Towi, alias Frankenstein

Parece mentira, pero la obsolescencia programada no parece ser tan certera como afirman quienes dicen que los PC duran 5 años o las impresoras 2.

Towi es el nombre en clave (hostname) de nuestro querido ordenador de torre que usa Carmen todos los días como equipo de trabajo, completamente funcional.

Este fin de semana pasado hemos empezado a dar por perdidos algunos equipos que no dejan de funcionar, a pesar de que las necesidades de este «mundo moderno», de redes sociales, teléfonos inteligentes y esas cosas, nos hagan sentir que las velocidades de los mismos no son admisibles o son indicio de fallo, cuando sencillamente no queremos quedarnos en la fila de los «pobretones» que navegan despacio.

Esta placa de hace ya más de 10 años sigue funcionando sin problemas. Es un Pentium (de antes de la época de la serie i-3,5,7), con un sólo núcleo, con 4Gb de RAM ocupando las dos ranuritas como se ve en la imagen, en sendas tarjetas de 2Gb.

El disco duro que traía montado tenía 640Gb (sigue teniéndolos) y poco a poco se le fueron añadiendo amigos dentro, como un SSD de 120Gb en el que instalar el sistema operativo Linux (UbuntuStudio) que ha permitido seguir funcionando con mayor rapidez de la que sería posible con el Windows 7 preinstalado en el HD convencional. Por si eso fuera poco, un disco duro muy muy viejo (IDE, de hecho PATA) que no tiene las conexiones apropiadas fue adaptado (adoptado), mediante un «chismito» que permite conectar 2 discos IDE y/o uno SATA a una conexión USB. Por supuesto, los discos necesitan alimentación directa, pues el aparatejo tan sólo se limita a transferencia de datos, que no es poco. (También había probado previamente una adaptación mediante otro dispositivo de IDE a SATA, pero no funcionó bien).

Ese disco duro IDE de 3,5″, que se ve «colgando» en la fotografía anterior, estaba en una carcasa interna que dejó de funcionar, tiene 300Gb y le denominamos LACIE que era el nombre de fábrica de ese primer disco externo que compramos, hará más de 15 años.

Para poder usar la conexión USB del adaptador, adquirí por un módico precio una tarjeta PCI que proporcionaba 4 enchufes USB fuera de la caja y uno hacia el interior de la misma, que es el que se ve en la imagen siguiente:

Esta es la caja de la tarjeta en cuesión:

Algo después, adquirimos un par de nuevas tarjetas PCI-E para aumentar el número de puertos USB (en este caso 3.0) tanto por la parte trasera de la torre como por la parte frontal, a medida que Carmen necesitaba más espacio de almacenamiento, pero la verdad es que ha llegado el momento de pasar a otro equipo, pues este pequeño Frankenstein que ha llegado a tener (internamente) su Intel NH-8280-1GB, 4Gb RAM, SSD 120Gb, HDD 640Gb SATA, HDD 300Gb IDE/USB, 4+5 USB 2.0 traseros, 2 USB 2.0 delanteros, 6 USB 3.0 vía PCI-e.

A punto estuve de conectarle un cuarto disco SATA de 500 Gb de un HP Pavillion que me salió muy malo y que ha terminado por romperse a los 12 años de su compra… (quizá no tan malo, después de todo), pero era bastante engorroso seguir haciendo ampliaciones mediocres para un PC saturado.

Ha llegado el momento de comprar un nuevo equipo, que empezará siendo directamente de segunda mano, para poder sumarle el SSD de 120Gb, quizá también el HDD 640Gb SATA y, por supuesto, las tarjetas PCI-e para extender el número de puertos USB 3.0, desnudando a un santo para vestir a otro, pero es que a veces hay que dejar morir a los santos ancianos.

Y no creo que lo haga del todo pues usaré cualquier cosita para poder arrancar el equipo y que siga sirviendo con sus 4Gb de RAM como un veterano de guerra.

¿Obsolescencia programada o consumismo irresponsable?

Reunión de Clave 53

El miércoles, Carmen y yo tuvimos una reunión (sí, somos pareja, sí). Una reunión en un lugar separado de nuestro domicilio (ahora que tal cosa es viable), para tratar asuntos relacionados con nuestras respectivas agendas y labores como Profesora de Tango Argentino (ella) y como coordinador de Talleres de Poesía y Escritura Creativa (yo). Compartimos la web de la Asociación Cultural Clave 53 (y la asociación en sí, no sólo la web, por si es preciso aclararlo) así que algunos cambios que han de realizarse en ella deben hacerse mediante nuestro consenso que no siempre ha resultado sencillo de alcanzar, como cuando ella hace años consideró que debíamos subir los precios a las actividades que realizábamos y yo sostenía que no era momento de hacerlo… hasta que acordamos algo intermedio (subirlo en las mensualidades manteniendo el precio en pagos trimestrales).

Mantener esas reuniones alejadas de nuestra casa (cama) hace que nuestra convivencia sea mucho más saludable, alegre, feliz… que cuando no lo hacíamos así, allá por los comienzos de la puesta en marcha de la Asociación Cultural Clave 53 en 2002.

Por aquel entonces discutíamos con frecuencia en casa sobre asuntos relacionados con la asociación, como organización de calendarios, coordinación de eventos, contactos con profesorado o pagos a proveedores. Así que tomamos la drástica y acertadísima medida de tener esas conversaciones en el espacio de trabajo (en aquel entonces situado en Campomanes, 8, Madrid), pero con el tiempo esa posibilidad fue más compleja, pues cerramos aquel espacio y tampoco teníamos tanta necesidad de reunirnos. En 2004, por ejemplo, lo hacíamos semanalmente. Así que fuimos derivando esas charlas a una periodicidad mensual y en una cafetería a la que llamamos, desde entonces, «la nuestra», situada en la Plaza de Santo Domingo, Madrid.

Por supuesto, por exagerado que parezca, antes de tener la reunión, llevamos por escrito los temas que vamos a tratar y nos convocamos mediante un calendario virtual compartido en Google. Solemos hablar de lo que nos preocupa, pero con intención de encontrar soluciones, no sólo consuelo, y es bastante eficaz, he de reconocer, por mucho que me sorprenda dado lo poco amigo que soy del trabajo en equipo.

En la mayoría de las ocasiones comenzamos con Carmen, pues su actividad es más compleja y tiene más factores que tratar que yo. Pasado un tiempo en el que ella ha ido apuntando lo que puede serle útil para el posterior desarrollo de su trabajo, nos ponemos con mis cosas, que, como decía, suelen ser pocas y más en continuidad con otros periodos, pues, salvo excepciones, soy muy organizado y previsor, así que suelo tener los talleres preparados con mucha anticipación y las clases particulares requieren poco o nada de trabajo (y cada vez menos, pues estoy dejándolas poco a poco languidecer como flores sin plantar).

Además de esta reunión periódica, tenemos un par de reuniones que podríamos llamar estratégicas o de gran alcance, en fechas singulares, tanto en agosto como en diciembre/enero, en periodos vacacionales, para saber si el camino por el que vamos en la vida (no sólo laboral) nos satisface y qué queremos cambiar y cómo. Una pregunta que nos solemos hacer en ese caso es: ¿Cómo te apetecería verte en 5 años?

Y en función de las respuestas que demos, planteamos si lo que estamos haciendo en el presente nos acerca a ese objetivo o no. Amén de indagar qué podemos hacer próximamente para conseguir acercarnos a ese horizonte que, lo sabemos, puede cambiar a medida que avanzamos.

De las reuniones periódicas, antes, guardábamos acta que nos permitía realizar un seguimiento de cumplimiento de tareas, de actividades pendientes, etc, así como ver en reuniones sucesivas si habíamos o no terminado de hacer lo que queríamos haber hecho. De las estratégicas, sin embargo, tan sólo tomamos algunas notas en cuadernos que, cuando menos lo esperas, hacen su aparición en otro periodo y te sirven para darte cuenta de si estás donde quieres estar (en la vida).

Y, poco a poco, seguimos amándonos y ayudándonos a construir una vida que nos encanta y nos ilusiona, pero que no siempre es la forma más sencilla de adaptarse a un mundo que presiona para tener vidas más, digamos, pragmáticas o aplicadas a la necesidad. Si es que no es necesidad el aprecio de la música (Tango) o la expresión poética. Nosotros, esa hipótesis, ni siquiera la mentamos porque carece de sentido.

Maldito Olivo

Aquí una explicación del porqué he pasado un mes de mayo tan espantoso este 2020 sin que tenga nada que ver con el coronavirus de moda. Fuente: polenes.com.

NIVEL DE ALERTA:

Baja: < 100 granos/metro cúbico

Media: 100 – 200 granos/metro cúbico

Alta: > 200 granos/metro cúbico

 

Pasando de 100 granos/m3, para un alérgico como yo es bastante molesto… así que el año pasado por estas fechas, sentí algo de picor, estornudos, etc, un par de días… pero ¡¡¡este año he superado la barrera de los 600 granos/m3!!!

2019
Olivo y Gramínea en Madrid 2019

2020Olivo y Gramínea en Madrid 2019

Evidentemente, odio el polen del olivo con todo mi alma (ánima, que se creía que reposaba en el pulmón), pues sí, algo de esto hay.

Casualidad o no, Ciudad Real batía records con más de 1600 granos/m3, cuando yo empiezo a sentir los efectos del polen de olivo en los 100 granos/m3 (es decir, unas 16 veces más de polen del que yo podría aguantar), lo que, en resumidas cuentas quiere decir que Le tengo alergia a Ciudad Real. No quiero ni pensar cómo habría pasado este año si hubiese visitado a la familia política…

Terraza en condiciones especiales

El miércoles de la semana pasada me atreví a salir después de casi 80 días sin hacerlo. Carmen estaba paseando en la franja horaria autorizada, entre las 6 y las 10 de la mañana. Yo no había salido más que un día (7 de mayo) para dar uno de esos autorizados paseos y aproveché para acercarme al estudio de Costanilla. A la salida nos encontramos con Jaime, quien había pasado unos días muy malos y resultó bastante duro no poder abrazarle. Por otro lado, mi excesivo análisis kafkiano de la imposibilidad de cumplir con unas normativas, que se quedan obsoletas según las van creando, en el corazón de una ciudad tan densamente poblada como es Madrid, hizo que pasase un rato más desagradable que esperanzador, así que volví a la reclusión absoluta, mientras Carmen más o menos 3 días por semana sale a darse un paseo y compra alguna cosa para comer.

A las 10:00 me encontraba más o menos bien de la alergia (ya me gustaría escribir estoy hoy también) y no me dolía nada… así que llamé al móvil de Carmen que casualmente lo llevaba encendido y lo oyó. Le propuse que a la vuelta se acercase a Mesoneros Romanos y viese si había sitio, justo al lado de nuestra casa, para desayunar en la terracita.

Me pergeñé con la mascarilla y algún papel de usar y tirar para abrir puertas, si era preciso, así como el monedero y la cartera, que estaban durmiendo una larga siesta de 80 días junto al termostato.

Bajé las escaleras sin tocar los pasamanos, abrí el portal con uno de aquellos papeles prescindibles, salí a la calle y caminé los 40 metros que me separaban de la mesa de la terraza cruzándome con un hombre ebrio y hostil, una parejita que venían en dirección contraria a la mía y llegué a donde Carmen estaba esperándome, en una mesita cuadrada, metálica, que no quise saber en qué grado estaba contaminada con virus, amén de intentar no tocarla para no contagiarla con mis posibles portes.

Se acercó el camarero tras su mascarilla protectora y sus guantes negros para preguntarnos qué queríamos desayunar. No tenían porras. Tuvo que ser una tostada de tomate y aceite, pero daba igual. El caso era estar fuera de casa.

Diferentes personas, diferentes actuaciones: algunas con mascarilla, otras sin ella, algunas paseando perros, otras yendo o viniendo… y una sensación extraña como de postapocalipsis me invadía. Tenía ganas de volver a casa, no estar ocupando una de las preciadas sillas durante más tiempo del preciso para desayunar, que para mí siempre es mucho más que el preciso para desayunar.

Nos hicimos esa foto para ilusionar a mi familia, pero a mí me resultaba desoladora.

No quiero salir así. No lo necesito tanto y me agobia pensar que estoy haciendo algo inapropiadamente o ver que hay gente a quien no le preocupa o, sencillamente, viven más relajadamente un estado que yo vivo como Kafka en El Castillo.

Así que he decidido escaparme de la novela y pasarme a ser un pixel, como tantas otras veces en mi pasado. Se me da bien hacerlo.

Me despierto a las 3:33

Me despierto a las 3:33 de la madrugada
o de la noche
noche cerrada
y sé que no son las 3:33 exactamente
y seguro que no lo son en ningún sitio
y menos aún con rigor astronómico
pues mientras pienso en escribir ese número
el tiempo transcurre y deja atrás el 3.

Me despierto a las 3:33
pez fuera del agua
branquias rotas
escamas en las niñas de los ojos.

Me despierto a las 3:33
y quiero dormir
y quiero olvidar
y quiero hundirme en la calidez de la cama
y quiero dejar de querer para relajarme
y quiero y quiero y quiero…

Me despierto a las 3:33
pero ya son las 4:44
no he podido cerrar los ojos ni un instante
no he podido dejar de recordar
no he podido apartar la mente de las tareas del día.

Son las 4:44
de la noche
o de la madrugada
y siento cansancio pero no sé de qué
y siento nervios pero no sé por qué
y siento enfado pero no sé para qué
y siento miedo pero no sé ante qué.

Son las 5:55
de la madrugada
que madruga
y me levanta de la cama
y me levanta de la noche
y me levanta de la calma
y me levanta de la triste aberración de un verso inapropiado exasperantemente largo.

Son las 6:66
de una mañana poco soleada
donde látigos de pistilos de Jaen
han decidido restallar contra los alvéolos de mi ánimo
han decidido confabular con mi amor por la temperatura del hogar
han decidido ralentizar mi nebulosa hasta detener su capacidad divisora
han decidido atarme de pies y manos a una molestia intrascendente de la que apenas queda el patético consuelo de quejarse.

Son las 6:66
y ya no aguanto un minuto más en la cama
y ya he leído sobre la fusión nuclear
y ya he leído sobre la guerra hispano-sudamericana de 1865
y ya he leído sobre jquery o la implementación de un menú HTML5 CSS3
y ya he leído sobre mí mismo para saber cómo me particiono en una única web.

Son las 7:77
y Carmen también abre un ojo a mi lado
y estoy tan nervioso que lo primero que hago es advertirle
de que hoy mantenga la distancia de seguridad
o se coloque una mascarilla emocional
para soportar insoportables exabruptos.

Son las 8:88
y desayunamos juntos
un té negro con canela y cardamomo con un chorreoncito de leche entera
un café colombiano preparado en cafetera italiana sobre gas procedente de Argelia
unas tostadas (en concreto 5)
2 de tomate y aceite y sal
3 de mantequilla y mermelada casera congelada.

Son las 9:99…

el fin parece estar cerca.

Amapolas en el Cráter

Desde la semana pasada, Clave 53 tiene una «emisora de radio 2.0», lo que comúnmente se denomina «podcast». Estamos emocionados con la propuesta y aquí incluyo el primer episodio de los que se irán realizando a raíz de uno diario y programando su emisión para que duren bastante tiempo, pero imagino que va a ser algo que me va a llevar mucho tiempo durante muchos años.

La idea partió de un verso de un alumno de los talleres y surgió en este periodo de confinamiento debido al coronavirus.

Todos los demás episodios pueden verse en Amapolas en el Cráter.

Blackout Felicitación

Por el cumpleaños de Carmen, mis padres tuvieron el detalle de enviarnos un desayuno sorpresa con una variedad de delicatesen como este jamón ibérico para tostadas, acompañado de un bote de tomate triturado con ajo y aceite.

Les quise bromear con esta extracción de texto a modo de «blackout poetry», como en algunos de mis poemas visuales menos originales…

Por «Nuestros cerdos», yo quise entender que se referían a mi hermana y a mí, y por «la mejor», a Carmen, la maravillosa en su punto óptimo de maduración, para mi disfrute…

La Bola de Cristal fue irrepetible

No se sabe por qué hay programas de televisión que han marcado una generación entera, aunque puede que fuese por el hecho de que sólo había una cadena nacional. Sí, puede que fuese por eso. Por otro lado, no todos los programas que se emitieron entonces en esa única cadena nacional han marcado tanto como otros. En concreto, no conozco a nadie (de mi entorno) que no considere una joya la maravillosa Bola de Cristal, con sus Electroduendes, su Bruja Avería, sus llamamientos explícitos a dejar de ver la tele para no acabar convertido en un becerro, ni su aperturismo que llevó a ser prohibida (prácticamente) tras permitir canciones del punk más radical de aquella época. Hablamos de una época que acababa de vivir un golpe de estado (Tejero, 23F del 81) que reclamaba volver a los tiempos de Franco.

Y ahí, agazapada, galopaba la siguiente amenaza de la libertad, llamada consumismo, que nos hizo no caer en el comunismo, según algunos y que nos arrastró a la esfera del neoliberalismo que imperaba en la era Reagan-Thatcher.

Pero los guionistas de aquellos electroduendes eran verdaderos adelantados a su tiempo que vieron lo que se avecinaba y hacían decir a la antagonista Bruja Avería «¡Viva el mal, Viva el capital!» en cada episodio, amén de reírse del absurdo de practicar deportes en gimnasios, o vestir a la moda, más preocupados por la apariencia que por el contenido.

Llamaban a voces a leer, a desarrollar la creatividad, la imaginación, a desabrocharse la mente, a usar el paracaídas del cerebro que sólo sirve si está abierto.

Programa emitido en TVE entre 1984 y 1988, dirigido por Lolo Rico, si algo caracterizaba a La bola y la convirtió en un espacio único fueron las grandes dosis de imaginación y la libertad creativa. Siempre pendiente de las últimas tendencias, era lógico que se empapara de la estética y la cultura que marcó los 80: la movida madrileña, La Bola se convirtió en el mejor escaparate para este movimiento musical logró popularizarla y la acercó a todos los que no podían acceder fácilmente a ella por no vivir cerca de Madrid. Personajes hasta entonces nunca vistos como el Hada Truca (Alaska), El Cuarto Hombre (Javier Gurruchaga), el Librovisor (con Pablo Carbonell y Pedro Reyes) y, como no, los Electroduendes marcaron un antes y un después dentro de los programas infantiles. La Bruja Avería, Maese Sonoro, el Hada Vídeo y Maese Cámara hicieron reír y abrir sus mentes a una nueva visión de la actualidad a miles y miles de niños de la generación de los 80.

El sábado 18 de abril, descubrimos que RTVE (algo más modernizado que en aquellos tiempos) tiene todos los episodios que se grabaron de La Bola de Cristal disponibles en su plataforma RTVE A la carta, y Carmen estuvo disfrutando de uno de ellos en nuestra flamante televisor de pantalla casi plana, conectándonos con un dispositivo conocido como ChromeCast, que permitía manejar el programa desde el SmartPhone… y sin embargo, los guiones de entonces no parecían en absoluto obsoletos.

Algo abochornado

El otro día, mi alumno de talleres y querido amigo Ernesto Pentón me dedicaba en su blog una entrada que me abochornó parcialmente, y la incluyo íntegra en este pequeño espacio propio:

Foto de GiuppeEste es Giusseppe, un tío genial que me ha enseñado un sinfín de cosas y me ha mostrado la libertad de la poesía.

Pero sobre todo me ha enseñado la belleza de su alma que siempre está disponible para la belleza.

Más allá de ser mi profe del Taller de Escritura Creativa y de haber prologado varios de mis libros es mi amigo y un ser humano con una calidez especial.

Amamos a la gente por todo tipo de razones, todas ellas pueden resumirse en una sola palabra: humanidad. Gracias a la vida por permitirme ser amigo de un gran ser humano.

E.

Hace tiempo que renuncié a ser el mejor en casi todo: el mejor científico, el mejor matemático, el mejor filósofo, el mejor filólogo, el mejor poeta, el mejor artista… pero no he renunciado a ser el mejor yo posible. Sigo intentándolo y sé que no es algo terminado, pues mi tendencia (digamos natural) es a no ser tan estupendo y maravilloso como me pinta mi querido Ernesto.

Soy de natural frío y poco empático, casi diría que con ciertas tendencias psicopáticas o incluso sociopágicas. Bastante neurótico y algo esquizofrénico… rencoroso y con una sangre fría que me asusta en ocasiones como cuando me da por pensar lo que haría ante un vecino molesto.

La empatía la construyo desde la razón y me acerco a una empatía que raya en una tolerancia intolerable, como cuando soy capaz de suponer que el pobre presidente de los EEUU quizá tiene algún problema físico que le hace comportarse como cuando la irritación de mis hemorroides me altera el ánimo y el humor, o cuando defiendo la persona de Esperanza Aguirre aunque aborrezca sus políticas.

La calidez la he ido aprendiendo gracias a rodearme de gente cálida que me contagia esa forma de sentir sin pensarlo todo, como mi maravillosa Carmen de quien no paro de aprender a abrazar con una generosidad que jamás soñaré con tener, o mis amistades varias (largo enumerar, Silvie, María, Aída, Jose, Xabi…) de quienes continuar adquiriendo la habilidad de relacionarme con personas que valoran a la persona por sí misma (ese algo indefinible) y no por sus cualidades.

Siento y sé que es algo «artificial» o racional mi construcción como «buena persona», pero no por ello me parece menos cierta, no intento decir que sea una mala persona disimulando, sino que intento ser la mejor versión posible de mí mismo, aunque me cueste no poder ser el mejor de otras cosas, porque a veces es así.

Cuando conocí a mi amiga Sylvie, allá en el lejano 1996, ella me hizo darme cuenta de lo importante de ser una buena persona por encima de consideraciones más, digamos, intelectuales. Y descubrí lo mucho que me quedaba por hacer en ese camino. Y me puse a ello. Y sigo en ello.

Por eso quizá quise poner en mi tarjeta de visita ese jueguito de:
Giusseppe Domínguez
Poeta, Performer, Persona.

Quiero ser la mejor Persona posible. Es mi gran performance en este mundo en el que quiero construir un poema llamado Giusseppe Domínguez que no se distinga en absoluto de la vida que vivo.

Agradezco que haya personas como Ernesto, con una bondad mucho más natural de la que yo pueda tener jamás, que me agradezca el trabajo realizado en esta dirección.

Purrusalda

Una de las recetas más simples que he hecho en estos días vino ocasionada por una conversación de Carmen con unas amigas de Tango. Una de ellas dijo que tenía para comer purrusalda o porrusalda. Yo me lancé a investigar y darme cuenta de que era una receta sencilla y que los pocos ingredientes que lleva los teníamos en casa y había que usarlos, que luego no sé qué hacer con el puerro (aunque esto sea mentira, sí que suele ser una verdura que me cuesta gastar).

Mi primera cuestión es si no debería llamarse puerrusalda, aunque puede que su etimología tire por estos lares.

Encuentro en una página algo al respecto:

La porrusalda proviene del recetario del norte de España, en concreto del País Vasco y Navarra. El origen del nombre de este plato proviene del euskera porru o purru (puerro en castellano) y salda, palabra vasca para caldo.

La preparación no puede ser más simple. En tres pasos, cortar, sofreír, cocer, se tiene el preciado guiso de verduras.

Ingredientes:

  • Aceite de oliva virgen extra. AOVE.
  • Sal (o una pastilla de caldo, que es lo que yo usé)
  • 2 puerros grandecitos
  • 4 patatas medianas
  • 1 o 2 zanahorias
  • una hoja de laurel

Preparación:

  1. Pelar y limpiar puerros, zanahorias y patatas.
  2. Cortar el puerro en trozos de unos 4 centímetros cúbicos.
  3. Sobre una sartén profunda (apta para sofritos), verter un chorreón de AOVE (yo añadí un diente de ajo en 4 trozos) y cuando esté templado echar los trozos de puerro. Esconder entre las masas una hoja grande de laurel.
  4. Cuando el puerro comience a estar blandito, que comience a cambiar de color, cortar las zanahorias y dejarlas sobre el mismo con la sartén cerrada, para que se cuezan ligeramente al vapor.
  5. Remover cuando las zanahorias cambien un poco de textura y chascar las patatas en trozos similares de tamaño a los del puerro.
  6. Esperar a que las patatas se reblandezca un poquito y cubrir las verduras con agua (idealmente caldo de pollo casero, pero yo utilicé una pastilla de caldo disuelta en medio litro de agua).
  7. Cocer durante una hora aproximadamente, asegurándose de que no se quede sin agua el guiso.

Y este debería de ser el resultado:

Esto no es una broma