Todos los políticos son iguales

Cada vez que oigo la expresión «Todos los políticos son iguales» o «son todos unos ladrones» o similares expresiones de disgusto con la clase política (me pasaba lo mismo con «la casta»), me da por pensar que esa persona no cree en la democracia, al menos no en la representativa. Y muy probablemente tampoco en la democracia directa.

Y no quiero argüir que la alternativa ya la vivimos durante 40 años en este país, pero me dan ganas de bloquear a quien publica estas cosas en una red social y va enervando las mentes de quienes sí que creemos que la política juega un papel relevante en nuestra calidad de vida hasta el punto de ir haciendo una mella, una grieta, por la que se colarán aires putrefactos de ideología (sí, política al fin y al cabo) abiertamente fascista que realice lo que esta imagen parece proponer.

Un tal Tejero (entre otros), allá por febrero de 1981, ya estuvo a punto de hacer lo que propone como «solución». Algo así como una solución final. Y, al menos a mí, no me gustó.

¿Qué es un genocidio?

Estupendo vídeo para templar los ánimos y extender, casi por completo, la palabra genocidio a cualquier guerra.

Sigo desde hace unos meses el canal de Youtube de Raquel de la Morena, más como un canal de audio que de vídeo, todo sea dicho, especialmente útil en estos tiempos en los que paso haciendo ejercicios de rehabilitación de mi hombro izquierdo en casa y siento que estoy «perdiendo el tiempo» sin aprender nada nuevo y sin «crear»/»croar».

Ayer vi este episodio sobre las 10 fases en las que evoluciona un genocidio con la invitación (que hace la autora) a reflexionar sobre los actualmente denominados así, ya sean los «obvios» como los menos evidentes.

He de reconocer que, finalmente, casi cualquier episodio llamado «guerra» (y algunos que no) contiene prácticamente todas las fases comentadas, con lo que el término puede acabar resultando algo superfluo por sinónimo que no aporte nada diferente, salvo la condena «internacional» de una comunidad que se arrogó el derecho a definir el crimen de genocidio en a mitad del siglo XX, cuando prácticamente toda África y gran parte de Asia eran todavía súbditos de las metrópolis que así lo definieron.

Soy un fan(ático) de la Declaración Universal de Derechos Humanos, pero procuro no perder de vista el hecho de que se escribió en 1948 desde una «cultura» y una «ética» que distaban mucho de ser Universales.

La vacuidad de las resoluciones de las Naciones Unidas que siguen imponiendo un concepto de mundo en el que hay países de primera y países de segunda, ya sea a través del Consejo de Seguridad de la ONU o, más allá incluso, aquellos que tienen, con su veto, la posibilidad de convertir cualquiera de las resoluciones en papel mojado.

Constitución española, Título II

¿Cómo puede a alguien extrañarle que haya quien decida ausentarse de una ceremonia como la jura de bandera de la tal leonor teniendo en cuenta que nuestra Constitución es tan aberrante como se puede leer?

En realidad, que exista una monarquía (es decir, seres que por su ADN sean privilegiados) me parece tan loco que no sé ni por qué merece la pena que añada una entrada en mi diario sobre este tema, salvo por el hecho de que siempre está bien recordar que la Carta Magna es un papel que puede y DEBE ser tocado de cuando en cuando para actualizarlo. No sólo para aplicar reformas económicas como la del 2011 concerniente al Artículo 135. Sin embargo, parece imposible hacer unas modificaciones de lenguaje que permitan a una Reina reinar sin ser mera consorte o ser igualmente elegible que el «varón».

¿No podría quedar ese párrafo de la siguiente manera:
La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer (¡Toma ya igualdad de género!), y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos.?

El artículo completo a fecha de 2023 por si alguien tiene curiosidad:

TÍTULO II. De la Corona

Artículo 56

1. El Rey (nunca la Reina) es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes.

2. Su título es el de Rey de España y podrá utilizar los demás que correspondan a la Corona.

3. La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. Sus actos estarán siempre refrendados en la forma establecida en el artículo 64, careciendo de validez sin dicho refrendo, salvo lo dispuesto en el artículo 65.2.

Artículo 57

1. La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo (¿legítimo algo?) heredero de la dinastía histórica. La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer (¡Toma ya igualdad de género!), y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos.

2. El Príncipe (nunca princesa) heredero, desde su nacimiento o desde que se produzca el hecho que origine el llamamiento, tendrá la dignidad de Príncipe de Asturias y los demás títulos vinculados tradicionalmente al sucesor de la Corona de España.

3. Extinguidas todas las líneas llamadas en Derecho, las Cortes Generales proveerán a la sucesión en la Corona en la forma que más convenga a los intereses de España.

4. Aquellas personas que teniendo derecho a la sucesión en el trono contrajeran matrimonio contra la expresa prohibición del Rey y de las Cortes Generales, quedarán excluidas en la sucesión a la Corona por sí y sus descendientes.

5. Las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una ley orgánica.

Artículo 58

La Reina consorte o el consorte de la Reina no podrán asumir funciones constitucionales, salvo lo dispuesto para la Regencia.

Artículo 59

1. Cuando el Rey fuere menor de edad, el padre o la madre del Rey y, en su defecto, el pariente mayor de edad más próximo a suceder en la Corona, según el orden establecido en la Constitución, entrará a ejercer inmediatamente la Regencia y la ejercerá durante el tiempo de la minoría de edad del Rey.

2. Si el Rey se inhabilitare para el ejercicio de su autoridad y la imposibilidad fuere reconocida por las Cortes Generales, entrará a ejercer inmediatamente la Regencia el Príncipe heredero de la Corona, si fuere mayor de edad. Si no lo fuere, se procederá de la manera prevista en el apartado anterior, hasta que el Príncipe heredero alcance la mayoría de edad.

3. Si no hubiere ninguna persona a quien corresponda la Regencia, ésta será nombrada por las Cortes Generales, y se compondrá de una, tres o cinco personas.

4. Para ejercer la Regencia es preciso ser español y mayor de edad.

5. La Regencia se ejercerá por mandato constitucional y siempre en nombre del Rey.

Artículo 60

1. Será tutor del Rey menor la persona que en su testamento hubiese nombrado el Rey difunto, siempre que sea mayor de edad y español de nacimiento; si no lo hubiese nombrado, será tutor el padre o la madre, mientras permanezcan viudos. En su defecto, lo nombrarán las Cortes Generales, pero no podrán acumularse los cargos de Regente y de tutor sino en el padre, madre o ascendientes directos del Rey.

2. El ejercicio de la tutela es también incompatible con el de todo cargo o representación política.

Artículo 61

1. El Rey, al ser proclamado ante las Cortes Generales, prestará juramento de desempeñar fielmente sus funciones, guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes y respetar los derechos de los ciudadanos y de las Comunidades Autónomas.

2. El Príncipe heredero, al alcanzar la mayoría de edad, y el Regente o Regentes al hacerse cargo de sus funciones, prestarán el mismo juramento, así como el de fidelidad al Rey.

Artículo 62

Corresponde al Rey:

a) Sancionar y promulgar las leyes.

b) Convocar y disolver las Cortes Generales y convocar elecciones en los términos previstos en la Constitución.

c) Convocar a referéndum en los casos previstos en la Constitución.

d) Proponer el candidato a Presidente de Gobierno y, en su caso, nombrarlo, así como poner fin a sus funciones en los términos previstos en la Constitución.

e) Nombrar y separar a los miembros del Gobierno, a propuesta de su Presidente.

f) Expedir los decretos acordados en el Consejo de Ministros, conferir los empleos civiles y militares y conceder honores y distinciones con arreglo a las leyes.

g) Ser informado de los asuntos de Estado y presidir, a estos efectos, las sesiones del Consejo de Ministros, cuando lo estime oportuno, a petición del Presidente del Gobierno.

h) El mando supremo de las Fuerzas Armadas.

i) Ejercer el derecho de gracia con arreglo a la ley, que no podrá autorizar indultos generales.

j) El Alto Patronazgo de las Reales Academias.

Artículo 63

1. El Rey acredita a los embajadores y otros representantes diplomáticos. Los representantes extranjeros en España están acreditados ante él.

2. Al Rey corresponde manifestar el consentimiento del Estado para obligarse internacionalmente por medio de tratados, de conformidad con la Constitución y las leyes.

3. Al Rey corresponde, previa autorización de las Cortes Generales, declarar la guerra y hacer la paz.

Artículo 64

1. Los actos del Rey serán refrendados por el Presidente del Gobierno y, en su caso, por los Ministros competentes. La propuesta y el nombramiento del Presidente del Gobierno, y la disolución prevista en el artículo 99, serán refrendados por el Presidente del Congreso.

2. De los actos del Rey serán responsables las personas que los refrenden.

Artículo 65

1. El Rey recibe de los Presupuestos del Estado una cantidad global para el sostenimiento de su Familia y Casa, y distribuye libremente la misma.

2. El Rey nombra y releva libremente a los miembros civiles y militares de su Casa.

Puede cambiarse, pero hace falta voluntad

Constitución Española, versión del 2011

Desde el 1978, se ha cambiado 3 veces. La última fue, entre otras cosas, derivada de una crisis económica, pero otras crisis no generan voluntad de cambio. La economía es la fuerza arrolladora con la que la humanidad parece moverse.

Pero sólo parece.

Hoy es una de esas fechas que celebro como festiva, aunque esta constitución no sea la mejor posible, ni se esté aplicando en todos los casos en los que yo considero (con mis escasos conocimientos) que debería aplicarse: me refiero al artículo 6, por ejemplo, a lo democrático que resulta la gestión de según cuales partidos políticos, o al artículo 14, que provoca risas, o al 16.3, que niega lo que dice el 16.3, o al 22.2 (esas financiaciones…) y otros tantos que ya no quiero seguir.

Artículo 14
Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

Para qué hablar del artículo 57.1 (¿Cómo casa esto con el 14?)

Artículo 57
1. La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos.

Después de esto, ya no leo más.

Asumo que es una novela de ciencia ficción y hoy tengo otras cosas que hacer.

Yo, en mi santa inocencia, imagino un rey transexual y no puedo pensar en cuál de los dos artículos vulneraría…

¿Dónde están ahora las manifestaciones?

No entiendo.
No puedo.
No puedo entender dónde están ahora quienes se manifestaron en contra de Madrid Central cuando fue aprobado por Manuela Carmena.
No puedo entender dónde están ahora quienes apoyaban Madrid Central.
No puedo entender a quien votó contra el actual consistorio por su desacuerdo con Madrid Central.
No puedo entender nada salvo que afirme que hay personas tontas.
No puedo afirmar que hay personas tontas y seguir creyendo en la democracia como una forma de gobierno que le dé igual valor al voto de personas tontas y de personas no tontas.
No puedo afirmar que yo no sea tonto.
No entiendo.
No puedo.

O sí entiendo.
Y entonces…

Yo abolicionista

Hace años defendía la postura contraria (aunque en el fondo no acabo de ver que sean «contrarias» sino posiblemente complementarias) diciendo que no existía trabajo indigno y que las trabajadoras del sexo tenían que tener los mismos derechos…

Pero hoy no creo lo mismo.

No que esas personas no tengan que tener los mismos derechos, sino que el «trabajo» sexual o prostitución no es en realidad un trabajo sino una forma de esclavitud más o menos laxa.

A pesar de vivir en la calle tradicionalmente denominada «de las putas» de Madrid, la calle Ballesta, no conozco en detalle (de manera personal) el mundo de la prostitución, más allá de observar que van y vienen (las traen y las llevan, más bien), cambiando de cuando en cuando como los objetos que son (tratadas), salvo casos puntuales de mujeres muy mayores que, probablemente, ejercen libres de la presencia de proxenetas que las s-exploten.

Algunas de las cuales, por cierto, han causado baja permanente sin posiblemente derecho a una jubilación mínimamente digna, como La Pili o una mujer muy agradable con quien solía coincidir comprando en la frutería.

Que no sea considerado un trabajo las priva de ciertos derechos, pero la base del problema es que han sido privadas de derecho. Así que, con el tiempo, he comprendido que este es el verdadero problema a erradicar.

De hecho, leyendo entrevistas o pseudo-debates entre expertas feministas sobre si abolición o despenalización, conducido sin que realmente debatan, sino que ambas den sus opiniones sin respuesta de parte de la otra persona, me encuentro claramente del lado de la persona que defiende el abolicionismo, como hacía (y sigue haciendo) mi amiga Mariel quien acabó por realizar un documental sobre el tema titulado Yo, abolicionista que incluyo al final del presente testimonio.

Me llama la atención el perfil profesional de las personas entrevistadas y tiendo a pensar si no será esa la verdadera razón de la diferencia de opiniones:

La abolicionista, profesora en la Universidad Rey Juan Carlos y filósofa Ana de Miguel es autora de Neoliberalismo sexual, en el que desmonta la idea de que las mujeres eligen libremente ejercer la prostitución.

Encarna Bodelón, quien considera que la prostitución es un trabajo sexual y defiende que vaya acompañado de derechos laborales, es jurista y profesora de Filosofía del Derecho en la Universidad de Barcelona.

Es decir, filósofa vs jurista: ¿No será una explicación de por qué la segunda tiende a la regulación, creyendo en el derecho como herramienta de salvaguarda social, frente a la primera que exige que la ética rija la jurisprudencia?

Pero el argumento que ha usado Encarna Bodelón y que más me ha convencido de su error (ya sea por ingenuidad, por estupidez o por mala intención) es:

Más allá de las políticas públicas y más allá del derecho, el primer elemento es que todas las mujeres —y más las feministas— escuchemos a las compañeras que se prostituyen

¿De verdad esta mujer cree que sin coacción (de diversos tipos) esas personas que se prostituyen se dedicarían a ello? Y, si hay coacción, ¿de verdad lo que vayan a decir es relevante?

Pero, volviendo al primer párrafo, pueden darse ambas exigencias y no me parece irrazonable: abolición del proxenetismo, del consumo de la prostitución, no de su ejercicio y, por tanto, regulación de los derechos profesionales de quien la ejerza (mientras no encontremos una mejor manera de ser mejores personas).

Mi cumpleaños y la sociedad

A ver si lo entiendo:

En Madrid, en las pasadas elecciones, se acaba de decidir que los servicios públicos no son esenciales para la ciudadanía y poco a poco van a terminar de desmontarse.

La privatización ha llegado al nivel en el que más vale empezar a ahorrar para una operación de vesícula que pueda llegar a tener en un futuro. O exiliarse.

Las ayudas a amistades van a ser las sustituciones «imparciales» de los fondos de ayuda social que antes corresponderían a la Consejería de asuntos sociales, así que la gestión de las ayudas a refugiados, fruto de una descompensación de la explotación de la riqueza de la Tierra, o la ecología (que ya de antes se viene «individualizando la responsabilidad»), o, para colmo, el compromiso con los cumplimientos de los Derechos Humanos, recaen definitivamente en cada persona individual, no en el estado.

Y digo yo…

Así las cosas, ¿para qué hace falta el estado?

Pues que se encarguen de gestionar nuestros dineritos y su reparto las buenas empresas de Internet, como Facebook, por ejemplo, que sabe bien hacerlo democráticamente elegidas por una ciudadanía que ha decidido no mirar al futuro… o yo me pierdo algo, que puede ser.

¿libertad o socialismo?

Ha ganado esta falacia de confrontación como si ese «o» fuese una disyuntiva y no una conjuntiva (ambas podían ser ciertas y lo son si se comprende el significado tanto de socialismo como de, fundamentalmente, libertad).

Hoy vivo en una triste democracia que ha elegido aniquilarse.

Nada sorprendente, pues, como dice Carmen, no ha ganado la libertad, sino el individualismo. Y sí. Completamente cierto: esa era la verdadera forma de ese eslogan que ha arrasado en las últimas elecciones de la comunidad autónoma de Madrid, donde habito cada día más desencantado.

Individualismo o socialismo.

Y de eso se trata, de que la mayoría ha elegido individualismo (porque ha sido una sobrada mayoría sin excusas de «es que la izquierda no ha ido a votar«, «es que no está bien representada»…).

Un individualismo cortoplacista que piensa en obtener un rédito en reducción de impuestos (que luego, no obstante, no se produce) o en una «libertad» del haga usted lo que le dé la puta gana. Eso no es lo que entendemos por libertad quienes creemos en una libertad responsable de las medidas a largo plazo, que no desean tener que vivir en una sociedad estratificada socialmente, que implique más conflictividad, más enfrentamientos derivados del reparto injusto de la riqueza generada (por todas las partes que conforman la sociedad, no sólo por empresarios, ni sólo por trabajadores).

Un individualismo que dice «Si lo quiero, lo tengo».

Un individualismo que piensa «Ya me preocuparé del clima en otro momento»

Un individualismo que opta (cuando lo hace) por la caridad y no por la reforma estructural que no la haga precisa.

Un individualismo que quiere fiestas, diversión, entretenimiento y no cultura (porque a lo que se le llama cultura…).

Un individualismo que hace gala de incorrecto, de irreverente, de maleducado, que afirma que lo contrario es de progres afeminados… o similar, así, desvergüenza sin complejos.

Un individualismo que apuesta por las apuestas para saltar cuánticamente de clase.

Un individualismo que habla de una meritocracia que no puede suceder pues la intervención de la estructura formativa la hace imposible para quien no pueda pagársela. Muestra de ello son las formaciones basadas en másteres que tanto se estilan, las universidades privadas y cada día más orientadas a fabricar engranajes (Bologna mediante).

Un individualismo que opina que la empatía es ingenua, pero que no tiene reparos en defender «a los suyos» de la manera más tribal posible.

Un individualismo que somete a las mayorías de diferentes a la minoría de homogeneizadores como si apartarse de la norma fuese delictivo (y pronto…)

Un individualismo que considera innecesario tener un servicio asistencial que cubra a la totalidad de los individuos que conforman la colectividad, sino tan sólo a aquellos que puedan permitírselo, porque en realidad es un individualismo de mentira: No es la libertad del individuo la que se persigue, sino la libertad del consumidor. Si no tiene capacidad de consumir, no es ciudadano.

Hoy estoy triste y no merece la pena hablarlo mucho más. Sé lo que hay. Lo palpo en la calle. Lo vivo en mi portal. Lo veo en cada excursión.

Hoy la voz de la sociedad ha dicho: no quiero ser una sociedad, quiero ser un grupo de consumo, quiero ser la quintaesencia del capitalismo más despiadado, pero quiero ser rico… y a los demás que los folle un pez.

Hoy no me atrevo a expresar otra cosa que la que salga del diccionario, sin más añadidos, así que me he lanzado a este juego definicional oulipiano:

libertad o socialismo

Estado de quien no está preso o sistema de organización social y económica basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes.

Forma de organización política, dotada de poder soberano e independiente, que integra la población de un territorio de quien no está dominado por un sentimiento o conjunto de reglas o principios sobre una materia racionalmente enlazados entre sí de la disposición de los órganos de la vida relativa a las clases sociales económicamente menos favorecidas y moderada en gastar basada en la cosa que es objeto del dominio y el conjunto de los organismos destinados a la gestión y el funcionamiento de una parcela determinada de la vida social perteneciente o relativo a una agrupación de individuos o relativo al estado de los que están entre dos extremos de la suma de los productos del suelo o de la industria y la asignación del valor del producto entre los distintos factores de la producción de todo aquello que es apto para satisfacer, directa o indirectamente, una necesidad humana.

individualismo o socialismo

Tendencia a pensar y obrar con independencia de los demás, o sin sujetarse a normas generales
o
sistema de organización social y económica basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes.

Idea religiosa, económica, política, artística, etc., que se orienta a combinar ideas en la mente y ejecutar o practicar algo con condición de independiente del resto de las personas, o sin poner en una cosa algún objeto para que no se caiga por reglas que se deben seguir o a que se deben ajustar las conductas, tareas, actividades comunes a todos los individuos que constituyen un todo, o a muchos objetos, aunque sean de naturaleza diferente
o
conjunto de reglas o principios sobre una materia racionalmente enlazados entre sí de la disposición de los órganos de la vida relativa a las clases sociales económicamente menos favorecidas y moderada en gastar basada en la cosa que es objeto del dominio y el conjunto de los organismos destinados a la gestión y el funcionamiento de una parcela determinada de la vida social perteneciente o relativo a una agrupación de individuos o relativo al estado de los que están entre dos extremos de la suma de los productos del suelo o de la industria y la asignación del valor del producto entre los distintos factores de la producción de todo aquello que es apto para satisfacer, directa o indirectamente, una necesidad humana.

vs

libertad o socialismo

Estado de quien no está preso
o
sistema de organización social y económica basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes.

Forma de organización política, dotada de poder soberano e independiente, que integra la población de un territorio de quien no está dominado por un sentimiento
o
conjunto de reglas o principios sobre una materia racionalmente enlazados entre sí de la disposición de los órganos de la vida relativa a las clases sociales económicamente menos favorecidas y moderada en gastar basada en la cosa que es objeto del dominio y el conjunto de los organismos destinados a la gestión y el funcionamiento de una parcela determinada de la vida social perteneciente o relativo a una agrupación de individuos o relativo al estado de los que están entre dos extremos de la suma de los productos del suelo o de la industria y la asignación del valor del producto entre los distintos factores de la producción de todo aquello que es apto para satisfacer, directa o indirectamente, una necesidad humana.

Esto no es una broma