Ventana, M-20040122

Me pongo pro pongo ser constructivo destructivo activo divo y no veo la forma de ir haciendo silencios tras silencios hasta llegar a 1000 cacatúas habiertas como un rayo que debe ver el fondo del mal.

Ignoro a Mª Luisa que no quiere salir a la terraza a respirar y ver de qué modo nos reímos de ella los cronistas de a pie. La piel hermosa de sus abrazos me dice tienes miedo y sé que sí tengo miedo porque no me atreví a leer la carta y eso es por algo, no crees?

La carta estaba sobre la mesa y no me atreví a convertirla en sonido. Ido. Venido. Vencido.

Un hilo de llanto dijo bajo un manto de mentiras no voy a leerla y nadie oyó aunque los ojos eran conscientes.

Las sábanas de felpa son abrigadas y el secreto de la vida está en

No sé. No tengo ni idea.

Escribo tan mal que mi culo se llena de vergüenza.

Acaba de salir. Aún no lleva maquillaje y no sabe que la miro. Recoge sus ropas y con la primera se abriga. Su pelo rubio sin vida parece apunto de morir, como ella, olvidada por mi indiferencia.

Ventana, M-20040121

Va y viene. La niebla no existe. Suena esa música de colores bajo el insistente sol. Mª Luisa ha resucitado. Ella va y viene como el día. Creación destrucción que nos lleva a una nada de la que no soy capaz de escapar.

Creo nada. Destruyo nada. Dada, nana, nadanada dananada dadaanna.

La verdad.

En el fondo del cuadro un horizonte plomo marca surcos en tu frente.

Ella va y viene.

Todo se renueva, se remoza. Un pelo en la punta del falo azul.

(Lo dejo a modo
de recuerdo
pornográfico
incrustado en un papel
humano, demasiado humano.

Suenan caléndulas calientes. Al lado, su vecina se desviste con ruiseñores en el culo. Va y viene.
Todo es devenir.
Tododana.

Hace mucho tiempo que no leo a Gunter Grass. Las obras de construcción de la catedral avanzan laboriosamente bajo la bóveda celeste. Llegarán a tocar la barriga de dios, a hacerle chantaje con unas fotos comprometedoras que le sorprendieron besando niñas menores de 6 años con la polla completamente erecta. Dios tiene unas aficiones muy extrañas pero ya sabemos que sus caminos son…

Ventana, M-20040120

Busco palabras
           p a  a
                    s
                      q
                        interrumpan
                        irrumpan
                        en mitad de la noche
y se lleven consigo mi pasividad.

Busco un atentado nihilista que haga renacer no un ave de sus cenizas sino las cenizas de un ave urbe. Destrucción, que no quede piedra sobre piedra, ladrillo intacto, que no quede tiempo siquiera inmaculado; destrucción que queme la ropa, incendie edificios, gasifique viviendas, arrase almas, derribe puertas y ventanas, que no deje muro vivo ni venda los pedazos al mejor postor.

Mª Luisa será enterrada en el cementerio de la Alumdena, justo al lado de la tumba de su abuela, en una ladera soleada en esta época del año y que crujirá un terremoto cuando encuentre lo que busco. Me haré dios. Que será líquido amarillito. Seré el más grande entre los hombres que serán, a su vez, más grandes que yo. Las comparaciones servirán para hacer versos románticos y poco más.

Mª Luisa yacerá con el culo descompuesto por gusanos de un tamaño microscópico, sus ojos devorados por ratas invisibles que atravesaron el mármol del recubrimiento lateral de su caja acolchada.

Solo quedará, quebradizo y de paja, su pelo rubio y sus huesos, incluso el de su pierna izquierda, la que se rompió jugando al tenis de pequeña. Era difícil jugar sobre el asfalto.

Ventana, M-20040119

No tengo tiempo. Se está yendo por la ventana al planeta lejano de las angustias. Llega el momento de afrontar la soledad con aleluyas y empréstitos. Una paloma torda caga en mi cabeza inmaculada que recibe de dios la bendición amarilla.

Mª Luisa muere en el horizonte por donde un sol lechoso tiende a cubrir el ganado perdido. Las antenas oprobio de se cubren también. La roca roca aúlla en mitad de la t. Un andamio miente miserias.

¿No ves que estoy jugando a buscar palabras? Mª Luisa no me entiende: no me tiende. Mª Luisa apenas sale a la terraza en la que podrían vivir 16 familias de inmigrantes marroquíes. Terraza de lujo y luz donde unas prendas, ayer, combatían feroces como hermanos. Hoy no hay viento, no hay ánimo en los pechos, forzados, de tela tergal. Un cuenco de espera lucha por la no caducidad de la existencia. Vano intento. Estas palabras que encuentro a mi paso también tienen su instante y se suicidan contra un acantilado blanco.

La terraza sigue esperando un poco de semen derramado.

Ventana, M-20040118

Desesperamos muy rápido. El cansancio surge a la mínima dificultad y nos sentimos imposibilitados para acabar un proceso que comenzamos llenos de gozo: Es imposible escribir una novela.

El viento habita las prendas y les da vida. Son dos hermanos que se odian a muerte. Uno tiene un cuchillo, el otro escribe un intento de intento de intento de creación. Quiere ser dios y no se da cuenta de que es un estúpido abel. Caín va a acuchillarle.

Su cuerpo se mueve con la soltura que da no tener cabeza ni piernas. Vuela hacia abel con la seguridad de un loco que vive. La vida es segada de abel que estaba muerto desde el principio. Nunca fue sino un intento de intento de intento de ser vivo. Ya no nada nunca. Cayó sobre ambos la sombra del silencio y su llanto labró la tempestad que me hace llorar cada noche soñando con mi propia vida o mi propia realidad, cubierta de magia, sin magia, científica y religiosa. Mi vida, segada como el intento tonto de tanto tedio.

Algo ha de cambiar.

Presiento que esta calma es solo preludio, prefacio, pretoriano o pre
ppppppppppppp (creciendo de izquierda a derecha hasta terminar en una enorme P)

Ventana, M-20040117

Hoy ha salido el sol y la hoja se viste de novia arcoiris a ritmo de flamenco. Se tiñe de luz la terraza secreta en la que dos bolsas de plástico cuelgan entre la ropa tendida. Prenda de muerto. Las bolsas guardan los hígados deshechos, las manos rotas de un hombre que no existió.

Quiero enfocarme y no mirar otra cosa que esa ventana | terraza y no consigo evitar que mis oídos sean atrapados por un perro que ladra, una puta que le dice ¿qué te pasa, mi amor? y cortinas que suben y bajan como el tráfico en las calles.

Un albañil pone los cimientos de una futura miseria.

Trabajar y trabajar: producir. Hoy tengo que producir un kilo de papel con versos como nubes.

Quizá valga con que ordene las fotos que formarán parte de mi próximo libro. Libro liebre libre. Libo. Boli. Azul.

También hay prendas azules, más o menos, colgadas entre las bolsas que vuelan en mitad del día.

El tiempo pasa dejando rastros de caracol. La noche gime pero no la oímos. Está muy lejos. Le lanzo un beso al otro lado del cielo y sé que lo verá.

Hasta mañana.

Ventana, M-20040116

Retomarte en parte me parte el arte. Las antenas se llenan de un brillo atrevido. Luz horizontal ohrizontal. Apenas toca las tejas, el culo de tejas planas que lloran a la ausencia.

No hay rojo que Mª Luisa no comprenda. Ella ha robado las prendas de as en las que que que que.

Esa cuerda combada combate las letras como diccionario sin palabras.

¿Vendrá diccionario de la antigua forma de pronunciar palabras o sonidos en general de un ancestral pueblo morador del Indostán?

Caen medias desde las curvas únicas. Un sujetador negro marca el final. Tiene un tamaño bastante grande y recompongo la mujer partiendo de sus tetas que llenan las copas. Luego salen dos brazos de un cuerpo o abdomen que va prolongándose hacia el suelo hasta llegar, de forma cóncava, a formar unas sinuosas caricias a los costados que siguen adelante de forma independiente dejando en mitad de su separación un cono apuntando, poco nítidamente, unos pies aplastados contra el pavimento.

No sé cómo saltas de esa uña mal pintada a un cuello que, delgado, deja lugar a una cabeza plagada de piel, alguna sonrisa en ojos que se precipita como catarata de oro.

Ventana, M-20040115

Retomarte, reconquistarte, en mitad de la lectura de un libro de arte es un inmenso misterio que atenaza mi postura.

Los restos de ropa expuesta no están ensangrentados pero la camisa roja salió del fondo de la noche.

Por agujeros en la pared se oye el silencio que en la calle anuncia que se está tendiendo el día.

Querría (creo), de una vez por todas, escribir una novela pero no parece posible.

Hoy tengo tantas cosas por hacer que me paralizan y no avanzo hacia ellas sino ellas (todas juntas) hacia mí y mi sable no es lo suficientemente potente para matarlas a todas. Estoy hablando de sexo. ¿Te das cuenta de que sigo atado a una ventana llena de vicio?

María Luisa no sale a recoger la sábana tendida. Duerme porque anoche la cena le sentó mal: espárragos que se deshilachaban en su boca como el tiempo bajo sus pies. María Luisa está viva otra vez. La criogenización fue un éxito.

Ventana 20011127, Martes

Me ha costado seguir escribiendo.

Me dicen que vaya terminando y yo creo que aún no me he atrevido a entrar verdaderamente al otro lado de esos cristales.

La luz de siempre. Dos cuerdas. Las de siempre. En una de ellas veo un cuerpo que no creo, porque no quiero creer, que es el de Marisa. Ahora que me atrevo a llamarla Marisa, ella cuelga con la boca abierta de la primera cuerda que pare ella era la segunda.

Está retorcida alrededor de su cuello amoratado y su boca se abre como si las mandíbulas fuesen de mantequilla.

No quiero mirar a sus ojos que sé que están abiertos y aún mirando hacia acá intentando desesperadamente llamarme para pedir ayuda. Sabía que tenía que terminar así. Puedo leer el futuro que es su futuro, no el mío, y jurar que lo sabía, ella acabaría pensando que los caminos de la vida conducen a la misma nada que una televisión apagada, que un marido infiel que la golpea, maltrata, veja, viola hasta hacerla sentir la mierda que es.

No puede llorar. No puede apoyarse en nadie ni fugarse con ese pescadero de labios amorfos que mira sus tetas insinuándose cada sábado por la mañana, detrás y delante de cada otra clienta. Tampoco para él es nadie y como aquel olvidado esquimal que murió en la tundra, más allá de la tundra, luchando contra una tormenta invencible de nieve de viento, ella también lo sabe.

Se ha matado pero yo tengo que contar su historia y esto es solo el principio o acaso no se puede hablar sino de palabras en el aire que flota como sílabas sin sentido, como letras desarticuladas que abren bocas, sexos, culos, cielos nublados por donde un rayo de luz (no verde) cae contra nosotros.

Ventana 20011123, Viernes

Por los eructos sé que ha comido morcilla con huevos fritos. Los huevos estaban muy fritos, en aceite muy caliente y se doraron las claras formando unas nubes de colores alrededor de las cuales nada la yema aún fresca y jugosa.

Lalo se chupaba los dedos después de mojar el pan. No le gusta usar tenedor con los huevos fritos. Es su comida preferida aunque nunca lo reconocerá diciendo que las chuletas de lechal le pierden. Es mentira. Como todo este texto, eso, también es falso. Le gustan los huevos fritos desde siempre, desde nunca, desde nada, cuando era un diminuto crío a la salida del colegio de Salesianos de la Glorieta de Embajadores. Los comía en el colegio y se los servían fríos en aquel comedor que siempre recuerda inmenso. Los compañeros se reían de él porque le chorreaban goterones amarillos en su cara pecosa y áspera. Ya entonces los comía solo con un trozo de pan en cada mano y por las noches ocultaba a su madre que había comido huevos por si había suerte y volvía a comerlos a la hora de la cena.

Maria Luisa, a quien a partir de ahora voy a llamar Marisa, le fríe los huevos como nadie; ni siquiera su madre en la cocina de hierro fundido y carbón, la vieja, la de la primera casa que tuvieron antes de que su padre se fuese a Alemania.

La madre de Lalo era madrileña de pura cepa. Una rara avis de los gentilicios, si tenemos en cuenta que entonces Madrid estaba absorbiendo tanta población que la inmigración actual parecería anecdótica. Eso sí, todos eran de la misma raza. La raza que hoy se erige en dueña de una tierra que no le pertenecía. Una raza un tanto ladrona, bien mirado. Pero a la madre de Lalo nunca le surgieron estos pensamientos y menos cuando conoció a Juan, el de la charcutería, que era solo madrileño de adopción. Sus padres eran de Motilla del Palancar y él no recordaba nada de los ocho años en que se crió allí.

Esto no es una broma