otras
vosotras
otros
nosotros
otros
vosotros
otras
nosotras
Diario
Poema que escribí y compuse visualmente hace ahora 20 años titulado «látigo», que formaba parte de un proyecto titulado Fronteras en el que pretendía escribir un libro que fuese dejando de lado el verso para ir convirtiéndose en poema visual, posteriormente objeto, instalación y acción poética.
El texto dice:
Látigo.
En cuanto llegue a ti mi lengua conocerás el sabor salado de la amargura.
No querrás perder el paraíso de mis labios enroscados a tus piernas, yedra vital que acaricia tus muslos.
Hemos llegado al restallido de siete cabezas dragones de silencio que abren en tu piel bocas de sangre.
El beso, al fin, es entre hermanos.Giusseppe, M-20010606
Me llama la atención cómo interiorizo cierto racismo, que podríamos tachar de microrracismo, como el de llamar «color piel» al color de la gente que tengo en la mayoría alrededor, olvidándome de que el color de la piel no es ni mucho menos algo homogéneo en el mundo y que la expresión «color piel» invisibiliza o tacha de «otras pieles» aquellas que no corresponden con el patrón denominado como tal.
Supongo que así, dentro de este pecado, es donde resulta comprensible la exigencia de buscar espacios para personas «racializadas«.
Es posible que no únicamente sea un mal hábito europeo (culturalmente hablando), sino global, pero no sé si se utiliza esta expresión más allá de lo que yo la conozco. Soy tan limitado…
En resumidas cuentas, hay pieles que han sido denominadas:
Pieles rojas, negras, marrones, amarillas, blancas, rosas, anaranjadas (es el habitualmente usado en el mundo del arte, llamándose color carne), etc, etc, etc.
Carmen me propuso la brillante idea de exponer obra propia temporalmente en mi sala. Es algo que había pensado en ocasiones, lo de tener más obra en las paredes de mi estudio para que tenga algo de visibilidad y genere curiosidad, pero he de reconocer que me resistía a clavar en las inmaculadas paredes del lugar. Aún le tengo mucho respeto al espacio y además me reconozco tremendamente torpe.
Elegí esta pared para colocar 4 paneles de cartón pluma negros de 50x70cm, de un grosor de 5mm que me sobraron (aún me quedan otros 6) de la Exposición en Dados Negros que todavía no ha podido tener lugar, dada la situación, desde la primavera del 2020, y ha pasado un año.
Sólo tenía clavos «reciclados» de ocasiones en las que he ido recogiéndolos de muebles o trastos que tenía guardados en un viejo bote de conservas dentro de una caja de galletas. Algo de miedo por si no se clavaban bien en la pared y se descascarillaba o qué sé yo, amén de la posibilidad de contraer el tétanos o similar si me pinchaba con esos utensilios parcialmente oxidados, como yo.
A 135 centímetros del suelo clavé dos clavos a una distancia de unos dos metros, recordando el tema de los dos metros de distancia para evitar contagios pero también la serie de dos metros bajo tierra (6 feet under). Uní ambos clavos con un hilo de cáñamo grueso que me sirviera de guía. Ha sido una brillante idea, pues a ojo habría sido un desastre.
Me lavé las manos con jabón, también con gel hidroalcohólico, por ver si se resecaban y dejaba de sudar. Bajé la temperatura, me quité el forro polar, me remangué para que las mangas no me estorbaran.
Alineados por abajo con el cáñamo guía, fui clavando los paneles de uno en uno comenzando por la derecha, el más próximo a la ventana, que era el que menos problemas me daría… y el primer clavo ya se me torció.
Me había asegurado de que la distancia al borde de la pared fuese de 5 centímetros tanto por arriba como por abajo de la plancha, pero entonces me di cuenta de que, no sé cómo ni por qué, había dejado lejos el martillo que había cogido prestado a mis compañeros de Costanilla, así que hube de dejar la plancha de nuevo sobre la mesa para volver a repetir toda la operación con el martillo en un bolsillo y las manos sudorosas otra vez.
Después de casi una hora, ha quedado muy bonito y me da pena ir a «ensuciar» esa monocromía con lo que sea que ponga. Hay algo mágico en el negro mate que me fascina.
Quitar los clavos que hicieron de guía no ha sido dificilísimo, pero tampoco trivial y en el de la izquierda, que es el primero que puse, ha quedado un pequeño boquete en la pared que quizá tendré que reparar, aunque no sea muy visible.
¡No sé ni clavar un clavo!
Este primer clavo que se me resistió quedó torcido por arte de magia. Y no sería el último. Pero la verdad es que seguro que si lo quito y pongo otro nuevo no quedará mucho mejor, porque el roto sobre el foam ya está hecho.
Lo que me molesta sin que sea algo que yo pueda atribuir a mi torpeza es la imperfección de lo analógico, el hecho, por ejemplo, de que las planchas iguales de 50x70cm no son exactamente iguales, es decir, tienen diferencias de un par de milímetros, lo que no es más que un error del 0,29%, aproximadamente, pero esas cosas me inquietan… imagino un mundo en el que las paralelas no se corten más que en el infinito y me doy cuenta de que Euclides no aplica, ni tan siquiera Arquímedes.
Las paredes no son completamente planas (¡oh, qué sorpresa!), ni las planchas tampoco, así que en una extensión de 70cm, se han producido arqueamientos que hacen que se aprecien casi a simple vista las separaciones entre las mismas. Estuve incluso mirando la posibilidad de comprar para la próxima ocasión una plancha más grande de un tamaño de 100x200cm directamente y ahorrarme tanta medición. Pero no quería despreciar el material que ya tenía adquirido y que no sé si alguna vez volveré a utilizar.
Ahora toca «vestir» el tablón negro con esas exposiciones más o menos temporales que ir colocando con chinchetas sobre el mismo para no taladrar la pared con infinitos pequeños agujeritos.
A veces tomo una fotografía y parte de lo que hay en los laterales me sobra. Especialmente cuando hago muchas, como una serie de imágenes captadas desde el móvil con un dispositivo disparador bluetooth que evite que toque el teléfono y provoque temblor o distorsión en la imagen.
El viernes pasado estuve trabajando sobre unas imágenes de «blackout-poetry» que había hecho y eran más de 40, así que no era muy razonable ir abriéndolas con GIMP y buscar el mismo corte, pues era el mismo corte, en todas y cada una de ellas.
En cuanto tengo que hacer algo más de 5 veces seguidas, pienso si existe una manera «automática» o más eficaz de tratar la serie. Que puede no serlo en pequeñas series, pero que me permite ir aprendiendo por si alguna vez necesito aplicar el mismo procedimiento en una serie más numerosa.
En esta ocasión, gracias a un tutorial que he encontrado en internet sobre cómo recortar imágenes en línea de comando con Imagemagick, recurrí a un utilísimo comando o programa linux que ya había usado con anterioridad, pero en esta ocasión para aplicar un corte o «crop» a las imágenes que con esta sencilla línea quedaron como las quería:
mogrify -crop 1800x3100+190+280 *
Transformando imágenes de 2250×4000 en una imagen recortada a partir del pixel 190 de la izquierda (la x) y 280 pixels hacia abajo (la y), con un nuevo tamaño: 1800×3100, despreciando lo que no esté ahí.
En el libro de Utopía de Tomas Moro voy encontrando unos textos ocultos mediante tachadura de lo que enmascara el misterio, una lucha contra una esteganografía inconsciente.
Unas muestras:
De la colección de piezas que he agrupado como Poesía de Cartón. Una pieza realizada con unos sellos de letras de madera que me regaló una amiga sobre cartón desprovisto de sus capas externas, lo que se dice desnudo.
El lunes estuve recortando unos ripios de foam negro que tenía en el estudio, que me habían regalado los compañeros de Estudio Mamífero, y he decidido hacer mini-tarjetas de visita, con la información suficiente para contactarme y conocer mi trabajo: mi web, la que mantengo desde hace más de 20 años, evolucionando más y mejor que yo, en cierto sentido.
Son divertidas piezas únicas manuscritas. Lo más analógico que puedo imaginar en mi mente digital. Tienen un grosor de casi 5mm. Están escritas con rotulador uniPOSCA blanco.
Siguiendo las explicaciones de este tutorial sobre el uso de Inkscape, he realizado esta pequeña ilustración a partir de una fotografía de la nevada de comienzos del 2021 en mi calle.