La mascarilla de la multa

No es una mascarilla que use.
Es la mascarilla de la multa:
La llevo en el bolsillo desde
hace más de 3 meses cuando la
consideré inadecuada para sus
funciones profilácticas y sin
entrar en debates sosos sobre
su posible utilidad sanitaria
reconozco como la única razón
para seguir portándola cierto
miedo a ser multado. Por ello
a pesar de ir cambiándome las
apropiadas mascarillas casi a
diario, no la descarto con la
diligencia que debería poseer
para no ir acarreando un saco
de virus muertos ni una bolsa
de bacterias fermentadas como
morboso ramillete de violetas
ácido ribonucleico azul lacio
con el desvaimiento de la luz
caduca en plástico envoltorio
durante los próximos 6 meses.
Descubrí con sorpresa absurda
que no soy el único portador,
ni soy la persona atemorizada
por policías omnipresentes en
cada balcón o en cada terraza
donde campa gran intolerancia
donde escasea amable empatía.
La tiraré, sí, la tiraré. Hoy
sólo quería escribir un texto
sobre una pequeña confidencia
de la que no me siento ni más
ni menos tonto que cualquiera
pero de la que me avergüenzo.

Supongamos un niño o una niña adimensional

Supongamos un niño o una niña adimensional (que ocupa menos espacio, obviamente, que su equivalente real) que ha de mantener una distancia de seguridad de radio 1,5 metros.

Eso supondría un área de aproximadamente pi por r al cuadrado cada niño/a. Comparando eso con el área de una clase promedio podemos saber si cabrían 20 alumnos en el espacio destinado para ellos/as (suponiendo ninguna pérdida de espacio entre niños/as, no entre niñas/os y paredes)

π×(1,5)2×20=141,371669411541 m2.

¿Cuál es el área promedio de un aula de instituto público de Madrid?

Mi web es una y es trina

A modo de taburete, la web en la que he estado trabajando desde primeros de marzo hasta ahora es una y es trina, sí, se trata de 3 patas que sustentan una especie de triunvirato que espero que no acabe tan mal como el famoso juliano.

La web Base

El esqueleto o lo que la aglutina es lo que llamo la base que está hecha casi «from scratch» en lo que se refiere al estilo, al aspecto, al comportamiento en diferentes dispositivos…

web base

El diario en WordPress.org

Sobre ella (o bajo ella, no sé) hay instalada una base de datos que gestiona, desde el 2011, mi diario, en el que escribo, como su nombre indica, casi diariamente, excepto en temporadas estivales o fiestas de guardar (el 1 de mayo o el 6 de diciembre).

De hecho, elegir el estilo del wordpress que la muestra me llevó gran parte del mes de marzo, hasta que di con una combinación de dos «themes» que me gustaban y de los que personalicé el definitivo, que pasó también a influir para unificar el estilo que usaría en las otras 2 patas de esta web trifásica.

web blog

La galería en Piwigo

Pero lo más sofisticado fue cuando decidí que no quería utilizar ninguna de las herramientas más habituales de gestión de álbumes de fotos o imágenes para almacenar el material visual que tenía (que había tenido previamente en picassa, luego en google-photos, o para el que había desarrollado o implementado «sliders» de javascript más o menos engorrosos).

Así que «inventé la rueda» instalando en mi hosting una aplicación llamada Piwigo (open source para más datos) que maneja y almacena las imágenes: la galería.

web galeria

Subirlas a ese espacio requerían, para no ser demasiado pesadas en término de tamaño de archivo, su procesamiento, reducción de resolución, renombrado para evitar caracteres especiales, minúsculas para homogeneizar, etc… que hice gracias a la programación, pues hablamos de más de 3000 imágenes.

Unificar estas tres componentes y que parezcan una sola web y no múltiples ha sido complejo, pero lo más difícil todavía fue revisar reordenar y modificar todo el trabajo que tenía más o menos mal documentado desde el 2008 (fecha de la última actualización importante de la web) hasta hoy.

12 años de trabajo que han sido fructíferos en términos de obra, de producción casi industrial, de proyectos complejos y largos… muchos de los cuales no habían visto la luz hasta hoy.

Ahora siento un alivio considerable y una extraña sensación de vacío, sigo teniendo material en curso, en lo que estoy trabajando que aún no está en esta web, pero ya sé dónde ponerlo cuando acabe.

En resumen:

  1. Marzo: Pruebas de personalización de temas de blog (con instalaciones en desarrollo sobre una raspberry, para no «romper» nada importante), así como elección de tipo de letra, colores…
  2. Abril: Ordenación de material visual, de documentación de acciones, revisión de trabajos pendientes de un final…
  3. Mayo: Creación de la base de datos Piwigo para almacenamiento de las imágenes. Elección y personalización del tema elegido. Por momentos, parece algo superfluo que se podría haber hecho agrupando esto con el Diario en WordPress.org, pero me resulta más fácil compartimentar.
  4. Junio: Creación de la web base. Generación de una plantilla dinámica, pero que no haga uso de javascript salvo en lo imprescindible sino que sea responsive y con animaciones pero exclusivamente basándome en estándares CSS3 y HTML5 (me encantan las etiquetas «semánticas»).

Han sido meses de confinamiento y agradezco (a mí mismo, supongo) haber tenido el tiempo para poder afrontar algo como esto que muchas de las veces, mientras lo estaba haciendo dudaba que tuviese el más mínimo sentido en esta época de red social y publicación en plantilla.

Espero que me dure el trabajo principal, si no una docena de años como la anterior web, por lo menos más de 5 años.

Hoy vuelvo a la normalidad

Nunca he estado en la normalidad
así que no sé a dónde volver.

Vuelvo a trabajar en el estudio
por las mañanas
en un trabajo que no suele estar remunerado
lo que no suele ser muy normal.

Vuelvo a deleitarme con estar entre
cuatro paredes
después de deleitarme con estar
entre cuatro paredes
durante más de 3 meses
lo que no suele ser muy normal.

Vuelvo a escribir en un blog
que no pretendo que tenga un número
enorme o rentable
de seguidores o subscriptores
de seguidoras o subscriptoras
lo que no suele ser muy normal.

Vuelvo a teclear en un teclado
negro
que se parece mucho al teclado
negro
en el que he estado tecleando los últimos
100 días
sin afán por sustituirlo por otro
ni adquirir un más moderno dispositivo
o más bonito
o más algo…
lo que no suele ser muy normal.

Vuelvo a perder el tiempo
que se llama vida
haciendo cosas que me gustan
aunque no me lleven a ningún sitio
ni siquiera yendo en línea recta
(si siquiera sabiendo que las rectas no existen)
lo que no suele ser muy normal.

Vuelvo a pensar en actualizar
el linux mint que tengo aunque sea una versión
que no fuese necesario
pensar en actualizar
hasta 2021
lo que no suele ser muy normal.

Vuelvo a algo que llaman normalidad
cuando ya la mayoría de las personas
que conozco
han vuelvo a algo que llaman normalidad
nueva normalidad
como si alguna vez la normalidad
pudiese ser nueva
lo que no suele ser muy normal.

Vuelvo a pensar que normalidad
no es normal
ni mortal
ni moral
ni mal
ni normativo
ni putativo
ni taxativo
ni …
lo que no suele ser muy normal.

¿Tengo arreglo?

Maldito Olivo

Aquí una explicación del porqué he pasado un mes de mayo tan espantoso este 2020 sin que tenga nada que ver con el coronavirus de moda. Fuente: polenes.com.

NIVEL DE ALERTA:

Baja: < 100 granos/metro cúbico

Media: 100 – 200 granos/metro cúbico

Alta: > 200 granos/metro cúbico

 

Pasando de 100 granos/m3, para un alérgico como yo es bastante molesto… así que el año pasado por estas fechas, sentí algo de picor, estornudos, etc, un par de días… pero ¡¡¡este año he superado la barrera de los 600 granos/m3!!!

2019
Olivo y Gramínea en Madrid 2019

2020Olivo y Gramínea en Madrid 2019

Evidentemente, odio el polen del olivo con todo mi alma (ánima, que se creía que reposaba en el pulmón), pues sí, algo de esto hay.

Casualidad o no, Ciudad Real batía records con más de 1600 granos/m3, cuando yo empiezo a sentir los efectos del polen de olivo en los 100 granos/m3 (es decir, unas 16 veces más de polen del que yo podría aguantar), lo que, en resumidas cuentas quiere decir que Le tengo alergia a Ciudad Real. No quiero ni pensar cómo habría pasado este año si hubiese visitado a la familia política…

Terraza en condiciones especiales

El miércoles de la semana pasada me atreví a salir después de casi 80 días sin hacerlo. Carmen estaba paseando en la franja horaria autorizada, entre las 6 y las 10 de la mañana. Yo no había salido más que un día (7 de mayo) para dar uno de esos autorizados paseos y aproveché para acercarme al estudio de Costanilla. A la salida nos encontramos con Jaime, quien había pasado unos días muy malos y resultó bastante duro no poder abrazarle. Por otro lado, mi excesivo análisis kafkiano de la imposibilidad de cumplir con unas normativas, que se quedan obsoletas según las van creando, en el corazón de una ciudad tan densamente poblada como es Madrid, hizo que pasase un rato más desagradable que esperanzador, así que volví a la reclusión absoluta, mientras Carmen más o menos 3 días por semana sale a darse un paseo y compra alguna cosa para comer.

A las 10:00 me encontraba más o menos bien de la alergia (ya me gustaría escribir estoy hoy también) y no me dolía nada… así que llamé al móvil de Carmen que casualmente lo llevaba encendido y lo oyó. Le propuse que a la vuelta se acercase a Mesoneros Romanos y viese si había sitio, justo al lado de nuestra casa, para desayunar en la terracita.

Me pergeñé con la mascarilla y algún papel de usar y tirar para abrir puertas, si era preciso, así como el monedero y la cartera, que estaban durmiendo una larga siesta de 80 días junto al termostato.

Bajé las escaleras sin tocar los pasamanos, abrí el portal con uno de aquellos papeles prescindibles, salí a la calle y caminé los 40 metros que me separaban de la mesa de la terraza cruzándome con un hombre ebrio y hostil, una parejita que venían en dirección contraria a la mía y llegué a donde Carmen estaba esperándome, en una mesita cuadrada, metálica, que no quise saber en qué grado estaba contaminada con virus, amén de intentar no tocarla para no contagiarla con mis posibles portes.

Se acercó el camarero tras su mascarilla protectora y sus guantes negros para preguntarnos qué queríamos desayunar. No tenían porras. Tuvo que ser una tostada de tomate y aceite, pero daba igual. El caso era estar fuera de casa.

Diferentes personas, diferentes actuaciones: algunas con mascarilla, otras sin ella, algunas paseando perros, otras yendo o viniendo… y una sensación extraña como de postapocalipsis me invadía. Tenía ganas de volver a casa, no estar ocupando una de las preciadas sillas durante más tiempo del preciso para desayunar, que para mí siempre es mucho más que el preciso para desayunar.

Nos hicimos esa foto para ilusionar a mi familia, pero a mí me resultaba desoladora.

No quiero salir así. No lo necesito tanto y me agobia pensar que estoy haciendo algo inapropiadamente o ver que hay gente a quien no le preocupa o, sencillamente, viven más relajadamente un estado que yo vivo como Kafka en El Castillo.

Así que he decidido escaparme de la novela y pasarme a ser un pixel, como tantas otras veces en mi pasado. Se me da bien hacerlo.

Poema decaído

Un poema decaído
sobre un teclado decaído
apenas aspira a rozar el sueño decaído
de un poeta decaído
de dejar de ser un poeta decaído
para pasar a ser un ser humano incluso decaído
después de no ser un ser humano ni ser ni humano y tan solo decaído
con un montón de palabras hueras como pueda serlo un adjetivo tan decaído
como para ponerle fin al mundo completamente decaído
en una pandemia global en la que el ánimo decaído
es la mayor hazaña de la que podemos hacer gala o alarde decaído
en mitad de un luto decaído
por tanto humano decaído
o sencillamente
caído.

Poemas por la tarde

Cuando comenzamos a estar confinados, algunos de los grupos de whatsapp que creo y manejo cada curso con las personas asistentes a cada horario (un grupo por cada horario de talleres) se volvieron molestos con el volumen de recomendaciones y noticias bienintencionadas que hacía que el objetivo para el que fue creado el grupo se perdiese, pues son grupos de Talleres de Poesía y Escritura Creativa de la Asociación Cultural Clave 53.

poemas al whatsapp

Claro que hay que ser flexible a la hora de dejar que espacios comunes se autorregulen y no exagerar con las prohibiciones, así que dejé que poco a poco, sin alentar a nadie ni expulsar a nadie (menos aún cuando el acto de envío era informativo y no coercitivo), se fuese creando una desafección a esos mensajes, lo que tenía que ocurrir más tarde o más temprano, pues al fin y al cabo quien está en ese grupo no desea que el objetivo del mismo desaparezca, so pena de querer seguir en un grupo al que no se desea pertenecer.

Avisé de que borraba todo sin ni siquiera leerlo. Es decir, yo borraba (y borro) toda imagen y vídeo que me llegase al grupo, pero dejaba que otras personas hiciesen lo que deseasen, incluso, claro está, responder con otros vídeos o imágenes que contruibuían a generar más y más «ruido en las cabezas». Al fin y al cabo, quien quiere informarse, tiene a su alcance infinidad de canales donde conseguir esa información que se busca, amén de otros foros que desean recibir la información. Nunca ha sido más fácil obtener información. Pero esto supone el riesgo de sobreinformación, que no deja de ser una manera de desinformar, pues nos aleja de la calma necesaria para elegir sobre qué deseamos informarnos.

Así que recibí como una genial idea un verso de uno de los asistentes a uno de estos grupos que decía que «le encantaría recibir un poema cada tarde«… y lo hice mío como propuesta.

Me gustó la idea de llenar de otras cosas (distintas a las que estaban predominando) el grupo y ver quién o qué ganaba. Obviamente, en un grupo de Poesía, iba a ganar la batalla el poema, ese arma cargada de futuro…

Desde entonces, 23 de abril de 2020, el invento no para de crecer. Ahora son tres grupos, con un total de unas 15 personas leyendo un poema, más o menos, cada tarde directamente al WhatsApp, además haciéndome amigo de esa herramienta de «mensajes de audio» que tanto detesto, y, pasadas 3 semanas, tenemos más de 300 poemas leídos.

Cada par de días, descargo los audios recibidos en unas carpetas seleccionadas para ello y con este material estoy montando una emisora de podcast (una emisora de radio en terminología 2.0), en la que iré creando episodios semanales bajo la bandera de Clave 53 (e irán embebidos a la web de la Asociación Cultural Clave 53).

Es otro de esos proyectos surgidos al abrazo de esta cuarentena global que va a quedarse a partir del próximo periodo y a largo plazo. No es preciso estar encerrado entre cuatro paredes para que resulte precioso recibir media docena de poemas leídos con mimo cada tarde.

Aunque los tengo en marcha desde el 2010, otro de esos proyectos, por ejemplo, sería el de mantener y promover/promocionar Talleres de Poesía Online, con grupos de 4 a 8 personas, como los presenciales, pues ha demostrado ser una herramienta mucho más amigable de lo que era hace varios años cuando poco a poco fui desanimándome de usarla por los problemas técnicos que se manifestaban a cada sesión y que hacían que la clase no pudiese ir sobre poesía sino sobre cómo resolver incidencias informáticas varias. Una de las cosas que mucha gente ha aprendido durante estos duros meses claustrofóbicos es a manejarse con herramientas de vídeo-conferencias.

¿Fluye el tiempo o influye?

¿Fluye el fluido tiempo o es la vida un fluido en el cauce espacio-tiempo?

Desde el punto de vista relativista-mecano-cuántico (o eso), sería la segunda opción la respuesta a esta pregunta que quizá está absurdamente formulada, pues andan algo indefinidas las palabras tiempo y vida, e incluso cauce.

Así que no sé si merece la pena responder a estas cuestiones o tan sólo formularlas para divertirnos un rato jugueteando con el lenguaje.

Como en esta composición visual que relaciona palabras del mismo campo semántico y que hacen una velada referencia a esa gripe, «flu» en inglés, que nos tiene responsablemente confinados.

El tiempo encerrado

El tiempo encerrado
fluye de manera diferente
al tiempo no encerrado
que no me atrevo a denominar
tiempo liberado
pues no hay más libertad
fuera de estas cuatro paredes
que nunca sé si son cuatro
ni si son paredes
a consecuencia de vivir
en un ático abuhardillado
cuyos techos son paredes
cuyas paredes son techos
cuyas ventanas son balcones
cuyos balcones son ventanas.

El tiempo fluye
flecha envenenada
flecha ciega
flecha muda
flecha insomne
flecha inmortal.

Sitúo acciones en el marco temporal
que habito
y sus ventanas son techos
y sus techos son ventanas
y sus paredes son balcones
y sus balcones son paredes.

No comprendo el fluir del tiempo
entre mis dedos arena fina
entre mis labios suspiros
entre mis suspiros dedos.

¿Fluyo en el río estático de un tiempo confinado?
¿Fluye el tiempo en mi mente confitada?
¿Fluyen actos en una partitura inédita?
¿Fluyo en la barca de abrazos recordados?

El tiempo encerrado
no es tiempo que está encerrado
es tiempo que algo o alguien
ese sujeto del «cogito ergo sum»
está apresado en un lugar por donde el inmisericorde tiempo
sigue acercándose a un final solipsista.

Esto no es una broma