Lágrimas a medianoche

al lado opuesto
lágrimas
sin mirar
lágrimas
despierta
lágrimas
contra la pared o el armario
lágrimas
mientras leía
lágrimas
mientras dejaba de leer
lágrimas
bajo la manta
lágrimas
bajo unas preguntas
lágrimas
queriendo acompañar
lágrimas
besando sus mejillas empapadas
lágrimas
al filo de la madrugada
lágrimas
con el camión de la basura
lágrimas
que descubrimos que no era de basura
lágrimas
con respiración entrecortada
lágrimas
casi sin aire en la habitación
lágrimas
ocluidas las fosas nasales
lágrimas
una conversación acompañada
lágrimas
confesiones nocturnas
lágrimas
bajo la luz pálida de una bombilla de bajo consumo
lágrimas
abandonada la lectura de escritos sobre arte contemporáneo
lágrimas
de soledad
de tristeza
de muerte
de vida
de agua y de sal
de agotamiento
de sueño y cansancio
de hábitos de conductas
de luchar contra el mundo
de vivir en el filo de una navaja que nunca es de Ockham
de abandono y familia
de amigos y olvidos
de vejez prematura
de desasosiego
de desalojo
de desamparo
de desconsuelo
de desesperación
o desesperanza
o desmotadoras de algodón
lágrimas
esdrújulas y opacas
lágrimas
sin fin
de las que llenan mares
de las que crean tsunamis
de las que cambian eras geológicas
de las que erosionan el alma
de las que abaten sueños
de las que apagan ecos de ecos
de las que …



lágrimas.

Humano, demasiado humano

El domingo
bailando Tango
me dijeron que yo era muy humano
y no supe cómo encajarlo
(me vinieron a la cabeza
Adolf Hitler
Friedrich Nietzsche
y Carmen de la Rosa)

así que maticé
que humanos hay de muchos tipos
y que claro que era humano
que había humanos agradables
y humanos desagradables
pero procuraba ser
humano agradable
siempre que podía
sabiendo
a ciencia cierta
que no siempre lo soy.

El desnudo de pensamientos en una red social

Hoy una amiga de FaceBook, a quien ni sé si conozco en la vida real (como si la otra no lo fuese, siendo, como es, un sueño de los SU-realistas), ha publicado en su estado el siguiente texto:

Amigos, he tomado la decisión de no escribir más en el estado aquello que estoy pensando, por muy tentador que sea, y por mucho que me pregunte Facebook.

Muchos de los conflictos, malos rollos, distanciamientos con personas, malas interpretaciones y prejuicios, han tenido su origen aquí.

Por eso, ya no os martirizaré más con reflexiones que puedan herir a los aludidos por naturaleza. ¿Pa’ qué?
Lo voy a cumplir, aunque no haya parches, como los de nicotina, que me ayuden en el proceso.

A partir de ahora, solo contenidos literarios, fotográficos, de actualidad o de broma.
Quien busque otra cosa, que me llame y me invite a un cafelito, o me pague el psicólogo, jejejeje.
Salud y feliz semana.

Y claro, me he dado por aludido, no por lo que dice de malos rollos, que no creo ser de los que los provocan o los buscan, sino por el hecho de que uso esta red desde siempre con ese pensamiento (autocensura) en la cabeza. Para la libertad de expresión (y no es total) ya tengo este diario, amén de libros, etc. Si quiero más, en pequeñas reuniones, como ella sugiere, pero ni en ese caso. Ni siquiera con mi pareja a quien amo sincera y profundamente (y me consta la reciprocidad).

A punto he estado de comentarlo en su muro, pero es algo que no quiero ni hacer. Sería ser demasiado sincero.

Alguien le dice que es mejor no desnudarse tanto y yo corregiría o matizaría: el problema no es el desnudo sino el descontexto.

Por otro lado, tanto en esta cosa «virtual» como en la paralela «no-virtual», la sinceridad siempre ha estado sobrevalorada como algo positivo. No es verdad que nos guste que sean sinceros completamente con nosotros y, mucho menos, les gusta a los demás que lo seamos con ellos.

Y eso es lo que implica ser sincero en una red: le estás diciendo muchas cosas a mucha gente a la vez que no lo escucha en el contexto que supones (si es que llegas a suponer alguno), ni en estado de máxima intimidad, de tú a tú, donde es posible la réplica y el debate y el acuerdo o el desacuerdo…

El problema (si es que hay problema) surge del modo de comunicación: uno a varios, muchos de los cuales son individuos completamente desconocidos… e incluso entre conocidos. Al fin y al cabo, nunca nos conocemos tanto como creemos y esta exposición pública púbica casi resulta obscena y a muchas personas esa obscenidad les molesta. A mí no, pero ese no es el caso.

Eso sí, lo asumo como potencialmente molesto y me ahorro ese mogollón de quebraderos de cabeza que me dado toda mi vida el afirmar que yo nunca miento. He decidido callarme de cuando en cuando para ahorrarme las preocupaciones de decir siempre la verdad a quien, aunque digan lo contrario, no desea oírla.

Un «amigo» homófobo

El otro día le planté a Carmen en su muro de FaceBook esta noticia que me había parecido significativa para el mundo del tango, con un comentario que hablaba de energúmenos que habían asesinado a una mujer por ser lesbiana. Al menos, eso era lo que mencionaba la noticia de Amnistía Internacional donde la leí.

Ten cuidado con las fotos que utilizas, que hay mucho energúmeno en el mundo: Ekaterina era abiertamente lesbiana y daba (abiertamente) clases de tango a parejas del mismo sexo. — me siento cabreado.

Un momento para llorar y un momento para bailar

Ekaterina Khomenko, de 29 años, estaba degollada cuando un trabajador del servicio de limpieza la encontró en un coche con el motor aún en marcha en San Petersburgo a principios de ese mes. […] las autoridades no descartan la posibilidad de que fuera agredida por su orientación sexual: Ekaterina era abiertamente lesbiana y daba clases de tango a parejas del mismo sexo.

ES.AMNESTY.ORG|DE AMNISTÍA INTERNACIONAL SECCIÓN ESPAÑOLA

Acabó generando un amargo debate, dentro de los mínimos del respeto, muy mínimos… con un amigo de mi pareja, de procedencia rusa y argentina. He querido publicar aquí la conversación, sin su permiso, aunque está en una web pública que es FaceBook… así que no lo considero necesario, puesto que no he modificado ni una palabra de las suyas ni de las mías. Salvo alguna corrección ortográfica menor.


Este amigo, de quien prefiero mantener únicamente sus iniciales, dice:

SSR: Estoy completamente en desacuerdo con la noticia, su manipulación y la campaña de desprestigio contra Rusia de la prensa occidental. Se pretende disfrazar la heterofobia occidental (más bien sodomiafilia), con la supuesta homofobia oficial del gobierno ruso. Moscú está poblado de discotecas para lesbianas y maricones. El otro día, y yo casi no daba crédito, en plena escalera del metro de Moscú, vi a una tierna pareja de gordos barbados dándose un beso tan apasionado que entre heteros y en Madrid, también hubiese hecho mella. Que el pueblo ruso, soberano haya votado en un 95% (sus representantes) a favor de una ley que prohibe la publicidad homosexual en los colegios y sus aledaños es un tema a respetar. Nosotros asumimos el fenómeno homosexual, pero dista mucho de hacer virtud de ello. Tolerancia: si, enaltecimiento: no. Si para Europa, Conchita Wurst es su arquetipo de evolución, para los rusos es degeneración y un signo más de la inminente caída del imperio Yanqui-Europeo. Pero, por favor, no dar crédito a estas mentiras con delirio persecutorio.

Y yo contesto:

Giusseppe Domínguez: No tengo nada en contra de los «rusos», sí en contra de la homofobia. Igual que de otras formas de intolerancia para con los otros. Ni tolerancia ni enaltecimiento: condena de quienes condenan.

SSR: ¿Qué pasa si la no tolerancia es votada democráticamente? O por el contrario: si somos adultos, ambos consentimos, y nos amamos profundamente…, yo quiero legalizar la zoofilia y casarme con mi mascota, ¿por qué no? mi perra lo desea!!

Ahhh… lo que no me queda claro es si vamos a pedir que nos concedan el derecho de adoptar… básicamente porque no sabemos si serán cachorros o bebes ¿?

Giusseppe Domínguez: Tu perra no tiene voluntad humana para oponerse a tus deseos. No estamos hablando de violación, sino de relaciones entre adultos consentidas.

Y no, no cualquier cosa que acepte la «democracia» me parecerá correcta. Pero este es un tema que excede la conversación en el muro de una amiga.

De todos modos, no entiendo por qué te das por aludido. Si tienes algún problema de intolerancia a las relaciones homosexuales, pues no las practiques… no hay problema por mi parte. Si te diste por aludido por la generalización a los «rusos», sí, no me parece pertinente, pero ni siquiera en el artículo se pretende decir que todos los rusos sean unos asesinos, sino que ha habido un asesinato en una ciudad rusa por motivos de odio homófobo. Es esto lo que me cabrea.

Por cierto, ambos sabemos que Hitler fue votado democráticamente, pero eso espero que no te parezca suficiente para justificar el holocausto.

No deseo seguir esta conversación en el muro de una amiga… insisto. Si quieres seguir, email a jmdomin@giusseppe.net

SSR: Mi perra tiene voluntad perruna, y si no le gustara, mordería…

Y me doy por aludido por los rusos y por la mediocre corrección política de los lugares comunes admitidos y coreados por toda clase de acólitos lobotomizados.

Giusseppe Domínguez: ok.


No he querido seguir hablando porque me parece absurdo, quizá la pregunta que le debería haber hecho es si él habría hecho lo mismo que hicieron a Ekaterina Khomenko por el motivo que parece que se baraja en la investigación. Es más, si simplemente considera que esa persona no tiene exactamente los mismos derechos que él de amar a quien desea (que a su vez, humano y adulto, pueda corresponderle).

Si la respuesta a esta pregunta hubiera sido «No considero que deba tener los mismos derechos», no habría habido necesidad de continuar la conversación, pero en el fondo, el tono de SSR me hace pensar que él piensa así, y por ello acabé con un sencillo OK.

En ningún momento mencioné a los rusos, ni me preocupó la nacionalidad de ninguno de los intervinientes ni en el suceso ni en el debate. Supongo que él estará sensible (de procedencia rusa) por el tratamiento tendencioso que se está dando al conflicto con Ucrania… pero ni quise entrar ahí. Ese no era el tema en absoluto.

Ahora me barajo entre eliminarlo de mis amigos de FaceBook como hace tiempo hice borrándolo de mis amigos tridimensionales, en carne y hueso, por comportamientos que me parecieron condenables, como agresión (para mí nunca está justificada la agresión física) a su pareja.

Pero quiero seguir siendo «tolerante»… aunque… no sé, no sé…

Feminismo excluyente

Si bien suelo ser un adalid del «feminismo«, denunciando conductas machistas (incluso sutiles) desde hace tiempo, más allá de mis consideraciones lingüístico-lógicas al respecto, no puedo dejar de cabrearme cuando me encuentro con un caso de discriminación e, incluso, exclusión, con la excusa del feminismo contra los hombres, por el hecho de serlo.

Hoy Carmen ha venido contenta de tomar una clase de Danza Contemporánea impartida por la divina Marina Santo en la Fundación Entredós y me ha comentado que en la susodicha fundación le han advertido que, dado que era feminista, los hombres no estaban autorizados a tomar clases como la que ella ha hecho.

En realidad, han sido algo más positivas y se han limitado a decir que era solo y exclusivamente para mujeres. (No incluyendo que los hombres no podían, pero evidenciándolo)

Ante lo cual yo le he dicho que me parece fatal que se excluya a un colectivo en una actividad que, perfectamente, puede desarrollarse en armonía, como en un colegio mixto, salvo que opines, como Wert, que resulta problemático mezclar chicos y chicas… porque se distraen. No me sirve como razón que hay espacios en los que el hombre tiene preeminencia. Esto es algo que debería ser desterrado, no mantenido con un equilibrio absurdo de poder radical.

Sinceramente, no puedo soportar que, con la razón que sea, se justifiquen tratos discriminatorios para con una persona por razones de sexo, identidad sexual, género, orientación sexual, así como tampoco por razones de religión, color de piel, etnia…

Me preguntaba cómo sería posible justificar en este siglo la existencia de un bar que solo dejase entrar hombres, por ejemplo, aduciendo la razón de que se sienten intimidados en sus conversaciones que deben de dejar de versar sobre culos y tetas, ante la posibilidad de ser sojuzgados como acosadores o sencillamante «salidos».

Obvio que yo nunca entraría, pero no es esa la cuestión. La verdadera pregunta es si es éticamente condenable que existan espacios con actividades públicas que puedan llevar a cabo tratos discriminatorios como este. ¿Podría haber decidido, así, por sus ovarios, que tan solo podrían entrar mujeres blancas? ¿por qué no?

No depende de lo que deseen hacer un colectivo de personas en su ámbito privado, por ejemplo, unas amiguitas (o amiguitos) que no desean mezclarse con alguien de otro sexo que el suyo… sino qué es correcto (incluso legal) desde un punto de vista ético y social.

Por cierto, tampoco puedo obviar cierta desinformación que me gustaría mitigar: ¿por qué razón están excluidos los hombres? ¿por qué no las lesbianas? ¿estaría excluido un transexual? ¿se necesitan mamas o vagina para unas clases de danza contemporánea?

Carmen intentaba justificarlo de diversas maneras, argumentando algunas veces con menos acierto que otras, como cuando lo ha comparado con el acceso a un club nocturno en el que se exige un código de vestuario o la asociación de alcohólicos anónimos, pero ambos casos, como otros, son casos en los que esa exigencia puede ser satisfecha por cualquiera, mientras que, por ejemplo, yo no puedo ser mujer, ni negro.

Ella reconocía que le faltaba información y he de reconocer que yo tampoco la tengo sobrada y que me gustaría que me explicasen en profundidad qué razón de mi anatomía masculina (lo que me defina como hombre es complejo de evaluar) hace que yo sea non-grato en ese espacio o que no tenga los mismos derechos.

Y no se trata de la clase para embarazadas… esto sí sería explicativo. No sería necesario, no obstante, decirme que no estaba admitido por ser hombre, sino por no estar embarazado.

Por más vueltas que le doy, no alcanzo a entender (hagamos un chiste y digamos que es porque soy hombre) esa necesidad de regenerar un error aberrante que suele producir el machismo: asumir que los hombres y las mujeres no pueden convivir en igualdad de condiciones, con los mismos derechos y las mismas obligaciones, sin necesidad de dejar de ser hombres o mujeres o lo que se desee, con todas las opciones sexuales de atracciones o identidades que la libertad humana permita.

Salvo que la libertad y la igualdad no sean dos de esos tres pilares fundamentales en los que basar un modelo de sociedad «avanzada» que nos regaló la Revolución Francesa.

Por favor, que me lo expliquen.

Beat manchego

Desde Andujar
decía venir
sin un techo firme
desde la década prodigiosa
hasta hoy
culpando a Rajoy
por no tener un trabajo
aunque contaba cómo
en 1980
por no llevar billete
fue expulsado de un tren en una estación
que recordó ser la de Manzanares
en la provincia de Ciudad Real
cuando apenas contaba con urbanización
alrededor.

Ahora protestaba
porque de Daimiel era difícil salir
pozo profundo de durezas varias
y para el autobús
contaba con unos pases
que le presuponían el acceso gratuito
con dirección a Madridejos
para
ir acercándose a Extremadura
según él
con la intención de encontrar allí un habitáculo
mejor acondicionado
donde dormir en la calle
en lugar de la capital de la provincia que estaba tratando de dejar atrás
que tenía mala acogida para los sintecho.

Sus propiedades
cabían en una maleta grande con ruedecitas
de las que suelo usar en los viajes al extranjero
y su grueso acompañante
con unas gafas oscuras
nos flanqueaba por la izquierda en la parada del bus
con otra maleta de iguales proporciones
aunque mucho más silente
o reservado.

Un rato antes
un tipejo amenazaba de muerte
telefónicamente
a un examigo
que
parece ser
había tenido algo que ver
con su encarcelamiento.

Y allí estábamos
añorando el nítido pitido del tren de alta velocidad
llegando a la controlada estación
mientras esperábamos sin saber
la hora de salida
ni la hora de llegada
ni tan siquiera si tendríamos plaza asegurada
para regresar a Madrid.

Dejé de envidiar (aunque, sinceramente, pocas veces lo he hecho)
a Kerouac y sus amiguetes de aventuras
a bordo de los vagones de entreguerras
o de postguerra
recorriendo las llanuras
centro-norteamericanas
en busca de sí mismos.

Vagón 22, asiento 72

ICE 1614
Hora 10:16
Día 05/07/2014
HBF Berlín
Rumbo a HH.   11:57
Planta -1
Plataforma 7
Zona D
Clase 2

Al subir
busco mi asiento reservado por 5€.

Aguardo a que un viejo alto y cabezota ocupe su lugar asignado en mitad del coche, a que se decida a hacer algo con su enorme maleta para dejar de obstaculizar el tránsito intestinal del ultramoderno caballo de hierro (y fibra de vidrio).

Unos dispositivos de cristal líquido con luz roja sobre fondo negro indican si el número de butaca está adquirido o adjudicado y, junto a ello, si se trata del anexo a la ventanilla o al pasillo.

Todos los números pares quedan a la derecha según avanzo, mientras los impares están situados a la izquierda. Por alguna razón me parece justificado ese orden por la lógica numérica, sin pensar en el arbitrio subyacente hasta que, casi 30 minutos después, leyendo un relato de Don Delillo, me da por imaginar que una sucesión de números primos sería una, matemáticamente hablando, bellísima manera de ordenar los asientos o la numeración de los inmuebles de una calle, por muy patafísico que parezca.

En el lugar previsto para mi acomode se encuentra una chica relativamente atractiva de, aproximadamente, 35 años de edad con unas perfectamente torneadas piernas que, cayendo perpendiculares, tocan el suelo que habré de pisar.

Con algo más liviano que una sonrisa, se percata de que camino buscando un número muy lejano de ser primo: múltiplo simultáneo de 1, 2, 3, 4, 6, 8, 9, 12, 18, 24, 36 y de sí mismo.

Supongo que, en ese preciso instante, no es consciente de estos detalles aritméticos, no obstante, sí reacciona al hecho de que ocupa mi (lugar) reservado.

Hace ademán de levantarse y liberar el espacio trasladándose, tras superar la minúscula barrera transversal que suele utilizarse cual reposabrazos, al asiento con mucha menor cantidad de divisores que no tenía indicación de estar preasignado en el panel cuya iluminación me había servido para conocer mi correcta ubicación espaciotemporal.

Mi cara, en concreto algunos músculos maxilofaciales encargados de articular el movimiento mandibular y bucal, así como probablemente otros que no recuerdo responsables del entrecerramiento ocular de manera parcialmente instintiva conforman una pánfila expresión que podría confundirse con invitación a continuar en el lugar que no le correspondía ofreciéndole con un lacónico «if you want to keep the window…» que declina en silencio con un cortés desplazamiento concluyendo en el pasillo del vehículo facilitándome el acceso sin dejar translucir un gesto de agradecimiento ni de indignación.

Mientras esta sinfonía gestual viene ocurriendo en la parte frontal de la superficie de esta extremidad conocida como cráneo, en el interior de la misma el menor número par de líneas de pensamiento emergen y divergen en las siguientes direcciones:

1.- ¿Resulta machista esta oferta?

Evidentemente, si hubiese sido un individuo humano de reconocido género masculino no habría ni siquiera pensado en dejar mi asiento bajo sus nalgas pero no lo reconozco como un signo o acto netamente machista pues sé, casi con total certeza, que tampoco habría hecho tal oferta a un individuo de reconocido o aparente género femenino si no me hubiese resultado agradable a la vista o al olfato, o si percibiese una escasa receptividad al agradecimiento o al, llamémoslo abiertamente, flirteo.

2-. ¿Le estoy ofreciendo aquello que disputo últimamente a aquella de quien estoy enamorado a una extraña cuyo posible flirteo no me depara más que 1 hora 41 minutos de entretenimiento y, quizá, el acceso a una conversación que haga llevadera el trayecto a modo de retribución inmaterial por una insolicitada generosidad?

Lo absurdo de que la respuesta a esta extensamente formulada cuestión sea afirmativa aún me parece o resulta peripatético cuando estoy embarcado en el viaje de regreso

(

Vagón 22
Asiento 31
ICE 1723
Hora 20:01
Día 06/07/2014
Hamburg HBF
Rumbo a Berlín (Hbf)   21:49
Planta -1
Plataforma 6(a)
Zona C
Clase 2

)

siendo el día de hoy el que Carmen y yo celebramos nuestro penúltimo «mesiversario» antes de alcanzar nuestro decimoquinto aniversario habiendo alcanzado con ello la cifra de 178 meses juntos que, promediados a unos 30,4375 días cada uno, hacen un total de 5.417,875, que redondeados a números naturales, terminan siendo 5418 días juntos desde aquel beso en la mesa de El Achuri, un par de horas después de las 21:00 del horario de verano en Madrid/Europa lo que deviene en ser la franja conocida como GMT+2.

Ante el maltrato

maltrato-vuela
A la primera señal de maltrato, vuela.

Mi primera pregunta es ¿qué se considera una primera señal de maltrato?

Para mí, que una persona sea machista, por ejemplo, es claramente una señal de maltrato.

Para mí, que una persona sea celosa, es claramente una señal de maltrato.

Que una persona sea prepotente, es claramente una señal de maltrato.

Pero sigue desplazando la pregunta:

¿cuándo una persona es machista?
¿cuándo una persona es celosa?
¿cuándo una persona es prepotente, racista, violento, de ideas violentas o que las justifica…?

Machista (o sexista, sin venir a cuento) es alguien desde el momento que considera que hay roles que deben ir, necesariamente, asignados a géneros. Eso es lo mínimo. Si además, por ello, existe una gradación (mejores vs peores), ya ni hablamos. No me es necesario que me diga que la mujer no vale una mierda, basta con que me diga que hay bebidas «de hombres», como escuché, medio en serio medio en broma, el otro día en una cena. Está claro que quien dice esto no conoce a mis amigas.

Machista es el que considera que la tradición o la naturaleza debe dictar nuestra moral. Que el hombre, frente a la mujer haya sido considerado el sexo fuerte durante periodos históricos en los que la fuerza bruta era necesaria para adquirir el sustento, no significa que ahora, en el siglo XXI (ya estamos en el 21, aclaro para quienes aún no lo saben), sea una razón justificativa de discriminaciones o segregaciones.

Celosa es cuando lo reconoce. Sí, hay gente capaz de, sin pudor, reconocerse celosa. Y yo me pregunto: ¿cómo alguien no es capaz de ver ahí una forma indigna e insana de amar? Hablo, no tanto de inseguridades ante la pérdida de la exclusividad sexual, que es otra cuestión que siempre me ha resultado inquietante, sino de la idea de posesión que va asociada a los celos: ¡no me gusta que miren a mi mujer!

Este mi es tan tremendo como incontestable. Quien lo pronuncia ya está, desde mi punto de vista, maltratando, y no es una señal, es mucho más que eso. No puede haber celos sin maltrato. O, dicho más suavemente, son, claramente, la antesala del maltrato.

No hablo de un mi que establece una connotación sobre la relación: mujer con la cual tengo una de mis más importantes relaciones. Sino de aquel mi que dice que es mía y solo mía, que quien desee tener algún trato mínimamente afectivo con ella, táctil, o similar, ha de pedirme permiso, como alguna vez alguno ha osado hacer en una milonga antes de bailar con Carmen. Yo me he reído y he contestado: pregúntale a ella, es un ser independiente.

Pero quizá una palabra que no he había llamado tanto la atención fue la de VUELA, que está bien marcada en una mayúscula desgastada, no había reparado en que no hace frente, en que se trata de una huida que deja tras sí impunidad para con el maltratador (el «ser» maltratador, no el hombre necesariamente).

Podría haber sido sustituida por cualquiera de una serie como LUCHA, MÁTALO, DENUNCIA… y esta denuncia puede ser no solo mediante los canales telefónicos correspondientes, sino empezando por el entorno, hasta que éste no lo tolere, le excluya, le condene al ostracismo o al exilio, que le suponga, a ese y a otros, una reeducación al más puro estilo de la Revolución Cultural China (o casi).

No soporto entornos que justifican o incluso alaban ciertas de estas actitudes pre-maltratadoras como algo «normal», humano, natural… sin cuestionar su moralidad, sin haberse hecho una idea de qué modelo de sociedad se desea tener. Pero quizá este es el verdadero trasfondo del problema. Falta de conciencia social.

¿Cómo y por dónde empezar a conseguirla?

De momento, seguiré escribiendo sobre estos temas a modo de denuncia callada, sosegada, que pueda servir de reflexión para otras personas. Espero.

Día de piscina

No soy muy «de piscinas», pero volver a Madrid sabiendo que no tiene playa implica ciertos sacrificios… y si son como este, pues bienvenidos sean. La piscina municipal de Lago nos tuvo ayer contentos y entretenidos durante casi más de 5 horas por tan solo 5 euros. Y eso que el precio no me pareció baladí, teniendo en cuenta que es una piscina municipal, supuestamente dedicada a los menos favorecidos puesto que los más favorecidos viven en comunidades con comodidades.

La comida, una riquísima ensalada de pasta que hice en casa el día anterior. Completamente dominguero con toques de landismo (habría sido más propia una tortilla de patatas con pimiento).

El camino de vuelta lo hicimos, tras la aparición de unas nubes malhalagüeñas, caminando junto al lago que da nombre a la estación de metro, por el paseo del embarcadero, atravesando el costoso parque de Madrid-Río, bonito, si no se tiene en cuenta la deuda asociada y si no se piensa en lo que se podría haber hecho con el dinero gastado en esa faraónica infraestructura.

El centro de la ciudad nos esperaba con casi cinco grados más de temperatura en los termómetros, una densidad de población creciente tras el periodo vacacional y una película a precio de día de espectador. Vimos la amable cinta titulada Belle, sobre el precio de un ser humano en una sociedad cuantitativa, clasista más que racista que bien podría recordar a las elecciones en las que Obama resultó vencedor.

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Hoy mi sobrino se gradúa

Ha terminado su bachillerato y va a graduarse, pasando a ser «el graduado«, sin bromas cinematográficas dignas de mención.

Ayer le llamé y le felicité por ello y lamento no poder estar en su simbólico paso a una edad diferente.

A él parece darle lo mismo, ya que se ha graduado otras muchas veces, terminando primaria, luego secundaria y ha acudido a diversas fiestas de graduación previamente. El caso es que ni le parece importante ni le aporta mucho… y su PAU (Prueba de Acceso a la Universidad) no ha sido más que un trámite que ha superado con éxito para pasar a formarse en alguna universidad de cara a abonar su futuro profesional. (Aunque una verdadera Universidad debería olvidar esa misión laboral)

Hablando hace unos días con un amigo de Tango, alumno de Carmen, cuya hija está causando sensación con su maravillosa forma de bailar y su extrovertido carácter, estuvimos discutiendo sobre la falta de una ceremonia de tránsito a la edad adulta y la inexistencia de un criterio objetivo de cuándo un adolescente pasa a ser adulto.

Adoro a los adolescentes y ese periodo de tránsito en el que las fronteras absurdas entre la niñez y la adultez van desdibujándose día a día. Me gusta la energía que tienen muchos adolescentes y su ingenua voluntad de cambiar la vida que les espera (o que no les espera).

No tengo claro cuándo dejó de existir en la sociedad (cultura occidental) esta necesidad de realizar algún acto que categorizara al individuo como adulto. Supongo que tiene que ver con la revolución industrial y el trabajo que llevaron a cabo niños claramente no adultos, amén de la incorporación de la mujer al ámbito laboral, lo que creaba una absurda división de ritos de iniciación: ¿los hombres eran guerreros y las mujeres madres?

Según mi posición, siempre un tanto demasiado racional, me sirve el acuerdo social que establece el estado organismo más o menos representante de la sociedad que lo habita. Así que me sirven los números (Niño < 14; Adolescente < 18; Adulto > 18), aunque no dejo de reconocer que son entidades carentes de significado concreto.

Es decir, adolescentes de 15 años pueden tener más «madurez» que muchas personas de 40 años, por no decir de 18. ¿Por qué esta barrera numérica y no otra? ¿Por qué homogénea para todos?

Bueno, en realidad, hay varios mojones anuales significativos:

  • 14 años: se pasa a tener ciertas responsabilidades, antes, era la época en la que estaba permitido dejar de estudiar, no siendo la educación obligatoria más que hasta esta edad.
  • 16 años: en muchos países (siempre de nuestra cultura occidental) se permite conducir. En España a esta edad (hasta hace poco) se permitía abortar sin exigencia de consentimiento paterno (creo). Ahora es la edad hasta la que el estado obliga la escolarización y no se puede empezar a trabajar hasta esta misma cifra. Haciendo (con algo de lógica) que coincidan estas dos edades: la de enseñanza obligatoria y la de incorporación al mercado laboral.
  • 18 años: en España, y la mayoría de los países de nuestro entorno, es la edad en la que se puede votar. Y la edad en la que se tienen plenos derechos y obligaciones como ciudadano adulto. Se puede beber alcohol, conducir, etc… procurando no mezclar las distintas actividades que puedan no ser legítima o legalmente compatibles.

Y poco más. Es decir, desde los 18 (coincidente con ese momento tan especial que puede ser «la graduación») no hay otro mojón de semejante trascendencia hasta los 65 o 67 años. En Estados Unidos, creo, hay una fecha más que es aquella a partir de la cual una persona puede presentarse a candidato para Presidente (35 años). En algunos países, se mantienen los 21 años (antigua cifra de cambio de estado) para algunas pequeñas cosas.

Yo sigo sosteniendo que es útil, si no necesario, un convenio, sabiendo de su arbitrariedad, que mantenga claras las diferentes categorías, pues están asociadas a unos derechos y obligaciones y unos tratamientos por parte de individuos de otras categorías que han de atenerse a ese criterio.

Por ejemplo: ¿Qué ocurre con las relaciones sexuales entre individuos de la categoría adulta con individuos de la categoría niño/adolescente? Hay una clara situación de desventaja pues los derechos y deberes de ambos hace que la relación no pueda ser simétrica.

Hay muchos más ejemplos imaginables. Siempre me ha gustado el de los trabajadores que no tienen derecho a elegir a los representantes que modifiquen la ley de los trabajadores, es decir, aquellos entre los 16 y los 18. Son seres injustamente tratados por un sistema que intenta, con números enteros y finitos, hacer divisiones un poco más continuas que discretas. Un ascenso escalonado, pero cuánticamente escalonado.

Ya sabemos que los mayores de 18 tampoco es que tengamos tantas opciones reales… pero si la opción, digamos, de jure.

Eso sí, habrá casos que no entren bien en esta, arbitraria, repito, división cronológica de las personas, pero a falta de una ceremonia que, mostrando las habilidades correspondientes, facilite el saber si un individuo es o no adulto (binariamente) prefiero tener una cifra establecida por un acuerdo consensuado que emane, de alguna manera, de ese pacto social que fija la existencia del estado moderno.

Sin la obligatoriedad de la enseñanza hasta los 18 (lo que me parecería fantástico, cambiando también el modelo de enseñanza para que esa obligatoriedad no supusiese un deterioro de la calidad de la misma para poder mantenerla hasta esos años), la ceremonia de graduación no puede convertirse en ese punto crítico, punto de inflexión y ha de dejarse vacío hasta el día del cumpleaños. Así que entiendo que, para mi querido sobrino, que aún tiene casi seis meses de 17 años, el día de su graduación no signifique nada especial.

Esto no es una broma