Ventana 20011119, Lunes

No puedo apenas ver y por eso me levanto de mi banquetita y voy al baño y doy la luz y pienso que tengo frío o siento que hoy tengo frío y no estoy fuera, en la calle.

La luz de la ventana está apagada porque Maria Luisa ha tenido que irse a cuidar a su madre que está a punto de morir en Sepúlveda.

Pero yo no quiero ir a Sepúlveda porque soy perezoso y me falta algo de disciplina para documentarme. Será por eso que prefiero la abstracción de mis poemas. No sé, a lo mejor no es por eso, porque eso llevó una fuerte labor investigadora en un mondo que no conocía.

¿Dónde se habrá metido Lalo hoy? Es un lunes doloroso, porque Azucena, la madre de Maria Luisa, iba a celebrar su septuagésimo cumpleaños junto a sus hijos pero no quieso ir el mayor y Mª Luisa solo fue porque Azucena estaba enferma.

No sé si quiero describir a esa mujer que no conozco llena de arrugas, con un vestido negro de paño, cerrado y sin adornos. Austera en gesto y alma, su cuerpo gordezuelo, sus manos arrugadas, venosas, azuladas, sus andares encorvados silenciosos en su casa de piedras que está en el fondo de una fotografía en blanco y negro que Lalo y Mª Luisa guardan en el cajón de la cómoda junto a su cama.

No tienen motivos para guardar allí esa fotografía pero no quieren suplantar el actual retrato de su boda sobre el cabecero del dormitorio.

Lalo está borracho discutiendo con el tendero sobre si va a pagar lo que dejó a deber su mujer. No sé por qué me duele tanto el estómago cuando me acuerdo de Lalo. Será que sé cómo va a morir y me espanta.

Hoy hace frío fuera y el alcohol se congela en sus sangre. Mª Luisa está a punto de calentar en el puchero negro una sopa con patatas, perejil, pimentón y cebolla para esta noche.

A lo mejor, vuelve mañana a casa.

He cambiado de barrio

Vivía en un barrio en el que no podía
entrar en la mayoría de los comercios
hablar con la mayoría de la gente
porque eran prostíbulos
en los que es mejor no entrar
si no quieres ser un cliente
porque eran yonkis
con los que es mejor no hablar
si no quieres tener sus problemas
y mi hermana
cuando llegaba a mi barrio
lo primero que decía era que
olía a pis
y tenía razón.

Cuando Carmen empezó a vivir aquí tenía miedo
porque el barrio salía por televisión
para contar los últimos percances
que alguno había tenido con la policía
(mucha mucha policía)
y ahora está encantada.

Desde hace unos años parece que
he cambiado de barrio
y vivo en uno en el que no puedo
entrar en la mayoría de los comercios
ni hablar con la mayoría de la gente
porque son caros y mi economía está en crisis
(mucha mucha crisis)
hace años
desde que gracias a comprar una casa en ese barrio bajero
pude dedicarme a escribir poesía
poemas
que nadie quería consumir
y cuyo valor en el mercado de divisas
es insignificante.

Salgo a la calle y veo gente
(mucha mucha gente)
paseando mascotas de alto estanding
a las que les abrigan en invierno
con un jersey de lana virgen
pero que cagan en mitad de la calle
aunque sus dueños elitistas
se agachan a recoger lo que pueden
o quieren
de esos detritos
más o menos
sólidos.

Mascotas dueñas de las calles
como aquellos yonkis
y es mejor no meterse con ellas
ni con sus dueños
si no se quiere tener problemas
y aguantar que el pis
sea algo que siga sin cambiar
salvo de especie.

Una ONG

Doce sombreros (pasan por la playa y descubren una ostra
un lápiz rosa
un helicóptero de combate (encuentra un pájaro mágico
un océano
(pasea por la playa descubriendo una hormiga
baten a los griegos en la batalla
escupen harina
se convierte en hombre
pintan un cuadro
se cae al mar.

Un bosque escupe harina.

Quiero probar el sonido

Así que esta entrada será tan solo para colocar un audio que usé en la performance que realicé el otro día en Artón. Ya hablaré próximamente sobre la acción que realicé y sobre el controvertido tema que proponían en paralelo al de las acciones, que era el de cobrar por acceder a ver una performance.

Más allá de lo que pienso sobre la gratuidad y el arte, queda entrar en materia sobre si la performance, crítica en sus orígenes con el mercantilismo del arte, puede ser cobrada de la misma manera que un cuadro de Jackson Pollock.

Para esta acción realicé una composición con un programa de audio opensource, como viene siendo habitual, en el que un «NO» se repetía cada determinados intervalos. La pieza total dura 27 minutos, de los que la primera tercera parte (los primeros 3**2 minutos) tiene NOes cada 3 minutos. La Segunda Parte (del minuto 9 al 18) tiene NOes cada minuto, habiéndose dividido cada tres minutos entre 3. La última tercera parte de la segunda parte tiene NOes cada 20 segundos, habiéndose dividido cada minuto en 3. La última tercera parte del total (del minuto 18 al 27) tiene un ruido sinusoidal continuo.

Me encuentro el primer obstáculo, no me deja subir archivos de más de 8 Mb. Este NO.mp3 tiene más de 24 Mb.

Intento colocarlo de otro modo: NO mp3

Y de un tercer modo: NO mp3

En cualquier caso, me presenta, simplemente, un enlace al archivo. Me temo que no es suficiente. Tendré que pensar en una forma más sofisticada.

Veremos con esta última… (parece que de wordpress)

[audio:http://giusseppe.net/pf/partituras/NO.mp3]

Clases particulares

Voy a hacer carteles de clases part
iculares
están así
irregulares
como lo son las desdichas
dichas
dicho
sas
con tal de tañir
tan tan un son de porcelana
con los carteles
que haré
o ahré
para que parezcan
que no las imparte un doctor honoris causa
y sean atractivas al bolsi
llo
más exigente y menos abultado
porque vengo observando que
me lo paso mejor
dándole
clase
d’
andole
clase
con clase
a alumnos menos pudientes o de familias no demasiado acomodadas
pero sí lo suficiente
lo necesario y suficiente para que deseen y pueda
n
contratarme.

tengo que conseguir dinero
y es un apremio cada vez más duro y exigente
que me hace pensar poco en otras cosas para las que no
quiero tener que andar pensando en el dinero
dinero
dinero
dinero
dinero
dinero

y luego, un ratito de placer con mi amada
y luego, un ratito de estrés con mi amada
y luego, un ratito de comida con mi amada
y luego, un ratito de series con mi amada
y luego, un ratito de letras con mi amada

seis letras
6
y sus labios
y sus aes
sin cifrar
en lenguaje claro y distinto
para mí

Sin mundo

Sin añadir un alfil
al mundo
voy por la silla sin sol
voy por la orilla loca como una luna
sin mundo
ni amo
con amor loco y furioso
con una pasión incubada
bajo la duna azul
bajo la falda gris
bajo tu olvido.

Hoy fuimos olvidados por cupido
y sin su voz,
solos,
caímos al mundo
a sin vivir.

Nos agobia el ocio

tenemos tiempo
y ganas de hacer cosas
muchas cosas
y de asistir a eventos
muchos eventos
y de ver a los amigos
muchos amigos
y amigas
y muchas más amigas
y de llamar por teléfono
muchos teléfonos
y luego lo cancelamos
para encontrarnos
con los pocos
los pocos amigos (amigas, muy pocas)
los pocos eventos (muy pocos)
las cosas (muy muy pocas)
y las llamadas (casi ninguna)
y
en el mejor de los casos
con una única persona haciendo una única cosa
de la que no informar
ni considerarla evento eventual.

hacer amor:
amar
y
ya.

Ventana 20011115

Aún me lo complico más, el más difícil todavía para que mi pajarera sea tan inconfortable que la mano quiera viajar como el hollín por el bosque, dejando huellas claras de la presencia humana.

No sé si fue represión o falta de tiempo porque necesitaba irme al servicio y dejé inacabada la ventana de ayer. Sus pechos nuestras miradas el morbo y todo eso.

Hoy vuelvo a ver una terraza oscura en la que un poco de luz sale entre las cortinas a la calle. Dentro está María Luisa con un camisón claro, bastante sucio, por cierto, sentada en la butaca de siempre. Lalo no ha llegado aún y ella no sabe si esa noche llegará a dormir. Nunca puede estar segura. Se entrelazan los nombres con otras naderías escritas y me siento bien al saber que el mundo avanza en espirales tetradimensionales por lo menos.

María Luisa está viendo su programa preferido frente al televisor que siempre está encendido emitiendo series interminables de su programa preferido. Todo es su programa preferido. Cualquier escape antes de asumir que las cuerdas de siempre sirven para otra cosa mejor que para tender sus calzoncillos.

No lo piensa pero lo piensa. Cuando está tan cansada que le pide a Fernanda, la del primero, que le suba la compra porque no puede más. Sus bracitos blancos como la leche muestran algún que otro cardenal de caídas accidentales o tropiezos con aristas de armarios que no la comprenden. Por eso a veces le gusta salir a su terraza en medio de la noche con su camisón claro bastante sucio y tocarse bajo las ropas, abrazarse, dejando que el frío la vivifique.

Ventana 20011112, Lunes

Cara de pánfilo. No hay nada como ver esa ventana para darse cuenta de que soy un pánfilo. A través de ella me veo suplicando a la realidad otra forma que no tiene, me veo intentando encontrar un poco de abono para las plantas de la casa, me veo llorando como hace milenios bajo la mesa azul.

En esa casa hay una mesa azul y yo estoy debajo. La pared tiene agujeros de los juegos de mis uñas mojadas en sudor. La pared es gris en el fondo de esos agujeros donde no llega el sonido del mundo. Un tipo al lado me mira dándome unas explicaciones que ni siquiera le he pedido y cuando voy a pagar me pregunto si me van a cobrar por las camisas desaparecidas.

Tengo cara de pánfilo. El dueño de la tienda mira con un ojo hacia el árabe que intenta justificar la desaparición y con el otro a mí. Me mira y a través de su cerebro liso me conecto con la situación. Es una ventana que como espejo muestra lo que está pasando mirado por mí: No sé mirar.

Tengo ganas de irme y de llorar.

Pienso si la camisa negra que llevaré a Londres está entre las seleccionadas y me voy. Salgo a la calle con 11 camisas pensando que tenía que hacer algo y al mismo tiempo pensando que esa ocasión es muy buena para escribir un relato titulado Cara de pánfilo, autobiográfico, por supuesto, pero no sé si lo escribiré o lo introduciré a capón en la ventana de enfrente para sacarlo con el abrebotellas de mi perseverancia.

En la ventana hay un niño llorando que no encuentra la mesa azul. Se siente viejo y cansado y no tiene ganas de llorar, pero llora porque no encuentra la mesa… No hay forma de huir, no hay forma de huir.

Con cara de pánfilo mira hacia mí y ve un espejo en el que se refleja él, que es otro espejo…


Hoy que está todo oscuro empiezo a ver algo a través de esa luz ciega, a través de esa noche imposible. Empiezo a ver luz en la tiniebla, un hilillo de fe en mí, perdido siempre en la nadatodo.

Me duele la tripa, casi me salgo completo. Encaramado en mi pajarera me siento ridículo e incómodo, pero más fuerte, con letras que hacen hombres, hembras, rajas copónicas y cortas costras arañando el perfil de vientos que azota la terraza. Las dos cuerdas silban, las pinzas son el cuerpo del violín que me viola, en esta postura idiota, mojado en sudor y cansado; pero fuerte fuerte, aún más fuerte, como a punto de fritar y soltar el animal que me habita y vuela, volará a la terrazas con las garras enhiestas, arrancará las entrañas de esa mujer que un día vi tendiendo y permitió mientras me miraba que me masturbase dibujando con mis ojos su silueta de verano. Llevaba poca ropa y yo tan solo unos calzoncillos azules de tipo slip en los que introduje mi mano derecha para calentarme, aunque era verano y hacía calor. Eran las 6 de la tarde y se veía perfectamente, tan perfectamente que se veía mejor que si no se viese. Esto, parece absurdo, pero, en realidad, lo es.

Podía ver sus pechos abultados bajo su camiseta de algodón blanca, dos tirantes gastados sujetos a los hombros, llenos de ganas de ser acariciados.

Se me llenó la boca de saliva…

Esto no es una broma