Desde hace ya un año (o más)

El 13 de marzo de 2020 hice esta fotografía a petición de una amiga escritora que me pedía que le enviase un registro de algo que hubiese modificado a raíz del confinamiento duro al que estábamos abocados dada la pandemia debida a la COVID-19 (es femenino (el virus/la enfermedad…)).

Se agotó el papel higiénico en todas las tiendas, se escribió largo y tendido sobre ello, se publicaron análisis socio-económicos sobre la simbología del papel higiénico, sobre la sensación de protección, etc, etc, etc.

Nosotros teníamos bastantes rollos, pero a partir de esa fecha cambiamos algunos hábitos y algunos de los usos que hacíamos del papel higiénico los derivamos a papel de cocina, del que también teníamos varios rollos, para prolongar la vida de nuestras reservas higiénicas.

De momento, no hemos vuelto a los antiguos usos del papel higiénico, porque el uso más racional del papel de cocina facilita algunas cosas, así como reducimos el consumo del higiénico.

Nunca estoy plenamente convencido de que nuestras decisiones sean más ecológicamente recomendables que las opuestas, pero esta parece tener sentido en ese sentido, valga la redundancia.

Árboles

Árboles
domésticos
delimitan espacio a modo de prisión
de árboles
vivos
cuyo futuro está grabado
en piedra.

Una lámpara blanca
no es una bola de nieve
que anuncie un invierno
de sílice insignificante.

Foto tirada
sin ilusión
cansada
desenfocada.

Al fondo
una madeja de futuro
sabe que nada
(ni siquiera la fotografía
registro de la muerte)
evitará la quema.

Novedades en Pontejos

De antes de que la palabra NOVEDAD
fuese inventada
es esta tienda
famosa
por sus botones
por sus hilos
por sus tejidos
por su permanencia.

Y ahí sigue
afrontando una pandemia
después de afrontar guerras
y afrontar dictaduras
y afrontar crisis financieras.

Es un resquicio de esperanza
en esta época incierta
en la que se mueve la tierra bajo los pies
en la que sentimos temblores en el alma
y la piel.

Algún día desaparecerá
como todo.

Pero ayer estaba aguardando a que comprásemos
un poco de adhesivo para cuero
que no venden en las modernas tiendas
de nuestro barrio.

Fotografié este instante
capturando lo que no existe:
la inmovilidad.

Algún día
como todo
desaparecerá.

Tarjetas de visita

El lunes estuve recortando unos ripios de foam negro que tenía en el estudio, que me habían regalado los compañeros de Estudio Mamífero, y he decidido hacer mini-tarjetas de visita, con la información suficiente para contactarme y conocer mi trabajo: mi web, la que mantengo desde hace más de 20 años, evolucionando más y mejor que yo, en cierto sentido.

Son divertidas piezas únicas manuscritas. Lo más analógico que puedo imaginar en mi mente digital. Tienen un grosor de casi 5mm. Están escritas con rotulador uniPOSCA blanco.

Tomates

Tomates
rojos sobre rojo
sangran al paso de mi cuchillo
que refleja la calle.

Tomates
cuatro en fila de a dos
cortadas en cuatro
con lunas a 45 grados
siempre
aproximadamente.

La sangre es ficción.
La geometría es ficción.
El cuchillo es ficción.
El color es ficción.

El brillo de la ventana
sobre los tomates
es real
como la vida misma.

Saturno devorando a su hijo

Siempre me han encantado las pinturas más románticas de Goya: los fusilamientos, las mitologías y por supuesto los cuadros negros a los que el Museo del Prado les dedicaba una sala a la que solía ir cuando empecé a vivir solo en las cercanías del mismo hace ya 3 décadas.

Salía de la Universidad Autónoma de Madrid donde trabajaba en el IIC, para ir a casa tomando el tren que me dejaba en Atocha y subía desde allí dándome un paseo por el Paseo del Prado hasta entrar en el museo un ratito (en aquella época era gratuito) y acercarme a la sala de las pinturas negras de Goya.

El resto apenas me interesaba, así que no perdía tiempo deteniéndome en la exhaustiva colección de obra que siempre me parecía destruible. (Y eso que aún no había descubierto a DADÁ)

Saturno devorando a su hijo

Hoy en una red social me encuentro una publicación que usa de excusa Saturno devorando a su hijo para hablar de los males de la sociedad y, sin embargo, dada la banalidad del contexto, lo único que he pensado es:

¿Se lo come sin pan?

Soy un fan de la línea de comandos linux

Quizá porque mi primer contacto con un ordenador fue con línea de comandos, allá por los tiempos en los que en la UAM usé un AIX desde una terminal conectada a un ordenador central que era el único que tenía entorno gráfico.

Quizá porque es más rápida y consume menos recursos que los sofisticados programas de gestión de software que vienen con las distribuciones populares de Linux (yo, de hecho, lo primero que instalo es Synaptic).

Quizá porque lo puedo hacer remotamente desde mi teléfono móvil o, como hoy, desde mi PC mediante una conexión (bien configurado su acceso PKI) por SSH, conectándome a la Raspberry que tengo de servidor de backup y de desarrollo, al mismo tiempo que me conecto al PC que habitualmente usa Carmen para trabajar (mientras ella está trabajando, de hecho).

Cada noche hago un repaso de los dispositivos conectados y tecleo un

sudo apt update
sudo apt upgrade

 

(y si procede un sudo apt autoremove, para limpiar lo innecesario)

Termino con un shutdown now que me remite a aquellos tiempos de mis primeros tecleos… donde una broma habitual era hacerse con la password de root y proceder a un apagado de los 5 terminales conectados al central. ¡Qué vandalismo!.

Había una forma muy sencilla que consistía en simular una pantalla con un «login» en el que la persona que había de encender y administrar los equipos se conectaba y devolver un pantallazo tras haber capturado su contraseña. A continuación, se volvía a mostrar la verdadera pantalla de login y parecía un minúsculo error de tecleo… Sigue siendo un ataque eficaz a pesar de lo poco sofisticado del método.

Esto no es una broma