Un libro cuya fuente es wikipedia y que no es gratuito

estafa wikipédica

Increíble pero cierto: en una web impresentable ofrecen un libro de antología de lenguas eslavas cuya única fuente parece ser Wikipedia.

Wikipedia ofrece desde hace años toda la información disponible gratuitamente, lo cual es uno de sus pilares, lo que ha destrozado a enciclopedias como la Británica que seguía enriqueciéndose de vender el patrimonio más valioso del ser humano como especie. Tienen entre sus principales objetivos el siguiente:

Wikipedia es la enciclopedia más grande y popular del mundo. Está en línea, es libre de ser usada para cualquier propósito, y no tiene publicidad. Wikipedia contiene mas de 28 milliones de artículos cuyos autores son voluntarios en mas de 286 idiomas, y es visitada por más de 497 millones de personas cada mes, lo cual la convierte en una de las sitios más populares en el mundo.

[…]

No creemos que la publicidad comercial tenga un sitio en un proyecto que está dedicado a la educación y que además tiene como valores una enciclopedia neutral y equilibrada. Nuestra gran comunidad global de voluntarios (las personas que hacen Wikipedia) siempre han creído que la publicidad comercial afectaría nuestra disposición para permanecer neutrales y que, al final, los anuncios menguarían la confianza que los lectores tienen en los artículos que están leyendo.

Viven de donaciones y contribuciones altruistas como la que hago de cuando en cuando (cuando puedo), pero me parece vergonzoso que alguien pretenda enriquecerse a partir de la fuente, siendo esta gratis.

La experiencia religiosa de Ryoji Ikeda

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Si los Cylon tuvieran iglesias, de su único dios verdadero, serían como la instalación data.path del músico y video-creador Ryoji Ikeda, que está expuesta en la tercera planta del ESPACIO de la Fundación Telefónica, abierta al público hasta el 5 de Enero de 2014.

Las instalación consiste en un pasillo de pantallas sobre las que se va proyectando un sinfín de datos sin sentido, pero que forman, acompañados por la desasosegante música de este compositor originalísimo, una experiencia mística, una aproximación a un espíritu digital, a una desgarradora visión de los mecanismos subyecentes a un mundo virtual, a un mundo discreto en el que las matemáticas y la cibernética se hubiesen unido para generar una realidad que traspasa la frontera de lo tecnológico e invadir nuestro analógico cotidiano.

Caminar entre ellos, bajo ellos, sobre los datos, es una sensación única, que nos funde con la naturaleza de aquello que ya forma parte permanente de nuestras vidas, como este teclado sobre el que estoy escribiendo, estos píxeles que están permitiendo, encendiéndose o apagándose, que leas este texto, nos funde con la cartografía secreta de unas galaxias que solo existen en una simulación tan bella como improbable.

Se proyectan datos, puntos que sabemos que están relacionados con una instrucción matemática, programados, acordes a «un plan» secreto, que Ikeda conoce, pero que nosotros tan solo podemos atrevernos a intuir, sabiendo que existe, pero inescrutable, como aquellos caminos del Señor. Datos y puntos acompañados, en ocasiones, de sus referencias posicionales, de sus coordenadas, de su lugar en el mundo, referenciándonos al dudoso lugar que nosotros, humanos, tenemos que ocupar en él.

Atrapamos las letras proyectadas en las manos, intentamos capturarlas como agua de un río que nunca es el mismo río o siempre es el mismo río, vieja controversia presocrática.

Miro absorto el ir y venir de puntos, de dígitos, de letras, de píxeles, en última instancia, que pretenden ser discretos, binarios, blancos sobre negros, pero que no lo acaban de ser, la percepción humana, la mía, se lo impide, quizá la miopía contribuye, pero no es lo único, la escala macroscópica de la proyección hace inviable la apreciación cuántica, discreta, bievaluada.

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Me abandono a ese mirar, ese ir y venir, ese fuego lumínico, esa bella sucesión de un periodo próximo a los 10 minutos, me abandono en una especie de éxtasis, de meditación contemplativa, que no puede y renuncia a capturar la ingente amalgama de datos, en ese camino que nos sugiere Ikeda. Me abandono y recuerdo aquella pretensión de Ad Reinhardt y su monocromía oscura y de espiritualidad rayana en el misticismo.

La música, no obstante, sigue siendo un importante factor presente y de la misma trascendencia que la imagen, aquella que en su día me dijo Jaime Vallaure que me gustaría (y tenía razón), aquella que hizo que conociese Spotify, entre cuyas listas tengo la obra completa de este autor tan sugerente. Hace años que quiero usar su música para un proyecto de sonido y vídeo, pero ver esta obra tan poderosa acompleja sobremanera. Su trabajo tiene tal calidad, tal detallismo, tal pulcritud, que no creo estar en condiciones de no manchar el uso que haga de sus temas.

Ryoji IkedaY la mezcla audiovisual realza cierto carácter dramático, podríamos decir, que además de amenizar la pieza, dota la instalación de un atractivo hipnótico, intenso sin ser cargante. Está perfectamente equilibrada, así como la aparición desaparición de las proyecciones, dejando pausas de luz y sonido que dejan al público (que interactivamente (de verdad) pasea entre la obra) en una especie de suspenso estado de reflexión/contemplación.

Mirar los entresijos, las tripas, el backstage de la instalación no hace sino aumentar la sorpresa, la admiración, contemplando cómo ha conseguido este artista una proyección tan exactamente calibrada, tan asombrosamente sincronizada, tan idealmente adaptada al espacio que, hay que reconocer, ha debido de participar activa y diligentemente en el montaje de una obra cuyas complicaciones técnicas, salvando columnas, por ejemplo, aparenta ser más difícil de lo que parece (aunque esto tenga el aspecto de una contradicción).

Sin entrar en detalles de cómo Telefónica ha conseguido tener la difusión insospechada de ocupar las miles de marquesinas que me alertaron de no perderme esta pieza, en comparación con la escasa de un día (único día) de pianos en la calle Serrano de Madrid, he de reconocer que agradezco que lo hayan logrado y espero que la gente de esta ciudad vaya a visitar la exposición de esta obra de arte contemporáneo que igual consigue que no se oiga esta palabra como un estigma, sino como algo propio de nuestro tiempo, como algo que nos es mucho más propio y cercano de lo que creemos, poseedores de smartphones, tablets, portátiles, televisores de plasma o píxeles, asistentes a una revolución, la tecnológica, que también impregna el arte, de cuando en cuando, con una maravilla como esta pieza de este artista al que seguir la pista.

.gl

TLD (Top Level Domain) de Groenlandia.
Tiene la curiosa casualidad fonética de pronunciarse con el final de goo-gle. Y casi la misma grafía.
Así que lo utiliza para sus acortamientos de URL (Uniform Resource Locator)
Me gusta especialmente para los mapas:
Donde
https://maps.google.es/maps?q=groenlandia+dinamarca&client=ubuntu&channel=cs&hnear=Groenlandia&gl=es&t=m&z=3
se queda en
http://goo.gl/maps/q9Vuz

La tecnología internáutica es tan diversa que permite incrustar cositas como:

Ver mapa más grande

Y hacerme recordar que hubo un tiempo en el que deseaba ir a vivir a Groenlandia, a vivir de una mina de Wolframio, que ahora se denomina, en muchos lugares, Tungsteno y que castellanizadamente se escribe Volframio. Hay que ver, la de vueltas que da el planeta… y yo casi sin enterarme. Pasan tantas cosas…

El elemento químico 74 es denominado de dos maneras diferentes: Volframio y Tungsteno.

Del mineral wolframita compuesto químicamente por una proporción iónica de calcio, volframio y cuatro partes de oxígeno, fue donde se descubrió originariamente este elemento químico, y de ahí su nombre, adoptado por la IUPAC en su 15ª conferencia, celebrada en Ámsterdam en 1949.

No obstante, en 1758 Axel Fredrik Cronstedt lo denominó como Tungsteno que significa en sueco «piedra pesada» en alusión al mineral que lo contiene, esto hizo que en el mundo anglosajón fuese adoptado el nombre de Tungsten en detrimento de Wolframium a pesar que el símbolo químico es W.

El nombre Wolframio fue suprimido en favor de Tungsteno en la Nomenclatura de Química Inorgánica. Recomendaciones de la IUPAC de 2005. Los miembros hispanohablantes de la IUPAC, entre otros, han impugnado esta recomendación y abogan por la adopción del nombre de Wolfram en inglés y su correspondiente Volframio en español, acorde con el símbolo químico que lo representa W.

Wikipedia: 1 millón de artículos en español

Me alegra saber que Wikipedia crece y crece. Es una de esas empresas humanas que me dan esperanza en el futuro. Y en estos tiempos una gotita de eso me parece maravillosa.

Me vanaglorio de tener algo que ver en ello, con mínimas aportaciones que realizo de cuando en cuando en forma de contenido y de dinero. Para funcionar, Wikipedia necesita ambas cosas. La financiación se puede realizar con donativos, con una especie de micromecenazgo, una manera que cada día me gusta más pues supone, de alguna forma, un intento de demoler el sistema por el cual se retribuye aquello que es demandado en distinta medida de su valor real.

No obstante, y por permanecer atento y crítico también con esta enciclopedia universal, he de comentar que me ha llamado la atención un extracto del artículo en el que hablan de su cifra batida:

Es uno de los sitios más visitados de Internet, con lectores que van desde estudiantes y docentes hasta periodistas, políticos, científicos, artistas y gente de la comunidad civil.

Y yo me pregunto ¿los estudiantes, docentes, periodistas, políticos, científicos y artistas, no son gente de la comunidad civil? Creo que es un párrafo muy mal formulado y que debería ser reescrito… Voy a comentarlo en la discusión posible que puede hacerse en la página correspondiente. Y, así, se hace cultura.

No me gusta el chantaje emocional

perritoSuponer que no haré algo porque no es de raza, o que soy discriminatorio sin conocerme en absoluto ya me resulta suficientemente insultante como para no desear hacer eso. Pero además que con ello pretendan hacerme sentir culpable y mal por ello, chantajeándome emocionalmente, me parece rastrero y miserable.

Está bien, supongo que hay buena intención, quiero suponerlo, pero no me gusta nada que intenten manipularme. Odio este tipo de iniciativas que pululan tanto en las redes sociales.

Si a esto le sumo el desagrado que me producen las faltas de ortografía, como ese se que debería ser o ese daras que debería ser darás

Es una de las razones principales para desear estar de vacaciones: no me conecto a FaceBook, que no deja de ser una herramienta de trabajo, más o menos. Tampoco miro mi correo electrónico (lleno en un 99 % de emails más o menos profesionales), ni tan siquiera mi teléfono móvil. El aislamiento es la única forma en la que se manifiesta la diferencia entre no estar trabajando y estarlo.

Volviendo al tema, si no fuese por ese uso profesional de esa herramienta social, eliminaría de mi lista de amistades a todos aquellos que intenten decirme lo que tengo que hacer o que supongan que saben lo que haré… y me quedaría con tan poquitos…

Es posible que yo también lo haya hecho en algún momento… estaré atento: borrarme a mí mismo de mi amistad es difícil, cuando menos.

Intimidad en FaceBook y derechos de autor

PantallazoYa he escrito sobre este tema de la Intimidad en FaceBook y los derechos de autor y lo recuerdo bien, así que no quiero insistir, pero quería mostrar una de esas contradicciones entre lo que se pide y lo que se da.

Una tal «Oscura Forastera» pide que le respeten la autoría, pero no nos muestra quién es la autora, puesto que tiene un nombre hermético hasta llegar a ser oscuro. Es divertido que ella, supongo que es ella, ponga una advertencia como esta reclamando los derechos de autor. Es patética la ingenuidad de la gente, la que puede suponer que un mensaje en un muro es algo mínimamente vinculante… Y además invitan a seguir la cadena de ingenuidad hasta el infinito y más allá.

¿Alguien sabe lo que es un hoax?

En otra ocasión escribí mucho más sobre FaceBook, su intimidad y la autoría y la virtualidad en la era de la información. Creo que el artículo sigue siendo interesante, y perdón por la inmodestia.

El doble espacio

¿Cómo puede ser que me moleste tanto una cosa tan invisible, tan insignificante, como el doble espacio?

En algo están claros: en las prisiones, cuando las rejas se cierran, es otro  mundo. Aunque no tienen necesariamente que cerrase las rejas para cometer violaciones de derechos humanos.

Hoy, en un artículo que he estado tentado de leer, en una publicación cubana en la que hablaban de las condiciones de los presos en las cárceles, me he encontrado este texto. Además de ligeras faltas de ortografía, ya de por sí molestas, no he podido seguir leyendo porque me he fijado en que entre otro y mundo hay un espacio sobrante.

No hablo de juegos tipográficos más o menos intencionados, no, hablo de ese espacio que se ha colado por una pulsación rápida de pulgar sobre la barra, hablo del descuido, de la falta de cuidado, de la desidia y la pereza a la hora de repasar la calidad de la escritura de un texto. La importancia del significante. Y cuando pasa en un periódico o en una publicación que presume de profesionalidad en cuanto a esto mismo, me parece especialmente grave, molesto, inaceptable.

¿Qué es un espacio sobrante?

Cuando se separan las palabras con un procesador de textos o algo similar, se añaden espacios para delimitarlas, pero ¿por qué con tanta frecuencia se añaden más de uno? Con un espacio es suficiente, es lo justo para que las palabras tengan aire alrededor, pero si tienen más aire no debería ser un problema para nadie, ¿no?

Pues para mí es un problema cuando se añaden espacios en blanco de más sin ninguna razón. No puedo aguantar algo que considero signo de dejadez máxima y, además de un desaliño, me resulta sintomático de cómo se trata al lector: alguien que no se va a dar cuenta de algo tan nimio como un espacio de más, un huequito insignificante, una pequeña oquedad innecesaria, aparente inocua. Pero ahí está, ahí radica el verdadero problema: no se le da importancia a la escritura si no se ve, como si la escritura fuese todo visible, cuando está, verdaderamente, basada en el contrapunto entre llenados y oquedades, entre tinta y blanco… entre sonido y silencio, por decirlo en términos musicales al más puro estilo John Cage.

Creo que este odio por el doble espacio me viene de ahorrador, de cuando un espacio era un byte (ahora también lo es, en términos de almacenamiento de información electrónica, dentro de una sencilla codificación ASCII extendida (aún puede ser más si se trata de unicode)) y había que eliminar todos los no imprescindibles para su envío telemático, por ejemplo. O para su almacenamiento magnético.

De aquella época, derivó cierto respeto por el texto como algo matemáticamente convertible, algo mensurable, y esa medida era discreta, cuántica, de bloques enteros de 8 ceros o unos exactamente, ni más ni menos. Y, sin embargo, hay a quien le da igual 8 que 16, porque no se trata de euros, sino de despreciables ceros o unos, sís o noes.

Y así, van dejando huecos de más donde no son necesarios, como al final de una oración o de un párrafo, pero este es más difícil de ver, ¡aunque se puede ver!, y también al principio de una oración, usándolos para cuadrar o maquetar texto, con fuentes no monoespaciadas, lo que resulta un descalabro desde el punto de vista del diseño del texto sobre el papel o sobre soportes de pantalla.

Pero el que peor llevo, el que no soporto y me irrita cuando lo encuentro, es el doble espacio en mitad de un texto (sin que se trata de ninguna licencia poética) por dejadez, por descuido, por desprecio del lector, por suponer que nadie se va a dar cuenta, que no hay que perseguirlo, que se puede dejar así, que se va a leer igual… ¡No! y 100 veces ¡No!

¡Lectores, rebelaos! ¡Que no os cuelen un espacio donde no haga falta! Os están llamando lerdos, incapaces de ver lo invisible, os dejan de respetar, os relegan a una posición pasiva, de complacencia y confort.

Voy a dejar varios  espacios en esta frase  que puedes contar y pensar si  sobra alguno.

Conexión permanente

Hay que estar siempre conectado
te dicen
como si fuese verdad
de la obligatoria
y te argumentan que
si tienen teléfonos móviles
es para eso
para estar siempre conectados
y no para la posibilidad de eso
para poder estar conectados a voluntad
y es que
para ello
es preciso
tener voluntad.

No saben decir no
cuando se desea decir no
aunque se argumente que no se desea decir no
verdaderamente.

Y te responsabilizan de sus decisiones
como si no fuese más que suficiente
intentar ser responsable de las propias
de las que nunca desconecto
ni escribiendo una sucesión
indecente
de frases impersonales.

FaceBook no es culpable de que yo use FaceBook
más de lo que deseo hacerlo.
Whatsapp no es culpable de que yo use Whatsapp
más de lo que deseo hacerlo.
El email no es culpable de que yo use el email
más de lo que deseo hacerlo.
Orange, Movistar, etc, no son culpables de que yo las use
más de lo que deseo hacerlo.
El portero automático no es culpable de que yo lo use
más de lo que deseo hacerlo.
Este blog no es culpable de que yo use este blog
más de lo que deseo hacerlo.

Quizá el problema radica
en que es más fácil identificar el sujeto
de la oración
SUJETO culpable
que de la oración
SUJETO desea.

Quizá, sí, quizá.

Las gafas de Google y la era de la reproductibilidad técnica

gafasgoogleHe leído una noticia (en realidad hace unos días y guardé el enlace hasta hoy) en la que cuentan que un bar en Estados Unidos ha prohibido la entrada con unas gafas de las diseñadas por Google.

Las gafas prometen hacer algo bastante espectacular, pero ni más ni menos que la culminación (en realidad solo un paso más) de un proceso de presencia tecnológica que nos está conduciendo a estar constantemente siendo objetos susceptibles de ser grabados para la posteridad. Por decir algo bonito.

Como se puede ver en la foto, son solo unas gafas (una montura) con un discreto sistema de grabación de alta definición. Una cámara de vídeo pegada a una montura. Y parece que reabre otro debate, adicional, que no acaba de cerrarse: ¿Deben ser prohibidas en salas de proyección cinematográfica por la posibilidad de ser utilizadas como dispositivo de captura de primicia fílmica para su posterior comercialización y competencia más o menos desleal con respecto a los medios tradicionales de proyección?

gafasfotoTras esta larguísima pregunta se encierran varios dilemas éticos importantes: para mí, el primero y más importante es la prohibición ante la posibilidad de realizar un acto delictivo con ellas, es decir, una prohibición o un castigo o una medida coercitiva preventiva: antes, repito, antes de ser realizado el acto, se presume la culpabilidad y se evita que pueda realizarse. Como en otros casos, esto me parece tan terrible como castrante, censor, acusica… ya que implica que aquel que adquiera estas gafas es, antes de que pueda demostrar lo contrario, culpable de tener malas intenciones. Desvinculando la acción de la intención, vinculándola al objeto. Es como suponer que porque poseo un cuchillo (en la cocina hay varios) soy un asesino en potencia y me lo prohíben. Se puede aducir que, sacado de contexto, un cuchillo es, cuando menos, sospechoso de guardar ciertas intenciones no demasiado sociales, por ejemplo en un colegio o en un avión, pero de lo que estamos hablando es de unas gafas.

Gafas (monturas) que, eventualmente, podrán ser las que use alguien como yo para ir al cine y poder verlo en la distancia, dada mi miopía en aumento, así que no podré ser desposeído de ellas pues no podría ver. Es un problema estúpido donde los haya, pues es una batalla perdida.

Y aquí viene otra de las cuestiones que me plantea esta prohibición: la era de la reproductibilidad técnica implica, entre otras cosas, que la obra de arte no puede ser su proyección, su re-presentación, o al menos no puede estar dotada esta de un valor comercial asociado, pues la copia es inevitable, es deseable, de hecho. La película, la proyección de una película, es posible gracias al hecho de que se puede copiar. Si no existiese esa posibilidad el cine, tal como lo entendemos, no tendría ningún sentido, ni siquiera existencia.

Y quien dice el cine lo debería hacer extensible a cualquier otra pieza artística que no sea un trabajo más o menos artesanal (sin que desmerezca el valor de lo artesano). Lo electrónico existe en un mundo que algunos dan en llamar virtual, pero es ahí donde se están intentando trasladar las leyes tradicionales como si pudiesen tener sentido en él. Es como si a alguien le diese por imponer la ley de la gravedad (que no es una ley) sobre los archivos que uno guarda en el ordenador, diciendo que los que pesen más (habrá, por tanto, que definir peso en ese mundo) deben ir más abajo (definiendo abajo). A todas luces es un sinsentido, pero parece que se pretende llevar a cabo ese sinsentido.

Me apasiona el nuevo mundo al que vamos, uno en el que lo tradicionalmente objetual se entrelaza con unos objetos que hemos dado en llamar virtuales, un mundo que no es ciencia ficción, sino una especie de mundo ampliado, en el que los objetos ya no son lo que eran. ¿Y a quién le importa?

(Frase que parafrasea una de la película Blade Runner, a la que tanto seguimos acercándonos)

Paranoias conspiratorias

Mira que soy de esos que creen en las conspiraciones que hace la gente que tiene el verdadero poder, el poder oculto, la mano negra y esas cosas, pero esto de, desde FaceBook, criticar duramente a FaceBook, acusándole de cosas que, aunque hiciese, no se podrían apenas evitar, debido a su carácter privado, privativo, de club cerrado al que se pertenece por voluntad propia, me parece tan ridículo que no sé nunca por qué sigo teniendo a esta gente por amiga, aunque sea de FB.

PantallazoEl otro día una chica comentaba algo sobre los desalojos policiales y algún amigo suyo no podía compartir el comentario, así que decidieron pensar, ambos, que la culpa era de FaceBook, que tiene unas políticas ocultistas, de distribución selectiva de la información, de censura automatizada, de la dimensión del sobrecogedor echelón, pero a diferencia de esta red de espionaje, en FaceBook… insisto, somos voluntariamente instados a colocar la información pública en un lugar privado a la vista del público.

Obviamente, este tipo de perfiles, como el de esa amiga de FaceBook, es el que critica a FaceBook, también, por su excesiva falta de conciencia de privacidad… y todo porque realizar las tareas de gestionar qué hacemos público y qué privado es sumamente complejo. Pero no, esto no es directamente culpa o responsabilidad de la empresita en cuestión: es responsabilidad nuestra, de cada uno, que ha de saber más de esas cuestiones si quiere meterse en esos fangos.

La mejor asumpción es la de suponer que todo lo que esté en FaceBook es susceptible de someterse a la voluntad última de un duendecillo de maxwell… y ahorrarse sobresaltos. O sea, todo puede pasar. No está en nuestra mano evitarlo.

Yo le dije, al menos, cómo conseguir que su comentario fuese publicado o compartido por otros. Jamás se retractó del comentario difamatorio sobre las prácticas de FaceBook. Simplemente, resolvió su problema y siguió adelante.

Ahora bien, si supieran lo que de verdad es posible y está pasando

Echelon es considerada la mayor red de espionaje y análisis para interceptar comunicaciones electrónicas de la historia. Controlada por la comunidad UKUSA (Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda), ECHELON puede capturar comunicaciones por radio y satélite, llamadas de teléfono, faxes y correos electrónicos en casi todo el mundo e incluye análisis automático y clasificación de las interceptaciones. Se estima que ECHELON intercepta más de tres mil millones de comunicaciones cada día.

Esto no es una broma