En el límite de la performance

Hacer una performance consistente en caminar desde el apartamento 180 de la Urbanización Veramar 5, Avenida del Descubrimiento, 5, Puerto Rey, 04621, Vera, Almería, hasta el chiringuito ubicado en la confluencia del Paseo Marítimo, 79, 04630, Vera, Almería con la Avenida del Puerto, 04630, Garrucha, Almería y volver por el mismo camino a una velocidad promedio de 6 km/h, de manera deportiva, ataviado con un viejo pantalón corto de algodón gris, unas deportivas estándar, unos calcetines doblados para acomodarse a la altura del tobillo y una camiseta con el slogan de “No a la guerra” adquirida con motivo de las protestas sociales que se llevaron a cabo en España a raíz de la intervención armada en la invasión de Irak en el año 2003.

¿Por qué está “en el límite” de la performance?

1.- Esta acción no tiene convocatoria pública.

Esto no significa que no sea pública, pero “el público” no está avisado de que está viendo una performance, pudiendo confundir al performer con un mero “footer” o caminante deportivo como otros muchos que aprovechan sus vacaciones para ejercitarse.

Sin ser secreta, no se avisa a posibles interesados salvo por una breve publicación (que, así, la hace pública) en mi blog un par de días antes de realizarla.

2.- Esta acción no tiene componente dramático.

Ni siquiera voy a “permitirme” romper desgarrando esa camiseta significativa que ha recorrido conmigo tanto terreno histórico que es posible que acabe in-intencionadamente desgarrada debido a la fragilidad de un tejido desgastado, casi translúcido (sin referencias veladas a la cámara lúcida de Barthes).

No es que no haya quien realiza performances desprovistas de dramatismo, pero es habitual encontrar cierta tendencia a la espectacularidad vía algún recurso de marcada intensidad dramática (dramaturgia aparte (o no)).

A priori, no es exigible que una performance, para serlo, deba tener o no tener “drama”, pero si se realiza, como en muchas ocasiones, para ganar “audiencia” o su atención, acostumbrada a lo teatral, a lo espectacular, resulta in-ética y|cuando no patética (Ref. Lírica).

La huida ex-profeso de esa componente le resta posibilidades de ser identificada “públicamente” como performance, de modo que la inserta, más aún, en la sucesión de acciones más o menos cotidianas que realizo durante el periodo estival en estas latitudes.

3.- Esta acción es cotidiana.

Aproximadamente 3 o 4 (no 304) de cada 7 días de los 31 que transcurro alojado en el apartamento que mis padres me (nos) prestan para disfrutar de unas merecidas vacaciones, realizo caminando el mismo recorrido con las inevitables variaciones: Cualquier otro día de los que trazo el periplo podría haber sido elegido pero no lo ha sido.

Por momentos, incluso, tentado estuve de dejar este parámetro de la performance, la fecha, a la improvisación y que el día que desease realizarla, lo hiciese sin previo aviso, realzando, si cabe, más aún ese carácter fronterizo con lo cotidiano, incluso para mí mismo.

El hecho de que sea una acción que no se distingue externamente de otra misma le confiere un carácter limítrofe entre lo artístico y lo cotidiano, donde lo único distintivo reside en mí, en algún “lugar” recóndito de mi mente o conciencia que discierne o intiende (de intención) que la caminada de “ese” día es una performance.

Con la sutileza o sutilidad de una “acción ejemplar” con la que guiñarle un ojo a mi admirado Isidoro Valcárcel Medina, esta performance, casi no performática, casi no artística y, sin embargo, casi sin casis, quiere ir un paso más allá de la acción “una mala acción” que se enmarcaba en el VII Encuentro Internacional de Arte de Acción de Madrid (acción!MAD10).

4.- Esta acción no es reivindicativa ni política.

Más allá de la simple lectura de la camiseta recortada para retirar cuello y mangas que mostraban agujeros y rotos que el uso y la compartición con algún lepidóptero habían ido imprimiendo como huella indeleble, esta acción no es política y, al mismo tiempo, es posiblemente la más política de todas las performances que haya presentado o concebido hasta ahora.

4.1.- No reivindico el “no a la guerra” (de Iraq) aunque sigue siendo preciso recordar que esa guerra dista mucho de haber concluido. Además, la ausencia de referencia explícita a una guerra concreta puede leerse en clave más genéricamente pacifista o antibelicista; incluso, antiviolenta.

4.2.- No reivindico el “no al olvido” de aquella ilegal invasión (acorde al órgano legislador internacional más o menos consensuadamente aceptado y/o reconocido) sino, más ambicioso, busco llamar a un posible espectador la atención sobre el olvido de otras guerras, de otras catástrofes humanas o humanitarias, de origen animal, vegetal o mineral, de causas artificiales o naturales, a modo forgianono te olvides de Haití” y, en última instancia, no olvidarse nunca de la responsabilidad como seres humanos y/o ciudadanos.

4.3.- No reivindico el “no al consumo” pero sí clamo por un consumo responsable, sostenible, aunque implique una transformación de los fundamentos socio-económicos del sistema en el que estoy inmerso o precisamente para eso.

De ahí, supongo, estas marcadas referencias “povera” que incluyo en esta performance como en cualquier otra acción de mi vida usando ropa más allá de lo habitual, no adquiriendo recursos o parafernalia específica para cada actividad que pudiera demandarlo.

5.- Esta performance no será registrada (salvo por adelantado).

Mediante este escrito que bien podría haber sido omitido si no fuese por mi voluntad algo didáctica.

5.1.- No haré fotografías de la acción ni de los residuos de la misma, quede como quede la sacrificada camiseta, ni le pedirá a nadie que las haga.

No obstante, no impediré a nadie que tome notas permanentes o impermanentes aunque es poco probable que me vea en tal tesitura.

5.2.- Dado mi interés cartográfico, es posible que represente sobre un mapa el recorrido que habré trazado con una estimación aproximada de la distancia andada o transitada.

5.3.- Por el apego que he ido desarrollando hacia la camiseta usada (que bien podría haber sido otra más afirmativa, como la de I ♥ MALTA, pero el NO rotundo y asertivo de la usada es y ha sido determinante para su elección como prenda de la performance) tomaré alguna instantánea de recuerdo de la misma como ya hice hace un año cuando reflexioné sobre lo revolucionario que era mantenerla en uso.

6.- Esta acción no tiene partitura.

Aunque este texto bien podría serlo con un grado de detalle mucho más exhaustivo o minucioso que la mayoría de las performances que he realizado hasta ahora.

Conclusión:

Volviendo a 3.- (cotidianidad), al día siguiente caminaré en la misma franja horaria (de 10:00 a 11:00) a lo largo del mismo recorrido, ataviado con las mismas vestimentas, pero no, ese día, la misma acción no será una performance.

Quizá, en el fondo de la intención de esta performance fronteriza está la voluntad de dinamitar o desdibujar tal línea imaginaria, tal categorización que mantiene separada la vida del arte o la poesía del poeta, parafraseándome: vivir mi vida como si mi vida fuese un poema, que escribí unos años antes de encontrar la sentencia de Jaime Gil de Biedma: Yo creía que quería ser poeta, pero en el fondo quería ser poema.

Performance: Frontera

Con motivo del III (y último) Encuentro de Arte de Acción de Artón, que se organizó en MATSU el sábado 24 de Mayo del 2014 recibí la invitación con la siguiente propuesta:

convocatoria arton

La propuesta para este año sigue dirigida a la frontera, ya que al estar aquí (Matsuo se encuentra situado en la frontera entre la ciudad y el campo) de manera inevitable se piensa ella, estar en medio y en los bordes…

Lo que une
y separa,
lo que une
después separa,
lo que separa
no une,
frontera.

¿Cuántas fronteras «existen» hasta llegar a lo ajeno?

De modo que respondí con mi decisión de participar con una acción que tomase en cuenta el tema y que titulé tal y como estaba titulado el encuentro. Debía utilizar alguno de los materiales que suministraban (era una condición que imponía la organización) y como muchos de ellos eran aperos de labranza que no conozco, me decanté por un rollo de papel continuo de 20 centímetros de ancho por 30 metros de longitud.

Pedían un texto que describiese la acción y envié un escueto juego de palabras con Frontera:

Frontera de papel. Escribir una frontera. Enfronterar, enfrentar… afrontar.

Pensando en fronteras, inicialmente quise orientarme hacia el proyecto que tengo inacabado de realizar un poema que transite por las diversas dimensiones comenzando como un poema de dimensión uno o meramente textual, pasando a ser un poema en dimensión dos o necesariamente visual, alcanzando la tercera dimensión mediante la corporización u objetivización del mismo hasta terminar siendo una acción que podríamos incluir en el terreno de lo espacio-temporal. Pero este proyecto requería mucho más tiempo para realizarse del que iba a disponer, así que me dispuse a pensar en algo más factible y acorde al lugar en el que se iba a realizar.

Frontera evoca en mí el recuerdo de Topología, la asignatura que cursé en segundo de la licenciatura de Matemáticas y que se convirtió ipso-facto en la más interesante materia que había enfrentado jamás, si bien ya lo había previsto en la asignatura de Topología de cuarto curso de Química en la especialidad de Cuántica, dos años antes.

Y esa frontera como lugar entre lugares, también me remitía a la lógica difusa y su borrado de fronteras de conjuntos de pertenencia o transformación de las mismas en espacios de dimensión no nula, realizando una transformación global de la semántica, vía la anulación del sentido de clasificación preexistente.

No obstante, decidí encontrar algo cuya posible categorización fuese asumida sin discusión y acudí, como suelo hacer, al alfabeto.

Por otro lado, frontera que geométricamente tenía que tener una posible re-presentación, lo que me llevaba a pensar en algún lugar geométrico por definir.

frontera por Ana MateyDado que tenía un papel continuo de 30 metros, decidí comenzar por ahí realizando un triángulo equilátero (y aquí comienzan las alusiones al 3 que tanto me gustan). El triángulo es el polígono más simple posible capaz de tener fronteras (asumiendo un espacio euclídeo).

Ese triángulo sería el delimitador del espacio dentro del cuál estaría yo junto a las vocales y fuera del cuál estarían las consonantes. El porqué decidí situarme del lado de las vocales es, principalmente, por que son las letras asociadas a la emoción, a la expresión de la emoción y, quizá también, quería estar cerca o del lado de la A en una no velada referencia a Joan Brossa.

La acción por tanto consistió en extender ese papel-frontera sobre el que ir depositando unas piedras-mojón a razón aproximada de una por metro, formando un triángulo equilátero de 9 metros de lado. Cada lado contenía, así, 9 piedras-mojón equidistantes unas de otras 1 metro, haciendo un total de 27 piedras-mojón. Estas piedras-mojón pretendían ser una referencia a las estrellitas que se dibujaban en los mapas infantiles para definir las fronteras nacionales.

A continuación, piedra a piedra, fui decidiendo si cada una de las 27 letras (a partir de un alfabeto impreso en DinA4 a letra por página) correspondiente a la piedra en cuestión era vocal o consonante y arrojándola al interior o al exterior del espacio acotado por la frontera triangular.

Como colofón, en orden, fui formando la palabra FRONTERA con las letras que habían sido clasificadas situándolas bajo las piedras-mojón que servían a su vez de soporte a la frontera de papel.

Tras terminar el encuentro, recogí los 30 metro de papel continuo hasta volver a convertirlo en un cilindro usable en otra próxima ocasión.

La acción estaba concebida para durar, idealmente, 9 minutos. Creo que quedó muy cerca de este tiempo.

Unas cuantas fotografías del desarrollo de la acción realizadas por Belén Cueto (creo)

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El maravilloso dossier que Ana Matey se curró para el evento merece la pena que sea compartido en este blog. dossier ARTON:MATSU_III

Comentarios sobre Her

her-movie-joaquin-phoenix

Tras ver la película Her quedé algo decepcionado por el tratamiento que le habían dado al hecho de que un humano se enamorase de un sistema operativo. (No nos dicen si es un sistema operativo de código abierto o propietario, pero eso quizá no era relevante)

Llegué a compararla con el amor que sintió en Blade Runner mi querido Harrison Ford, como Rick Deckard, dudando de la humanidad o no de su pareja Sean Young, como Rachael, esa replicante de perfecta ternura y belleza futurista. Y la obra de Spike Jonze palidecía indudablemente, obsoleta y obsolescente en tecnología según iba avanzando el metraje. ¡Eso comparándola con una película de 1982! Pero está claro que Her no es una de esas películas que harán historia en la Historia del Cine.

Allí donde Ridley Scott creó una obra maestra, icono de la cinematografía e influyente estética del postmodernismo, esta peliculita se queda en un entretenimiento con pretensiones con look neo-hipster e ínfulas filosóficas sin mucha chicha ni limonada.

Dicho esto, queda por añadir que no había visto una posible lectura que ayer me llegó así como en una epifanía: pretende ser más bien una película pionera en una dirección insospechada (quizá) en el mundo audiovisual cinematográfico de la industria norteamericana, la dirección de darle prioridad a lo sonoro sobre lo visual.

No es tan importante lo cibernético, sino en realidad darle preeminencia a lo acústico. De hecho, así resulta aún más acertado el haber elegido a la más conocida actriz del momento para interpretar la voz de ese «sistema operativo» del que se enamora el visible protagonista. Aunque esta elección garantizase que éramos capaces de ponerle rostro a esa voz y, de hecho, un rostro deseable desde todos los ángulos posibles.

Es una película sonora y que augura la llegada de un cine más sonoro que visual, un cine sin imágenes, un cine casi radiofónico, que hace un llamamiento a cerrar los ojos y descansar de la sobrecarga que supone el sobreestímulo visual permamente al que estamos sometidos.

El protagonista, un sosísimo Joaquin Phoenix, no se enamora de su ordenador ni de un ordenador ni nada semejante, sino de la voz del mismo.

El antagonista romántico (aunque casi merecería haber sido completamente el papel principal) es invisible en todo momento. Pero no inaudible. Y las relaciones que este hombrecillo patético tenía eran principalmente sonoras, a través de su teléfono móvil (aparatejo que no superará un par de lustros antes de verse claramente anticuado, haciendo que la película resulte anacrónica).

Sobre cómo esta relación (humano-máquina) es algo desequilibrada, asimétrica y, por supuesto, egoísta, ya lo deja claro la pequeña charla con su exmujer, pero resulta interesante también como retrato (o autorretrato) de la sociedad selfist en la que estamos viviendo.

El previsible final es tan torpe y precipitado que ni merece la pena mencionarlo. Lo único interesante acaba siendo ese pequeño toque de atención sobre la sobrecarga visual y su posible paliativo mediante sonidos desposeídos de acompañamiento figurativo. ¿Le ha llegado al cine (comercial) la posibilidad de explorar la abstracción?

De qué vive un artista.

Ya he escrito sobre esto en varias ocasiones hasta el punto de que no me apetece volver a hacerlo, pero como dice mi querido Hilario Álvarez, sigo interesado en ese viejo tema.

Escribí Sobre el precio de una performance, que tuvo una serie de respuestas a un cuestionario que propuse en el artículo Sobre el precio de una performance (Respuestas), así como en un texto para InAcción de ARTóN y en otro similar sobre la Sobre la gratuidad y el amor al arte.

No obstante, este texto, que no es mío, lo subscribo sin ninguna restricción. Aunque sigue sin aclarar de qué debería vivir un artista y se limita (que no es poco) a constatar de qué lo hace.

¿De qué vive un artista? Por: Lucas Ospina

Un artista vive de la renta, de alguna renta, por ejemplo de un inmueble heredado que produce una suma fija mensual. Un estudiante se pagó la costosa matrícula de una universidad privada con el producto de un local que le tenía alquilado a un cine-bar, lo que los asistentes gastaban en boletas, cócteles y crispetas él lo reinvertía en arte. En otros casos las rentas vienen de lo que producen las acciones en un negocio familiar. Una generación trabajó, otra hizo fortuna y la última, la generación artista, se gastó la plata. Dos hermanos, uno actor y otro cineasta, vivieron durante mucho tiempo del producto de la renta que producía la fábrica de piscinas fundada por el padre y administrada por el primogénito, un ingeniero igual de excéntrico a sus hermanos menores pero que debió conducir su artisticidad por el cauce señalado por el padre.

Otro artista a la muerte de su padre recibió una gran fortuna como herencia, ante lo que su mejor amigo, otro artista, dijo que era él quien había pasado a mejor vida.

Otro artista vive de un negocio. Cada quince días hace el viaje de la capital a su pequeña ciudad natal donde tiene una miscelánea que mantiene surtida de prendas y adminículos para jóvenes, cosas pasadas de moda en la gran ciudad pero que son novedad en la provincia. El artista dice con orgullo que es él quien define las tendencias de la moda en la pequeña ciudad. Otro artista puso un restaurante y se le incendió, otro montó el restaurante que lo hizo tan reconocido como chef que cuando dice que también es artista la gente se sorprende.

Otros artistas optan por el diseño y montan empresa, les va bien, son prueba de que en diseño más que estudio se necesita de práctica, prueba y error, experiencia; a estos artistas que diseñan les va tan bien que pasan de artistas a diseñadores. Todos tienen una fase en que ven el diseño como arte pero cuando el trabajo los abruma, y los clientes “siempre tienen la razón”, caen en cuenta de que el diseño es un servicio más y de que ellos se han convertido en proveedores de soluciones, no de enigmas; lo que comenzó siendo una estrategia temporal de automescenazgo —el diseño para pagar el arte—, terminó siendo un trabajo perpetuo donde todas las licencias creativas del arte van a parar al diseño. De vez en cuando estos artistas diseñadores les toca hacer un catálogo de arte o un trabajo para un museo de arte y cuando entran de nuevo en contacto con la gente del arte, agradecen vivir del diseño, incluso extrañan a sus clientes habituales. Es raro pero no inusual que por algún rezago estético estos diseñadores recuerden esa cosa inútil y anodina llamada arte, pero pronto lo urgente los trae de nuevo al presente.

Otro artista emigró y montó una carpintería en un país de donde tenía nacionalidad, antes hacía instalaciones sonoras efímeras, hoy instala pisos de madera y une cada pieza con el mismo cuidado con que componía sus obras de arte.

Otro artista tuvo un hijo y abandonó el arte: “los hijos son la muerte del artista y el nacimiento del publicista”.

Otros artistas viven de la dictadura de clase. Cada año los programas de arte de la universidades del país gradúan un promedio de 500 artistas, un público cautivo que necesita de un cuerpo de recreacionistas intelectuales que cumplan con la ilusión de enseñar arte. Enseñar arte puede ser el mejor trabajo para un artista, hay bastante tiempo libre para crear o “investigar” (como se refieren los artistas a lo que hacen cuando le quieren dar altura académica). A pesar de que cada vez hay más trabajo burocrático y hay que inventarse más justificaciones y comités para justificar la necesidad de los comités que justifican el arte en la universidad, ser profesor es una buena actividad. Hay que decir que un profesor de arte goza de un margen insólito de libertad, si los profesores de medicina dictaran sus clases como los profesores de arte dictan las suyas, graduarían asesinos en vez de médicos. Tarde o temprano muchos artistas, así no lo quieran, reencarnarán en profesores de arte; temprano si consiguen trabajo en un colegio, usualmente el mismo colegio donde han estudiado, o tarde cuando regresan endeudados con una maestría y descubren que para lo único práctico que sirve ese cartón de maestría de arte es para ser admitido en el proceso para calificar como profesor universitario de arte. Pero además de tener la maestría habrá que tener un doctorado y cuando todos tengan un doctorado algo más habrá que tener, el único consuelo es que mientras más grados haya que tener más necesidad de profesores de arte habrá y así tal vez haya más puestos de profesores universitarios de arte para darle clase a todos los que necesitan estudiar para tener más grados para obtener el puesto de profesor universitario de arte. También existen los profesores de talleres independientes, pero dependen del tiempo libre y la inconstancia de las señoras y pintores de fin de semana.

Otro artista vive del arte, sí, se puede vivir de eso: hay que asistir a muchos cócteles de inauguración, hay que circular y sonreír y hacer comidas y ser pródigo con las gentes del arte, con los galeristas, coleccionistas y curadores, y con sus cónyuges e hijos. Jamás hablar mal de la gente del arte en público y menos aún publicar algo malo sobre ellos. También hay que ser dúctil y decirle que sí a cuanto oferta de publicidad haya, y participar en subastas benéficas, y enviar a un testaferro que puje en la puja para que las obras se subasten bien y así elevar la cotización del precio del arte en el mercado. También hay que tener un taller y regar la voz de que hay piezas asequibles, económicas, y una vez los coleccionistas visitan el taller, atenderlos muy bien, siempre sonreír, y disponer las piezas con estrategia, de lo caro a lo barato, mostrar piezas que “ya están vendidas”, y hacer el tour de los precios con indiferencia y seguridad. Hay que soltar datos prestigiosos sobre clientes previos y sobre la cotización de las piezas en la galería. Hay que acordar con el galerista y con el dealer que obras hay que repetir y venderlas con discreción, y en la Feria de Arte montar guardia cerca al stand donde está la mercancía y para efectos de prosperidad parecer que se está ahí por pura casualidad. Hay que tener una galería por fuera del país, no importa si se trata del cuarto trasero de un bar alternativo en Berlín o de una galería meramente comercial, lo que cuenta es la internacionalización y poder dar el precio en dólares o en euros.

Otro artista optó por la doble vida —o eso es lo que se deduce de su esquizofrenia estilística—. Tiene dos tipos de obra, una que es la propia, la que no se vende, la conceptual, la efímera, la caprichosa, la que lo posiciona en el reino de las inteligencias y otra en la que da muestra de su destreza manual para hacer paisajes y caballos o fotos bonitas, o floreros bonitos, y que vende de forma anónima, o bajo un heterónimo para que no se pueda relacionar con el nombre propio y no afecte el capital reputacional. Es importante que los artistas no revelen de qué viven, sobre todo si no viven del arte, esto mantiene el mito de su independencia, de que no sirven a nadie, de que son inocentes, de que nunca serán lo suficientemente maduros para liberarse de la idea de libertad.

Otros artistas viven de la mediación artística, trabajan como asistentes en talleres, museos, galerías y espacios independientes, como cargaladrillos de artistas, curadores o galeristas, y luego, con la experiencia adquirida y una lista de contactos, se lanzan como artistas y curadores y galeristas, o simplemente dejan de ser artistas para ser curadores, galeristas o gestores culturales.

Otros aprovechan su arrojo para juntar palabras, hacer párrafos con esas palabras y firmar esos arrumes de párrafos para ofrecer textos de arte multipropósito que se cobran por el número de caracteres y que apenas sirven para cubrir el pago de los servicios; a los que escriben les basta con publicar uno o dos de estos textos para ser llamados “crítico de arte” y pasan a escribir en la prensa y en catálogos, basta con hacer un texto elogioso para una exposición y entregarlo a tiempo para que otros clientes quieran más textos de ese tipo, ante la presión de la demanda y el afán de complacer a la clientela es fácil pasar de agudo provocador a soso prologuista, este género de textos se parece al de escribir obituarios.

Otros artistas organizan bienales y encuentros internacionales de arte para pretender recibir suficiente apoyo como para poder vivir de la bienal y de los encuentros internacionales de arte que organizan. Otros ponen una ONG de arte y viven de ofrecer servicios de asistencialismo estético a las comunidades e instituciones interesadas.

Otros artistas viven de los premios, se inscriben en cuanto concurso hay, poco importa si el dinero viene del Estado, de una caja de compensación familiar o de una multinacional, no importa si la obra hay que mostrarla en una casa crujiente contra una pared descascarada en medio de la barahúnda de otras obras o en el corredor de un edificio inteligente, lo importante es concursar con la meta de ganar. Estos premios son loterías para artistas y dado el número de artistas que concursan es posible inferir —por simple matemática— que un artista tiene más chance de ganar en una de estas loterías que en cualquier otra. Entre premio y premio, entre una convocatoria y otra, en Internet se puede descampar y solicitar ingreso a las residencias para artistas que se ofrecen a nivel global, una vez se hace una solicitud a una se tiene una matriz para hacer más solicitudes, es posible vivir de trotamundos por años saltando de una residencia a otra.

Otro artista vive de su conyugue. En ningún momento pensó en casarse con otro artista, siempre supo que de casarse tendría que hacerlo con alguien que tuviera grandes ingresos.

Otro artista vive de oficios varios, es mesero, ayudante de chofer de bus intermunicipal, mensajero en una agencia de publicidad, es un artista sin obra, nadie lo conoce pero lleva una vida de poeta.

La mayoría de los artistas viven así.

Nota: texto escrito para el libro Cumbre Cartagena de Indias 2011, remunerado a su autor por Helena Producciones.

Absolutamente todo es relativo

Es una de esas frases que me hacen reír, pensando en lo ridículo que contiene un lenguaje (el humano) capaz de decir cosas imposibles.

Podríamos llamar a esto, la capacidad poética del lenguaje. Pero esto es como reconocer que la poesía tiene algo que ver con lo imposible. Y quizá sea así.

Lo que me lleva a recordar la famosa «definición» de belleza que lanza al aire el ínclito Isidore Ducasse, Conde de Lautreamont, en su maléfico libro «Los cantos de Maldoror»:

Bello como el encuentro fortuito sobre una mesa de disección de una máquina de coser y un paraguas.

Desde entonces, las máquinas de coser, incluso palabras, se reúnen mistéricamente con los paraguas más aciagos sobre mesas en las que diseccionan la poesía.

Y un paraguas ya no será nunca más un mero paraguas… después de Joseph Kosuth.

pagaguas kosuth

Publicidad sin encubrimiento

anti coca-cola

Desde hace días vengo viendo en las redes sociales campañas contra la famosa empresa de este mejunge negro ignoto.

Y por más que todos aducen razones contra el consumo de la misma, yo no puedo parar de recordar al padre de la publicidad: Tomás de Aquino y su celebérrima sentencia: «Que hablen de mí, aunque sea mal«. (No sé si verdaderamente esta frase fue suya ni en qué contexto se empleó)

¿No se tratará de una campaña de publicidad encubierta? Al fin y al cabo, detrás de cada logo rojo y blanco como el que he puesto en esta entrada, encuentra tu cabeza una referencia al producto que, en algún momento, tu subconsciente (si no lo tienes muy bien educado) va a usar para solicitar la malhadada bebida.

Puede que parezca demasiado paranoico con esta observación, pero es que no me sorprendería ni lo más mínimo de aquella empresita capaz de dar origen a la necesidad de regular la publicidad subliminal.

Recibo todos estos mensajes de desaprovación de la compañía fabricante del brebaje pero no acabo de creer que el objetivo se vaya a lograr de esta manera, sino más bien el contrario: reforzar la empresa en cuestión.

Recuerdo, cariñosamente, la acción mucho más contundente y menos visualmente impactante, menos simple, en resumidas cuentas, de mi querido Jaime Vallaure, que realizó un trabajo en el que iba imprimiendo cada cierto tiempo postales con el texto: «N días en La Tierra sin tomar Coca-Cola». Expuso, al parecer, en el 2001 un resultado de este proyecto en CoMa, titulándolo: “24 meses en la tierra sin tomar una gota de coca-cola”.

Copiándole (sin saberlo) llevo años sin entrar en El Corte Inglés. Ya ni siquiera hablo mal de ese centro comercial. Tan solo no entro. ¿Y si lo hacemos así? Poco a poco, pero contundente, radicalmente.

Variaciones sobre la escritura

Variaciones sobre la lecturaHoy por la mañana me he despertado antes (a las 5:45) y como no sabía qué hacer, he acabado de terminarme (era un largo proceso) el libro de Barthes que incluía una variedad de artículos sobre gramática, lingüística y reflexiones del semiólogo estructuralista.

Del clásico libro de Roland Barthes, como dije en su día con Lo Neutro, una lectura maravillosa, que hace pensar, que hace recordar, que da ganas de escribir.

Vuelco a vuela pluma y sin contexto algunas frases que me han resultado sugerentes. (Insisto: sin contexto)

«crítica al etnocentrismo» que, en este caso, él llama alfabeto-centrismo:

Todo ocurre como si fuese indiscutible que el ideograma constituye un progreso respecto al pictograma y el alfabeto vocálico respecto al consonántico: por lo tanto, nuestro alfabeto, es el término glorioso de esa ascensión de la razón: somos los mejores.

Modelos más matemáticos:

El concepto de «discurso» excede al de «género» y ha de permitir deshacer los límites institucionales de la literatura.

La escritura (en vías de oponerse en adelante a la literatura) implica lógicas nuevas, adecuadas para dar cuenta a la vez de sus rupturas y de su espacio, puesto que, en ciertos casos, ya no es «encadenamiento» ni «línea», con lo cual el modelo lingüístico se aleja, reclamando en su lugar modelos más matemáticos.

¿Qué trabaja el texto?

La lengua. Deconstruye la lengua de comunicación, de representación o de expresión (donde el sujeto, individual o colectivo, puede tener la ilusión de que imita o se expresa), y reconstruye otra lengua, voluminosa, sin fondo ni superficie, pues su espacio no es el de la figura, el del cuadro, el del marco, sino el espacio esterográfico del juego combinatorio, infinito en cuanto salimos de los límites de la comunicación corriente (sometida a la opinión, a la doxa) y de la verosimilitud narrativa o discursiva. La productividad se desencadena, la redistribución se produce, el texto sobreviene, en cuanto, por ejemplo, el escriptor y/o lector se ponen a jugar con el significante, ya (si se trata del autor) produciendo sin cesar «juegos de palabras», ya (si se trata del lector) inventando sentidos lúdicos, aun cuando el autor del texto no los hubiese previsto, y aunque fuese históricamente imposible preverlos: el significante pertenece a todo el mundo; quien, en verdad, trabaja incansablemente es el texto, y no el artista o el consumidor.

El texto y la obra

La lectura plena es aquella en la que el lector es nada menos que el que quiere escribir.

La civilización actual tiende a achatar la lectura al hacer de ella una simple consumición. […] la escuela se vanagloria de enseñar a leer, y ya no como antaño de enseñar a escribir.

La escritura confinada en una casta de técnicos: Las condiciones económicas, sociales e institucionales ya no permiten reconocer, ni en arte ni en literatura, a ese practicante particular que era – y que podría ser en una sociedad liberada – el aficionado.

El ser humano es absolutamente consustancial al lenguaje.

El lenguaje no es una especie de instrumento, de apéndice, que el hombre tenga «además», para poder comunicarse con su vecino, para pedirle que le pase la sal o que le abra la puerta. No se trata de ningún modo de eso. En realidad, es el lenguaje el que hace al sujeto humano, el hombre no existe fuera del lenguaje que lo constituye.

Y termino aquí, acordándome de palabras que me resuenan al estimado Wittgenstein.

Relojudías

relojudía

Dentro del Taller de Poesía Visual y Escénica que coordiné en El Patio de Martín de los Heros, durante el fin de semana del 18 y 19 de Enero de 2014, propuse hacer algo con 12 judías a cada asistente.

Yo, pasado el tiempo, acabé por hacer algo que tuviese que ver con eso, con el tiempo; e hice este relojudía.

Ahora, las judías quedarán guardadas para poder repetirlo cada cierto tiempo por otros lugares o sugerirle a otras personas que inventen otro objeto con ellas.

relojudia3

Concluye el X Encuentro de Arte de Acción Acción!MAD13

acciones cotidianas

Con ocasión de la conclusión del X Encuentro de Arte de Acción Acción!MAD13, fui invitado a participar en la despedida, realizada desde hace años mediante una convocatoria muy abierta de acciones mínimas.

Esta vez, se contextualizaban dentro de la exposición de Velada de Acciones Cotidianas // Viernes 29 de noviembre de 20 a 24 h.

Participan: Joan Casellas, Yolanda Pérez Herreras, Pedro Bericat, Fernando Baena, Nieves Correa, Luis Fores, Giusseppe Dominguez, Analía Beltran, Marianela León, Seafree, Belén Cueto, Lucas Agudelo, Alba Soto Isabel Corullón, Alexander Rios, Pepe Murciego, Violeta Nicolas, Luis Elorriaga y otros…

En el marco de la exposición: ACCIONES COTIDIANAS 2010/2012 de Abel Loureda / CAM Centro De Arte Moderno-Madrid.

La exposición de Abel fue de lo más sugerente, basada en fotografías que había tomado gente a lo largo de varios años durante los cuales él había escrito en su muro de FaceBook el microguión de una «acción cotidiana», del tipo: «Peínese con un tenedor».

El lugar elegido para la exposición y para esta clausura fue también acertado, pues Matadero de Madrid para algo tan claramente «familiar» que casi parecía una fiesta privada, era un lugar mucho menos adecuado. Quizá este desconcertante ambiente fiestero, de cenita informal, es lo que menos me agradó, me resultó complejo pensar en atraer a alguien que no sea un incondicional del sector a un evento que no tenía mucha organización, salvo la que pudo imponer Abel.

Sin embargo, el número de cámaras de fotos y/o vídeos por metro cuadrado daban fe de que se trataba de algo importante. Aunque era difícil distinguir qué era lo importante. Hasta el punto de que me preguntaba si mientras Yolanda Pérez Herrera estaba cortando el jamón para repartir entre los asistentes no era más importante o más dignamente merecedor de ser fotografíado, registrado para la posteridad, que cualquiera de las acciones/performances que se realizaron.

En mi caso, mostré la siguiente idea:


Contrato de Sustitución

Hasta la semana anterior a la convocatoria no tenía nada pensado, ni siquiera si iba a participar, pues tenía que hacer ingresos con las clases particulares. Pero el viernes previo me encontré con Ana Matey y Analía Beltrán quienes me preguntaron qué iba a hacer. Les contesté que no estaba seguro y Analía afirmó que ella tenía demasiadas ideas.

Aquí surgió la mía: Contrataría a alguien (a ella, por ejemplo) para realizar una performance.

Era difícil cuantificar el salario de una performer que tenía que realizar una acción durante 3 minutos. Pero sabido es que el precio/hora no ha de atender únicamente a criterios cronológicos. Ella negociaba tan mal que estaba dispuesta a cobrar 8 €/hora. Le dije, por ello, que era «demasiado artista».

Inmediatamente vino a la memoria esa petición de dinero de Isidoro Valcárcel Medina, cuando quiso recibir 1000 pesetas para presentar un trabajo y le dijeron que era muy poco.

Así que centramos la cantidad en 6 euros. Para mí, había de ser el pago del tiempo de 3 minutos, no el de una hora (3 minutos es la veinteaba parte de una hora).

Busqué un contrato adecuado y lo rellené con aquellos campos que me parecieron oportunos. Estaba claro que no iba a poder tener validez legal.

La acción, en resumidas cuentas, consistía en pagar a alguien 6 euros para que realizase una acción en sustitución de una mía.

Esto era una contradicción intrínsica, puesto que el acto de pagar era una acción, pero podríamos decir que se trataba de una metaacción, una acción que contenía una acción.

Además, ponía de manifiesto el hecho de que los que estábamos allí, estábamos realizando obras de arte que regalábamos a los demás, a cualquiera que desease asistir, pues era un evento de entrada gratuita. Es decir, hablaba de un tema recurrente que era el de la financiación de una performance.

Está claro que Analía Beltrán no podría mantenerse con el cobro de un contratista tan miserable como yo que pagaba tan solo 6 euros / performance. Es imposible. Y aún así, ella consideraba que era mucho dinero. Y el resto de los asistentes comentaron en varias ocasiones que se trataba de una cantidad considerable…

Tras aceptar las condiciones del contrato mediante la firma de ambos ante testigos, Analía procedía a realizar su acción sustitutiva de la mía. Aquella por la que yo iba a abonar una cantidad de 6 € en fracciones de pequeñas monedas: 100 de 1 céntimo, 100 de 2 céntimos, 60 de 5 céntimos.

Sentado en una silla, dentro de una caja de cartón marrón, de pequeñas dimensiones, iba depositando las monedas a medida que la acción de Analía tenía lugar.

Transcurridos los 3 minutos, alguna persona comentó que ya se había terminado el tiempo, pero sin embargo ella siguió realizando la acción y yo seguí estirando el abono del efectivo, sin detenerla. Tan solo comentando socarrón que se trataba de horario flexible. Lo cual no deja de ser bastante aproximado a lo que supone un contrato laboral habitual. Al fin y al cabo, ella estaba trabajando el lo que le gusta y, como parece extendido creer, entonces no merece ser pagada.

Al terminarse las monedas, honradamente, le pedí que se detuviese, si lo tenía a bien. Dándole el dinero y agradeciéndole su trabajo. Ella me agradeció a mí el mío y nuestra relación contractual llegó a su fin.

La acción tuvo lugar el 29 de noviembre de 2013 en el Centro de Arte Moderno de Madrid, en el X Encuentro de Arte de Acción Acción!MAD13.

¿Para qué se hace un encuentro de performance?

Organizar, como vienen haciendo desde hace una década el Acción!MAD, es algo más que meritorio, es digno de ser considerado temerario, osado, aventurado, cuando menos. Agradezco a Nieves Correa que tenga la capacidad organizativa y gestora, además del tesón para mantener en el tiempo una propuesta como esta que enriquece la ciudad siendo una de las razones por las que aún adoro y deseo seguir viviendo en ella.

También a su equipo de colaboradores, entre los que alguna vez tuve el gusto de estar, como Yolanda Pérez, esta divertida performer con quien tuve la suerte de compartir un viaje a Helsinki, dentro del proyecto Jamón-Kinkkua y muchas otras cosas, vinos, poemas, risas y más risas.

Es una delicia de humor sardónico el trabajo de La Hostia Fine Arts y su ínclito representante, Fernando Baena, quien generosamente ha compartido recientemente su Tesis sobre el Arte de Acción en España entre 1991 y 2011, y que colabora como documentalista de este y otros muchos proyectos de arte de acción.

Dicho esto, voy a criticar lo que vi, desde la humildad y el reconocimiento debido a quien hace algo que yo no sé ni sabría por dónde empezar a hacer. (Creo).

El viernes pasado convoqué a mis alumnos de talleres de Poesía a que me acompañasen a ver un día de este formidable encuentro (les dije) que se hacía en Madrid y que era, cito mis palabras precisas: «El más importante encuentro de arte de acción y performance que se realiza en España en estos momentos«.

Se apuntaron menos de los que yo imaginaba, sobre todo, creo, por el clima, que desapacible desanimaba al más pintao. Pero, aun así, eran 6 personas que en pocas ocasiones habían visto algo como lo que les «prometía» que iban a ver.

Era en Matadero de Madrid, que, dicho sea de paso, no es uno de mis lugares preferidos, pues me hace recordar cuando firmamos o subscribimos el Manifiesto de los agentes artísticos independientes de Madrid en el que «denunciábamos» el despilfarro que Cultura/Madrid hacía en macro-eventos tipo La noche en Blanco o en infraestructuras, desviando el dinero dedicado a cultura a enriquecer a promotores inmobiliarios.

No obstante, Matadero tenía una nutrida programación, variada (¿demasiado?), dentro de la que, esa noche, en una de las inmensas naves (la 16), se daba cabida a una de las noches del encuentro Acción!MAD13. El programa era el siguiente:

Nave 16-4 e Intermediae – viernes 15 – 19:30 h

  • Pierre Valls (Francia)
  • La Raya: Fernando Baena, Rafael Suarez, Susi Bilbao y Anna Gimein (Madrid)
  • Theor y Domix Garrido (Murcia)
  • James King (Irlanda del Norte)
  • Presentación del Proyecto Artpotheek (Bélgica)
  • JFA Estudio (Madrid)

No estaban en orden, pero eso quizá no es tan grave. Tampoco estaban quienes actuaron finalmente. Cambios de planes de última hora…

Lo que sí es grave es que prácticamente nada de lo que pudimos ver (y digo ver, siendo bastante generoso) no era performance.

La presentación del evento lucía por su ausencia. Se agradecería que se tuviese en cuenta a los asistentes y no solo a los conocidos asistentes (entre los que me cuento, afortunado de mí). Un poquito de «relaciones públicas» o de información a quienes asisten a un evento así hacen que estos quieran volver alguna vez… además de que no se sientan tan perdidos.

No estoy hablando de explicar las performances, ni nada por el estilo, pero sí de presentarlas, introducirlas (anglicismo literal). Y no es labor del artista, está claro: los organizadores de un evento así deben encargarse de atender al público. Salvo que asuman que no hay público, salvo que asuman que, como suele ser habitual, son eventos en espacios públicos para un público tan conocido que acaba por ser privado.

No estoy hablando de tratar al asistente con condescendencia o suponiendo que no entienden nada, pero sí facilitar una contextualización mínima de lo que ocurre.

En un lugar apartado de la inmensa (repito) nave 16 (como si de Almacén 13 se tratase) había un proyecto que estaba teniendo lugar que solo si estabas muy enterado, si habías leído muy detalladamente el programa, podías saber que formaba parte del encuentro de performance: Era el JFA Estudio, un Test que no quise hacer porque ni siquiera estaba mínimamente explicado de qué cojones iba. Eran más de 5 páginas de test… tras lo cual, decían, te daban un vaso de vino. Creo que era un vino muy malo. No importa lo del vino. Importa que nadie se preocupó en presentarnos el proyecto.

En la otra esquina había una mesa a la que estaban sentadas dos personas enfrentadas, sobre la mesa, un timbre. Sobre ellos un foco de intensidad escasa. Otro foco también cenital apuntaba a un paquete de sillas amontonadas envueltas en una tela traslúcida. Nadie nos dijo que aquello era parte de las performances del AcciónMAD, pero como somos chicos listos y además nos conocemos, pues nos acercamos a ver si en algún momento pasaba algo.

El tiempo pasaba y allí seguíamos, de pie, algo aburridos ya, pero bueno: Nadie esperaba que fuese divertido.

Presionaron el timbre de la mesa. Uno de ellos se levantó y fue, ceremoniosamente a desempaquetar las sillas que quedaron así expuestas al modo de Merzbau de Kurt Schwitters. Se suponía que teníamos que interaccionar con ellas, pero estaban bajo otro foco, muy teatralmente expuestas. Esa cuarta pared fabricada de luz, no había quien la transgrediera. Así que no hacíamos nada. Seguíamos mirando. Ellos volvieron a sentarse.

Estuvieron un rato intentando, con algún dispositivo, hacer algo supuestamente tecnológico que no acertábamos a saber qué era.

El tiempo pasaba y allí seguíamos, de pie, algo aburridos ya, pero bueno: Nadie esperaba que fuese divertido.

Presionaron el timbre de la mesa. Uno de ellos se levantó y fue, ceremoniosamente, a descubrir un proyector que estaba proyectando el muro de Facebook del evento de Acción!MAD13. Comenzaron a escribir algo en él, pero el espacio en el que se estaba proyectando era diminuto y no había quién lo leyese. Supuestamente, teníamos que hacernos seguidores o ver el muro pues estaba pasando allí algo en tiempo real.

Nadie sabía muy bien qué esperar, así que seguíamos esperando, de pie, algo aburridos…

Una de mis alumnas, por hacer algo, acabó por seguir el muro y darse cuenta de que estaban a la expectativa de que nosotros, el público, hiciese algo con las sillas.

Con el tiempo, claro, hasta los más torpes acabamos por hacer algo diverso con los objetos que habían desempaquetado como presente para nosotros. Con un poco más de tiempo, habría acabado por hacer acto de presencia hasta los efectos de la erosión.

Hacer algo con tecnología en las performances es «peligroso», pero es lo que hay. Si te lanzas por esta vía y te falla, tienes que poder seguir adelante. No dejar que se estanque en un sinvivir en el que todos los asistentes pueden suponer que está habiendo problemas técnicos. Pero no fue la única con tecnología de por medio… y en la mayoría de los casos, el uso que se hace de ella es infame: no aporta nada, salvo ruido. Además de que suele darse el caso de personas que no saben usarla quienes la usan, dando lugar a desastres que se resolverían con unos papelitos… por ejemplo. Además de haber simplificado y dinamizado la acción, generando más acción. Pero bueno, la idea no era mala… del todo.

Y, he de reconocer que, al menos, esto era una performance. Aunque no me gustase.

Lo siguiente fue una presentación de espaldas al público, que seguía jugeteando con las sillas, a oscuras, contándonos sin detalles, sin estructura, lo que podíamos ver. Entonces me enteré de que lo del Test era del AcciónMAD.

Tras la presentación, a oscuras, seguimos a oscuras.

Un colectivo presentó durante un largo rato y también con un proyector sobre el muro oscuro, en el mismo rincón en el que habían estado proyectando los anteriores, el proyecto Artpotheek, una sala en Bruselas a las que, según dijeron, seríamos bien recibidos. ¿Quiénes? Performers, asistentes, cualquiera que lo oyese…

Aquí comencé a estar seguro de que no tenemos claro esta pregunta:

¿Para qué se hace un encuentro de Performance?

Esta información no era útil para cualquier asistente, sino solo para aquellos, llamémosles, iniciados, que ya nos conocemos, que sabemos lo que puede esperarse, que disfrutamos más, muchas veces, del hecho de encontrarnos con otros amiguetes que se dedican a lo mismo… pero está claro que no es algo que se haga para público, para asistentes que no necesariamente estén interesados en un local en Bruselas dedicado al Arte de Acción.

Pasé del tema y dediqué más atención a mis alumnos, a ver si, con suerte, no se aburrían tanto y tenían ganas de aguantar algo más. Yo quería ver algo de performance, mostrarles algo del trabajo de Fernando Baena, pero no parecían muy dispuestos a soportar otro tostón mal presentado, lejano, diminuto… sin voz.

Esta es otra cuestión: creo que estamos tan acostumbrados a tener poca afluencia de público que hemos ido reduciendo el espacio escénico, la presencia, hasta hacerla casi imperceptible. Lo que era francamente ridículo, teniendo espacios tan grandes como la INMENSA nave 16. Es decir: ¿Por qué no proyectar a gran escala? ¿Se contaba con que solo iban a aparecer los 4 gatos de siempre?

La presentación de esa cosa la podía ver hoy mismo en Internet. Es más, creo que hay cabida en otros horarios, fuera del prime time performático, para hablar de cosas que solo interesan a «iniciados/profesionales del sector». Pero claro… ¿Para qué/quién se hace un encuentro de Performance?

Varios alumnos no aguantaron más. Habían pasado 2 horas. Eran las 21:30. (Empezaba a las 19:30) No había habido más que una performance y muy aburrida y mal conducida. Y hacía frío.

Llegó la presentación de La raya: Maniobra de conocimiento realizada junto a Susi Bilbao, Anna Gimein y Rafael Suárez, durante un recorrido en zigzag por los sucesivos pasos fronterizos desde A Guarda hasta Vilareal de Santo Antonio.

Pero eso era una presentación, no una performance. Era la presentación de la documentación de una acción, una presentación performática, si se quiere, pero una presentación, no una performance. Está claro que el debate sobre lo que es una performance, o sobre la importancia de la documentación hasta el punto de ser «más importante» que la acción misma estaba implícito (o así lo quise ver, para darle algo de trascendencia).

La acción me habría parecido interesante. Pero lo que estaba ocurriendo no era la acción. Y no me interesaba, más allá del golpe de efecto de entrar con un vehículo motorizado, lo que habitualmente se llama coche, en mitad del espacio escénico. Espacio que, una vez más, no quedaba en absoluto claro, de manera que hubieron de llamar la atención al respetable para que se reubicara. Al menos, tuvieron la intrepidez de hacerlo directamente, sencillamente, sin esperar media hora a que lo descubriésemos en el muro de ninguno de ellos en una red social.

Algo de agradecer son «las tablas» de Fernando Baena y de Rafa Suárez que amenizaron una tarde que iba camino de ser la más inolvidable y aburrida de cuantas haya visto hasta ahora de Performance. Su simpatía y diversión salvaron la corrida… por hacer un guiño al taurino Baena.

Incluso una de mis alumnas me confesó que esa sí que le había gustado… y yo la deprimí diciendo que ni siquiera me parecía que fuese una performance. Tras esto, también ella se fue.

Atribuyeron en un par de ocasiones la expresión «maniobra de conocimiento» a Rafa Lamata, lo que le debían, por otro lado, pero volví a cuestionarme: ¿Para quién se hace un encuentro de Performance? Volvía a estar claro que se hace pensando en los conocidos, en quienes sabemos quién es el ínclito Lamata.

Tras la cocainómana rayita, performance o no, vino lo único digno de estar en este festival. Creo que, en gran parte, se organiza para ello, para poder conocer el trabajo de una artista como Hilary Gilligan. Dicen de ella en la web del Acción!MAD13:

Hillary GilliganHilary Gilligan (Irlanda del Norte)
Domingo 17 de Noviembre / Matadero Madrid – Nave 16.4
Martes 19 de Noviembre / Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (Sevilla) ¿Qué tendrá que ver con MAD?
Sábado 23 de Noviembre / Sala Fundación Cruzcampo y Espacios Urbanos de la ciudad de Málaga ¿Qué tendrá que ver con MAD? (Es posible que sea porque se necesite financiación, pero…)

Hilary Gilligan nació, vive y trabaja en el noroeste de Irlanda. Nacida en 1963, educada en Irlanda y Toronto, Canadá en 1997 fue galardonada con una maestría en Bellas Artes por la Universidad de Ulster, Belfast.

Los medios que utiliza varían desde la fotografía, el vídeo, la instalación, la performance, el arte colaborativo, arte público y el arte comunitario. Hilary obtuvo varios encargos de arte público, becas de viaje del Consejo de las Artes de Irlanda y del Ayuntamiento de Belfast. Su trabajo ha sido expuesto, realizado y presentado en Alemania, Inglaterra, Irlanda, Serbia, Estonia, Australia, Japón y Canadá. Desde 2006 está involucrada en el proyecto «Creating Babies versus Art».

Por suerte, hubo un cambio de planes y mostró su acción el viernes. Fue lo único que mereció la pena de toda la tarde, pero eran las 22:20. Más de la mitad de los asistentes se habían ido. Fue poco o mal presentada, también, pero su presencia y la elección de espacio escénico lo cambió todo: eligió el centro de la inmensa nave y dio la luz, por fin, para que dejásemos nuestros letargos y prestásemos atención y pudiésemos ver una acción, una performance. POR FIN.

Pero no pienso contarla. Quien no tuvo el coraje de aguantar, no merece conocerla, salvo por una o dos fotografías que seguro que se encargan de publicar con posterioridad al evento.

Y esta es otra vez la cuestión: ¿para qué se hace un encuentro de Performance?

Parece ser que, principalmente, para documentarlo. Y que luego pueda aparecer en libros, en tesis, en material escolar… y se siga creyendo que se hace para un público maltratado, ignorado, que si no busca en los libros, no interesa. Estoy de acuerdo en que debe buscarse contexto en los libros, pero un encuentro de Performance debe ser de Performance art, de piezas de arte hechas con acciones, no solamente una excusa para generar documentos que justifiquen de cara a alguna galería el acto, sino sobretodo la muestra de las acciones.

El tema es largo y, posiblemente, controvertido.

Ni siquiera me atrevería (so pena de ostracismo) a mostrar estas reflexiones a las organizadoras del evento. Ni a otros organizadores de eventos similares. Pero creo que estamos echando a la poca gente que se nos acerca con una actitud rayante en el desprecio, en el orgullo, incluso, que nos hace olvidar que lo deberíamos hacer para ser un acto público, generoso, que genere inquietud, que aliente las ganas de saber desde la amabilidad, que atraiga otredades y no las repela, que no se sustente en la endogamia de las mutuas palmadas (que tengo a bien y por suerte dar y recibir). Este camino nos lleva a la extinción dinosáurica.

Y luego nos quejamos del Tango y su mundo cerrado…

Pero eso es otra historia.

Esto no es una broma