Pruebas de edición

Este curso, estoy con total normalidad, ni nueva normalidad ni nada, maquetando el libro colectivo que suelo preparar casi a modo de regalo para las personas apuntadas a los Talleres de Poesía de Clave 53 y he apostado por un formato en el que el nombre de cada poeta figure incluido en la primera página de las 4 que tiene dedicadas, para desperdiciar el menor número de páginas posible, pues suelo dedicar una página a modo de comienzo de sección para el nombre del poeta o la poeta y su consiguiente página vacía par, lo que supone 2 páginas por cada poeta. Este año son 25 las autorías, así que sumábamos 50 páginas al libro, lo que además de encarecerlo, lo haría un poco más grueso de lo razonable.

Es un formato que ya había probado y quedaba muy elegante en el Libro Refugio que realizamos el curso pasado. Sin embargo, he querido apostar por una tipografía que no he usado hasta ahora en ningún libro y que me gusta bastante que es la Josephine Sans Serif, acompañada en citas y notas a pie de página por su familia hermana, Josephine Slab Serif, que mantiene el mismo criterio de diseño (gracias a Santiago Orozco) más o menos geométrico, pero también jugueteando con las formas de las letras, alejándome de mi habitual y bienamada Futura.

Lo que aún no he determinado es la imprenta con la que trabajaré, pero es posible que me vuelva a decantar por la que estoy ofreciendo últimamente, por su gran oferta de papeles de cubierta disponibles, Lozano Impresores, S.L. incluso aunque sea un poquito más cara. Ya veremos.

Eso sí, siempre usando, como se puede ver en las capturas de pantalla, Software Libre. En esta ocasión, Scribus 1.4.6 sobre Linux Mint 18.3 para la tripa e Inkscape 0.91 r13725 para la cubierta en vectorial.

Maquetando sin parar

Pasa el día
entre bombardeos de estímulos
y pantallas fosforescentes
afilando un lápiz en el alma
ese que tanto vendí.

Pasa el día.
Otro día.
Otro.

Maquetando sin parar
el libro de poemas de quienes asisten a mis talleres de poesía
en esta circunfléjica oración subordinada
que evita usar una palabra marcada genéricamente por una gramática heredada, casi como quien dice sin querer, de un latín, de un itálico, quizá céltico-itálico, de un pre-indoeuropeo, incluso nostrático… un adánico que nunca fue un évico lenguaje.

Y sigo hasta que pasa el día.
Otro día.
Otro.

Poema decaído

Un poema decaído
sobre un teclado decaído
apenas aspira a rozar el sueño decaído
de un poeta decaído
de dejar de ser un poeta decaído
para pasar a ser un ser humano incluso decaído
después de no ser un ser humano ni ser ni humano y tan solo decaído
con un montón de palabras hueras como pueda serlo un adjetivo tan decaído
como para ponerle fin al mundo completamente decaído
en una pandemia global en la que el ánimo decaído
es la mayor hazaña de la que podemos hacer gala o alarde decaído
en mitad de un luto decaído
por tanto humano decaído
o sencillamente
caído.

Me despierto a las 3:33

Me despierto a las 3:33 de la madrugada
o de la noche
noche cerrada
y sé que no son las 3:33 exactamente
y seguro que no lo son en ningún sitio
y menos aún con rigor astronómico
pues mientras pienso en escribir ese número
el tiempo transcurre y deja atrás el 3.

Me despierto a las 3:33
pez fuera del agua
branquias rotas
escamas en las niñas de los ojos.

Me despierto a las 3:33
y quiero dormir
y quiero olvidar
y quiero hundirme en la calidez de la cama
y quiero dejar de querer para relajarme
y quiero y quiero y quiero…

Me despierto a las 3:33
pero ya son las 4:44
no he podido cerrar los ojos ni un instante
no he podido dejar de recordar
no he podido apartar la mente de las tareas del día.

Son las 4:44
de la noche
o de la madrugada
y siento cansancio pero no sé de qué
y siento nervios pero no sé por qué
y siento enfado pero no sé para qué
y siento miedo pero no sé ante qué.

Son las 5:55
de la madrugada
que madruga
y me levanta de la cama
y me levanta de la noche
y me levanta de la calma
y me levanta de la triste aberración de un verso inapropiado exasperantemente largo.

Son las 6:66
de una mañana poco soleada
donde látigos de pistilos de Jaen
han decidido restallar contra los alvéolos de mi ánimo
han decidido confabular con mi amor por la temperatura del hogar
han decidido ralentizar mi nebulosa hasta detener su capacidad divisora
han decidido atarme de pies y manos a una molestia intrascendente de la que apenas queda el patético consuelo de quejarse.

Son las 6:66
y ya no aguanto un minuto más en la cama
y ya he leído sobre la fusión nuclear
y ya he leído sobre la guerra hispano-sudamericana de 1865
y ya he leído sobre jquery o la implementación de un menú HTML5 CSS3
y ya he leído sobre mí mismo para saber cómo me particiono en una única web.

Son las 7:77
y Carmen también abre un ojo a mi lado
y estoy tan nervioso que lo primero que hago es advertirle
de que hoy mantenga la distancia de seguridad
o se coloque una mascarilla emocional
para soportar insoportables exabruptos.

Son las 8:88
y desayunamos juntos
un té negro con canela y cardamomo con un chorreoncito de leche entera
un café colombiano preparado en cafetera italiana sobre gas procedente de Argelia
unas tostadas (en concreto 5)
2 de tomate y aceite y sal
3 de mantequilla y mermelada casera congelada.

Son las 9:99…

el fin parece estar cerca.

Amapolas en el Cráter

Desde la semana pasada, Clave 53 tiene una «emisora de radio 2.0», lo que comúnmente se denomina «podcast». Estamos emocionados con la propuesta y aquí incluyo el primer episodio de los que se irán realizando a raíz de uno diario y programando su emisión para que duren bastante tiempo, pero imagino que va a ser algo que me va a llevar mucho tiempo durante muchos años.

La idea partió de un verso de un alumno de los talleres y surgió en este periodo de confinamiento debido al coronavirus.

Todos los demás episodios pueden verse en Amapolas en el Cráter.

Esto no es una broma