Una traducción larga de un artículo sobre Performance Art

Hoy, leyendo la crónica de performance art (arte de acción, como él siempre insiste en recordar) que realiza desde Oficina de Ideas Libres, Hilario Álvarez, me he encontrado yéndome a un blog del simpático e interesante Lee Wen en el que he leído el artículo siguiente. Lo he leído en inglés y me he decidido a, con mucha paciencia y algo de ayuda del traductor de Google (que no sirve de mucho en lenguajes técnicos, pero algo es algo), traducir el texto íntegro del artículo, lo que puede llevarme más de una hora de trabajo no remunerado… ¡qué divertido!

Esto debe ser eso del amor al arte

El artículo completo en inglés puede ser leído aquí.

Cambios de individualismo

Individuos en sociedad, Sociedad de los individuos

En la última sesión de ‘Future of Imagination 6‘ (FOI6) «Black Market International (BMI) fueron invitados a presentar una performance colectiva en el último día, después de cuatro noches de performances en solitario (1) Empecé a trabajar con BMI en 1999 en un punto de transición en que fue pasando por algunos cambios en el número de sus miembros antes de la actual de 12 artistas. Desde su creación en 1986, BMI había ganado una reputación respetada por constantemente dar destellos sorprendentes de sinergia espontánea en performances colectivas irrepetibles específicas del sitio, basadas en el tiempo . Procedentes de diferentes orígenes y a partir de artistas con trabajos en solitario detrás de cada uno de los miembros , la oportunidad de trabajar juntos en diferentes posibilidades con frecuencia alterna entre el de la colaboración en diálogos productivos y una disputa infértil

Es cierto que no todas las actuaciones funcionaron tan bien como algunas en la larga carrera de BMI. Sin embargo, es difícil determinar dónde está el problema o la razón para el éxito, como todos los 12 de nosotros rara vez estuvimos de acuerdo en cómo o por qué una performance fue buena o mala. Las condiciones del espacio, los materiales, el público, el tiempo, contribuyeron al resultado de cada manifestación y no sólo depende de los artistas.

Pero una cosa que cualquiera que haya visto las actuaciones BMI puede apreciar es cómo algunos de nosotros podemos trabajar o jugar en dúos o tríos o pequeños grupos de cuatro o cinco y al mismo tiempo realizar acciones en solitario. Estas pequeñas oportunidades de encuentros, de alguna manera, son imágenes de cómo los individuos, todos de fuerte carácter, son capaces de bajar la guardia de las intenciones individualistas y llevar a cabo una apertura hacia fuera, hacia otros centros de toma de decisiones en el proceso de iniciativas creativas. Al disolverse también las membranas de la posesión, se corre el riesgo de terminar en luchas internas y disputas de propiedad e incluso, la ruptura de la colaboración.

Lenguaje del individualismo

La aceptación oficial y la representación del arte conceptual y arte de la performance en los museos, bienales o incluso (a pesar de su anterior motivación de desmaterialización de arte) acomodándose en el mercado del arte, no se traduce fácilmente a la aceptación general y la comprensión en la sociedad contemporánea. Los no iniciados en el arte del performance todavía la etiquetan con la noción equivocada de práctica individualista basado en egos tremendos que tienen una conversación privada consigo mismos o que sólo un grupo estoérico puede entender.

La sociedad contemporánea permite una mayor libertad de elección que conduce a un mayor individualismo. Comparativamente en la historia, el comportamiento social tiende a conformar unos valores y normas tradicionales hasta los tiempos modernos. La especialización de la estructura económica, provocada por la industrialización del capitalismo y el trabajo motivado por los beneficios, puede habernos alejado de un trabajo significativo llevándonos a tareas repetitivas y aburridas, al mismo tiempo, nos propele a atenernos a la conducta social imperante en nuestra necesidad con sus tradicionales creencias y costumbres.

La performance es una forma efectiva de representación en nuestro tiempo y sólo pudo haber llegado a ser prominente en nuestra era de exacerbado individualismo. Sin embargo, seguramente no tiene por qué alcanzar los grados donde el egoísmo alcanza el nihilismo y la alienación. Los excesos del egoísmo simple no explicaría cómo las artes escénicas y los profesionales son capaces de trabajar en colaboraciones de diferentes tipos. Durante los últimos 30 años parece que hay también una creciente red internacional de artistas de performance organizando y actuando en diferentes rincones del mundo. A pesar de los contratiempos, debido a cambios económicos o sociales, así como las dificultades personales, debido a las locuras humanas, o las decisiones de una mala gestión, las prácticas de arte de performance continúan aumentando sin cesar.

Muchos artistas han descubierto que trabajar en dúos, tríos o más colaboradores, podría inspirar una dinámica diferente que también proporciona la oportunidad de generar nuevas relaciones, sinergias o gestalt. Y proporciona un chequeo de la realidad en busca de excesos egoístas y relaciones con los otros revierten las tendencias egotistas que pueden desembocar en prácticas en solitario auto indulgentes. La performance puede ser un lenguaje del individualismo, pero no necesita ser egocéntrico o manifestarse sólo como presentaciones en solitario. Al contrario, puede tener mucho que contribuir a la expansión de las interacciones multi-culturales en una sociedad en evolución debido a migraciones y la complejidad creciente de la globalización.

Autenticidad y Audiencias

En las muchas definiciones de performance art, la de razón más común para su existencia insistente y continua relevancia parece abogar por algo «improvisado, imprevisto, sin dirección, sin ensayos» y, por lo tanto, algo que desafía cualquier definición razonable ofrecida. La afirmación de que el arte del performance es la último bastión capaz de expresar la verdad con la originalidad y la autenticidad más próxima a la vida real que el teatro artificial, ofrece una plataforma a prueba de tontos de la libertad, o de diferenciarse de los que muchos que lo intentaron ilusoriamente mediante las payasadas de teatro y de la imitación dramática de la vida.

Los performers, de hecho, son igualmente culpables de participar en manifestaciones teatrales durante el ejercicio de sus acciones. Estén o no mínimamente más cerca de situaciones de la vida real como el de «estética relacional» o «happenings». Por no hablar de las espectaculares imágenes separadas de la vida o exageradas en exceso a lo absurdo, ya ensayado o no, y que cruzan el umbral de lo teatral. Con el tiempo, estos exabruptos también están perdiendo la capacidad de sorprender o conmover al público de hoy. Un público que se ha endurecido y sobre-entretenido por las películas, la televisión o Internet y que está menos dispuestos a suspender la incredulidad y tiene mayores expectativas.

Otra razón para el estado menopáusico de la performance puede ser el resultado de una sospecha cínica general de jugar a «El traje nuevo del emperador», o «el elefante en la sala» con imaginación en lugar de autenticidad objetiva como se pretendía. Eso explica el porqué los medios de comunicación repiten habitualmente su ‘Pero, ¿esto es arte?’, sin aportar nada nuevo en arte conceptual o performance con respecto a lo que se considera que es la percepción de «el hombre de la calle». Al mismo tiempo, las presentaciones en exposiciones, en galerías y festivales también tienen su equipaje de autenticidad contaminada sobre un pedestal o alejada de la vida real.

Sin embargo, estas opiniones son como mirar a los árboles del bosque, a menudo la cuestión de la autenticidad es un flujo de doble vía entre la del actor y el que percibe, más allá de todas las explicaciones teóricas ofrecidas en torno a teatro y performance. El grado de artificio puede ser mínimo en comparación con el teatro convencional, sin embargo, una vez que un artista toma una posición de actuar de una manera que se ve fuera de las expectativas normales, uno no puede dejar de mirarlo como el teatro. Lo que encontramos auténtico en una performance mientras que en otra vemos un drama exagerado, inequívocamente implica una empatía con la acción en cuestión. Para alcanzar una comunicación total, no sólo se requiere un cierto nivel de comprensión en el lenguaje de las artes escénicas, sino también hay una necesidad de confianza en relación al diálogo que se trasluce más allá de la objetividad. Esto no requiere una mistificación o elevar el arte de la performance por encima de los demás medios o formas de arte. Autenticidad ha sido el santo grial de todas las manifestaciones culturales en la historia humana. Lo que cualquier artista de performance o cualquier artista contemporáneo puede reclamar es si su trabajo es relevante para su contemporaneidad y si es lo suficientemente bueno como para merecer nuestra apreciación.

El público de hoy está mejor informado y si, alguna vez, la mitad de la audiencia realmente tiene una tendencia a no seguir una performance y rechazan salir a formar parte de una acción, lo que hace es que confirma la autenticidad de este tipo de audiencia en relación con la sociedad en general. En el educado ‘público de arte’, normalmente, suele haber una fracción principal de la población, de modo que si les gusto y entienden dicha actuación yo sospecho que es un público educado representativa de la población de la sociedad en la realidad. Una vez más la dicotomía entre el público en general a la de una masa de público de entendidos en arte plantea la comparación de la percepción de autenticidad entre un público educado y el público en general variable.

Basada en el tiempo y en el lugar

In performances of collaborations, the time frame somehow changes, as well as the use of space offered for being taken up by two autonomous bodies that have to share the space as well as the divided attention of an audience. Not only in terms of the material, time and space but also one has to consider an individualistic language that may be created on the moment of performance. I for one am still a sucker to the belief in its possibility of spontaneity (although admittedly in skeptical suspicion it is not commonly practiced) and seek out performance art excellence by way of creating opportunities of risking for the sake of the unexpected surfacing of truth and authenticity.7Given the fact of spontaneity for one of the actors wherein almost likens to creating language on the spot or at the moment of presentation. The other one is additionally watching, if not also learning in terms of the other actor also teaching himself the other’s spontaneous language formation.
En accciones colaborativas, el marco temporal, de alguna manera, cambia, así como el uso de los espacios ofrecidos para que dos cuerpos autónomos que tienen que compartir el espacio así como la acción del público. No sólo en términos de material, tiempo y espacio, sino también hay que tener en cuenta un lenguaje individualista, que puede crearse durante la performance. Por mi parte, sigo siendo un iluso en la creencia en la posibilidad de espontaneidad (aunque admitiendo que en una sospecha escéptica que no es una práctica común) y busco la excelencia de la performance a través de crear oportunidades en las que arriesgarse en aras de contextos inesperados auténticos. Asumo que el hecho de tomar la espontaneidad como uno de factores en juego equipara a la creación de lenguaje en el mismo lugar o momento de la performance. El otro está además de mirando, si no también aprendiendo en términos del otro actuante, también enseñándole al otro la formación espontánea del lenguaje.

El tiempo puede ser experimentado de manera diferente en relación con el movimiento y las acciones de un actuante y cambia in situ a otros movimientos y otras acciones en el mismo sitio y el espacio. Por lo tanto, uno también puede especular sobre cómo una performance puede ser experimentada de manera diferente cuando ocurre en un teatro, galería de arte, en el interior, al aire libre, estadios deportivos o en el campo.

Cambios en la colaboración. Concentrado y descentrado.

Después de presentar BMI en el programa del año pasado, es oportuno que Future of Imagination 7 se centre en dúos y tríos como seguimiento. Tradicionalmente, el individualismo puede ser suprimido y dejar de ser tenido como algo demasiado excepcional como se deduce de los idiomas chino común, cuando uno no se recomienda ser «un camello en la pluma de una oveja» o «el clavo que sobresale será bien clavado». Nuestra sociedad celebra la libertad de elección y como si para que la sociedad crezca fuese necesario inculcar en los individuos fuertes mediante interacciones creativas. Con el fin de crecer y dar frutos fértiles, las interacciones de doble o múltiple creando significado social, requerirían reuniones periódicas con el fin de explorar a través de muchas permutaciones posibles de colaboración entre individuos de diferentes cuerpos físicos, género, orientación sexual, temperamento, antecedentes sociales y culturales. No se trata de experimentos en tanto al descubrimiento de diversas posibilidades y manifestaciones de la práctica individualista, sino también de ampliar nuestras necesidades humanas creativas que la pongan la atención en servir a los otros.

En muchas maneras, trabajar en dúos o más está exigiendo un marco diferente de los principios sociales en comparación con la actuación en solitario. Como las interpretaciones sociológicas se ve que una persona puede actuar como individuo en en una única y personal característica, pero teniendo en cuenta la presencia de otro, surge una nueva dinámica en la de un comportamiento recíproco en respuesta a la presencia del otro lo que contribuye al desarrollo de una sociedad mayor. Por lo tanto, la presencia de hecho de dos en la performance en dúo, si uno no deja de lado el punto de vista del público, resultaría en un triángulo en que el intercambio tiene lugar. El asunto del «triángulo» jugó aquí no solo la implicación de los dos o tres performers, sino también la participación del público asistente.

Ver una performance en solitario durante media hora o más de un artista a veces resulta en una acción oscura que puede parecer bastante difícil de entender para según qué público. ¿Cómo vamos a esperar que se entienda ver a dos o tres de ellos a la vez? Alastair MacLennan utiliza el término «des-concentración» para describir cómo los artistas en el BMI dispersan nuestra concentración que abarca lo de fuera pero, simultáneamente, sin perder el foco, extendiéndola así hacia un número de centros humanos que pueden estar trabajando en esa performance. Desde la desconcentración del artista en concierto, gracias a un público atento es, posiblemente, como algunas acciones puedan regresar a la magia en el ritual, el teatro y el anhelo de autenticidad que todos buscamos.

Artículo completo (y notas bibliográficas) en:
http://republicofdaydreams.wordpress.com/2011/11/14/permutations-of-individualism/.

Seguro que la traducción es muy mejorable. No soy traductor y he querido, simplemente, ser lo más fiel (en ocasiones literal) al texto de Lee Wen. Espero que se aprecie el trabajo y quien desee hacerlo mejor, ya sabe dónde puede afrontarlo.

¿Traducir es crear?
Me lo apunto para otra ocasión.

Posible o imposible

Hoy me he encontrado una imagen en FaceBook, compartida por mi amiga Mábel que llevaba el texto acompañante siguiente:

«No aceptéis lo de siempre como cosa natural, pues en tiempos de violento desorden, de confusion organizada, de conocida arbitrariedad, de humanidad deshumanizada, nada tendría que parecer imposible de cambiar.» (B. Brecht)

El post era de Democracia Real Ya. No me sorprende. Están entre lo posible y lo imposible, en el lugar en que parece habitar la utopía, famosa isla del señor Moro.

Yo contesté a la entrada con un texto que quise ayer citarle a Carmen en el curso de una conversación sobre la creatividad, la actitud creativa y la responsabilidad del ser humano para ser tal.

Extraído del libro «Escritos al oído«, de John Cage:

Mi padre fue un inventor. […] Me dijo que cuando alguien dice «no puedo» señala lo que debes hacer. Me dijo también que mi madre siempre tenía razón, hasta cuando estaba equivocada.

Qué genial este Cage. De un plumazo le ha dado sentido a mi vida. Y me ha ayudado a comprender la verdad de las contradicciones.

Por cierto, qué maravillosa esta colección de libros editados por el Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de la Región de Murcia.

He leído varios de estos libros (algunos los tengo) y encuentro tan interesante la colección que no alcanzo a entender qué tienen que ver con la arquitectura y menos aún con un colegio de aparejadores. Pero no quiero ni pensar que es porque si no fuese por un resquicio, estos libros no se publicarían por falta de una demanda masiva que justificase la inversión de ningún tipo de capital privado, lo que me llevaría a tener que reflexionar de nuevo en el tema del precio/valor y comercialización de las creaciones contemporáneas.

Sobre el precio de una performance

El 8 de octubre de este año 2011 tuve el placer de ser convocado a participar en un evento interesante: ARTóN planteaba en su muestra Des-Plaza-Miento la cuestión de si el arte de acción o performance puede y debe ser remunerado convencionalmente.

Es decir, propusieron cobrar una entrada de 10 euros, más o menos lo equivalente a lo que se cobraría en una obra de teatro de igual duración, a cada espectador. Este dinero luego se repartía entre gastos de sala, organizadores, performers y un par de colaboraciones en forma de creaciones de vídeo. A mí me supuso un estipendio de 23 euros brutos (mejor no pensar en neto, porque saldría casi negativo).

Y preguntaban a la entrada a cada asistente qué le parecía que se cobrase por asistir a un evento de arte de acción.

La mayoría de la gente contestaba con un «me parece bien» que era más que esperable, puesto que habían decidido asistir sabiéndolo. Es decir, tenían una cierta expectativa. Esta es una de las palabras clave de este texto:

expectativa. (Del lat. exspect?tum, mirado, visto). 1. f. Esperanza de realizar o conseguir algo. 2. f. Posibilidad razonable de que algo suceda. 3. f. Posibilidad de conseguir un derecho, una herencia, un empleo u otra cosa, al ocurrir un suceso que se prevé. a la ~. 1. loc. adv. Sin actuar ni tomar una determinación hasta ver qué sucede.

Yo contesté con dos palabras (como diría un famoso torero), que fueron las siguientes: Piero Manzoni.

La verdad es que, después, e incluso antes, debí haberme planteado responder con tres palabras Isidoro Valcárcel Medina.

Hay algo difícil de responder en esta pregunta de si el arte de acción, la performance y, por extensión, cualquier creación de arte contemporánea puede ser remunerada de una manera convencional y voy a intentar aclarar en mucho más que dos o tres palabras el porqué creo que es una pregunta difícil de formular y de responder.

Partiendo de la base de que entendemos por contemporaneidad una sensibilidad nacida tras la Revolución Francesa de 1789 y culturalmente apoyada en el romanticismo y su posterior desarrollo e implementación, hasta llegar a la ruptura de lo que llamo criterio objetivable, podemos hablar de que vivimos un tiempo ya largo de la edad contemporánea en la que nos vamos acostumbrando a la falta de este criterio para valorar una creación artística.

La contemporaneidad está, por tanto y desde hace tiempo, con el hito máximo de Duchamp exponiendo un orinal, despojada de la dulzura de proporcionar cualquier expectativa por parte del artista hacia el espectador.

Esto es así en Teatro, Danza, Tango (debería), Música, Poesía, Narrativa (debería), Artes plásticas… fusiones varias, etc.

Es decir, de hecho, la contemporaneidad ha roto con la idea de que haya espectador y, casi, artista. Ya no existe más esta convención, este acuerdo tácito y volver a él, en parte, es terminar con la contemporaneidad. Hablamos de que, como diría Rilke, tras Kant:

Una obra de arte es buena cuando surge de la necesidad. En esta cualidad de su origen reside su juicio crítico: no existe otro.
Rainier María Rilke, Rilke – Carta a un Joven Poeta

Además, el hecho de cobrar por una performance genera una cierta expectativa que acaba influyendo en el trabajo que se exhibe ante un público ávido de fotografiarlo, museificarlo, de alguna manera, reintroducir en el sistema convencional de comercialización del arte lo que había surgido como desmaterializador, como desobjetualizador, en un esfuerzo por reivindicar que la verdadera naturaleza del arte o de la creación artística no estaba en el objeto resultante sino en la idea que subyacía y que, de alguna manera, era incapturable, inaprensible, invendible e incomprable.

La mayoría del trabajo performativo que veo (e incluso mucho del que realizo, he de reconocer) me parece cargado (sobrecargado) de un dramatismo teatral, espectacular, incluso, casi de musical o circense. Incluso entre los más ortodoxos encuentro esta necesidad de generar una expectación para atraer espectadores y poder justificar subvenciones o, como en este caso, el cobro de entradas.

Hace algunos meses, tuve el placer de volver a reflexionar con la obra irreverente del ínclito IVM con quien tuve el enorme orgullo de «compartir cartel» durante el VII Encuentro de Arte de Acción de Madrid (acción!MAD10). El 19 de noviembre realizó una acción entre las 19:00 y las 19:30 consistente básica y sencillamente, en caminar entre el público asistente sin mayor pretensión que demostrarnos que una acción no ha de ser espectáculo, ni generar expectativa. Nos estaba haciendo (o así lo viví yo) un tirón de orejas a los propios artistas del sector para recordarnos de dónde venimos, cual es la finalidad del arte de acción y hacia dónde parece que estamos derivando.

Obviamente, todos los que conocíamos su trabajo ya íbamos con ciertas expectativas, pero ¿habría pagado para ver caminar entre la gente a alguien que no fuese IVM? ¿Me habría sentido «estafado«? También conocíamos su máxima (que incluso tengo entre las citas de mi página web) El arte es una acción personal, que puede valer como ejemplo pero nunca tener un valor ejemplar. Así que estaba claro que nos estaba dando una lección.

Pero… ¿Tiene sentido pagar por ver a alguien caminar entre la gente sin más? ¿Pagaría (y cuánto) por un orinal fabricado en serie? ¿Quiere esto decir que no se puede retribuir a un artista contemporáneo? ¿Qué es un artista contemporáneo?

Estas preguntas no son nuevas. Llevamos haciéndolas más de 100 años. Pero aún siguen sin responderse.

Varias veces me he encontrado con esta paradoja: creación contemporánea vs retribución clásica.

Ya hace tiempo escribí un largo artículo sobre la Gratuidad y el Amor al Arte, en el que citaba, íntegro, el texto que había incluido en el apartado de Financiación de mi proyecto Lejanías.

Sigo subscribiendo la conclusión de este artículo, es decir, debe haber un debate sobre la supervivencia de la retribución al creador contemporáneo, puesto que es imposible su sostenimiento sin recursos, aunque ha de pensarse también en la necesidad de una moderación en los gastos, y en nuevas formas (contemporáneas) de financiación.

Claro que realizar una creación contemporánea es un trabajo, pero la naturaleza del mismo no es igual a la naturaleza de otros trabajos. El tipo de medio de pago no ha de serlo tampoco.

Entre otras razones, hablando de las mismas cosas que he hablado hasta ahora en el artículo, en una creación contemporánea no existe un criterio objetivable con el que poder establecer su valor, ni su precio, así que tampoco debería, a mi juicio, existir una remuneración objetivable, ejemplo de lo cual es el empleo de dinero, cuyo principal servicio fue el de objetivar un intercambio de bienes o servicios.

¿No puede cobrarse?

Yo no digo eso, lo que digo (repito) es que la remuneración de una creación contemporánea no debería ser convencional ni objetivable. Y ¿Qué forma hay de retribuir por un trabajo semejante y de tal manera? Ahí es donde tengo que reconocer que me atasco y no sé muy bien seguir.

En una performance que realicé hace tiempo, titulada Subasta, ya planteaba la posibilidad de usar bancos de tiempo, u otros medios de pago. Volver al trueque o la donación también han sido otras de mis propuestas, pero no tengo claro cuál ha de ser la manera en la que retribuir el trabajo del artista contemporáneo.

Creo que este debate sigue abierto y necesitando, más que nunca, de una respuesta o algún tipo de aproximación a la misma, dado que la financiación pública y subvenciones administrativas que hasta ahora venían siendo la principal fuente de supervivencia económica de este tipo de manifestaciones artísticas van a desaparecer de por vida (aunque ya eran bien exiguas).

Dejo sin contestar, lo sé, qué es un artista contemporáneo, aunque citaré una y otra vez a Joseph Beuys.

Receta para alimentar la Tierra (una pequeña porción)

Este año he vuelto a participar en los encuentros que organiza Luis Elorriaga en su terrenito de Caudete llamados con cierta pompa «Encuentros Internacionales de Arte de Acción y Performance». Bien es cierto que son encuentros, que son internacionales y que suelen girar en torno al Arte de Acción y la Performance.

He presentado la pieza «Receta para alimentar la Tierra» quizá porque estoy en un momento muy culinario. La expongo aquí tal como la concebí. Se parece bastante a cómo la realicé.

Receta de cocina para alimentar la Tierra

Está receta que incluye alimentos físicos y psíquicos es casi una acción psicomágica para darle a la Tierra algo de lo que me ella me da. Su preparación incluye una reflexión sobre qué cosas me nutren y/o nos nutren que no son solamente aquellas sustancias palpables a las que habitualmente llamamos alimentos.

Es recomendada especialmente para momentos de estreñimiento ocasional del planeta, como los que ahora vivimos, aunque su ingesta debe ser realizada con regularidad para que se produzca la adecuada asimilación de los nutrientes.

Pediré ayuda a los asistentes al evento para que distribuyan la comida entre los pedazos de tierra que elijan, aquí o allí, en sus propios terrenos o en este.

Ingredientes para una receta con la que alimentar la Tierra (una pequeña porción)

  • 3 kg de tierra del lugar
  • 1 litro de agua
  • 2 huevos crudos
  • 1/2 litro de leche
  • 2 dientes de ajo
  • Una cebolla pequeña
  • Un chorrito de aceite virgen extra
  • Un puñado de almendras sin pelar
  • Cuatro pedazos de la camiseta de algodón que lleve puesta
  • Un mechón de pelo (preferiblemente rubio)
  • Cera de los oídos extraída con un palito de algodón
  • Raspado de piel muerta de un brazo (con piedra pomez?)
  • La ceniza de varias páginas de un libro de poesía (o poemas escritos para la ocasión)
  • Tres figuras geométricas construidas con algo del lugar
  • Un Tango de Hugo Díaz (fueron 2)
  • Un recuerdo
  • Algunas hojas y pequeñas ramas para decorar

Preparación

En un cubo de plástico o, idealmente, en una cazuela grande de barro, echamos un poco de aceite y lo frotamos bien contra la superficie. Calentamos con un Tango de Hugo Díaz.

Cortamos los 2 dientes de ajo en finas rodajas y lo echamos en el fondo del cubo. Cortamos la cebolla en trocitos pequeños y lo agregamos a ese falso sofrito. Reservamos las pieles para adornar.

Mientras se va calentando cortamos varios trozos de la camiseta que lleve puesta y varias páginas de un libro de poesía. Pedimos entre los asistentes un mechón de pelo, preferiblemente rubio. Pedimos entre los asistentes un poco de cera de las orejas (3 palitos). Recortamos los algodoncitos y reservamos.

Echamos 3 Kg de tierra en el sofrito y cuando se empiece a abrir añadimos el agua poco a poco. Cuando consigamos una pasa más o menos homogénea y barrosa, añadimos los huevos crudos, con cáscara incluida, las almendras, los trozos de camiseta, el mechón de cabello, la cera de orejas (solo los algodoncitos), un recuerdo susurrado y la leche.

Sobre la masa resultante, predemos fuego a 3 o cuatro hojas de un libro de poesía (pueden ser de distintos libros). Añadimos una letra A dibujada grande en homenaje a Joan Brossa, como es de suponer. Sobre el fuego aún encendido lanzamos 3 figuras geométicas (un segmento, un triángulo y un hexaedro, quizá de papel). Esperamos que se consuma el fuego moviendo lentamente si fuera necesario.

Presentación e ingesta

Presentamos adornándolo con unos soplidos, unas ramitas recogidas y unas cuantas hojas caídas del otoño incipiente. Le damos a varios voluntarios unas raciones (sobre hojas de papel en cucurucho) para que puedan nutrir las tierras que les pertenecen.

Yo, por mi parte, agarro el sobrante y lo esparzo sobre un terreno previsto para ello sobre el que pueda tumbarme para abrazar el planeta. Quizá, incluso, besarlo.

Servir con un chupito de vino blanco frío.

Cursos de creatividad en entorno rural

Siempre que realizo un curso o seminario de desarrollo de la creatividad en entorno rural, es decir, que de una u otra forma convoco a unos cuantos interesados en asistir a un encuentro en el que ejercitar su creatividad con la intención de convertirla en algo cotidiano, siento que hay algo que está mal.

En parte, el entorno rural, para los urbanitas que suelen acudir a estos encuentros, resulta tan sugerente que el seminario acaba apareciendo en un segundo lugar, algo que se hace mientras se está disfrutando del campo, cuando lo que a mí me gustaría es que se disfrutase del campo mientras se está haciendo un curso de desarrollo de la creatividad.

Parece que es lo mismo, pero no lo es en absoluto.

Este fin de semana fui invitado a participar en unos encuentros que coordina un amigo, llamado Jacinto, en la finca de Castrejón Alto que posee Aníbal Merlo. Todos (o casi todos) los asistentes son amigos que se reúnen periódicamente y que disfrutan de unas jornadas agradables en un paradisiaco ambiente recogido mientras alguien les ameniza el tiempo con una propuesta formativa más o menos.

En esta ocasión fui yo el responsable de llevar a cabo esa labor, que entraba en competencia con las miles de sugerentes distracciones que ofrecía el mero hecho de estar en aquel lugar tan magnífico.

Quizá sea que el curso no era tan magnífico como el lugar… pero es que el curso es lo que es… algo que implica un esfuerzo, de algún modo, para salir de la inercia (la peor enemiga de la creatividad). Pero la inercia en un lugar como ese es la de dejarse llevar por los placeres que no se tienen en la ciudad y que convierten en oasis ese espacio-tiempo.

Siempre me gusta usar el lugar para estos cursos como algo generador, pero acabo sintiendo, en muchos casos, que es más un obstáculo a superar que un apoyo. No sé si no sé usarlo bien (más que probable) o es que no es una buena idea usar estos lugares que los urbanitas necesitamos para descansar, para relajar, y no tanto para trabajar, aunque sea relajadamente.

Me recuerda cuando decidí dejar de usar música para preparar a la gente antes de los ejercicios de creatividad. Era más fácil, aparentemente, ser creativo si una música suave, relajante, nos hacía entrar en un estado especial de calma, de mente preparada… pero el mundo no es así, la realidad no es así… no la vivimos así, tenemos que crear cuando nos sube un gato por la espalda o cuando tenemos alergia o una fisura anal, no cuando todo es tan bonito que las flores se caen solas de los árboles. Era una mala idea la de generar un espacio ideal para ser creativo. Quizá, esto mismo, sigo sintiéndolo cuando aprovecho lugares especiales (yo no los vivo como tales, pero la mayoría de la gente sí) para llevar a cabo estas convocatorias.

Por otro lado… ¿no es demasiado exigente pedirle a la gente que se comprometa hasta sacrificar sus fines de semana de relax en un curso para fomentar el desarrollo de su creatividad como forma de cambiar su vida y el mundo que habitan? ¿Hay algo intermedio entre mi fundamentalismo ortodoxo y la laxitud del ocio-entretenimiento-cultural?

Sobre la gratuidad y el amor al arte

Ya he escrito otras veces sobre la gratuidad en un artículo sobre contenido en internet, sobre software de código abierto, sobre espectáculos y muestras, e incluso en uno dedicado a la ley de oferta y demanda y su relación con la ley Sinde.

Por supuesto, no es un tema que piense por primera vez. Es más, casi diría que es una de mis obsesiones permanentes, si es que una obsesión puede ser de otro modo.

En mi proyecto Lejanías, incluí un texto específicamente dedicado al tema de la financiación, que procedo a citar completo aquí, para contextualizar lo que voy a decir.

Financiación

Lo he hecho por vicio, por puro vicio onanista. Podría decir que por necesidad o por capricho. Lo he hecho porque quise y de la manera que quise. Jamás pensé en reducir costes o en justificar gastos. Nunca pensé en su repercusión ni en su posible utilidad pública o social. Me llevó el tiempo que quise o el que le pude ir dedicando.

En algún momento me sugirieron hablar con el departamento de marketing de RENFE para contar con la compañia como patrocinadora, pero de alguna manera me resultaba contrario al sentido del proyecto: En primer lugar, no son los CERCANIAS los que nos mantienen cerca (ni lejos), así que el nombre y la referencia era sólo casual, aunque origina el proyecto; en segundo lugar, en varias estaciones tuve problemas de acceso para fotografiar e, incluso, escribir, sin autorización. Ahora, terminado el trabajo, no la quiero.

¿Por qué su gratuidad? ¿Es Lejanías un manifiesto en contra de la retribución del trabajo artístico o poético? Definitivamente, no. Contesto subscribiendo la frase de Isidoro Valcárcel Medina: El arte es una acción personal, que puede valer como ejemplo pero nunca tener un valor ejemplar.

Esto no es óbice para que me resulte interesante plantear una reflexión acerca de la subsistencia de los poetas y de su trabajo, que no veo mejor resuelto, hoy día, que en tiempos de Maiakovski. Parecemos abocados a vivir de la caridad institucional, de mecenazgos más o menos razonables (en ocasiones disacordes con la naturaleza misma del proyecto en cuestión) o a la autofinanciación más absoluta, lo que equivale a la desprofesionalización completa del artista o poeta.

Sé lo que es trabajar gratis, hacer donaciones a la sociedad del trabajo personal, como cuando la semana pasada organicé un Seminario sobre maquetación y autoedición, como cuando mes a mes coordino encuentros de lectura, recitales, etc…

Desde la Asociación Cultural Clave 53 estuvimos lanzando muestras gratuitas desde el 2002, dedicadas a la divulgación de la Danza, el Tango, la Poesía, la Performance, el Cine, el Teatro… con una acogida variable.

En ocasiones era difícil convocar, incluso siendo gratuito, a un número de gente interesado en el tema; en primer lugar, difícil conseguir que algunos profesionales ofreciesen su trabajo de manera gratuita, aunque nosotros ofrecíamos nuestro trabajo de coordinación, junto con el espacio (y su alquiler no gratuito) y toda la logística que fuese menester.

En otras ocasiones, como las prácticas de Tango, nos acabó ocurriendo algo divertido: la gente nos pidió pagar. Los asistentes se sentían incómodos ante la generosidad y el cuidado que poníamos en hacer que funcionase y acabaron por pedirnos que, al menos, pusiésemos un bote donde depositar, de alguna forma, su agradecimiento material.

Todo esto vaya por delante para decir que sé de qué hablo cuando hablo de gratuidad.

Por no hablar de las veces que he realizado performances y participado en recitales de manera no remunerada, e incluso en alguna ocasión, con un alto coste económico, como cuando hice la acción en Helsinki que requirió que el desplazamiento y manutención corriesen de mi parte.

He llegado a hacer cursos de Desarrollo de la Creatividad y Poéticas Objetuales gratuitamente, como cuando participé en el Encuentro de Piedralaves, del Círculo Agora. Tan gratis que me costó dinero. Y ya no puedo seguir participando en estas condiciones.

Y, seguramente, seguiré participando y promoviendo muchas de las acciones que hago de manera gratuita, filantrópica, quizá en un intento poco articulado de modificar el comportamiento social con respecto al hecho de intercambio de materias, productos o servicios mediante la retribución directa de dinero.

Claro que creo que otro mundo es posible, pero no exigible y aquí el meollo del artículo después de un laudo exagerado a mi generosidad.

El otro día, a Carmen le reprocharon que convocase en Facebook el evento que realiza desde hace casi 8 años de una práctica de Tango cada último fin de semana de mes por el hecho de que no fuese gratuito, mientras que, en otro lugar pero a esas mismas horas aproximadamente, un colectivo estaba promoviendo un evento similar pero gratuito.

Facebook implica que no puedes dejar de explicarlo, de explicar tu posición al respecto de todo lo que promuevas o divulgues, para evitar el riesgo de que quien lee tu muro sospeche que eres de los que lanza piedras y escondes la mano. Hay que defenderse de los desacuerdos, lidiar con la comunidad en un peligroso estado de vigilancia de tus opiniones por miles de personas con quien te unen distintos tipos de vínculos. Esta es la razón principal por la que no quise realizar este diario en esa plataforma (y su carácter privado es otra de las razones, pero esto es otra historia).

Así que Carmen hubo de contestar, también en alusión a otras cuestiones, como el hecho de evitar solapamientos entre convocatorias de similares características o la dedicación que los profesionales del sector del Tango han de dedicar a labores de divulgación siempre gratuitas.

Y entonces, yo ya un poco cabreado, me preguntaba si aquel que estaba haciendo las recriminaciones a Carmen trabajaba gratuitamente para divulgarse o para fomentar o estimular el crecimiento de la actividad a la que se dedica. Me consta que le dedica tiempo de esfuerzo y dedicación al Tango, pero no deja de ser una afición, algo a lo que se dedica en el tiempo libre y con los recursos que le deja su profesión, aquello de lo cual ingresará, seguramente, una nómina.

Por otro lado, como gestor que fui de un local en Madrid, sé los costes asociados a tener algo abierto en esta ciudad y lo poco que se agradece, la simpleza con la que, desde la mirada de los aficionados, se tiende a exigir más y más servicios a menores precios, incluso, a sugerir que debería ser todo gratis. Y no puede ser.

No es posible mantener un local, ni tampoco una dedicación plena a actividades artísticas o culturales (ni de ningún tipo), de manera gratuita. Como no es posible hacer cine o música gratuita de manera permanente, ni software gratuito y sostenible…

Se puede hacer todo gratis si existe un soporte económico que sustente este esfuerzo, ya sea mediante el trabajo remunerado en otras áreas para realizar este de manera gratuita o tener una renta más o menos nobiliaria que exima de la necesidad de recibir una compensación económica, o que esta renta sea un salario pseudo-funcionarial que sea pagado en concepto de subvenciones (provenientes de la administración pública o entidades privadas). Pero todos estos casos, especialmente los dos primeros, son acercamientos no profesionales al trabajo artístico o cultural. Algo que, sorprendentemente, jamás se plantearía para un vendedor de colchones, por poner un ejemplo.

En cuanto al software, que me fascina que se esté desarrollando fuera de las empresas más o menos especuladoras y monopolizadoras, hay una tendencia creciente a extender el modelo de donación, lo que yo llamo mecenazgo democrático. Cada vez son más los desarrolladores de pequeños paquetes de software que tienen en sus páginas un botón que admite micropagos mediante PayPal. (Yo plagié esta idea para el modelo de financiación de Lejanías y tuve pocos, muy pocos, ingresos, seguramente en breve añadiré esta opción también en este diario/blog).

He pagado por programas gratuitos para gestionar mi envío de correo electrónico a horas específicas, he pagado a Wikipedia para que pueda seguir existiendo, a Wikileaks, he pagado la suscripción Premium de Spotify varios meses, también Megaupload, incluso no necesitándolo, he pagado por algunos pequeños paquetes de software como plantillas para OpenOffice, etc… siempre según mis escasas posibilidades, pero siempre creyendo que es algo que debería extenderse como costumbre, porque forma parte del respeto al trabajo, el reconocimiento a la labor de la que puedo aprovecharme y que deseo que continúe existiendo. Forma parte del planteamiento de un consumidor responsable que debe asumir que sus actos tienen consecuencias: si paga, si aporta una retribución económica a un proyecto que tiene unos costes, este podrá ser mantenido en un futuro (porque, como él, otros también lo harán).

He intentado, incluso, pagar a cadenas de producción norteamericanas por la adquisición online de mis series preferidas, encontrándome con la negativa a aceptar el pago porque provenía de una IP española. He intentado contratar alguna película online española en portales que presumen de tener una buena filmoteca para su disfrute por streaming, pero nunca han tenido la película que andaba buscando. (Responsables de las distribuidoras de cine español y productoras asociadas, pónganse las pilas… que los tiempos han cambiado).

Si en el cine online, la cosa está en pañales, la música está bien resuelta por streaming, por proveedores como Spotify o iTunes (y sus tiendas) o por otros que llevaban más tiempo haciéndolo, como las emisoras de radio, algunas de las cuales han aprovechado formidablemente las posibilidades de Internet (con last.fm a la cabeza).

Pero cuando se plantea cobrar una performance, surgen problemas. Quizá su origen contra-mercantil sea su fosa, esa voluntad de acabar con los abusos que se llevaban a cabo (y se llevan) en el mercado del arte, sea algo que, llevado al extremo, intente convencer de que ha de ser siempre gratis… y no es posible. El lugar en el que se hace tiene un coste que nadie cuestiona que ha de pagarse, el tiempo que se le dedica a planificar, montar y realizar la acción es profesional, en muchos casos, y ha de tener una remuneración si queremos que sea sostenible. La cuestión será cómo realizar esta valoración que le asigne un precio (justo) ¿por horas? ¿por litros de sangre vertida? ¿por lágrimas derramadas o risas? ¿por simpatía, por emoción, por intensidad?… Se abre un difícil debate que intentaré tener en otro momento.

Y a esto sumamos el asunto de la competencia mal entendida, como solapamiento de actividades de similar sesgo. Pero es tan ridículo entrar en esto…

Que existan más de una actividad al mismo tiempo en un ámbito geográfico, lo único que significa es que hay más de una propuesta a la que unirse y ésto es tan interesante, tan sugerente que, aquel que solicite el intento por no solaparse es que no tiene muchas propuestas que hacer.

Amén de que nunca está claro cual de las diversas propuestas debe ser la sacrificada ni que criterio elegir para privilegiar una sobre otra: se habla de que hay que anteponer a las gratuitas y yo digo que no. Al menos, no solo por eso. Que su gratuidad es un interesante estímulo, pero no el único, que hay muchos más factores a tener en cuenta y que los piensa aquel que ha desarrollado o viene desarrollando su actividad en un sector que difícilmente se mantiene dentro de la profesionalidad, como es la gestión cultural.

Por ejemplo, volviendo a la discusión pública de Carmen en FB, si ella dejase de hacer su práctica, podría ocurrir que, después de un tiempo, quien mantiene el local en el que ella realiza su convocatoria no siguiese interesado en las propuestas tangueras por no aportarle un dinero que necesita para funcionar (en el modelo económico actual). Pasado ese tiempo, ese espacio sería un espacio menos a lo largo del año, además de que Carmen misma podría dejar de trabajar gratis (no saca un dinero que justifique su esfuerzo) en la divulgación del Tango entre sus alumnos y otros que están comenzando en el mundo del Tango. Flaco favor para el Tango en Madrid.

¿Por qué criterio o convocatoria decantarse?

Para mí es evidente que por apoyar todas las propuestas que se hagan, que tampoco son tantas para una ciudad como Madrid. Competir, en caso de que tenga que ser usada esta palabra, con otras acciones más pasivas o menos desarrolladoras de la creatividad y la convivencia del respeto a la cultura como es el ver acontecimientos deportivos en televisión o atontecimientos similares.

No hay nada como la efervescencia de propuestas similares para estimular un sector del mercado. Esto es algo que saben perfectamente los bares en Madrid, que tienden a estar cerca porque es más atractiva una zona llena de bares que un bar aislado. Las tiendas de ropa, las tiendas de bricolaje y otros múltiples ejemplos.

Pero siempre quedará quien piense en pequeño, quien no se dé cuenta de lo que cuesta trabajar (de trabajo) en un sector como este de la cultura (que se ha de hacer, parece, por amor al arte), quien se conforme con la gente que ya existe y no sienta que, para transformar los intereses de la sociedad hay que ver la gente que puede llegar a existir, no la que existe.

Y, esta lacra, además, se permiten el lujo de (desde sus humildes opiniones, eso sí) indicarle a los profesionales lo que deben hacer, quizá sin haberse parado demasiado a pensar en lo que realmente hacen ya. (No es el caso de quien mantuvo esta discusión con Carmen y que me ha servido de excusa para esta larguísima entrada en el blog de hoy. Vaya para él todo mi cariño y reconocimiento).

Lo que sí es evidente es que debe haber un debate (que me consta que existe en distintos sectores) sobre la gratuidad y la cultura como sector sostenible. Especialmente importante en época de crisis (no sé si el sector, pero sí su modo de financiación y sostenibilidad).

El nuevo periodismo en la era de la información

Está claro que la información es accesible desde cualquier lugar del mundo y gratuitamente ingentes cantidades de ella son disponibles para cualquiera que tenga una conexión a InterNet. Está claro que es difícil, entonces, mantener una calidad a la hora de crear contenidos, pues su elaboración tiene un coste que puede que no sea recompensado por los consumidores/usuarios puesto que no van a pagar por algo que, supuestamente, obtienen gratis. Ahora bien, quizá se trata sólo (aunque no es poco) de cambiar el modelo de financiación de quienes se dedican a aportar información, llamémosla, de valor.
¿A qué me refiero con información de valor?
Para mí, no es lo mismo tener un blog con contenidos recauchutados de aquí y de allá, compilaciones y digests descuidados, que tener un lugar web en el que aportar información verificada de primera mano.
Pero ya casi nada es de primera mano. Es casi ilusorio pensar en reportajes periodísticos a la antigua usanza. E incluso sería ineficaz. Más nos vale ceñirnos a un ámbito algo más cercano.
En la distancia de un mundo globalizado, quizá el proceso pasará por escuchar las voces de los lugares, saber analizarlas, ponerlas en contexto, distinguir el grano de la paja, filtrar: hacer esos digests de los que hablaba antes, pero cuidados, con un criterio editorial que sé que los periódicos tradicionales tienen capacidad para llevar a cabo. Aunque no parece ser su camino. Veo que siguen insistiendo en formas de contar las cosas bastante tradicionales y estas formas ya no sirven. Lo explicaré con un ejemplo: quiero entrevistas directas (que pueden ser hechas mediante chats) de personas que viven en Egipto la crisis de gobierno. De un lado y de otro. Quiero que un periodista se encargue de ver qué información de primera mano están subiendo a la red y que filtre y seleccione, conociendo contextos, historia, análisis políticos profundos, serios, rigurosos. Creo que ese es el lugar del nuevo periodismo. Lo veo cuando de cuando en cuando mi amigo, periodista, Juan Carlos Etxeberría, usando el Twitter, selecciona diversas noticias directas y las da a conocer, amén de análisis sobre el periodismo actual.
En la distancia corta, en el entorno de mi propia ciudad, también existe esa necesidad de filtrar, analizar información y comunicarla. Por supuesto, me parece más rico si se trata de una información sectorial, específica, que me interesa como parte de un todo y también como profundización de conocimiento en alguna materia concreta.
Analizo, como ejemplo, el blog o web puntafinanews.com que mantiene, desde que tiene tiempo para ello, mi amiga Celia Valenciano. Es un espacio dedicado a la información sobre tendencias arquitectónicas y artísticas. Realiza entrevistas a arquitectos, diseñadores, etc. Comparte textos que pueden ser bastante interesantes, pero que le lleva bastante tiempo realizarlos, además de inversiones (pequeñas) en material, como el diseño de la web, plantilla no gratuita adaptada a WordPress, el espacio de Hosting, por no hablar de la conexión a Internet, la necesidad de un PC, y otros básicos como pueda ser una minioficina. Pero he de reconocer que el gasto en material puede ser casi despreciable. De lo que se trata es de que, con muy pocos medios puede realizar un trabajo de alta calidad.
Y lo sirve gratis.
Y entonces… ¿Qué va a pasar con esta forma de vida? ¿Es sostenible tener un periódico especializado si, mi amiga, gratuitamente, puede permitirse el lujo de regalarlo? ¿Tiene ella forma de beneficiarse económicamente de su trabajo?
Claro, esto es algo que vengo pensando desde hace bastante tiempo por lo que me toca: imaginen esta pregunta para un Poeta. Directamente la respuesta suele ser que no, que no hay forma de que se financie, de que su trabajo sea remunerado y cobra especial significado la expresión “por amor al arte”. ¿Pero esto es sostenible? Y entonces cae encima como losa la famosa ley de economía sostenible para intentar paliarlo… pero lo hace muy mal. Este análisis lo dejo para otro día, porque la Ley Sinde se merece todo un artículo ella solita.
Cuando publiqué el trabajo de Lejanías, me encontré con que no podía financiarlo razonablemente mediante venta de productos, porque no era un producto físico. Puedo intentar cobrar el acceso a la información, pero son sólo poemas. Quise probar y quiero seguir apostando por un modelo curioso: la donación. Así, dispuse un botoncito en la web del proyecto para quien quisiera ser mecenas del mismo. No tuve ni tengo muchos ingresos de esto. Es más, apenas compensan el gasto de agua de un mes de trabajo. No importa, te dices (me digo) y continúas trabajando por amor al arte. Ahora he abierto este blog al que le dedico una hora diaria, es sólo información personal, es decir, no tiene porqué importarle a nadie más que a mí. Es onanista y lo seguiré haciendo también por amor al arte. Pero todo en Poesía es así… así que estoy casi condenado a aceptar que no voy a cobrar nunca por mi trabajo. Incluso, puedo decir como muchos de mi entorno, que esto no es realmente un trabajo porque no cobro por ello. Pero es que nadie quiere pagarme. Quizá sea que no soy bueno. Quizá. Quizá necesitaría un jefe, pero no hay empresas que contraten Poetas. Ya lo intenté una vez en el INEM y se rieron bastante a mi costa. Quizá ni siquiera sea necesaria la poesía o sólo lo sea para mí. Tampoco el Arte, la Música, el Cine y el Periodismo. Quizá.
El nuevo periodismo, como el nuevo arte, música, cine, poesía, puede hacerse con unos medios tan accesibles como nunca antes nos habíamos imaginado. Tanto es así, que parece que puede hacerlo cualquiera: y esta es la cuestión: no queremos pagar a cualquiera. Queremos pagar a alguien especial. Puede que tenga sentido. Poco, si pensamos que todos somos cualquiera y que, según ese razonamiento, pronto no nos querrán pagar a ninguno, hagamos lo que hagamos. No nos querrán… no: no nos querremos pagar.
¿Hay formas posibles de financiación?
Ya he dicho que la primera que se me ocurre y me gusta es la del mecenazgo. Me parece más fácil que nunca y tan democrática como la producción: está en manos de cualquiera que lo desee.
La segunda forma que se me ocurre es la de la subscripción. Algunos lugares web, como los blogs, y sigo con el ejemplo de www.puntafinanews.com, podrían pensar en insertar un precio por subscripción. Un precio muy muy bajo, un precio que parezca tan irrisorio como los costes de producción de algo que hace tiempo era inviable. Digamos, por ejemplo, que www.puntafinanews.com ingresara 0,50€/mes por persona subscrita. Es posible que muchos estuviésemos dispuestos a “domiciliar” un pago semejante para obtener una información que, como decía, era de calidad. El dinero mensual, con un número de lectores de unos 2000 (que no creo que llegue a tener) daría un suelo razonable que haría sostenible la publicación. ¿Por qué, entonces, no se hace?
Seguimos pensando en el todo gratis. Yo también.
Bueno, quizá la web puede ser gratis. Pero quiero algo que me ayude, que me dé un valor añadido a la información (ya que no la considero suficiente). ¿Qué tal el canal por el que se me informa? Por ejemplo, la subscripción podría dar acceso a emails personales, incluso (con un poco más de elaboración, pero no tanta: hay herramientas de personalización de contenidos razonablemente al alcance) personalizados a mis gustos o intereses. Este modelo es una visión mixta que puede incluir distintas formas de hacer razonablemente sostenibles publicaciones como esta, pero también la creación de poetas, escritores varios, críticos, etc. El cine y la música lo dejo para otro día, porque hay muchos más costes añadidos.
De momento, en mi blog, añadiré la posibilidad de colaborar mediante donaciones, pero en breve, permitiré la subscripción mediante una colaboración mínima: algo así como 5€/año.
Espero haber arrojado alguna idea a quien está, como yo, planteándose cómo vivir de algo tan difícil como la generación de contenido en Internet, ya sea contenido informativo, artístico o de valor, en general.
No me olvido de la opción preferida por los periódicos: la publicidad. Pero esto hace que los contenidos sean cada vez más difícil distinguirlos de lo que no es más que propaganda comercial. Pero quizá tengo una visión muy sesgada, poco profunda de esta práctica; quizá la publicidad también debe reformarse para adaptarse a unas web cuyo contenido no debería ser menoscabado ni por asunto de forma ni por temáticas inapropiadas. Prometo pensar en esto más adelante.

Un clavo

El Clavo en la paredMe gusta encontrarme con detalles. Es algo que hago de cuando en cuando para disfrutar de una mirada que no suelo tener. Ver lo pequeño, lo casi insignificante, lo más cotidiano que cotidiano, podríamos decir, incluso, que vulgar… y darme cuenta de lo evocador que es, que resulta, una mirada a la realidad extraordinaria que hay en cada pequeño pedacito de la misma.
Me recuerda esa idea de que el mundo entero está en la punta de una aguja. Sí.
Este clavo/escuadra que no es un clavo, que quizá no era más que un pedazo de hierro penetrando un taco demasiado ancho para él. Sobre una pared algo tocada, indicando que había sostenido un cuadro, una imagen, que quizá contenía la foto de un taco del que asomaba una alcayata. Escarpia viril y solitaria, amante de la pared. Puedo ver en este clavo una metáfora, un poema de vida y muerte, un bello guiño de la realidad, también un corte de manga (lo que me recuerda unas acciones que fue invitado a hacer Isidoro Valcárcel Medina en Madrid, eligiendo para ello calles cuyos nombres hacían alusión a un corte de mangas, él siempre tan inteligente).
Me gusta lo que ve la cámara cuando, en modo “macro” se acerca a un detalle, cómo se desdibuja el fondo, se pierde en una especie de continuo, como si la realidad mostrara en este pequeño experimento su naturaleza dual: concreta y discreta, partícula y onda.
Me gustan los detalles. Me hacen sentir que la realidad es infinita. Me recuerdan que debo seguir mirando para encontrar sorpresas, para encontrar belleza, como de la que hablaba Lautreamont, la del encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de escribir y un paraguas. Me gusta mirar para recordar que ahí, justo debajo de mis ojos, está la poesía, esperándome, esperando ser encontrada y revelada. De ahí la fotografía.

La Sexta Hora

Es el título de un libro de Helena Fernández-Cavada. Me la presentó una amiga para ver si podía ayudarla con la presentación, en Madrid, de su libro. Un libro artista de dibujo, aunque ha terminado por revelarse un poema, más que un libro de imágenes… claro que, puede ser que un libro de poemas también sea un libro de imágenes… pero esa es otra cuestión, incluso podría pensar en si los signos no son también imágenes. ¿Me estará influyendo mi propio monográfico de iniciación a la Poesía China?
Helena es una artista mexicana a quien apenas conozco y, sin embargo, me ofrecí a ayudarla. ¿Por qué?
El sábado 12 de febrero tengo la presentación de la primera novela de mi querido Chema Vega. Participo también como presentador. Le escribí el prólogo. ¿Por qué?
Bueno, en el caso de Chema, habitual alumno y exalumno de mis talleres de escritura, podría contestar que quizá me beneficia su crecimiento, que me nutre, que me retroalimenta, por decirlo así.
También estoy metido en la puesta en pie de la obra El Aumento, de George Perec, con varios de mis alumnos de un monográfico que organicé sobre OuLIPO. ¿Por qué?
No sé, la verdad es que no tengo ni idea de porqué es tan fácil que me apunte a cosas que no suelen ser remuneradas y que, en ocasiones, tan sólo me aportan un mínimo de prestigio. Podría vincularme con espacios o iniciativas como las que hace La Piscifactoría que coordinan eventos de gran envergadura en FNAC y sitios parecidos, podría dedicarme más focalmente a prepararme un material vendible, hacer que mis cursos fuesen competitivos, atractivos para el gran público, o buscar un público para ellos. Debería, quizá, olvidarme de tantas causas y generosos actos. Debería pensar más en mí.
Pero siento que pienso en mí cuando accedo a escribir el prólogo de Chema, cuando accedo a presentar la obra de Helena, cuando me lanzo a coordinar o dirigir el texto de Perec. Siento que crezco cuando hago esto. Y siento que es un crecimiento sincero, quizá pequeño, crecimiento pequeñín, casi imperceptible, pero seguro, desenfocado, disperso, pero crecimiento. Algo, por dentro, me dice que lo que hago mola. Sí, después de tantas palabras, es así de simple el tema: lo que hago, mola.
He disfrutado con el libro que me ha regalado Helena. Ha sido un gran placer y me siento honrado de haber sido elegido. Ah! Ahora no soy yo el que hace favores: me ha hecho el favor de permitirme ayudarla.
Disfruté ayer el ensayo de las lecturas de Perec. A veces me impaciento, a veces me pongo nervioso porque siento que no se lo toman en serio, como yo… y me olvido que no hay porqué tomárselo “en serio”. Se trata de disfrutar, de dejarse llevar, de hacer que el mundo sea un lugar mejor, sintiendo que el mundo es un buen lugar.
Sí, vivo algo disperso, pero se corresponde con mi forma de aprehender el mundo. Vivo disperso como el mundo. Vivo disperso porque sin dispersión, me resultaría aburrido vivir. Vivo disperso porque me interesan demasiadas cosas y otras que aún no conozco. Vivo disperso porque forma parte de mí, de mi mente, de mi idiosincrasia, de mi carácter. Vivo disperso y, al mismo tiempo, siento que ahí, justo ahí, decidí hace muchos años poner mi foco. Quizá, poco a poco, lo estoy consiguiendo.

Esto no es una broma