Oro líquido

Tengo que reconocer que el color de la foto no hace justicia a este pedacito de oro líquido que había esta mañana en la cafetería en la que he disfrutado de un maravilloso desayuno con mi muy querida amiga Aída (que sé que leerá estas palabras, así que nunca la criticaré en este diario… ;-)))).

El aceite es algo que a veces olvidamos, no dándonos cuenta de que es tan bello como una mesa de disección en la que se encontraran por accidente una máquina de escribir y un paraguas. Color oro, en este caso transparente, deja pasar la luz, como corresponde a la definición de transparencia, pero los ojos se quedan dentro, mirando un universo dorado en el que sería placentero sumergirse.

Es raro, el aceite seguro que es menos denso que la densidad media del cuerpo humano, pero no imagino hundirme, sino flotar en un plato gigante de aceite, en una sartén a punto de hervir, conmigo dentro, dejándome la piel quemada con la suavidad que queda en las manos impregnadas de este oleoginoso productito.

Flotar en el oro líquido del que estamos, en esta nación, tan orgullosos. ¡Qué ricos desayunos acompañados con un chorreón de aceitito sobre una tostada impregnada de ajo, con tomate preferiblemente pelado, con sal e incluso con pimienta. O como lo toma mi madre, aceite y azúcar que me recuerda una merienda muy habitual de mi infancia: el una media barra de pan a la que mi madre le extraía la miga, dejando un pozo acotado por el pico de la barra, lleno de aceite, azúcar y vuelto a cubrir con la miga. Bocadillo de pan con pan pero dulce y sabroso.

Tengo hambre. Hambre voraz capaz de destripar a un rey de bastos y comérmelo por las patas.
Hambre de vida, y la vida, para mí, siempre tendrá algo que ver con el aceite de oliva virgen.

ay…. qué cosas!

Sopa de caldo de puerros con patatas, acelga, pimiento y calabacín.

Otra receta con puerros. Y van tres. Ya escribí una sopa con puerros y unos mejillones con puerros. Es uno de mis alimentos preferidos, de un tiempo a esta parte, a pesar de que lo contrarrecomiendan por su generación de flatulencias o haya que tener precauciones por el alto contenido en fibra.

En esta ocasión solo aproveché la parte verde del puerro. Sí, la que todo el mundo tira a la basura, como me dijo el verdulero. Un compañero suyo, reconociendo mi buen juicio, dijo «Lo que hace es lo mejor, porque la parte verde es la que tiene más nutrientes porque está al sol». Yo no tengo nada claro que eso sea así, lo que sí sé es que es una parte que está muy rica y aporta mucho sabor.

En esta ocasión, la hice con lo que había comprado el viernes pensando en hacerla, pero se puede variar cualquier ingrediente por casi cualquier otro que se tenga, o eliminar alguno. La ocasión, repito, era que venían a comer el sábado los amiguetes Burak y Yaki que nos dijeron que se van a casar. Qué preciosa noticia… por cierto.

Empiezo con la recetilla:

Ingredientes para 6 personas (y me sobró un poquito de caldo que reservé para otro día, una sopita de 2 personas):

Para el caldo:

  • 4 cucharadas de aceite de oliva
  • 2 cucharaditas colmadas de sal (NaCl)
  • 4 dientes de ajo
  • la parte verde de 4 puerros
  • la parte más verde de la acelga y la parte más blanca del tallo de la misma
  • la parte más verde de unas ramas de apio
  • los tallos de un manojo de perejil

Para la sopa:

  • 2 cucharadas de aceite de oliva
  • una pizca de pimentón dulce
  • 2 dientes de ajo
  • 2 cebollas medianas
  • la parte blanca de un par de ramas de apio
  • 1 acelga entera
  • 1 pimiento rojo de los de asar (carne gruesa)
  • 1 calabacín
  • 3 o 4 zanahorias, según el tamaño. Usé 3.
  • 4 tomates de rama pequeños
  • 2 patatas hermosas

Preparación:

Muy muy larga en tiempo, pero no es muy trabajosa. Con esas cosas de los niveles de dificultad, diría que cualquiera puede hacerla.

Para preparar el caldo que luego voy a usar en la sopa, lo primero que hago es coger una cazuela grande (nunca uso la olla exprés, pero seguro que se haría mucho más rápido) y pongo un poquito de aceite, como cuatro cucharadas, le añado 2 dientes de ajo picados y otros 2 dientes de ajo si pelar siquiera, pero un poco machacaditos, para que suelten más sabor. Cuando comienzan a dorarse, añado la parte verde de los puerros cortada en láminas gruesas y tapo la cazuela para que empiece a soltar el agua. Corto la parte más dura de la acelga, lo que podríamos considerar un tallo, y la parte más verde de las hojas, añado esto a los puerros. Después agrego la parte verde de un par de ramas de apio cortaditas en trozos grandes y los tallos de un manojo de perejil (lo que habitualmente también tiraríamos, pero he descubierto que en procesos industriales se aprovechan este tipo de cosas para preparar esencias de sabores, como las pastillas de carne o verdura o pescado, los aromatizantes, etc… y he decidido hacerlo yo mismo), dejo que siga rehogándose tapada la cazuela con lo que aprovecho el vapor de los alimentos.

Cuando ya están sueltos todos los elementos, especialmente las rodajas de puerro, echo 2 litros y medio de agua y dejo que hierva durante 2 horas. (Aproveché para juguetear un rato con el PC)

Pasado ese tiempo, cuelo el caldo resultante y separo un poco para otro día, porque seguro que va a sobrar. Ese poquito, muy condensado, lo mezclo con agua para que no sea tan fuerte y lo guardo en un frasco de conservas en el congelador (cuando se enfría, claro).

Me apena tirar el residuo verde que queda sobre el colador, después de presionarlo para que suelte el máximo de juguito. Seguro que podría hacer algo con ello, pero ahora mismo no sé qué y, de momento, lo tiro. ¿Alguna sugerencia?

Ahora ya puedo comenzar a hacer la sopa.

En la misma cazuela, para no manchar más cacharros de los imprescindibles y así reducir el consumo de agua en su limpieza, así como el consumo de detergentes, pongo un poquito de aceite y 2 dientes de ajo picados, pero antes de que lleguen a dorarse, añado 2 cebollas cortadas en grandes trozos.

Para cortar 2 cebollas, mi forma de hacerlo es bastante matemática, casi geométrica, me atrevería a decir, cortando primero en 2 trozos cada una longitudinalmente por la mitad, para luego, alineando las 4 mitades, cortar longitudinalmente en 2 por un eje imaginario central, haciendo 2 cortes, paralelos a ese eje longitudinal para dividir ambos lados en otras sendas 2 partes, pero haciendo que la incisión tenga un ángulo aproximado de 45 y 135 grados respectivamente. Por último, cortar en 4 cortes transversales las 4 mitades cortadas, cada una en 4 sectores semiesféricos. De este modo, tendríamos 64 fragmentos de sectores esféricos de unos 45º cada uno a partir de 2+1+2+4*4=21 cortes. Desprecio la curvatura longitudinal para no complicar los cálculos, pero me produce cierta desazón saber que estoy despreciando esta característica cebollil. Tampoco tengo en cuenta el número de capas de la cebolla.

Seguro que se puede hacer de otra forma, pero a mí me gusta así.

Pico el apio y, en cuanto la cebolla cambia un poco de color, lo agrego junto con el pimiento rojo cortado más o menos regularmente en trozos grandes, después de vaciarlo bien de semillas.

Corto un calabacín de la manera similar a la descrita para cortar la cebolla. Del mismo modo, corto 4 tomates, preferiblemente maduros. Corto en trozos transversales, de 2 centímetros de longitud aproximadamente, las zanahorias. Corto también la acelga que me queda en tiras, dejando más grandes las más verdes.

Agrego el calabacín y dejo que suelte un poco de agua y que se impregne del aceitito, después la zanahoria, el tomate y, por último, la acelga.

Cuando la acelga se reduce y se mezcla bien todo lo que está siendo rehogado, añado las patatas cortadas con un cuchillo de mantequilla y sin terminar de hacer cortes limpios, para que suelten mejor, parece ser, el almidón que contienen y ayuden a dar consistencia al pote. (En esta ocasión, agregué también un par de trozos expresamente machacados en un mortero para aprovechar esta propiedad de las patatas).

Ya solo queda agregar una cucharadita de pimentón dulce, mezclar bien, añadir el caldo de puerros que tenía preparado y dejar hervir durante 40 minutos, hasta que las patatas estén bien blanditas, algunas deshechas, incluso.

Salió muy bien. No hago muchas fotos, pero se merecía alguna… otra vez será. Tardé, en total, unas 4 horas, pero pudiendo dedicarme a otras cosas más del 75% del tiempo.

Sopas y sopitas

Este verano hemos hablado Carmen y yo mucho acerca del deseo de cenar en casa más a menudo, entre otras cosas porque con la que está cayendo desde el punto de vista económico, es un ahorro considerable, pero además porque es más saludable y más agradable.

Y ella insiste en que cenaría todas las noches sopas, así que hemos decidido hacerlas con frecuencia y en abundancia. En ocasiones congelarlas para luego, en un pis-pas, tenerlas disponibles para cenar a las horas a las que solemos volver.

(Hablando de volver… el sábado estuvimos viendo La piel que habito, de Almodóvar y me pareció un soberano tostón pajillero, muy en la línea de Médem, pero más estrambótico, rocambolesco y caprichoso. Decepción profunda)

Tras el inciso, dejo la receta de la sopa que ayer hice en menos de 10 minutos de preparación y media hora de cocción.

Ingredientes:

  • 3 cucharadas de aceite de oliva
  • 1 diente de ajo
  • 1 puerro (con su parte verde)
  • 2 tomates maduritos (como yo)
  • una pastilla de caldo de verduras
  • un puñadito de pasta de estrellas
  • 3 vasos de agua

Preparación:
Eché en una cazuela antiadherente un chorrito de aceite. La puse a calentar a fuego de escasa intensidad y mientras pelé un diente de ajo grandecito. Usé el famoso truquito de golpear con el cuchillo el lateral del diente para que el pelado se haga más fácilmente. Corté en trozos grandes (no láminitas como suelo hacer) y lo agregué al aceite aún no caliente.

Corté en rodajas finas un puerro con la mayor parte de su parte verde (forma de aprovecharlo más y además de usar lo que tiene más fibra, según creo) así, por otro lado, le damos un poquito de color verde al sofrito. Añadí 2 tomates cortados en trozos pequeños, pero no demasiado. Esta imprecisión es muy propia de toda receta de cocina, así que lo dejo como está.

Cuando el puerro se fue deshilachando y cogiendo color, añadí el puñadito de estrellas que tenía por casa y que no sabía cuándo usar, porque suelo usar los fideos cabellinos que son de cocción mucho más rápida.

Tras mezclarlos bien con el sofrito, vertí una taza de unos 220 ml de agua en la que había semidisuelto una pastilla de caldo de verdura. Lo ideal habría sido disponer de ese caldo naturalmente, fácil de hacer con restos de verdura. Añadí otras 2 tazas de agua aprovechando así para limpiarla.

Subí la intensidad del fuego al máximo y esperé unos 25 minutos para que la pasta estuviese bien cocida. La cocción de la pasta proporciona espesor a la sopa. Estuvo rica rica…

Receta para alimentar la Tierra (una pequeña porción)

Este año he vuelto a participar en los encuentros que organiza Luis Elorriaga en su terrenito de Caudete llamados con cierta pompa «Encuentros Internacionales de Arte de Acción y Performance». Bien es cierto que son encuentros, que son internacionales y que suelen girar en torno al Arte de Acción y la Performance.

He presentado la pieza «Receta para alimentar la Tierra» quizá porque estoy en un momento muy culinario. La expongo aquí tal como la concebí. Se parece bastante a cómo la realicé.

Receta de cocina para alimentar la Tierra

Está receta que incluye alimentos físicos y psíquicos es casi una acción psicomágica para darle a la Tierra algo de lo que me ella me da. Su preparación incluye una reflexión sobre qué cosas me nutren y/o nos nutren que no son solamente aquellas sustancias palpables a las que habitualmente llamamos alimentos.

Es recomendada especialmente para momentos de estreñimiento ocasional del planeta, como los que ahora vivimos, aunque su ingesta debe ser realizada con regularidad para que se produzca la adecuada asimilación de los nutrientes.

Pediré ayuda a los asistentes al evento para que distribuyan la comida entre los pedazos de tierra que elijan, aquí o allí, en sus propios terrenos o en este.

Ingredientes para una receta con la que alimentar la Tierra (una pequeña porción)

  • 3 kg de tierra del lugar
  • 1 litro de agua
  • 2 huevos crudos
  • 1/2 litro de leche
  • 2 dientes de ajo
  • Una cebolla pequeña
  • Un chorrito de aceite virgen extra
  • Un puñado de almendras sin pelar
  • Cuatro pedazos de la camiseta de algodón que lleve puesta
  • Un mechón de pelo (preferiblemente rubio)
  • Cera de los oídos extraída con un palito de algodón
  • Raspado de piel muerta de un brazo (con piedra pomez?)
  • La ceniza de varias páginas de un libro de poesía (o poemas escritos para la ocasión)
  • Tres figuras geométricas construidas con algo del lugar
  • Un Tango de Hugo Díaz (fueron 2)
  • Un recuerdo
  • Algunas hojas y pequeñas ramas para decorar

Preparación

En un cubo de plástico o, idealmente, en una cazuela grande de barro, echamos un poco de aceite y lo frotamos bien contra la superficie. Calentamos con un Tango de Hugo Díaz.

Cortamos los 2 dientes de ajo en finas rodajas y lo echamos en el fondo del cubo. Cortamos la cebolla en trocitos pequeños y lo agregamos a ese falso sofrito. Reservamos las pieles para adornar.

Mientras se va calentando cortamos varios trozos de la camiseta que lleve puesta y varias páginas de un libro de poesía. Pedimos entre los asistentes un mechón de pelo, preferiblemente rubio. Pedimos entre los asistentes un poco de cera de las orejas (3 palitos). Recortamos los algodoncitos y reservamos.

Echamos 3 Kg de tierra en el sofrito y cuando se empiece a abrir añadimos el agua poco a poco. Cuando consigamos una pasa más o menos homogénea y barrosa, añadimos los huevos crudos, con cáscara incluida, las almendras, los trozos de camiseta, el mechón de cabello, la cera de orejas (solo los algodoncitos), un recuerdo susurrado y la leche.

Sobre la masa resultante, predemos fuego a 3 o cuatro hojas de un libro de poesía (pueden ser de distintos libros). Añadimos una letra A dibujada grande en homenaje a Joan Brossa, como es de suponer. Sobre el fuego aún encendido lanzamos 3 figuras geométicas (un segmento, un triángulo y un hexaedro, quizá de papel). Esperamos que se consuma el fuego moviendo lentamente si fuera necesario.

Presentación e ingesta

Presentamos adornándolo con unos soplidos, unas ramitas recogidas y unas cuantas hojas caídas del otoño incipiente. Le damos a varios voluntarios unas raciones (sobre hojas de papel en cucurucho) para que puedan nutrir las tierras que les pertenecen.

Yo, por mi parte, agarro el sobrante y lo esparzo sobre un terreno previsto para ello sobre el que pueda tumbarme para abrazar el planeta. Quizá, incluso, besarlo.

Servir con un chupito de vino blanco frío.

Mejillones con salsa de nata y puerros

Inauguro la categoría de recetas con esta que, con el tiempo me va saliendo mejor. La aprendí a hacer en Caudete durante uno de los Encuentros de Arte de Acción que celebra regularmente Luis Elorriaga allí. Me dijeron que se trataba de una receta de procedencia belga. No he podido confirmar esta información ni me preocupa. Tampoco es me explicaran detalladamente cómo se hacía sino que fui haciéndola a mi gusto a partir de los ingredientes que me dijeron que lleva.

Ingredientes para 2 personas (es lo habitual en mi caso, así que multiplica o divide según sea el caso):

  • 1 Kg de mejillones frescos
  • 1 Limón
  • 1 Cebolla grandecita (opcional)
  • 3 Puerros con la parte verde
  • 1/2 Litro de nata para cocinar (cuanto más cremosa, mejor) Yo uso 2 de 200ml de la del DIA por motivos obvios, pero…
  • Aceite de oliva
  • Pimienta negra (opcional)

Preparación
Se limpian muy bien los mejillones tirando aquellos que estén abiertos antes de ser cocidos porque parece ser que es un síntoma de que están malos. Para limpiar los mejillones usar un cuchillo duro que no se rompa y comenzar quitando las barbas y dejar lo más desprovisto de adherencias las cáscaras de los mismos.
En una cazuela grande exprimir el jugo de un limón. Echar los mejillones y cerrar la cazuela para cocerlos al vapor. Sabremos cuando están hechos porque los mejillones se abren completamente. Dejar tiempo para que se abran todos. Los que queden cerrados habrá que descartarlos, así que mejor pasarse un poquito. Escurrir los mejillones en un chisme de esos de los de pasta, por ejemplo, y reservar. Aquellos mejillones que tengan las cáscaras más sucias, sacarlos de las mismas, pero procurando que siempre sea menos del 30%.
Se corta la cebolla en trocitos cuanto más pequeños mejor y se rehogan la misma cazuela en la que se habían cocido los mejillones (para ahorrar ensuciar cacharros, cosa que se valora especialmente si no hay lavavajillas).
Se cortan los puerros en finas rodajas con toda la parte verde aprovechable (después de quitar las hojas que estén peor, se limpia un poco y así se aprovecha más, esto hace que usemos la parte verde que tiene, aún, más fibra que el resto).
Cuando está la cebolla un poco blandita, se agregan los puerros y se sofríen unos minutos hasta que los aros se vayan deshaciendo y el puerro quede blandito. Entonces, se añade la nata líquida y se lleva a ebullición. En este momento, quien desee que esté el plato un poquito más fuertecito, puede espolvorearse con pimienta negra o bien esperar a que esté terminado para añadirla al final.
Cuando la nata va adquiriendo consistencia echar los mejillones sueltos y luego los mejillones con cáscaras. Remover bien y servir en platos muy grandes o bandejas.

Marina estupendamente con un vino blanco semidulce. Mi recomendación es Bach de Penedés que es baratito (3,50€/botella).

Y, como siempre, tomar con una buena conversación.

Esto no es una broma