Desayunos con amor propio

Varios días desayuno, tras llegar de la piscina, en el estudio sobre manteles improvisados con instrucciones en idiomas ignotos de impresoras o insumos diversos. Compro una barra de pan y me hago un «bollo» con aceite de oliva virgen extra y un poco de azúcar o unas tostadas (sin tostar) con aceite y sal.

Mientras tanto, caliento una tetera con algún té potente para comenzar la mañana con energía y vitalidad, además de para calentar un poquito el cuerpo por dentro.

Hoy he tenido que recargar el bote donde guardo el té «English Breakfast» con este sobre que he agotado comprado en la tienda online Aromas del Té ya que mi preferida, una tienduca llamada Casa Oriental que estaba cerca de la plaza de herradores, pero que echó el cierre durante el confinamiento. Les intenté comprar por Internet, pero fue un desastre, así que me decanté por esta Aromas del Té, en la que realicé un pedido de más de 40€ que se va agotando.

Pero sigo echando de menos aquella pequeña tienda de Herradores, cuando volviendo de Conde de Romanones, de dar una clase particular, hacía escala y compraba té y pan en el Museo del Pan Gallego.

Invadido por obra

Me han devuelto las obras que han estado expuestas en Derivaciones 4 que es un proyecto de Poesía Visual del Centro de Holografía y Artes Dados Negros, en el que participan Fernando Aguiar, Ana Alonso y Julia Fernández, Edu Barbero, Giusseppe Domínguez, José Iges, Clara López Cantos, Mateo Maté, José María Parreño, Francisco Pérez Belda, Víctor Santal y Javier Seco.

Ha sido todo un honor haber sido seleccionado por Pepe Buitrago para formar parte de esta exposición con obras que casi estaban terminadas desde 2008, llamadas Inflexiones, que retomé de forma nueva en el invierno de 2019-2020 para realizar una edición única de 81 inflexiones en texto blanco escrito a mano sobre 81 piezas de 15x15cm de cartulina verjurada negra de 300gsm.

El problema, si podemos tacharlo de tal cosa, es que no sé dónde poner las 3 piezas de 100x70cm, montadas sobre foam negro volado de 3 centímetros de grosor en total, que fueron expuestas allí en una enorme pared blanca. En el estudio apenas me quedan paredes blancas que polucionar con obra propia. Eso me gusta, pero me agobia al tiempo. No quiero influir en la escritura de quien se acerca a los Talleres de Poesía y Escritura Creativa de Clave 53 que se realizan en este espacio que cada día que pasa es menos neutro. Quizá no sea un problema. Y, de serlo, es minúsculo.

Exposiciones temporales en mi estudio

Carmen me propuso la brillante idea de exponer obra propia temporalmente en mi sala. Es algo que había pensado en ocasiones, lo de tener más obra en las paredes de mi estudio para que tenga algo de visibilidad y genere curiosidad, pero he de reconocer que me resistía a clavar en las inmaculadas paredes del lugar. Aún le tengo mucho respeto al espacio y además me reconozco tremendamente torpe.

Elegí esta pared para colocar 4 paneles de cartón pluma negros de 50x70cm, de un grosor de 5mm que me sobraron (aún me quedan otros 6) de la Exposición en Dados Negros que todavía no ha podido tener lugar, dada la situación, desde la primavera del 2020, y ha pasado un año.

Sólo tenía clavos «reciclados» de ocasiones en las que he ido recogiéndolos de muebles o trastos que tenía guardados en un viejo bote de conservas dentro de una caja de galletas. Algo de miedo por si no se clavaban bien en la pared y se descascarillaba o qué sé yo, amén de la posibilidad de contraer el tétanos o similar si me pinchaba con esos utensilios parcialmente oxidados, como yo.

A 135 centímetros del suelo clavé dos clavos a una distancia de unos dos metros, recordando el tema de los dos metros de distancia para evitar contagios pero también la serie de dos metros bajo tierra (6 feet under). Uní ambos clavos con un hilo de cáñamo grueso que me sirviera de guía. Ha sido una brillante idea, pues a ojo habría sido un desastre.

Me lavé las manos con jabón, también con gel hidroalcohólico, por ver si se resecaban y dejaba de sudar. Bajé la temperatura, me quité el forro polar, me remangué para que las mangas no me estorbaran.

Alineados por abajo con el cáñamo guía, fui clavando los paneles de uno en uno comenzando por la derecha, el más próximo a la ventana, que era el que menos problemas me daría… y el primer clavo ya se me torció.

Me había asegurado de que la distancia al borde de la pared fuese de 5 centímetros tanto por arriba como por abajo de la plancha, pero entonces me di cuenta de que, no sé cómo ni por qué, había dejado lejos el martillo que había cogido prestado a mis compañeros de Costanilla, así que hube de dejar la plancha de nuevo sobre la mesa para volver a repetir toda la operación con el martillo en un bolsillo y las manos sudorosas otra vez.

Después de casi una hora, ha quedado muy bonito y me da pena ir a «ensuciar» esa monocromía con lo que sea que ponga. Hay algo mágico en el negro mate que me fascina.

Quitar los clavos que hicieron de guía no ha sido dificilísimo, pero tampoco trivial y en el de la izquierda, que es el primero que puse, ha quedado un pequeño boquete en la pared que quizá tendré que reparar, aunque no sea muy visible.

¡No sé ni clavar un clavo!

Este primer clavo que se me resistió quedó torcido por arte de magia. Y no sería el último. Pero la verdad es que seguro que si lo quito y pongo otro nuevo no quedará mucho mejor, porque el roto sobre el foam ya está hecho.

Lo que me molesta sin que sea algo que yo pueda atribuir a mi torpeza es la imperfección de lo analógico, el hecho, por ejemplo, de que las planchas iguales de 50x70cm no son exactamente iguales, es decir, tienen diferencias de un par de milímetros, lo que no es más que un error del 0,29%, aproximadamente, pero esas cosas me inquietan… imagino un mundo en el que las paralelas no se corten más que en el infinito y me doy cuenta de que Euclides no aplica, ni tan siquiera Arquímedes.

Las paredes no son completamente planas (¡oh, qué sorpresa!), ni las planchas tampoco, así que en una extensión de 70cm, se han producido arqueamientos que hacen que se aprecien casi a simple vista las separaciones entre las mismas. Estuve incluso mirando la posibilidad de comprar para la próxima ocasión una plancha más grande de un tamaño de 100x200cm directamente y ahorrarme tanta medición. Pero no quería despreciar el material que ya tenía adquirido y que no sé si alguna vez volveré a utilizar.

Ahora toca «vestir» el tablón negro con esas exposiciones más o menos temporales que ir colocando con chinchetas sobre el mismo para no taladrar la pared con infinitos pequeños agujeritos.

Esto no es una broma