Participación en I Convocatoria de Arte Postal del MIDECIANT 2020

De aquellos tiempos en los que aún no sabíamos que una pandemia no es tema para argumento de una película mala, recibí una convocatoria que ya ni recordaba que rezaba:

El MIDECIANT en conmemoración de su 30 aniversario invita a creativos de todo el mundo y a quienes quieran incorporarse a la iniciativa, a participar en la “I CONVOCATORIA ARTE POSTAL | MAIL ART”.

Así que me precipité a enviar una postal intervenida con poca gracia y algo de prisa, pero que quería dejar constancia de mi interés en mantener vivo un arte carente de dinero, carente de selección y carente de jurado. La no devolución era de esperar.

Sin embargo, este martes he recibido un catálogo, que si bien no es enorme, es mucho más de lo esperado. Agradezco al MIDECIANT que haya tenido a bien enviarme el presente inesperado que siempre alimenta el ego, sobretodo en horas bajas.

El Museo Internacional de Electrografía – Centro de Innovación en Arte y Nuevas Tecnologías (MIDECIANT) de Cuenca es un museo-centro de investigación dependiente de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), cuyo personal estable se nutre de varios departamentos de esta universidad (fundamentalmente de Bellas Artes, Historia del Arte, Humanidades, Ingeniería Técnica y de Informática).

Ser el 50 de los 233 artistas participantes entre quienes se cuentan Perse Sousa, Ibirico, Clemente Padin, Pepe Buitrago, Pepe Murciego J. Seefree, e incluso Bartolomé Ferrando, me llena de orgullo. Vano, lo sé, pero no dejo de reconocerlo.

Estoy aquí, en Móstoles…

Invitado a participar en la II Convocatoria Internacional de Arte Postal USTED ESTÁ AQUÍ – YOU ARE HERE (listado completo de artistas participantes, fotografías de la exposición, etc.), así como una amplia información sobre el proyecto editorial experimental PERIFERIA IMAGINARIA, en marcha desde 2018, y sus paralelas Convocatorias de Arte Postal, envié una propuesta más o menos rebuscada que necesitaba las dos caras de la cartulina verjurada negra que intervine con un rotulador blanco y nada más. No quería usar prácticamente nada digital para esta ocasión, después de que en la anterior convocatoria enviase por email (dada la situación de confinamiento debido a la pandemia de COVID19) una participación absolutamente digital.

Han realizado el siguiente vídeo que incluye mi trabajo y que presento aquí desde el momento en el que salgo en él, no vaya a pensar nadie que no tengo ego.

Ahora que me tachan de transfronterizo veo más que nunca que hay mucho de cierto en ello, pues la frontera entre las dos caras del cartón fue algo con lo que jugueteé en esta propuesta, referenciando a quienes (para mí) más han dinamitado la idea de frontera: la lógica difusa y la paradoja del gato de schrödinger, esa llamada al estar y no estar simultáneamente en algún sitio, a afirmar un tercero excluido como posible…

Látigo

Poema que escribí y compuse visualmente hace ahora 20 años titulado «látigo», que formaba parte de un proyecto titulado Fronteras en el que pretendía escribir un libro que fuese dejando de lado el verso para ir convirtiéndose en poema visual, posteriormente objeto, instalación y acción poética.

El texto dice:

Látigo.

En cuanto llegue a ti mi lengua conocerás el sabor salado de la amargura.
No querrás perder el paraíso de mis labios enroscados a tus piernas, yedra vital que acaricia tus muslos.
Hemos llegado al restallido de siete cabezas dragones de silencio que abren en tu piel bocas de sangre.
El beso, al fin, es entre hermanos.

Giusseppe, M-20010606

Color Piel

Me llama la atención cómo interiorizo cierto racismo, que podríamos tachar de microrracismo, como el de llamar «color piel» al color de la gente que tengo en la mayoría alrededor, olvidándome de que el color de la piel no es ni mucho menos algo homogéneo en el mundo y que la expresión «color piel» invisibiliza o tacha de «otras pieles» aquellas que no corresponden con el patrón denominado como tal.

Supongo que así, dentro de este pecado, es donde resulta comprensible la exigencia de buscar espacios para personas «racializadas«.

Es posible que no únicamente sea un mal hábito europeo (culturalmente hablando), sino global, pero no sé si se utiliza esta expresión más allá de lo que yo la conozco. Soy tan limitado…

En resumidas cuentas, hay pieles que han sido denominadas:

Pieles rojas, negras, marrones, amarillas, blancas, rosas, anaranjadas (es el habitualmente usado en el mundo del arte, llamándose color carne), etc, etc, etc.

Exposiciones temporales en mi estudio

Carmen me propuso la brillante idea de exponer obra propia temporalmente en mi sala. Es algo que había pensado en ocasiones, lo de tener más obra en las paredes de mi estudio para que tenga algo de visibilidad y genere curiosidad, pero he de reconocer que me resistía a clavar en las inmaculadas paredes del lugar. Aún le tengo mucho respeto al espacio y además me reconozco tremendamente torpe.

Elegí esta pared para colocar 4 paneles de cartón pluma negros de 50x70cm, de un grosor de 5mm que me sobraron (aún me quedan otros 6) de la Exposición en Dados Negros que todavía no ha podido tener lugar, dada la situación, desde la primavera del 2020, y ha pasado un año.

Sólo tenía clavos «reciclados» de ocasiones en las que he ido recogiéndolos de muebles o trastos que tenía guardados en un viejo bote de conservas dentro de una caja de galletas. Algo de miedo por si no se clavaban bien en la pared y se descascarillaba o qué sé yo, amén de la posibilidad de contraer el tétanos o similar si me pinchaba con esos utensilios parcialmente oxidados, como yo.

A 135 centímetros del suelo clavé dos clavos a una distancia de unos dos metros, recordando el tema de los dos metros de distancia para evitar contagios pero también la serie de dos metros bajo tierra (6 feet under). Uní ambos clavos con un hilo de cáñamo grueso que me sirviera de guía. Ha sido una brillante idea, pues a ojo habría sido un desastre.

Me lavé las manos con jabón, también con gel hidroalcohólico, por ver si se resecaban y dejaba de sudar. Bajé la temperatura, me quité el forro polar, me remangué para que las mangas no me estorbaran.

Alineados por abajo con el cáñamo guía, fui clavando los paneles de uno en uno comenzando por la derecha, el más próximo a la ventana, que era el que menos problemas me daría… y el primer clavo ya se me torció.

Me había asegurado de que la distancia al borde de la pared fuese de 5 centímetros tanto por arriba como por abajo de la plancha, pero entonces me di cuenta de que, no sé cómo ni por qué, había dejado lejos el martillo que había cogido prestado a mis compañeros de Costanilla, así que hube de dejar la plancha de nuevo sobre la mesa para volver a repetir toda la operación con el martillo en un bolsillo y las manos sudorosas otra vez.

Después de casi una hora, ha quedado muy bonito y me da pena ir a «ensuciar» esa monocromía con lo que sea que ponga. Hay algo mágico en el negro mate que me fascina.

Quitar los clavos que hicieron de guía no ha sido dificilísimo, pero tampoco trivial y en el de la izquierda, que es el primero que puse, ha quedado un pequeño boquete en la pared que quizá tendré que reparar, aunque no sea muy visible.

¡No sé ni clavar un clavo!

Este primer clavo que se me resistió quedó torcido por arte de magia. Y no sería el último. Pero la verdad es que seguro que si lo quito y pongo otro nuevo no quedará mucho mejor, porque el roto sobre el foam ya está hecho.

Lo que me molesta sin que sea algo que yo pueda atribuir a mi torpeza es la imperfección de lo analógico, el hecho, por ejemplo, de que las planchas iguales de 50x70cm no son exactamente iguales, es decir, tienen diferencias de un par de milímetros, lo que no es más que un error del 0,29%, aproximadamente, pero esas cosas me inquietan… imagino un mundo en el que las paralelas no se corten más que en el infinito y me doy cuenta de que Euclides no aplica, ni tan siquiera Arquímedes.

Las paredes no son completamente planas (¡oh, qué sorpresa!), ni las planchas tampoco, así que en una extensión de 70cm, se han producido arqueamientos que hacen que se aprecien casi a simple vista las separaciones entre las mismas. Estuve incluso mirando la posibilidad de comprar para la próxima ocasión una plancha más grande de un tamaño de 100x200cm directamente y ahorrarme tanta medición. Pero no quería despreciar el material que ya tenía adquirido y que no sé si alguna vez volveré a utilizar.

Ahora toca «vestir» el tablón negro con esas exposiciones más o menos temporales que ir colocando con chinchetas sobre el mismo para no taladrar la pared con infinitos pequeños agujeritos.

Recortar una imagen desde la línea de comandos

A veces tomo una fotografía y parte de lo que hay en los laterales me sobra. Especialmente cuando hago muchas, como una serie de imágenes captadas desde el móvil con un dispositivo disparador bluetooth que evite que toque el teléfono y provoque temblor o distorsión en la imagen.

El viernes pasado estuve trabajando sobre unas imágenes de «blackout-poetry» que había hecho y eran más de 40, así que no era muy razonable ir abriéndolas con GIMP y buscar el mismo corte, pues era el mismo corte, en todas y cada una de ellas.

En cuanto tengo que hacer algo más de 5 veces seguidas, pienso si existe una manera «automática» o más eficaz de tratar la serie. Que puede no serlo en pequeñas series, pero que me permite ir aprendiendo por si alguna vez necesito aplicar el mismo procedimiento en una serie más numerosa.

En esta ocasión, gracias a un tutorial que he encontrado en internet sobre cómo recortar imágenes en línea de comando con Imagemagick, recurrí a un utilísimo comando o programa linux que ya había usado con anterioridad, pero en esta ocasión para aplicar un corte o «crop» a las imágenes que con esta sencilla línea quedaron como las quería:

mogrify -crop 1800x3100+190+280 *

Transformando imágenes de 2250×4000 en una imagen recortada a partir del pixel 190 de la izquierda (la x) y 280 pixels hacia abajo (la y), con un nuevo tamaño: 1800×3100, despreciando lo que no esté ahí.

Esto no es una broma