El grito, de Embajadores

El grito

Abandonado en un rincón de la semicircular Glorieta de Embajadores, lugar por el que me paseaba mi madre de camino a mi cole, el Legado Crespo (que mantiene el nombre), situado en el Paseo de las Acacias, 2, yendo desde Mesón de Paredes, 84, por la calle de Miguel Servet (ese hereje para una secta cristiana distinta del catolicismo), y arribando a la Glorieta por la calle Embajadores.

abandonoCaíamos en la pared del Instituto (IES) Cervantes (omnipresente autor del Quijote, pero más panchesco que quijotesco, de ahí su omnipresencia consentida y fomentada) y justo ahí, justo en ese lugar, el lunes pasado, Carmen y yo, mientras paseábamos poniendo publicidad de nuestras clases respectivas (de Tango o de Matemáticas, Pilates o Física y Química), nos encontramos este grito callejero.

Se nos enervaron los pelos, entrecortó la respiración, decidimos no seguir poniendo carteles en la plaza o glorieta y subimos, tras fotografiar lo que nadie apreciaba, olvidado, hacia la plaza de Tirso de Molina (otro escritor al que defender estatalmente).

Por un instante, pensé que era un ser humano real, un cadáver abandonado de un niño pequeño que hubiese sido abandonado tras un largo deterioro, un inmigrante, pensé, al que no se podía dar cabida en uno de nuestros sacrosantos cementerios. Agradecí comprobar que la estructura interna parecía ser madera. Era Pinocchio fallecido y olvidado en un imposible rincón de Madrid.

Su grito era silencioso, Munchesco, sordo y ensordecedor.

Tengo aún el eco de su mirada clavada en mis ojos.

10 Razones para hacer un taller de Poesía

Hace unos días una amiga me decía que mis convocatorias de talleres de poesía no le parecían atractivas, que no se apuntaría, incluso sabiendo que soy un tipo interesante y divertido. Me resultó todo un desafío pensar por qué no estaba siendo atractiva la información. Y repensarla. He escrito estas 10 razones por las que yo recomendaría apuntarse a mis talleres de poesía. A ver si esto resulta algo más claro:

1.- Asistir a un taller de poesía (al menos de los míos) es una actividad divertida, muy divertida, de hecho. Una de las cosas más sorprendentes es que siempre que sale alguien de una clase de prueba dice algo similar a «jo, pues me lo he pasado mejor de lo que pensaba». Lo que no deja de extrañarme. ¿Es que esperaba pasarlo mal? Y puede que sí, que claro, como no digo esto de que es divertido, pues no se lo espera.

2.- Un taller de poesía (de los míos) no es un curso de literatura. Claro que se leen autores, y hasta se contextualizan, pero de lo que se trata es de escribir, escribir, escribir… Y me pongo pocas veces literario, porque no creo que sea lo que más ayuda a escribir. Me he llegado a encontrar (frecuentemente) que la gente me pide que cuente más cosas de las biografías o de las poéticas de tal o cual movimiento o poeta, pero las clases son cortitas y se va al grano: escribir, escribir y escribir.

3.- Ya, pero ¿cómo escribir? Pues de cualquier manera. Es fácil, tan fácil que parece que no hago nada, ¿qué me enseña un profesor de un taller de escritura? ¡Yo no enseño a escribir! Ni siquiera enseño una poética. Propongo juegos que incentivan, que facilitan la escritura, que hacen que no sientas que eso de escribir es difícil o que tienes que tener algo especial que contar.

4.- ¿Tengo que esperar la inspiración? Pues no. No, no, y no. La inspiración es importante, pero en un taller de poesía (al menos de los míos, insisto) se busca trabajar el músculo, ampliar la mirada, cambiar la manera de ver el mundo, desarrollar la creatividad, trabajar la recuperación del material cotidiano, es decir, que siempre se tiene algo especial que contar. Aunque parezca que no merece la pena, lo que más importa es contar lo propio, lo que a cada cual le ocupa o le preocupa, y eso es lo verdaderamente «auténtico». Y cuando llegue la inspiración… ¡pues que te pille trabajando!

5.- Pero a mí, ¿qué me aporta un taller de poesía? Especialmente en estos duros tiempos de crisis… Pues entre otras cosas, esa de cambiar la manera de ver el mundo que decía antes, puede ayudar a ver belleza donde no la encuentro, o un rato agradable, un tiempo para mí, un tiempo que me doy con el que descubrir mi lado más creativo, más atrevido, y ese atreverse da una sensación de libertad increíble. Y la libertad creativa (casi algo redundante) es algo que procuro estimular por encima de todo en los talleres de poesía que propongo.

6.- Pues yo no entiendo la poesía. Suele ser la objeción más habitual. Esto es lo que tiene que ver con esta cosa de lo contemporáneo. El mundo ya no es tan fácil, al menos no es tan sencillo de entender, y sin embargo es el mundo en que hacer cosas es más fácil de lo que lo ha sido nunca. Creo que gracias a este tipo de talleres se entenderá mejor… no tanto la poesía, como el hecho de que no sea tan necesario entenderla para disfrutarla.

7.- Un taller de poesía (de los míos) no es terapéutico. No va a hacer llorar a nadie, haciendo que tenga que desgarrar sus vestiduras, romper las barreras de su pudor, confesar sus deseos inconfesables. Cada cual, cuidadosamente, irá decidiendo su grado de compromiso personal, íntimo, su forma de acercarse al hecho de poner en público sus textos. Soy especialmente cuidadoso de hacer entender que no hago terapia, no busco que los asistentes estén más sanos, ni que tengan que pasar por más o menos dolorosos procesos catárticos. Es un taller de escritura. Quien quiera terapia, que me pregunte… tengo unas buenas amigas terapeutas que pueden ayudar.

8.- Estar en un grupo de un taller de poesía es integrador, me hace sentir menos soledad. No soy tan raro o tan rara como siempre pude haber pensado si es que estoy leyendo esto. No, de eso nada, hay mucha gente parecida (y diferente al mismo tiempo) que comparten un rato haciendo algo que une, entretenido e interesante. Y encontrar a esa gente, que se trata bien, que se respeta, que se cuida, que se aprecia, que se admira, incluso, es tan bonito que solo por esto merece la pena probarlo. La gente de mis talleres es tan maja… Y dicen que es por mí, pero no me lo acabo de creer.

9.- Taller de Iniciación a la Creación Poética Contemporánea es un nombre bastante pedante, pero es que tengo una pequeña deformación: ser demasiado fiel a lo que digo que hago. Se habla de creación poética y no de poesía, para poder incluir, sin tener que aclararlo, la prosa poética, la poesía en prosa y otras formas contemporáneas, pero contemporánea porque el único que va a decidir si la obra es buena o mala es el poeta. Y esto es un poco desconcertante, porque estamos tan acostumbrados a que nos digan si lo hacemos mal o bien que eso de que no haya nadie que lo diga resulta un poco desalentador, pero luego, superado el primer impacto, es todo lo contrario: se puede sentir esa libertad de la que hablaba antes, ese aire fresco que permite explorar sin miedo lo que cada poeta tenga que decir. Y es un Taller porque se escribe, se escribe, se escribe…

10.- Seguro que hay más de 10 razones que se me ocurren para hacer un taller de poesía (de los míos, al menos), pero si ninguna de esta te ha convencido todavía, puede que no quieras hacer un taller de poesía. Tampoco es tan importante. Hay muchas otras cosas que hacer en el mundo… aunque una hora a la semana, rápida, divertida, interesante, creativa, económica, que te puede transformar la vida, hacia donde tú quieras, libre, fácil, intensa… ¿De verdad que no quieres probar ni siquiera una clase gratis?

Epitelio neoprénico

Neonato nato cápsula crónica
ápata tránsfuga que vulnera el perihelio
rústico epígrafe
apagó
la mano ciega metacarpiana
con agrestes soliloquios de duermevela.

Rapsoda axélico
ve
pasar cigüeñas efímeras
cargadas de siglos a sus alerones
de envergadura dura
con natos neonatos.

No.
No perpetúo el uso indebido de las armas de fuego
no altero la noción de desconocimiento
no rompo el bienhacer de la apatía
no huyo ante el avance del pecado
que me sustenta
que me tenta
tienta
en todo
el naderío
que provoca
en mi corticoide lateral derecho
un cortocircuito simplón y decadente.

Un cernícalo lagartijero
ha besado mi despedida
con clavos ardiendo.

Antena

Sobre el tejado
le acompaña
la luna.

Junto a ella
duerme
una salida de humos.

Se atreve a llorar
en hertzios.

Sus amigas
de la acera de enfrente
no la sintonizan.

Se siente sola
y gime
electromagnética.

De correos

Hoy no he mirado el buzón de correo postal.

Tengo una maleta (que ya son 2)
donde guardo correo postal
desde los 14 años.

Pero poca gente queda que me escriba
personalmente
por correo postal.

Yo aún lo intento, cada verano,
enviando unas 10 postales
y quizá unas 10 cartas
anualmente.

Pero no parece tener sostenibilidad
con lo difícil que es conseguir
un sello
un buzón
un sobre
palabras de 5 letras todas
como carta.

Cada vez tengo menos urgencia
por mirar mi buzón (buzones)
de correo electrónico.

Desde hace casi 30 años
tengo correo en internet
aunque aún no se llamaba internet (era en BITNET)
y mucho menos
Internet.

Tenía una cuenta en un gran IBM 3090
y no recuerdo bien el usuario
pero era algo así como JMDOMIN at IBMCCI11
para luego tener una cuenta ya formalita
allá como en 1994
en un equipo UNIX
jmdomin@Helena.iic.uam.es
cuyo nombre me evocaba a la mujer que me había vuelto loco
durante más de un año.

Aún guardo todo ese correo
y con nostalgia
algún día
como hoy
lo abro y veo qué cosas me preocupaban
para ver lo lejos que queda
y lo cerca que queda.

Los últimos años
el correo electrónico para uso personal
lo he ido reduciendo al mínimo
hasta llegar a límites insospechados
entonces.

A duras penas sigo guardándolo
cada cierto tiempo
con mi obsesión permanente por hacer backups
del universo entero
por si un día debo restaurarlo.

Pero me resulta difícil saber si merece la pena guardarlo
y, sobre todo,
qué guardar.

He comenzado a borrar mensajes que recibo
de gente cuyo correo
es meramente informativo
sin intención de ser comunicativo.

Supongo que al otro lado
muchos y muchas están haciendo eso con mis envíos de correo masivos
informativos y poco
o nada
comunicativos
en el sentido de necesitar un feedback
que alimente la conversación,
la correspondencia,
convirtiéndola
en una interacción humana a dos (o más) bandas.

Así que ahora que tengo
whatsapp
facebook
line
skype
gtalk / G+
un par de dominios (de segundo nivel) propios en Internet
jmdomin@giusseppe.net
jmdomin@clave53.org
más de 10 cuentas de email
tipo
jmdomin@gmail.com
gsspp@hotmail.com


ahora
no me siento más conectado que entonces
hace más de 30 años
cuando miraba ansioso
el buzón
en busca de una carta de una chica a la que criticar
por sus faltas de ortografía
mientras pensaba en sus enormes tetas,
ahora
voy sintiendo que almacenar la información
es inservible
y que lo interesante es la inmediatez
el ahora
el ahora mismo
mismo
mismito
ahora te llamo
ahora
hablamos
y no almaceno esa información
salvo
distorsionada
en la memoria
frágil
de mi cerebro.

Ahora
este diario
está empezando a ser
de vital importancia
para un pez
que no se llama Wanda.

Plantar un Soneto

¿Una acción o un poema?

No sé muy bien si lo que hice el sábado 14 de septiembre de 2013 en la noche del último Encuentro Internacional de Arte de Acción de Caudete fue una acción o un poema.

En realidad (lo otro era irreal), sí que lo sé: es la acción de escribir un poema visual, convirtiéndolo así en un poema acción. Un poema, en resumen. De hecho, un soneto, un soneto a la cola de los escritos por el gran Joan Brossa, plantado en tierra siguiendo la partitura que presento:

Plantando un soneto

Pensada para ser realizada en el X Encuentro Internacional de Arte de Acción de Caudete, Albacete el 14 de septiembre de 2013.

Acción consistente en plantar poemas (de un libro mío, preferentemente) y regarlos. Puede ser realizada a lo largo de una duración no especificada. En tiesto o en suelo virgen. Fue escrito un primer boceto en Mayo de 2009.

Tomar el libro de Territorios, en una edición de las más antiguas, y elegir 14 poemas a plantar en bloques de 4, 4, 3 y 3, formando una hilera de poemas que a su vez constituyen versos de un soneto visual.

Para que puedan crecer, deben ser regados, creados pequeños alcorques, así como clavadas unas varillas sobre las que vayan a sostenerse a medida que se desarrollen.

¿Cómo y con qué se abona la poesía?

Elegiré un material que me parezca adecuado para llevar a cabo esta función. Tras abonar, tenderé unos hilos entre las varillas verticales, cavaré pequeños canales laterales, enmarcaré el poema. Lo regaré con vino tinto que, idealmente, irá goteando por las hebras de hilo, parafraseando a José Zorrilla: «Hilo a hilo y gota a gota».

Tras terminado el plantío, fotografiar y esperar a que nazca el primer poema.


plantar. (Del lat. plant?re). 1. tr. Meter en tierra una planta, un vástago, un esqueje, un tubérculo, un bulbo, etc., para que arraigue. 2. tr. Poblar de plantas un terreno. 3. tr. Fijar verticalmente algo. Plantar una cruz 4. tr. Fundar, establecer. Plantar la fe 5. tr. coloq. Dar un golpe. 6. tr. coloq. Poner o introducir a alguien en una parte contra su voluntad. Plantar en la calle, en la cárcel 7. tr. coloq. Dejar a alguien burlado o abandonarle. 8. tr. coloq. Decir a alguien tales claridades o injurias, que se quede aturdido y sin acertar a responder. 9. tr. p. us. Asentar o colocar algo en el lugar en que debe estar para ser usado. 10. tr. p. us. Establecer un sistema, una institución, una ordenación, una reforma, etc. 11. prnl. Resolverse a no hacer o a resistir algo. 12. prnl. coloq. Ponerse de pie firme ocupando un lugar o sitio. 13. prnl. coloq. Llegar con brevedad a un lugar, o en menos tiempo del que regularmente se gasta. En dos horas se plantó en Alcalá 14. prnl. coloq. Dicho de un animal: Detenerse obstinadamente. 15. prnl. coloq. En algunos juegos de cartas, no querer más de las que se tienen. U. t. c. Intr.

soneto. (Del it. sonetto, y este del lat. sonus, sonido). 1. m. Composición poética que consta de catorce versos endecasílabos distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos. En cada uno de los cuartetos riman, por regla general, el primer verso con el cuarto y el segundo con el tercero, y en ambos deben ser unas mismas las consonancias. En los tercetos pueden ir estas ordenadas de distintas maneras.

Siempre llevo a cabo modificaciones a la propuesta más o menos controlada inserta en esta partitura, como fue el hecho de elegir que mis vísceras fuesen simbolizadas metafóricamente por mi ropa, que este abono fuese el hilo, a modo de regadío por goteo, o que se realizase sobre un barreño rectangular que pudiese, remotamente, evocar una hoja de papel, o el rectángulo de un ebook. 🙂

Me ayudé de 14 almendras que, metidas en mis bolsillos (8+6), eran utilizadas para, envolviéndolas con ellos, plantar los poemas de mi libro (¡había ido allí a hablar de mi libro!) y los aboné (amén de con mis metafóricas entrañas) con 14 poemas del libro Poesía del Siglo de Oro Español, ejemplar que, al final de la noche, acabó ardiendo en las llamas de una preciosa hoguera.

En lugar de vino para regar las semillas, usé un añejo martini rojo, que aún era más interesante, entre otras cosas, por estar en el lugar desde el primer encuentro, hace 10 años.

Por lo demás, me atuve a la esencia de la propuesta y me quedé, he de decirlo, bastante satisfecho.

Sería un mal agricultor

No tengo paciencia
suficiente
y llevo menos de un mes
plantando
semillas
para que den fruto
pero quiero ver
ya
ya
ya
esos frutos.

No tengo paciencia
y miro sin cesar el lento crecimiento
de una fina hierba
que algún día será
tallo
que algún día será
planta
que algún día dará
frutos.

No tengo paciencia
y desespero
y riego
y riego
y riego
hasta encharcar el semillero
y ahogar el futuro
por vivir demasiado
en el presente.

No tengo paciencia
para ser
agricultor.

Esto no es una broma