suposiciones (no cálculos, no vaya a ser que…) y así se propone que para el 3 corresponde el 30, el 18, etc. Pero no se ofrecen muchas razones (ninguna) para las soluciones propuestas, tan solo el resultado, como si se hubieran copiado de alguien en un examen.

Yo aventuro a suponer que lo que se hace es ir restando a cada número (partiendo de 18) un par menor, es decir, 16, 14, 12… hasta que puedo realizar el cálculo (sin álgebra mediante) para obtener una solución más o menos cutre:

Pero no me quedo muy satisfecho de no haber sido más riguroso, no haber realizado un cálculo algebraico, generalizable, pues era una sucesión (recursiva) a la que se le iba restando una progresión aritmética de distancia=-2

A lo más que he llegado es a tener algo de la forma:

Sean 18, 16, 14… los términos de la progresión aritmética donde b1=18, d=-2
tenemos que bn = b1 + d·(n-1) = 18 – 2·(n-1) = 20 – 2n

Podemos definir an = an-1 – bn, siendo a1=90.

No he logrado demostrar si esta sucesión podría tener un término general independientemente de su definición recursiva, pero tampoco le quiero dedicar mucho más tiempo. Algo me dice que seguro que sí se podría y esto me reconcomerá unas horas, pero voy a dejar que ocurra.

¡Qué antigualla!

Pues sí que parece ser antigua la casa de la difunta princesa para que los neandertales dejasen en la misma (no en el terreno que esta ocupa) unas cuantas conchas talladas. ¿No será fruto de un viaje en el tiempo instigado por civilizaciones extraterrestres que quieren despistar nuestro conocimiento de la prehistoria? ¿quizá sea verdad que la humanidad comenzó sólo hace 6000 años? y la tierra plana, ¿es redonda, cuadrada, heptagonal…?

Es tan divertido encontrar estas redacciones aceleradas que ya ni siquiera me sorprende, tan solo es una más de las muestras del deterioro laboral. Pero eso es otra historia. Pre-historia.

Yo abolicionista

Hace años defendía la postura contraria (aunque en el fondo no acabo de ver que sean «contrarias» sino posiblemente complementarias) diciendo que no existía trabajo indigno y que las trabajadoras del sexo tenían que tener los mismos derechos…

Pero hoy no creo lo mismo.

No que esas personas no tengan que tener los mismos derechos, sino que el «trabajo» sexual o prostitución no es en realidad un trabajo sino una forma de esclavitud más o menos laxa.

A pesar de vivir en la calle tradicionalmente denominada «de las putas» de Madrid, la calle Ballesta, no conozco en detalle (de manera personal) el mundo de la prostitución, más allá de observar que van y vienen (las traen y las llevan, más bien), cambiando de cuando en cuando como los objetos que son (tratadas), salvo casos puntuales de mujeres muy mayores que, probablemente, ejercen libres de la presencia de proxenetas que las s-exploten.

Algunas de las cuales, por cierto, han causado baja permanente sin posiblemente derecho a una jubilación mínimamente digna, como La Pili o una mujer muy agradable con quien solía coincidir comprando en la frutería.

Que no sea considerado un trabajo las priva de ciertos derechos, pero la base del problema es que han sido privadas de derecho. Así que, con el tiempo, he comprendido que este es el verdadero problema a erradicar.

De hecho, leyendo entrevistas o pseudo-debates entre expertas feministas sobre si abolición o despenalización, conducido sin que realmente debatan, sino que ambas den sus opiniones sin respuesta de parte de la otra persona, me encuentro claramente del lado de la persona que defiende el abolicionismo, como hacía (y sigue haciendo) mi amiga Mariel quien acabó por realizar un documental sobre el tema titulado Yo, abolicionista que incluyo al final del presente testimonio.

Me llama la atención el perfil profesional de las personas entrevistadas y tiendo a pensar si no será esa la verdadera razón de la diferencia de opiniones:

La abolicionista, profesora en la Universidad Rey Juan Carlos y filósofa Ana de Miguel es autora de Neoliberalismo sexual, en el que desmonta la idea de que las mujeres eligen libremente ejercer la prostitución.

Encarna Bodelón, quien considera que la prostitución es un trabajo sexual y defiende que vaya acompañado de derechos laborales, es jurista y profesora de Filosofía del Derecho en la Universidad de Barcelona.

Es decir, filósofa vs jurista: ¿No será una explicación de por qué la segunda tiende a la regulación, creyendo en el derecho como herramienta de salvaguarda social, frente a la primera que exige que la ética rija la jurisprudencia?

Pero el argumento que ha usado Encarna Bodelón y que más me ha convencido de su error (ya sea por ingenuidad, por estupidez o por mala intención) es:

Más allá de las políticas públicas y más allá del derecho, el primer elemento es que todas las mujeres —y más las feministas— escuchemos a las compañeras que se prostituyen

¿De verdad esta mujer cree que sin coacción (de diversos tipos) esas personas que se prostituyen se dedicarían a ello? Y, si hay coacción, ¿de verdad lo que vayan a decir es relevante?

Pero, volviendo al primer párrafo, pueden darse ambas exigencias y no me parece irrazonable: abolición del proxenetismo, del consumo de la prostitución, no de su ejercicio y, por tanto, regulación de los derechos profesionales de quien la ejerza (mientras no encontremos una mejor manera de ser mejores personas).

DeFreds

El viernes pasado, en el encuentro de Té y Poesía que organizo mensualmente, al que asistieron, online, 5 personas, se leyeron poemas de Lorca, de Alberto Morante, de Cernuda, de Burges, de José Hierro, de Juan Antonio Valente, de Mujica, de Gustavo Adolfo Becquer, de Neruda, mientras yo leía textos de Poesía Clásica Coreana, de Poetas mexicanas contemporáneas, de Alfonsina Storni… y una persona leyó varios poemas de «una» tal «DeFreds».

No me disgustaron los poemas, así que como había sido el cumpleaños de mi querida Aída y lo celebrábamos al día siguiente, salí casi disparado a ver si encontraba un libro escrito por alguien que usaba el nombre (no el propio, por cierto) del personaje más emblemático de su serie preferida.

Al llegar a la Casa del Libro de la calle Gran Vía, que cerraba, según rezaban sus altavoces, en 15 minutos, me dispuse a buscarlo por orden alfabético de autor.

No había forma de encontrarlo en «Literatura contemporánea por autores», así que pregunté a alguien que me dijo que estaba en la sección de poesía, que seguía estando, como antes de que hiciese obras el local, en una especie de gallinero incomodísimo de acceder y, más aún, de estar en cuclillas buscando el libro o intentando curiosear algún ejemplar atípico que llevarse.

Seguía sin encontrarlo y el tiempo apremiaba, así que volví a preguntar y me indicaron que no lo buscara por la D, sino por la G de Gómez. El autor resultaba ser un tal «José Ángel Gómez Iglesias» y algo en los libros, en sus portadas, en sus ediciones, no me dio buena impresión, así que desistí de comprarlo y me fui a casa.

Al llegar, hice una breve búsqueda y me encontré un artículo en el que el susodicho autor afirma que no escribe poesía y que ni siquiera le interesa, pero parece ser que sí le interesa vender, aprovecharse de un nombre que ha usurpado para que su comercialización se asocie a feminismo, a combatividad, a modernidad, a cultura pop-postmoderna.

Yo acabo asociándolo con oportunismo y vileza.

Pero lo que me parece más insultante es que una librería (que probado ha que no le interesa) como la Casa del Libro, coloque unos libros como estos en una sección a la que el autor insiste no corresponder. Es casi como darle el premio Nobel de Literatura a alguien que no cree que lo que haga sea literatura.

Hoy he leído la noticia, que veo relacionada, de una librería de Madrid que vende solo material escrito por mujeres que se ha sentido traicionada por la publicación de un premio que ha desvelado la identidad de una de ellas siendo el pseudónimo de tres hombres.

Este viernes se desveló durante la gala del acto de entrega del Premio Planeta que tras el misterioso pseudónimo de Carmen Mola, escritora de ‘La novia gitana’ o ‘La red púrpura’, se escondían Antonio Mercero, Agustín Martínez y Jorge Díaz.

Y más allá del hecho de si me parece necesario que exista o no una librería especializada sólo en literatura escrita por mujeres, o si no habrá conflictos con a qué llamamos «mujer» como escritora, puesto que hay casos en los que podría estar su idea siendo llevada a cabo por hombres, y sin entrar en la matización, importante, de si son cis o trans; más allá de ello, lo que me irrita es que se prevé cierto oportunismo, de nuevo, en la escritura de estos hombres como mujer y afán por generar conflictos que son más rentables que la calidad literaria.

Estratégicamente, no me ha parecido muy afortunado el vídeo que ha publicado la librería en cuestión, en el que se ve una mano que va deshaciéndose de los libros en la estantería de la «autora», para meterlos en una caja, sin mucho cuidado, algo desdeñosamente, para retirarlos de la misma.

No obstante, puedo comprender la utilidad de una librería que intenta paliar la injusticia de que la presencia de autoras en las librerías siempre es mucho menor de la mitad (incluso que el tercio) del catálogo (lo que parece generar poco problema en la mayoría de las personas). Suelo acudir a la misma (o a la otra, que no se lleva muy bien con ésta) que también se encarga de ofrecer libros escritos por mujeres para comprar libros más o menos necesarios para ir saliendo de ciertos sesgos que reconozco tener por el hecho de que era complicado encontrar material escrito por mujeres.

Por cierto, publicar este artículo en el Día de las Escritoras no es intencionado. Creo.

Reglamento COVID

Estoy metido en el metro con un aforo de más de 30 personas que estamos en un interior sin ventanas abiertas… Y yo preocupándome por cumplir con los protocolos de la COVID 19 en el estudio, donde los talleres se están llevando una pasta en dispositivos para las clases online o mixtas teniendo abiertas las ventanas para 5 personas…

Desesperantes las diferencias entre los individuos y las corporaciones.

Sobre la caída de las redes sociales

Lunes y martes estuvieron caídas todas las redes sociales y aplicaciones dependientes de Facebook Inc.

A estas alturas no es noticia.

Lleva tiempo inquietándome el poder que tienen las grandes (4 o 5) empresas que hay en internet, hasta el punto de convertir la red en un oligopolio, más o menos monopolístico, muy parecido a un nuevo tipo de feudalismo o ultranacionalismo mercantilista.

Me sorprende que pueda ser noticia que una mujer (extrabajadora de Facebook) salga a afirmar que la empresa (oh, my god!) sólo busca el interés económico por encima de los derechos sociales. ¿De verdad una afirmación así puede ser noticia y no una mera obviedad en tiempos de capitalismo ultraliberal?

Hay algo que me llama la atención y es el hecho de que hemos ido dejando que pasara paulatinamente, pues cada vez que se ha intentado sobrevivir en una de estas empresas con financiación independiente (véase cuando Skype quería ser de pago, o cuando Whatsapp quiso cobrar 0.99€ anuales) nos resistimos a ello y dejamos que siguieran creciendo hasta ser deseables por gigantes del sector que, así, se ahorraban competencia al tiempo que inversión, con la mera adquisición (y posterior fusión) de la empresa emprendedora por la matriz engullidora.

Ahí hay unos pocos casos para el recuerdo:

  • Hotmail.com, una vez fue algo independiente de Microsoft
  • Skype, una vez fue algo independiente de Microsoft
  • RedHat, una vez fue algo independiente de IBM
  • Java, una vez fue algo independiente de Oracle
  • Whatsapp, una vez fue algo independiente de Facebook
  • Youtube, una vez fue algo independiente de Google (Alphabet Inc.)
  • Instagram, una vez fue algo independiente de Facebook
  • Picasa, una vez fue algo independiente de Google (Alphabet Inc.)
  • IMDB, una vez fue algo independiente de Amazon

Ahora se les exige algo que no tienen intención de cumplir y es que sean «sociales», que protejan «la libertad de expresión», que protejan «la privacidad ciudadana», que inviertan parte de sus beneficios en la sociedad (eso sí, con exenciones fiscales inverosímiles). Y no se cuestiona que el problema no son las empresas en sí, sino el depositar en ellas la labor que tendrían que llevar a cabo los gobiernos respectivos.

En un mundo desnacionalizándose, lo que queda no es libertad, sino el libertinaje de la ley del más fuerte (económicamente hablando). Vamos, lo que queda es ese vocablo gastado que tanto le gusta a la actual presidenta de la comunidad autónoma en la que resido.

Pero lo enfrentaremos haciendo unos cuantos «memes» que publicaremos en alguna red social y a otra cosa… que hay que trabajar.

De lo más divertido (no sé si ha sido un «meme» del redactor del artículo de El País donde he leído esta mañana la noticia) ha resultado ser este texto que aparece al final del mismo y que muestra que el rigor es lo que está cayendo a toda velocidad en el vacío del ostracismo:

Estos incidentes ?como la caída de los servicios de Google el pasado diciembre? han puesto en evidencia la vulnerabilidad de las conexiones digitales y la debilidad del sistema sobre el que se asienta el funcionamiento de la red en un momento en el que empresas y usuarios dependen más que nunca de ellas por el teletrabajo.

amientFacebook, Instagram y WhatsApp se recuperan lentamente de la peor caída total de su historia reciente, que afectó este lunes a s de forma global durante más de seis horashorasorasrasass seis horans seis horasseis horaseis horasis horass horas horashorasamient

Jordi Pérez Colomé
Es reportero de Tecnología, preocupado por las consecuencias sociales que provoca internet. Escribe cada semana una newsletter sobre los jaleos que provocan estos cambios. Fue premio José Manuel Porquet 2012 e iRedes Letras Enredadas 2014. Ha dado y da clases en cinco universidades españolas. Entre otros estudios, es filólogo italiano.

¡Genial experimento de poesía azarosa, dadá, fonética!

10Gb de conexión de fibra

Sí, se venden cosas y la gente las compra.
Sí, 10Gb más o menos reales que la gente compra.
Sí, para disfrutar las cuales es preciso adquirir routers especiales que la gente compra.
Sí, para conectarse a los cuales se necesitan cables ethernet que la gente compra.
Sí, que han de «enchufarse» a tarjetas de red de alta gama que la gente compra.
Sí, que poco sentido tendrían si no es en ordenadores de procesadores potentes que la gente compra.
Sí, con los que obtener una velocidad de escritura (y lectura) de datos sobre discos que han de ser más rápidos y que la gente compra.

Obvio: «la gente» es «alguna gente», o quizá «bastante gente».

Gente, mucha de la cual, lo que va a hacer gracias a esa conexión de fibra óptica
es
descargar morralla
conectarse al internet de las cosas absurdas
ver vídeos porno
o sencillamente, leer el periódico, que viene a ser lo mismo.

Pero más rápido.
Pero más caro.
Pero más mejor.
Claro que sí.

Y así seguimos…

Esto no es una broma