Una buena amiga ha publicado este mensaje en una red social, requiriéndonos a la participación:
Estas son las 4 preguntas que se votaran durante el plebiscito:
1. ¿Quiere usted una Democracia Participativa incorporando el Plebiscito en la Constitución y en la Legislación, como herramienta vinculante de decisión ciudadana, para que la soberanía del pueblo sea real?
2. ¿Quiere usted pagar y avalar la deuda contraída por el Gobierno, como la destinada al rescate de los bancos, sin haber contado con el respaldo de la ciudadanía?
3.¿Quiere usted que para evitar la corrupción se cambien las leyes para que la ciudadanía tenga el control de los poderes del Estado y de las administraciones públicas, garantizando una total transparencia?
4. ¿Quiere usted que se garantice por ley la gestión íntegramente pública de los bienes y servicios públicos (sanidad, dependencia, educación, agua, servicios sociales, etc.) y el ejercicio efectivo de los derechos fundamentales (vivienda, empleo, justicia, pensiones, medio ambiente, igualdad, etc.)?
No he podido por menos que responderle:
sí, no, sí, sí. Pero ¿no te parece un cuestionario un tanto retórico e, incluso, tendencioso?
aunque suele estar mal visto el responder en contra de un plebiscito, como si fueses alguien que opina que, entonces, estás con «ellos», o que no crees en la voluntad popular, o que no eres idealista o poco democrático, etc, etc, etc.
Pero es que estas preguntas son estúpidas. Por decirlo muy crudamente. En realidad, matizando, lo que son es un conjunto de pueriles preguntas tendenciosas que incluyen la respuesta correcta. Si votas lo contrario a lo previsible, pasas inmediatamente a estar equivocado. Lo plantearé de este modo:
¿Puedes no querer una Democracia Participativa? ¿Puedes no querer que los ciudadanos decidan?
Claro que no. Puesto que en tal caso, ni siquiera te estarías deteniendo a ofrecer tu opinión/decisión.
El populismo de la segunda es insultante para la inteligencia:
¿Quién desea pagar los dispendios que el gobierno ha tenido sin contar con la ciudadanía? No hablamos, por supuesto, de esa ciudadanía que, mediante su voto (que no se reconoce como vinculante, parece ser) ha decidido poner ahí a este gobierno que tenemos. Ah, que ese gobierno no prometió hacer lo que está haciendo… ya, estamos de acuerdo, pero la deuda existe. ¿Nos negamos a pagarla? ¿Nos hacemos cargo de las consecuencias del impago? ¿Hablamos de ello? No. Lo único que sabemos es que nos parece mal hacernos cargo.
La tercera, tan retórica y huera como las anteriores…
¿Quiere usted, para evitar la corrupción…
Pues claro que quiero, ¿cómo no iba a querer? ¿Soy idiota? ¿Soy corrupto? Es decir, en términos de lo que verdaderamente me importa, el hecho de que se supone que es una consulta, en la que, se supone (insisto), hay opciones… ¿alguien puede contestar a esta pregunta con un no?
4. ¿Quiere usted que se garantice por ley la gestión íntegramente pública…
Esta cuarta tiene una alternativa que no suele gustar a quienes están planteando este plebiscito. Menos mal, al menos hay una pregunta que se puede contestar de dos maneras sin errar. Eso sí, quien ha llegado a esta pregunta va a responder lo que yo respondería, obviamente, que sí, que quiero una gestión íntegramente pública pero ÍNTEGRAMENTE. Hasta el punto de que prohibiría (con la más feroz represión posible) la privatización de la enseñanza y la sanidad, al menos. Ni hablar de la subvención de empresas privadas que llevan a cabo labores que realizarían perfectamente aparato público.
Pero una pregunta que me hago es la de si se puede considerar vinculante en ambas direcciones o siempre se ninguneará la no participación (cosa que, por cierto, se suele criticar cuando el voto en blanco o nulo no recibe representación parlamentaria). Es decir, ¿si el grado de participación no supera ni el 5% de la población, no se puede entender como indicativo de que el plebiscito no ha logrado su objetivo?
Ahora hablemos de objetivo:
Dicen en algún lugar de la web que «Esta acción Plebiscitaria puede ser de dos tipos: o bien un Plebiscito Consultivo (es decir, una consulta ciudadana para refrendar o no ciertas iniciativas de carácter general) o bien un Plebiscito Vinculante (una consulta ciudadana pero de obligado cumplimiento por el Gobierno)«.
Están anunciando este como Vinculante, aunque reconocen que, en realidad, en España un Plebiscito no puede ser vinculante. ¿Me están, por tanto, engañando? Bueno, para quien le importan las palabras, simplemente se están confundiendo. Suponiendo, siempre, buena fe.
En otro punto de la web afirman «Estas preguntas son abiertas, así como la acción del Plebiscito en sí ya que la intención es ir definiendo todo el proceso entre todas las personas que quieran participar en las diferentes reuniones específicas para ello.»
Y aquí subyace otro error. Preguntas abiertas son aquellas que pueden ser respondidas con algo distinto a un sí o un no. En absoluto son abiertas, es más, como indiqué antes, inducen a o incluyen en su formulación misma la respuesta correcta. No es un plebiscito ni consultivo ni vinculante ni leches. Es, en el mejor de los casos, una desesperada forma de expresar el descontento, cosa que puedo comprender, con un gobierno que está defraudando a la ciudadanía, a un sistema de tres poderes judicial, legislativo y ejecutivo (¡ay, si Montesquieu levantase la cabeza!) que apesta por todos los lados, un sistema en el que el cuarto poder no tiene el más mínimo poder porque es una herramienta al servicio de otros poderes, ocultos, financieros, por decirlo así.
Comprendo la necesidad de generar corrientes de opinión afines a la búsqueda de alternativas, pero esta manera me resulta preocupante, por su falta de transparencia, por su falta de criterio, por su sucesión de errores y por el alarde de falta de respeto a quien opine de manera diferente, no dejando hueco en las preguntas/respuestas más que para el «estás con nosotros o contra nosotros».
Este «plebiscito» me recordó otro, de hace más de 30 años, que empañó nuestra reciente adquirida democracia, el famoso Referendum de la OTAN. Pero este nace desde la promesa de que nuevos aires, más participativos, son posibles, nuevos aires de verdadera democracia, de democracia 2.0, y cosas así, pero si siguen por esta línea de enfrentamiento infantil no contarán con mi apoyo y, puede que con el tiempo, ni siquiera con mi simpatía.
Y si eso dice de mí que estoy contra alguien… pues que así sea. Siempre lo he estado. Y esto también me recuerda otra cosa, en este caso, al maravilloso Charles Bukowski y su libro «Peleando a la Contra». Y a Isidoro Valcárcel Medina… y a otros admirables librepensadores.
Es gracioso ver la reacción de mucha gente cuando, en mitad de una conversación, surge el tema y comento que soy licenciado en Química Cuántica.
He de reconocer que hay algo de pedantería en la afirmación. Es más, la mayoría de los químicos jamás puntualizan la especialidad en la que se licenciaron. Quizá porque no aporta un apellido tan ilustre. Y es que, de un tiempo a esta parte, la máxima cúpula del intelecto se le atribuye a quien sabe mecánica cuántica.
En innumerables ocasiones, en televisión, en conversaciones casuales, en facebook, en todo contexto inimaginable, surge alguna vez la palabra cuántica como el cumun de lo in. Así, se han ido desarrollando todo tipo de cosas con el mismo apellido, muchas de ellas absurdas: Terapias cuánticas, limpiezas cuánticas, negociaciones cuánticas… vaya, cualquier cosa.
Tras la afirmación, reafirmación, en la que digo haber estudiado esa cosa tan inextricable, tan extraña, tan ajena para el común mortal, apunto que además estudié matemáticas y el doctorado en inteligencia artificial. Si da tiempo y ocasión, incluso, menciono que versaba sobre lógica difusa.
Vaya, repaso mi curriculum escolar pavoneándome como si aquello que hube estudiado me convirtiese en mejor persona, en más grande o admirable. Despliego las plumas al máximo. A veces, según el contexto, cuento que trabajé de «experto» de seguridad de redes en grandes empresas… para acabar dejándolo para escribir poesía.
Me vendo estupendamente. Aunque solo vendo el nombre. Luego se me olvida cobrarlo.
Y muchas de esas veces me avergüenzo, en algún lugar, de saber que no continué muchas de esas disciplinas que comencé, me avergüenzo de saber que ya no sé tanto de ellas, que he olvidado tanto… y me avergüenzo del pavoneo, de la necesidad de exaltarme, de hacerme ver más grande, más importante… como cuando me cambia la voz y se agrava, se vuelve seria y formal, se hace adulta, digamos. Me avergüenzo de saber que estoy manipulando la opinión que se tiene sobre mí. Volverme inalcanzable. Pero oculto esa vergüenza en risas, en tópicos, diciendo que al fin y al cabo he dedicado mi vida a «lo inútil». Pero subyace otra altanería más sutil, la medieval de sentir que dedico mi tiempo a las artes liberales, que soy un noble que vive aparentemente pobre. Pero sé que es todo apariencia. Muy superficial.
¿Por qué todo esto, esta necesidad de afirmación a través de la mirada de los otros?
Inseguridad. En el fondo, algo de esta acción me dice que me siento inseguro. Quizá es la edad. Quizá. Quizá el tiempo invertido intentando conseguir despegar como coordinador de talleres de poesía o creatividad sin mucho éxito. Quizá. Quizá algo más antiguo, algo más primigenio, de origen infantil… quizá.
Ya no recuerdo cómo me enfurecía y entristecía ser tratado de «interesante» o «inteligente» en mi adolescencia, cuando deseaba ser deseado, sin más, sin filtros. Quizá me da tranquilidad a ese respecto el saber que, de una u otra forma, Carmen sí me desea. Quizá.
Ya no recuerdo cómo me avergonzaba ser conocido como administrador de sistemas en empresas bancarias o de telecomunicaciones. Cómo afirmaba tener cualquier tipo de profesión para que nadie pudiera saber de mi «formación académica». Para que el trato se normalizase, para que nadie pusiese caras raras ni me preguntase si era verdad. Apenas recuerdo a mi amiga Olga y el tiempo que estuvo pensando que yo era policía. Ni cuando afirmaba ser fontanero, teleoperador (que sí fui), barrendero, etc.
Ayer, de hecho, me preguntaron que si había estudiado química cuántica de verdad. Contesté que sí, que no sabía que hubiese una química cuántica de mentira, pero que también me habría gustado estudiarla, pensé en si era algo que tendría que ver con la ficción, con las narrativas contemporáneas al estilo investigador de Paul Auster, pero de eso no quise hablar.
En otros contextos me promociono como artista, poeta, performer, qué se yo. Tengo una sensación de querer ser el raro, el diferente, lo que durante tanto tiempo odié, ahora reivindicarlo. Soy de lo que no hay. Viene a ser mi lema.
Quizá por todo esto, entre otras cosas, supongo que me enorgullece (en el mal sentido de la palabra orgullo) cuando colaboro y leo, comprendiéndolo, el blog de mi amigo Xabi, Función de Jota. Quizá.
Hablar con alguien que dice una estupidez no es considerar a esa persona estúpida. En caso de considerar que eso es cierto, sería preferible dejar de hablar con esa persona por considerar que no tiene arreglo.
Implicaciones éticas, políticas o morales surgirían del hecho de considerar que la humanidad está dividida en estúpidos y no estúpidos, una visión elitista que no me agrada desde un punto de vista estético.
Distintas capacidades no hacen una diferencia en la humanidad (calidad de humano) de las personas. Puede haber quien tenga cierta forma de inteligencia afectiva o resistencia ante el dolor emocional o empatía… habilidades que suelen estar menospreciadas ante la capacidad de análisis o la ambición, por ejemplo.
Sus razonamientos (por llamarlos de algún modo) eran básicamente los mismos que los de los creacionistas Bush-eros, con una sofisticada falta de interés por la cultura, por la confianza en la experimentación científica, sin el más mínimo respeto por los trabajadores que dedican su tiempo y sus vidas (y así ha sido a lo largo de toda la historia de la humanidad) a ampliar los conocimientos que tenemos de nuestro pasado, de nuestro presente, de nuestro contexto natural y social… científicos o investigadores de historia, ciencias varias, sociología, etc… Pero a ella le basta con una exención de su propio conocimiento para decir que es dudoso lo que han descubierto. Y asume que no sabe, pero que a ella le resulta difícil de creer…
Y aquí confunde un creer con otro creer: No está hablando de duda metodológica, lo que habría sido, al menos, respetable, aunque también, y de manera diferente, nos llevaría al epojé o un silencio escéptico; no, no hablaba de ese método de pensamiento, hablaba de no creer lo que no ha visto porque ella no lo ha visto… y lo compara con lo que no he visto y que otros (visionarios) sí que han visto. Pero aquí es donde el plano de creencia es diferente: lo que ella no ha visto (o no conoce) no le es inaccesible (a menos que supongamos cierta incapacidad mental), sino que no ha hecho el esfuerzo para acercarse a ver o conocer las pruebas objetivas que cualquier otra persona puede ver. Lo que yo no he visto (una virgen apareciéndose en lo alto de un cerro, por ejemplo) no es verificable objetivamente, no puedo guardar registros de los mismos y, desde luego, eso no merma su posible verdad, pero es una verdad (caso de serla) no científica, es decir, de un plano diferente de conocimiento.
En ciertos momentos, le pregunté, para descartar si era un escepticismo auténtico, sobre si creía en que ella estaba delante de mí, si otro podía verla y comprobar, mediante la vista, una presencia objetiva. No era esa la duda que albergaba, en realidad, solo dudaba de algo que no comprendía por el hecho de que no lo comprendía. Vamos, por poner un ejemplo, como si yo digo que los chinos, entre sí, no es que hablen un idioma propio, sino que están jugando a hacer soniditos sin la más mínima intención de trasmitir mensajes, única y exclusivamente por la razón de que yo no sé chino. Así que bien podría ser la segunda una explicación «razonable», eso sí, para mí y solo para mí.
A pesar de que esto segundo pueda parecer estúpido, que yo lo pensase no me convertiría en estúpido, pero negarme a aceptar que pueda ser de otra manera, quizá sí me convierta en estúpido irreconciliable. Al menos en el sentido de fabricante de dogmas basados única y exclusivamente en mi aceptación de que sobre lo que yo desconozco es mejor afirmar cualquier cosa que creer la que puedan darme como explicación aquellos que dicen tener pruebas refutables.
¡¡¡¡Aggg!!!! Fue amarga la noche, con momentos en los que, enajenado, le dije que no podía respetar sus estupideces, sus argumentos carentes de toda lógica y que bien podía metérselos por el culo. Mi vehemencia me traiciona, pero es que me sentía insultado, tratado como un charlatán cuyas afirmaciones eran poco más que opiniones propias basadas en ignorancia. No quise ser arrogante, o pedante, pero sabía de lo que estaba hablando, sabía lo suficiente sobre la teoría del origen de las especies y el cómo se ha llegado a ella como para poder ceder, callado, a sus desprestigios, a sus, aparentemente inocuas, descreencias… ¡Me estaba llamando mentiroso! Y no me iba a estar callado.
Tampoco me iba a aguantar que me dijese frases impersonales o imperativas como «en algo HAY QUE creer». Me parece bien que ella crea en aquellas cosas que le hagan falta para ser más feliz, para suponer que se va a encontrar con su madre muerta o lo que sea, cuando muera, puedo tolerarlo o respetarlo, pero no puedo respetar su simpleza al no darse cuenta que está imponiendo una actitud, está afirmando algo que no es cierto y que me atañe: No HAY QUE creer. Se cree o no se cree, pero no es necesario y, mucho menos, obligatorio.
Y eso sin volver al tema de que su «creer» era un creer de fe, pero no de conocimiento comprobable, sin embargo, seguía menospreciando el conocimiento científico, por la ridícula razón de que no haya sido capaz aún de dar con una cura contra el cáncer (de lo que murió su madre), sin tener en cuenta ni aceptar como válido, ni como réplica que sí se hubiese sido capaz de dar con curas para enfermedades incontables desde hace millones de años. ¿Merecía la pena que le contase que en los últimos siglos la población del planeta se había multiplicado por mucho? ¿Que la esperanza de vida y la longevidad eran las más largas de la historia de la humanidad?
Todo giraba en torno a lo que sus limitados conocimientos veían. Todo lo demás, podía, según ella, ser explicado de cualquier manera (bíblica, claro), porque no aceptaba la existencia posible de otras deidades que no fuesen únicas (y masculinas, para más inri). Podría haberse, al menos, dejado atraer por la creencia en cualquier cosa, como la New Age parece promover, pero no, ella seguía anclada en una visión preconciliar de una mezcla de catolicismo y autoinvención, oportunista, infantil, estúpida (la mezcla).
Pero limitar lo que es el mundo a lo que ves de él, a lo que eres capaz de explicar, sin ni siquiera desear ver más, no es ceguera, es voluntad de ceguera… y esta actitud me parece, simple y llanamente, repugnante.
Me acordaba tanto de las conversaciones verdaderamente rigurosas que había tenido justo una semana antes hablando con mi querido amigo Xabi que no podía dejar de pensar en ¿por qué algunas personas no comprenden que si perdemos la lógica en la argumentación no queda nada que justifique que sigamos hablando?
La metodología del pensamiento es la base del mismo, sin él, se convierte en un conjunto más o menos arbitrario de suposiciones todas las cuales pueden ser tanto ciertas como falsas y carece por completo de sentido el intentar hablar sobre ellas, es decir, sobre cualquier cosa o materia.
También recordaba a otra amiga, también de Carmen, que sostenía que no todas las personas tienen capacidad para comprender ciertos temas. Ella, profesora de filosofía, discrepa conmigo en una visión sobre la naturaleza humana pues sostiene que sí es razonable establecer esa distinción entre «estúpidos» y «no estúpidos», por decirlo de manera exagerada, pero no puedo o no deseo creer en ello. Aunque días como el sábado me hacen replantearme mis propias creencias.
Es muy amargo, pero creo que es cierto. Es una frivolidad continua la de felicitar a todas las mujeres por igual, como si las no luchadoras mereciesen el aplauso. Y por no luchadoras me refiero a aquellas que aceptan la situación de sumisión a las que las somete el sistema (que somete también a hombres, pero hoy no es el día para hablar de ellos).
He llegado a ver un comentario que decía: felicidades a todas las mujeres, las que trabajan en casa, las que trabajan en oficinas y una felicitación especial para las que tienen un trabajo mixto, trabajando en ambos sitios. Y yo me pregunto si no es terrible esa felicitación, perversa, que anima a que las mujeres tengan esa sobrecarga de trabajo que nunca le desearíamos a nadie.
Por ende, felicitar a quienes deberían deshacerse de parejas tan sinvergüenzas como para permitir esa falta de reparto del trabajo o de las tareas domésticas es insultante, es depravado y sádico, incluso. Esas mujeres, responsables, porque siempre asumo que son responsables de sus actos, son merecedoras de insultos, si es que los insultos son alguna vez merecidos: al menos, se las puede tachar de sumisas más allá de lo razonable, perpetuando una situación que debe cambiarse ya.
No puedo entender que no se piense en ello.
Puedo comprender que algunas mujeres estén en esa situación, pero no, bajo ningún concepto, que esa situación sea felicitable. Es canallesca y debería ser cambiada, debería revertirse, debe hacerse un esfuerzo por mostrar rechazo social hacia quien acepta esas situaciones, para que la presión que las lleve allá sea «compensada» por presión en sentido contrario.
He encontrado este texto junto a esta imagen
En 1908, 40.000 costureras industriales de grandes factorías se declararon en huelga demandando el derecho de unirse a los sindicatos por mejores salarios, una jornada de trabajo menos larga, entrenamiento vocacional y el rechazo al trabajo infantil.
Durante esa huelga, 129 trabajadoras murieron quemadas en un incendio en la fábrica Cotton Textile Factory, en Washington Square, Nueva York. Los dueños de la fábrica habían encerrado a las trabajadoras para forzarlas a permanecer en el trabajo y no unirse a la huelga. El 8 de marzo es día de conmemorar y no de festejar.
Y me quedo con esa última frase como algo que estoy empezando a ver: la mayor parte de las veces, las manifestaciones se convierten en fiestas, en lugar de lugar de reflexión y crítica, los días de conmemoración se banalizan, se celebran cosas (¡CELEBRAN!) como el día del hambre infantil o la desigualdad, o la violencia (de género o no), etc.
Ser mujer (como ser hombre) es algo casual y no es digno de ser ni celebrado ni conmemorado, es como ser alto o bajo, rubio, moreno, de piel clara u oscura, pero ser luchador o luchadora es una elección y eso forma parte de lo que nos caracteriza como humanos racionales, como seres más interesantes (interesantes) que el resto de los animales, la ética de la elección nos hace dignos y dignas, nos encumbra… o todo lo contrario.
Muchas gracias a Pilar Clua Nieto por enviarme ese texto que me ha hecho pensar. Muchas veces, sin alguien cerca para recordarlo, yo también caería en la simpleza de la banalización.
Pero establecer la cuestión de esta manera, tan dual, no deja de ser un contrasentido. Otra vez vuelvo a dejarme influir por mi amigo Xabi, quien ha realizado una magnífica descripción de lo que supone la naturaleza dual de la luz.
Con esta imagen, tan inteligente para mostrar lo que significa la dualidad de la luz, pero también de la materia (quedaba extender ese comportamiento ondulatorio a quienes estaban establecidos como partículas, en sentido contrario a lo que había hecho Einstein, completando de ese modo el ciclo), me he acordado inmediatamente del mito de la Caverna de Platón.
A bote pronto, y sin salir de mi casa mental, puedo decir que esto conlleva una conclusión inmediata, que es el hecho de que los experimentos solo son análisis de proyecciones de una presunta realidad existente. Pero de la que no sabemos nada, ni siquiera, y esto se presume en esta imagen, la manera en la que se proyecta ni el lugar sobre el que lo hace.
¿Cuál es el espacio en el que la Realidad existe (¿si es que existe?)? ¿Cuál es el espacio en el que la Realidad se proyecta? Podemos llamar al segundo espacio de lo experimental, pero no deja de ser un espacio por definir. Si bien la palabra espacio, de por sí, ha perdido su absoluto, su visión cartesiana, en aras de una visión más relativa, tanto que fue también Einstein, entre otros, quien la puso en jaque, llevándola a un concepto tan interesante como el de la mecánica cuántica: la relatividad.
El espacio dependía de la materia que lo ocupaba. Es como en el principio de incertidumbre, el objeto observado es afectado por el observador.
Ambas frasecitas se las traen, porque dejan a la ciencia algo más indefensa que antes, cuando podían afirmar con tajante claridad cómo eras las cosas, cómo se comportaban… y pueden hacer caer en explicaciones acientíficas de las que es mejor cuidarse, pues al menos, las primeras, tienen algún tipo de metodología y escapan o buscan escapar de dogmatismos fanáticos: que haya sido capaz, la ciencia, de cuestionarse su poder, es algo que pocas otras logias se atreven a hacer, demostrando que sí, que el método es lo que de verdad importa.
Pero volviendo a la dualidad… no hago más que plantearme si la metodología más acertada no podría ser la de la redefinición de los conceptos con los que nos hemos movido hasta ahora: objeto, partícula, onda, mundo…
En su día, mundo era sinónimo de universo; átomo significaba indivisible. Las cosas cambian, al cambiar las circunstancias, podemos cambiar la manera en la que se entienden los textos. Yo creo que sobra hablar de dualidad, lo que es necesario es entender que las partículas no son lo que eran, que las ondas no son lo que eran. (Y no quiero decir qué significaba desahucio, antes de que lo pretendan redefinir)
En varios de mis talleres de creatividad he jugado con esta idea de expandir el concepto de, por ejemplo, la palabra objeto, haciendo que signifique objeto textual, sonoro, visual, acción, tridimiensional, y que la creación poética pase a ser una labor de composición de objetos (en ese sentido extendido). Estoy preparando un taller de Haikus Conceptuales donde, en el fondo, la idea es la misma: ¿Qué es un haiku? Si extendemos lo que entendemos por tal, intentando captar la esencia del mismo, igual nos hallamos ante la posibilidad de crear una acción o un dibujo o un texto… o algo completamente multimedia, al más puro estilo Fluxus.
Me interesa mucho la idea de cómo las palabras son la base, la verdadera base de aprehensión de la realidad (que no deja de ser una palabra) y de cómo somos lenguaje, que diría Ludwig Wittgenstein, de quien debo leer más. En su día no me interesó, pero es que yo era demasiado pesimista como para despegarme del existencialismo. Ahora creo que puedo buscar un complemento interesante en este alemán magnífico.
Wittgenstein opina que el lenguaje es ideal, pero que es necesario buscar su lógica interna. Escribe un libro (Tractatus) con siete proposiciones para buscar esa lógica interna del lenguaje.
Parte de la idea de que el mundo es todo lo que acaece (hechos), por lo que podemos decir que el último dato del mundo son los hechos.
¿Cómo se nombran los hechos? Nos hacemos imágenes, dibujos, representaciones del lenguaje. No está intentando referir cada palabra a un elemento de la realidad como hacía Russell. Cada proposición del lenguaje es ya un hecho, es “algo”, y hay unas ciertas relaciones entre lo figurado y la figura. Para nombrar los hechos se hacen figuras de ellos.
La Isomorfía Semántica se estructura en una relación de isomorfía o de representación, lo que supone que la relación de isomorfía ya no es simétrica entre dos conjuntos iguales, sino que es una relación de forma, de figuración. Si esto es así, entre lo representado y la representación hay un mínimo lógico. Esta forma mínima es inalterable ! FORMA LÓGICA. Todo el mundo es lógico (incluido el lenguaje). Por ello no hace falta crear un lenguaje ideal porque éste ya es lógico de por sí.
Russell dice que el lenguaje no es ideal porque hay cosas que no tienen referencia, pero Wittgenstein no habla de referencia. Cuando una oración es falsa, si tiene sentido no debe rechazarse porque pinta algo de un mundo posible.
Wittgenstein opina que pensamiento, lenguaje y realidad son la misma cosa.
En la realidad y el lenguaje se distinguen cinco niveles:
NIVEL DE LOS OBJETOS: Aquellos que nombramos con los nombres, éstos pueden formar parte de un estado de cosas.
NIVEL DE LOS ESTADOS DE COSAS: Composición mínima de objetos que queda nombrada por la función o proposición.
NIVEL DEL HECHO: El conjunto de todos los hechos componen el mundo.
NIVEL DEL MUNDO: Queda nombrado por todas la proposiciones verdaderas.
NIVEL DE LA REALIDAD: Conjunto de todos los mundos posibles (incluyendo el que verdaderamente existe).
Hay cuatro tipos de oraciones, podemos hablar de cuatro maneras distintas de dibujar la realidad:
Lenguaje representativo, declarativo, descriptivo, lenguaje de la ciencia que da información.
Oraciones de la lógica, estúpidas, porque son evidentes y no dicen nada, ej: a = a (tienen sentido, pero no dicen nada).
Oraciones sin sentido, oraciones típicas de la filosofía, que parecen que dibujan algo pero no, ni siquiera en un mundo posible. Este tipo de oraciones no deben utilizarse y deben ser rechazadas.
Oraciones que sirven sólo para saber cómo funciona el lenguaje, porque cuando lo sabes ya no sirven para nada. (Éste tipo no lo dijo Wittgenstein, fueron los críticos del Tractatus que escribió).
Según Wittgenstein, en su Tractatus logico-philosophicus:
Filosofía no es una teoría, sino una actividad.
Una obra filosófica consiste esencialmente en elucidaciones.
El resultado de la filosofía no son “proposiciones filosóficas, sino el esclarecerse de las proposiciones”.
La filosofía debe esclarecer y delimitar con precisión los pensamientos que de otro modo serían, por así decirlo, opacos y confusos.
Es curioso saber que el denominado neopositivismo ha sido prácticamente abandonado, sin embargo no ocurre lo mismo con la filosofía analítica, también corriente del movimiento analítico, que continúa en vigor en importantes áreas culturales del mundo occidental. Tanto es así, que el mismo Wittgenstein abandona el primero y con sus “Investigaciones filosóficas” crea esta segunda corriente, pudiendo hablarse incluso de Wittgenstein I y Wittgenstein II.
Que los electrones son verdes y llevan minifalda, como decía mi amigo y compañero (por no decir camarada) Alberto Luna Fernández, es algo más que dudoso, pero divertido de imaginar.
Imagine usted que por un momento le convirtieran en electrón.
Imagine, por imaginar, que hubiera de meterse dentro de un átomo, que, por imaginar, podríamos visualizar como un vagón de metro.
Imagine, seguimos, que cada orbital fuese una pareja de asientos (vamos a suponer que los asientos están dispuestos de 2 en 2, lo cual no siempre es así. Podríamos haber imaginado un autobús, pero he visto algunos con filas de 1 asiento + 2 asientos. No sirven tampoco para imaginar la restricción de no más de 2 personas por pareja de asientos).
Imagine, que entra en el autobús y que la primera fila tiene una persona sentada en cada par de asientos. No una persona en cada asiento. ¿No le sorprende? Uno podría pensar que la gente no desea estar cerca, que se separan lo más posible por evitar el contagio, o algo parecido. Pero no, parece ser que la mecánica cuántica tiene un símil para explicarlo: El principio de la máxima multiplicidad de Hund.
Cuando varios electrones están descritos por orbitales degenerados (es decir, con el mismo nivel energético, no me entienda mal), la mayor estabilidad energética del total es aquella en donde los espines electrónicos están desapareados (correlación de espines).
¿Y cuál es el espín de una persona?
Pues mire usted, por seguir imaginando que usted era un electrón, podría imaginar su espín como la necesidad que tiene de moverse al encender su móvil, al manejar su tablet, al leer un libro, al recogerse el pelo, al colocarse la ropa, siempre sobrante en esos ambientes artificiales de los supuestos orbitales…
Así que a usted no le gusta tener a alguien cerca porque «se choca». Si no puede evitarlo, lo hará, pero sólo si no puede evitarlo. En principio, usted buscará primero un orbital, es decir, un par de asientos, que esté desocupado, para sentar sus posaderas, para moverse a gusto. Y no solo usted lo hará por su propio bienestar, sino también la otra persona, la que esté semiocupando ese orbital lo agradecerá.
En resumen: ambas personas, si no todas las del autobús o el vagón del metro, serán mucho más felices (en realidad simplemente estarán más cómodas) si se sientan ocupando, semiocupando, el máximo de pares de asientos, lo que les facilita la movilidad, lo que les reduce los conflictos, generando una configuración óptima desde el punto de vista energético, incluso cuando haya requerido un pequeño esfuerzo, generalmente pequeño, el desplazamiento a filas posteriores para buscar un orbital vacío completamente.
A veces el salto que hay que hacer es demasiado grande (poca gente va a cambiar de vagón para buscar un par de asientos libres, conformándose con compartir un par con otra persona). No es que no puedan darse estos saltos, pero requerirían de una excitación provocada por algún tipo de estímulo.
Sobre el efecto fotoeléctrico y la salida de los viajeros de los autobuses lo dejaré para otra entrada, pero no será hoy. Que por ello le dieron el Nobel a Einstein y no es para tomarlo a broma.
Hay ocasiones, podríamos decir, en las que se vulnera el principio de exclusión de Pauli, y, de hecho, suele resultar molesto, incluso, verlo.
Dos electrones en un átomo no pueden tener al mismo tiempo los mismos números cuánticos.
Por ejemplo, imagine, usted electrón, que ha llegado a un vagón bastante ocupado y se ha sentado en el último hueco libre, al lado de otra persona-electrón, que está intentando moverse para otro lado, para no molestarle y para que usted, a su vez, no le perturbe con su espín.
Enfrente, tiene sentada a una mujer mayor que comparte el par de asientos con una pareja (sí, ha oído bien), una pareja, que están casi amalgamados sobre un único asiento, sentados ocupando un único asiento, sí, como si sus movimientos no alteraran a nadie, pero no es así: la pobre mujer mayor no sabe cómo moverse, está harta de tener a una pareja vulnerando el principio de exclusión de Pauli impunemente, como si no fuesen con ellos las leyes de la mecánica cuántica.
Todos nos compadecemos de la pobre mujer mayor (si hubiese sido un emigrante rumano, otro gallo cantaría) aunque nadie está dispuesto a ceder su confortable ubicación orbitalícea para la expansión de la pareja infractora de leyes mecanocuánticas.
¿Cómo es posible? Pues porque intenta, la pareja, reducir su par de espines a uno solo, es algo así como si esos electrones quisiesen convertirse en unidades menores, porque las hay y a los quarks les remito (que son de igual tamaño que usted, pero juguetean con sus espines en inverosímiles combinaciones que a muchos pueden parecer inapropiadas).
Me dejo por explorar lo que significa un asiento ocupado por una madre (suele ser del género femenino, ese tipo de electrones, así que la previsión de mi amigo Luna no es tan desacertada) y su retoño, pues aún no he logrado imaginar a dos electrones copulando, procreando, pariendo, un electroncillo menor, un subelectrón que tenga que aprender a desarrollarse en esa jungla de fuerzas electromagnéticas, débiles, fuertes, que le tendrán su vida entera ocupado. Cuando lo logre, lo haré saber.
Ayer, arreglando algunos papeles, cartas que guardo en una maleta desde hace más de 3 décadas, encontré un papel higiénico con una carta que me escribió mi amiga Queralt (no recuerdo su apellido, si no, la buscaría en Face) en el año 1992. Allá entonces, ya me llamaba Giusseppe. Fue ella quien me fabricó la opción, la posibilidad de reinventarme, y de construirme a partir de un nombre nuevo.
Dejo unas fotos de ese papel que me ha enternecido el fin de semana.
Como decía aquella canción, a veces algo se define por su negación. El espacio que ocupa es el espacio negación de la unión de los otros espacios.
Somos = Negación de ( Espacio de Romeos + Espacio de Julietas )
Así podría definirse y tiendo a hacerlo con la performance, que, quizá por sus antecedentes dadaístas o por su negativa a ser parte del mercado del arte, o parte de la representación, etc, cabría definirla únicamente en base a lo que no es… aunque eso acaba siendo, la mayor parte de las veces, una in-definición, pero es in- prefijo de la negación… lo que parece que puede corresponder usar.
De un tiempo a esta parte, sin embargo, se emplea para muchas «»performances«» (doble-entre-comillado) la unión como definición, unas churras-más-merinas, un espacio de Danza y Teatro, o de Instalación y Danza, o de Tango y Poesía, o de Música y Recitación, o de Música y Teatro, o de Vídeo y Danza, o de Vídeo y Teatro…
Las combinaciones son innumerables (lo cual es otra negación, que todo el mundo tiene a bien comprender) y muchas de ellas francamente interesantes, si no todas. Pero no por ser fusiones son algo distinto de lo original y, mucho menos, de la suma de los orígenes.
Son hijos que no se rebelan contra ninguno de sus padres, son evoluciones dialécticas frustradas, muchas de esas fusiones no son más (ni menos) que eso: fusiones.
fusión. (Del lat. fus?o, -?nis). 1. f. Acción y efecto de fundir o fundirse. 2. f. Unión de intereses, ideas o partidos. 3. f. Econ. Integración de varias empresas en una sola entidad, que suele estar legalmente regulada para evitar excesivas concentraciones de poder sobre el mercado. 4. f. Fís. fusión nuclear.
Somos = Espacio de los Romeos + Espacio de las Julietas.
No acabo de comprender esta necesidad de definición afirmativa, ni me parece digno de respeto para con los elementos de los que se nutre, pues ridiculiza o minimiza los lugares a los que se puede llegar con la contemporaneidad en diversas disciplinas (si no en todas). La Danza Contemporánea es tan extensa que puede ser explorada casi infinitamente, por poner un ejemplo, y ello no necesita de una nueva denominación que la enajene, que la extraiga de lo dancístico para ser llamado performativo… que, si nos atenemos a lo que debería ser su definición, sería una negación.
Obvio que poner nombres y fronteras mentales a algo que pretendía abolirlas es parcialmente ridículo, de ahí que me guste mucho las definición (difusa e indefinida) que hace mi amiga Paloma Calle de su trabajo calificándolo de Creación Contemporánea (lo que da cabida a todo tipo de cosas, tanto fusiones como las más puras y ortodoxas performances conceptuales), pero he de insistir en que, con ello, sigue siendo indefinida, convirtiéndose así en una contradicción divertida: una definición indefinitoria.
Pero las fusiones están comenzando a invadir otros ámbitos u otras mezclas, casi en la línea juguetona de la propuesta inter-media Fluxus:
Extracto de “Cuarenta Años de Fluxus”
Fluxus y Fluxfilms 1962-2002, MNCARS. ISBN: 84-8026-171-4. Ken Friedman. De 12 Ideas Fluxus.
2.3. Inter-media
La práctica inter-media constituye el vehículo apropiado para el fluxismo. Dick Higgins introdujo en el mundo moderno el término «inter-media» en su famoso ensayo de 1966. Describía una forma de arte apropiada para las personas que afirman que no existen fronteras entre el arte y la vida. Si no hay frontera entre el arte y la vida, entonces no puede haberla entre diferentes formas de arte. A efectos de la historia, de la discusión, de la distinción, uno puede referirse a formas de arte diversas, pero el significado de «inter-media» es que nuestro tiempo, a menudo, requiere formas de arte que recurren a las raíces de distintos medios, dando lugar a nuevos híbridos.
Imaginen, tal vez, una forma de arte integrada por un 10% de música, un 25% de arquitectura, un 12% de dibujo, un 18% de manufactura de zapatos, un 30% de pintura y un 5% de olor. ¿Cómo sería? ¿Cómo se haría? ¿Cómo aparecerían algunas de las obras de arte específicas? ¿Cómo funcionarían? ¿Cómo interactuarían los elementos? Se trata de un experimento mental que genera resultados interesantes y son precisamente pensamientos como éste los que han dado lugar a algunas de las obras de arte más relevantes de nuestro tiempo.
Solo que en algunos casos no parecen más que juegos caros, juegos de los que enriquecerse, nada que ver con el espíritu Fluxus, como talleres de Arte + Terapia (las terapias unidas a cualquier cosa parece que se pueden poner a precio de terapia y no de la cualquier cosa en cuestión), el Tango y cualquier cosa, el Pilates y cualquier cosa, el Yoga y cualquier cosa, etc, etc, etc…
A pesar de que en muchos casos puedan surgir hijos sugerentes de tales fusiones, como dije antes, en muy pocos veo que el vástago tenga la más mínima independencia, la más mínima intención de superar a sus antecesores, sino la de ser un simple heredero de los bienes acumulados por sus ancestros. Herencia genética sin mutación, sin nada nuevo, suma… pero de la de suma y sigue.
Respeto, insisto, que se juegue a esta divertida química barata de mezclar en laboratorio diversas sustancias y ver qué sale de ello, yo lo hacía desde que era pequeñito.
Creo, dice mi madre que es cierto, que siendo muy muy pequeño, menor de 8 años, me dio por mezclar cola-cao con azúcar en el estrecho balcón de mi casa con fachada en Miguel Servet, y dije que había fabricado arena fina de playa. El problema surgió cuando pretendí contener el océano y el agua que añadí fue derramando la mezcla desde el cuarto piso… pero era un juego de niños, era algo que comprendí que no sería arena.
Más adelante mezclaba diversas sustancias que le hacía probar a mi hermana para ver si eran venenosas… y no murió. Con el paso del tiempo acabé, incluso, por estudiar esto de las combinaciones, tanto de materiales, en química, como de números, como de letras…
Supongo que aprendí, despacio, que no toda fusión da buenos resultados, y que mucha mucha mucha fusión, es con-fusión… jugando con las palabras, muy tontamente.
Mezclé en un laboratorio la Danza Contemporánea con la Poesía, fonética y textual, pero era un laboratorio, un lugar de experimentos (como decía una ex-compañera de trabajo, los experimentos, mejor con coca-cola), un aprendizaje, en última instancia, para mí, para los que formábamos parte del (llamémosle) grupo investigador.
Después vino un afamado profesor de Danza Contemporánea a proponerme dar un taller a partir de lo investigado, y ganar dinero con ello, después de llevar más de 2 años investigando… no solo porque se me hubiese ocurrido la brillante idea (no fue propia, de hecho, fue de Simona Ferrar a quien siempre le estaré agradecido por ello), sino porque el tiempo de investigación daba resultados que podían ser utilizables por gente que quisiese nutrirse de un digest de ese laboratorio.
Pero de un tiempo a esta parte veo cierta osadía en las propuestas de fusiones que lanza mucha gente, cierta osadía que, casi me atrevo a decir, es más que osadía, temeridad, pero quien más arriesga es quien paga, quien está dispuesto a gastar dinero en una investigación que no se ha hecho, sino que se pretende hacer. Es como cobrar al investigador para que investigue… hay algo poco honrado en esta práctica, o soy demasiado exigente, que también puede ser.
Supongo que, mientras haya gente dispuesta a pagarlo, voluntariamente, en este sistema capitalista, se justifica que se haga, puesto que es el único criterio moral que parece quedar en pie: el mercado. Si alguien lo demanda, está dispuesto a pagar por ello, es que está bien.
Vaya… pues a mí no me sirve este baremo moral, ¿y a ti?
Otra vez, mi amigo Xabi me ha hecho pensar, con una entrada en su blog que, hoy, voy a reproducir íntegramente.
También la respuesta que le hice que, en esta ocasión, no hace referencias a varias de las entradas que he ido colocando en este diario al respecto de, por ejemplo, la crisis del pensamiento racional.
Siglo XX o cuando la Física encontró sus límites
Pocas veces la humanidad y su pensamiento han sufrido un cambio tan grande como en la primera parte del siglo XX. Tan sólo en el año 1900 se descubren el electrón, el cuanto, el gen y el inconsciente, que vendrían a revolucionar nuestra visión de la física, de los componentes de la materia, de la herencia biológica y de nuestra psique. En Física, la maravillosa construcción Newtoniana y su visión mecánica de la Realidad encontraría sus límites, dando lugar a la revolucion relativista por un lado, y a la revolución cuántica por otro. La primera cambiaría nuestro concepto del espacio y el tiempo, y la segunda traería tantos quebraderos de cabeza, que haría honor a la letra de aquel Tango: “¡Siglo veinte, cambalache, problemático y febril!… “
Y es que la Física en el siglo XX, se encontró con dos límites, insospechados totalmente para la Física Clásica, y que conllevarían un cambio profundo de nuestra visión de la Realidad. Por un lado, se descubrió que la velocidad de la luz era un absoluto. ¿Que queremos decir con ésto? Imagínate que quieres medir la velocidad de un tren con respecto a tu posición. No obtendrás el mismo resultado dependiendo si tu posición es fija o no. La velocidad es la relación entre el espacio recorrido dividido por el tiempo, así que si te mueves hacia el tren, el tren se moverá más rápido con respecto a tu posición (le costará menos llegar hasta tí), que si te alejas. Dicho de otra manera, la velocidad del tren es relativa al sistema de referencia, tú en este caso. Sin embargo, no ocurre lo mismo con la luz. Imagínate el mismo tren, con un gran foco delantero. Si ahora mides la velocidad de la luz proyectada por el foco, el resultado es independiente(!) de tu movimiento. Da igual si vas hacia el foco de luz, o si te alejas, medirás la misma velocidad de la luz. En el vacío, esa velocidad es impresionante, 300000 km/s, pero por grande que sea, no es infinita. Pero aún más, esa velocidad es la máxima que puede ser alcanzada por cualquier objeto, partícula, información o lo que sea en el Universo. Es como si en las leyes de tráfico de la Naturaleza hubiera un límite máximo de velocidad de 300000 km/s. A este límite de velocidad le denominamos c, y para respetarlo, a medida que nos vayamos acercando a él no habrá más remedio que distorsionar el espacio y el tiempo, de acuerdo a las tranformaciones de Lorenz. El espacio y el tiempo dejan de ser así, las referencias absolutas indistorsionables de la Mecánica Clásica.
En el cuadro inferior, representamos este límite intrínseco de la Naturaleza en la vertical del diagrama. Todas aquellas velocidades por encima de c, es decir, todo lo que queda por encima de la raya azúl del gráfico inferior, está prohibido en nuestro Universo. A medida que te acerques a ese límite, tendrás que considerar ecuaciones relativistas para describir tu sistema físico.
El otro límite descubierto en el siglo XX, tiene que ver con el eje horizontal del diagrama, en el que hemos representado la acción, es decir, la energía implicada en un proceso por el tiempo que dura éste. En la mecánica clásica, se consideraba que no había ningún límite en la acción que se puede ejercer sobre un sistema físico, sin embargo, esto no es cierto: existe un límite inferior, representado por la línea roja vertical del diagrama. Este límite es ? = h/2?, donde h es la constante de Planck, un número pequeñísimo, pero no cero.
Para que te hagas una idea de lo que estamos hablando, coge una manzana (que me perdonen por este verbo, aquellas personas que me leen de Latinoamerica), y lánzala 1 metro hacia arriba. Habrás utilizado aproximadamente 1 Joule (J a secas, para los amigos) de energía para realizar esta acción. Pues bien, ? es tan sólo 1.05457 10-34 J·s , es decir, esta acción consistiría en aplicar durante un segundo, la energía que has gastado en lanzar la manzana dividida por un uno con 34 ceros. La diferencia de energía de la que estamos hablando es del mismo orden que la diferencia existente entre el diámetro de todo, absolutamente todo, el Universo, y el diámetro de un virus VIH. Si quieres visualizar estas diferencias de escala, te aconsejo que pinches aquí. En definitiva, estamos hablando de un límite mínimo de acción ? pequeñísimo. Puedes pensar que es tan pequeño que para todos los efectos es como si fuera cero. Pues no. No es cero, y esto tiene unas consecuencias muy importantes en el mundo microscópico.
Haciendo un poco de historia, hay que decir que las primeras señales de la existencia de este límite inferior tuvieron que ver con la luz. Para explicar la radiación del cuerpo negro, Planck propuso que la transmisión de energía entre materia y luz no se ejercía de forma continua, sino por paquetes, a los cuales bautizó con la palabra cuanto. Más tarde, Einstein descubrió que no sólo la transmisión, sino que la propia luz, estaba compuesta por cuantos de energía. Al final, esta propiedad se extendió a toda partícula microscópica, y decimos que el mundo microscopico, en general, tiene una energía cuantizada, y no continua. De ahí el nombre de Mecánica Cuántica, la nueva física que se creó para tener en cuenta la cuantización de los sistemas físicos.
Es como si nos hubieramos dado cuenta de que en el mundo físico existe una “moneda de energía”. Los céntimos de Euro serían nuestrar porciones o cuantos de ?, y es el mínimo precio que podemos pagar por algo. Por seguir con este símil económico, digamos que la Física Newtoniana se movía en el mercado de compra/venta de pisos. En un precio de 300000 Euros, un céntimo arriba o abajo, ni se nota. Pero a medida que compramos cosas más “pequeñas”, por ejemplo caramelos, un céntimo arriba o abajo empieza a notarse. Imagínate que vas a una tienda de golosinas, y miras el precio de los caramelos. Pongamos que un par de caramelos valen 1 centimo, pero tú sólo quieres comprar un caramelo. Vas al dependiente con tu único caramelo, y ¿que te cobraría? No te puede cobrar medio céntimo, porque los precios están “cuantizados” en base a 1 céntimo. La mínima “acción” que podrías ejercer en la tienda, sería la de comprar dos caramelos. Lo que nos dice la línea roja del diagrama superior, es que la energía en la Naturaleza está cuantizada en monedas de ?, y lo mínimo que podemos comprar/vender son unidades de ?, a las que llamamos cuantos.
La Física clásica newtoniana y su visión de la Realidad, es sólo aplicable a sistemas que se sitúen lejos del límite c y el límite ?, es decir, la parte inferior derecha del diagrama. Es ahí donde normalmente los humanos nos movemos en el día a día, y es ahí donde nuestra mente ha aprendido a generar sus intuiciones “imperfectas” sobre lo que es la Realidad. Así, no es de extrañar que a medida que nos acerquemos a los límites c y ?, a medida que vayamos hacia arriba y/o hacia la izquierda en el diagrama, la Realidad de los sistemas físicos choque con nuestro sentido común. El límite c modifica nuestros conceptos de espacio y tiempo, y el límite ? nos adentra en el mundo de lo pequeño, en el mundo de la mecánica cuántica, con su cambalache de interpretaciones problemáticas y febriles de la naturaleza de la Realidad.
Xabier López, Profesor de Química-Física de la Facultad de Químicas de Donostia (Euskal Herriko Unibertsitatea)
Y, a continuación, mi respuesta en su blog a modo de comentario.
Como de costumbre, acertadísimo enfoque y entretenido. Enhorabuena.
Un par de apuntes:
A principios del SXX ocurren otro par de cosas interesantes y novedosísimas, tanto como las relacionadas con lo que mencionas en Física, Psicología o Genética.
1.- Se decide, conscientemente, romper con la representación basada en la ilusión de la perspectiva. Surge el cubismo (Señoritas de Avignon, 1907, de P.R.Picasso), pero no es importante por sus imágenes, sino por la propuesta, por primera vez (no tanto, pero casi) puramente conceptual de representación de la realidad. E, incluso un paso más allá, la presentación y no la representación de la misma como objeto artístico, con el celebérrimo orinal de Duchamp (Fuente, 1913, R. Mutt // Marcel Duchamp)
2.- También se revoluciona la matemática. Surgen los inquietantes conjuntos fractales, al principio como monstruos de 1000 cabezas (infinitas, más correctamente hablando), que darán lugar a un nuevo concepto de dimensión: 1919: la dimensión de Hausdorff-Besicovitch. Sin embargo, en el clasicismo más habitual, se sigue ignorando que el espacio que habitamos puede no tener una dimensión entera. Incluso desde la ciencia más avanzada: la mecánica cuántica relativista, que incluye, pretendidamente, ambas consideraciones a modo de «corrección» o replanteamiento de la mecánica clásica, no se maneja, creo, la idea de que la dimensión del espacio pueda no ser, repito, entera.
Con esta segunda revolución, además, se abrirá, un poco después, la puesta en cuestión del determinismo desde el punto de vista matemático. La famosa Teoría del Caos, con su conocido Efecto Mariposa como emblema… pero no único.
Mezclado con el principio de incertidumbre de Heissemberg, supone un reto tremendo, que es el de tener que considerar que si hay una pequeña porción de algo que no conocemos y que ese algo puede desencadenar o llevar asociado otras «consecuencias» imprevisibles en gran medida, tenemos que asumir un terrible dilema: ¿Es la ciencia, tal como está concebida, un método válido para acercarnos al conocimiento de la realidad?
Que la respuesta fuese negativa no implicaría que hay otra disciplina que sí que lo fuese, así que no hay que lanzarse en brazos de profetas que dicen saber… Pero tenemos un problema… a lo más «Houston…»
3.- (cuelo un tercer apunte) Decir que un número es muy pequeño me recuerda a cuando me sentí epsilón, pequeño y despreciable… pero he de reconocer que me gusta pensar que en los números reales, entre cualquier par de ellos, hay, no uno o dos, sino infinitos números. Es decir, que lo de que algo sea pequeño es solo una cuestión de medida. Está claro que tenemos un límite a lo observable(¿tendría que puntualizar medible?) dado que, con las formas actuales de acercamiento experimental, obtenemos un nuevo conflicto: el observador afecta a lo observado. Esto, experimentado por primera vez (creo) en el Efecto Compton, no tendría toda su explicación hasta que De Broglie lo reformulara, hablando de elementos con naturaleza «dual» dependiendo del experimento… ¿No suena un poco como a solución de compromiso?
Entre 2. y 3. hemos dado la razón, por fin, a los no-deterministas, al menos, tal como está modelizada la realidad, desde el punto de vista racional.
En cualquier caso, matemáticamente hablando, un número no es grande o pequeño. Es (y punto). Físicamente hablando… bueno, lo acepto…
Pero hay otros límites que quiero discutir contigo, querido amigo Xabi, y son esas líneas entrecortadas con las que separas las cuatro mecánicas. Obvio que entiendes que no son clasificaciones o categorías de lógica tradicional, sino que habría que hablar de conjuntos de pertenencia difusos a una afirmación dada, es decir, de lógica difusa.
Otra de esas disciplinas que también surgen en el siglo XX revolucionariamente que son las «nuevas lógicas (PDF)«, que vienen a romper con el esquema clásico de la lógica bievaluada en la cual un objeto está en el conjunto A o está en el conjunto no-A. En 1917, el filósofo, lógico, Jan ?ukasiewicz, Desarrolla el cálculo proposicional trivalente y critica el principio del tercero excluido. Abriendo paso a lo que se llamarían Lógicas Plurivalentes.
De la relación de estas cuestiones, apasionantes, pero puramente teóricas, con la democratización de la sociedad, me gustaría hablar, pero no tengo tiempo. Pero a principios de SXX (cambalache…) también se reformula el concepto de estado, surge lo que durante un siglo denominamos política (con sus ismos, etc), y hay un vuelco económico que aventura que la economía del planeta está revisándose. Quizá es la primera vez que vemos, realmente, las consecuencias de la revolución industrial y el desplazamiento del esquema en el que el trabajo era asociado a producción de objetos. Bufff… no puedo seguir. ¡Qué pena!
Muchas gracias, amigo, otra vez, por hacerme pensar.
Vuelco en mi blog tu entrada y mi comentario.
Un fuerte abrazo,
Giusseppe
Agrego, por último, a modo de epílogo, la muy bien pensada respuesta que él me dio a este largo comentario en su blog:
Primero, gracias a ti por mejorar enormemente con tu comentario esta entrada. Como bien dices, hay muchos cambios en el siglo XX, y me gusta que traigas a colación a Picasso, porque también en las artes hay nuevas maneras de “mirar” la Realidad.
Lo de la teoría del Caos, fractales, dimensiones no enteras, etc. también tiene mucha importancia en Química, aunque no se enseñe en nuestros planes de Estudio. El tema de la “emergencia” del orden, cuyo ejemplo más sublime sería el surgimiento de la vida, a partir de una sopa caótica de reacciones e interacciones es clave para entender porqué surgió la vida, y aun así seguimos pensando sobre ésta, de una manera determinista. En otros temas, como el económico, me pregunto, si las supuestas “bondades/maldades” del Mercado, a partir de una multitud de caóticas decisiones individuales es un ejemplo de orden emergente, en cambio se sigue intentando entender la economía partiendo de modelos lineales.
Completamente de acuerdo con tu gran pregunta “¿Es la ciencia, tal como está concebida, un método válido para acercarnos al conocimiento de la realidad?” y con tu añadido “Que la respuesta fuese negativa no implicaría que hay otra disciplina que sí que lo fuese, así que no hay que lanzarse en brazos de profetas que dicen saber…” Yo últimamente me guio más por ver la ciencia desde un punto de vista instrumentalista, es un modelo que nos permite “gestionar” una serie de datos sensoriales, pero que no sé hasta qué punto puede darnos información última sobre la esencia de las cosas. Quizás esta pregunta no tenga sentido así planteada. Pero ya te digo, que depende de con qué pie me levanto lo veo así o tiendo a pensar que sí, que la ciencia nos puede decir algo sobre la realidad. Precisamente, me encanta que discutamos acerca de esto en este Blog, para eso lo creé 😉
Lo del compromiso de de-Broglie, está claro que la dualidad onda/partícula y que este carácter dependa del experimento que diseñemos, va a la línea de flotación de la mecánica clásica y profundizaré en entradas posteriores.
Determinismo versus no determinismo está en el centro del debate mismo. Yo creo que en un sentido la mecánica cuantica es determinista y en otro no.
En cuanto a la evolución temporal de la función de onda es determinista. No es determinista en cuanto al resultado de una medición. Es la medición la que tiene el carácter aleatorio, y claro jejeje, esto es también muy problemático desde un punto de vista de filosofía de la ciencia, porque al final lo que podemos conocer es lo que medimos. A parte de que, ¿Que quiere decir que la Función de Onda, objeto sin sentido físico, evolucione de una manera determinista? O dicho de otra manera, aquello que conocemos su evolución “perfecta”, no sabemos lo qué es. Vale, su cuadrado es una probabilidad de ser, pero eso no nos dice nada sobre su esencia. En ese sentido, el “apellido” de Onda es muy desafortunado.
Con respecto al infinito existente entre dos números cualesquiera por muy pequeños que estos sean, totalmente de acuerdo, y tambien las divisiones del diagrama no deben ser tomadas en cuenta como fronteras rígidas, sino como conjuntos que se solapan. De hecho, uno de los debates en este campo es ver hasta donde llega la frontera entre la “lógica” cuántica y la clásica.
Por cierto, sobre nuevas lógicas debería aprender más.
Gracias por tu comentario, este es el objetivo, que surja cierta discusión sobre estos temas y que anime a la gente a pensar sobre ellos, y creo que con tu comentario lo has conseguido. Gracias!!!
Que el pensamiento racional está en crisis no lo pone nadie en duda, creo que es de dominio público y seguro que hay estudios enjundiosos sobre el tema. Saber el porqué de esta crisis es difícil, aunque se apuntan históricamente algunos hechos.
Me gustaba pensar que Hegel (1770-1831) tuvo la osadía de afirmar que después de él no era posible hacer filosofía, y en parte era cierto, en el sentido como se había entendido hasta ese momento.
Y, tomando de la wikipedia algunas de las reflexiones que indujo, podemos ver la trascendencia que tuvo en otras áreas como la científica o la artística, amén de la lógica y con ello la matemática y la metafísica.
todo lo que es real es también racional y que todo lo que es racional es real
Tremenda afirmación que conlleva una fortaleza asociada al ser humano, ser racional por antonomasia, la verdadera gobernanza del mundo. Habrá que esperar a la fenomenología de Husserl para encontrarse afirmaciones tan poderosas, pero esta es, sin duda, una afirmación tremenda que no deja otra opción que la introspección más platónica para llegar al conocimiento. Y el pensamiento deductivo vive así su momento de gloria. Su cima, su cúspide. En cierto modo, sí que es cierto que más allá de esta afirmación, quedaba poco que hacer, salvo razonar, para conocer la realidad.
Es una aproximación que, en ocasiones, en ciencia, podría ser comparada con la más teórica de todas, aunque no descarta la racionalidad si se implementa un método de experimentación también racional. Y así el método científico tiene, desde Descartes, a su más firme adalid.
Sobre la filosofía de la historia que deduce de esta afirmación, me reservo mi opinión, pero la influencia directa en Marx-Engels es de tal magnitud, metodológicamente hablando, y con ello uno de los más lúcidos análisis de la historia de la humanidad que se haya dado, así como el nacimiento de las antropologías sociales y otros análisis que se hicieron posible gracias a esa afirmación, que no es pensable imaginar la sociedad actual, la economía actual, sin recordar con una sonrisa a este pensador oscuro.
El principio del tercero excluido, algo o es A o no es A, es la proposición que quiere rechazar la contradicción y al hacerlo incurre precisamente en contradicción: A debe ser +A ó -A, con lo cual ya queda introducido el tercer término, A que no es ni + ni – y por lo mismo es +A y -A. Una cosa es ella misma y no es ella, porque en realidad toda cosa cambia y se transforma ella misma en otra cosa.
En lógica, va a ser explosivamente revolucionario con esta famosa teoría del tercer excluido que armonizaba, por vez primera, a Heráclito y Parménides, superando sus inmovilistas teorías de esto es así, pues no, es asá… y va este y dice… pues no, se construye una nueva cada vez, a partir de «contrarios».
Aparenta ser algo que entroncase con el pensamiento tao (yin/yang), pero está absolutamente dentro del pensamiento occidental. Esto quiere decir, entre otras cosas, que ambos pensamientos no son tan divergente como quieren hacer creer algunos aduladores vacuos de todo orientalismo como si el pensamiento occidental, el pensamiento racional no tuviese herramientas para llegar a lugares donde otros han llegado.
Sin profundizar tampoco (no da para tanto una entrada de un blog que debo terminar en menos de dos horas), cabe apuntar que todo pensamiento que se precie de serlo es racional, aunque no todas las lógicas tienen los mismos axiomas. Hegel no cuestionó la existencia de un Dios, único y, a pesar de su pretendido panteísmo, parcialmente antromórfico, heredero de un substrato judeo-cristiano. Ya vendrá Marx a poner otro término en lid y sacar de la palestra lógica a Dios.
El método del conocimiento no es una forma meramente exterior, sino que es alma y concepto del contenido.
Como decía unos párrafos más arriba, fue el adalid por excelencia del método, tanto de pensamiento como el científico. Haciendo del pensamiento la forma para llegar a todo conocimiento objetivo. A partir de la metodología compartida, y esta es la maravilla del método científico, se puede convertir una serie de experimentos subjetivos en un conocimiento objetivo. Si ese método es ignorado, o no puede usarse, no puede realizarse una extrapolación a conocimiento objetivo a partir de experiencias individuales subjetivas.
En este error incurren los que usan de la ciencia solo algunas partes, aisladas, interesándose por un bonito título sin preocuparse por el hecho de que la metodología es a la ciencia lo que las letras al discurso.
Lo bello artístico es superior a lo bello natural porque en el primero está presente el espíritu, la libertad, que es lo único verdadero.
Pero si en ciencia o en lógica fue crucial, no lo fue menos en arte, donde una afirmación como esta va a hacer saltar por encima todo el clasicismo.
Y es que no olvidemos las fechas en las que se hace semejante proposición: principios del SXIX.
Surge el romanticismo, lo que muchos opinan que es el comienzo de la contemporaneidad, aunque bien habría que esperar, desde mi punto de vista a la maduración de este sentimiento hasta mediados de siglo, cuando Baudelaire exalte la búsqueda de esa belleza artística hasta el punto de hacerla su único objetivo y generar la estética que habría de gobernar el nacimiento de todos los ismos desde el simbolismo hasta la mitad del siglo XX, por lo menos. La intención, la voluntad del artista, va a ser, a partir de él (o de ellos) lo que pueda caracterizar a una obra como artística.
Aún quedaba más de medio siglo para que lo «demuestre» con un experimento el gran Marcel Duchamp con su orinal, llamado fuente. Y había pasado un siglo desde Hegel.
Pero la revolución más evidente, más directa, se produce en la eclosión de filósofos que bien podríamos agrupar como post-hegelianos en el sentido, la mayor parte de las veces, de suponer, como quizá él habría soñado, su antítesis o, mejor aún, sus antítesis. Como en el caso de Baudelaire, surgirán varias décadas después de su muerte, como si su pensamiento hubiese necesitado un tiempo de reposo, como si fuese el guano sobre la semilla, que iba a dar lugar a un nuevo mundo.
Y en parte, ese nuevo mundo, huiría de lo racional, intentaría escapar de esa cárcel tan bien diseñada que había realizado el arquitecto mental más prolijo que hubiera existido.
Buscaría vías tan diversas como los pensadores que las concibieron, de Schopenhauer a Nietzsche, pasando por Kiérkegaard o Compte, entre otros, innumerables, que jalonan el siglo XIX con, ya no soluciones, sino quizá, nuevos planteamientos del problema: el conocimiento de la realidad.
Y en ciencia, se van a seguir los cánones racionalistas hasta bien entrado el siglo XX, pero apareció la Cuántica y puso algunas cosas patas arriba: entre otras cosas, apuntaba, por primera vez, la importancia inolvidable del observador y la afectación que ocurría sobre un experimiento al ser observado, poniéndose en cuestión la propia esencia de la metodología.
Así como imponía, según los modelos existentes (los actualmente existentes), limitaciones al conocimiento de la realidad. El principio de incertidumbre viene a ser la patada más dolorosa que le hayan podido dar en los cojones mentales al esquema presuntamente omnipotente hegeliano.
La ciencia se reconocía, por primera vez en su historia, incapaz de conocer en detalle la realidad. O planteaba temas como la dualidad onda-corpúsculo que tendrían mucho que ver con la semántica. ¿Y si encontrásemos nuevas palabras? ¿Podríamos, quizá entonces, describir mejor la realidad y, de ese modo, aprehenderla, conocerla?
Pero no se puso en cuestión su metodología, que seguía siendo su verdadero fundamento. Si se pone en cuestión, quizá la ciencia deba dejar de llamarse ciencia. Y surgen las pseudociencias, más o menos bienintencionadas, que vienen a querer explicar lo inexplicable, desde las almas, sin Dios mediante, a presuntas apariciones, por no hablar de otras cuestiones que quedan completamente al margen de cualquier posible experimento tachable de científico. Solo se verifica en tanto exista fe. O sea, renuncia explícita a convertir una experiencia individual en una objetiva.
Teniendo en cuenta que también en ética se ha llevado a cabo una revolución que privilegia lo individual, y no estoy hablando del individualismo sino más bien de un cierto relativismo moral, fruto, en parte, de la globalización que ha conducido al reconocimiento de que algunas de las afirmaciones de Hegel eran claramente erróneas, como aquella de la superioridad moral centroeuropea (diga Merkel lo que diga) y cristiana, que no puede ser muy defendida después del holocausto nazi, y también a la influencia de pensadores que han radicalizado la innecesaria existencia de Dios como garante de la moralidad, nos encontramos tan perdidos que buscamos verdades que nos sirvan de brújula en un mundo cada vez más complejo y menos comprensible.
Así, nace el New Age y sus fáciles, populistas, soluciones a problemas que, cada vez, parecen más difíciles de plantear.
Y entre las muchas «herramientas» que deciden manejar, en una pretendida seriedad que les otorga una interpretación de la ciencia, está la Cuántica. Quizá por desconocida, es utilizada con prodigalidad hasta el ridículo. Se hacen afirmaciones que la relacionan con estados mentales, con sanaciones… vaya… es la panacea.
Menos mal que hay quien es capaz de hacernos comprender que es un error, como en esta ocasión mi gran amigo Xabi, doctor en Química Cuántica de la Facultad de Ciencias de Donosti. Espero que haya quien sea capaz de leer lo suficiente como para descubrirlo. Porque se trata de esto, hay que dedicar tiempo a conocer las herramientas: la mente se cultiva leyendo, pero no cualquier cosa, igual que no se trabaja la tierra con cualquier apero. ¿Qué leer? Hummm… ¿Quién decide esta cuestión?