Es un pequeño «refrito» de una obra programable que tengo en el tintero presentar, titulada «Poseía Poesía», de la que extraje un pedazo para convertirlo en una «mano» que echar a Pepe Murciego, con algo de Poesía y algo de posesión.
Me siento orgulloso por haber participado, pero no demasiado con el formato elegido: habría querido elegir un formato en papel, imprimiendo sobre algún papel intervenido a modo de palimpsesto, pero no eran buenas fechas para acudir a Correos, así que me decanté por esta participación simple, sencilla, que está exponiéndose entre otras centenas de obras recibidas en CENTRO CULTURAL VILLA DE MÓSTOLES / Móstoles, Madrid, España, 30/11/2020 – 24/01/2021.
Libro de códigos QR y poemas escritos y enviados desde una dirección URL generada para la ocasión por 33 diferentes poetas.
En las ocasiones donde el o la poeta no hicieron llegar sus textos, se ha optado por dejar la referencia a la página web en cuestión por si alguien quiere tomar el relevo y enviar algún poema en su nombre de cara al futuro.
Como todo proyecto de arte postal, es una botella lanzada al océano que, en más ocasiones de las esperadas, regresa con provisiones para aguantar la vida.
Giusseppe Domínguez les propuso a 33 personas participar en este libro enviándoles por correo postal un código QR impreso sobre hojas de una edición de Las Flores del Mal, de Baudelaire, que redireccionaba a una página que contenía un formulario personalizado así como un código QR con el nombre de la persona invitada a formar parte del proyecto.
El libro contiene los QR personalizados para cada poeta, así como los poemas de aquellas personas que cumplimentaron sus formularios poéticos con un poema.
Es lamentable que este tipo de prácticas a quienes estamos en sectores de servicios culturales, ya sea poesía, arte, tango… nos resulte completamente habitual:
Si cambiamos influencers por ayuntamientos, varios museos, certámenes culturales varios, incluso restaurantes; y cambiamos los lugares a los que pedirlo por poetas, artistas, bailarines… nos resulte de lo más normal, incluso en ocasiones se nos pide participar con cuotas (para formar parte de un libro, para llevar a cabo una acción que toca autofinanciarse…).
Y nadie se escandaliza.
Por supuesto, incluso el mismo sector se hace esto a sí mismo, y unas personas que se dedican a gestionar eventos culturales te ofrecen participar (ya sabes que va a ser sin dinero de por medio) y lo hacen con toda la buena intención del mundo.
Es lo más habitual porque lo que haces lo haces porque te gusta. Esta es la excusa para justificar un menosprecio absoluto por el trabajo en ese sector. Así que no es de extrañar que ahora (época de coronavirus/COVID o lo que sea) este sector esté al borde del colapso. En realidad ya estaba al borde de un precipicio que no parecía querer ver, pero ahí estaba. Ahora estamos cayendo en picado y según y quiénes, tendremos o no la suerte de caer en el agua o sobre una roca.
Si compraste un paracaídas porque sabías que iba a pasar… te llaman previsor.
No sólo no ha cambiado nada, sino que ha empeorado en el mejor de los casos. Y sin embargo seguimos. Ganas dan de tirar la toalla y yo he de reconocer que me he cansado de hacer cosas gratis y sólo las hago si me apetece mucho por amor… no tanto al arte, que lo tengo siempre, como a quienes organizan el evento en cuestión o a las personas vinculadas al proyecto.
Sí: Es preciso el amor al arte, pero no es preciso el amor a su divulgación, a su compartición con una sociedad que no valora el trabajo que requiere. Así que se puede amar uno o una a sí mismo o misma y autorregalarse (o regalar a otras personas amadas) el fruto de ese amor al arte.
Hoy una amiga (que durante años ha sido una de las más dadaístas asistentes a los talleres de poesía que coordino) ha publicado en una red social, riéndose de ello como corresponde, que hay en internet un generador de haikus.
Algo tremendo está pasando cuando alguien quiere recurrir a una máquina para realizar lo más humano posible, que es expresarse.
¿Son las máquinas las que están tratando de decirnos algo? ¿Está la amenaza de Skynet más cerca de cumplirse de lo que nos creemos?
Unos cuantos haikus generados casi aleatoriamente por esta vía:
Evil october.
A tropical, large sun flip
above the dollar
Nippy summertime
A domestic, grand pig soars
before the giraffe
Tearless christmastide
A gray, grand squirrel frightens
because of the net
Cabe preguntarse si a la palabra poesía, a la palabra arte, a la palabra creación, no habría que añadirles (implícitamente) la palabra sujeto humano, pues no es sólo una cuestión de forma, ni de contenido, sino de riesgo, de intención, de fracaso… las máquinas (y quienes deciden usarlas para generar ideas para un blog, para escribir «haikus» o similar) lo que buscan es el éxito, carente de riesgo y con una intención que no es la de explorar sino la de fabricar.
La escritura creativa (creación como actitud ante la vida, no como eslogan), la poesía, es una fábrica de errores, de insensateces, de locura, de interrogantes en última instancia, y no una máquina de exclamaciones, afirmaciones, verdades, corduras ni, nunca, éxito asegurado.
Tal como suponía, está siendo más complicado volver a una «nueva» «normalidad» que confinar a la mitad de la población mundial por una pandemia global. O sea, «bastante» complicado.
Teorías anticientíficas campando a sus anchas, dificultades para ponerse de acuerdo administraciones, ausencia de criterios unificados, hacen que aquella época durante la que no pudimos salir de nuestras casas casi resulte atractiva en cuanto a sencilla.
Espero que no tengamos que volver a la simple cuarentena, pero parece poco probable que no acabe por suceder, especialmente en lo tocante al ámbito estudiantil donde los contactos son altos y el número de individuos en espacios cerrados durante largos periodos de tiempo es enorme.
A modo de taburete, la web en la que he estado trabajando desde primeros de marzo hasta ahora es una y es trina, sí, se trata de 3 patas que sustentan una especie de triunvirato que espero que no acabe tan mal como el famoso juliano.
La web Base
El esqueleto o lo que la aglutina es lo que llamo la base que está hecha casi «from scratch» en lo que se refiere al estilo, al aspecto, al comportamiento en diferentes dispositivos…
El diario en WordPress.org
Sobre ella (o bajo ella, no sé) hay instalada una base de datos que gestiona, desde el 2011, mi diario, en el que escribo, como su nombre indica, casi diariamente, excepto en temporadas estivales o fiestas de guardar (el 1 de mayo o el 6 de diciembre).
De hecho, elegir el estilo del wordpress que la muestra me llevó gran parte del mes de marzo, hasta que di con una combinación de dos «themes» que me gustaban y de los que personalicé el definitivo, que pasó también a influir para unificar el estilo que usaría en las otras 2 patas de esta web trifásica.
La galería en Piwigo
Pero lo más sofisticado fue cuando decidí que no quería utilizar ninguna de las herramientas más habituales de gestión de álbumes de fotos o imágenes para almacenar el material visual que tenía (que había tenido previamente en picassa, luego en google-photos, o para el que había desarrollado o implementado «sliders» de javascript más o menos engorrosos).
Así que «inventé la rueda» instalando en mi hosting una aplicación llamada Piwigo (open source para más datos) que maneja y almacena las imágenes: la galería.
Unificar estas tres componentes y que parezcan una sola web y no múltiples ha sido complejo, pero lo más difícil todavía fue revisar reordenar y modificar todo el trabajo que tenía más o menos mal documentado desde el 2008 (fecha de la última actualización importante de la web) hasta hoy.
12 años de trabajo que han sido fructíferos en términos de obra, de producción casi industrial, de proyectos complejos y largos… muchos de los cuales no habían visto la luz hasta hoy.
Ahora siento un alivio considerable y una extraña sensación de vacío, sigo teniendo material en curso, en lo que estoy trabajando que aún no está en esta web, pero ya sé dónde ponerlo cuando acabe.
Abril: Ordenación de material visual, de documentación de acciones, revisión de trabajos pendientes de un final…
Mayo: Creación de la base de datos Piwigo para almacenamiento de las imágenes. Elección y personalización del tema elegido. Por momentos, parece algo superfluo que se podría haber hecho agrupando esto con el Diario en WordPress.org, pero me resulta más fácil compartimentar.
Han sido meses de confinamiento y agradezco (a mí mismo, supongo) haber tenido el tiempo para poder afrontar algo como esto que muchas de las veces, mientras lo estaba haciendo dudaba que tuviese el más mínimo sentido en esta época de red social y publicación en plantilla.
Espero que me dure el trabajo principal, si no una docena de años como la anterior web, por lo menos más de 5 años.
Sigo sin estar convencido de que la acción (el arte de acción) se lleve bien con el vídeo, pues crea una falsa sensación de «presentación», mucho más aún cuando se trata de un vídeo, como el que yo les envié, que no ha sido emitido en directo, sino grabado para la ocasión, aunque sea sin ensayo, aunque sea irrepetible, aunque se intente emular todo lo que tendría de efímera una acción in situ.
I Encuentro de Arte de Acción en Red MUCHO Grabación realizada con una cámara auxiliar mientras se realizaba la acción en directo emitida vía Instagram Live.
Aquí está la emisión en vivo en Instagram tal como fue emitido, con mi teléfono móvil colocado de manera horizontal usando la cámara frontal (sin percatarme del efecto espejo) y recibido en múltiples dispositivos de manera vertical.
Transmisión (retransmisión) en vivo y directo, que ahora al estar grabada deja de estar en vivo y en directo, pasando de presentación a una sutil forma de representación, de la acción que realicé para el I Encuentro de Arte de Acción en Red MUCHO el día 24 de abril de 2020 a las 18:30 horas.
No contiene las interacciones de quienes estuvieron conectados en ese momento a mi emisión a través de mi perfil de Instagram (@giusseppe.dominguez ) https://www.instagram.com/giusseppe.dominguez/
¿Qué ocurre cuando una emisión horizontal se ve verticalmente en múltiples dispositivos? ¿Es eso una elección de un plano performático o sencillamente un descontrol inevitable de un público que puede o no girar sus dispositivos con los que van a asistir al evento?
Por último añado el vídeo editado (con OpenShot 2.5 sobre Linux Mint 18.3) para colocarlo «horizontal» porque así lo solicitaban para incluirlo en el canal YouTube del encuentro MUCHO Acción.
Transmisión (retransmisión) en vivo y directo, editada con OpenShot 2.5 sobre Linux Mint 18.3, para girar la disposición vertical con la que había quedado grabada en Instagram, de la acción que realicé para el I Encuentro de Arte de Acción en Red MUCHO el día 24 de abril de 2020 a las 18:30 horas.
Editar una acción hasta el punto de girarla, cambiar el tamaño de visualización, quizá podría haber aprovechado para cambiar la iluminación, incluso agregar algo de dramatismo sobreponiendo una música inexistente durante la acción… ¿no acaba por desvirtuar absolutamente el sentido de lo que una acción poética o una pieza de arte de acción o performance art debería ser? ¿No estoy siendo demasiado dogmático al preguntarme esto en estos momentos de retoque digital permanente? ¿No habría que considerar obsoletas las propuestas que no tengan en cuenta las nuevas tecnologías como dictadoras de las formas artísticas?
Me han invitado a participar en este encuentro y, aunque yo no soy muy de «emisión en vivo», por lo que no me ha gustado nunca la TV, ni la radio, he decidido poner mi atención (MUCHA) e intención para pensar una acción que tenga algo de sentido grabada/emitida y no sólo vivenciada.
Hoy he encontrado este texto en una red social que no me ha hecho sino recordar a cada palabra mi trabajo sobre La Consulta, en la que me hice esta misma pregunta, de manera algo existencial y pequeña: no «Los Artistas», sino «¿para qué sirvo (yo)?»
¿PARA QUÉ SIRVEN LOS ARTISTAS?
(Texto de Nacho Pata)
En términos prácticos no servimos para nada. Si alguien se enferma, o si a alguien se le descompone su coche o si tiene un problema legal, no llaman a un artista, sino a un doctor, un mecánico o a un abogado, nunca a un artista.
De hecho somos bastante inútiles ahora que lo pienso.
Cuando alguien nos pregunta a qué nos dedicamos, nunca tenemos una respuesta certera que satisfaga la curiosidad de quien nos pregunta, y menos aún si nos preguntan si podemos vivir de esto (en términos meramente económicos), cosa que tampoco podemos responder, ya que esa pregunta jamás se le hace abiertamente a un doctor, un mecánico o a un abogado, puesto que se da por hecho que les da suficiente para vivir y son profesiones incuestionables.
Entonces ¿para qué servimos? ¿Para qué sirve un pintor, un cineasta o un literato? ¿qué diablos gana la humanidad con un actor, un comediante o un músico? ¿en qué nos ayuda un escultor, un director de escena o un compositor? ¿Cómo resuelve nuestros problemas de vida alguien así?
¿De qué nos han servido Beethoven, Chava Flores, Akira Kurosawa, Pita Amor, Robert De Niro, Mario Benedetti, Vincent Van Gogh, Andi Warhol, Gustavo Cerati, Jaime Sabines, Pedro Almodóvar, David Alfaro Siqueiros, Roger Waters, Rockdrigo, Julio Jaramillo, Jodie Foster, Miguel Hernández, Los Beatles o hasta Juan Gabriel?
¿De qué servimos los músicos callejeros, los zanqueros, los clowns, los titiriteros, los cuenta cuentos, los fotógrafos, los mimos, los acróbatas los dibujantes y los actores?
Obviamente, para nada. Para nada práctico y mensurable. No podríamos arreglar ni una plancha, ni resolver un problema de crédito bancario.
Nuestra única función en esta vida es tocar los corazones y los pensamientos de la gente. Somos capaces de hacer reír o llorar, pensar o disfrutar a alguien sin tan siquiera tocarlo. Un cineasta o un actor te puede conmover hasta las lágrimas y un pintor o un fotógrafo te puede transportar en el tiempo, mientras que un clown o un escritor te puede hacer pensar al mismo tiempo que ríes o lloras. Un músico o un compositor te puede tocar y llenarte de tanta vida como un acróbata te puede sorprender de manera insospechada y marcar tu vida. Somos capaces de hacerte cuestionar sobre tu propia existencia mediante la belleza y la crudeza del arte.
No sé qué tan necesarios seamos, pero lo que sí sé es que la vida sería muy diferente sin nosotros, tal vez más aburrida, tal vez más autómata. Así pues, los artistas somos la representación más elaborada de la necesidad humana de expresión.
Nomás para eso servimos.
Hoy, sin embargo, me doy cuenta (si es que ya no me había dado cuenta antes) de que la pregunta está mal formulada y sale del esquema mental utilitarista en el que vivimos inmersos sin cuestionarlo en sí.
Es decir ¿tiene el arte que «servir para» algo?, debería ser la pregunta a formular.
Y aquí encuentro que acaba por decirse siempre que sí, por empatía o por algo abstracto indefinible, como el desarrollo personal o social de ahí que esté desbordándose el arte en forma de terapia o el arte como entretenimiento, ese arte que toca, que sirve… que es sirviente, en definitiva. Y no un arte empoderado, fuerte, que no busque servir ni ser servido, que sea independiente y libre de pensamiento, palabra y obra.
Por ende, nos gusta sentirnos incluidos en ese colectivo (olvidándonos hoy de géneros genéricos generosos) de «Los Artistas», como si fuésemos más elevados por ello, yo soy artista, claro que sí, yo soy poeta, claro que sí, yo soy performer, claro que sí, yo soy algo prestigioso, importante… que no importa a nadie en resumidas cuentas (porque de cuentas se trata) y no me da la economía para subsistir del arte, ni de la poesía, ni de nada similar, pero es por amor al arte y te ofrecen participar en un evento de arte de acción, para el que reservas tu tarde de sábado o de viernes y ni te planteas qué vas a cobrar por ello, ni que vas a cobrar por ello, así que te justificas diciendo que te puede dar visibilidad o curriculum… y sigues pensando con los mismos esquemas perversos que un consultor tecnológico, pero sin recibir el mismo salario ni por asomo.
Y si te alejas de ese «Los Artistas» para pensar en los demás, algo que no se ve todos los días, te das cuenta de que cualquier otra actividad se justifica desde ese mismo punto de vista: sirve o no sirve. Es productiva o no es productiva. Rinde o no rinde… y nunca «se rinde».
Porque la reflexión está mal vista. No sirve, sólo sirve la flexión, la genuflexión, la inflexión, como mucho.
«Eres demasiado reflexivo», «piensas demasiado», «los creí-ques y los pensé-ques son familia de don tonteque», «más acción y menos reflexión»…
Hay que hacer un arte útil, usable, popular, democrático… ya sea para la política, para la sociedad, para educarla, hacerla pensar, pero no demasiado, obligarla a pensar, de hecho, no vaya a ser que quiera pensar por su cuenta, un arte o una poesía al servicio de la protesta, pero nunca de la próstata, de la protesta simple y panfletaria, una poesía propagandística, un cine reivindicativo, una cultura solidaria, nunca solitaria… claro que sí, eso sí está bien visto, eso sí que es arte, no una atalaya de cristal, ni aunque sea de Murano.
Por eso en esa enumeración de artistas no encuentro afines, como Duchamp (Marcel), ni el kilo de mierda de artista de Manzoni, ni el vacío de Klein, ni la poesía concreta de Eduardo Scala, o el situacionismo de Guy Debord, ni, por supuesto, de mi gran referente personal, mi muy querido Isidoro Valcárcel Medina. La cultura. Esos grandes Torreznos que hicieron de ella una performance inolvidable.
Y vuelvo a mi círculo vicioso, viciado, enviciado y envicioso… ¿para qué sirvo (yo)? si es que sirvo para algo o, mejor aún… ¿y si no sirvo para nada, pasa algo? ¿debo remediarlo? ¿cómo ganarme la vida? ¿pero es que no tengo una vida? bueno, pues ¿cómo ganarme el pan?… o sea, que el pan ha de ser ganado con el sudor de mi frente, con el amasado sudoroso y cansado, con sangre, dolor y lágrimas, porque ser una cigarra es la condenación eterna. Porque hay que producir, producir, producir… o morir.