Cash only

Muy sorprendente: Alemania, tierra de gran prosperidad y modernez, sorprendió con la dificultad de abonar casi cualquier cosa con tarjeta de crédito o débito. No es que me molestase, pero sí que fue algo incómodo por no haberlo previsto.

Posiblemente no sea ni siquiera una mala práctica el acostumbrarse a pagar en efectivo para controlar mejor el gasto privado (como una teoría sostiene que tiene por finalidad esta práctica alemana), o reducir comisiones o dependencias bancarias, disminuir los incidentes técnicos o telemáticos, mantener accesible las modalidades de pago para las generaciones que no están acostumbradas a manejar un dinero mucho más virtual que unos billetes (que son también algo virtuales, aunque menos gente sea consciente de ello)… o cualquiera que sea la razón para mantener esta política.

Durante nuestras vacaciones hubimos de hacernos con efectivo estando en aquellas latitudes pues habíamos dado por hecho (mal de males) que funcionaría como en Madrid, donde casi cualquier cantidad de dinero en cualquier lugar imaginable acepta pagos con tarjeta, hasta el punto de que en muchísimas ocasiones no suelo llevar en mi poder más de 5€ de efectivo sin sentir que puede hacerme falta otra cosa.

Por cierto, menos mal que el cartel estaba en inglés, pues no encontramos mucha gente que lo hablase con la fluidez suficiente como para explicarnos por qué.

Mi uso de Instagram

A veces creo que debería usar un poco más (o mejor) las redes sociales para conseguir más alumnos, o vender mis servicios como artista o como editor… y otras veces me da tanta tanta tanta pereza que cuando me encuentro un artículo que me dice que se puede (a duras penas, según el articulista) estar una semana sin redes sociales me da por hacer una consulta para ver mi uso de Instagram y obtengo resultados «escalofriantes».

Virginia Eubanks

Este lunes estuve leyendo sobre Desigualdad Social provocada (intencionadamente, sin mala intención) por los «Algoritmos», aunque no se refieren al algoritmo de Rufini para encontrar raíces de polinomios, ni al algoritmo de la raíz cuadrada…

Me topé con este artículo o entrevista a Virginia Eubanks: “Si no los diseñamos para inclinarse hacia la justicia social, los algoritmos ampliarán las brechas sociales

Y a raíz del mismo decidí dedicar parte del día a ver un vídeo suyo, una conferencia en la que profundizaba sobre el tema presentando su libro (casi sin presentar un libro, sino su contenido, lo que es muy de agradecer):

Algo me chirría cada vez que veo vídeos como este, casi contrasistema, que sin embargo están patrocinados por Telefónica, Banco Santander, accenture y El País.

El contenido sigue siendo importante, pero no sé por qué no puedo tomármelo demasiado en serio. Y por otro lado soy plenamente consciente de que son necesarias esas colaboraciones para poder llegar a tener algo de impacto social.

Es decir, lo que hace funcionar «el algoritmo» es que tenga sus propias autocríticas que nos hagan pensar/creer que todavía hay alguna oportunidad de luchar contra «él». Básicamente, la forma de funcionar del capitalismo. ¿Casualidad? ¿Causalidad?

espacios vs tabulaciones

Me he reído muchísimo viendo este vídeo y recordando la cantidad de estériles discusiones entre seguidores de emacs y los que, como yo, adoramos el VI.

Iba a comenzar con espacios esta pequeña entrada en mi blog, porque son mucho más fiables que esos asquerosos tabuladores que no sabes a dónde te pueden acabar llevando.

De lo primero que hago en linux al instalarlo de nuevas, es configurar el número de espacios por los que se sustituye un tabulador en VI. Faltaría más. 😀 emacs… Puag!

Sé que mi humor es poco comprendido, pero me divierte tanto… como realizar mis piezas con material tan simpático como tarjetas de memoria RAM de 1Mb

Amazon Music y La Polla Records

Me dice la compañía de venta por catálogo más grande del mundo (con permiso de alicosas) que quiere ofrecerme su servicio de música por subscripción y que aún no he utilizado ese servicio suyo (otros sí, lo reconozco con algo de vergüenza).

Para que lo use (sé que saca información personal que luego venderá) me «regala» 5€ en descuentos.

Y no estoy para despreciar 5€. Es triste. Patético.

Así que me aventuro a usarla, sabiendo que en cuanto me «regalen» esos 5€, volveré a seguir usando mi cuenta de Spotify, que dejó de ser de pago para no pagar 5€/mes que no puedo permitirme, pues el incremento de gastos fijos es inaceptable.

Para realizar un pequeño (absolutamente insignificante) acto de rebeldía, he buscado y «sintonizado» algo punky, pero me queda más que patente que «punk’s not dead»

Euroconector cuando no hay casi ni Europa

Intento vender de segunda mano (aunque sin usar que yo recuerde) un euroconector de 3 metros de longitud, que guardaba como oro en paño, por si algún día (que nunca ha llegado) lo necesitaba.

Me hace gracia pensar cómo puede llamarse euroconector, como si fuese algo que sirviese para conectar Europa, esta misma que acaba de debatirse entre fraccionarse definitivamente o seguir fraccionándose poco a poco, como hasta ahora.

En otro tiempo se hubiera llamado conector atómico, quizá. Puede que este nombre plausible vuelva a estar de moda como algo «deseable». ¡Qué triste!

Cableado obsoleto

Algo se nos está quedando obsoleto en la casa y es el cableado.

Hace años, cuando hicimos obras para tener paredes, dispuse varias canaletas técnicas que conducían el cableado (audio en RCA y vídeo en VGA) desde los equipos informáticos en la sala pequeña hasta el salón, junto a la cocina, recorriendo unos 15 metros de pared en escuadra hasta alcanzar ya fuera el proyector o el amplificador y la televisión sobre un mueble que contiene un canalón interno y «secreto» por donde circula la maraña más o menos organizada de cables.

No obstante, se nos está quedando obsoleto, pues apenas tiene cableado HDMI (tan sólo una conexión desde un PC a la TV del salón usando el conducto del mueble). En cuanto al audio es más o menos aceptable la conexión RCA que tienen varios puntos de la casa, pero hay varios dispositivos susceptibles de desaparecer en algún tipo de venta de segunda mano (dos DVDs, un lector de CDs, en incluso un viejo reproductor y grabador de vídeos VHS pues ya no los usamos nunca y lo único que hacen es obligar a tener un cableado sobredimensionado.

Recientemente hemos adquirido un proyector para sustituir el viejo que compramos hace 2 décadas de segunda mano ya entonces y no soporta entrada VGA, lógicamente, así que necesitaríamos una conexión HDMI en ese punto, pero en realidad ni siquiera, puesto que lo usamos conectando un Chromecast y lanzando órdenes vía WiFi de reproducción de alguna plataforma de streaming.

En resumen, la mayoría de las conexiones serán inalámbricas, así que los «alambres» que tenemos se han quedado obsoletos almacenando pelusas sin parar. Hasta esta semana santa, que dedicaré algunos días a liberar espacio de nuestra casa, por si nos vemos «obligados» a emigrar.

El problema de las cookies

Mi amiga Carla Vigara, gran humorista del mundo mundial, en absoluto gilipollas a pesar de su insistencia, ha publicado el otro día este texto sobre las cookies en una red social:

Hoy, en «Los problemas del primer mundo», vengo a comentar mi indignación ante las famosas cookies. Esos textos que aparecen en sitios web y que están ahí para que dichos sitios registren información sobre ti, para venderte hasta a tu madre y que vuelvas repetidamente a estos mismos sitios.

Mi política de cookies había sido aceptar todo y a correr. Hasta hace poco. Que me dio por rechazar todo y a correr. O rechazar hasta donde me dejan rechazar, porque hay unas «cookies necesarias» que te las vas a comer sí o sí. Quizá por eso las llamaron «cookies». PORQUE TE LAS COMES.

Total. Que mi indignación viene de que, como en tantas otras cosas, utilizan la política del hastío, del hartazgo, de la desesperación. Porque tú rechazas. Y rechazas. Y esta no y esta tampoco. Todo no, menos las «necesarias». Pero si vuelves ahí, sorpresa: tienes que volver a rechazarlo todo otra vez. De una en una. Ninguno de estos sitios web guarda, pese a haberle dado a un botón que pone «guardar y cerrar» y pese a que estás accediendo desde el mismo dispositivo, tu configuración de «idos, por favor, a freír espárragos».

Curiosamente, sí guardan la configuración si lo aceptas todo. Te comes TODAS las cookies y engordas para morir cayendo en la manipulación, que es lo que harán con «el registro» de tu visita.

De momento me coge con ganas así que voy a seguir rechazando. Dijo ella, mientras publicaba en una red social.

A lo que un amigo le ha respondido cordialmente, con información bastante acertada:

Un sitio web no puede guardar que has rechazado las cookies si no se lo permites… No es una trampa. Es que no puede.

Mi amiga, que es mucho menos ignorante de lo que ella afirma, le pregunta o comenta lo siguiente:

Soy una ignorante en esta como en tantas otras cosas, pero si tú guardas la configuración de las que aceptas y las que rechazas porque hay un botón para ello, ¿qué es? ¿Guardar para este ratito y no preguntarte en dos minutos otra vez si no sales de aquí? No entiendo que exista este botón si no vas a guardar, efectivamente, las preferencias de cookies. Pero insisto. Ni pajolera idea.

No he podido por menos que lanzarme a responder hablándole de cómo funcionan las cookies, ese pequeño engendro del «demoño», con el que nos controlan, haciendo no veladas referencias a mi querida película de Amanece que no es poco, que tanto ella como yo veneramos:

Como dice tu amigo, para que un sitio web guarde tu decisión sobre las cookies o cualquier otra información, ha de usar cookies, pero como le has dicho que no guarde cookies, pues no puede guardar tu decisión sobre las cookies, así que te seguirá preguntando en un bucle divertido e infinito si quieres que guarde tu decisión sobre las cookies, pero la única forma que tiene de hacerte caso por siempre jamás es que aceptes las cookies, información que la web guardará en una cookie (en tu dispositivo, por otro lado, así que no lo guarda, lo guardas tú), pero por otro lado, el hecho de una web que te pregunte si quieres que guarde tu decisión sobre las cookies en realidad te dice que no tiene ni idea de qué hacer, lo que viene a significar que no tiene una cookie tuya (o suya) que le diga nada, o sea, que es la mejor señal de las posibles. Pero todo esto es mucho más divertido de lo que puedo llegar a explicar. ¿Acaso hay cookies de chocolate? ¿de jengibre? ¿Por qué las cookies se llaman cookies, es porque te las comes, como tú crees o es porque te las dan, a modo de «hostias» más o menos consagradas? ¿En qué idioma hablan las cookies? ¿Tienen pelo las cookies? ¿envejencen las cookies? ¿Les duele algo? El honor de las cookies, la pauta completa de cookies… ay… ¿Son las cookies las nuevas ingles? … [Por favor, déjame usar tu texto y mi respuesta para un viejo proyecto cuyo reinicio ha despertado]

Y ahora estoy deseando lanzarme a terminar ese proyecto de cookies, una aplicación web que ofrezca una y otra vez aceptar todas las cookies de todas las web del mundo mundial y que no pueda hacerlo, lo diga, pero insista, en un bucle infinito de aceptación de todas las cookies de las web del mundo mundial, en realidad, en un ejercicio de sumisión absoluta y absolutamente imposible.

Otro de esos proyectos absurdos de poesía programable que tanto me divierten.

Particiones del PC de mi estudio

Tengo 2 discos duros internos (SSD/SATA) en el PC pues hace unos meses el que tenía me dio problemas, que era para instalar el sistema operativo y aprovechar la velocidad de acceso que se supone que da sobre los discos mecánicos (HDD).

El equipo se quedaba parado en el reconocimiento de discos, antes de iniciar el sistema operativo, y en esa pantalla negra triste me dejaba absolutamente indefenso y sin muchas pistas de cuál podría ser la causa.

Después de pensar en adquirir un nuevo PC, incluso, lo que no me hacía mucha gracia, encontré una posible razón basada en un problema en el sector de arranque del disco que tenía, así que probé a comprar un disco interno SSD (también de 240Gb, como el existente) e instalar, aprovechando la coyuntura, una versión más reciente de Linux Mint, en concreto la 20.3, frente a la 19.3 que tenía (y aún tengo) en el otro disco.

Cambié los discos de sitio (y los cables SATA, por si eran el problema, que también podía ser) y probé con la nueva instalación y todo funcionó. Desde entonces, mi ordenador arranca sin problemas, pero había quedado un poco «desordenado», pues las particiones estaban dimensionadas como si el disco nuevo solo sirviese para el sistema operativo y una enorme partición /home que apenas contenía nada en ella.

Hoy he estado haciendo cambios, con todo el miedo que eso conlleva (pero es viernes y tengo margen de maniobra), sabiendo que tengo backups por todas partes (jejeje), para tener en el disco primero (sda) el sistema operativo principal (Mint20), así como la partición /home a la que le he reducido el tamaño pues tan sólo utilizada 13Gb para migrar desde el disco sengundo (sdb) una partición que dedico a máquinas virtuales (/media/vmachines). He dejado más de 80Gb sin asignar, porque nunca se sabe… (viejas costumbres de viejo administrador de viejos sistemas).

Eso me ha dejado un disco segundo (sdb) mucho más «limpio» con tan sólo 2 particiones, la del viejo sistema operativo Linux Mint 19.3 (que próximamente borraré, si lo preciso) y una partición /users (/dev/sdb5) que contiene lo que más me importa: dos carpetas con ./giusseppe (para algunos documentos, correo electrónico POP3, algunas imágenes…) y mi carpeta principal ./jmdomin que cada día ocupa más… y me parece un buen síntoma.

Esta es mi carpeta de trabajo y llevo décadas teniéndola organizada y sabiendo lo que ocupa. Hace tiempo que ha excedido los 128Gb y uno de los dispositivos (un pendrive llamado «minijmdomin») que utilizaba para sincronizarla ya no me sirve. Pero es uno entre más de 6 discos… así que puedo relajarme.

De esta carpeta hago copias de seguridad tanto en la nube (Mega) como en otros discos con herramientas de desarrollo propias de las que me fío y ejecuto cuando lo deseo o planificadamente.

Tengo un disco externo de 1Tb (GSPDISK1T) en el que almaceno aquello cuya velocidad de acceso de lectoescritura me resulta menos importante. Por supuesto, amén de las copias de seguridad de carpetas importantes o de mi blog.

19 metros de cable VGA

19 metros de cable VGA
recorren nuestra casa
y me he quedado corto.

19 metros de cable VGA
para llevar señales de vídeo
(de ahí la V)
hasta un proyector que ya no existe.

19 metros de cable VGA
que unen un ordenador
(que nunca ordena)
con una pantalla de televisión.

19 metros de cable VGA
encerrados en una canaleta
soga alrededor de nuestro sofá
donde nos sentamos
cada ciertas horas
a disfrutar de caricias bajo unas mantas
mientras vemos
(de ahí la V)
una serie que nos gusta
o que no nos gusta mucho
en un dispositivo
conectado a algún emisor de imágenes
por HDMI
que hace que el viejo VGA
(de ahí la V)
sea un montón de cableado obsoleto
como yo.

Esto no es una broma