Después de terminada la rama asiática de las europeas, lo que no deja de ser una curiosa contradicción, estoy a punto de comenzar otra nueva rama de las lenguas indoeuropeas. En realidad, muchas veces han sido consideradas dos ramas independientes, pero he encontrado bastante información que apunta a creer que se pueden agrupar. Y mi interés por la clasificación más extrema posible me ha llevado a creérmela más que a dudarla. Este mismo enfoque ya lo tomé cuando clasifiqué las lenguas balcánicas y paleobalcánicas, agrupando a las Armenias, albanesas, ilíricas, paleobalcánicas, dentro de un mismo tronco con muchas muchas dudas, pero disfruté de la posible agrupación más geográfica o histórica que filológica.
De momento, las lenguas de la rama balto-eslava serían las que se pueden ver en esta imagen extraída del programa con el que estoy realizando la organización y documentación.
Hoy, comenzaré con el prusiano antiguo, del que ya tenía bastante información almacenada desde los comienzos de este proyecto, cuando manejaba el Encarta para obtener escasa información y clasificarla pobremente. Cuando pienso en el prusiano antiguo recuerdo a Gunter Grass y sus libros, en especial, creo, el de El Rodaballo, y su repaso histórico y prehistórico de su lugar de nacimiento: Danzig, Gdanz… y otros nombres posibles de aquella región cuya cultura ha ido cambiando tanto que sirve de metáfora para entender las vueltas de la vida en una Europa convulsa y siempre en movimiento.