Poesía cuántica

Querría escribir poesía cuántica
pero no tengo el nivel
(energético)
suficiente.

Nivel para estar en órbita
deslocalizado
incierto
y sin embargo…

Querría escribir poesía cuántica
y salirme por la tangente
por efecto poetoeléctrico
con una cinética que me arrancase
de la depresión
(energética)
en la que encuentro equilibrio.

Colores de papel

El papel
refleja la luz
que golpea protones insatisfechos
en mitad de un vacío lleno de todo.

Los fotones incidentes
imponen su lluvia de fuego
ante la imposible barrera
de electrones.

No son más que ondas.
No son más que partículas.
Casi no son por no definirse.

Pero ahí están
aunque ese ahí sea tan esquivo
como la nieve del monte Fuji.

El té va enfriándose a mi lado
con browniana agitación
y unas estrellas estampadas sobre la taza
me recuerdan que yo quería hablar
de los colores de las cartulinas
con las que emprender las cubiertas
de los próximos libros
y de lo ridículo que me siento
por pensar que algo así importa.

Nada.
Nada importa.

Pero no saber elegir una buena portada
me obsesiona.

Causalidad es a la narrativa lo que mecánica cuántica a la poesía

Las causas
y sus efectos
generan un relato
previsible
aun ignoto,
generan horizonte de sucesos
por acontecer
con o sin
efectos mariposa.

La incertidumbre
de la dualidad
radica en el mismísimo corazón
de la poesía,
función de onda de lo humano.

Naturaleza inapresable
probabilística,
de gatos plena
y en simultáneos estados imposibles.

Una tirada de dados,
azar gobernado
por las reglas del misterio.

Y ¿qué decir de la poesía narrativa?

La duda ofende.
La duda defiende.
La duda …

La poesía narrativa
es la manera en la que dios juega a los dados
sobre los mofletes de albert einstein.

El Síndrome de Jesse Pinkman

Este texto, ajeno, perteneciente o al menos presente en el muro de facebook de Gloria Green, podría subscribirlo palabra por palabra. Me ha encantado, aunque, como remachan en uno de los comentarios críticos con el mismo, el tono agresivo acaba por hacer que tan sólo quien ya está de acuerdo con lo dicho lo subscriba. Al fin y al cabo, hemos decidido no querer escuchar la voz discordante de la nuestra desde hace tiempo… y cada día más.

Recordáis ese capítulo de Breaking Bad, al principio de la serie, en el que Jesse Pinkman tiene que deshacer un cadaver en ácido (no voy a entrar en lo riguroso de “deshacer” un cadáver en un ácido más bien flojito, y no en una base)?

Walter, profesor de química, le dice que compre una cubeta de plástico (no recuerdo qué polímero menciona). Jesse primeramente va a hacerlo, pero acaba diciendo algo así como “poliestireno my as*”, y decide hacerlo en una bañera, en su casa.

Porque él, a pesar de ser un ignorante en el tema, cree que tiene suficiente conocimiento para poder decidir y opinar. A pesar de no saber absolutamente nada de química y estar ante alguien que sí, a él, su “sentido común” y su “conocimiento” (o más bien, la falta de este) le dicen que el plástico es más endeble que su bañera, y qué tontería gastarse dinero en una cubeta cuando la casa de su abuela tiene una bañera estupenda, así que decide llevarle la contraria.

Creo que todos sabemos cómo acaba el capítulo: con la bañera, el ácido y el cadáver en el salón de la casa de Pinkman.

Pues el síndrome de Jesse Pinkman lo tenemos ahora con los conspiranoicos y magufos, esa gente que sin tener ni pajolera idea, se atreve a opinar, y hasta cree que su opinión es válida porque desde su ignorancia les parece que “tiene sentido”.

– “Cómo me va a proteger una tela de un virus?”

– “Enfermo asintomático? Si no tienes síntomas no puedes estar contagiado!”

– “Si los científicos se corrigen en algo totalmente nuevo, sobre lo que se dijo hace unas semanas, es porque no tienen ni idea.”

– “Si los tests dan falsos negativos y falsos positivos, es porque no sirven”.

– “Es perfectamente posible poner un microchip a alguien con una vacuna, a los animales se les implanta con una aguja, así que, por qué no?”

– “Si tomo vitamina C y como bien, no hay virus que me tosa”.

– “No tengo ni idea de la diferencia entre las ondas de mi microondas y el 5G, pero el 5G nos va a matar a todos”

-“Como las farmacéuticas son empresas, y como tales, buscan hacer caja, vamos a tomar una visión radical, y rechazar todo lo que venga de ellas por sistema, y tomar la lejía que me vende este señor que es economista y se compró un título falso de una titulación no homologada por 1400 euros en una universidad cuyo campus es un bajo en una ciudad de Cataluña, que seguro que él busca lo mejor para mi y ha encontrado un remedio milagroso que lo cura todo”.

Si a ellos, que no tienen la más mínima formación en virología, epidemiología o medicina en general, les cuadra… Por qué no? Será una opinión tan respetable como la de los expertos que llevan años, o décadas de estudio e investigación, porque absolutamente todo en esta vida es opinable, a que sí?

Tranquilos, que sois muy listos. Solo las mentes brillantes descubrirían secretos de estado y conspiraciones de las grandes élites usando google y YouTube, los tontos somos los demás, desde luego.

Tras esta publicación hay un debate de personas que con argumentos disparatados intentan rebatir alguna de las cuestiones que plantea, pero demuestran más que nada que el texto en cuestión es completamente necesario, o al menos, vigente en grado máximo.

Entre otras cosas, me he detenido en uno de los «hilos» que ha hablado sobre la «maldad» del 5G, que siempre me hará gracia y he acabado interviniendo, curiosamente, contra alguien que opinaba, como yo, que la tecnología 5G dista mucho de ser peligrosa (en su caso seguramente mejor informada pues es teleco), pero lo curioso es que utilizaba un argumento equivocado y he querido «corregirle» de cara a otras posibles conversaciones, para que no sea su error lo que dé pábulo a terraplanistas de diverso pelaje:

Un hombre ha publicado un texto contra el 5G con un enlace a una web que prueba que es de muy alto coste energético, lo que sería un argumento correcto para atacar esta tecnología, vinculándolo con el calentamiento global, sin ir más lejos, pero no lo hace así, sino que afirma:

El 5G si que nos va a matar todos. Es la única zona donde discrepo.

Una ingeniera de telecomunicaciones interviene diciéndole que no sabe de qué habla y, además, le llama gilipollas y machista… (puede que lo sea, no sé, pero me parece excesivo el lenguaje que usó para desacreditarle):

Soy ingeniera superior de telecomunicaciones gilipollas. He comido más antenas en mi vida que pan. De verdad que me hacen sentir mucha vergüenza ajena esta gente. Te matrículas en telecos, estudias 7 años y luego me cuentas lo peligrosa que es la Red 5g. Es que sois ridículos por Dios. Los ingenieros de telecomunicaciones nos llevamos las manos a la cabeza cuando os leemos. No debes ni saber la longitud de onda que se usa, ni el espectro, ni el acceso… de verdad, hacéis sentir bochorno. Da igual si te has hartado a estudiar. Te desacredita hasta el más tonto del pueblo. ¡qué país por dios!

Me llama la atención esta frase «ingeniera superior de telecomunicaciones gilipollas» porque con la ausencia de la coma, «ingeniera superior de telecomunicaciones, gilipollas», en realidad se está llamando gilipollas a sí misma, pero no quiero ahondar en esta tontería.

Gloria Green publica

es que no es plato de buen gusto que te den lecciones sobre tu propio campo… como mujeres encima supongo que sabes que es algo que nos pasa mucho!

La dueña del muro (con permiso de Facebook S.A.) consigue que la conversación se «reacomode» a los términos del civismo y la buena educación y el hombre en cuestión pregunta con ingenuidad (y algo de mala intención):

Soy optimista – estoy seguro que podéis conversar como personas normales sin confundir machismo/chemtrails/insultos con el tema aquí de 5G. A ver si lo logramos.

María, una pregunta simple, por favor: ¿como es posible que con más densidad de estaciones (ya que necesitamos una en cada esquina de calle), y con 100x más energía emitida en total, no tener más energía en nuestro cuerpo? O sea, ¿es correcto decir que más energía electromagnética será absorbida del cuerpo humano? O no?

Gracias de antemano por tu respuesta, no soy irónico, todo en serio.

Pd: tengo masters en ing medioambiental (que incluía este campo), así que ahora que hemos establecido nuestros conocimientos quizás podemos tener una conversación mas útil.

Me llama la atención que ambos tengan que demostrar su autoridad (falacia de autoridad), mediante la enumeración de su curriculum académico o profesional, pero es comprensible dado el tema que parece alejar a ajenos a la materia.

La ingeniera de telecomunicaciones procede a responderle de la siguiente manera:

estás hablando de ondas electromagnéticas y ni mencionas la frecuencia ni la longitud de onda. El problema son las ondas de microondas por ejemplo. Tienen una frecuencia altísima y tocan átomo. Al tocar el átomo con tanta frecuencia lo hacen vibrar y generan calor. Por eso cocinan. Las ondas que usamos para trasmitir información en antenas no tocan átomo.

¿sabes cuántas asignaturas de física y matemáticas hacemos en telecos antes de estudiar las ondas electromagnéticas? Para aprobar antenas y radiocomunicaciones primero nos hemos comido unas 30 asignaturas hiper complejas. La Red 5G no va a cocinar a la gente porque las características de esas ondas no hacen eso. Con todo vuestro nabo, os ponéis a opinar de cosas que necesitan 7 años de estar encerrados estudiando y fliparla en colores porque los temarios no se acaban nunca. Nos hacen calcular a boli y papel toda la física que tiene cada antena y vienes tú con tremenda gilipollez. Hacéis un ridículo espantoso. Espantoso.

Pero yo no pude dejar pasar lo que vi sobre las microondas (por cierto, ninguno, siendo ambos ingenieros, lo rebatió) y publiqué, algo que no suelo hacer en estos tiempos, el siguiente texto en la conversación (sin aportar datos sobre mi aclamada formación académica), la verdad es que con mucho miedo… Pero bueno. Así están las cosas, cada día más autocensura.

XXXX Me gusta este debate, pero debo discrepar en este punto (seguro que puedes repasar el espectro electromagnético para ello) «El problema son las ondas de microondas por ejemplo. Tienen una frecuencia altísima y tocan átomo. Al tocar el átomo con tanta frecuencia lo hacen vibrar y generan calor. Por eso cocinan.». Esto no es correcto. (Todo lo anterior y relacionado con el 5G es más que correcto). Es sólo una puntualización (innecesaria, quizá). Las microondas, que son de mucha más baja frecuencia que, pongamos, el infrarrojo (frecuencia que emitimos, sin ir más lejos, por nuestro propio calorcito humano, sirva esto también de argumento contra el 5G), lo que hacen es emitir en una longitud de onda que es absorbida por las moléculas de agua para vibrar (creo recordar que en realidad es rotar, pero no es relevante), o aumentar su energía cinética en cualquier caso, mediante un cambio de estado en los niveles energéticos de la molécula, haciendo que aumente la temperatura (variable termoestadística por antonomasia) por cocción electromagnética inducida. Espero que esta ridícula puntualización no se entienda como mansplaining. Un saludo, por lo demás, agradecido por la publicación de este texto por parte de Gloria Green.

No me quise meter a hablar de lo que significa «tocar átomo», pero eso es casi poético, más que mecanocuántico y espero que no me vilipendien por machista… o perderé la fe en el ser humano.

A su vez, revisando los mensajes, he decidido responder al mensaje del ingeniero medioambiental con la siguiente información:

El cuerpo humano no sólo no tiene problemas absorbiendo radiación electromagnética (la del sol lo es, y de mucha mayor frecuencia/energía que la del 5G), sino que a su vez la emite en forma de Infrarrojos permanentemente, lo que nos convierte en antenas de emisión energética de nuevo de más alta energía (y penetrabilidad) que la absolutamente inocua que pueda emitir el 5G o, como dice La ingeniera de telecomunicaciones, la 100G llegado el caso.

Y después de hacerlo sí he pensado que algo de machismo puede que tenga pues he enmendado la plana antes a ella que a él… aunque en cierto modo, creo que ella puede que lo escuche o se dé cuenta del error y no creo que él esté dispuesto a cambiarla y siento que esta ha sido la razón por la que he puntualizado a quien creo que prefiero ayudar. Me cansa discutir con terraplanistas.

Entrevista personal para Radio Utopía

El lunes a las 19:30 tuve el honor de ser entrevistado para Radio Utopía. Soy muy ajeno al mundo de la radio y a duras penas siento que tenga audiencia, pero me gustó participar en esta entrevista muy personal por el buen hacer del entrevistador, Armando Silles, quien se documenta como nadie a la hora de hacer preguntas. Es una barbaridad lo que sabe de mí, así que era complejo responderle con algo que no supiese, a pesar de su modestia.

Desvelé, como alguna vez en este diario íntimo, el origen de mi nombre y muchas otras cosas en una entrevista que duró finalmente casi una hora y media.

Me cuesta difundirla pues me parece bastante egocentrada (no tanto egocéntrica). Por supuesto, si alguien quiere, puede oírla en este diario o en la radio.

Intenté ser generoso con la sinceridad de mis respuestas, sin nada que ocultar, pero eso hace que a veces sienta que me extiendo más de lo que debería en las explicaciones, amén de intentar hacerlas comprensibles sin menospreciar a esa persona que escuche esta grabación al otro lado, a pesar de que es complejo que haya quien comprenda los diferentes ámbitos por los que he transitado a lo largo de mi vida, una vida dedicada al picoteo de conocimientos, una especie de deambular por los saberes, amigo de ellos (filo-sofo), sin profundizar en ninguno de ellos con todo el rigor que muchos de los que visité requerirían.

Por poner un ejemplo, de un tiempo a esta parte siento que sé menos de mecánica cuántica de lo que me creo, siéndome difícil explicar y comprender en detalle el experimento del entrelazamiento cuántico o, incluso, el gato de Schröedinger, sin ir más lejos, fenómenos que están emparentados con el desarrollo de la computación cuántica… y hacen que me sienta bastante obsoleto en cuanto a los conocimientos que en su día adquirí de esa materia.

Ni hablar de la extensión minúscula que visité como turista accidental en el ámbito de la lingüística comparada a lo largo del trabajo sobre el Proyecto de Clasificación Filogenética de las Lenguas del Mundo y por el que acabé siendo considerado un colaborador de la Cátedra de Tecnologías Lingüísticas de la UNESCO, pero que se traduce en un reconocimiento en una web y muy poco más (ni quizá lo merezca).

Cada día me avergüenzo más de todo lo que desconozco. Y no es falsa modestia. Es la sensación de que la profundidad de mis conocimientos es la de un charco frente a la Fosa de las Marianas. Por no hablar de la extensión, que es la del charco en cuestión frente al Océano Pacífico.

Y sin embargo me queda tan poco de vida para afrontar el aprendizaje de todo lo que aún deseo conocer…

De mecánica cuántica, amor y entrelazamientos…

Leyendo una red social me encontré una imagen (de esas que contienen texto con frases mascaditas) con alusiones al entrelazamiento cuántico y el amor, así, ni más ni menos.

Estoy tan habituado a encontrar la palabra «cuántica», palabra que creo comprender con bastante precisión, en entornos tan disparatados como las terapias o mantras new age, que casi ya ni leo cada vez que veo algo así y no sea en un perfil de algún amigo de la carrera (estudié química cuántica, por si alguien no lo sabe).

Pero esta vez me sorprendió que no fuese la típica tontería. Lo dejo a modo de prueba:

¿Qué tiene que ver el entrelazamiento cuántico con el amor?

De acuerdo con la ciencia, poco o nada, en realidad. Sólo es una bonita metáfora que decidí aprovechar, haciendo alusión a las festividades mercadotécnicas de mediados de febrero. Aunque hay quienes van por el ciberespacio proclamando cosas como: «—¿Qué es el amor? —Un intento de crear un entrelazamiento cuántico entre dos o más seres sensibles macroscópicos». Cuestiones metafísicas aparte, vayamos ahora a lo realmente importante acerca de este ilógico efecto enmarcado en la física cuántica: qué es el entrelazamiento cuántico, por qué su descubrimiento forma parte de un hito en la historia de la física, qué pensaba Albert Einstein sobre él y para qué nos pueden servir el entender y el manipular dicho fenómeno.

De la física clásica a la física moderna

La física clásica rige el mundo de lo macroscópico, es decir, explica todo lo que alcanzamos a percibir a simple vista y sucede a nuestro alrededor día a día. El gran protagonista es Isaac Newton (a la física clásica también se le llama newtoniana), físico inglés de mediados del siglo XVII cuyas leyes siguen vigentes en la actualidad. Los principios físicos clásicos inaugurales aparecieron incluso antes de la Antigüedad y no fue sino hasta finales del siglo XIX que comenzaron a tener problemas para explicar algunos fenómenos observables gracias a nuevas tecnologías o metodologías. La clásica, es la física que nos permite comprender conceptos como masa, aceleración, velocidad, inercia, energía, trabajo, potencia, temperatura, unidades de medida… en fin, todo lo relativo a acústica, electricidad y magnetismo, mecánica (sólidos y fluidos en reposo o moviéndose a velocidades muy por debajo de la velocidad de la luz, es decir, a mucho menos de 299 792 458 metros por segundo), óptica y termodinámica.

Por su parte, la física moderna explica fenómenos que escapan de nuestra capacidad perceptiva: ocurren a niveles microscópicos, a velocidades cercanas a la de la luz o en planos cosmológicos. Surgió a través de dos teorías que buscaban superar algunas inconsistencias clásicas y explicar resultados experimentales novedosos que era imposible descifrar en su época: la Teoría de la Relatividad de Einstein y la Teoría de la Mecánica Cuántica de Werner Heisenberg, Louis-Victor Pierre Raymond de Broglie, Erwing Scrhrödinger et alii. Entre las ramas físicas modernas encontramos: cosmología, «estudio de las estructuras y dinámicas del universo a escala mayor. Investiga sobre su origen, estructura, evolución y destino final»; mecánica cuántica, «estudia el comportamiento de la materia y de la luz, en la escala atómica y subatómica»; relatividad especial «que aplica a las partículas elementales y a sus interacciones —describiendo todos los fenómenos físicos excepto la gravedad—», y general, «que explica la ley de la gravitación y su relación con otras fuerzas de la naturaleza».

Esa «espeluznante acción a distancia».

Llamado «espeluznante acción a distancia» por Einstein, el entrelazamiento cuántico es una suerte de «sincronización» que une a dos partículas, sin importar la distancia que las separe; dicha unión consiste en que estas partículas, una vez que han entrado en contacto y se han entrelazado, comparten estados complementarios simultáneamente (es decir, el estado de una influencia a la otra). Cabe aquí recordar que, de acuerdo con la mecánica cuántica, las partículas están en una superposición de estados (en varios estados a la vez), «su estado está dado por una función de onda con valor diferente de cero en los dos estados a la vez». ¿Te suena el experimento del gato de Scrhrödinger? Bueno —siguiendo la explicación de Javier Santaolalla—, supongamos que uno de esos estados es el color, que el estado de una partícula es azul y rojo a la vez; al ser medida u observada la partícula, la función de onda colapsa en un estado particular (rojo o azul). Cuando dos partículas se entrelazan, si la primera es azul, invariablemente la segunda será roja, de forma inmediata («en tiempo cero») y aunque las separe una distancia de años luz.

Ahora bien, Einstein le corrigió la plana a Newton respecto a la gravedad, el físico alemán nos heredó una visión del universo en el que la gravedad no es una fuerza instantánea sino una consecuencia de la curvatura del espacio-tiempo. Y, entre otras muchas cosas, el nobel de física también estipuló que transmitir información en el vacío a velocidades ultralumínicas es imposible; de ahí su reticencia en torno a la posibilidad de que dos partículas fueran capaces de «sincronizarse» sin importar la distancia. En los años treinta del siglo XX, Einstein se negó a creer que las desconcertantes teorías de la mecánica cuántica pudieran corregirle a él su hermosa Teoría de la Relatividad, y murió sin darles crédito. Décadas más tarde, con base en el experimento mental conocido como la paradoja EPR (nombrada así por ser Einstein, Boris Podolsky y Nathan Rosen sus autores), John Bell propuso sustento matemático y dedujo sus famosas desigualdades para confirmar lo propuesto por la mecánica cuántica, pero advirtiendo que: 1) se violaba el principio de localidad y 2) el entrelazamiento cuántico no podía usarse para enviar información de manera instantánea.

Sí, por lo tocante al entrelazamiento cuántico, Einstein se equivocó.

A la fecha, en repetidas ocasiones se ha comprobado la existencia del fenómeno (no obstante, el cómo logra este efecto funcionar, sigue siendo algo por comprender); y no sólo eso, además se han ido superando ciertas lagunas experimentales señaladas por los detractores del entrelazamiento cuántico (incluso se han usado fotones entrelazados emitidos por estrellas). Así, en 2015 se anunció el teletransporte cuántico de dos propiedades de un fotón, llevado a cabo por científicos chinos; en 2016, investigadores británicos demostraron matemáticamente que el entrelazamiento cuántico es necesario para todas las teorías físicas con un límite clásico; en 2017, científicos de la Universidad de Ginebra lograron el entrelazamiento cuántico de dieciséis millones de partículas; y, también el año pasado, un grupo de físicos chinos logró corroborar el entrelazamiento cuántico de partículas separadas por mil doscientos kilómetros de distancia.

¿Y a mí qué puede importarme el «amor» de las partículas?

Pues ciertamente debería importarnos a todos, porque —como toda buena ciencia que se precie de serlo— la física cuántica está aquí para mejorar nuestra calidad de vida o al menos hacerla más fácil. Los especialistas en entrelazamiento cuántico plantean la posibilidad de: crear una batería que aproveche la liberación de energía de algunos estados cuánticos; hacer posible la computación cuántica y desencadenar su potencial; desarrollar una red global de comunicaciones potencialmente inviolable… En suma, los científicos han comenzado a bosquejar las posibilidades tecnológicas inherentes al aprovechamiento de los principios de la física moderna.

Aunque aún falta mucho por descubrir antes de lograr concretar dichos avances tecnológicos. Otro pendiente que persiste es el de hermanar mecánica cuántica y relatividad; tal vez la Teoría de Cuerdas sea la que finalmente haga realidad los sueños de unidad que deseamos nos lleven a la anhelada Teoría del Todo. Y bueno… pensándolo bien, quizá amor y entrelazamiento cuántico sí compartan una que otra cosilla: no se ciñen a distancia, fecha o lógica alguna… Fuente: Belén Ruiz a través del Facebook de un tal Miguel Ángel Martínez Gómez (hoy, mirando información sobre él, he visto que era Físico Nuclear, y lo he entendido).

Por mi parte, sólo me limité a agradecer el texto dejando de manifiesto mi alegría por haber encontrado fondo y no únicamente tonterías con las palabritas de turno:

Maravilloso el texto. Por fin una explicación científica bien redactada y sin pretensiones de usar la palabrería científica para cualquier fin. Única crítica (que es más de rizar el rizo que otra cosa): las leyes científicas no son «vigentes» sino útiles en contextos determinados, es decir, no es que no se haya «derogado» la ley de Newton de la Gravitación Universal, sino que en contextos de cuerpos en los que sea despreciable tanto la relatividad (velocidades altas, masas/energía altas, tiempos minúsculos o distancias enormes) y la mecánica cuántica (moléculas (pequeñas) y todo lo subatómico), es decir, en la mayoría de las cosas que «vemos y olemos», podemos seguir usando la palabra «fuerza» como si existiese y no fuese una consecuencia de la deformación de un espacio no absoluto sino relativo a las masas que lo conforman.

La superficie

¿Qué hay bajo la superficie?

¿Qué hay sobre la superficie?

¿Qué es una superficie?

Me llama la atención la idea de que la superficie de una cosa (a falta de una expresión más detallada de aquello a lo que me refiero como acotado por superficies) esté formada por los mismos elementos básicos (protones, neutrones, electrones… sin entrar en sus componentes quark/muones, etc) que lo que hay sobre la superficie o lo que hay bajo la superficie.

¿Acaso podríamos decir que, a nivel micro-atómico no tiene sentido hablar de superficie?

Claro, se trata de un comportamiento, como la temperatura, que sólo adquiere sentido cuando son muchas (MUCHAS) las partículas involucradas, del orden del número de Avogadro o similar. Con menos de, pongamos, 1000 partículas aisladas, no hay superficie ni temperatura.

Y sin embargo, de cuando en cuando alguien realiza estadísticas con muestras mucho menores para determinar qué partido va a ser votado… y luego pasa lo que pasa, claro. Así que llamar ciencias políticas o ciencias económicas a ambas cosas… es cuando menos cuestionable.

Me gusta fijarme en la superficie de las cosas pensando que soy parte de un todo que no está dividido más que para que nos hagamos una composición de lugar más simple, el simplismo es inherente a la necesidad e aprehender el mundo, para poder hablar, para ser el lenguaje que somos, que nombra, que separa con cada apelativo, el dentro del fuera.

Vemos y creemos que ver es ser…

Y nos olvidamos de la percepción, de la mente, de la mezcla que hacemos en nuestras mentes (que tampoco tienen otra frontera que la que decidamos adjudicarles) para manejar conceptos asociados a objetos. Somos seres concretos y el principio de incertidumbre nos marea.

Acotamos lo acotable y, si no podemos, nos vemos sumidos en cierta angustia casi diría que existencial por no poder apresar nuestra realidad, nuestro entorno. Y es entonces cuando me acuerdo de aquella frase de un filósofo presocrático «El sol es plano como una hoja» y me doy cuenta de lo necesitados que estábamos de metáforas… de tropos, y recuerdo la pasión que siento por la poesía como herramienta para explicar el universo.

Un universo
verso
completamente inapresable
bajo ninguna superficie.

Repartiendo en unidades más pequeñas un todo de 435 libros

Atomizando
podríamos decir
estoy.

paquetes de treinta
paquetes de veinte
paquetes de diez
paquetes de cincuenta
paquetes de tres
paquetes de diecisiete
paquetes de cinco
paquetes de uno

Unidades
fragmentos
subconjuntos.

tejidos de páginas
células de poemas
moléculas de versos
átomos de palabras
protones de vocales
neutrones de consonantes
electrones de tildes

Configuración electrónica
de dígitos
de interrogaciones
de exclamaciones
de comas
de puntos
de espacios
de pausas
de silencios

Lanzando rayos alfa
contra un verso nuclear
buscando su desintegración
en energía poética
hasta morir
blanco.

Verso blanco.

Avistamiento OVNI

Cuando creía que el correo entrante estaba a punto de desaparecer, convertirse en un dinosaurio extinto, me encuentro con esta joya en mi buzón tan divertida como inverosímil:

XII ENCUENTRO – 6 JULIO 2019 AVISTAMIENTO OVNI EN PUERTO DE LOS COTOS

La asistencia es libre y gratuita. Es una jornada para distendirnos, reír, estar felices, conocernos y disfrutar. Todo desde el afecto y la amistad. No hace falta ser un deportista de élite ni un escalador para este encuentro. Recorreremos caminos sencillos y de escasa dificultad. Cuantos más seamos más energía moveremos. Nuestro planeta, y los seres que vivimos en él, necesitamos el cambio energético y vibracional que ya ha comenzado. Nosotros estamos haciendo el cambio. TODA LA INFORMACIÓN: http://www.luzparatodos.com.es/OVNIS%20Jornada%20Avistamiento.html

No he podido por menos que (asegurándome de que no era una dirección URL potencialmente peligrosa) visitar la web y reírme un rato más con frases como la siguiente:

No está garantizado que vayan a aparecer, aunque siempre lo hacen

Donde no sé si habrán observado que «SIEMPRE», implica una garantía de que aparecerán. Qué divertido si no fuese en serio. La entrada es gratuita. Y la web no parece «vender» nada más que unas cuantas ideas algo infantiles y algo de publicidad en forma de banners en la parte inferior de la página.

Recuerdo que cuando era joven (muy joven) leí bastante sobre ufología, incluso un divertido (y pretendidamente serio) libro que sostenía que, en realidad, Jesucristo existió y era extraterrestre… Tenía entre doce y catorce años, leía todo tipo de lecturas que me dijese que fuera de este planeta se podía estar mejor que en este, en resumidas cuentas. También por la misma época me comencé a interesar por la química y la física. Leí la teoría de la Relatividad (que no comprendí) a los 15 años y el Principio de Incertidumbre de Heissemberg a los 16. Iba interesándome cada día más y comprendiendo y aceptando, a pesar de lo duro que resultaba, el conocimiento que encerraba ese fatídico principio.

Bastante cabezota, me dio por estudiar Química, especializándome en Cuántica, con la intención de «rebatir» o, cuando menos, ver si era rebatible esos límites al conocimiento científico tal como lo conocíamos, tan deterministas, por decirlo así.

Y no hubo suerte.

Siguen perturbándome las ecuaciones de transformación de la masa, la longitud o el tiempo en función de la velocidad (Transformaciones de Lorentz) y veo que esa «asíntota» vertical cuando la velocidad se acerca a la velocidad de la luz es algo molesta… y sospechosa de ser una aproximación derivada de algún modelo posiblemente inaplicable a altas velocidades… pero sospechosa… porque mi intuición (que se equivoca con más frecuencia de la que creo) no quiere creerlas.

Acabé por dejar de lado la literatura ufológica, por supuesto, antes de entrar en la carrera, porque se cae por sentido común y un poco de lógico muy rápidamente (casi a tanta velocidad como una interpretación literal de la Biblia, por poner un ejemplo) pero siempre le he tenido cariño y sigo viendo cualquier película de ciencia ficción por mucha ficción que prevalezca incluso a costa de que quede poca ciencia. Pero sé que es ficción. Igual que sé que no se matan seres humanos en una película de guerra o que las películas del oeste pueden estar rodadas en, pongamos, Almería o que uno de los chinos de 55 Días en Pekín es un amigo de mis padres nacido en Colmenar Viejo.

Sobre OVNIS… no voy a entrar a debatir su posible existencia ni avistamientos… como tampoco le discuto a la madre de Carmen que le rece a la virgencita de turno para que se me pase la alergia. Ni sobre los efectos saludables de la imposición de manos o el consumo de agua edulcorada con memoria…

Es posible que exista vida extraterrestre. Claro que sí. E incluso que esa vida extraterrestre sea «inteligente». Puede que, si nos ponemos generosos, incluso podamos asumir que esa inteligencia y la nuestra sean capaces de, llamémosle, entenderse en un hipotético encuentro. Pero la simpleza con la que imaginamos esa alternativa me parece tan vacua como cuando pregunto, si te mueres y vas al cielo ¿te quedas como estás en el momento de la muerte o algo mejor, así, a modo Obi Wan Kenobi?

No es cinismo. Pero a veces me dan ganas de cinificarme… y olvidarme del mundo que me rodea… e irme en la primera nave espacial extraterrestre que quiera llevarme a dónde sea.

Estrenando regalo de mi amigo «el colombiano»

Tenía que ser con un libro de primero de la carrera que compartimos y de la que él ha hecho su vida y yo un recuerdo.

No suelo usar prendas de cuero no llevar bolsos cartera que cuelguen de un lateral de mi cuerpo, por no descompensarme. Pero este regalo me hizo mucha más ilusión de la prevista si es que la ilusión se puede prever.

Puede que acabe por acostumbrarme a llevar un complemento tan útil como este para cargar mis libros y cuadernos ahora que la primavera impide que utilice los enormes bolsillos de mis abrigos.

Esto no es una broma