Cambalache

Que el mundo es y será una porquería ya lo sé…

bah, no, no lo sé.

El mundo es muchas cosas y en él hay muchas personas
y no todo es cambalache ni mamoneo ni es una porquería
salvo que no veas más allá de tus narices y en ellas
haya guarrería que no te deje ver.

Aunque a veces convendría salir de lugares en los que se grita
sin parar
como si ese grito a lo Munch pudiera arreglar algo
que no fuese a uno mismo.

Yo no sé.

Estoy cansado de tanto exabrupto
de tanta crispación que me lleva a soñar con la obligación
de matar a alguien de un tiro en la cabeza
y mi resistencia
despertándome chillando ¡basta!
después de haber intentado convencer de que otras posibles actuaciones
existen.

No, no sé.

No es que no sepa socráticamente nada, es que verdaderamente no sé.

Estoy cansado de tener que saber
de posicionarme
de decir que Europa es mala
de decir que Trump es el diablo
de decir que la homeopatía es una estafa
de decir que el género no se combate en el idioma
de decir que la poesía es bella
de decir que hace falta algo que no sé si hace falta
de decir
y decir
y decir.

Estoy cansado
y punto.

No voy a votarles si siguen por esta línea

Estoy harto de mis tradicionales partidos de izquierda.

Voté a una izquierda que me convencía, una izquierda moderna, ecologista, federal, dialogante que de tanto serlo ha acabado absorbida por Podemos.

Voté en reiteradas ocasiones a una izquierda más tradicional, que me hacía pensar que seguían defendiendo modelos sociales (socialdemócratas) que los partidos que buscan la centralidad (esa irrealidad malintencionada) habían dejado de lado.

Pero ya estoy hartándome de su incapacidad para ganar, a pesar del tacticismo inteligente (pragmático) de Pablo Iglesias, no han sabido consensuar un acuerdo previo a las elecciones generales que hubiese supuesto el famoso sorpaso que habría abierto la posibilidad de un gobierno socialista dentro de los márgenes de la democracia europea.

Y luego se sientan a proponer mesas de gobierno a cuatro bandas… ¡pero basta ya de bandas!

Quiero que vayan unidos a las próximas elecciones y si no consiguen hacer a un lado las diferencias para conformar gobierno, para conformar una candidatura común, lo siento pero no veré tan mal que forme gobierno la gran coalición que no tienen reparos en hacer a un lado la ideología para gobernar.

¿Qué sentido tiene que no se presenten juntos y luego sepan que están dispuestos a sentarse juntos a conformar alianzas? ¿No es una estupidez estratégica, habida cuenta de que todos los partidos saben que la Ley D’Hont aplica para todos?

Estoy harto de sus miedos, de sus miserias y de sus personalismos. Harto de Pablo Iglesias, que es populista a más no poder, pero harto también de Alberto Garzón y «los maestros» de la izquierda. ¡Venga ya! ¿Cómo era eso de El pueblo unido…?

Pues aplíquense.
O no cuenten conmigo una vez más.

Bazofia

Recibo más de 300 emails diarios
que puedo descartar afortunadamente
sabiendo que poca gente me escribe en inglés
o me ofrece servicios sexuales.

Pero entre tanta bazofia
de cuando en cuando
tengo correos electrónicos de personas que conozco
y que son tridimensionales
pero algunos de sus mensajes
tampoco me interesan.

Así que borro todo y sigo adelante
queriendo suponer que lo que hago tiene algún sentido
y que alguna vez uno de esos mensajes que me llegan
será digno de mi atención.

Mientras tanto
el tiempo pasa sabiendo que estoy perdiéndolo
discriminando entre bazofia sin parangón
semibazofia
y un mensaje a la semana de una persona que me importa.

¿Merece la pena seguir teniendo correo electrónico?

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Alberto es un nombre propio masculino de origen germánico en su variante en español. Es una contracción de Adalberto, que significa el que brilla por su nobleza o nobleza brillante. (Recordar que no es oro todo lo que reluce)

Mariano es un nombre propio masculino de origen latín. Mariano puede proceder del nombre Mario o del adjetivo mariano (referido o partidario de la Virgen María).

Pablo es un nombre propio masculino de origen latino (Paulus) que existe desde la antigua Roma y fue un cognomen de una gens (familia) romana ilustrísima llamada Gens Emilia. El nombre Paulus deriva del adjetivo latino paulus, que significa pequeño u hombre de humildad. Su prevalecencia en el mundo cristiano es debido al hecho que se relaciona con el Apóstol Pablo o Pablo de Tarso.

Pedro es un nombre propio masculino español que proviene del nombre Petrus (en latín), que significa piedra (en el sentido de «firme como una roca»). Pedro es un nombre muy común, sobre todo en España e Iberoamérica. El nombre latino es cognado (poseen una fuente común) del nombre griego Πέτρος (Petros), que también significa piedra.

En resumen, cuatro hombres, cuatro gallos cacareando. Ninguna mujer.

¿No haría bien el PP cediendo paso a alguna de sus mucho mejor preparadas segundas de a bordo o tal como yo siempre he creído, parte de su electorado no lo soportaría pues son machistas hasta grados inconfesables? Desde luego, algo es seguro: mejor que el actual, sería cualquiera.

¿No haría bien Podemos para presumir de feminista, bandera que abandera hasta posiciones absurdas, dejar de lado a su eclesiástico Pablo y erigir en opcional a una de sus talentosas mujeres? ¿Alguna de entre las interesantes aportaciones que parecen sepultadas de Equo?

¿No haría bien C’s, vociferadores de presuntas nuevas políticas, cediesen paso a su muy presentable Inés?

¿No haría bien PsoE saludando a victoriosas mujeres andaluzas que tienen en su partido para aglutinar el voto feminista-light?

No acabo de entender cómo esto no se convierte en una herramienta de primer orden a la hora de elegir un candidato.

Más del 50% del electorado es mujer.

No lo comprendo: no se trata tanto de establecer «cuotas» o «paridades» si no (al menos) de intentar utilizar políticamente este hecho. Estoy convencido de que si alguno de estos partidos (el PP sigo pensando que será el primero en hacerlo y el último en desear hacerlo) diese ese paso, saldría enormemente beneficiado.

Parece que el único intento de pensar en el electorado femenino ha sido a la hora de elegir candidatos «atractivos» para captarlas. Pero ¿de verdad funciona? ¿Las mujeres no están hartas de no verse reflejadas en las instituciones? ¿no votarían masivamente a un partido que llevase en su primera línea a una mujer con la que, quizá, identificarse?

Sé que se dirá que lo que importa es la política que el partido en cuestión esté dispuesto a hacer en ese área y estaría esencialmente de acuerdo si no pensase que el marketing también cuenta y se ha elegido a Pablo/Pedro/Alberto por sus marketinianas caras. ¿A nadie le pareció que sería atractivo el elegir una mujer para la opción primera?

Mi sensación es que se sigue estando convencido de que no aceptaríamos a una mujer en un cargo semejante.

Y me entristece.

¿Absurda preocupación o pregunta mal formulada?

tequitaraelsueldo

No es importante quién me quite el trabajo (que no debería ser algo a defender tan a capa y espada, salvo que sea un verdadero placer o gozo realizarlo). Lo verdaderamente importante es quién o qué me quitará mi sustento económico.

Podría tenerse esto segundo sin lo primero, pero sería necesario que hubiese un replanteamiento del sistema económico y eso ni hablar. Mejor sigamos culpando al inmigrante o a la robótica de lo que provoca el reparto desequilibrado y desigual de los beneficios de la producción.

No sabemos si el robot te podrá o no quitar «el trabajo» pero estamos absolutamente seguros de que lo que te va a quitar «el dinero» será un humano.

La era de la estadística

Estamos viviendo la era de la estadística.

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Cuando me toca algún alumno de clases particulares de matemáticas, especialmente de ciencias sociales, tengo que repasar estas temáticas que me espantan de la probabilidad y la estadística, cuando yo siempre he sido una persona más de álgebra y topología.

Pero hoy, pensándolo, recordando una conversación que tuve ayer con Isidoro Valcárcel, sobre los modelos de la realidad, las fronteras, me di cuenta de que mi amado principio de incertidumbre dio el pistoletazo de salida a esta era en la que incluso las ciencias más firmemente algebraicas pasaron a ser dependientes de esa rama de la matemática del error, de la indeterminación, del des-con-cierto.

Antes, bien es verdad, habrían venido las revoluciones que la misma matemática había sufrido a lo largo, principalmente, de finales del siglo XIX y comienzos del XX, con la formulación de nuevos espacios, nuevas lógicas, la ruptura de la axiomática euclídea, pero quedaba la tenue ilusión de que la naturaleza era predecible porque cumplía unas reglas casi expresables algebraicamente.

Aunque era una ilusión, a mí me hacía ilusión. Y me quedé allí. Sabiendo que no podía quedarme, pero me quedé… eso de la termodinámica estadística me parecía una trampa para aproximar lo desconocido… y no una nueva concepción de la realidad, en la que lo desconocido es lo conocido, por decirlo así, la dualidad campa a sus anchas y la semántica pasa a ser protagonista en ciencia.

Habíamos vivido una maravillosa era del álgebra, desde que los copernicanos y los cartesianos habían sido capaces de predecir eclipses, elipses y otras ipses. Habían «domado» la realidad bajo la batuta de la incógnita más o menos complicado de despejar, lagrangianos mediante.

Teníamos nuestras formulitas, nuestras leyes de gravedad, más o menos relativas, pero ahí estaban, sin juegos de dados… como le gustaban al querido tío Alberto.

Atrás había quedado toda una era oscura, que podríamos llamar la era del cálculo, era de contar sin asignar a variables, sin más que números y números… anotaciones, tablas, piedras, ovejas, después de una aún más lejana galaxia de proporciones geométricas, de cuerdas, reglas, compases y medidas, medidas y medidas… Las alubias del del teorema quedaban más allá del horizonte de sucesos.

Y ni hablar de las cuentas con las manos de esos babilónicos iterativos.

Pero sí, todo eso quedó atrás y ahora vivimos la era de la estadística y no me resisto a pensar que tendría que haber aprendido y comprendido más y mejor aquella temática durante los años de mi enseñanza secundaria y el entonces bachillerato unificado polivalente, aunque claro está que no tenían en cuenta (y aún tampoco) que la era del álgebra toca a su fin y que en ciencias (puras purísimas) íbamos a necesitar la estadística, la probabilidad y esas morrallas mucho más que la integración por partes.

Qué le vamos a hacer. Probablemente (uy), probablemente llegue alguna vez una nueva era en la que lo único importante sean los conjuntos, las categorías, y podamos releer con placer a Inmanuel Kant, a Bertrand Russell y, por supuesto, a Frege.

Policías Nacionales Playmobil – Con nosotros no se juega

Antidisturbios-Playmobil

De la serie Publicidad en Cubierta.


Nada en contra (o no demasiado) de que existan unidades antidisturbios en la policía nacional, pero siguiendo con la idea de que todo se puede comprar o vender al mercado para recaudar dinero rápido, como en el germen de este proyecto, con la venta de «SOL» a «Vodafone», procedo a proponer que se «venda» espacio publicitario en distintos soportes públicos, como es, en este caso, el uniforme de los antidisturbios.

Esto no es una broma