No sé qué pasa que no puedo escribir esto parece absurdo a lo largo y ancho de palabras volcadas a cuchillo en esta larga larga hoja cuadriculada que me recuerda viejos tiempos, tiempos de tinajas de amor y cuadernitos azules a la sombra de sótanos sin fin.
No sé qué pasa que esta ventana anidada en terraza es un muro insalvable, un muro de altura infinita sin un resquicio en sus oberturas de luz anaranjada por los que pueda ver una mujer desnuda, una prostituta haciendo su comercio, un hijoputa cargando su ira para arremeter a golpes de espolón contra los negros del barrio. O los chinos, igual da.
Solo veo ventanas, persianas a medio cerrar, sábanas o camisas tendidas en esta o aquella o aquella o esta cuerdas. Un cable, otro cable, un canalón para las gotas del cielo que están a punto de caer…
No me atrevo a ver: no veo o no quiero ver. ¿Por qué? ¿A qué le temo tanto? Tengo miedo a los fantasmas y a los vampiros pero sé que al otro lado de esa luz no hay fantasmas ni hay vampiros… ¿De qué tengo miedo?
Estoy solo y asustado. En mi taburete negro, como un ataúd con pinta de pajarera.
Tengo que afrontar algún día las enfermedades que me aquejan, las enfermedades que me acomplejan, el paso del tiempo… ese ir y venir de amigosconocidosdeasmigos que hace posible distinguir futuro pasado presente con ausencias… tantos silencios rotos…