FALAZ 2020

Todas las nocheviejas pienso que vivimos mucho más inmersos en costumbres agrícolas de lo que nos creemos, heredando viejos hábitos basados en la observación simplona de los ciclos de cultivo, que nos dio lugar a la idea de año (sin tener en cuenta a los peculiares romanos), las estaciones, esas divisiones de 12 meses solares, ignorando casi por completo a la Luna, salvo quizá para establecer una división adicional de 7 unidades relacionadas con la noche… con la oscuridad y una simple división de 28 entre 4 sin entrar en detalles…

Con lo que tenemos un 365 que no se divide muy bien entre 4, ni entre 12, ni esos aproximadamente 30 días que no se dividen nada bien entre 7… con lo que el caos está garantizado. Y es que empeñarse en manejar enteros, como si no existiesen los irracionales… ese empeño casi diría pitagórico… es algo bastante absurdo hoy en día, salvo para encontrar unidades (unidades, sí) en el continuo espacio temporal en las que felicitarse de estar vivo y desear felicitaciones a las personas que nos rodean.

Ni siquiera el año tiene una forma de medirse sencilla, relacionada con meses o estaciones, ni hay una única definición de «año», por más que nos empeñemos en simplificar, porque siempre hay que simplificar, así que tenemos, entre otras muchas:

El año es sideral o año sidéreo cuando:

El tiempo que trascurre entre dos pasos consecutivos de la Tierra por un mismo punto de su órbita. Generalmente usado por los astrónomos, es la medida más precisa de un año. Referencia: las estrellas. Duración: 366,255936 días siderales, o 365,256 363 004 días solares medios, 365 días 6 horas 9 minutos 9,76 segundos, es decir, un día solar medio menos.

Pero si nos ponemos a pensar, también el sol se desplaza (¿con respecto a qué?), modificando así el lugar por el que la tierra ha de pasar en su movimiento orbital, así que, técnicamente, no pasa por el mismo punto, salvo si consideramos que las estrellas están fijas en un universo que, curiosamente, está en expansión… o eso parece.

Y es que la definición de día tampoco es menos compleja, así que ya puedo ignorar por nimios los conflictos de calendarios diferentes, como Julianos, Ortodoxos, Gregorianos e incluso islámicos.

Siete días dicen (esa unidad temporal también me ha intrigado mucho) que es una semana… pero ¿Cómo son los días?

Ya, ya… una vueltecita de la Tierra sobre sí misma… pero ¿en qué eje? ¿se desplaza este eje?

Bueno, pues son 24 horas… y seguimos.

¿Qué es una hora?

Minuto es cosa minuta, cosa menuda en la que fracturar las horas. 60, seguramente heredados de las cuentas babilónicas, ese conteo con las falanges de los dedos, que nos dieron lugar a los sistemas basados en bloques de 12 unidades (las falanges de una mano), que agrupándose hasta cinco (los dedos de la otra mano) daban un precioso 60.

Y para cuando llegamos al segundo (unos 3600 aproximadamente más pequeños que la horita), nos encontramos con una definición cuando menos desasosegante:

Un segundo es la duración de 9 192 631 770 oscilaciones de la radiación emitida en la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del isótopo 133 del átomo de cesio (Cs), a una temperatura de 0 K.

Dicho lo cual todo parece arreglado, pero tampoco, teniendo en cuenta que los 0 K son inalcanzables en la práctica y tan solo se pueden conseguir aproximaciones. No obstante lo cual es más preciso, dónde va a parar.

Porque claro, ahora queda acordar el porqué del 2020… es decir ¿desde cuándo contamos?

Y viene otro follón de no menores dimensiones: ¿Jesucristo? ¿En serio? No sabemos (con certeza) si fue o no un personaje histórico ni hay acuerdo, contestada afirmativamente esa primera duda, sobre su año de nacimiento. Con lo que en realidad esos 2020 años transcurridos (medidos más o menos chapuceramente a lo largo de la historia) lo son desde hace no se sabe desde qué acontecimiento relevante en una religión que ni siquiera internamente tiene un criterio único.

Eso sin mencionar que habría que contar con un año cero que no existe… se pasó del milenio uno antes de cristo al milenio 1 después de cristo así, sin avisar, sin anestesia… en una época en la que esa sutileza de los decimales era poco más o menos ridícula para el común de los mortales, ese invento del cero estaba aún pendiente de llegar a nuestro ombligo.

Date un respiro (punto es)

Hace un par de años «sufrí» una anécdota algo morbosa y que no es graciosa aunque lo pueda parecer:

La persona con quien compartía alquiler de local y junto a quien convivía con frecuencia puesto que también le impartía clases dos días por semana a su hijo en su domicilio, por no decir que había formado parte del equipo que había estado trabajando sobre una cuestión existencial pequeña muy personal que se materializó en mi proyecto La Consulta, la persona a quien podemos poner el nombre que solía acarrear con ella, Teresa, junto a su apellido, del Pozo, falleció.

Murió drástica y fulminantemente de un hictus en la piscina.

Había vivido bien y su alegría vital reflejaba sus elecciones vitales día a día, su simpatía, su voluntad de hacer que el mundo fuese un lugar cada vez mejor. Era un lujo y un honor contarse entre sus amigos.

Pero murió.

Fue en verano. Fui a su funeral. Sus amistades se contaban por cientos y desbordaban vitalidad que generaba un ambiente amable, cordial… como Teresa habría querido.

Para ir, en un cementerio a las afueras de esta ciudad atestada de cadáveres, Jaime Vallaure me puso en contacto con un familiar suyo que iba a ir en coche desde el centro.

Le contacté y me respondió que le habían dejado un vehículo «de respiro».

Yo entendí y asumí que eso se trataba de un servicio que ofrecía la funeraria para familiares con esa denominación tan apaciguadora como esa: un «respiro» (sin pensar en crematorios y chimeneas parecía un buen nombre para coches para los familiares de fallecidos).

Pero no era eso.

Cuando me encontré con quien me habría de acercar, me explicó que «Respiro» era una compañía de alquiler de vehículos por horas, un modelo que se define como «carsharing» o compartición de coches, pero que por la módica cantidad de unos pocos euros por hora (según el tipo de membresía) te dejaba disponible un coche en alguno de los parkings que tenían para devolverlo pasado el tiempo reservado a su mismo lugar.

respiro.es

Así que pasado el tiempo, procedí a darme de alta en la modalidad conocida como «A tu aire», en la que no se paga nada más que cuando se desea disponer de coche (4,5€/hora), lo que nos podía facilitar viajes a Colmenar por 3 horas, por ejemplo… o cosas parecidas.

Pasó el tiempo y lo empleamos un par de veces en dos años, pero parecía que podíamos ir usándolo más cada vez, para visitar, por ejemplo, a Silvia y Robert en la lejana Galapagar. Así que decidimos darnos de alta en la modalidad «Prime», es decir, abonando 5€/mes y luego unos 2,5€/hora cada vez que lo usásemos.

Pero no recordaba que la gasolina se tarifica aparte por unos 0,30€/km. Lo que incrementa bastante el precio en cuanto la distancia es cercana a los 100 kms.

En resumidas cuentas, el sábado pasado hicimos un viaje a Galapagar y por unas 7 horas (que hubimos de ampliar a 8 por un atasco terrible debido a las fechas espantosas en las que estamos en el centro de Madrid) acabamos teniendo que pagar 44€. Teniendo el coche en la puerta, pues la calle Barco está al lado de nuestra casa, pero certifiqué (por activa y por pasiva) que teniendo la suerte o desgracia (suerte, suerte) de vivir en el centro de Madrid el medio de transporte más eficiente sigue siendo el transporte público para distancias medias/largas y caminando para distancias cortas/medias.

Lo demás, carsharing, bicicletas, etc… será una buena opción cuando circule mucho menos vehículo por calles y carreteras. Pero ahora mismo es un despropósito gastar 5€/mes para acabar pagando más del doble de lo que habríamos pagado en transporte público (metro y autobús interurbano) que además habría tardado menos de una hora en regresar a nuestro domicilio en lugar de las casi dos horas que empleamos.

Quiero ser «impulsor» de ese futuro en el que haya algunos coches, bicicletas, patinetes, gente paseando… pero no puedo seguir financiando esa app (que no funciona, pero eso es otra cuestión) así que el mismo día que llegamos procedí a solicitar volver a la tarifa A tu aire, que quizá no vuelva a utilizar, pero que puede que sí…

Algún día la movilidad dentro de las ciudades será muy distinta a como lo es ahora, pero el cambio va más lento de lo que yo suponía. Soy tan malo con las predicciones… 😉

Absurda imagen o lo poco que importa una cumbre del clima

Que exista esta imagen junto a este artículo lo dice todo de la importancia que, en realidad, le damos a una cumbre internacional sobre el clima, al cambio climático, a todo lo que no sea bailar y vivir la vida loca (y nunca mejor dicho), olvidando que habrá un mañana, que quizá no sea muy habitable para la especie humana y cuyas consecuencias (que los políticos han considerado demasiado ignorables para no perder votantes del presente que es el cortoplacismo que les importa) serán y están siendo demoledoras en términos de desplazamientos poblacionales (nadie emigra por placer, eso se llama turismo), amén de desequilibrios socioeconómicos más agudos que conllevarán más inestabilidad social que no se podrá ignorar… porque estará en la puerta de las casas, incluso de aquellas personas que pueda afrontar vivir en zonas de exclusión de pobreza, barrios ricos reservados para poderes adquisitivos altos, con seguridad privada, etc, pero que no dejarán, lo sepan estas personas o no, de ser guetos, de ser pequeñas cárceles en las que habitan en su falsa sensación de seguridad y mucho más ficticia libertad.

Un Puñado de Polvo, de James Oppenheim

UN PUÑADO DE POLVO
James Oppenheim (St. Paul, Minnesota-EEUU, 1882-1932)

Me incliné hasta la tierra callada y alcé de ella un puñado
de polvo…
¿Era un puñado de humanidad lo que empuñaba?
¿Era la atomizada y esparcida belleza de una mujer o de un bebé?
Porque el viento esparce por las colinas de la tierra el polvo de las marchitas generaciones,
y no hay ni una gota de agua en el mar que no haya sido gota de sangre o lágrima,
y no hay ni un átomo en la savia de una hoja o de un capullo que no haya sido savia de amor de un ser humano,
y no hay terrón que no haya sido rosada curva de un labio, un pecho, una mejilla…

Puñado de polvo, tú me asombras…
Nunca soñé que el mundo estuviera tan lleno de los muertos;
ni el aire que respiro tan rico de pasado sorprendente
¿Besos de qué muchachas hay en el viento?
¿Lamentos de qué muerte en las rompientes olas que arroja el mar?
Me hallo envuelto en un aire de alas en fuga,
me hallo engolfado en nubes de vidas de amor pasadas…
¿Quién se inclina allá lejos? ¿Helena de Grecia?
¿Quién camina a mi lado? ¿Isolda?
Los árboles están brotando flores del pecho de Julieta,
y la abeja chupa miel en los labios de David…

Ven, muchacha, camarada,
párate junto a mí, tú, la quemada de sol, con tus brillantes
ojos alzados,
mira este polvo…
esto eres tú; esto, de la tierra que pisas, eres tú:
¿Por qué milagro alzada? ¿Por qué magia modelada?
¿Soplada por qué dios?

Y dentro de cien años alguno como yo podrá venir
e inclinarse y alzar un puñado de la suave Tierra,
y no soñar jamás que allí en la palma de su mano
yace la que reía y corría y vivía junto a este mar
en una tarde cien años antes…

Escucha al polvo de esta mano:
¿Quién es el que trata de hablarnos?

Código de permutaciones

// C program to print all permutations with duplicates allowed 
#include <stdio.h> 
#include <string.h> 
#define OK	1
#define KO	0

  
/* Function to swap values at two pointers */
void swap(char *x, char *y) 
{ 
    char temp; 
    temp = *x; 
    *x = *y; 
    *y = temp; 
} 
  
/* Function to print permutations of string 
   This function takes three parameters: 
   1. String 
   2. Starting index of the string 
   3. Ending index of the string. */
void permute(char *a, int l, int r) 
{ 
   int i; 
   if (l == r) 
     printf("%s\n", a); 
   else
   { 
       for (i = l; i <= r; i++) 
       { 
          swap((a+l), (a+i)); 
          permute(a, l+1, r); 
          swap((a+l), (a+i)); //backtrack 
       } 
   } 
} 
  
/* Driver program to test above functions */
int main(int argc, char *argv[]) 
{ 
  if ((argc != 2) || (strlen(argv[1]) > 10))
  {
    printf("Utilización: %s Cadena\n", argv[0]);
    printf("'Cadena' no puede tener más de 10 caracteres.\n");
    return KO;
  }
    char str[27];
    strcpy(str, argv[1]);
    int n = strlen(str); 
    permute(str, 0, n-1); 
    return OK; 
}

 

Traducción indeseada

A veces una red social hace cosas tan divertidas como traducir un poema que no era necesario traducir, y es que las palabras poéticas son como son: irreducibles, irreductibles, irredentas casi.

Mi querido amigo Ernesto, poeta visual, no sabía o no era consciente de que estaba escribiendo en portugués, de acuerdo a la ignorancia de la inteligencia artificial de Fafebook.

Papel para la poesía

Encontramos un papel, como puede ser el mantel de un restaurante tras una presentación de un libro de poesía, y sacamos un bolígrafo (o varios bolígrafos). Se reparte tinta disponible. Se escribe, casi sin pensar, sabiendo que se va a tirar a la basura. Son pequeñas tonterías que alguna vez retratamos, como si fuesen algo rescatable de la basura. Y recordamos lo divertido que fue escribir en un papel no pensado para ese fin, en un papel que tenía visos de ser un mantel, pretensiones de no servir nada más que para mancharse… y así fue: lo manchamos de poesía improvisada entre cervezas improvisadas…

La superficie

¿Qué hay bajo la superficie?

¿Qué hay sobre la superficie?

¿Qué es una superficie?

Me llama la atención la idea de que la superficie de una cosa (a falta de una expresión más detallada de aquello a lo que me refiero como acotado por superficies) esté formada por los mismos elementos básicos (protones, neutrones, electrones… sin entrar en sus componentes quark/muones, etc) que lo que hay sobre la superficie o lo que hay bajo la superficie.

¿Acaso podríamos decir que, a nivel micro-atómico no tiene sentido hablar de superficie?

Claro, se trata de un comportamiento, como la temperatura, que sólo adquiere sentido cuando son muchas (MUCHAS) las partículas involucradas, del orden del número de Avogadro o similar. Con menos de, pongamos, 1000 partículas aisladas, no hay superficie ni temperatura.

Y sin embargo, de cuando en cuando alguien realiza estadísticas con muestras mucho menores para determinar qué partido va a ser votado… y luego pasa lo que pasa, claro. Así que llamar ciencias políticas o ciencias económicas a ambas cosas… es cuando menos cuestionable.

Me gusta fijarme en la superficie de las cosas pensando que soy parte de un todo que no está dividido más que para que nos hagamos una composición de lugar más simple, el simplismo es inherente a la necesidad e aprehender el mundo, para poder hablar, para ser el lenguaje que somos, que nombra, que separa con cada apelativo, el dentro del fuera.

Vemos y creemos que ver es ser…

Y nos olvidamos de la percepción, de la mente, de la mezcla que hacemos en nuestras mentes (que tampoco tienen otra frontera que la que decidamos adjudicarles) para manejar conceptos asociados a objetos. Somos seres concretos y el principio de incertidumbre nos marea.

Acotamos lo acotable y, si no podemos, nos vemos sumidos en cierta angustia casi diría que existencial por no poder apresar nuestra realidad, nuestro entorno. Y es entonces cuando me acuerdo de aquella frase de un filósofo presocrático «El sol es plano como una hoja» y me doy cuenta de lo necesitados que estábamos de metáforas… de tropos, y recuerdo la pasión que siento por la poesía como herramienta para explicar el universo.

Un universo
verso
completamente inapresable
bajo ninguna superficie.

Autenticación en 2 pasos

El otro día me llegó este mensaje para seguir operando en la cuenta del banco ING:

Como seguramente sabes, la normativa PSD2 ha entrado en vigor, por lo que es imprescindible que, antes del 25 de noviembre, sigas los dos pasos que te indicamos a continuación, ya que de lo contrario no podrás realizar operaciones desde el ordenador sin tener descargada la app en tu móvil.

Ya sabía que iba a ser así, que poco a poco, varias empresas «son forzadas» a implementar medidas de seguridad que ni a ellas mismas les beneficia y este es uno de esos casos.

Esta misma semana comentaba con mi amiga Aída, que algo sabe del tema, que el desarrollo de aplicaciones móviles era algo con visos de entrar en decadencia, puesto que la programación orientada a front-end y back-end en HTML (a partir de la versión 5 especialmente) garantiza una compatibilidad de dispositivos más fácilmente alcanzable, así como un tiempo de desarrollo y mantenimiento infinitamente menor; es decir, que para innumerables necesidades (llamarlas así da algo de reparo) es mucho mejor utilizar la versión web que la app en el móvil, como por ejemplo me pasa en www.just-eat.com, frente a la obligatoriedad (tampoco es para tanto en un servicio como este) de uber-eats. Razón por la cual (es una mínima razón, pero para mí es suficiente) no usaré esta segunda opción para encargar comida a domicilio, más allá de alguna oferta puntual que quiera aprovechar (instalando, consumiendo y desinstalando a continuación la app en cuestión) haciendo así que la mayor parte de las ocasiones prefiera la primera.

Pero cuando este requerimiento viene de un banco… las cosas ya son más serias.

Bien es verdad que es un banco que ha defendido siempre (desde su más o menos desleal competencia) su posicionamiento «online» o tecnológico, carente de oficinas físicas prácticamente en la totalidad del territorio en el que opera, pero es algo que poco a poco van a ir incorporando otras empresas y organizaciones.

Y sin embargo…

Que digan que la autenticación en dos pasos es más segura que a través de en una única pantalla es posible que sea cierto (no es tan seguro, porque el uso que se hace de las herramientas depende, en última instancia, del usuario o la usuaria, pero eso es otro tema, del que no quieren ni hablar) pero que uno de los dos pasos sea la utilización de una APP específica en lugar de un código enviado por SMS (¿por qué no por Telegram/Whatsapp cifrado o con un cifrado básico sobre un SMS o un par de SMSs?) no es nada probable que sea más seguro.

No obstante, no nos quedará más remedio si queremos seguir siendo clientes del susodicho banco o entidad financiera, así que habrá que pasar por el aro de instalarse una versión muy criticada de la APP (tiene una puntuación actual de en torno a 2/5, lo que es un suspenso en toda regla).

Y me da por pensar en la gente que, como mi padre, no tiene un teléfono móvil «smart» y en si se mantiene la opción, de algún modo, que permita a ese perfil de clientes seguir operando con su entidad financiera.

Obvio que el banco no quiere perder clientes, así que no les culpo por la propuesta que habrán valorado como la más sencilla de implementar en su caso (o la más barata, si evitan gastos de contratación de líneas telefónicas para los SMSs), pero ¿y si la próxima vez se trata de la declaración de la renta de las personas físicas? ¿el voto electrónico?

No me acaba de convencer la exigencia social para tener un «smart»-phone, aunque yo tenga uno (que uso para innumerable cantidad de cosas), de lo que hablo es de LA EXIGENCIA de tenerlo para realizar gestiones que no tienen que ver con la telefonía, sino con servicios tradicionalmente realizables en persona, por teléfono, etc.

¿Y la gente mayor? ¿Y el coste de un smartphone y sus consabidas actualizaciones que acaban acarreando una nueva adquisición? ¿Es razonable esa exigencia?

¿Qué es vestirse de «chico»?

El otro día, leyendo un artículo de El País, titulado Poesía contra el machismo me encontré que algo me olía mal… como a tufillo machista más allá de las buenas intenciones del artículo, de esa poesía contra el machismo… y no supe qué era, pero algunas frases del mismo me resultan algo machistas y no puedo evitarlo.

El pie de una de las fotos dice:

«Katleen viste como un chico para evitar que la acosen en el camino al colegio.»

Yo tardé en encontrar a quién vestía «como un chico», pues no acabo de entender quién viste «como una chica». Supongo que se referirá el articulista a llevar faldas o pantalones, o llevar una gorra o una camiseta. No sé. Son cosas que cuando las oigo decir en el mundo del Tango me hacen recular y salir corriendo como alma que lleva el diablo por no quemar la iglesia que dicen que es. Pero encontrar esa frase en un artículo titulado «Poesía contra el machismo» me resulta algo como para saltar al cuello de alguien y decirle que se mire eso de «vestirse de chico/a».

Una frase de la escritora adolescente de la que hablan también me hiere, quizá más de lo que debiera (al fin y al cabo tiene 15 años y en un contexto en el que sus palabras pueden resultar admisibles):

“Cuando me visto femenina, con escote grande, y voy andando, acabo sufriendo acoso«.

En primer lugar por ese «vestir femenina» como si no llevar escote, llevar pantalones anchos, o algo similar no fuese o pudiese ser «femenino».

Pero acabar sufriendo acoso y decidir vestirse aparentando ser un chico… no es lo más «empoderador» que hay. Lo terrible es que haya acoso. No hay que permitirlo y punto. Todo lo demás me resultará machista. Pero una estructura (llamémosle patriarcado) que no ACOSA a los acosadores es claramente injusta y violenta. Incluso si recomienda empoderarse a través de la costura y el bordado… Pero eso es otra historia.

Esto no es una broma