Auriculares

Vivo rodeado de auriculares.
Escucho la vida a través de auriculares.
Amortiguo las emociones gracias a auriculares.
Me centro en mí mismo (yo, yo, yo) dentro de unos auriculares.
Con cancelación de ruido los auriculares.
Resisto la huida y la ira con unos auriculares.
No son aúricos mis auriculares.
Inalámbricos o cableados me ato a unos auriculares.
En casa y en el trabajo sin faltarme los auriculares.
Ya no encuentro calma sino bajo unos auriculares.
Ya no encuentro equilibrio sino bajo unos auriculares.
Radiaciones Bluetooth, infrarrojas, electromagnéticas las de mis auriculares.
Quiero beber de un botijo con auriculares.
Quiero besar tus labios de auriculares.
Quiero lamer tu pelvis de auriculares.
Quiero soñar con auriculares.
Auriculares que sueñan con auriculares sobre auriculares.
La recursividad de los auriculares me aísla como unos auriculares.
Auriculares de auriculares, todo auriculares.
Ay, vanidad… de auriculares.
Ay, soledad… de auriculares.
Ay… de auriculares.

Un tablero encontrado en la calle

Ayer encontré un tablero en la calle
que hoy traje a mi lugar de trabajo
para montar una estantería
o hacerme un mueble.

Es un tablero blanco macizo de madera
lacado en blanco.

Tiene un grosor de casi cuatro centímetros
anchura de veinticinco centímetros
y longitud de más de un metro.
Eso son 10 millones de milímetros cúbicos.
Podría calcularlo con bastante precisión.
También podría calcular su peso
(aunque las unidades sean las de masa)
y con ambas medidas determinar la densidad.

En resumen: pesa mucho.

El camino hasta el estudio cargando
con la materia del tablero
ha sido arduo.

Envolví la parte central en una camiseta
a la que arranqué las mangas
para convertirla en una prenda
utilizable en los calurosos veranos veratenses.

Había algo así como un centro de gravedad
que hacía coincidir horizontalmente con mi muñeca derecha
y recordaba que el trabajo mecánico
es el producto escalar del vector desplazamiento
por el vector fuerza.

La fuerza ejercida era la contraria al peso del tablero
que tenía muchas ganas de ir al centro de la Tierra.
El desplazamiento era perpendicular a la misma
aproximadamente
en un desplazamiento por la superficie del planeta.
El producto escalar en cuestión era nulo.
No he trabajado.

Llego al estudio y decido limpiar el tablero
recogido de la calle abandonado.
Busco un trozo de tela del que pueda prescindir
para limpiarlo con alguna disolución jabonosa
o incluso
con gel hidroalcohólico para asegurarme
una perfecta desinfección
después de haberlo acarreado veinte minutos.

Lo coloco sobre unos cartones para asegurarme
de que la mesa no sufrirá daños derivados
de la aplicación de algún producto de limpieza.

Casi no me quedan cartones.
Pienso: reciclo demasiado.

Pretendo usar la tela de la prenda recortada
pero la miro con nostalgia por su entropía
combatida.

No me decanto por usar algo roto por mil sitios
(a nivel microscópico por muchos más)
para limpiar un tablero abandonado.

Lo miro mientras escribo este texto
que no me sirve en absoluto para resolver esta situación.

Me bloqueo con el bloque.
No quiero hacer un juego de palabras otra vez.
Otra vez.

Está apoyado sobre el canto longitudinal
en una posición parcialmente inestable.

He de decidir.
He de decidir algo.
He de limpiarlo.

Me tienta navegar por otras pestañas del navegador
para huir del conflicto. (¿qué conflicto?)

El balcón está abierto de par en par
mostrándome la potencia solar ultravioleta que necesitaré
para impresionar los químicos cianotípicos
con los que quiero juguetear este verano.

Queda poco para llegar al verano.
Hoy hay un eclipse parcial de sol
en el que la luna se interpondrá
entre la línea que nos une a la bomba de hidrógeno
incandescente.
Apenas se notará un cuatro por ciento en Madrid
entre las 12:00 y las 12:30.

He pensado en cómo voy a apoyar
el tablero
para que me haga de alero en el lateral derecho
de mi escritorio.

Ahora es más necesario limpiarlo.
He vuelto a tocarlo sucio como está
y vuelvo a teclear sobre este teclado
infecto.

Me he de cambiar de ropa para limpiarlo.
Puedo usar la camiseta gris
con el logotipo del ayuntamiento de Fuenlabrada
que me regaló una amiga que trabaja allí.
Pero ¿cómo usarla?
Si la uso como ropa para no mancharme
no puedo usarla para trapos de limpieza.
Si la uso como trapos de limpieza
no puedo usarla para no mancharme.

He de decidir.

Me regodeo en la diferencia entre utilizar la expresión
«He de decidir»
frente a
«Tengo que decidir».

Mucho más interesante la primera
que con menos letras dice lo mismo
que genera ese curioso «de de…»
que contiene tres veces la letra e y dos veces la letra i
seguidas.

No tengo nada.
Ni siquiera que decidir.

Decidir no parece ser el problema.
Y sin embargo es el problema.
Pero son dos «decidir» diferentes:
la palabra decidir
la acción decidir.

Quiero levantarme para encontrar una solución.
Pero no quiero levantarme
para no encontrar una solución.

El tiempo sigue pasando.
El eclipse está a punto de producirse.
La luna no se detiene en tomar decisiones.
El sol tampoco.
La luz o radiación electromagnética
tampoco.
Hay un poco menos de espacio soleado
frente a las jambas del balcón.
¿Qué le ocurriría a una cianotipia
realizándose
bajo los influjos de un eclipse total?

Ha pasado una hora y la insolencia del tablero
sigue ahí.

Me levanto
abandono la escritura
y limpio.

Contraventanas cerradas

Cerradas para evitar el ruido.
El ruido de la calle.
La calle que no para de ser reparada.
Reparada en un ciclo de inversiones.
Inversiones en algunos sectores de la economía.
La economía que se desangra arbitrariamente.
Arbitrariamente salvando hostelerías o construcciones.
Construcciones o reconstrucciones.
Reconstrucciones porque la ciudad se cae a pedazos.
Pedazos de asfalto que arrancan lágrimas azules.
Lágrimas azules como si por algún instante fuésemos dignos.
Dignos de engrosar la familia real.
Real o imaginaria manera de afrontar un silencio roto.
Roto por el ruido.
El ruido de la calle.
La calle que calla para ceder terreno.
Terreno que arrebatan las constructoras.
Las constructoras que curiosamente son inversoras de la banca.
La banca que se erige en dueña de las calles.
Las calles que conforman la ciudad.
La ciudad sin más objetivo que la economía.
La economía sin sangre sin alma y sin piedad.
Piedad de piedra convidada.
Convidada sin vida y sin dadá.
Dadá dadá dadá.
Dadá dadá dadá.
Dadá dadá.
Dadá…

¿libertad o socialismo?

Ha ganado esta falacia de confrontación como si ese «o» fuese una disyuntiva y no una conjuntiva (ambas podían ser ciertas y lo son si se comprende el significado tanto de socialismo como de, fundamentalmente, libertad).

Hoy vivo en una triste democracia que ha elegido aniquilarse.

Nada sorprendente, pues, como dice Carmen, no ha ganado la libertad, sino el individualismo. Y sí. Completamente cierto: esa era la verdadera forma de ese eslogan que ha arrasado en las últimas elecciones de la comunidad autónoma de Madrid, donde habito cada día más desencantado.

Individualismo o socialismo.

Y de eso se trata, de que la mayoría ha elegido individualismo (porque ha sido una sobrada mayoría sin excusas de «es que la izquierda no ha ido a votar«, «es que no está bien representada»…).

Un individualismo cortoplacista que piensa en obtener un rédito en reducción de impuestos (que luego, no obstante, no se produce) o en una «libertad» del haga usted lo que le dé la puta gana. Eso no es lo que entendemos por libertad quienes creemos en una libertad responsable de las medidas a largo plazo, que no desean tener que vivir en una sociedad estratificada socialmente, que implique más conflictividad, más enfrentamientos derivados del reparto injusto de la riqueza generada (por todas las partes que conforman la sociedad, no sólo por empresarios, ni sólo por trabajadores).

Un individualismo que dice «Si lo quiero, lo tengo».

Un individualismo que piensa «Ya me preocuparé del clima en otro momento»

Un individualismo que opta (cuando lo hace) por la caridad y no por la reforma estructural que no la haga precisa.

Un individualismo que quiere fiestas, diversión, entretenimiento y no cultura (porque a lo que se le llama cultura…).

Un individualismo que hace gala de incorrecto, de irreverente, de maleducado, que afirma que lo contrario es de progres afeminados… o similar, así, desvergüenza sin complejos.

Un individualismo que apuesta por las apuestas para saltar cuánticamente de clase.

Un individualismo que habla de una meritocracia que no puede suceder pues la intervención de la estructura formativa la hace imposible para quien no pueda pagársela. Muestra de ello son las formaciones basadas en másteres que tanto se estilan, las universidades privadas y cada día más orientadas a fabricar engranajes (Bologna mediante).

Un individualismo que opina que la empatía es ingenua, pero que no tiene reparos en defender «a los suyos» de la manera más tribal posible.

Un individualismo que somete a las mayorías de diferentes a la minoría de homogeneizadores como si apartarse de la norma fuese delictivo (y pronto…)

Un individualismo que considera innecesario tener un servicio asistencial que cubra a la totalidad de los individuos que conforman la colectividad, sino tan sólo a aquellos que puedan permitírselo, porque en realidad es un individualismo de mentira: No es la libertad del individuo la que se persigue, sino la libertad del consumidor. Si no tiene capacidad de consumir, no es ciudadano.

Hoy estoy triste y no merece la pena hablarlo mucho más. Sé lo que hay. Lo palpo en la calle. Lo vivo en mi portal. Lo veo en cada excursión.

Hoy la voz de la sociedad ha dicho: no quiero ser una sociedad, quiero ser un grupo de consumo, quiero ser la quintaesencia del capitalismo más despiadado, pero quiero ser rico… y a los demás que los folle un pez.

Hoy no me atrevo a expresar otra cosa que la que salga del diccionario, sin más añadidos, así que me he lanzado a este juego definicional oulipiano:

libertad o socialismo

Estado de quien no está preso o sistema de organización social y económica basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes.

Forma de organización política, dotada de poder soberano e independiente, que integra la población de un territorio de quien no está dominado por un sentimiento o conjunto de reglas o principios sobre una materia racionalmente enlazados entre sí de la disposición de los órganos de la vida relativa a las clases sociales económicamente menos favorecidas y moderada en gastar basada en la cosa que es objeto del dominio y el conjunto de los organismos destinados a la gestión y el funcionamiento de una parcela determinada de la vida social perteneciente o relativo a una agrupación de individuos o relativo al estado de los que están entre dos extremos de la suma de los productos del suelo o de la industria y la asignación del valor del producto entre los distintos factores de la producción de todo aquello que es apto para satisfacer, directa o indirectamente, una necesidad humana.

individualismo o socialismo

Tendencia a pensar y obrar con independencia de los demás, o sin sujetarse a normas generales
o
sistema de organización social y económica basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes.

Idea religiosa, económica, política, artística, etc., que se orienta a combinar ideas en la mente y ejecutar o practicar algo con condición de independiente del resto de las personas, o sin poner en una cosa algún objeto para que no se caiga por reglas que se deben seguir o a que se deben ajustar las conductas, tareas, actividades comunes a todos los individuos que constituyen un todo, o a muchos objetos, aunque sean de naturaleza diferente
o
conjunto de reglas o principios sobre una materia racionalmente enlazados entre sí de la disposición de los órganos de la vida relativa a las clases sociales económicamente menos favorecidas y moderada en gastar basada en la cosa que es objeto del dominio y el conjunto de los organismos destinados a la gestión y el funcionamiento de una parcela determinada de la vida social perteneciente o relativo a una agrupación de individuos o relativo al estado de los que están entre dos extremos de la suma de los productos del suelo o de la industria y la asignación del valor del producto entre los distintos factores de la producción de todo aquello que es apto para satisfacer, directa o indirectamente, una necesidad humana.

vs

libertad o socialismo

Estado de quien no está preso
o
sistema de organización social y económica basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes.

Forma de organización política, dotada de poder soberano e independiente, que integra la población de un territorio de quien no está dominado por un sentimiento
o
conjunto de reglas o principios sobre una materia racionalmente enlazados entre sí de la disposición de los órganos de la vida relativa a las clases sociales económicamente menos favorecidas y moderada en gastar basada en la cosa que es objeto del dominio y el conjunto de los organismos destinados a la gestión y el funcionamiento de una parcela determinada de la vida social perteneciente o relativo a una agrupación de individuos o relativo al estado de los que están entre dos extremos de la suma de los productos del suelo o de la industria y la asignación del valor del producto entre los distintos factores de la producción de todo aquello que es apto para satisfacer, directa o indirectamente, una necesidad humana.

uno imagina irracionales…

Uno imagina cuando encuentra por primera vez números a los que llama irracionales que no lo son en el sentido que ha imaginado, sino en el hecho de que no son razones, razones entre números enteros, pero tampoco uno cae en la cuenta de que a las divisiones les llamamos razones, así, sin ton ni son o todo lo contrario, quizá no hay nada más razonable que dividir las cosas, repartirlas, incluso los números enteros para que dejen de ser tan pretenciosamente enteros y cuando uno se encuentra números que no son el fruto de una repartición siente cierta aversión hacia ellos, los repudia, los niega, los ningunea, uno intenta convencerse de que son aproximaciones de algo más «razonable», aunque uno llegue a saber que no es así por reducción al absurdo, que parece una reducción al Pedro Ximénez, pero no tiene nada que ver con ella, por muy sabrosa que pueda resultar en ocasiones.

Uno imagina cuando encuentra por primera vez números a los que llama irracionales que no son todos iguales y que el loco paralelismo prestado por el léxico filosófico sirve para clasificarlos en trascendentes, construibles, algebraicos, normales… Sí, también uno descubre que hay números normales y lo que a uno le vuelve aún más loco (que no irracional) es que todo número normal debe ser necesariamente irracional, así, como si nada, como si eso de repente explicase tantas cosas que uno nunca ha comprendido en la vida que parece una epifanía.

Uno imagina cuando encuentra por primera vez números a los que llama irracionales que no son el final de todos los números posibles y que ha de haber algo más allá, así que se emociona incluso cuando a uno le hablan de los números imaginarios que hacen realidad el hecho de que los números reales no sean tan completos como creían ser, mientras sí lo serán los números complejos, así: completos sin complejos.

Uno imagina (pues no puede parar de imaginar) cuando encuentra por primera vez números a los que llama irracionales que no son más que la puerta de entrada a la matemática de la poesía, la que descubrirá un número poético que incluirá sus números imaginarios, sus irracionales, sus enteros y sus fracciones, sus negatividades, sus nulidades, la nada, nada infinita, nada lemniscática, nada redonda y pueril, nada feliz en la que uno se pierde sin dilación en una ecuación diferencial diferente a lo esperable, una nada inestimable, incalculable, una nada que forma operaciones como versos sueltos en un cosmos ingrávido.

Uno imagina cuando encuentra por primera vez números a los que llama irracionales que el amor debe de estar escondido en el número π o que la i no es la e, pero ambas comparten la letra como signo último al que referirse, en el que habitar, en el que albergarse hasta que paren de llover decimales si es que alguna vez escampa; uno va más allá del signo reconocible objetivamente para abrazar el grafo, el signo asémico, la línea más o menos continua que un material traza sobre otro rompiendo y rompiéndose a nivel atómico, destrozándose para dar vida a la imagen: imagen que imagina uno cuando encuentra por primera vez números a los que llama irracionales que no lo son en el sentido que ha imaginado.

Hoy es jueves

Otro delicioso ejemplo de literatura definicional que realicé ayer en el taller de poesía y escritura creativa que le estamos dedicando a OuLIPO, partiendo de algo tan banal como «Hoy es jueves». ¿Cómo habría sido partiendo de algo más sustancioso? Me encanta cuando se llega a encontrar, en las definiciones, a modo tautológico, lo mismo de lo que se partió, un «hoy», un «es», un «jueves»…


El tiempo presente está en situación de cuarto día de la semana.


Cada uno de los actos sucesivos en que se divide la ejecución de algo que sitúa la acción, el proceso o el estado expresados por el verbo en un lapso que incluye el momento del habla está en posición social o económica de servidumbre de un rey o de una reina de la variedad de la rayuela.


Cada cantidad que se toma como término de comparación de las medidas lineales romanas que tenían 120 pies sucesivos en que se desunen los ánimos y voluntades introduciendo discordia al procedimiento judicial con embargo y venta de bienes para pago de deudas de algo que pone a alguien o algo en determinado sitio o situación, la acción, el conjunto de actos y trámites seguidos ante un juez o tribunal, tendentes a dilucidar la justificación en derecho de una determinada pretensión entre partes y que concluye por resolución motivada o el país soberano, reconocido como tal en el orden internacional, asentado en un territorio determinado y dotado de órganos de gobierno propios expresado por el que aporta valor aspectual al sustantivo con el que se combina y con el que forma un grupo verbal semilexicalizado en un lapso que incluye el lapso de tiempo más o menos largo que se singulariza por cualquier circunstancia al sistema lingüístico de una comarca, localidad o colectividad, con rasgos propios dentro de otro sistema más extenso que está en estado que en el juicio determinan, para el demandante como para el demandado, las acciones y las excepciones o defensas utilizadas respectivamente, social o económica de derecho en predio ajeno que limita el dominio en este y que está constituido en favor de las necesidades de otra finca perteneciente a distinto propietario, o de quien no es dueño de la gravada de una pieza principal del juego de ajedrez, la cual camina en todas direcciones, pero solo de una casilla a otra contigua, excepto en el enroque o de una pieza del juego de ajedrez, la más importante después del rey, que puede moverse como cualquiera de las demás piezas, exceptuado el caballo de la inconstancia, inestabilidad o mutabilidad de las cosas del juego infantil, tradicionalmente de niñas, que consiste en ir desplazando un tejo, a puntapiés y a la pata coja, por varias casillas dibujadas en el suelo, procurando no pisar las rayas y que el tejo no quede detenido en ellas.

Astenia primaveral

Estoy cansado, sí, cansado…

cansado hasta de estar cansado
cansado de mascarillas
cansado de debates sobre mascarillas
cansado de ausencias
cansado de debates sobre presencias
cansado de pólenes
cansado de debates (no, no hay debates sobre pólenes)
cansado de estar cansado sin límite
cansado de que no existan límites
cansado de tantos límites
cansado de tanto silencio
cansado de tanto ruido
cansado de algún vecino
cansado de la imposibilidad de debatir con un vecino
cansado de la primavera (que acaba de empezar)
cansado de un año tan extraño extravagante extraterrestre
cansado de la prensa
cansado de debates banales sobre las noticias de la prensa
cansado de teclear letras innecesarias como esa d de cansado
cansado de reflexiones tontas
cansado de que esas sean mis reflexiones
cansado de compartir esas reflexiones a modo de proyectos absurdos
cansado de editar libros ridículos
cansado de no editarlos
cansado de poseer poesía en pretérito imperfecto
cansado de la sintaxis
cansado de la ortografía (y de la orografía)
cansado de pantallas antialérgicas
cansado de las muertes (y la vida)

Esto no es una broma